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Por qué vivimos

Kentetsu Takamori
Daiji Akehashi / Kentaro Ito

Best-seller en Japón
Más de 1 millón de ejemplares vendidos

Este libro fue publicado originalmente en japonés por Ichi-


mannendo Publishing (Ichimannendo Shuppan, Tokyo) con el
título Naze Ikiru (2001).
Ha sido traducido y publicado en portugués (Portugal y Bra-
sil), inglés (Estados Unidos), chino (China y Taiwán) y coreano
(Corea del Sur).
Coordinación y producción editorial de la versión original
japonesa: Ichimannendo Publishing (Ichimannendo Shuppan,
Tokyo)
Edición y revisión de la versión original japonesa: Yutaka
Yamazaki
Traducción del portugués al español: Müller Gomes dos San-
tos
Adaptación a España: Sergio Guinot y Mauro M. Nakamura
Revisión de la versión española: Sergio Guinot y Mauro M.
Nakamura
ÍNDICE

Introducción ..................................................................... 11

Parte 1
La condición humana
Capítulo 1. La frágil felicidad ......................................... 17
Capítulo 2. La vida humana es infinitamente preciosa .... 25
Capítulo 3. ¿Vivir es el propósito de la vida? ….............. 31
Capítulo 4. Placeres temporales ...................................... 33
Capítulo 5. ¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir? ..... 39
Capítulo 6. Un foso en medio de la alegría ….............… 47
Capítulo 7. Felicidad más allá de nuestro alcance ........... 53
Capítulo 8. La muralla inmóvil de la muerte ................... 59

Parte 2
Las palabras de Shinran
La vida de Shinran – cronología ...................................... 71
Capítulo 1. Las preguntas eternas .................................... 73
Capítulo 2. La respuesta de Shinran ................................ 77
Capítulo 3. La raíz del sufrimiento .................................. 81
Capítulo 4. La mente oscura: la fuente del sufrimiento ... 87
Capítulo 5. La mente envuelta en la ignorancia .............. 93
Capítulo 6. La oscuridad del futuro proyecta una sombra
en el presente ................................................................... 99
Capítulo 7. La tragedia de Rajagrha y el Voto del Buda
Amida .............................................................................. 103
Capítulo 8. Shinran alcanza el propósito de la vida ........ 121
Capítulo 9. La obra maestra de Shinran comienza y
termina con un grito de alegría ........................................ 129
Capítulo 10. ¿Tiene un propósito la vida? ....................... 135
Capítulo 11. La clave del misterio: ¿por qué vivimos? ... 141
Capítulo 12. Cerrar los ojos a uno mismo ....................... 145
Capítulo 13. La dificultad de conocerse a uno mismo .... 149
Capítulo 14. La revelación del verdadero yo ................... 157
Capítulo 15. El deseo universal de fama y fortuna .......... 163
Capítulo 16. Naturaleza maligna ..................................... 173
Capítulo 17. Buenas acciones mezcladas con veneno ..... 181
Capítulo 18. La confrontación con el «yo» ..................... 187
Capítulo 19. El verdadero sentido del mal ....................... 193
Capítulo 20. El camino para el renacimiento en la Tierra
Pura .................................................................................. 199
Capítulo 21. Conocimiento del mundo que está por venir 207
Capítulo 22. Un mundo donde la mente y las palabras
fallan ............................................................................... 215
Capítulo 23. Los cambios provocados por la salvación .. 221
Capítulo 24. El Lamento de las divergencias y el propósito
de la vida .......................................................................... 229
Capítulo 25. El camino sin impedimentos ....................... 239
Capítulo 26. El propósito universal de la vida ................. 245
Capítulo 27. La diferencia entre el propósito y el medio
de vida ............................................................................. 221
Capítulo 28. Cómo vivió Shinran después de alcanzar el
propósito de la vida ......................................................... 259

Epílogo ............................................................................ 269


Acerca de Kenketsu Takamori ........................................ 271
Acerca del budismo ......................................................... 273
Acerca de Shinran ............................................................ 275
Por qué Vivimos: La película .......................................... 279
Acerca de Itiman .............................................................. 289
Acerca de Divalentis ........................................................ 291
Glosario ........................................................................... 293
Referencias bibliográficas ............................................... 301
Introducción
Hoy las personas disfrutan de un nivel de riqueza y confort como
nunca antes se había conocido. Los avances médicos y científi-
cos permiten al ser humano vivir más y tener mayor capacidad
de transformar y de controlar el medio ambiente para satisfacer
sus necesidades. Pero, ¿acaso estos avances han traído más feli-
cidad? La sociedad moderna está amenazada por males como la
violencia en sus muchas formas, incluyendo la tiranía, el terro-
rismo, el asesinato y el suicidio. La solución a estos problemas
permanece fuera de nuestro alcance.
El progreso nos ha hecho más ricos, pero no garantiza nuestra
felicidad ni nos proporciona ninguna sensación sólida de que
los avances hayan sido, de hecho, significativos. Al contrario:
parece que la vida moderna provoca sentimientos más agudos
de aislamiento, soledad y vacío. ¿Por qué, aunque gozamos de
salud y de un estilo de vida cómodo, no conseguimos encontrar
la paz interior?
Sidarta Gautama –Sakyamuni– abordó esta cuestión hace
más de 2 500 años y predicó la enseñanza que hoy se conoce
como budismo. Príncipe del reino de Kapilavastu, en la infancia
destacó en las artes literarias y militares. Se casó con la mucha-
cha más bella del reino, llevaba una vida plena y no le faltaba
nada. Sin embargo, su corazón no conocía la alegría. Él pasaba
los días sumergido en una gran melancolía, consciente de que,
aunque poseía buena salud, fortuna, estatus, honor, familia y
talento, un día lo perdería todo, pues ninguna felicidad terrena
prevalece sobre la vejez, la enfermedad y la muerte. Cuando en-
tendió la naturaleza de la existencia humana, Sidarta ya no pudo
experimentar tranquilidad ni satisfacción alguna.
Por fin, a los 29 años, abandonó el palacio en el que vivía
y partió en busca de la verdadera felicidad. Durante seis años

