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SOCIDEDADES OCCIDENTALES
La raza humana tiene una gran devoción por las deidades, nuestra figura más
importante es el amor. Muchas de nuestras deidades tienen sus templos
religiosos, seguidores y rituales; pero a ninguna de esta se le dedica tal magnitud
de tiempo, conocimiento e importancia como al “amor”.
Nuestra condición humana nos hace buscar, cada vez que nuestras apretadas
agendas lo permiten, lugares para reunirnos y organizar citas con la esperanza de
que en alguno de estos encuentros encontremos a otro ser que nos lleve a algún
tipo de paraíso. Tanta es la importancia de dicha condición que hasta hemos
desarrollado aplicaciones para encontrar algún tipo de lazo afectivo. La necesidad
de atención parece ser el recurso más valioso de esta época.
Buscando, por lo menos, algo de compañía, nos hemos encontrado con que
estamos solos dentro de nuestras propias cabezas, con nuestras propias nociones
de lo que significa el amor, tratando de reconciliarlas con las de alguien más e
improvisar juntos una especie de plan que funcione para ambos.
Las sociedades más primitivas usan la palabra “amor” y “hambre” de una forma
similar. Desde mucho antes de que desarrollásemos esta especie llamada
“homosapiens”, desde solimas ser solo un grupo de antropoides con su imaginario,
ya teníamos la necesidad de amar para sobrevivir.
Cualquier otro animal tiende a sentir algo similar, por no decir idéntico, a lo que
nosotros conocemos como amor. Los perros sienten amor hacia nosotros, pues
desarrollan relaciones afectivas hacia los seres humanos mediante un conjunto de
procesos sensoriales relacionados a la oxitocina, hormona involucrada en generar
el sentimiento de apego y de confianza.
El amor es imaginario, cambiante y eterno, como Dios. Eso no lo hace menos
importante. Finalmente, esa serie de eventos desafortunados a la que llamas vida
es una elegante danza entre lo real y lo imaginario.
La idea de amor es muy subjetiva desde diversos puntos de vista filosóficos; pero
sin duda mi idea favorita de este está relacionada con Lacan y Nietzsche.
Básicamente, Lacan nos explica que el amor está ligado a un deseo. En palabras
de Lacan: “dar lo que no se tiene a lo que no es”.
Nosotros somos las historias que contamos. Por eso hoy nos parece obvio que
nuestra pareja deba ser perfecta: atractiva, nuestra mejor amiga, confidente, una
gran pareja sexual, cómplice en un plan de vida y que venda mole los domingos.
Todo eso sin ayuda de la razón, a merced de la brújula rota de nuestros
sentimientos.
Historia del amor
Una de las explicaciones más bellas acerca del amor es quizá la que encontramos
en uno de los diálogos de Platón: el Simposio. En este diálogo, Sócrates se
encuentra reunido con varios amigos después de un banquete en casa de Agatón.
Los amigos deciden beber con moderación, despedir a la flautista y entablar una
conversación cuyo tema será el amor. Aristófanes cuenta un mito acerca del amor,
según él, la forma original de los hombres no era como la conocemos, los hombres
tenían una cabeza con dos rostros opuestos entre sí, es decir, miraban hacia lados
contrarios, de esta manera podía caminar hacia “atrás” o hacia “adelante” o incluso
rodar si así lo quería. Era, pues, un ser humano doble; sin embargo, había, por
decirlo así, tres sexos; el sexo masculino, el sexo femenino y la unión de ambos
formada el andrógino, es decir, un ser con los sexos. Sin embargo, estos seres
eran orgullosos y soberbios debido a que eran muy poderosos.
