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1Sobre el amor y la ética en El olvido que seremos

I.E Liceo Antioqueño


Castellano

Andrés Roldán Torres.


2022.
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Sobre el Amor, la Tolerancia y la Amistad en El olvido que seremos

A lo largo de la lectura de El olvido que seremos encontramos virtudes de todo tipo,

historias amargas de leer y duras de analizar, pero con una riqueza que inunda los

cimientos de un país. El libro nace, precisamente, como protesta a una sociedad que mató

(directa e indirectamente -a través del silencio-) a un defensor de derechos humanos,

padre del autor; a lo largo del libro se nos presenta como un hombre de admirar y un

ciudadano ejemplar, que no pierde su libertad de pensamiento y encarnación de ellas por

las amenazas de una Medellín de los 80’s, silenciadora y apabullante de los que luchan

por una sociedad mejor, pero que ciertamente no es muy distinta a la de hoy (en un

panorama nacional). Hay en la obra un mensaje crudo y áspero, pero dulce y conmovedor

sobre la importancia de la tolerancia y el respeto, de la relación de memoria personal y la

memoria histórica.

Es más fácil escribir sobre ideas, discusiones, temas abstractos y personajes ficticios,

hacerles críticas y aplicaciones, existe cierta comodidad al escribir sobre estos. Hay,

claro, excepciones notables, pues escribir sobre las obras de Dostoyevski o Kafka -tan

ásperas al alma como solo pueden serlas- siendo “meras historias”, novelas y ficción,

representa un desafío a la mente del que escribe. Pero para mí, y para muchos más

grandes, la teoría a veces es ligera, aun cuando se trata con el mayor rigor académico. Sin

embargo, al escribir sobre una obra tan sincera y tan real, “de un coraje y una honestidad

arrasadores” como opinaba Javier Cercas, hay un peso de responsabilidad apabullante,

aquella de tartar no una idea, sino una historia privada, las historias de una familia, de la

vida de un hijo y el legado de un padre.


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Con el mismo sentir de respeto Héctor Abad Faciolince escribe esta obra, El olvido

que seremos, nombrada en honor a un poema de Borges que su padre, Héctor Abad

Gómez, le tenía gran aprecio. El desarrollo que Faciolince hace de la obra no se disipa del

título en sus cimientos, pues a través de la historia de una vida transmite esa influencia

grande que tuvo de su padre desde muy pequeño, y de esa unión, un amor purísimo más

allá de la sangre, que tuvo con su padre (a veces inminentemente conmovedora). “La

idea más insoportable de mi infancia era imaginar que mi papá se pudiera morir, y por

eso yo había resuelto tirarme al rio Medellín si él llegaba a morirse” (Faciolince, 2006),

con estas palabras, y aun otras más cursis y entrañables -que más recuerdan a un amor

Shakesperiano que una fraternidad padre-hijo-, el autor habla de la importancia de su

padre. Pero en esta historia, tan privada como puede ser, se encuentra la historia de una

ciudad, Medellín, de un país entero, y de muchas personas que perdieron sus alegrías por

episodios tristes en la historia de Colombia; por esto la libertad que encarna el escribir de

algo que no puede ser “tan de alguien” como “tan de uno” como es la familia y la patria.

El tema central de esta obra es la vida, pero también lo es la muerte; el amor, pero

también el odio y la venganza; los años felices como los años tristes de la familia Abad.