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llevó una vida de asceta en las montañas, hasta que sus ojos se
abrieron a la verdad de que el objetivo de la vida de todas las
personas es obtener la felicidad absoluta. En ese momento, al-
canzó la iluminación de Buda.
Las lecciones enseñadas por el Buda Sakyamuni son verda-
deras y trascienden el tiempo y el espacio. Todos somos vulne-
rables a la devastación de la enfermedad repentina que puede
alcanzar a un ser querido o a nosotros mismos. A pesar de poder
sumergimos en el trabajo o en la práctica de nuestras aficiones,
un día la vejez impedirá que disfrutemos de tales actividades.
Además, al morir, tendremos que separarnos de aquellos a los
que amamos. ¿Existe algo que en la vida nunca nos traicione,
algo a lo que podamos dedicarnos sin remordimientos? Duran-
te toda su vida, Sakyamuni enseñó que el propósito de la vida
no es otro que conquistar la eterna e inquebrantable felicidad.
La esencia de ese mensaje fue divulgada en Japón por Shinran
(1173-1262), fundador del budismo Shin: la Verdadera Escuela
de la Tierra Pura.
Shinran desveló el propósito de la vida e insistió en la urgen-
cia de su realización con incomparable claridad: el propósito
universal de la vida consiste en destruir la raíz del sufrimiento
y conquistar la inmensa alegría de estar vivo, para que se pue-
da alcanzar el júbilo de haber nacido humano y vivir en eterna
felicidad. Por más dura que sea su vida, siga adelante hasta al-
canzar este propósito. Las nueve décadas de la vida de Shinran
se dedicaron exclusivamente a este mensaje. Sin embargo, la
humanidad permanece vagando en la oscuridad, sin conocer el
propósito de la vida y sin saber si hay en ella algún sentido. La
guerra, el asesinato, el suicidio, la violencia, los abusos... ¿Aca-
so todas estas tragedias no brotan de la frustración profunda de
la mente oscura? Mente que, por más que busquen desesperada-
mente, no pueden ver sentido en la vida, ni encontrar una razón

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para continuar con una vida llena de dolor. Reducir la edad con
que un joven puede ser responsabilizado criminalmente no es
la solución, ya que la práctica no va a reformar el corazón de
los jóvenes transgresores que no tienen conciencia del mal que
practican. Estos terribles problemas de la sociedad resistirán a
cualquier medida defensiva a menos que la dignidad y el pro-
pósito de la vida sean esclarecidos. Hasta que esto ocurra, cual-
quier acción será tan inútil y transitoria como dibujar un cuadro
en el agua.
¿Existe un propósito en la vida o no?
¿Cuál es, entonces, el sentido de la vida?
El ser humano se ha hecho estas preguntas desde tiempos an-
tiguos y son, sin duda, cuestiones que exigen respuestas claras.
Shinran explicó como nadie lo hizo el propósito de la vida e
insistió para que lo realizáramos con la mayor urgencia. Él es,
en efecto, la luz del mundo que irrumpe en las tinieblas de la
ilusión de la especie humana. En 1995, un programa vehicular
en una cadena japonesa de televisión presentó a Shinran como
la figura histórica más estudiada, discutida y admirada en el si-
glo XX. Su filosofía ejerció una influencia significativa en la
cultura japonesa de posguerra, pero pocos conocen su verdadero
mensaje. Un concepto que expresa todo lo que Shinran enseñó
es que el gran propósito de la vida se realiza aquí, en este mo-
mento.
En este libro vamos a abordar esta cuestión sobre la base de
las palabras de Shinran. En la parte 1, ayudados por los comen-
tarios de escritores, pensadores y personas notables de Occiden-
te y de Oriente, investigamos la condición humana. En la parte
2, el foco son las citaciones de las enseñanzas de Shinran para
aclarar el propósito de la vida, común e inmutable en todos los
tiempos y lugares, con interpretaciones y comentarios de apoyo
a la comprensión.

13
A lo largo de los siglos, las palabras de Shinran han ayuda-
do a millones de personas en Japón a escuchar el mensaje del
propósito de la vida. Nuestra gran esperanza y objetivo es que
este libro pueda transmitir sus palabras a otros millones más por
todo el mundo, para que ellos también puedan obtener la felici-
dad verdadera y duradera.

