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La Ultima Moda

Madrid 6 de Febrero de 1888- .REVISTA SEMANAL Año I—Núm. 5

disfrutar esas brevesj horas que du-


Oficinas: Serrano, 8 8 , 2 . ° ran los saraos, en las q u e son flores
de una n o c h e , pero con la facilidad
SUMARIO de florecer de nuevo á la noche si-
guiente.
Oídnioa d é l a Moda, por Blanca Valmont.—
Explicación de los grabados.—Labores.— E n los bailes que se han dado en
¡Los caprichitos! por .Julio Nonibola.—Un e! Ministerio de la Guerra y en la
aderezo de brillantes, novela, por llai-io Presidencia del Senado; en las comi-
Lara.—Ecos de la novela do la \ i d a , por
das diplomáticas que se han celebra-
Juan do Madrid.—Preguntas y respuestas,
por la Secretarla.—Pasatiempo.—Anuncio». do cu las Kmbajadas de Austria ó In-
glaterra; en las brillantes recepciones
leí Elíseo y del Hotel de Ville, h a
habido tal profusión y tal magnificen-
cia de trajes y de pedrería, que n o
Crónica de la Moda. bastaría un libro á describir cuanto
jSf^STo n o es vivirl T o d a s las n o c h e s en telas, adornos, formas, caprichos
«cfeíbailes ó comidas de g r a n ceremo- y fantasías h a n aparecido en estas
nia, seguidas de a n i m a d a s recepcio" solemnidades.
nes. É l París elegante, y sobre todo Contentémonos con figurarnos esas
la parte femenina de este P a r í s que grandezas, y pensemos q u e tan bri-
se divierte en medio de los esplendo" Jhmte cuadro guarda en su fondo el
res del lujo, no descansa, n o sosiega' hermoso espectáculo de las alegrías
A p e n a s se h a n e x t i n g u i d o los últi' de multitud de obreros. iQué sería de
m o s ecos del a n i m a d o cotillón ó d e París, qué de las fábricas que hay en
la frase chispeante oída en el vestí- actividad en Francia - y lo que digo
bulo de un palacio, ecos y frases q u e d e este país p u e d e decirse de todos —
repite el sueño recordando bajo fili- si esas personas que deben á la for-
mas fantásticas los esplendores de la t u n a los medios de contribuir á la
fiesta de ayer, tienen las d a m a s q u e magnificencia de las suntuosas re-
p e n s a r en la fiesta de hoy. uniones á que aludo, permanecieran
Hay (pío elegir el trajo, q u e eslu en sus hogares guardando esas enor-
diar el a d o r n o , q u e c o m b i n a r las jó. mes sumas, (pie remuneran el trabajo
yas que h a n de lucirse. ¡Y todo esto y permiten á las familias trabajado-
exige cálculo, meditación! No es cosa ras goces no menos agradables, aun-
t a n fácil como parece, desempeñar que en otras condiciones acaso más
cumplidamente el papel d e astro de venturosas para el alma!
los salones. Pero dejémonos de filosofías, y
L a s conferencias con las modistas vengamos á la práctica. E n esos bai-
tienen en ocasiones m á s importancia les de que he hablado, y en otras re-
que las que celebran, los h o m b r e s do uniones de menor importancia, se
Kstado para arreglar la cosa pública. nota u n a gran afición á las telas q u e
Se consultan los periódicos de mo- más se asemejan á las que represen-
das, se e x a m i n a n los modelos, se vi- tan una antigüedad clásica. Lo que
sitan las joyerías; en u n a palabra, las ha p a s a d o , y pasa aún al alhajar una
señoras se hallan bajo la influencia casa; osa tendencia á poseer mobilia-
de la fiebre hasta el m o m e n t o en que rios a n t i g u o s , objetos do valor histó-
la admiración (pie producen y las li- rico, sucede ahora respecto do los
sonjas (pie oyen en los salones, son pa- l u j e s y las joyas. Las que conservan
ra ella» fresca y consoladora brisa q u e encajes ó alhajas de familia, se com-
calma sus agitaciones y les permite NU.M. 1.—1. TRAJE PAKA PASEO 2. THA.IL- I-ARA NINA placen e n lucirlos y sun envidiada!
1
SKRIE l.-

Ayuntamiento de Madrid
DIBUJOS ARTÍSTICOS PARA BORDADOS
F O R
OOIST M A N U E L S A L V I , D I B U J A N T E : R E I N A , 2 5 , MADRID

NÚM, 2 NÚM. 2

NÚM. -Í

NÚM. 5

NÚM. 3 NÚM. G

NUMERO 2 . - A B E C E D A R I O PARA MARCAR SÁBANAS DE DIARIO ( s e c o n t i n u a r á . ) N Ú M . 3.—ABECEDARIO PARA MARCAR PAÑUELOS ( c o n c l u s i ó n . )


NÚMEROS 4 , 5 y 6 . — N O M B R E S PARA PAÑUELO

Ayuntamiento de Madrid
o

por las que sólo pueden ostentar imitaciones de las vene-


randas antigüedades. Las sedas lisas, los moarés, el brocatel que se ven obligadas á encerrarse en los límites
y el terciopelo están en todo su apogeo. de la economía.
Pasemos á otro capítulo no menos importante,

