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Sabiduría para ser feliz y crear la paz

CAPITULO 2
2.1 Vivir con optimismo
De un discurso pronunciado en una reunión general de la SGI de Canadá, Vancouver, 1.o de octubre de
1993.

Vivamos una existencia enérgica y llena de satisfacción. Tenemos el Gohonzon y tenemos la Ley Mística.
Eso significa que cada uno de nosotros, en cuanto entidades de la Ley Mística, somos la personificación
de una infinita buena fortuna y una majestuosa torre de tesoros. Por eso, no seremos derrotados y
tampoco debemos temer a nada.

Cuando creemos firmemente que nuestra vida es la Torre de los Tesoros y que cada uno de nosotros
corporeiza la Budeidad, podemos descubrir que vivir es un placer, una satisfacción en sí misma. El
propósito de nuestra fe y de nuestra práctica budista es construir y disfrutar este estado interior sublime.

Quienes viven en el mundo de la Soka Gakkai, en el mundo del kosen-rufu, gozarán eternamente de un
estado de vida así de dichoso, a través de las tres existencias del pasado, presente y futuro.

¿Somos optimistas o pesimistas?

El pesimismo hace foco en el lado triste, adverso o negativo de las cosas. «¿Qué será de mi si fallece mi
esposo?». «¿Qué pasará si mi esposa se enferma?» «¿Y si no consigo lograr mis objetivos?» «¿Y si mi
hija se enamora de alguien que no va a hacerla feliz?»

Pero el pesimismo hará mella en ustedes, si su mente gira siempre alrededor de las peores perspectivas.
Y nunca podrán ser felices.

Si siempre ven todo bajo una luz negativa y desalentadora, o se acostumbran a vivir preocupados y llenos
de insatisfacción, pensando «Así nunca voy a tener plata…», «¡Ay, no! ¿De nuevo otra reunión?»,
«Seguro que hoy me volverá a regañar mi esposa…». ¡En tal caso la vida será para ustedes una
interminable y penosa austeridad!

Por otro lado, pueden mirar el lado bueno de las cosas; aceptar lo que ocurre y verlo con una óptica
positiva y esperanzada. Esto es ser optimistas. Y la expresión suprema del optimismo es la fe en la Ley
Mística.

Por ejemplo, si se enferman, pueden pensar: «¡Ahora podré tomarme un buen descanso!». «¡Qué buena
oportunidad para meditar sobre las tres existencias!». Y con esa esperanza en su corazón, podrán
declarar que no van a permitir que la enfermedad los derrote, que sobrevivirán y que vencerán al
«demonio de la enfermedad».

Las personas optimistas son fuertes. Saben ver en cada cosa el lado positivo. Y van por eso, hasta hacerlo
realidad a la vista de cualquiera.

Espero que vivan siempre con optimismo, sin doblegarse ante ningún revés de la vida, convirtiendo las
dificultades en alegría, y riéndose de las adversidades, como hacía el célebre «Carlitos» Chaplin.

2.2 La clave de la felicidad es la transformación interior


De un discurso pronunciado en una sesión de capacitación conjunta, Nagano, 6 de agosto de 2005.

En el transcurso de la vida vamos a encontrar toda clase de problemas. Habrá ocasiones en que las
circunstancias estarán fuera de nuestro control.

Pero ¿por qué razón, en condiciones similares, una persona avanza decididamente y otra se lamenta y se
queja? Porque la felicidad es un estado interior, algo que sentimos por dentro.
Si podemos vivir con alegría y disfrutar de la existencia, somos triunfadores. Por eso es tan importante
cambiar nuestra actitud interior. Esto plantea, en esencia, el budismo.

Las apariencias externas no son lo importante. Hay muchas personas cuyas circunstancias parecen
envidiables a los demás, y sin embargo, por dentro son muy desdichadas.

Las personas de corazón fuerte, sabio, generoso y resistente siempre viven con una postura positiva y
optimista, pase lo que pase.

«Lo importante es el corazón»,*1 recalca el Daishonin. Esta es la base de la felicidad: una base que se
construye mediante la fe en la Ley Mística.

