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historias amargas de leer y duras de analizar, pero con una riqueza que inunda los
cimientos de un país. El libro nace, precisamente, como protesta a una sociedad que mató
padre del autor; a lo largo del libro se nos presenta como un hombre de admirar y un
las amenazas de una Medellín de los 80’s, silenciadora y apabullante de los que luchan
por una sociedad mejor, pero que ciertamente no es muy distinta a la de hoy (en un
panorama nacional). Hay en la obra un mensaje crudo y áspero, pero dulce y conmovedor
memoria histórica.
Es más fácil escribir sobre ideas, discusiones, temas abstractos y personajes ficticios,
hacerles críticas y aplicaciones, existe cierta comodidad al escribir sobre estos. Hay,
claro, excepciones notables, pues escribir sobre las obras de Dostoyevski o Kafka -tan
ásperas al alma como solo pueden serlas- siendo “meras historias”, novelas y ficción,
representa un desafío a la mente del que escribe. Pero para mí, y para muchos más
grandes, la teoría a veces es ligera, aun cuando se trata con el mayor rigor académico. Sin
embargo, al escribir sobre una obra tan sincera y tan real, “de un coraje y una honestidad
aquella de tartar no una idea, sino una historia privada, las historias de una familia, de la
Con el mismo sentir de respeto Héctor Abad Faciolince escribe esta obra, El olvido
que seremos, nombrada en honor a un poema de Borges que su padre, Héctor Abad
Gómez, le tenía gran aprecio. El desarrollo que Faciolince hace de la obra no se disipa del
título en sus cimientos, pues a través de la historia de una vida transmite esa influencia
grande que tuvo de su padre desde muy pequeño, y de esa unión, un amor purísimo más
allá de la sangre, que tuvo con su padre (a veces inminentemente conmovedora). “La
idea más insoportable de mi infancia era imaginar que mi papá se pudiera morir, y por
eso yo había resuelto tirarme al rio Medellín si él llegaba a morirse” (Faciolince, 2006),
con estas palabras, y aun otras más cursis y entrañables -que más recuerdan a un amor
padre. Pero en esta historia, tan privada como puede ser, se encuentra la historia de una
ciudad, Medellín, de un país entero, y de muchas personas que perdieron sus alegrías por
episodios tristes en la historia de Colombia; por esto la libertad que encarna el escribir de
algo que no puede ser “tan de alguien” como “tan de uno” como es la familia y la patria.
El tema central de esta obra es la vida, pero también lo es la muerte; el amor, pero
también el odio y la venganza; los años felices como los años tristes de la familia Abad.
profundo y conmovedor que puede expresar esta frase en la relación más importante de la
vida, seguida del de la mamá, aunque para Héctor no era así, pues su padre lo era todo:
“lo amaba más que a Dios. Un día tuve que escoger entre Dios y mi papá, y escogí a mi
papá”. Esta relación es un prisma, que refracta la luz en muchos colores, pero
maestro, tutor, guía, amigo y confidente, pero siendo no más que un padre. Las ideas de
su padre que el autor relata a manera biográfica se leen entre líneas como las suyas
propias, y pese a madurar con el tiempo desde niño hasta su adultez, el autor mantiene el
mismo corazón liberal que el de su padre. Los valores de amor fraterno y la conducta de
mano de su padre a través de la felicidad como “mejor método de enseñanza” es uno que
aplica a todos los aspectos de la vida, y se describe con una pasión genuina y alarmante,
con tintes de mimación y alcahuetería (dicho por cierto de su madre) pero con amor
arrullante.