NÚM. 7.—JOYERO
NÚM. 9.—PISA-PAPELES
Todas estas lujosas y brillantes telas no pueden ni podrán
y siempre de actualidad. Los peinados excesiva-
nunca destronar al terciopelo negro. Un traje superior de
terciopelo negro con dos cuerpos, es indispensable en el m e n t e altos, como todo lo q u e se encumbra sin
NÚM. 8.—ALMOHADÓN REDONDO
guardarropa de una señora que frecuenta la buena sociedad. razón de ser, empiezan á descender. L a Moda, q u e
Alguna que otra vez de c u a n d o en cuando, de reina absoluta pasa á ser
será infiel á este tra- reina constitucional
je, que viste tan bien, por la gracia de sus...
que e s t a n distin- s u b d i t a s , e n la cues-
guido; pero es segu- tión de peinados h a
ro que el olvido será abierto la m a n o y
pasajero. permite á las muje-
E l terciopelo ne- res q u e a d o p t e n ,
gro sienta admira- dentro d e la unidad,
blemente, lo mismo belleza, el que mejor
á las señoras mayo- l e s siente. E x i s t e ,
res que á las jóve- pues, u n a verdadera
' nes, y marca el sello confederación de ca-
de la suprema, de la bezas femeniles, u n a
distinguida e l e g a n - encantadora autono
cia. Un traje como mía, u n a descentra-
el que indico, segu- lización capital. Tan-
ramente con la apro- to peor para las q u e
bación de la inmen- no sepan sacar par-
sa mayoría de mis tido d e sus cualida-
lectoras, puede ador- des y aprovechar la
narse y aun hacerse libertad de que dis-
de t a n t o s modos, ponen, en beneficio
que «nada h a y más de s u s atractivos.
socorrido. Por supuesto que,
P u e d e ser redondo á pesar de t o d o , hay
ó de cola, sin adorno reglas d e las q u e n o
ó adornado con en- es posible p r e s c i n -
e a j e s y bordados. dir. Por ejemplo, con
Bajo el p u n t o d e los trajes escotados
vista de la economía el peinado bajo es
es, d i g á m o s l o así, de necesidad, sin q u e
u n fondo de traje por eso deje de apa-
que permite varias recer en proporcio-
transformaciones. nes regulares y siem-
Liso, sirve para vi- pre artísticas en la
sitas de etiqueta, con p a r t e alta d e la cabe-
un delantero de en- za, esa prominencia
cajes sobre satén de que, exagerada, afea,
nn color claro y con pero q u e embellece
u n a cola sobrepues- cuando se armoniza
ta, puede servir para con el conjunto del
recepción y b a i l e . peinado.
También se forma el P a r a los trajes ce-
ileíantero con bor- rrados, es decir, p a r a
d a d o s A e azabaches los q u e se llevan ú
sobre wtón negro. paseo y á visita, el
P u e d e llevarse en el peinado es un poco
primer c a s o c o n más alto y levantado
«cuerpo alto, y en el por detrás, r e u n i é n -
«Jgundo con cuerpo dose el cabello en la
escotado. p a r t e s u p e r i o r , n o en
Créanme las lecto- forma de ocho como
ras: un traje de ter- se h a usado, sino re-
it'í/)»elo negro es y torcido y formando
:Será .siempre el que r o d e t e , sujeto c o n
juás ser-viejos preste, alfileres ú horquilla»
Jo mismo á las sono- de fantasía. Los r¡ -
r a s que pueden gas- zaditos sobre la fren-
t a r m u c h o que á las t e siguen gozando
XÍM. 10.—1. SALIDA DE BAILE
2. TRAJE PARA CAS^ m á s favor q u e ruin-

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llarán con lisonjas y galan- valos. Sombrero redondo con el
estas alas levantadas, y
ca; pero son m u y ligeros, y pro- terías á las d a m a s , y éstas ala levantada en el lado derecho,
otra flecha, de oro también
yectan más bien luces q u e som- les dispararán á quemarro- adornado con u n a ancha cinta
con brillantes, atravesaba
bras en el rostro. pa las m á s preciosas flores bordada todo alrededor y u n lazo
un grupo de plumas topa-
Los boas se multiplican. E n el que llegarán para ese día do cinta en forma de abanico so-
cio rosa, como u n rayo de
Teatro de la Opera se ven en los de Niza y hasta de Argel. bre la copa. Tela necesaria: once
sol atraviesa u n a n u b e .
palcos señoras escotadas con boas No h a y para q u é decir metros de lana y cuatro de tercio-
qne r o d e a n su cuello, acaricián- Se hacen grandes prepa-
qne los galanes se disputa- pelo —2.° El traje para niña es do
dole. E n los salones y los gabine- rativos para la fiesta mili-
rán estas balas de nueva tela escocesa. El cuerpo, m u y lar-
tes no faltan complacientes cons- tar que en la noche del I I
invención, y que se darán go, está sujeto al talle con u n cin-
tipados q u e p e r m i t a n á las d a - de este mes va á celebrarse
por contentos con quedar turón de terciopelo negro, plega-
mas conservar el boa; en los b a n - en el Hotel Continental,
derrotados y hasta heridos. do. Tiras de terciopelo, rodeadas
quetes q u e exigen traje escotado, destinándose el producto al
Sin e m b a r g o , es d e te- de encaje, a d o r n a n los delanteros
el boa sirve de oscuro al claro de -Montepío del ejército y á
mer q u e n o todas triunfen. del cuerpo. Mangas fruncidas con
los h o m b r o s y del traje. U n a d e los huérfanos de militares
El uniforme militar tiene pufios de terciopelo. Falda corta
estas noches se vio en los salones muertos en campaña.
cierto prestigio, y h a b r á Plegada á palas todo alrededor.
de u n a marquesa m u y distinguida El m o n u m e n t a l edificio
vencedora que se sienta Sombrero forma Montpensier con
una joven q u e llevaba u n precio- estará iluminado por luz
vencida. un penacho de plumas cubriendo
so trajo de tul rosa, y rodeado al eléctrica interior y exterior-
J u gar con flores en este la copa y un lazo de cinta en el
cuello u n boa. E l contraste produ- mente. El pórtico, las esca-
caso, es lo mismo que jugar lado izquierdo.
jo gran efecto. leras y el vestíbulo, llenos
de flores formando arcos, con fuego. Números 2, 3, 4, f>, 6, 7, 8 y 0.—
E s t a moda, q u e gana terreno, ¿No son las flores, trans- (Véase Labores.)
guirnaldas y dibujos capri-
fué ideada p o r la duquesa de Be- formaciones de los rayos Núm. 10. Este grabado ofrece
chosos. Tres b a n d a s milita
rry, q u e poseía u n cuello de cisne del sol? dos modelos.—l.o S a l i d a d e bai-
res ejecutarán en el patio
m u y parecido al de la emperatriz le.—Esta caprichosa prenda es do
de honor, en el vestíbulo y BLANCA VALMONT.
Eugenia. Los boas n o sientan bien terciopelo verde oscuro. El delan-
el jardín, los fragmentos
á todas; pero en cambio hacen á tero y el cuello están guarnecidos
más bellos del repertorio
algunas ideales. Los preferidos en con u n a piel de chinchilla, rodea-
d e óperas modernas. Dos EXPLICACIÓN
fc£¿£!y la actualidad son los d e piel d e da de un bordado de plata. Cintu- N Ú M . 15.—PANTALLA DE MANO
orquestas alternarán en los DE LOS GRABADO:
NÚM. 11.—PANTALLA DE MANO zorro azul, de zibelina ó de ihibct salones de baile, hacien- ron cruzado d e cinta de plata. V\UK CHIMENEA
Núm. 1. T r u j e s p n r a
PARA CHIMENEA blanco. E l zorro azul es el q u e do oir los valses, polkas y Gruesos cordones de seda adornan el pecho y los hombros. Mangas
p a s e o . — l . o E l d e señora
triunfa en toda la línea. E s u n a piel ligera, de u n matiz pálido, de lar- rigodones m á s en boga. perdidas, de gasa verde claro.
es de lana gris hierro. Tú
gas y suaves sedas. Calcúlase que podrán asis- 2.° T r a j e p a r a v a s a . - C h a q u e t a de terciopelo granate rodeada de
Un nuevo sombrero q u e u n a aristocrática d a m a lució hace poco en nica polonesa abierta por
tir á esta fiesta 3.000 per- un plegado de cachemir gris claro. Mangas de cachemir fruncidas, con
u n a sesión de la Academia Francesa, h a hecho furor. E r a d e terciopelo delante y recogida en los
s o n a s , y el final de ella puños de terciopelo. Un plegadito de cachemir adorna el delantero de
epinglé, color rosa, y estaba adornado con u n galón de azabache ma- costados, de modo que i'or
ofrecerá u n a interesante la chaqueta. Cuello vuelto de terciopelo. Lazos de cinta en el cuello y
rrón é hilillo de oro, lovantado á los lados como Jas cofias con q u e pin- me puntas. El delantero del 'a cintura. Primera falda de cachemir con tres volantes colocados unos
novedad.
tan á la r e i n i Ana do Bretaña. F n a s flechas de on cincel, do sujetaban cuerpo lo compone u n c h a
Como se trata de una so-
lecode terciopelo negro con
, lemnidad militar, no puede
solapas d e tela d e lana en
prescindirse de que baya
la parte alta. Cuello y ador- NÚM. 1 4 . — A B R I G O PARA NIÑA DE 5 Á 1 0 AÑOS
N Ú M . 1 2 . — T R A J E .ARA NIÑA DE 1 2 Á 1 4 AÑOS u n a guerra... do mentiriji-
llas. E n u n m o m e n t o dado, nos en las m a n g a s , de ter-
y al compás de los aires más ciopelo. F a l d a redonda y
marciales, comenzará la ba- N Ú M . 1 3 . — C U E R P O PARA BAILE Ó RECEPCIÓN plegada, con palas de ter-
talla. Los caballeros acribi- ciopelo colocadas á inter-
E S T I L O LITIS XTII

