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Origen
La que hasta entonces era el único Virreinato del
Imperio español en Sudamérica. La definitiva creación
del Virreinato de Nueva Granada se dio en 1739 y en Territorio entre los ríos Putumayo y Caquetá que para
su jurisdicción se hallaba el territorio de Maynas, en la algunos sectores peruanos se había cedido a Colombia en el
selva amazónica, el cual se convertiría con el tiempo en Tratado Salomón-Lozano durante el gobierno de Augusto
el centro de la discordia entre el Perú y Colombia. La Leguía en 1933; al sureste se muestra el Trapecio
Real Cédula de 1802 ordenó que Maynas retornase a la Amazónico con el puerto Leticia en el río Amazonas. El mapa
jurisdicción del Virreinato del Perú; sin embargo, hasta
muestra también al noroeste el triángulo San Miguel-
ahora se discute la naturaleza de dicha disposición (si
Sucumbíos cedido como enclave por Colombia al Perú, pero
ordenaba una segregación político-territorial o solo se
no se cedieron las pretensiones colombianas entre los ríos
limitaba a la administración eclesiástica) y si llegó
Putumayo y Napo-Amazonas.
efectivamente a ser aplicado. Todo ello era de
fundamental importancia determinar, pues se impuso el
Fecha 1 de septiembre de 1932 -
consenso de que las líneas fronterizas de las nacientes
repúblicas hispanoamericanas debían seguir el 25 de mayo de 1933
principio del Uti possidetis de 1810, es decir, el estado Lugar Frontera entre Colombia y
en que se encontraban las jurisdicciones territoriales en Perú
dicho año, que fue cuando principió la revolución Río Putumayo y afluentes.
independentista. Resultado Statu quo ante bellum
Consecuencias Firma del Protocolo de Río
La Real Cédula de 1802 de Janeiro de 1934,
Soberanía Colombiana
sobre el Trapecio
Interpretación colombiana Amazónico
Pasando a la época contemporánea, el ya citado historiador Andrade Suescún informa que el poeta peruano
José Santos Chocano, en un folleto titulado El Escándalo de Leticia, que apareció después del conflicto de
1932, analiza la Cédula Real de 1802 para concluir que ella no estableció segregación territorial del
Virreinato de la Nueva Granada ni agregación al del Virreinato del Perú.
Nicolás Buitrago A., quien como embajador de Colombia ante el gobierno del Perú pactó con Alberto
Salomón, Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, el Tratado que lleva sus nombres, demuestra en un
profundo estudio que “La Cédula de 1802 no fue de segregación territorial” y agrega que “Las altas
autoridades civiles y militares del Perú, durante la Colonia, no consideraron la Real Cédula de 1802 como
título territorial”, en tanto el gobierno del Perú tan sólo en 1853 adujo que dicho instrumento determinara
límites entre los dos virreinatos.
Interpretación peruana
La tesis peruana sostiene que la Real Cédula de 1802 sí ordenaba la incorporación política de la
Comandancia de Maynas al Virreinato del Perú, según se desprende del texto mismo de la Cédula. También
sostiene que sí tuvo cumplimiento, pues hay constancia de que el virrey de Nueva Granada, Pedro
Mendinueta, al momento de entregar el mando a su sucesor, dejó claramente sentado en su memoria que la
Comandancia de Maynas se había segregado de su jurisdicción y agregado al Virreinato del Perú,
justificando dicha medida por su lejanía con la capital, Santa Fé de Bogotá. Se sabe también que el
Presidente de Quito, Barón de Carondelet, consultó al fiscal Iriarte sobre lo dispuesto por la Real Cédula;
dicho fiscal opinó que se guarde, cumple y ejecute la cédula, que se pasara a la Real Audiencia una copia
legalizada y se comunicara a los gobernadores de Maynas y Quijos. Siguiendo dicha opinión, el Barón de
Carondelet informó el 20 de febrero de 1803 al comandante general de Maynas sobre la orden de
incorporarse al Virreinato peruano.1
Tampoco es cierto que recién en 1853 el Perú invocara la Real Cédula de 1802 para respaldar sus derecho
sobre Maynas. Ello ya se había dado antes, en 1842, durante las negociaciones entre el Perú y Ecuador (las
llamadas negociaciones León-Valdivieso), aunque todavía no se pudo mostrar el texto original de la cédula,
al hallarse extraviada en los archivos.2 Y el 3 de marzo de 1842, el diario El Comercio de Lima publicó el
texto de la Real Cédula de 1802, documento de cuya existencia algunos hasta la habían puesto en duda. Un
artículo adjunto explicaba los entretelones de la tensión peruana-ecuatoriana que se ventilaba por entonces.
