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LA FIESTA DE LA RAZA

Una vez más los nostálgicos gachupines de la América han festejado su día.
Comerciantes, particulares, industriales de alpargatas y escritores iberoamericanistas
han hecho un frente único para elogiar al rey tuberculoso, al borracho primo de Rivera,
a las “grandes glorias civilizadoras” de la España legendaria en la América india.
Necesario es contrarrestar toda esta teoría que no tiene más fin que el hacer
propaganda a los interesados en vivir del resto del imperio español en este continente:
los comerciantes, latifundistas o escritores que se cobijan todavía bajo la bandera
color de guacamaya.
A España no le debemos, ella es la que está en deuda con nosotros Véase cualquier
historia y se comprenderá que España nos extrajo muchos millones en oro, plata y
trabajo de indio. Nos pagó con una religión y eso es todo. En la balanza económica de
los pueblos, la religión vale menos que el agua. Sí, España es nuestra deudora-
cualquiera que sea honesto sabrá que si España pudo tener la hegemonía que por
varios años tuvo en Europa, se debe exclusivamente, a nuestras riquezas, a nuestra
capacidad de producir. Si la burguesía española se desarrollo fue por esta América.
Nosotros permitimos la acumulación capitalista primitiva de esa burguesía que no supo
defenderse de Inglaterra y Francia después. ¡Tanta era su incapacidad! ¡Que nos iba
entonces a enseñar!
Por lo contrario nos deja exhaustos. Incapacitados para crear nuestra estabilidad
económica. Étnicamente, resulta estúpido decir que hay” la raza del 12 de Octubre”. Si
vamos hacia una unidad étnica no es por España ni con los españoles; hablar de la
“raza” y unir este concepto al rey, a primo y a la caduca burguesía gachupina es
calumniar lo que puede haber de verdadera raza americana: millones de proletarios
explotados.
¿Doce de octubre? El día que España pudo ascender a nación por la obra y riqueza
de los americanos.
Festejan su día mixtificándola, los burgueses gachupines. Nosotros, con una
concepción clara de los hechos solo hacemos votos por el advenimiento del día en el
que el proletariado español tome sus caras, sus nobles, sus militares, sus burgueses y
hagan con ellos una de esas matanzas que se acostumbraban en la América durante
el período civilizador de la conquista…
¿Y el rey? No debe ser muerto. Basta con que el régimen socialista lo traslade al
museo del escorial. Ya está momificado.

Julio Antonio Amella


“Escritos revolucionarios”.
Siglo XXI. Editores, México,
1978. pp. 242-3.

Lic. Carlos Manuel Ticay.


Prof. Lengua y Literatura.
Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua.

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