NÚM. 1 8 . — A i u : : " O PARA NIÑA DE 1 2 Á 1 4 AÑOS NÜM. 1 9 . — T R A J E DE PASEO PARA SEÑORITA NÚM. 2 0 . —1):SI-'UAZ DE BAVARA DEL SIGLO XVI N'UM. 2 1 . — 1 RAJE PARA RECIBIR
NÚM. 1 G — T R A J E P/RA BECinin NÚM. 17.—DJSPRAZ I>;-: Ramo-cur.

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encima de otros. Segunda falda recogida en el costa •
de detrás de tela lisa. Tela necesaria: seis metros de
do y adornada con grandes lazos de terciopelo. Tela Pero expresaba sus deseos con u n a ingenuidad y
lana lisa y cuatro de lana rayada de doble ancho.
necesaria, diez metros cachemir doble ancho y cuatro una coquetería que eran un encanto: así es que el es-
de terciopelo. pi so soportó el yugo con placer, experimentando esa
Núm. 1 1 . (Véase Labores.) sensación que nos produce el fuerte apretón de manos
Núm. 12. T r a j e p a r a n i ñ a d e d o c e á c a t o r c e de u n amigo querido. Nos destroza los dedos, pero nos
LABORES
a ñ o s . — E l cuerpo es de siciliana azul con pechera de llena de júbilo el corazón.
muselina de seda también azul y motitas blancas. Tú- D i b u j o s a r t í s t i c o s p a r a b o r d a d o s . Núm. 2.— Todo cuanto ideaba, todo cuanto quería había de
nica de muselina y siciliana. Falda de sici'iana plega- Letras D y E del abecedario para marcar sábanas de hacerse, por estrambótico y difícil que fuera. Y como,
da todo alrededor. diario, q u e estamos publicando. aparte de esto, era angelical y buena y adoraba á su
Núm. 13. C u e r p o p a r a b a i l e ó r e c e p c i ó n , e s - Núm. 3. Conclusión del abecedario para marcar esposo y veneraba á sus padres y quería á los amigos
t i l o L u i s X I I I . — E s de tela brochada verde mar. U n pañuelos. y estimaba á los criados... á condición de que le die-
cinturón de raso verde, cerrado con una escarapela, Números 4 , 5 y 6. Marcas y bordados para pa- ran gusto, resultaba que todos... todos se complacían
sujeta la parte baja del cuerpo, que está adornada con ñuelos. en complacerla.
encaje. Mangas corlas con u n plegado de encaje suje Núm. 1. J o y e r o . —La caja, que es de madera Su vida era una serie de triunfos.
to por un lazo. Escote redondo rodeado de encajes. blanca, está forrada por fuera con terciopelo granate — Me aburro en Madrid.
Núm. 14. A b r i g o p a r a n i ñ a . — B o n i t o abrigo de y capitonada por dentro con raso oro viejo. Se adorna —Pues ve donde tú quieras.
paño de damas, gris oscuro con adornos de terciopelo exteriormente con aplicaciones d e raso oro viejo, bor- —Querría ir á París.
del mismo punto de color, ttp plegado de surah rodea- dadas con sedas de varios tonos de granate. Cordones —Me parece m u y bien.
do de grandes solapas forma el delantero. U n a ancha de seda granate y oro viejo, terminados en b o n i t a s , —Pero tú me has de acompañar.
tira de terciopelo sale de debajo de los brazos y se separan las aplicaciones. La tapa de la caja está ador — ¡Imposible!... los pleitos... los asuntos...
a n u d a delante. H o m b r e r a s de terciopelo. G r a n d e s bo- nada lo mismo, con una aplicación en forma de estre —Buscas un sustituto.
tones de pasamanería adornan las solapas. Tiras do lia y una franja todo alrededor. —Pero, mujer...
piel en el cuello y las mangas. Toca de p a ñ o gris, ple- Núm. 8. A l m o h a d ó n r e d o n d o . — L a parte de —Así me darás gusto.
gada, con un ala de pluma en el lado izquierdo. encima es de paño azul bordado con u n galón azul — E s que...
Núm. 15. (Véase Labores.) en forma de estrella, como se ve en nuestro dibujo. —No admito réplica...: es u n capricho... h o y es lu-
Núm. 16. T r a j e p a r a r e c i b i r . — E s t e traje es de Los puntos que se hacen entre el galón son de lana nes, el miércoles nos vamos á París.
lana azul marino, con adornos de terciopelo azul cla- roja. Borlitas azules y rojas rodean el almohadón. Y se iban... porque, ya lo indiqué... eran ricos, y la
ro. Cuerpo abierto sobre u n a camiseta de terciopelo Núm.i). I M s a - p a p e l e s . — Un pedazo cuadrado de riqueza es la atmósfera natural de los caprichos.
plegado, con solapas de lana azul marino. Mangas se- ladrillo ordinario se forra con una tela fuerte, te- Toda la escala posible de los deseos la había reco-
mieortas con carteras m u y estrechas de terciopelo, niendo cuidado de dejar un espacio, que se rellena rrido Elena, y si no se arriesgaba á seguir la de lo im-
Túnica muy larga de tela de lana, que cae por detrás con serrín; después se cubre e n t e r a m e n t e con u n p e - posible, era p o r q u e la bondad de su marido la de-
en pliegues rectos. A n c h a s palas de terciopelo ador- dazo de paño, y se adorna con cordones y borlas de tenía.
nan los costados. Golpes de pasamanería en la p u n t a seda. —¡Pobrecillo! ¡Es tan bueno! pensaba... ¡Me quiere
y los costados del cuerpo. Tela necesaria: once metros Números 11 y 15. P a n t a l l a s d e m a n o p a r a c h i - tanto!
de lana doble ancho y tres de terciopelo. m e n e a . — L a núm. 11 es de felpa azul, adornada con Sin embargo, la b o n d a d tiene sus límites, y entre
Núm. 17. D i s f r a z d e R a m o n c u r — Es uu ca- puntilla, cinta y un ramito de flores; la otra se adorna pedimento é informe, solía pensar que los caprichos
pricho el de querer imitar en un traje de máscara el con dos flores de girasol y profusión de plumas. Estos de su bella mitad podían traer fatales consecuencias á
de los pobres saboyanos que tienen á. su cargo la lim- dos modelos son los que están ala última moda en su ventura, y que era tiempo de ir poniéndoles coto.
pieza de las chimeneas. Pero la fantasía realiza lo im- los gabinetes elegantes. —Maridito mío, le dijo un día Elena.