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PARTE 1
LA CONDICIÓN HUMANA
CAPÍTULO 1
La frágil felicidad
«¡Márchate!».
Mi madre descendió corriendo y golpeó el pecho de mi padre,
gritándole que se fuera. El sonido de su voz resuena en mi oído
hasta hoy. Me quedé paralizado; mi padre pasó a mi lado sin de-
cir una palabra y salió para nunca volver. Yo estaba en la escue-
la primaria cuando la palabra «divorcio» se convirtió en parte
de mi vocabulario, pero me llevó meses para entender la carga
de tristeza que había en ella. A través de las lágrimas, he apren-
dido la dura lección de que la felicidad se puede desmoronar y
desaparecer en un instante, sin previo aviso.1 Así como ese niño
y su triste experiencia, incluso la felicidad que aparenta ser se-
gura puede desaparecer cualquier momento. La vida es incierta
y puede traer sorpresas desagradables. ¿Qué sentido tiene todo
eso? Después de todo, ¿para qué viven las personas? Cuando se
rompe la tranquilidad de la rutina y nos vemos conmocionados,
surgen preguntas que exigen respuestas serias.
Son las historias de personas que superaron la infelicidad con
tenacidad y fuerza de voluntad las que suelen abarrotar las pá-
ginas de los best-sellers. Estos libros aconsejan: «Siga adelante;
piense en la vida como un período de entrenamiento y segura-
mente encontrará la felicidad. ¡Jamás pierda el entusiasmo! No
salga del camino que ha escogido, sea cual sea». Parece que
muchos buscan un mensaje en el que se explique que, aunque
el progreso sea lento, lo importante es seguir avanzando paso a
paso. Pero qué dirección tomar y adónde ir son preguntas aún
sin respuesta.

1 El niño en cuestión es Kentaro Ito, uno de los autores de este


libro.

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Toda acción tiene su propósito
Toda acción tiene una finalidad. Al tomar un taxi, por ejem-
plo, hasta la persona más callada del mundo habla sin vacilar
para comunicar al conductor su destino, ya que el conductor no
tiene idea de por dónde seguir. Poner el coche en movimiento,
sin rumbo establecido, sería un desperdicio de tiempo y dinero.
Pregunte a un estudiante por qué está estudiando y él contestará
algo como «para aprobar el examen de mañana» o «para con-
seguir mi título». Pregunte a alguien a dónde va y la respuesta
podría ser: «Voy al mercado a hacer compras» o «voy a dar
un paseo para aclarar las ideas». Existe un propósito para todas
nuestras acciones. ¿Y si alguien pregunta cuál es la razón para
vivir? ¿Qué respondería usted? Con toda certeza, la vida es una
sucesión de conflictos. La angustia de la adolescencia y la pre-
sión del grupo se reemplazan por la lucha por un empleo, por
las dificultades de la supervivencia, o tal vez por la superación
de una enfermedad o por la edad avanzada. Sufrimos con rela-
ciones difíciles, somos víctimas de accidentes y desastres, pa-
samos por crisis económicas, estamos expuestos a los caprichos
de cualquier acontecimiento inesperado. ¿Por qué tenemos que
vivir enfrentando esas dificultades? Si el propósito de la vida no
es esclarecido, los incentivos, por más bienintencionados que
sean, del tipo «Luche y supere las dificultades», «¡No desista
nunca!» o «¡No se rinda!», van a sonar como el chasquido de un
látigo para alguien que corre en círculos, sin una meta.

Cuando la vida se vuelve previsible


En la fábula de Esopo «La cigarra y la hormiga», la hormiga
trabaja durante todo el verano para poder descansar y gozar de la
vida durante el invierno. La mayoría de nosotros no tenemos ese
privilegio. Luchamos durante todas las estaciones, año tras año.

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Si alguien que vive en esas condiciones dice: «Trabaje siempre
mucho. Un día su esfuerzo será recompensado», ese consejo va
a sonar vacío y sin sentido. La rutina repetitiva y previsible es
siempre desalentadora. Una descripción de ese desánimo puede
ser encontrada en la obra Manual completo del suicidio2, que
traza un retrato desolador de la vida moderna en Japón:
«Muy probablemente esta es su vida: usted asistió a las cla-
ses de enseñanza primaria cerca de su casa, hizo un curso pre-
paratorio para la educación secundaria y luego para el examen
preliminar. Cursó la escuela secundaria, luego la universidad, y
después pasó cuatro años dando tumbos hasta conseguir un em-
pleo en alguna empresa. Si es hombre, se casó poco antes de los
treinta años, tuvo un hijo al año siguiente, ascendió poco a poco,
alcanzando cierto nivel de responsabilidad antes de jubilarse a
los sesenta años y pasar más de diez o veinte años practicando
un hobby . Después de eso, la muerte. Listo. Lo peor es que esa
es la vida ideal, lo máximo que puede esperar».
Lo primero que un estudiante universitario hace al llegar al
campus cada día es consultar los tablones de anuncios para ve-
rificar si alguna clase ha sido cancelada. A la hora del descanso,
la cantina se llena. Cuando las aburridas clases del día terminan,
los estudiantes se reúnen con los amigos o cumplen con media
jornada de trabajo antes de volver a la casa. Las vacaciones vue-
lan y los años de estudios superiores pasan en un abrir y cerrar
de ojos. Después de la graduación y tras encontrar un empleo,
el carrusel sólo gira más y más rápido. Cada mañana, los tra-
bajadores salen de la cama y silenciosamente se enfrentan a la
tortura de tomar trenes superpoblados de camino al trabajo. Por

2 La obra Manual completo del suicidio –en japonés Kanzen jisatsu


manyuaru, de Wataru Tsurumi– fue publicada en 1993 y vendió más
de 1 millón de ejemplares.