Pero el libro también cuenta la historia, a través de fragmentos sin un hilo narrador en
todo el libro, de un romance enigmático, contradictorio, pero tan real como lo puede ser
tan neto de actitud, de carácter y de formación, entre los dos, que para el niño que yo
era esa diferencia radical entre mis modelos de vida resultaba el acertijo más difícil de
descifrar. Él era agnóstico y ella casi mística; él odiaba el dinero y ella la pobreza; él
contradicción, sin embargo, no parecía alejarlos, sino atraerlos el uno al otro, tal vez
veía por sus ojos y le manifestaba un amor hondo, incondicional, a prueba no sólo de
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información maligna o perniciosa que alguna «alma caritativa» le diera sobre él. —Yo
lo quiero como es, entero, con todas sus cualidades y todos sus defectos, y me gustan
de él hasta las cosas en que no estamos de acuerdo —nos dijo muchas veces mi
conmovió esta relación, más allá del romance y mojigatería que pudiera expresar sobre
esta, por la profunda implicancia ética y cívica. ¿Podemos amarnos aun con lo
con los que pelearnos a muerte en el campo de las ideas y convivir con ellos en las tardes
relaciones, cualquiera que sea su forma, la virtud del compañerismo se realza por la
más vil o virtuoso, es alegría. Lewis en su autobiografía Cautivado por la alegría habla
de la amistad en estos términos, que recojo en honor a su propia amistad con Arthur
Greeves y en memoria del romance de los Abad. Lewis escribe con bastante profundidad
insignificante, sino una “tan grande como el primer amor, o incluso mayor” (Lewis,
1955). La Amistad es a su vez el más selectivo de los amores, pues “La amistad saca al
hombre del colectivo «todos juntos» con tanta fuerza como puede hacerlo la soledad, […]
porque la amistad es selectiva, es asunto de unos pocos. Decir «éstos son mis amigos»
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implica decir «ésos no lo son».” (Lewis, 1960). Y en un aspecto muy real y apasionante
los Abad se tratan con tal amor, uno de amistad que encara en un eros profundo, un
Amor en tiempos de Cólera, tan pícaro y sincero como la pluma del autor al hablar de
sentimientos y relaciones, pues “los síntomas del amor son los mismos del cólera.”
(Márquez, 1985). Un amor, en los Abad, que como opinaba Lewis, los apartaba del resto
cristiano que ella hubiera querido ser en la vida práctica, y él la veía resolver los
Ese amor (amistad, afecto o como quiera llamárselo) debería ir implicado en todas las
individualidad del otro, no como una amenaza sino como una riqueza, es un reto practico
para todos. No somos islas. Las implicaciones a la educación (legado inmenso de Abad
Gómez, dicho sea de paso) desde tal visión de diversidad inmaculada, en donde las partes
problemáticas sociales más importantes y se intenta dar al individuo promedio las bases
para su respuesta social (una repuesta cívica) a estos problemas sociales, buscando, claro,
que sean las más provechosas posibles, trazando así un sentido ético que parte de la
reflexión y termina en la praxis social, siendo entonces el peldaño educativo el que trace
como fin un “estado ideal” pluralista donde los valores primen. Con una sociedad
a encargar de marcar un camino donde los intereses personales de los individuos en una
morales” que se ajusten a la pluralidad de masas que, a su vez, no vayan en conflicto con
relaciones como las de los Abad, amantes natos del saber y esencia del otro, el cual
admira el escritor de la obra, hijo de esta pareja, y, en un capítulo entero, desentraña con
admiración.
Por último, no cabe más que pensar en el legado de Abad Gómez como la de un
hombre que fue más líder que ciudadano, más maestro que catedrático, más padre que
de una reseña se encuentra como un obstáculo que se puede pensar que tuvo Faciolince
para escribir, pues evocar recuerdos es como volverlos a vivir. Pero es necesario el
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recordar, y no ser entonces, el olvido de una historia. El olvido que hemos sido en
Bibliografía
Faciolince, H. A. (2006). El olvido que seremos. Bogotá: Penguin Random House Grupo
Editorial.
Lewis, C. (1955). Cautivado por la Alegría. New York: HarperCollins.
Lewis, C. (1960). Los Cuatro Amores. Londres: Harper Collins.
Márquez, G. G. (1985). El amor en los tiempos del cólera. La oveja negra.