Zeus, después de meditarlo muy bien, encontró la solución para humillar a los
hombres y de paso acabar con su soberbia; de esta manera decidió partir a los
hombres en dos mitades, esto es, quedarían sólo dos brazos, dos piernas, dos
ojos, etcétera. Después de esta división los hombres se buscaron unos a otros
tratando de encontrar su otra mitad y sólo anhelaban estar juntos. El amor, es,
pues, la búsqueda de la otra mitad perdida. Los seres humanos se buscan entre
sí porque están incompletos, porque necesitan encontrar su otra mitad o, como
suele decirse, a su “media naranja”. Este mito resulta una explicación, por demás
interesante, de la homosexualidad, ya que sólo los andróginos buscan el amor
heterosexual, mientras que las mujeres provienen de una “mujer doble” buscan el
amor de las mujeres y lo mismo pasa con los hombres. Sin embargo, Sócrates
después de escuchar todos los discursos acerca del amor, decide contar uno que
resulta ser de los más interesantes, ya que explica todas las contradicciones que
encierra el amor. De esta manera, Sócrates contó una historia que a su vez había
escuchado de una mujer llamada Diótima. En este relato, el amor no es bello ni
bueno, o que no implica necesariamente que sea malo y feo. Es una especie de
término medio, como la opinión verdadera es el término entre la ignorancia y la
ciencia. El amor, según Diótima, fue concebido el mismo día que nació Venus, ese
día se dio un gran festín, en el cual estuvo presente Poros -dios de la abundancia-
, Penia –diosa de la pobreza- se presentó pidiendo unas migajas, pero sin
atreverse a entrar, Poros, embriagado por el néctar, salió al jardín y se quedó
dormido. Penia, entonces, decidió tener un hijo de él. De esta manera el amor lejos
de ser bello y delicado es “… flaco y sucio, va descalzo no tiene domicilio y sin
más lecho y abrigo que el de la tierra; duerme al aire libre en los quicios de las
puertas y en las calles; en fin, está siempre como su madre en precaria situación.
Pero, ha heredado de su padre estar siempre sobre la pista de lo que es bueno y
bello; es varonil, osado, perseverante, gran cazador, siempre inventando algún
artificio, ansioso de saber y aprendiendo con facilidad, filosofando incesantemente,
encantador, mago y sofista. “es decir, no es rico ni pobre, no es mortal ni inmortal;
un día es toda abundancia y otro se extingue. Se encuentra, por decirlo de algún
modo, a medio camino entre la sabiduría y la ignorancia, el amor busca las cosas
bellas y hay que convenir que la sabiduría es una de ellas. El amor es justamente
la búsqueda de aquello de lo que se carece.
Del amor cortés nacerá el cortejo del hombre hacia su amada, dejando a un lado
el placer carnal y solo enfocándose en la palabra. Dicho amor nunca llegaría a
consumarse, pues como las obras literarias de la época lo demuestran; suele ser
un amor espiritual, por lo que muchas veces no es correspondido. Disney tomaría
mucha influencia de este amor para crear muchas de sus películas.
El desesperado amor del Quijote por Dulcinea era sólo una parodia, pero retrata
perfecto la idea que los caballeros medievales tenían del amor, como una eterna
devoción por esta versión idealizada de la otra persona, como un juramento, un
ideal, “una diosa”, no una persona.
Durante la época victoriana, surgirá el amor burgués; este creerá que el clímax del
amor es el matrimonio, mientras que el amor victoriano, (el amor victoriano y
burgués suceden en la misma época) planteará que las mujeres deben estar
continuamente embarazadas.
En Orgullo y prejuicio, Elizabeth Bennet busca casarse con Mr. Darcy pero él
siente que, por tener menos dinero, ella está por debajo de su nivel. Luego, cuando
Darcy descubre que quiere a Elizabeth y ella lo rechaza por ser insoportable. Al
final, la limerencia los hace interesarse por las cualidades del otro y el amor los
ayuda a educarse mutuamente, a convertir al otro en mejor persona.
Ellos no se aceptan con todo y sus defectos. La boda y el final feliz no ocurren
hasta que Mr. Darcy abandona su orgullo y Elizabeth olvida sus prejuicios.
En esta misma época empezó a ocurrir algo inaudito en Europa: los jóvenes
comenzaban a casarse con gente a la que amaban. Amor y matrimonio dejaron
de ser entidades separadas.
Tras la llegada del amor romántico, en el siglo XVIII, los cánones del amor se
convertirían en un conjunto de las tendencias de los siglos pasados. Se uniría la
pasión romántica con el deseo sexual.
El amor se empezaría a estudiar de una forma más concisa desde el siglo XX,
también aparecería la lucha por el empoderamiento de la mujer, buscando ya no
solo el complacer a la figura masculina, sino también a la femenina.
Conclusiones
“El amor es la fuerza más humilde, pero la más poderosa de la cual dispone el
mundo”.
- Gandhi.