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la noche vuelven a casa agotados y al día siguiente todo se inicia
de nuevo.
En su camino al trabajo, día tras día, pasan frente a las mis-
mas personas en los mismos lugares, hasta que sus rostros se
vuelven vagamente familiares. Unos, al igual que los otros,
están atrapadas en una rutina invariable. Hace unos años, una
canción escrita para niños se convirtió en un inesperado éxito
nacional en Japón, vendiendo más de cuatro millones de discos.
La letra describe la vida de una tortita en forma de pez rellena
de jalea real: «Día tras día nos fríen en una parrilla. ¡Vaya, qué
agotador!». ¿Por qué una canción como esta tendría tanto éxito
si la gente no estuviera harta de sus monótonas vidas y nece-
sitasen una vía de escape? Repetir constantemente el ciclo de
levantarse, comer, dormir, sin conocer la alegría y la satisfac-
ción duraderas, es como correr sin saber qué dirección seguir.
Así es imposible alcanzar la emoción indescriptible de poder
decir: «¡Qué feliz soy por estar vivo!». Nadie puede esforzarse
para mantener el ritmo sin la expectativa o la alegría de cruzar
la línea de llegada. También en la vida, sólo los que tienen claro
el sentido de dirección y propósito logran mantener el rumbo
con vigor.

Quien conoce el propósito de la vida es


capaz de enfrentar hasta el sufrimiento
Cuando el propósito de la vida se hace evidente, todas las ac-
tividades –estudiar, trabajar, cuidar la salud– adquieren signifi-
cado y la vida se llena de alegría y satisfacción. Incluso en situa-
ciones en que el individuo sufre con una enfermedad, una disputa
familiar o una derrota, la fuerza de vivir lo lleva a superar todas
las dificultades a fin de realizar el gran propósito de la vida. En

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el libro Genealogía de la moral, de 1887, Friedrich Nietzsche
(1844-1900) subraya la importancia de conocer el sentido de la
vida, cuando escribe que el ser humano desea el sufrimiento e
«incluso lo busca personalmente, siempre y cuando le muestren
un sentido para él, un propósito para el sufrimiento».3
La carretera frente a nosotros puede ser larga, pero basta con
seguir la dirección correcta y cualquier paso adelante nos lleva
a un punto un poco más cerca del objetivo final, sin desperdicio
de energía. Cualquiera que sea la exigencia de tiempo, de es-
fuerzo o de dinero que le lleve a realizar el propósito de la vida,
será plenamente recompensada. Ninguna experiencia se pierde
o es desperdiciada. Incluso aquellos que se ven involucrados en
olas sucesivas de sufrimiento encontrarán su recompensa en el
momento en que sepan cuál es el propósito definitivo de la vida.
Algunos declaran que la vida es maravillosa y gratificante; para
otros, está vacía y sin sentido. ¿Qué produce esa diferencia?
Saber cuál es el verdadero propósito de la vida.

El gran regalo
En casos de naufragio o de otras tragedias, se movilizan equi-
pos de rescate para salvar una sola vida humana. Esto se debe
a que cada vida humana tiene un valor incalculable. El poeta
alemán Rainer Maria Rilke (1875-1926) escribió en el poema El
vecino: «La vida es más pesada que el peso de todas las cosas».4
Si el valor innato de la vida humana no fuera un acuerdo común,
la práctica de la medicina no tendría sentido, así como la polí-
tica, la economía, las ciencias, las artes, la ética y las leyes, ya
3 Friedrich Nietzsche, Genealogía de la moral
4 Rainer Maria Rilke, The Neighbor [El Vecino]. El verso final de este
corto poema dice así: «¿Por qué tengo siempre que tener como veci-
no / a quien me hace cantar con miedo / y dice que la vida es más
pesada / que el peso de todas las cosas?».

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que todo eso no son más que intentos de hacer la vida más larga
y más plena.
Cada campo contribuye de forma diferente a mejorar la
calidad de vida. Compete a la política y la economía desarrollar
y explorar maneras de que las personas vivan bien, sin
preocuparse por la amenaza del despido o por los costosos
tratamientos de salud. El progreso de la ciencia y la tecnología
también ha hecho la vida más fácil. Lavar ropa, por ejemplo, era
una actividad extenuante que exigía de quien la realizaba horas
sobre el lavadero para fregar la ropa sucia, luego retorcerla con
fuerza y tenderla para que se secara. Hoy todo lo que se necesita
es apretar un botón. Encontrar maneras de resolver conflictos
personales y permitir que los vecinos convivan en paz forman
parte de la esfera de la ética y el derecho. Y, como la perspectiva
de trabajar sin pausa es insoportable, existen los deportes y las
artes para revitalizarnos. Cada uno de esos campos se preocupa
por ofrecer diferentes posibilidades de superar los percances de
la vida y de proporcionarnos placer. Incluso lo que llamamos
contribuciones altruistas a la humanidad no son más que medios
de vida. No se refieren al propósito primordial de la vida.

