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Nena Bonita

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Nena Bonita
Pretty Baby
Homenaje | Tabú
La mayor fantasía que un hombre puede tener es que
una nena llegue por sorpresa a su casa, con maletas y
todo.
Homenaje por Stregoika

1 - Cabeza dura, culo duro


Días después que la virginidad de Violet fue subastada
y entregada, ella la pasaba, no obstante, haciendo su
actividad normal de niña de 12 años. Revoloteaba cual
polilla en el patio trasero de La Casa, teniendo
especial atención no por emisor alguno de luz sino por
la cámara fotográfica de Bellocq. Nadie en Storyville
había visto muchos de esos artefactos, quizá nadie en
Nueva Orleans. Violet vestía su camisón
transparentoso de dormir, pero todas lo hacían. Ver la
insinuación de sus formas a través de la tela delgada
no tenía nada especialmente llamativo para el

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fotógrafo que, de hecho, la despachó cuando ella se
paró delante de la lente exigiendo ser fotografiada
como las demás. Como ella no obedeció la solicitud
de apartar su figura del curso de la fotografía,
Josephine, quien estaba en el sillón prestando sus
servicios como modelo, propinó un fuerte empujón a
Violet con su pie sobre su redondo trasero. Violet
renegó y se largó al galpón, resignada, ya que los
adultos la despreciaban por ser muy joven y ella
misma se sentía demasiado madura para jugar con
mocosos como Red Top, o el hijo de la cocinera
negra. Allí en el galpón, convencida que por ser una
puta con clientes y que el primero de ellos pagó nada
menos que 400 dólares por ella; Violet se sentía
levitar. Coqueteó con Red Top, que tenía 11 años,
haciéndole unas sugestivas declaraciones que él solo
podía sortear con mentiras. Ante el reto de Violet, el
pelirrojo muchacho afirmaba tener también
experiencia y saber qué se sentía “eso”. Pero Violet
sabía de sobra que sus palabras no respondían a la
verdad, y para saciar sus ínfulas de superioridad, retó
al otro muchacho, que tenía solo 10 años. Entre ella y
Red Top acosaron al hijo de la cocinera como si lo
hubiesen concertado concienzudamente. Al principio

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solo se trataba de presión mediante preguntas sin
parar, luego pasó a ser acoso físico y al final se
convirtió en un ruidoso manantial de carcajadas. El
pequeño negro no logró resistir los empujones y cayó
sobre la paja en uno de los corrales, donde Red Top y
Violet seguían riendo, retándolo a demostrar su
experiencia en las artes del amor y también, estaban
bajándole los pantalones. No pasó a mayores solo
porque la cocinera, que como cualquier ente dotado
del sentido de la audición, había notado el escándalo
aún desde la cocina. Ella se presentó en el galpón,
furiosa, deteniendo a Violet con todo lo que su
limitada autoridad le permitía. Le dijo:
—Eso no, señorita. Eso no está bien. Esas cosas se
hacen entre blancos, nada más. ¿Cuándo has visto a
un negro ahí arriba con una de las chicas? Eso no es
normal. No, señorita. Usted está sobrepasándose.
Sin que progresara más el discurso de la cocinera,
apareció también Nell, como todas las blancas ahí, en
camisón y con el maquillaje corrido entre las arrugas.
—Ella tiene absoluta razón —aseveró la madame—,
sí que estás sobrepasándote.
No pudo devenir más que un castigo para Violet. Nell
solicitó la presencia de Harry, el único hombre en casa

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además de Bellocq, el fotógrafo; cuya presencia era
meramente esporádica; y el profesor de piano. Harry
cargó a Violet como un costal de trigo, excepto que
los costales de trigo no chillaban ni pataleaban. La
bajó en un rincón del patio y le azotó las nalgas
implementando un fuste.
—Golpeándola solo le enseña a golpear —le comentó
Bellocq a Nell.
—Ocúpese de sus asuntos —respondió ella, mirando
de forma peyorativa su equipo fotográfico— y yo me
ocuparé de los míos ¿le parece?
Un minuto después, Violet emergió del rincón donde
acababa de ser castigada, pero no llorando ni
cojeando, sino brava como un toro. Se paró frente a
Nell, esgrimiendo el índice y hablando con la
mandíbula tensa.
—No me dolió —declaró con fuerza.
En seguida se dio la vuelta y entró a la casa, dejando
que todos vieran cómo una pizca de sangre había
traspasado desde la piel de sus nalgas hasta el exterior
de su camisón, produciendo una húmeda mancha
rośacea.
—Cabeza dura, culo duro —dijo Nell.