Declara el Daishonin: «El maravilloso medio para poner fin, de verdad, a los obstáculos físicos y
espirituales de los seres humanos no es otro que Nam-myoho-renge-kyo».*2

La felicidad no es una mera palabra. No es algo que pueda brindarnos un objeto, ni que definan el
prestigio social, la riqueza o la fama.

Ante todo, la clave de la felicidad yace en entonar Nam-myoho-renge-kyo. Pues cuando uno mantiene esta
práctica, siempre rebosa de fuerza vital.

La felicidad genuina, por ejemplo, es sentir alegría profunda ante cada aspecto de la existencia; celebrar
cada instante, cada oportunidad de dialogar de vida a vida, cada oportunidad de hacer daimoku en plena
libertad…

Nuestro movimiento de la Soka Gakkai enseña la vía esencial para construir esta clase de satisfacción
interior.

Si nuestra existencia se basa en depositar fe continua en la Ley Mística, experimentaremos alegría en la


vida y también alegría en la muerte. Así que remontemos con serenidad cualquier obstáculo y sigamos
avanzando siempre con actitud segura y optimista.

2.3 El estado de vida de quienes practican la Ley Mística


De un discurso pronunciado en una reunión con representantes de la región de Chubu, Aichi, 26 de mayo
de 1997.

¿Qué distingue el estado de vida de los auténticos practicantes del budismo Nichiren?

Ante todo, la ausencia de temor, que les permite afrontar todo sin alterarse y sin miedo.

En la sociedad abundan las mentiras y el engaño. Es un despropósito dar cabida a este tipo de cosas que
solo están al servicio de nuestra infelicidad.

La Ley Mística y el budismo Nichiren son lo opuesto a la falsedad, no contienen ni la menor traza de
mentira. Siendo así, el curso más sabio es dedicar la vida a la propagación amplia y universal de la Ley,
al kosen-rufu.

En nombre de nuestra fe en este budismo, puede que algunas personas, ocasionalmente, nos traten mal.
Y también es cierto que, por nuestra dedicación, trabajamos mucho más que el común de la gente. Pero
todo eso es parte de la práctica.

El Daishonin nos enseña que podemos lograr la iluminación en esta existencia. Esto implica sobrellevar el
asedio de los tres obstáculos y los cuatro demonios.*1 Pero si somos capaces de perseverar en este
contexto, no solo vamos a disfrutar de un estado iluminado en esta existencia sino, también, experimentar
la Budeidad ilimitada a lo largo de toda la eternidad. Por eso necesitamos sostener la marcha
intrépidamente, con valentía y actitud positiva, pase lo que pase.

La segunda característica es vivir con esperanza imbatible. Nada es más poderoso que la esperanza. La
Ley Mística es una fuente de esperanza eterna. Las personas que nunca pierden la esperanza, ocurra lo
que ocurra, son felices de verdad.

La tercera característica es un estado de vida que nos permite sentir alegría en todas las ocasiones.

Es decir, experimentar un júbilo tan grande que, en el momento de la muerte, podamos decir con una
sonrisa sincera: «¡Qué vida hermosa fue esta! Ahora, ¿adónde quiero pasar la existencia siguiente?». Esa
es la postura de vida de un auténtico practicante de este budismo.

La práctica budista nos permite lograr un amplio estado de vida, en que es posible gozar de todos los
aspectos de la existencia. Como afirma el Daishonin, la fe en la Ley Mística es «la mayor de todas las
alegrías».*

2.4 Lo que determina nuestra felicidad es nuestro estado de vida interior


De un discurso pronunciado en la reunión general de Wakayama, prefectura homónima, 24 de marzo de
1988.

El poeta inglés John Milton (1608-1674) escribió: «La mente es su propio reino; puede, por sí sola, hacer
un infierno del cielo y un cielo, del infierno»*1. Esta declaración, fruto de la profunda introspección del
poeta, tiene mucho en común con la enseñanza budista sobre los «tres mil aspectos contenidos en cada
instante vital»*2.