La lucha contra la enfermedad


En la vanguardia de la medicina se producen duras batallas
para prolongar la vida humana. Los trasplantes de órganos de
pacientes con muerte cerebral son realizados por equipos de mé-
dicos que trabajan a un ritmo alto y con precisión para extraer
los órganos y acondicionarlos correctamente para transportarlos
en avión o helicóptero. Un corazón necesita ser trasplantado en
un máximo de cuatro horas, por lo tanto, literalmente, no hay
un segundo que perder. El coste total de un trasplante, desde el
momento en que se determina la muerte cerebral del donante

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hasta el monitoreo post-quirúrgico del paciente que recibió el
órgano es de cientos de miles de euros. Pero si esa misma vida
está condenada a desaparecer, ¿por qué llegar a esos extremos
para preservarla? Un paciente de trasplante de corazón, cuando
fue entrevistado por un periódico sobre lo que pretendía hacer
con su nueva vida, respondió: «Beber cerveza y ver partidos».
Otro hombre, enfermo terminal, consiguió los fondos necesa-
rios gracias a la buena voluntad de mucha gente, viajó a Estados
Unidos para esperar un donante y acabó causando consternación
general tras el exitoso trasplante, al negarse a volver a trabajar y
convertirse en un jugador compulsivo. No es difícil comprender
la indignación de las personas que le ayudaron aportando dinero
y que se sintieron engañadas.
Prolongar la vida es bueno. Sin embargo, surge esta cuestión:
¿Qué harán las personas que reciben los órganos con el tiempo
extra de vida que ganaron? El debate ético sobre el trasplante de
órganos gira en torno a cuestiones secundarias, como confirmar
la voluntad del donante, proteger la privacidad, garantizar el ac-
ceso justo a los órganos, establecer y aplicar estándares para
determinar cuándo se produce la muerte cerebral, etc.; sin em-
bargo, queda sin respuesta la cuestión fundamental: «¿Por qué
recurrir a medidas tan desesperadas para vivir?». La finalidad
de sufrir para combatir una enfermedad tiene que ser no sólo la
vida en sí, sino la felicidad. El tratamiento que sólo prolonga el
sufrimiento no tiene sentido.
Sin embargo, si las personas usan su tiempo extra en la Tierra
para realizar el propósito de la vida y conocer la verdadera ale-
gría de vivir, podemos afirmar que las prácticas médicas de hoy
serían realmente gratificantes. La sociedad es un coro de voces
que nos estimula a vivir y perseverar. Sin embargo, nadie se de-
tiene a pensar, ni a preguntarse por qué, siendo la vida dolorosa,
debemos seguir viviendo. ¿Puede haber algo más misterioso?

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CAPÍTULO 2
La vida humana es infinitamente preciosa
La sensación de vacío
«¡Es genial estar vivo!». ¿Cuántas personas viven así, des-
bordando buen humor y optimismo? El siglo XX, en el que la
tecnología avanzó rápidamente, pero la verdadera abundancia
se estancó, se caracterizó por ser una era de ansiedad. En ella
muchas personas poseen bienes materiales; nada les falta, sin
embargo, en el fondo, están descontentas, dominadas por una
vaga y permanente sensación de inquietud y vacío. «La vida es
una molestia». ¿Acaso hay alguien que nunca lo haya pensado?
Según el psicólogo japonés Yoshihiko Morotomi (1963-):
«La vida es vagamente agradable –a su manera– y satisfac-
toria, pero es también un aburrimiento. Día tras día, la misma
rutina... Volviendo a casa después de un día duro de trabajo,
apretados en un tren lleno del suburbio, el empleado o la se-
cretaria, cansados, dan un suspiro. O la ama de casa, agotada
por las exigencias de cuidar de la casa y los niños, se detiene
buscando un breve descanso. Es en esos momentos, en medio de
la aparente complacencia de los días ocupados, cuando se abre
un súbito vacío en el corazón. Entonces comienza el murmullo
silencioso: «Mi vida no debería haber sido así... ¿Y si continúa
de esta manera hasta el final? ¿Para qué vivir?».5
Viktor Frankl (1905-1997), gran neurólogo, psiquiatra y fi-
lósofo austriaco, observó que el hombre moderno, en el mo-
mento en que se jubila y puede, finalmente, hacer lo que quiera,
muchas veces siente que su vida no tiene sentido y está vacía.

5 Yoshihiko Morotomi, Munashisa no shinrigaku: naze mitasarenai no


ka [La psicología del vacío: ¿por qué nos frustramos?]