posible. H e aquí cómo ha compuesto este disfraz. — ¿Qué se te ocurre, prenda amada?
Blusa de raso negro fruncida en la cintura. Un grueso — Tengo un capricho.
cordón dorado rodea el escote, y cruzando el pecho —¿Sí?
da vuelta á la cintura y va á caer por detrás. La blusa, LOS CAPRICHITOS —Pero muy grande.
m u y larga, está recogida en el lado derecho y m u y —Veamos qué es lo que se te antoja.
Elena era u n a mujer hermosa, que el lector puede —Quiero que fumes. i
caida en el izquierdo. El borde de la blusa se deshila-
figurarse á su gusto, no siendo, como no es, mi ánimo —¡Yo!
cha de modo que forma fleco. Pantalón bombacho de
en esta ocasión obligarle á que pase por el mío.
raso negro, medias de seda y zapatos de raso del mis- — Sí... como todos los hombres, como tu amigo Ló-
U n a mujer encantadora, joven y con pleno conoci-
mo color, con hebillas de oro. Gorro frigio de raso ne- pez, que no se quita de los labios el cigarro... y por
miento de sus recursos, de sus cualidades, de su po-
gro, rodeado con cintas do oro. Un cepillo erizo de cierto que fuma unos habanos riquísimos... ¡de un per-
derío.
crin negra y unas chimeneitas colocadas en los hom- fume!. .
bros completan este original disfraz. Había sido hija única, y lo que por desdicha n o
— ¡Qué horror!... De ningún m o d o . . Me repugna el
siempre suelo suceder, era también mujer única de su tabaco.
Núm. 1S. A b r i g o p a r a n i ñ a d e d o c e n c a t o r - marido, guapo mozo, rico, de m u c h o talento, gran
c e a ñ o s . - F o r m a blusa, sujeto á la cintura con una —Ya te acostumbrarás.
abogado, muy laborioso, muy metido en sus negocios
cinta que se a n u l a delante. La falda, toda plegada, y en su bufete, pero consagrando por e n t e r o sus ho- — No puede ser... siempre que h e intentado fumar
e í t á adornada en el bordo con u n a tira de piel de cas- m e h e puesto malo.
ras de asueto, digámoslo así, á adorar á su esposa.
tor. Cuello y bocamangas de piel. Triple esclavina. — ¿De modo q u e no quieres darme gusto?
Por todas las razones expuestas, Elena era extre-
Toca de paño y plegada delante y abullonada en la —Si deseas quedarte viuda...
madamente caprichosa.
copa. — No es para tanto... ¡Bien está!... Es la primera vez
No exageraría si dijese que era el mismísimo capri- que me desairas.
Núm. l'.i. T r a j e d e p a s c o p a r a s e ñ o r i t a . — E s cho bajo el aspecto m á s bonito que puede presen-
de tisú fantasía. Cuerpo forma sastre abotonado en el tarse. Y se puso muy seria y se alejó de su marido.
lado. Cuello y bocamangas de pelucht; falda plegada, — ¡Celebro haber sido fuerte! Me costará trabajo ir
H a y una gimnasia moral que se parece en todo á la
sobre la que cao una segunda falda recogida por delan- física. destruyendo sus caprichos; pero su fondo es bueno,
te y f o r m á n d o l o » / p o r detrás. Toca de ptluche con el triunfaré, y me lo agradecerá.
La curiosidad más pueril puede llegar á convertirse
ala vuelta, adornada con un ala de p l u m a . Mientras así pensaba el esposo, Elena, encerrada en
en pasión, siempre que se ejercite el deseo.
Núm. 2 >. D i s f r a z d e s e ñ o r a b á v a r a d e l s i - su cuarto, lloraba como una Magdalena.
—Bien, hija, bien; todo lo qu<3 tú quieras, le decían
g l o \¡A'B.— Cuerpo coraza de raso nutria adornado sus papas. Después de derramar las perlas de sus ojos, que di-
con galón color fuego bordado de oro. Un plegadito rían los poetas, cesó de pronto de llorar, dio una pa-
—Haz tu gusto en todo y por todo, alma de mi tadita sobre la alfombra, se secó las mejillas, se irguió
de muselina sale del escole. Mangas abullonadas. Fal- alma, le decía su marido.
d a de raso nutria con delantal bordado de oro y g u a r - y dijo:
— i Hágase tu voluntad en la tierra, si no en el cié
necida con galón como el del cuerpo. Paniers huecos —¡Fumará! Yo lo aseguro.
lo.» parecían decirle cuantos la rodeaban.
en los costados. Pouf muy pequeño. Lazos de cinta A la hora de comer el cielo estaba despejado.
Descartemos su gimnasia infantil, asegurando, en — ¿Se pasó el enfado?
en el hombro izquierdo y en la falda. Cofia bávara, do
honor suyo, que no se le ocurrió p e d i r l a luna, y pase- -Sí.
raso color fuego bordada de perlas, con un gran velo
mos por alto su gimnasia adolescente para no ver su-
de gasa. Medias y zapatos de seda nutria. —Lo celebro.
frir á los aspirantes á su amor.
Núm. 21. T r o j e p a r a r e c i b i r . - De lana lisa co- —Gracias.
I n d i q u e m o s á la ligera, y como de pasada, que al
lor tórtola y lana rayada rosa y blanco. El cuerpo de Desde aquel día, á todas h o r a s y con cualquier pre-
dar su blanca mano al que era su marido, h a b í a te-
tela lisa está adornado delante con tiras d e galón y texto, h a b l a b a Elena de López. E r a amable, cortés,
nido y realizado multitud de caprichos, como, por
abierto sobre una camiseta de snrah rosa, acabando bien parecido; por su talento y su carácter merecía ha-
ejemplo, los de casarse en martes, no viajar d u r a n t e la
en punta. Cuello alto y mangas lisas. P r i m e r a falda cer una buena boda; sus consejos debían servir de norte
luna de miel, obligar á s u cónyuge á que cambiase s u s
mitad lisa y mitad rayada. Segunda falda, de tela lisa para su marido. «¡Debías vestirte con su sastre! ¡Tiene
patillas por barba corrida, viajar á los dos meses de
recogida en el costado y con un volante en el borde, de casada, en pleno invierno, recibir los días 13 de cada un gusto para elegir las telas! ¡Qué conversación tan
pliegues escalonados, hecho con tela rayada. Recogido mes, y así por el estilo. entretenida la suya! E s h o m b r e de ingenio. ¿Y opor-
tuno? ¡Sobre todo simpático y distinguido!»