Nuestro estado interior es lo único que determina cómo vemos el mundo y cómo percibimos nuestra vida.
Nichiren Daishonin escribe: «[L]as entidades hambrientas perciben el río Ganges como fuego, y los seres
humanos, como agua; a su vez, las deidades celestiales lo ven como amrita.*3 Aunque el agua es la
misma, tiene una apariencia distinta según la retribución kármica originada en el pasado».*4

La expresión «retribución kármica del pasado» se refiere a nuestro estado de vida actual, resultado de las
causas o acciones anteriores creadas mediante nuestras propias palabras, pensamientos y actos. El
estado de vida determina nuestra visión del mundo externo y nuestros sentimientos hacia la realidad.

Las mismas circunstancias pueden ser vividas con inmensa dicha por algunos o como un terrible
padecimiento por otros. Y así como hay personas que aman el lugar donde viven y lo consideran el mejor
del mundo, otros lo detestan y constantemente piensan en buscar la felicidad en algún otro sitio.

El budismo Nichiren nos permite elevar nuestro estado de vida interior y, de esa manera, establecer una
vida auténticamente feliz en el nivel personal y una sociedad próspera. Dicha filosofía condensa el gran
«principio de los tres mil aspectos reales contenidos en cada instante vital»,*5 que nos permite convertir el
lugar donde vivimos en una Tierra de la Luz Tranquila.*6

Por otro lado, la buena fortuna, los beneficios y la alegría que obtenemos al vivir en sintonía con la Ley
eterna [de Nam-myoho-renge-kyo] no son estados temporales. Así como los árboles suman anillos de
crecimiento a medida que pasan los años, nuestra vida acumula una clase de buena fortuna que prevalece
a través de las tres existencias del pasado, presente y futuro. En cambio, la fama mundana y la riqueza,
los pasatiempos y otro tipo de diversiones frívolas —por mucho entusiasmo o satisfacción que brinden
durante un tiempo— son efímeras e intrascendentes.

2.5 La felicidad se encuentra allí donde estamos


De un discurso pronunciado en la sesión de capacitación conjunta para el territorio de Toshima y la
División de Estudiantes Universitarios, Tokio, 7 de diciembre de 1986.

En el Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente, Nichiren Daishonin explica el siguiente pasaje
del capítulo 28.º del Sutra del loto —«El aliento del bodhisattva Sabio Universal»— que dice: «Esta
persona no tardará en ir hasta el lugar de la iluminación»,*1 y comenta:

Las palabras «esta persona» se refieren al practicante del Sutra del loto. El lugar donde practica y honra
dicha enseñanza es el «lugar de la iluminación» hacia el cual se encamina. Pero no es que deba
marcharse del lugar donde está e irse a otro sitio. Ese «lugar de la práctica o iluminación» es el sitio donde
habitan los seres de los diez estados.*2 Y ahora los lugares donde Nichiren y sus seguidores
entonan Nam-myoho-renge-kyo, ya sea «en valles de montaña o en extensos yermos»,*3 son todos la
Tierra de la Luz Tranquila. A esto se refiere el término «lugar de la iluminación».*4

«Esta persona» indica al practicante o devoto del Sutra del loto. En sentido específico, denota a Nichiren
Daishonin, mientras que en sentido general, se aplica a todas las personas que practican Nam-myoho-
renge-kyo de las Tres Grandes Leyes Secretas y creen en él. El lugar donde las personas practican la fe
en la enseñanza budista correcta es el «lugar de la iluminación» hacia el cual va el practicante; en otras
palabras, el sitio donde nos esforzamos por lograr la Budeidad en esta existencia.

No hay necesidad de alejarnos de este mundo saha conflictivo para ir en busca de una tierra pura, ideal y
paradisíaca. El «lugar de la iluminación» no es otro que la morada de los seres que vivimos en los diez
estados. Ahora, el lugar donde residen Nichiren Daishonin y sus discípulos que entonan Nam-myoho-
renge-kyo es la Tierra de la Luz Tranquila, o la tierra de buda, así se trate de «valles de montaña» o de
«extensos yermos».*5 El Daishonin afirma que ese es el «lugar de la iluminación». El lugar donde vive
cada practicante se convierte en la Tierra de la Luz Tranquila. Este pasaje alude al profundo peso que
tiene cada instante vital.

