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Había una vez un niño que se llamaba Juan, el niño tenía ocho años y era muy
juguetón, sin embargo, dio cuenta que, por las tardes, saliendo de la escuela
necesitaba a alguien con quien jugar, pues era hijo único y no tenía a nadie con
quien divertirse. Una tarde le pregunto a su mama si podía tener un amigo y ella le
respondió que sí, que sería algo muy bueno para él.
El fin de semana juan y sus padres salieron al parque jugar mucho, a todo lo que
quería Juan. A lo lejos Juan vio a muchos niños jugando, compartiendo y riendo
juntos. Juan se entristeció porque él no tenía un amigo con quien jugar, así que
decidió irse a su casa.
Mientras caminaban hacia su casa, escucho un pequeño maullido y mientras más
caminaba, él lo escuchaba más cerca, Juan se sintió interesado por saber de
dónde venia ese maullido, corrió de la mano de sus padres y se encontró con algo
que pensó le arreglaría todos sus problemas.
La sorpresa que se encontró a ver que es lo que había dentro de la caja lo lleno de
alegría. Era un pequeño gatito, flaco, tembloroso, y con los ojos más tiernos que
había visto en su vida, sin pensarlo, lo tomo con sus manos, se lo recargo al
pecho, el pequeño gatito empezó a ronronear y Juan sitio una sensación dentro de
él que no podía explicar.
Juan pregunto a sus padres si podría quedárselo, pues sentía que iba a ser un
acompañante muy divertido, con el cual pasaría las tardes jugando y riéndose, lo
que siempre había querido.
El lunes por la mañana, Juan asistió a la escuela, llevo a su gatito al cual había
llamado “Morris”, se lo presento a su maestra y ella le dijo que era muy bonito, sin
embargo, no podía llevarlo a la escuela, ya que no era un lugar apropiado para su
gatito.
Juan se puso muy triste porque no tenía a nadie con quien jugar durante la hora
de la comida. Un compañero se acerco a él y empezó a burlarse porque nunca se
levantaba de su silla dentro del salón para jugar. Juan empezó a llorar, Morris, el
gatito, lo vio de lejos y corrió a lo brazos de Juan. Su compañero se sorprendió y
le pido acariciarlo, Juan le dijo que si, pero Morris no se dejaba. Llegaron más
compañeros a querer ver a Morris, y empezaron a platicar con Juan y a querer
juntarse con él.
Desde ese momento Juan empezó a tener amigos, con los cuales salía a jugar en
las horas de comida de la escuela, y por las tardes después de la escuela en el
parque, dejando a Morris solo en su casa.
El fin de semana Juan salió al parque con Morris y se encontró a algunos amigos,
con los cuales jugo y jugo durante toda la tarde, nuca le hizo caso a Morris y no se
dio cuenta de que no volvió con el a su casa.
A la mañana siguiente Juan despertó y vio que el plato de Morris estaba lleno de
croquetas, pensó que no era nada malo, se fue a la escuela y cuando regreso, vio
que el plato de comida de Morris seguía lleno. Se puso a buscarlo en toda su
casa, se preocupo y no lo encontraba por ningún lado.
Juan rompió en llanto y no había nadie para consolarlo, en ese momento recordó
cuando en la escuela Morris fue hasta sus brazos, mientras se burlaban de él y
que después de tener amigos, ya no le hizo caso a Morris.
Mientras Juan lloraba en el sillón de su casa, Morris salto a sus piernas, soltó un
tierno maullido y comenzó a ronronear. Juan, conmovido, lo abrazo fuertemente y
le prometió nunca dejarlo solo otra vez, ya que el Morris siempre estuvo para el
incondicionalmente.
Desde entonces, Juan nunca sale a jugar sin Morris, y Morris siempre esta cuando
Juan parece tener un mal día para volverle una sonrisa a su rostro. Pasan grandes
horas de juego y nunca sale uno sin el otro. Juan ahora tiene amigos, pero
siempre esta cuidando de Morris su gran amigo leal.
Miércoles 24 de enero del 2024
Angel Mauricio Bandala Cervantes