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— ¡Entendido! pensaba el abogado. Te conozco...; Yo soy quien le surte de tabaco habano... Los mejo- recrea usted en la alhaja... añadió al ver abierto el es-
tú quieres que fume, pero ni por esas. res cigarros son los que proporciono á todas las per- tuche. Es una maravilla.
—Lo he llevado á casa de uno de mis clientes para
H a r t o sabía que su adorada Elena era incapaz de sonas distinguidas de Madrid... La señora quería una que lo viera su señora, y le ha entusiasmado.
manchar su pensamiento, no ya con u n capricho peca- caja de brevas escogidas.. h e venido... me iba á pa- —¡Ya lo creo!
minoso, pero ni siquiera con una idea que pudiera gar... cuando usted... creo que usted es el a m o , y por —Quiero otro igual, dijo á su esposo.
empañar la pureza de su alma. eso... ¡Pobre señora... se ha llevado u n susto!... ¡Dio3 — Eso sí que es difícil, al menos por ahora. El artí-
quiera que no le cueste caro! fice que ha ejecutado esa maravilla, no podrá trabajar
—Pero, señor, ¿qué le pasa á mi marido? pensaba en algún tiempo.
ella... Quiere salirse con la suya... Ni hiriendo su amor — ¿Cuánto vale eso? —No... no creo que mi cliente sea un marido tan
propio puedo lograr que realice mi anhelo... Estaría —Ciento cincuenta pesetas, y lo que usted tenga generoso como yo.
t a n guapo con u n a regalía en la boca, arrojando bo- voluntad. —La verdad es que usted se ha lucido.
canadas de h u m o q u e se perderían en el espacio... —Quiero mucho á mi mitad.
—Tome usted... F u é un error... Usted dispense. No — No es lo que se acostumbra entre las personas de
¡Oh! Quiero verle así, y le veré... ¿No sufre su amor cuente usted á nadie lo que ha visto... Seré su parro, viso.
propio?... Pues heriré más hondo. quiano. — P e r o verá usted qué ocurrencia tan peregrina ha
Durante quince días no volvió á hablar de López; — Muchas gracias... ¡Oh! sí; puedo servirle como na- tenido mi cliente... quizás usted podrá indicarme...
para que yo le informe.
pero estaba intranquila, displicente, reservada... die conchas, imperiales, regalías... —Si puedo, con el mayor placer
—¡Malo! ¡Esto sí que es malo! se dijo su consorte. —Bien, bien, vayase usted. —Figúrese usted que, al oir las súplicas de su costi-
—¿Qué tienes? le preguntaba. — E n cuanto fume usted una de esas brevas, ya me lla... que p o r añadidura debg estar en estado intere-
—Nada. dirá lo que es b u e n o . sante... ¡pues un antojo! figúrese usted, repito, que
— ¿Me g u a r d a s rencor? viéndose obligado á ofrecer unílderezo lo más pareci-
La reacción fué digna de la revolución. do á éste, á su cara mitad, me dijo cuando salimos á
—¿Por qué? —¡Soy un loco... un miserable! Dudar de su virtud... la calle: «Yo no puedo gastar ahora lo que de seguro
—Porque no fumo. Es caprichosa, pero buena... ¡Oh, Dios sabe! El susto vale una joya como esa, que en mal hora ha enseñado
-¡Bah! ha sido terrible... usted á mi mujer; pero he hecho la oferta, y la conoz-
co; es capaz de enfermar si no la cumplo. P a r a salir del
Impenetrable... ¡Era una estatua de mármol! Y cayendo á sus pies: paso mandaré hacer otro aderezo con piedras falsas,
—La observaré, pensó el abogado. — ¡Elena! ¡Vida mía! añadió. Soy un menguado, un... ella creerá que los brillantes son verdaderos, y con
E n las reuniones á que asistían, él jugaba al tresillo, Vamos... vuelve en ti... ¡Perdóname!... ¡Perdóname!... unos cuantos miles de reales salgo del paso.
ella bailaba... Era un capricho antiguo, y respetado por Elena suspiró débilmente... abrió los ojos muy des- — Algunas señoras hacen eso.
su antigüedad. López bailaba también. U n a noche vio —¿Sí, eh? ¡ Vea usted lo que son las mujeres! Yo no
pacio, y al ver á su marido á sus pies: creía... así es que dije á mi cliente: Lo que usted pre-
el abogado que su amigo servía de caballero en un ri- —¡Monstruo! exclamó levantándose. |Huye... h u y e tende, es imposible.—¿Por qué no pregunta usted en
godón á su mitad. Los dos h a b l a b a n con mucha ani- de mí! casa de Ansorena, si allí se encargarían?... añadió.
mación. —Lo que es aquí, no, señor, de ningún modo, in-
— ¡Esposa!...
¿Qué signilicaba aquello? Desde aquel instante espió terrumpió el dependiente. J a m á s ha entrado ni entra-
—Eres indigno de mi afecto... Me voy con mis rá en esta casa una piedra falsa...
á su mujer. papas... —Eso objeté, dijo Antonio visiblemente turbado,
Dos días después salía la doncella del gabinete de —¡Elena!... ¡Vida mía!... porque veía que toda la habilidad que empleaba era
su ama con un papel en la mano. El marido que —No, no soy tu Elena... inútil.
acechaba, aprovechando la oscuridad del pasillo, la . —¡Bonito genio tiene mi principal! Si alguien le pro-
—Imploro tu perdón. pusiera semejante cosa, le ponía de patitas en la calle.
detuvo. —¿Quieres que te perdone? —Natnralmente. Yo, de todos modos, no pudiendo
—Entre usted aquí, y silencio, le dijo, llevándola á —Es mi deseo. librarme del compromiso, ofrecí á mi cliente indagar.
una habitación próxima. —¿Estás arrepentido, verdaderamente arrepentido? Es persona á quien desearía servir... m u y rico, pero
—Señor. muy tacaño... Si usted pudiera indicarme,., por supues-
—Te lo juro. to sin que yo revele el origen de mis noticias, si hay
—¡Silencio!... Venga esa carta y... ¡ay de usted si dice —No basta. Pruébamelo. a l g u n a casa que venda ó haga aderezos...
algo de lo que acaba de pasar! — Ordena, y obedeceré. — Siento no poder complacer á usted... Lo ignoro