En un comienzo se nos presenta a un niño de la mano de su padre, en el sentido más

profundo y conmovedor que puede expresar esta frase en la relación más importante de la

vida, seguida del de la mamá, aunque para Héctor no era así, pues su padre lo era todo:

“lo amaba más que a Dios. Un día tuve que escoger entre Dios y mi papá, y escogí a mi

papá”. Esta relación es un prisma, que refracta la luz en muchos colores, pero

conservando en si la misma esencia, la luz. Así mismo el padre cumple la función de


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maestro, tutor, guía, amigo y confidente, pero siendo no más que un padre. Las ideas de

su padre que el autor relata a manera biográfica se leen entre líneas como las suyas

propias, y pese a madurar con el tiempo desde niño hasta su adultez, el autor mantiene el

mismo corazón liberal que el de su padre. Los valores de amor fraterno y la conducta de

ambos se describen con la mayor transparencia ejemplar que se puede, la formación de la

mano de su padre a través de la felicidad como “mejor método de enseñanza” es uno que

aplica a todos los aspectos de la vida, y se describe con una pasión genuina y alarmante,

con tintes de mimación y alcahuetería (dicho por cierto de su madre) pero con amor

arrullante.

Pero el libro también cuenta la historia, a través de fragmentos sin un hilo narrador en

todo el libro, de un romance enigmático, contradictorio, pero tan real como lo puede ser

el fruto de ese amor, a saber, el autor mismo.

“Mi papá y mi mamá eran contradictorios en sus creencias y en sus comportamientos,

pero complementarios y de un trato muy amoroso en la vida diaria. Había un contraste

tan neto de actitud, de carácter y de formación, entre los dos, que para el niño que yo

era esa diferencia radical entre mis modelos de vida resultaba el acertijo más difícil de

descifrar. Él era agnóstico y ella casi mística; él odiaba el dinero y ella la pobreza; él

era materialista en lo ultraterreno y en lo terreno espiritual, mientras ella dejaba lo

espiritual para el más allá y en lo terrenal perseguía los bienes materiales. La

contradicción, sin embargo, no parecía alejarlos, sino atraerlos el uno al otro, tal vez

porque compartían de todas maneras un núcleo de ética humana en el que estaban

identificados. Mi papá todo se lo consultaba, mientras que mi mamá, como se dice,

veía por sus ojos y le manifestaba un amor hondo, incondicional, a prueba no sólo de
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contratiempos sino incluso de cualquier desacuerdo radical, o de cualquier

información maligna o perniciosa que alguna «alma caritativa» le diera sobre él. —Yo

lo quiero como es, entero, con todas sus cualidades y todos sus defectos, y me gustan

de él hasta las cosas en que no estamos de acuerdo —nos dijo muchas veces mi

mamá.” (Faciolince, 2006)

Y de tal relación confusa se desprenden implicaciones de lo más profundas. Me

conmovió esta relación, más allá del romance y mojigatería que pudiera expresar sobre

esta, por la profunda implicancia ética y cívica. ¿Podemos amarnos aun con lo

contradictorio de nuestras ideas y lo distante de nuestras cosmovisiones? ¿Tener amigos

con los que pelearnos a muerte en el campo de las ideas y convivir con ellos en las tardes

de penumbra, donde sus palabras trastoquen nuestros corazones diáfanos? En las

relaciones, cualquiera que sea su forma, la virtud del compañerismo se realza por la

trascendencia de su valor, y la experiencia de encontrar a otro con el cual fundirse en

conversaciones banales, o de gran importancia, de resguardarse en chistes o chismes de lo

más vil o virtuoso, es alegría. Lewis en su autobiografía Cautivado por la alegría habla

de la amistad en estos términos, que recojo en honor a su propia amistad con Arthur

Greeves y en memoria del romance de los Abad. Lewis escribe con bastante profundidad

en sus meditaciones acerca de la amistad, pues encontrar un amigo no es una maravilla

insignificante, sino una “tan grande como el primer amor, o incluso mayor” (Lewis,

1955). La Amistad es a su vez el más selectivo de los amores, pues “La amistad saca al

hombre del colectivo «todos juntos» con tanta fuerza como puede hacerlo la soledad, […]

porque la amistad es selectiva, es asunto de unos pocos. Decir «éstos son mis amigos»
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implica decir «ésos no lo son».” (Lewis, 1960). Y en un aspecto muy real y apasionante

los Abad se tratan con tal amor, uno de amistad que encara en un eros profundo, un

romance de antaño, de lo más colombiano, que evoca el estilo de romance de Gabo, en su

Amor en tiempos de Cólera, tan pícaro y sincero como la pluma del autor al hablar de

sentimientos y relaciones, pues “los síntomas del amor son los mismos del cólera.”

