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TRABAJO PRÁCTICO - HISTORIA DEL ARTE IV

PROFESORA: GRACIELA CORBETTA

ALUMNA: CLAUDIA PALMERI

4to. AÑO

ALEXANDER CALDER
ESTADOS UNIDOS, 1898–1976
Alexander Calder fue un ingeniero y escultor estadounidense que se trasladó al
efervescente París de los años 20 y comenzó a crear figuras de animales
en madera y alambre. Poco a poco las fue simplificando hasta llegar a la abstracción y
descubrió que ganaban en dinamismo si se movían en realidad. Nacieron así sus
innovadores móviles o chupin (juguetes móviles colgantes), que acabarían por ser el
germen de la escultura cinética.
Calder empezó con esculturas relativamente pequeñas, pero con el paso de los años
estas fueron creciendo hasta llegar a esculturas monumentales, que acabaron el calles
y plazas de las principales ciudades del mundo. Sus móviles (bautizados así por Marcel
Duchamp) eran complejas estructuras de formas orgánicas abstractas, por lo
general suspendidas en el aire, que se balancean de forma suave y armónica. El
movimiento rotatorio, casi imperceptible, consigue que las piezas de esas esculturas
van cambiando de forma, haciendo infinitas esculturas de una sola.
También se interesó por las sombras que proyectaban sus móviles, tan cambiantes
como la pieza en sí, por lo que empezó a cuidar la iluminación de los espacios
expositivos. Además, otro factor interesante y novedoso fue el sonido, y lo tuvo en
cuenta en sus obras, ya que estas estructuras chocaban unas con otras.
Una influencia básica en su obra, además de Arp, fue la de Mondrian, artista que le
causó un gran impacto por su serena sencillez y sus colores puros. A modo casi de
homenaje, Calder apenas se sirvió de colores en su obra. Negros y blancos fueron sus
favoritos, con el añadido ocasional de los tres primarios y un par de secundarios.
Ingeniero y escultor, Calder fue el típico artista estadounidense que se trasladó a París
en los años 20 y comenzó a crear figuras en madera y alambre. Poco a poco las
fue simplificando hasta llegar a la abstracción y descubrió que ganaban en dinamismo
si se movían en realidad. Nacieron así sus innovadores móviles

Lo que vemos aquí colgando es una de estas simples pero complejas estructuras de
formas orgánicas abstractas suspendidas en el aire, que se balancean de forma suave y
armónica. El movimiento rotatorio, casi imperceptible, consigue que las piezas de esas
esculturas van cambiando de forma, haciendo infinitas esculturas de una sola.
Como podemos observar, Calder se interesó por las sombras que proyectaban sus
móviles, tan cambiantes como la pieza en sí, por lo que empezó a cuidar la iluminación
de los espacios expositivos. Además, otro factor interesante y novedoso fue
el sonido, y lo tuvo en cuenta en sus obras, ya que estas estructuras chocaban unas
con otras.

Alexander Calder nació el 22 de julio de 1898 en Filadelfia, Pensilvania, hijo de