L a doméstica juró guardar el secreto. — Abre esa caja de cigarros.,, coge uno... e n absoluto. /
El marido leyó la carta dirigida á López, y conce- —¡Bah! no se pierde nada... Con decir á mi cliente
—Pero... que no he podido averiguar... Acaso se decida á on-
bida en estos términos: cComo le dije á usted, estoy —¿Lo ves?... cargar á ustedes otro aderezo... Pero si ese oficial do
resuelta á todo... Mañana, de dos á cuatro, tiene que —¡No, no, ya te obedezco! quien m e ha hablado usted está enfermo.,.
informar mi esposo, estaré sola, y si cumple usted lo —Enciéndelo... ¡Ajajá!... Ahora te creo. Ven á mis —No, señor, está sano y bueno; pero anda oculto
ofrecido, mi gratitud será eterna.» porque le persigue la justicia,
brazos! —¡Cosa más rara!
Y respirando fuerte, mientras su esposo ponía una —Era un h o m b r e de bien, trabajador, inteligente,
Al día siguiente... lo primero que hizo el abogado cara que daba grima para chupar el puro: unas manos de hada... Sostenía á su madre... en fin,
fué pedir la suspensión de la vista, lo segundo afei- —¡Ah! añadió. ¡Soy la mujer más feliz de la tierral no tenía pero.
tarse la barba dejándose las antiguas patillas, lo ter- —Entonces...
Con cuyo motivo, su marido sigue fumando para —Llegó para él el funesto cuarto de hora; se ena-
cero colocarse en acecho para sorprender á los cul-
darle gusto y pagar el silencio del vendedor de bre- moró perdidamente de una joven modista que pasaba
pables.
vas, que ha contado en secreto á todos sus parroquia- todos los días dos veces lo menos por la Carrera para
Hacía un frío atroz. A cosa de las tres vio el aboga- nos la escena que presenció. ir á su obrador. E r a una loca, le sorbió el seso, le
do que un h o m b r e alto y esbelto, m u y embozado en obligó á descuidar sus deberes filiales; le hizo holgazán,
Lo que prueba... Acaben las señoras la frase. y, lo que es aún peor, le inspiró ideas que j a m á s había
u n a capa y con sombrero hongo, entraba en el portal
JULIO NOMBELA. tenido. E n una palabra, abusó de la confianza de nues-
de su cafa. tro principal, y fué preciso denunciarle. Todo por esa
— ¡Es él!... pensó; se ha disfrazado para no ser reco miserable, que no le hacía caso, que le pagaba con
nocido. desprecios y humillaciones los sacrificios, y que con
U N ADEREZO DE BRILLANTES los recursos y las alhajas que le ha dado su amante,
L a ira ardía en su pecho y le cegaba. anda ahí en coche y tiene cuanto quiere, mientras el
— ¡Pero es posible... Señor... es posible que el capri- pobre chico sabe Dios dónde estará, huyendo de que
cho ciegue de ese modo! MARIO L ARA la justicia, que le busca, le eche la mano encima.
Fuera de sí, subió á su cuarto y llamó con gran es- Antonio pudo mirarse en aquel espejo, y se miró;
trépito. (Continuación) (1). pero apartando rápidamente la vista de aquel cuadro
que podía ser muy bien el de su porvenir:
lEl amo!... oyó decir... y luego oyó también pasos IV — ¡Es curiosa esa historia! dijo. ¿Y cómo se llama
precipitados y golpazos de puertas que se cerraban. —Vengo á pagar el aderezo que encargué y me lie • ella?
Nuevos y repetidos campanillazos. varón ustedes á casa, dijo Antonio entrando en casa —La conoce todo Madrid por el lujo escandaloso
de Ansorena después de abandonar la Bolsa. que h a desplegado... Usted h a b r á oído hablar de ella,
La p u e r t a se abrió al fin.
—¿Para q u é se h a molestado usted? No corría prisa, por lo menos... La llaman la marquesa de la Percalina.
—¿Dónde están los culpables? gritó, sacando del dijo el dependiente mayor. —Sí... en efecto... h e oído referir sus locuras. ¿Y él?
bolsillo un revólver y corriendo al gabinete de su es- —No m e gusta tener deudas. —¡El no es tan conocido!... Pero goza en el gremio
posa. —Por eso goza usted de tanto crédito. de alguna celebridad... le nombran Martín Pieri.
—Muchas gracias... pero denio usted la factura. —¿Es italiano?
La puerta estaba cerrada, y la golpeó con furia. —El no... nació en Madrid... Su padre era napolita-
— Si usted se empeña...
—¡Por el balcón! oyó decir. El dependiente buscó en Una cartera la cuenta de no. Vino á E s p a ñ a cuando la guerra civil...
— ¡Oh! no... la altura es grande... me rompería la ca- Pefialver, mientras Antonio sacaba del bolsillo un — De modo qne su pobre madre...
beza, respondió u n a voz de h o m b r e algo agitada. paquete de billetes de Banco. —Se halla en la mayor miseria.
—Aquí está... son treinta mil pesetas. —¡Pobre mujer! Si supiera usted las señas de su
—¡Ab.iid... abrid, ó echo la p u e r t a abajo! casa, le enviaría con mi criado algún socorro.
—¿Nada menos?
La puerta cedió, y al entrar en la estancia vio á su —Se le ha servido á usted al darle en ese precio Las sé... |no he de saberlas! Mi principal, que es
esposa desmayada sobro un canapé y á un h o m b r e a u n a joya que vale cuarenta mil. bueno, a u n q u e parece tan vivo de genio, ha acudido
quien no conoció: — E s precioso, en efecto, el aderezo. Precisamente en su auxilio varias veces. Aquí están las señas, aña-
— ¡No es López! aquí le llevo, dijo Antonio sacando el estuche del bol- dió el dependiente escribiéndolas con lápiz en un
sillo del gabán, mientras el dependiente contaba los papel.
—No, señor... vengo de su parte... pero... —Muchas gracias, y adiós... Me he entretenido de
billetes que acababa de entregarle.
—¿Quién es usted?... La verdad, ó le nj.nto. —Está m u y bien... Gracias, Sr. Pefialver. ¡Ah! se masiado.
— ¡Eh! poco á poco .. Guarde usted ese revólver... —Que usted lo pase bien, Sr. Pefialver: á los pies
(1) Véanse los números .uik'nonw. de la señora.

