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Las guerras entre estados europeos favorecieron una forma particular de estado que se
desarrollo en Inglaterra y Francia durante los siglos XVI y XVII.
A finales del siglo XVIII se enfrentaban dos mundos de organización muy distinta: El sistema
mundial asiático oriental, centrado en China, y el sistema mundial euroamericano, centrado en
Inglaterra. China era el centro de un sistema tributario de comercio que incluía la mayor parte
de Asia oriental, que a su vez, proporcionaban oportunidades comerciales con estos estados
tributarios.
La plata americana
Los reyes españoles intentaron someter a toda Europa a su dominio. Entre las pretensiones
españolas se interponían Francia y los territorios protestantes reclamados por los españoles. La
plata del nuevo mundo financiaba las guerras de España. La plata salía de España e iba a parar
a los mercaderes de armas holandeses, ingleses e italianos, quienes luego utilizaban su nueva
riqueza para financiar misiones comerciales en Asia. China era el motor que impulsaba buena
parte de la economía mundial en los inicios de la modernidad y la plata del nuevo mundo
suministraba energía a dicho motor. Asia tuvo la economía más productiva durante los siglos
XVI, XVII y XVIII.
Pese a la riqueza extraída del nuevo mundo, a principios del siglo XIX, los europeos estaban en
desventaja con Asia, ocupando una posición periférica, compitiendo entre ellos para lograr
estar en mejor posición de comerciar con los mercados asiáticos. Esta competencia los llevó a
buscar formas de acumular riqueza y poder a través del nuevo mundo.
La economía del nuevo mundo
La economía del nuevo mundo contribuyo al crecimiento de un sistema de plantaciones con
fuerza de trabajo esclava importada de África. A través de ello se crean triángulos de comercio
entre Inglaterra, África y America. Los europeos de los siglos XVII y XVIII no solo competían
en una economía dominada por Asia, sino también entre ellos mismos.
Las guerras eran costosas y los gobernantes europeos podían explotar dos fuentes de ingresos.
Por un lado los impuestos. Por otro lado con préstamos de banqueros. Ante la necesidad de
devolver los préstamos, la innovación decisiva de los ingleses en el siglo XVII fue constituir la
deuda nacional que permitió la expansión del poder británico por medio de préstamos a largo
plazo garantizados por el banco de Inglaterra permitiendo financiar sus guerras. Antes de ello
la garantía era la capacidad del gobernante de devolver el préstamo.
Los ingleses y holandeses lograron hacer residir en sus ciudades a banqueros extranjeros,
gracias a su tolerancia religiosa y buena disposición de acoger a protestantes y judíos
acaudalados que no eran bienvenidos en tierras católicas.
Las guerras de los estados aumentaron sus gastos muy por encima de la cantidad de plata que
quedaba en sus manos. Las consecuencias fueron: el mantenimiento de un ejército permanente,
un sistema tributario y una burocracia estatal recaudadora de impuestos, el endeudamiento
público y la institución de la deuda nacional. Todas estas instituciones forman parte del
proceso de construcción del estado en la Europa de los siglos XVII y XVIII.
El mercantilismo
La escasez de dinero para las guerras de los gobernantes europeos
En un contexto de fuerte competencia, la mejor manera de conseguir ventaja era, atraer y
conservar la mayor cantidad de reservas de oro y plata. La razón era porque las guerras eran
muy costosas, mantener los metales en el estado requería de políticas económicas que
impidieran su salida en pago de cualquier cosa importada, especialmente bienes de consumo no
utilizados en las guerras. Por ello los estados gravaron los bienes importados y establecieron
monopolios comerciales con colonos europeos del nuevo mundo.
Aunque las políticas mercantilistas promovieron las industrias, su objetivo era impedir que el
oro y la plata salieran del país para enriquecer a otros.
Los holandeses fueron los primero en invertir capital en sus empresas comerciales de Asia y
America aunque carecieron de hombres necesarios para un ejercito permanente.
En el siglo XVIII Inglaterra y Francia eran los dos estados más poderosos y competitivos.