La gente tiende a pensar que la felicidad es una situación abstracta e hipotética, separada de sus
circunstancias actuales. Por ejemplo, muchos imaginan que serían felices si pudieran mudarse a otro
lugar, o que podrían tener una vida más agradable y cómoda si cambiaran de trabajo. Uno siempre cree
que el césped es más verde en la casa del vecino, y vive depositando sus expectativas de cambio en las
situaciones externas. Los jóvenes, en especial, son proclives a esta forma de pensar.

Sin embargo, todos tenemos distintas misiones que cumplir en la vida, y los ámbitos donde debemos
desenvolvernos son también diferentes. La victoria en la vida suele ser de las personas que deciden echar
firmes raíces allí donde están y siguen viviendo con persistencia y esperanza, mientras lidian con su propia
realidad. Nuestra vida debe tener claro un sentido de propósito. Por tal razón, les digo: «Para encontrar
agua, hay que cavar donde uno tiene los pies», y «Vivan siendo fieles a ustedes mismos».

En síntesis, la verdadera satisfacción y la felicidad más auténtica solo se pueden hallar dentro de uno
mismo. La Ley Mística es el principio fundamental de la vida. A través de nuestra práctica budista,
podemos tomar contacto con la fuerza de la Ley Mística que nos permite impulsar nuestra vida hacia
delante. Por eso, el lugar donde llevamos a cabo la práctica del budismo y también la sociedad se
convierten en una tierra de buda. Podemos convertir el sitio donde estamos viviendo en un escenario de
victoria y de dicha profunda.

2.6 Activar la ilimitada fuerza vital de la Budeidad


Texto extraído de «Sobre la vida y el budismo», publicado en japonés en noviembre de 1986.

La vida, sujeta a un cambio constante que no cesa ni un instante, se experimenta de acuerdo con diez
modos diferenciados, que el budismo identifica como los «diez estados de la vida». Ellos abarcan los «seis
senderos» —los estados de infierno, hambre, animalidad, ira, humanidad y éxtasis— y los «cuatro nobles
caminos» —los estados de aprendizaje, comprensión intuitiva, bodhisattva y Budeidad—. La verdadera
realidad de la vida es que posee en todo momento estos diez estados potenciales.

Ninguno de ellos se manifiesta en nuestra vida como un estado fijo y estático. Por el contrario, los diez
estados están sujetos a un cambio incesante. La profunda mirada del budismo sobre esta naturaleza
dinámica de la vida se expresa en el principio de la «posesión mutua de los diez estados*1».

En su tratado El objeto de devoción para observar la vida, Nichiren Daishonin explica con gran sencillez y
claridad la manera en que el estado de humanidad conserva en sí mismo los otros nueve estados:

Cuando en distintos momentos observamos la faz de una persona, a veces la encontramos feliz; a veces,
furiosa; en ocasiones, serena. En ciertas circunstancias, el rostro humano expresa codicia; en otras,
necedad, y en otras, perversidad. El odio corresponde al estado de infierno; la codicia, al de las entidades
hambrientas; la estupidez, al de los animales; la perversidad, al de los asuras; la alegría, al de los seres
celestiales [éxtasis]; la calma, al de los seres humanos*2.

Los nueve estados están continuamente aflorando o volviendo a la latencia en nuestro interior. Es algo que
nuestras experiencias cotidianas nos permiten ver, sentir y reconocer.
Es importante notar, al respecto, que las enseñanzas del budismo —desde su mismísimo origen— se
enfocaron en permitir a las personas manifestar el noble e infinitamente poderoso estado de vida de la
Budeidad. Y, a decir verdad, este debería ser siempre el propósito de la práctica budista. El budismo
Nichiren, orientado a ello, estableció un objeto de devoción correcto [el Gohonzon de Nam-myoho-renge-
kyo] y un medio práctico para revelar nuestra Budeidad inherente. En tal sentido, es una práctica abierta a
todos.