Ayuntamiento de Madrid
Antonio no había logrado su objeto; pero la histo- que pueden asistir señoras. E s decir, el único no: por- El público español ha aplaudido casi todas sus obras
ria del artífice le inspiró u n a idea. que también el baile con que obsequia á las damas gitaneadas al castellano, digámoslo así.
Al salir d é l a joyería miró el papel, y llamando á todos los años el Círculo de la Unión Mercantil, es Terminaré mis Ecos con un recuerdo de este ilustre
un cochero que pasaba, abrió la portezuela y dijo al centro de reunión de lo m á s distinguido y lo m á s escritor.
auriga: agraciado. ¡Ah! Pero en los salones aristocráticos se Estaba haciendo una obra en colaboración con Le-
—Calle de la Fe, núm. 14. pasan horas deliciosas, horas que hacen olvidar agi- gouvé, y no hallaban ni el uno ni el otro el desenlace
Poco después llegaba á u n a casa de pobre aparien- taciones, que alejan las tristezas de la vida para ofre- deseado.
cia, y penetrando en el portal, halló á una mujer en cernos los más risueños y encantadores horizontes. U n a tarde se presentó Labiche en la portería de la
un chiribitil que hacía las veces de portería. —Cuénteme usted. casa de su colega, y hallando á la portera, sin más
—¿Adonde va usted, caballero? le dijo. —¡Qué exhibición de trajes v de joyas! preámbulo exclamó:
—¿No habita aquí una anciana q u e tiene un hijo —Sí, ¿ch? —Diga usted al Sr. Legouvé que, después de pen-
platero? —Figúrese usted que en el baile d e la Embajada sarlo mucho, veo que el mejor medio de salir del paso
—La señora Nemesia debe ser. francesa había m á s de cien señoras, todas elegantísi- es matar al conde, y que yo m e encargo de ello.
—Ciertamente. mas y en su mayoría luciendo preciosas esmeraldas. Acto continuo se alejó, y la portera, despavorida, co-
—Pues aquí es, sí, señor.., ¿Qué se le ocurre á usted Cuatro ó cinco aderezos de brillantes, parecían los rrió á dar parte á la autoridad de lo que acababa de
—Quería verla. planetas en torno de los cuales giraban multitud de saber, para evitar un crimen.
-- Si es para cosas de su hijo... estrellas. Inútil es decir cuál fué el resultado de la denuncia...
—No por cierto... u n a señora h a tenido noticia d e — ¡Hermoso golpe de vista! U n a carcajada, q u e se anticipó á las de los especta-
las desgracias de esa pobre mujer, y m e envía para — ¡Encantador!... Pues ¿y en la Embajada inglesa? dores.
informarme de su situación y socorrerla de su parte. Allí estábala infanta Isabel, y llevaba un traje azul con
•—Pues bien venido sea usted, y Dios se lo premie. flores ¡de un gusto, de una distinción!... ¡Allí sí que pa- JOAN DE MADRID
—A mí no, á la señora. recían los brillantes estrenas sobre un cielo sereno y
—Para el caso es lo mismo, como dijo del otro. E n límpido! La condesa de Guaqui se destacaba sobre las
todo el barrio no h a y quien quiera mal á la Sra. Ne- otras damas con su prec oso traje negro, que orlaba
mesia, ni á su hijo tampoco; no, señor. Porque mozo en el escote una guirnalda de claveles rojos, y la joven PREGUNTAS Y RESPUESTAS
mejor no lo ha habido en muchas leguas á la redon- duquesa de Santovenia ostentaba un sol de brillantes
da, aunque me esté mal el decirlo. Que u n a arrastráa en la cabeza, dando lugar á que sus admiradores le A. P., Arahal.—~E¡Ti casi todos los números hay mo-
¡Dios la perdone! le cogió por su cuenta y le volvió de dijeran: «Jamás habíamos visto, lnista esta noche, dos delos de trajes y abrigos para niñas. También de
arriba á abajo. Eso, á cualesquiera cristiano le sucede. soles reunidos.» La condesa sonreía, y entonces á los cuando en cuando s e publicarán para niños, como
¡Hay cada lagarta p o r esos mundos! Además que na- soles acompañaba la aurora. usted desea.
die está libre de una mala tentación, y h o y por t i y Magnolia Mensajera, Zaragoza.—Consultado el doc-
. —¡Precioso cuadro!
mañana por mí... ¿Está usted? Así es q u e el chico, tor, dice que la ciencia no eonoce todavía ningún me-
—¿Y qué diré del baile de los duques de Kivas? Allí
que tenía unas manos de ángel, so encalabrinó, y dio de quitar las marcas do las viruelas, por m á s que
brillaban la señora de Cánovas del Castillo, con un
¡adiós m i dinero! Yo no la conozco á ella, como tam- se anuncian varios como eficaces al efecto, y añade
magnífico traje grana cubierto de ricos encajes; la mar-
poco á usted, nada más que para servirle; pero la h e que sólo quedan cicatrices de las pústulas cuya costra
quesa de la Laguna, que ostentaba como adorno en la
echado m á s maldiciones que pelos tengo en la cabe- ha sido arrancada antes de caerse naturalmente. Sien-
cabeza su cifra y su corona de brillantes, y allí tam-
za. Antes, Martín era u n modelo de hijos; primero le to no poder satisfacer d e mejor m a n e r a sus deseos;
bién la ilustre escritora Emilia Pardo Bazán lucía
faltaba la luz al sol, que á su madre todo lo que nece- pero al menos, ya lo ve usted, aunquet riste, la ciencia
dos clases de joyas á la vez, las de su adorno y las
sitaba, y hasta con lujo. E l , ni u n a palabra mala; es sincera.
de su ingenio. E n fin, no terminaría m i relato si
salía y entraba, y jamás se le olvidaba decir: ¡buenos hablase del banquete en la Embajada d e Alemania, J. 11., Valencia.—Para luto no se llevan más pieles
días, seña Nicanora!' ¡buenas noches seña Nicanora! de la recepción de los marqueses de Narros, de la se- que el Astrakán ó sus imitaciones.
Así m e llamo yo, para lo que usted guste mandar. ¡Y sión de hipnotismo en casa de los marqueses de Mon- .7. P., Santander.— Remitidas las medidas que envió
nada, t a n callado! Se recogía temprano, y ¡trabaja que' roy. Esto sería el cuento de nunca acabar. usted á París; desde allí le enviarán los patrones que
te trabaja! Pero desde que conoció á esa condenada... desea á la mayor brevedad.
—Cuento que, por lo visto, tendría que añadirse á M. C de M., Jerez de la Frontera.— Procuraré com-
se volvió la tortilla. Espera que te espera p o r las no- los de las Mil y una noches.
ches, y ¡que si quieres! Su pobre madre lloraba como placer á usted e n el periódico, ó p o r carta, lo m á s
— Pues para el 15 del actual anuncia la Embajada pronto posible. Gracias por su bondad.
una Magdalena,—Tenga usted pecho, mujer de Dios, china otra fiesta, y h a b r á bailes de niños en dos ó tres
la decíamos las vecinas. El mozo es bueno; él volverá palacios, y luego, si el tiempo favorece, las tardes del L A SECRETARIA
