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LAS CARTAS DE LUCIA

En la misma ciudad de edificios blancos y las calles de arena caliente, vivía una niña llama Lucía.

Ella vive sola con su mami, con la cual siempre para discutiendo. Asiste por las mañanas a su colegio que queda a dos
cuadras de su casa.

Su madre no la deja salir de casa, después del colegio, así que ella se queda en su cuarto, en la cual inventa un montón de
juegos, hasta llegó a imaginar una amiga llamada Sara, con la cual siempre le cantaba todo lo que pasaba en su colegio.

Uno de esos días, llegó un alumno nuevo a su curso, él se llamaba Daniel; pero cuando regresó a su casa no encontró a su
amiga Sara.

A Lucia le impresionaba la forma de ser de Daniel, de los temas interesantes y las cosas que él conocía. Como no encontró
a su amiga Sara, decidió escribirle cartas y tirarlas al techo de su casa.

Lastimosamente el día sábado el viento sopló muy fuerte e hizo caer todas las cartas a su patio, ella al ver que su mamá
las había encontrado, por miedo a que su madre le riña, decidió irse de su casa.

Su tío Hugo la encuentra y la lleva de nuevo a su casa, donde su mami la abraza y le regala libros de astrología y un diario.

LAS SANDIAS DE ANA LAURA

En una ciudad de edificios blancos y arena caliente, las plantas crecían e todos lados, como por arte de magia, había
animales e insectos, que estaban por todos lados.

En una casa pequeña en un barrio poco céntrico vivía una niña llama Ana Laura, un día de verano, ella se levantó con
mucha hambre, y al bajar a la cocina sólo encontró leche y el tarro de azúcar lleno de hormigas.

Entonces decidió ir a la casa de su vecino Mauro, ya estando en la cocina, su amigo sacó dos rodajas de Sandía y se pusieron
a comer en el patio. Ellos jugaban a lanzar pepas de Sandía, pero de un momento a otro Mauro se ahogó con una de ellas.

Ana Laura se desmayó del susto, al despertarse ya estaba en su casa, se dio cuenta que tenía 3 pepas de Sandía en su
mano, y por lo acontecido anteriormente, buscó la forma de deshacerse de ellas. No le queda más opción de tirarlas en el
gran macetero que tenía en el patio de su casa.

Al pasar los días se dio cuenta que del macetero empezó a crecer una planta de sandía ella se puso muy contenta, y la
pena que sentía por lo ocurrido con su amigo Mauro desapareció por completo

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