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Los jubilados pierden el rumbo, los estudiantes se emborrachan,
noche tras noche nos sentamos pasivamente frente a nuestras
pantallas. Para Frankl, muchas personas se ven dominadas por
la sensación de vacío porque no saben cuál es la razón de estar
vivas. Él denomina a ese estado de «vacío existencial». No es
raro que ese vacío lleve a la depresión, a las drogas o al suici-
dio. Otros males comunes, como la agresividad y el deseo com-
pulsivo, sólo pueden ser entendidos cuando admitimos el vacío
existencial que existe detrás de ellos. Lo mismo puede decirse
de las crisis de jubilados y ancianos.6

¿Por qué no debemos matar?


Las tragedias que revelan poca consideración por la vida hu-
mana ocurren constantemente. En Japón, un estudiante de se-
cundaria asestó cuarenta cuchilladas a una mujer de 65 años y
al día siguiente se entregó sin sombra de remordimiento. Unica-
mente dijo: «Quería ver cómo era matar a alguien». Una ola de
crímenes entre adolescentes viene ocurriendo en las escuelas de
Estados Unidos. En el año 2000, un promedio diario de catorce
menores de edad murieron víctima de crímenes violentos.
En Brasil, en abril de 2011, un joven de 23 años invadió la
escuela donde había estudiado en un suburbio de Río de Janeiro,
mató a doce adolescentes y luego se suicidó. En una carta de des-
pedida y por medio de testimonios dados por su hermana y ami-
gos, se supo que el agresor buscaba desesperadamente una razón
para vivir, lo que le llevó a simpatizar con grupos radicales.7
Años atrás, en 1997, en Brasilia, jóvenes de clase media que-
maron hasta la muerte a un indígena que dormía a la intemperie,
a la espera de una manifestación que ocurriría al día siguiente.
6 Viktor Emil Frankl, En busca de sentido
7 Periódico O Estado de S.Paulo, 7 de abril de 2011

26
Estos son algunos de los acontecimientos que podemos encon-
trar en los periódicos.
Algunos años antes, un horrible incidente impactó a todo Ja-
pón: un delincuente juvenil de catorce años mató y decapitó a
un niño de once. A pesar de la barbaridad del crimen, muchos
adolescentes se identificaron con el lamento del asesino: «Mi
existencia es invisible».
Jóvenes como estos pueden sentirse más inútiles que la basura
de ayer y desear nunca haber nacido. La vida se convierte en
una carga, en algo a finalizar lo más pronto posible. Los niños
que sienten que su existencia no tiene sentido desperdician su
vida por razones increíblemente fútiles: «Me olvidé de llevar
el trabajo que tenía que entregar en la escuela»; «No quiero
participar en esa competición deportiva»; «El profesor se ha
enfadado conmigo». Si no existe la noción de que la propia vida
es preciosa, ¿cómo respetar la vida del otro? La ignorancia que
susurra: «¿Por qué no morir?», no está lejos del absurdo de: «¿Por
qué no matar?». Hace algunos años, en Japón, un estudiante de
la secundaria hizo esta pregunta en vivo en la televisión: «¿Por
qué es incorrecto matar?». Un silencio perplejo se apoderó del
estudio y los patrocinadores interrumpieron el programa. Decir
sólo que no debemos matar porque la vida es un bien único y
precioso, no basta. ¿Quién puede explicar por qué la vida es
preciosa? Ni los filósofos lo logran. Philippa Foot (1920-2010),
profesora emérita de filosofía en la Universidad de California,
Los Ángeles, afirma en el texto Relativismo moral que ningún
filósofo ha podido explicar por qué la vida es preciosa.8 Ni
siquiera cientos de libros de filosofía pueden responder a esa
cuestión.

8 Philippa Foot, Moral relativism

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El aumento del número de suicidios
No sólo los jóvenes se quitan la vida. Hace muchos años, la
expectativa de vida en Japón es la más elevada en el mundo, sin
embargo, más de treinta mil japoneses se suicidan anualmente
–más de cuatro veces el número de víctimas de accidentes de
tráfico–. Es la tasa de suicidio más alta del mundo desarrollado.
En 1998, un salto repentino en la tasa de suicidio de hombres
adultos bajó la expectativa de vida masculina en el país. Algunos
sugieren que el aumento en el índice de suicidios se debe a las
sucesivas crisis económicas que perduran desde hace más de dos
décadas, pero esta explicación es demasiado simplista. Émile
Durkheim (1858-1917), fundador de la sociología moderna,
descubrió que la tasa de suicidios era más alta entre los ricos
que entre los pobres.
A partir de amplios estudios estadísticos, Durkheim demostró
que las personas de mayor poder adquisitivo son las que sufren
más.9
El acceso al entretenimiento y a los recursos que facilitan el
trabajo no es suficiente para aplacar las necesidades más pro-
fundas del ser humano. Nuestras necesidades no son sólo de
confort y facilidades. Necesitamos sentido y propósito. El psi-
cólogo norteamericano Mihaly Csikszentmihalyi (1934-) afir-
mó que, por no conocer el propósito de la vida, las personas
no logran obtener satisfacción genuina, por más comodidad y
placer que disfruten.10
La causa subyacente del suicidio es no entender la importan-
cia del propósito de la vida y la dignidad de la vida humana.
Sofocado de dolor, quien sufre se pregunta: «¿Por qué continuar
9 Émile Durkheim, El suicidio
10 Mihaly Csikszentmihalyi, El descubrimiento del flujo: la psicolo-
gía de la participación en la vida cotidiana