al redil.—Ni por esas. ¡Claro! para dar consejos todos Carnaval en Recoletos y la Castellana serán intere-
servimos; pero tomarlos... esa es la madre del corde- santes. Afortunadamente la Cuaresma vendrá á ofre-
ro. E n íin, que á la postre sucedió lo que nos maliciá- cernos el recogimiento y el descanso.
bamos: el chico tuvo u n mal pensamiento, y luego
otro... hasta que, para que no le metieran en chirona, PASATIEMPO
Me despedí de mi interlocutora después de oir su
tuvo que escurrir el bulto, y si no fuera por las bue- amena conversación, y voy á continuar por mi propia
nas almas ¡Dios sabe qué sería d é l a pobre mujer! Ella cuenta recogiendo los ecos de la novela de la vida.
SOLUCIONES DEL PASATIEMPO DSL, N Ú M . o . "
es una santa. Todos la compadecen y la estiman. Así A la charada: O'.MISA.
es que si usted la trae una limosna, le vendrá de peri-
lla, como dijo el otro. Pero le estoy entreteniendo con Carlos Coello h a querido con su nueva comedia Al cuadrado:
mis habladurías, y eso q u e á m í á callada no hay ha mujer de César demostrar que no basta á la her- A M A I)
quien m e eche la pata. Suba usted, caballero... E n lo mosa mitad del género h u m a n o ser buena, sino que M O D A
último verá usted á su derecha una puerta, arrempú- necesita parecerlo. A D A M
jela usted y verá u n pasillo. E n t r a usted en él, se Como esta tesis está presentada por el arte y des- D A M A
vuelve usted á la izquierda, llama usted en una puer- arrollada por el ingenio, el público que'asiste al teatro H a enviado la solución de la charada la señorita
ta que tiene el núm. 8, muy grande, y allí es. de la Comedia aplaude al autor. doña M. 0 . de M., de Jerez de la Frontera.
Antonio iba subiendo la escalera mientras la porte-
ra terminaba su interminable retahila. Brillante ha sido la inauguración d e los conciertos
Poco después llamaba á la puerta del n ú m . 3 y
se hallaba en u n a mísera guardilla, en presencia d é l a
en el Circo del paseo de Recoletos. Ofrecía el progra-
ma la Sinfonía pastoral,de Beethoven, algo de Rubios- A LAS S E M A S SUSCRITORAS DE MADRID
anciana madre del joven lapidario, á quien buscaba tein, algo de Berlioz, el famoso coro de las Bacantes A fin de. simplificar el reparto en Madrid y ])ara que
con esperanzas d e encontrarle, si no se malograba de Gounod y un scherzo del director de la Sociedad, no se cometan errores dando distintos números de orden
también u n plan que había fraguado. del insigne Bretón. á las señoras suscritoras, en lo sucesivo no se numerarán
Y todo por la mujer que le había humillado, miem- El éxito fué completo. Las manos que obedeciendo con el número de. orden más que el vale de la cubierta
tras su angelical esposa le juzgaba ocupado en labrar al entusiasmo aplaudieron á Beethoven, saludaron del del número del periódico que corresponda á la primera
con la inteligencia y el trabajo la fortuna que habría mismo modo la creación del maestro español. semana de cada trimestre natural. Pero todos los rales de
de consolidar en el porvenir la felicidad que creía dis- —Es lo mejor que ha producido Alemania, el gran cada trimestre llevarán el número correlativo del peñó
frutar. Beethoven, decían á un alemán que estaba en u n dico, y para tener opción á. los Bonos del regalo, será pre-
(Se continuará.) palco. ciso entregar al repartidor, en la forma y tiempo indica-
—¡Oh, no!... contestaba él; lo primero es Federico dos en las Bases de snscrición consignadas en la cubierta,
el Grande. tantos vales como números del periódico hagan corres-
— Desengáñese usted, contestó u n a señorita. Fede- pondido al trimestre natural.
rico el Grande conquistó unos cuantos pedazos de Para el actual trimestre, á pesar de llevar número de
E C O S D E L A . N O V E L A D E L A Y11 ).\ tierra y algún q u e otro trono de inferior cuantía. En orden los vales de las cubiertas correspondientes á los nú-
cambio, el gran maestro conquistó y sigue conquis- meros 1, 2, 3 y 4, servirá para los efectos del sorteo el
—Bien, ¿y usted? tando todos los corazones que laten en el universo. primero.
— ¡Yo, cansada!.. ¿Le parece á usted poco trajín el
que impone la sociedad á u n a mujer que quiere di
PARA SUSCRICIONKS Y HECÍ.\M»CIO\.T.S DE M A O R I P ,
vertirse? Los sastres celebran todos los años en París ina APÚPASE AI. CGNTHO DE D. ANTONIO ROMO, CALI T. IIB
—No lo dudo. fiesta en la q u e procuran fijar las modas que la etique- S \ N B e i i N A K I i o , 4 8 , PRINCIPAL ( E N T R A D A COK I . A T Ü A -
—Considero usted q u e los bailes, las recepciones ta exige. Recientemente se presentaron con el frac YBSÍA DE H C H U Z V K h P E ) ó Á LA ADMIM>TIIACIÓ.\: S E -
y los banquetes se suceden; que las empresas d e tea- negro y la corbata blanca tradicionales; pero, en vez RRANO, 8 3 , 2 . ° , DE 1 0 A 5 .
tros, sin consideración á nuestro pobre cuerpo y á del pantalón, llevaban calzón corto y inedia de seda
nuestro agitado espíritu, estrenan obras de interés, de negra» Algunos atrevidos innovadores lucieron frac y r
importancia y que no es posible faltar á los estrenos.
—Ciertamente.
—Como si esto no fuera bastante, la Sociedad d e
medias azul celeste, y chaleco y calzón blancos.
—-Perdonen ustedes, dijo uno al verse en el salón;
creía asistir á un baile serio, y veo que me he metido
La Ultima JILoda.
Conciertos h a anticipado este a ñ o s u s interesantísi- en un baile de máscaras. %z R E P A R T E U N N Ú M E R O CADA S E M A N A
mas audiciones. Los sastres no han logrado este año d a r un solo Precio de cada número llevado á domicilio:
—¿Y toda señora de buen tono...? paso en el camino de la novedad.
— ¡Claro! debe asistir por deber y por gusto á esas 95 t'¿:.vri.uoK I>ÍS I»KKE<:T*
¡l'or esta vez, no han conocido el paño!
sesiones en las que el divino arle es consolador rocío E n Madrid, Barcelona, Valencia y Zaragoza se
para el alma agitada. admiten suscricionos por conducto de los Centros d e
P o r añadidura, el Carnaval, lleno d e impaciencia, Francia h a perdido á uno de sus más celebres, ilus- repartidores comisionados al efecto.
ha obligado á ideaT disfraces para el baile de masca tradOS y á la vez ehi-losos autores dramáticos: Euge-
ras de la Sociedad do Escritores y Artistas, único al nio Labiche. Inipi->it,'. il • F. Rublno3, plftía ilc la Pnj.n, 7 liis.

Ayuntamiento de Madrid

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