Alexander Sterling Calder, un escultor de segunda generación, y su esposa pintora,
Nanette. Con un abuelo y un padre, Alexander Milne Calder, que fueron artistas
aclamados, el primero creó la colosal estatua de William Penn ubicada en lo alto del
Ayuntamiento de Filadelfia y el segundo talló la figura de George Washington en el
arco del Washington Square de Nueva York.
Por una variedad de razones, la familia de Calder estaba en constante movimiento.
Antes de los 17 años, Calder había vivido en al menos diez casas y apartamentos
diferentes en ciudades desde Filadelfia hasta Pasadena. Afectuoso y amante de la
diversión, el joven Sandy, como lo llamaban, tenía su propio taller a la edad de 10
años. Aunque los dos niños recibían una asignación semanal de solo 5 centavos,
ganaban dinero extra modelando para sus padres a un buen precio, de 12 1/2 centavos
la hora. Sandy tenía unos 4 años cuando posó para el bronce de 49 pulgadas de alto de
un niño desnudo, Man Cub, ahora en la colección de la Academia de Bellas Artes de
Pensilvania.
Desde temprana edad, Calder se sintió intrigado por los animales y el espectáculo.
Siendo precoz y hábil con sus manos, podía, además, hacer cosas a su medida. Creó
una jaula de león recortando una caja de leche con cintas y transformó una caja de
embalaje en un castillo con un puente levadizo con portón, poblándolo con la realeza
adornada con sus coronas de latón y lacre especialmente diseñadas. El talentoso niño
también improvisó varias arcas de Noé e hizo un perro y un pato en miniatura con una
lámina de latón como regalo para sus padres. Entre sus herramientas favoritas se
encontraba el regalo de su hermana: un par de alicates de 70 centavos. (Años más
tarde, Calder compraba los alicates de Bernard por caja y decía que nunca salía de casa
sin un par.) Después de una gran tormenta en Pasadena en 1908, recogió chatarra de
cobre dejada en la calle por los reparadores y con ella hizo joyas para las muñecas de
su hermana, los marcos de los paraguas y un hierro con la marca C circular como los
que lo intrigaron en Oracle, Arizona, donde vivió la familia por última vez. Como
artista, marcó su propio trabajo con una gran C entrelazada con una A.
En 1915, Calder se matriculó en el Instituto de Tecnología Stevens en Hoboken, Nueva
Jersey, para estudiar ingeniería mecánica.
Después de graduarse, Calder trabajó alternadamente durante los dos años siguientes
como dibujante, asesor de una revista de comercio de madera, experto en eficiencia,
investigador de compañías de seguros, vendedor ambulante de equipos de jardinería
motorizados, bombero en un barco y empleado de una tienda en un campamento
maderero. Sin olvidar nunca las cosas que le intrigaban en ese entonces, el artista
maduro las adaptó a nuevos propósitos.
Calder no estuvo en Europa mucho tiempo y regresó brevemente a Nueva York. Ir y
venir entre Estados Unidos y Europa se convirtió en su modus operandi, y durante el
resto de su vida, intentaría pasar parte de cada año tanto en Francia como en Estados
Unidos.
De vuelta en París, luego de su primer regreso a NY, Calder comenzó a montar su Circo,
una consecuencia de su pasión por los juguetes, para amigos e invitados.
Calder formó a sus artistas a partir de cosas como pedazos de alambre, fieltro, madera,
cuero, papel, cuerdas e incluso tuercas y tornillos. Al principio, empaquetaba el molde
en miniatura y sus accesorios en dos maletas. Unos años más tarde, necesitaba cinco
maletas para guardar los setenta miembros del reparto que había creado: acróbatas,
un tragaespadas, trapecistas, un domador de leones, un hacha y un lanzador de
cuchillos, junto con sus accesorios, jaulas y la pista de circo en la que muchos de ellos
arriesgaron la vida. De vez en cuando, se llamaba a dos asistentes de ambulancia
tambaleantes para que se llevaran a alguien en una camilla. Después de anunciar cada
acto en voz alta y con dramatismo, el artista manipulaba las formas él mismo. Las
actuaciones duraban alrededor de dos horas y eran acompañadas con música de una
Victrola. Los invitados, a quienes se les habían enviado invitaciones de linóleo creadas
personalmente por Calder, comían maní mientras se sentaban en gradas que él había
improvisado con cajas de champán.
Antes de cumplir los 30, Calder también comenzó a trabajar en una asombrosa serie de
retratos de personalidades populares -Calvin Coolidge, Jimmy Durante- y de nuevos
amigos como el artista Fernand Leger. De regreso a Francia, conoció al surrealista
español Joan Miró y, todavía buscando el éxito monetario, se apresuró a realizar shows
en París, Nueva York y Berlín, en total, cuatro en cuatro meses.
Hasta que conoció a Louisa Cushing James en el barco de regreso a Nueva York en el
verano de 1929. Tenía una pequeña herencia de la que los dos podían vivir
modestamente. Se casaron en enero de 1931.
El año en que Calder conoció a su futura esposa también marcó un punto de inflexión
en su carrera. Unos meses antes de sus nupcias, un amigo lo llevó un viernes al estudio
de Piet Mondrian en Montparnasse, quien había visto su Circo una noche y quería
conocerlo. Mondrian, un esteta demacrado que compartía con Calder el amor por la
danza, había transformado su atelier en un ambiente dramático, con altos muros
blancos, luz a raudales a través de dos grandes ventanales, una victrola roja y una serie
de rectángulos de colores adheridos a las paredes. Fue un lugar donde Calder se dio
cuenta de que «aunque había escuchado la palabra ‘moderno’ antes, no conocía
conscientemente ni sentía el término ‘abstracto'». El estadounidense sugirió al
holandés que de alguna manera animara los bloques de papel amarillo, rojo, azul,
negro y blanco. Calder imaginó cómo podrían «oscilar en diferentes direcciones y en
diferentes amplitudes» usando el lenguaje de la ingeniería. Mondrian, un poco
desconcertado por la idea de Calder, objetó. Pero para Calder, la experiencia fue
transformadora. «La visita a Mondrian me dio la conmoción que me convirtió. Fue
como si hubieran abofeteado al bebé para que sus pulmones comenzaran a
funcionar».
Durante las siguientes cuatro décadas y media, Calder hizo principalmente escultura.
Nunca se cansó de encontrar nuevas maneras de suspender, desde barras lineales,
pistas circulares y torres triangulares, cada combinación concebible de esferas, discos,
conos y otras formas geométricas sólidas, así como formas biomórficas planas pintadas
en colores primarios.

CALDER Y EL AULA MAGNA

En varias ocasiones críticos y periodistas llegaron a preguntarle a Calder cuál era su


obra de arte o proyecto favorito, y Calder nunca dudó, a pesar de que tenía miles de
opciones de una carrera que abarcaba cinco décadas, de citar los paneles acústicos
que ejecutó en 1952 para el Aula Magna, la sala de conciertos de la Universidad
Central de Venezuela en Caracas. Irónicamente, las grandes formas ovoides que
parecen flotar por el techo, cerca de las paredes laterales de este encantador auditorio
siguen siendo uno de los aspectos menos conocidos del legado del artista. Calder
consiguió el encargo de la misma forma que consiguió muchos otros, con un poco de
valentía. El arquitecto Carlos Raúl Villanueva quiso poner un móvil en la terraza
exterior del Aula Magna; Calder quería algo más grandioso a la vista en el interior. Con
gran confianza, el escultor dijo que podría diseñar los paneles acústicos para la sala de
conciertos.
Techo Acústico, 1954, Universidad Central de Venezuela, Caracas.

Durante más de medio siglo, al entrar en el auditorio cuando está iluminado por las
luces de la casa, los asistentes al concierto pueden sentirse como si hubieran entrado
en una pintura abstracta tridimensional y de múltiples tonos. Con la sala a oscuras, los
elementos de 90 metros, que van del azul profundo al amarillo claro, asemejan nubes
esparcidas en un cielo nocturno.

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