(Márquez, 1985). Un amor, en los Abad, que como opinaba Lewis, los apartaba del resto

y hacia brillar su individualidad, al no mezclarse en sus ideales, sin admirándose, en la

praxis, en los aspectos más distinntos.

“[…] mi mamá veía en los apasionados pensamientos generosos de mi papá la

razón de su vida, y mi papá veía en las acciones de ella la realización práctica de

sus pensamientos. Y a veces lo contrario: mi mamá lo veía actuar como el

cristiano que ella hubiera querido ser en la vida práctica, y él la veía resolver los

problemas cotidianos como la persona útil y racional que a él le gustaría haber

sido.” (Faciolince, 2006)

Ese amor (amistad, afecto o como quiera llamárselo) debería ir implicado en todas las

relaciones humanas. El convivir en tolerancia, en amor al prójimo y reconocimiento de la

individualidad del otro, no como una amenaza sino como una riqueza, es un reto practico

para todos. No somos islas. Las implicaciones a la educación (legado inmenso de Abad

Gómez, dicho sea de paso) desde tal visión de diversidad inmaculada, en donde las partes

que interactúan no sufren perversión en su esencia, se conocen poco, pero ciertamente es

una propuesta para la educación moderna interesantísima y necesaria de aplicar. La

propuesta de la “etica-civica”, el concepto es en sí bastante práctico, pues se trata de una

propuesta para la educación ante la crisis de valores éticos que enfrentamos en la


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sociedad; en esta empezamos con la reflexión, reconstrucción y discusión de las

problemáticas sociales más importantes y se intenta dar al individuo promedio las bases

para su respuesta social (una repuesta cívica) a estos problemas sociales, buscando, claro,

que sean las más provechosas posibles, trazando así un sentido ético que parte de la

reflexión y termina en la praxis social, siendo entonces el peldaño educativo el que trace

de la mejor manera el desenlace moral que se lleva en la sociedad, teniendo siempre

como fin un “estado ideal” pluralista donde los valores primen. Con una sociedad

“pluralista” viene el complemento teórico del concepto de “Cívica-Ética”, pues esta se va

a encargar de marcar un camino donde los intereses personales de los individuos en una

sociedad, tan diversos como pueden llegar a ser, no choquen imposibilitando la

convivencia. Así pues, la cívica-ética tratará de encontrar y establecer esas “mínimas

morales” que se ajusten a la pluralidad de masas que, a su vez, no vayan en conflicto con

sus discursos y permitan una comunicación asertiva para solucionar conflictos.

Pero, en suma, la teoría de esa propuesta no es más que la reconstrucción académica de

relaciones como las de los Abad, amantes natos del saber y esencia del otro, el cual

admira el escritor de la obra, hijo de esta pareja, y, en un capítulo entero, desentraña con

admiración.

Por último, no cabe más que pensar en el legado de Abad Gómez como la de un

hombre que fue más líder que ciudadano, más maestro que catedrático, más padre que

otra cosa. Es la importancia de la memoria entonces, el paradigma de la obra, que en más

de una reseña se encuentra como un obstáculo que se puede pensar que tuvo Faciolince

para escribir, pues evocar recuerdos es como volverlos a vivir. Pero es necesario el
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recordar, y no ser entonces, el olvido de una historia. El olvido que hemos sido en

Colombia. El olvido que no debemos tener, pero que ciertamente seremos.

Bibliografía

Faciolince, H. A. (2006). El olvido que seremos. Bogotá: Penguin Random House Grupo
Editorial.
Lewis, C. (1955). Cautivado por la Alegría. New York: HarperCollins.
Lewis, C. (1960). Los Cuatro Amores. Londres: Harper Collins.
Márquez, G. G. (1985). El amor en los tiempos del cólera. La oveja negra.

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