Si examinamos la historia hasta el presente, vemos que la humanidad ha vivido siempre sujeta a repetir el
ciclo de los seis senderos o seis estados inferiores. La palabra japonesa con que se denota el «infierno»
(jigoku; literalmente, “cárcel de la tierra”) contiene el carácter «tierra», lo cual significa estar arraigado o
sujeto a lo más bajo. La sociedad y el género humano nunca podrán experimentar una plenitud esencial a
menos que consideremos seriamente cómo soltar la sujeción a estos estados inferiores y elevar la
condición humana. Aun en este mundo perturbado y corrupto en que vivimos, el budismo descubre en la
vida del ser humano el potencial más digno y sublime de la Budeidad.

Aunque nuestra vida siempre se mueva en los seis senderos, podemos activar la fuerza vital ilimitada de la
Budeidad enfocando nuestra mente en el objeto correcto de devoción y procurando la «fusión entre la
realidad y la sabiduría».

La Budeidad es algo difícil de describir con palabras. A diferencia de los otros nueve estados, no tiene
expresión específica. Es la función esencial de la vida que orienta a los nueve estados hacia la creación de
valor ilimitado.

Aun en días lluviosos o nublados, cuando un avión alcanza una altura de diez mil metros, ya ha
atravesado la capa de nubes y puede navegar por un cielo despejado e iluminado por el sol. Así, avanza
serenamente hacia su destino. De la misma manera, por difícil o dolorosa que sea nuestra existencia
cotidiana, si hacemos brillar espléndidamente el sol en nuestro corazón, podemos superar cualquier
adversidad con calma y compostura. Ese sol interior es una metáfora apta para describir el estado de
Budeidad.

En cierto sentido, como expresa el Daishonin en el Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente,
«[el estado de] bodhisattva es un paso preliminar para lograr el efecto de la Budeidad*3». La característica
del estado de bodhisattva es actuar en bien de la Ley, del pueblo y de la sociedad. Sin una conducta
afirmada en la práctica del bodhisattva, no podemos lograr la Budeidad. Dicho de otro modo, el estado de
Buda no es el resultado de una mera comprensión intelectual; el solo hecho de leer incontables escrituras
o libros budistas no nos conducirá a la iluminación verdadera.

Además, lograr la Budeidad no significa cambiar de identidad o dejar de ser quienes somos. Seguimos
siendo los mismos, y nuestra vida continúa transcurriendo en el ámbito de la realidad social y en el marco
de los nueve estados y los seis senderos. La verdadera filosofía budista no expone la iluminación ni
describe a los budas como algo ultraterreno o críptico.

Lo importante para nosotros, como seres humanos, es que nuestra vida se eleve de los estados bajos a
estados más nobles; que nuestra forma de vivir trascienda sus límites y restricciones, para expandirse de
manera infinitamente vasta y amplia. La Budeidad representa el estado más elevado de vida.

2.7 Establecer el estado de Budeidad como tendencia básica de la vida


Texto extraído de «La sabiduría del “Sutra del loto”», vol. 4, publicado en japonés en diciembre de 1998.

Una forma de ver el principio de que cada persona representa la «posesión mutua de los diez
estados»*1 es desde la perspectiva de nuestro estado básico de vida. Aunque todos poseemos los diez
estados, la vida tiende a inclinarse mayormente hacia uno de ellos en particular; de hecho, la vida de
algunos se inclina básicamente hacia el infierno, mientras que otros tienden naturalmente al estado
de bodhisattva. En otras palabras, podríamos pensar en ello como un «patrón habitual» de vida, una
predisposición creada a partir de las causas kármicas que la persona ha acumulado desde el pasado.