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2 - Te amo una vez, te amo dos veces.
Bellocq cenaba en su casa en Storyville, solo, como
siempre. Su comedor estaba dispuesto
intencionalmente en la entrada, desde donde se veía el
camino de piedra que guiaba a los visitantes hacia
adentro, y el bello bosque de cipreses y robles que
cobijaban la propiedad. Justo atardecía, pero Bellocq
precisaba no más que de una vela para iluminar su
mesa. Siguió concentrado en su pescado con salsa, y
no fue hasta que halaron de la cadena para hacer sonar
la campana que, advirtió la más bella presencia que
jamás esperó en su casa. Violet acababa de huir del
burdel, motivada por el maltrato ordenado por Nell.
Recién hubo ingresado a la casa de Bellocq
arrastrando torpemente su equipaje, preparado con
prisa y rabia. Al sonar la campanilla, Bellocq levantó
la cabeza y divisó a través del toldo a aquella pequeña
prostituta de la que, la misma Nell le había hecho caer
en cuenta, estaba él enamorado.
—¿Cómo sabes dónde vivo? —preguntó él, tras abrir
la puerta.
—Te vi en la guía telefónica —Explicó ella, sin más.
—Ni siquiera tengo teléfono, Violet —acusó él.
—Te he seguido, muchas veces —confesó Violet sin

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vergüenza.
Sin más explicaciones, pasó y empezó a
inspeccionarlo todo. Bellocq solía ser asaltado por
pilluelos, pero Violet era bienvenida, en su casa, en su
corazón y en su vida. Aún sin soltar su maleta, Violet
caminó precediendo al fotógrafo en su propia casa. Se
interesó por los negativos que se secaban en el baño
de revelado, tomó uno y lo observó.
—¿Qué es esto?
—Es mi trabajo. De eso vivo.
—¿Vives de sacar fotos? ¡Qué fácil! —entonces
siguió avanzando— Al menos es más fácil que
trabajar en La Casa.
—Decidiste escaparte —comentó Bellocq, pero ella
ignoró su apunte y preguntó:
—¿Dónde duermes? Quiero ver.
—Arriba —Bellocq señaló la escalera.
Arriba tenía lugar una puerta que causó asombro a
Violet, puesto que estaba cerrada con llave. En el
burdel, Nell había quitado los cerrojos de la todas las
puertas por la seguridad de las chicas. Para Violet, las
cerraduras en servicio imprimían un aire no de
seguridad, sino de todo lo contrario.
—¿Por qué está cerrada esta puerta?

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—A veces entran chicos. Creo que sienten curiosidad
por mi cámara. El vecindario se ha vuelto malo.
—¿Por qué?
Bellocq se impacientó. Por más bella que fuera la
recién llegada, no dejaba de ser una niña.
—“Por qué, por qué ¿por qué?” Yo no sé el porqué.
Por las casas de putas, será.
Lejos de sentirse aludida u ofendida, Violet entró
hasta la estancia, cuestionando la ausencia de
electricidad. Lo miró todo con lupa y después de un
segundo concluyó:
—Me gusta esta habitación.
Vio hacia la cama con techo y toldo para protegerse
de alimañas. Solo hasta entonces dejó la maleta, y lo
hizo para lanzarse a la cama y saltar sobre esta. Sus
gritos de «Ooka Dooka» fueron interrumpidos por el
estruendo de la pobre cama al desbaratarse y caer.
Violet pegó un agudo grito, cayó junto con las tablas y
el colchón y quedó encima de ellas igual de inerte que
cualquier pieza de la destruida cama.
—Bien hecho —lamentó Bellocq.
Pero ella no respondía. Tal parece que tenía la manía,
igual que tras haber atendido a su primer cliente, de
hacerse la muerta.