28
viviendo así? ¿Para qué?». No sorprende que ignorar ese propó-
sito fundamental de la vida lleve a la gente a elegir la muerte. El
billete premiado con millones de dólares recibe tratamiento es-
pecial porque su dueño sabe que ese pedazo de papel representa
una fortuna mayor que el sueldo de una vida entera de trabajo.
El billete que no fue premiado va al cubo de la basura. Cosas
sin valor, como las tazas rotas o las computadoras dañadas sin
posibilidad de reparación, son echadas a la basura sin la menor
ceremonia. Nadie que entienda lo infinitamente preciosa que es
la vida saltaría de lo alto de un edificio, desperdiciándola como
un billete de lotería que no ha sido premiado, ni quitaría insen-
siblemente la vida a otra persona.
El suicidio de jóvenes y el aumento de la tasa de homicidios
abocan la sociedad moderna al caos. Muchos factores pueden
ser citados como causa del creciente índice de violencia: proble-
mas de familia, el deficiente sistema escolar, la inadecuación de
la legislación para los menores, la corrupción en la sociedad...
Pero todo debate que no tenga en cuenta que lo esencial es el
propósito de la vida, acaba siendo un sinsentido y no propone
ninguna solución. La vida humana tiene un propósito claro que
necesita ser alcanzado. Para eso, debemos vivirla plenamente,
por más doloroso que eso sea. Cuando conquistamos el entendi-
miento del propósito de la vida, la dignidad de vivir se revela.

El corazón sediento
El más famoso ataque terrorista en la historia moderna de Ja-
pón ocurrió en marzo de 1995. Cinco miembros de la secta Aum
Shinrikyo liberaron un poderoso y mortífero gas de efecto neu-
rológico en cinco trenes del metro de Tokio. Doce personas mu-
rieron y otras 5 400 fueron alcanzadas de algún modo. Entre los
criminales estaba un joven que reveló: «Asahara [el fundador de

29
la secta] fue el único que me dio una respuesta sobre el sentido
de la existencia». Con sed de claridad, el joven acabó bebiendo
agua turbia. Entre los cinco criminales, algunos eran graduados
en una de las universidades más importantes de Japón. Alumno
de esa misma universidad en la época, uno de los autores de este
libro11 escuchaba atentamente en las clases, con la expectativa
de que los profesores tratasen con seriedad o tal vez asumiesen
alguna responsabilidad por un acto horrible de matanza indis-
criminada perpetrado por uno de sus alumnos. Sin embargo, las
clases continuaron normalmente. Sólo un profesor se manifes-
tó, inadecuadamente, al preguntar qué podría haber, en un líder
religioso de «apariencia tan sucia», para haber atraído a alguien
a seguirlo. Esta irresponsable demostración de indiferencia por
parte de un intelectual que disfrutaba de una posición desde la
que podía hablar con autoridad fue extremadamente decepcio-
nante. Pero parece explicar también por qué, en medio de todo
el avance científico moderno, adivinos y videntes permanecen
populares, y la superstición y las falsas religiones continúan flo-
reciendo: ellos proveen algo que se asemeja a una directriz para
llenar el vacío que sienten las personas. ¿Cuándo entenderá la
gente el verdadero valor de la vida humana?

11 Kentaro Ito.

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CAPÍTULO 3
¿Vivir es el propósito de la vida?
Vivir por vivir: una tautología sin sentido
Para algunas personas, el propósito de la vida es simplemen-
te vivir. Si con esa proposición ellas quieren decir que lo im-
portante es perseverar, superar las dificultades y seguir adelan-
te, muchos van a estar de acuerdo: «Es verdad. Tenemos que
aguantar firmes y seguir viviendo. Solamente se vive una vez,
por eso vivir tiene un valor incalculable». Tal vez, entre aque-
llos que cuestionan si la vida tiene sentido o no, haya alguien
que sienta consuelo escuchando que el solo hecho de estar vivo
ya es razón para vivir. Pero, para quien sufre sin saber por qué
vive, la respuesta: «Vivir es el propósito de la vida», sólo causa
frustración. En realidad, no es una respuesta. Basta pensar un
poco. Si usted pregunta a alguien al que le gusta correr: «¿Por
qué corre usted? », y la persona responde: «Para aumentar mi
fuerza», la respuesta tendría sentido; sin embargo, si alguien le
responde: «¿Corro por correr», usted se quedaría rascándose la
cabeza, intrigado. Si se pregunta a un estudiante por qué hace
los exámenes de Selectividad, la respuesta: «Porque quiero en-
trar en la universidad» sería aceptable. Sin embargo, si él dijera:
«Voy a hacer la Selectividad sólo por hacerla», sería un absur-
do. De la misma forma, la indagación «¿Por qué vivimos? », no
puede ser contestada con: «Se Vive por vivir», pues eso sería
una tautología sin sentido.