Así como un resorte o muelle vuelve a su forma original después de estirarse, la gente tiende a retornar a
su propensión fundamental. Pero aunque el estado de vida básico de alguien sea el infierno, eso no quiere
decir que permanecerá en él las veinticuatro horas del día, sino que cambiará de estado constantemente;
por ejemplo, a veces manifestará la humanidad, a veces el odio o la ira, y así sucesivamente. Del mismo
modo, alguien cuya tendencia básica es el estado de ira —el afán de ser siempre mejor que los demás—
también a veces manifestará estados más elevados, como el de éxtasis o bodhisattva. Pero, aunque
momentáneamente expresen el estado de bodhisattva, pronto volverán a su condición habitual, en el
estado de ira.

Cambiar el estado básico implica llevar a cabo la revolución humana y transformar fundamentalmente
nuestra manera de experimentar la vida. Es decir, cambiar nuestro enfoque mental o determinación en el
nivel más profundo. La tendencia básica determina el tipo de existencia que tendremos. Por ejemplo,
podemos pensar que alguien cuyo estado habitual es el de hambre viaja a bordo de una nave
llamada Hambre. Sigue la ruta de navegación de ese navío, aunque a veces sienta alegría o en ocasiones
sufra. Podrá haber variaciones, pero el barco avanzará siguiendo el rumbo trazado. En consecuencia,
quienes estén abordo verán todo teñido de los matices del estado de hambre. Incluso después de morir,
su vida permanecerá fusionada con el estado de hambre que existe en el universo.

Establecer la Budeidad como estado básico de la vida es lo que significa «lograr la Budeidad». Desde
luego, aunque este estado se convierta en nuestra tendencia predominante, las preocupaciones y
sufrimientos no desaparecerán para nosotros, porque seguimos teniendo los nueve estados. Pero la base
de nuestra vida se orientará a la esperanza y, cada vez más a menudo, nos encontraremos
experimentando condiciones de seguridad y alegría.

Mi maestro Josei Toda, el segundo presidente de la Soka Gakkai, una vez explicó lo siguiente:

Aunque se enfermen, respondan a la situación diciéndose: «Está todo bien. Sé que si hago daimoku al
Gohonzon voy a recuperarme». ¿No es la Budeidad un estado que nos permite vivir con total paz
espiritual? No obstante, al margen de eso, como los nueve estados son inherentes a la Budeidad, cada
tanto podemos enojarnos o tener que resolver problemas. Por lo tanto, gozar de paz espiritual no significa
renunciar a la ira o a otros sentimientos humanos. Cuando sucede algo perturbador, es natural
preocuparnos. Pero en nuestro fuero interior, tendremos una profunda sensación de seguridad. A esto se
refiere ser un buda. […]

Si podemos considerar que el solo hecho de vivir es una dicha absoluta, ¿no es esto ser un buda? ¿No
significa adquirir el mismo estado de vida que el Daishonin? Aun frente a la amenaza de ser decapitado, el
Daishonin conservó la calma y la compostura. Si cualquiera de nosotros se encontrara en esa situación,
¡estaría en estado de pánico total! Cuando el Daishonin fue desterrado a un lugar inhóspito como la isla de
Sado, siguió enseñando a sus discípulos y orientándolos sobre diversas cuestiones, e incluso escribió
obras capitales como La apertura de los ojos o El objeto de devoción para observar la vida. De no haber
tenido un firme estado de paz espiritual, jamás habría podido componer tratados tan profundos [en
circunstancias tan difíciles].*2

*****

Nuestra liturgia diaria del gongyo —que consiste en recitar partes del Sutra del loto y entonar Nam-myoho-
renge-kyo— es una solemne ceremonia en la cual fusionamos nuestra vida con la vida del Buda. Mantener
con asiduidad esta práctica para manifestar la Budeidad intrínseca nos permite consolidar el estado de
Buda en nuestro ser, para que sea firme e inamovible como la tierra. Sobre este cimiento seguro, podemos
representar libremente la saga de los nueve estados a cada momento.

Por otro lado, el kosen-rufu es el desafío de establecer la Budeidad como tendencia básica de la sociedad.
La clave está en incrementar la presencia de personas que compartan nuestras nobles aspiraciones.