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—¿Violet? —se inclinó Bellocq.
Ella resucitó y se incorporó de un rápido brinco,
preguntando:
—¿Me puedo quedar?
—Sí, si es lo que quieres.
Con aún más rapidez, impulsada por la alegría que le
causaba la respuesta libre de dudas del fotógrafo,
Violet se puso de pie sobre el desnivelado y caído
colchón y puso sus manos en los hombros de él.
—Y ¿dormiremos juntos y me cuidarás?
Bellocq la retó diciendo un seco «no», cuya respuesta
fue un violento halonazo de parte de la muchacha, que
consiguió girarlo y arrojarlo boca arriba sobre los
despojos de la cama. Se sentó junto a él y le interrogó
casi con rabia:
—Y ¿por qué no?
—Pues porque… No estoy seguro…—respondió
Bellocq.
Volviéndose a llenar de ínfulas, como en la mañana en
el patio de La Casa, Violet sacó hacia adelante su
plano pecho y se ufanó:
—Me tienes miedo.
—Quizá.
—Quiero que seas mi amante, me compres medias, y

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ropa…
—No sabes lo que dices, Violet.
—¡No voy a cobrarte por nada en absoluto! Y puedes
visitarme en La Casa, serás mi hombre favorito.
—Y ¿qué no vienes huyendo de La Casa? —acertó
Bellocq.
Violet volvió a encorvar el dorso y aceptó:
—Oh, sí. No pueden golpear así porque sí. Bueno, no
a mí.
—Estoy absolutamente de acuerdo —respondió
Bellocq, acomodándose.
Recordó con vergüenza la ira que sintió contra Violet
por haber roto su cámara.
—Tú me pegaste una vez —lo acusó ella.
—Sí, y lo lamento.
El recuerdo de aquél incidente, en el que estuvo
presente Hatti, provocó un comentario de Violet:
—Amas a mi madre más que a mí. Sé de estas cosas
más que tú. Sabes de estas cosas acerca de los
hombres cuando eres mujer.
El amor ya no podía disimularse más en la cara de
Bellocq. Podría ser leído hasta por un ciego.
Observaba a Violet con adoración, aquella que nació
cuando jugaban Sardina y ella fue la primera en

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encontrarlo. Se había metido al guardarropa con él y
le robó un beso al hombre antes que todas las demás
entraran. Ella le dijo entonces un simpático juego de
palabras que resultó inolvidable para él.
—Hay hombres diferentes —dijo él sin quitar la cara
de ensueño—. Yo soy diferente… quizás es porque —
le acarició el costado de la cabeza— soy todo tuyo
Violet.
Le regaló entonces un beso entre el cuello y el pecho.
—¿Todo mío? —preguntó ella.
—Sí, confirmó él.
Violet puso entonces pequeños besos en la frente y
pómulos de Bellocq, con su dulce boca de niña de 12
años, con labios suaves como el primer amanecer del
mundo. Y repitió aquél juego de palabras que ya le
había dicho a Bellocq:
—Te amo una vez, te amo dos veces. Te amo más que
a las bellotas y a las nueces.
Siendo nada más que un hombre y sin el menor poder
para escabullirse de semejante embrujo, Bellocq besó
a Violet en los labios.
—Voy a hacerte tan feliz… eres mi tipo de hombre. Sí
que lo eres. Soy muy buena, querido.
De repente no era Violet, su pequeña diosa, sino una

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puta más.
—No me hables así —renegó Bellocq y se apartó de
ella—, hablas como ramera.
—Y ¿qué quieres que te diga? Siento algo por dentro
y lo digo. Y cuando te vas me duele, justo aquí —tocó
el centro de su pecho.
—Quizá solo es hambre.
—¿Qué tienes contra las putas? Creía que te
agradábamos.
Bellocq no tuvo nada para contestar. Se miraron por
un segundo más y Violet retomó el aire consentido. Se
le recargó en el hombro y dijo:
—Todos dicen que soy bonita. Pronto me desarrollaré
y le gustaré a todos los demás hombres. ¿no te gusto?
Ya no cabían más palabras en algo que no era racional
sino sentimental. Bellocq la abrazó con ternura y besó
todo su rostro. Ahí quedaron Violet, la prostituta de 12
años y Bellocq, el fotógrafo de Storyville en la cama
derrumbada, misma en la que amanecieron.
Unos días después habrían de contraer nupcias.
FIN

Tributo a la película Pretty Baby (1978), por

12
Stregoika.

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