La necesidad de una razón para vivir


La vida progresa incesantemente, de ayer para hoy y de hoy
para mañana. «El tiempo vuela», se suele decir. Tal vez sea
verdad, pues vivimos a una velocidad vertiginosa. De niños,

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progresamos de nivel en nivel de la enseñanza primaria, pasamos
por la secundaria, hasta que llega el momento de prepararnos
para la Selectividad; cuando es hora de fiesta, festejamos; y
cuando es hora de trabajar, concentramos nuestros esfuerzos en
ello.
A partir del momento en que somos lanzados a las aguas
turbulentas de la vida, nos vemos forzados a seguir nadando.
Como vivir es, en cierto sentido, igual a nadar, la persona que
declara: «Vivo por vivir», es igual a aquella que declara: «Nado
por nadar». Pero, ¿qué pasa con una planta flotante? En medio
de las olas, se lanza sin rumbo hacia un lado y hacia el otro hasta
pudrirse. La desgracia del nadador sin rumbo o sin propósito es
la misma. Vivir de esa manera puede ser comparado a un avión
que «vuela por volar». En un trayecto aéreo, las decisiones so-
bre velocidad y altitud, cambios de ruta debidos al viento o a la
presión del aire, atención a los problemas mecánicos..., todo eso
son opciones que afectan al «modo» de volar. Antes de tomar
cualquier decisión, lo importante es saber precisamente la direc-
ción a seguir, es decir, «hacia dónde» volar. Ningún piloto des-
pegaría sin antes determinar su destino, pues él sabe que volar
por volar acarrearía una gran tragedia: la caída y la muerte. De
la misma forma, cuanto más se vive mayor es el dolor, ya que
si no existe un propósito que proporcione satisfacción y alegría
duraderas, ¿la vida no se reduciría sólo a sufrimiento?

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CAPÍTULO 5
¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir?
Presiones invisibles
Muchas veces se dice que un trabajo gratificante es el propó-
sito de la vida. Sin embargo, ¿cuántas personas piensan que su
trabajo realmente es gratificante? Incluso quienes han logrado
el éxito laboral y tienen la oportunidad de exhibir sus talentos,
enfrentan la dura realidad de no siempre poder hacer lo que quie-
ren. Cantantes famosos, estrellas de cine y televisión y grandes
deportistas declaran a menudo que se han vuelto prisioneros de
la fama. Dar un paseo por la ciudad y cenar en un restaurante
corriente son actividades imposibles debido al acoso de los fans.
A pesar de haber alcanzado un éxito brillante en la carrera que
aman, a pesar de sentir que realizaron el sueño pretendido, el
dolor y el sufrimiento continúan pintando la vida de colores di-
ferentes. Es como transferir la carga del hombro izquierdo hacia
el hombro derecho. El peso no deja de molestar.
El célebre novelista japonés Haruki Murakami (1949-), cuyos
libros han sido traducidos a más de cuarenta idiomas, insiste
en que no ha conseguido ningún alivio o serenidad escribiendo
libros: «No escribo y publico esos libros para sentirme mejor...
Al menos hasta ahora, no veo ninguna señal de que escribir sea
liberador para mi espíritu... La gente escribe porque no puede
dejar de escribir... El acto de escribir no tiene ninguna utilidad
en sí mismo y no trae la esperada salvación».17
Guy de Maupassant (1850-1893), un maestro del cuento fran-
cés del siglo XIX, comentó: «No tenga envidia del escritor, ten-
ga lástima de él». Por más que la persona ame lo que hace y
17 Haruki Murakami, Kaiten mokuba no deddo hiito [Empate en un
carrusel]

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destaque en ello, el trabajo placentero acaba por transformarse
en una carga. Incluso aquellos cuyo trabajo atrae admiración
y envidia tienen que cargar con un peso invisible de tristeza y
aflicción.
Vender los días de la vida
Aunque fue escrita hace más de seis décadas, Muerte de un
viajante, del dramaturgo norteamericano Arthur Miller (1915-
2005), sigue siendo representada por algunos de los mejores
actores de todo el mundo y sigue siendo extremadamente perti-
nente a nuestros días. El personaje principal, Willy Loman, es
un viajante que tiene que pagar la hipoteca de la casa, las repara-
ciones domésticas y renovar los electrodomésticos. Incapaz de
soportar el peso de los años, ve su sueldo menguar a medida que
sus ventas disminuyen. Un día le comenta a su mujer: «Imagíne.
Trabajar toda la vida para pagar una casa. Cuando finalmente
eres el dueño, ya no queda nadie para vivir en ella». Tras ser
despedido e incapaz de soportar la carga aplastante de las deu-
das, se quita la vida. El seguro cubrirá sus deudas, pero el propio
Willy ya no estará presente. La pieza no deja claro qué es lo que
él vende, porque lo que él vende es su propia vida.18
La vida de cada uno es el tiempo que le fue concedido. Para
los niños privilegiados de Japón, país en el que la expectativa
de vida bate récords, eso significa ochenta años o más. ¿En qué
se debe gastar tamaño tesoro? El estudiante universitario que
trabaja en un empleo de media jornada para pagar un viaje al
exterior gasta esas horas del total de las que le quedan de vida.
Poco a poco, vendemos nuestras vidas para obtener lo que que-
remos.
Willy Loman trabaja hasta el agotamiento, pero de todos mo-
dos es despedido. Abandonado por el jefe y por sus dos hijos,
18 Arthur Miller, Muerte de un viajante

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