Cuando nuestra base es la fe en el budismo Nichiren, ningún esfuerzo que hacemos resulta en vano.

Al afirmar la Budeidad como estado básico, podemos avanzar hacia un futuro de esperanza y crear valor
positivo a partir de todas nuestras actividades en los nueve estados, pasadas o actuales. De hecho, todas
nuestras actividades y contiendas en los nueve estados pasan a ser un alimento que refuerza la Budeidad
en nuestra vida.

De acuerdo con el principio budista de que «los deseos mundanos conducen a la iluminación», los
sufrimientos (deseos mundanos o pulsiones ilusorias de los nueve estados) pasan a ser el «combustible»
que aviva el gozo de vivir (la iluminación o estado de Budeidad). Es algo similar al proceso metabólico que
permite al cuerpo digerir los alimentos y convertir los nutrientes en energía.

Un buda desvinculado de los sufrimientos reales de los nueve estados no es un buda genuino; es decir,
aquel que corporeiza la «posesión mutua de los diez estados». Este es el mensaje esencial del capítulo
«La duración de la vida» (16.º) del Sutra del loto.

Una característica de la Budeidad es la disposición voluntaria a asumir incluso los sufrimientos del infierno.
Esto se refiere al estado de infierno contenido en la Budeidad. La Budeidad, además, se distingue por el
sentido de responsabilidad y de amor compasivo a los semejantes, que además de brindar empatía,
permite asumir dificultades a sabiendas, si eso contribuye a la felicidad y el bienestar de los demás. La
postura de afrontar problemas y sufrimientos en beneficio del prójimo fortalece la Budeidad en nuestra
vida.

*****

Nuestra práctica budista nos permite vivir fieles a nosotros mismos, gracias al principio de la posesión
mutua de los diez estados. Las enseñanzas budistas que carecen de este concepto rechazan los nueve
estados y consideran que la liberación de estos estados inferiores es lo que conduce a la Budeidad. Pero
este enfoque, en realidad, denigra nuestra humanidad. Postula una vida de prohibiciones y de
mandamientos, de constante negación del yo y de culpabilización, cuya vía inevitable es «reducir el cuerpo
a cenizas y aniquilar la conciencia»*3. Desde luego, la autodisciplina y la autorreflexión son actitudes
importantes, pero llevadas al extremo pueden convertirnos en personas rígidas y cerradas, que no se
permiten conocer el significado de estar vivas.

En estos casos, el remedio puede ser peor que la enfermedad. Un enfoque más útil, a menudo, puede ser
dejar pasar los defectos de los demás y darles esperanza y sentido de propósito para que puedan avanzar
positivamente.

Quien encauza así su vida, con enérgica convicción en sí mismo, puede naturalmente ir reconociendo y
transformando sus faltas. Por ejemplo, el defecto de la impaciencia puede atemperarse como la virtud del
dinamismo.

Esto es válido para nuestra propia vida, pero también es una pauta valiosa para forjar a otros. La clave
reside en ser fieles a nosotros mismos; no se trata de impresionar a los demás ni de pretender ser alguien
distinto. Somos todos seres humanos; hay cosas que nos hacen reír y otras que nos mueven al llanto.
Estamos sujetos a irritarnos o a sentirnos confundidos.

Pero cuando nos comprometemos con el kosen-rufu en el nivel más profundo de nuestro ser, sin renunciar
a nuestra vida como personas comunes, el estado de Budeidad se va convirtiendo en nuestra tendencia
fundamental.

Cuando corresponde enojarnos, permitámonos esa respuesta; cuando hay motivos de preocupación,
preocupémonos; y cuando algo es gracioso o placentero, riámonos o disfrutemos. El Daishonin afirma:
«Sufra lo que tenga que sufrir, goce lo que tenga que gozar»*4. Vivir de este modo cada día, con júbilo y
fuerza vital, es avanzar enérgicamente hacia el objetivo de la felicidad absoluta para nosotros y para los
demás.

2.8 Todos ustedes son nobles budas


Texto extraído de «La nueva revolución humana», vol. 29, capítulo Rikiso (“A toda carrera”, traducción
tentativa).

[Los textos novelados del presidente Ikeda «La revolución humana» y «La nueva revolución humana»
describen la verdadera historia del espíritu de la Soka Gakkai. En ambas narraciones Shin’ichi Yamamoto
es el protagonista y personificación del propio presidente Ikeda. En este fragmento de «La nueva
revolución humana», Shin’ichi como presidente de la Soka Gakkai orienta a los miembros en un encuentro
informal celebrado en la prefectura de Mie, en abril de 1978. Allí recalca que cada persona es un noble
buda dotado de una misión de increíble valor].

La Soka Gakkai es un mundo permeado por la fe. Digamos que la fe es su principio y su final. La clave,
entonces, es saber mirar todas las cosas desde esa perspectiva.

Pero ¿qué es la fe? Es tener la absoluta convicción de que todo es parte de nuestro ser y de nuestra vida;
es la certeza de que uno mismo corporeiza la Ley Mística y es un buda. Nichiren Daishonin escribe:
«Jamás piense que están fuera de usted mismo ninguna de las ochenta mil enseñanzas sagradas que
predicó el buda Shakyamuni a lo largo de su vida, o que predicaron los budas y bodhisattvas de las diez
direcciones y de las tres existencias del pasado, presente y futuro».*1

La única forma de liberarnos de la ilusión y del sufrimiento —nos enseña el Daishonin— es creer que el
estado de vida ilimitado de la Budeidad existe en nosotros; entonar seriamente Nam-myoho-renge-kyo, y
mejorar y perfeccionar nuestra vida. Todos ustedes son budas desde el origen. ¡Crean en ustedes
mismos! No tienen ninguna necesidad de compararse con los demás ni deben dejar que esa comparación
sea la medida de su felicidad.

El camino para establecer un estado de vida inamovible, de felicidad absoluta, solo se halla en cultivar su
propia existencia y en activar la naturaleza de Buda que yace en su interior.

Si no se ven a ustedes mismos como una corporeización de la Ley Mística, nunca tendrán confianza en su
propia vida, en el sentido más genuino de la palabra; siempre estarán buscando afuera la senda de la
dicha.

Pero ¿adónde nos conduce esto? A vivir pendientes de la opinión ajena y a depender de las circunstancias
externas, felices un día y deprimidos el día siguiente. Estarán a cada instante comparándose con otras
personas en todos los ámbitos: la condición social, la posición económica, la personalidad, el aspecto
físico y tantas otras cuestiones. Cuando se consideren mejores que el resto, se sentirán superiores. Esto
alimentará su vanidad y no los dejará examinarse objetivamente. Y cuando crean que otros lo están
haciendo mejor que ustedes, se sentirán deprimidos, fracasados o impotentes.

Es más, si dan demasiada importancia a la opinión de los demás, cualquier comentario o gesto bastará
para que se sientan ofendidos o heridos. Su corazón se llenará de rencor o de despecho hacia esas
personas, por sentir que han dicho algo «terrible» de ustedes, o que no los han sabido apreciar, o que han
sido crueles.

Algunos viven tan pendientes de la aprobación ajena que se vuelven obsecuentes o hacen cualquier cosa
con tal de ganarse el favor de la gente.

La causa fundamental del resentimiento es la ilusión o la ignorancia con respecto a la verdadera


naturaleza de nuestra vida. Aunque practiquen el budismo Nichiren, si no pueden creer de verdad que son
«torres de los tesoros» y que son budas, siempre buscarán la felicidad afuera. Y esto abrirá las puertas a
las funciones demoníacas.

Ustedes son budas nobles y magníficos; son personas dotadas de una misión increíblemente valiosa. ¡No
se comparen con los demás! ¡Valórense y acéptense por lo que son, y siempre diríjanse a desarrollar el
potencial único que ustedes mismos poseen!

Por otro lado, así como ustedes son budas, también lo son las personas que los rodean. Por eso es
importante respetar y atesorar al máximo a los camaradas. Esta es la clave de la unión en el mundo de la
Soka Gakkai.

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