Sobre los originales de la cédula, El Comercio mencionó que existía uno en el Tribunal Mayor de Cuentas,
tomo 5, página 139, que había sido dirigido al virrey Gabriel de Avilés, así como otro en el archivo del
convento de Ocopa, trasladado a Lima. Los archivos oficiales que se guardaban en el Palacio de Gobierno
de Lima, se habían perdido durante un incendio.3
Gobernaba el Estado de Cundinamarca Jorge Tadeo Lozano, cuando arribó a Santa Fé en 1811, con
carácter de enviado de la Junta Suprema de Caracas, el canónigo José Cortés de Madariaga, natural de
Chile y uno de los principales protagonistas del movimiento del 19 de abril de 1810 en Caracas. Con dicho
personaje se firmó un tratado por el cual se aceptaba el principio del Uti possidetis juris, que por primera
vez convirtió esta teoría en doctrina dentro del continente americano.
Años después el Imperio del Brasil, trastrocando la esencia de este principio, adoptó el de Uti possidetis
facti, practicado por Portugal desde los días de Manuel el Afortunado y Pedro Álvarez Cabral. Se pasaba
así de la posesión jurídica a la ocupación de hecho, lo que convenía a los intereses expansivos del Brasil. El
gobierno de Colombia designó embajadores ante el de México a don Miguel Santamaría y ante los de Perú,
Chile y Argentina a Joaquín Mosquera, quienes adelantaron positiva labor. Al respecto señala el historiador
Germán Cavelier: «El genio internacional de Bolívar, Santander y Gual, no reside en haber obtenido el
reconocimiento de Colombia por las grandes potencias, sino en haber sido los creadores de alianzas
americanas alrededor de Colombia, ejemplo de acción internacional único en la historia de América». En
Lima, Joaquín Mosquera firmó con Bernardo Monteagudo, Secretario de Relaciones Exteriores del Perú,
un Tratado de Unión Perpetua. La cuestión de límites territoriales se aplazó, pero quedó reconocido el
principio del Uti possidetis juris de 1810.
Reclamos colombianos
El gobierno del Perú convocó a elecciones en 1822, e incluyó como territorios de su jurisdicción las
provincias de Quijos, Jaén y Maynas, pero que habían formado parte del Virreinato de la Nueva Granada
desde su creación. Joaquín Mosquera, como representante de la Gran Colombia, reclamó y fue escuchado,
por lo cual dichas provincias fueron excluidas de los comicios peruanos. Este es un antecedente importante
por cuanto, años después, en 1826, se repitió la citación a elecciones en las tres provincias por el gobierno
del Perú. Correspondió entonces presentar protesta formal por este hecho a Cristóbal Armero, ministro de
Gran Colombia en el Perú, en medio de serias tensiones provocadas por la rebelión de la Tercera División
colombiana en Lima, que había quedado allí después de la victoria de Ayacucho.
Quijos, Jaén y Maynas, que conformaban el límite norte de la República peruana, juraron la independencia
del Perú en 1821, enviaron sus representantes al Congreso de Lima y recibieron autoridades peruanas.4 La
posesión del Perú sobre esas provincias se sustentaba en el principio de la libre determinación de los
pueblos.
Cabe destacar que cuando Bolívar gobernó como Dictador del Perú entre 1823 y 1826, nunca planteó
reclamos territoriales en beneficio de la Gran Colombia. Es más, como lo ha hecho notar el distinguido
internacionalista Víctor Andrés Belaúnde en su libro La constitución inicial del Perú, Bolívar «se opuso a
que Jaén pasara a la Gran Colombia depositando en sus Ayuntamientos la decisión definitiva; agregó los
territorios de Jaén y Maynas a la Comandancia Militar de Cajamarca; anexó Maynas al distrito judicial de
Trujillo y no impidió que el Consejo que lo sustituyó en el gobierno y que seguía sus instrucciones,
realizara elecciones en Jaén y Maynas».5
Simón Bolívar solo empezaría a reclamar Jaén y Maynas tras perder su influencia en el Perú en 1827. En
ese año fueron expulsadas las tropas colombianas de suelo peruano y se abolió la Constitución Vitalicia,
que el Libertador había impuesto al Perú. Al año siguiente, tropas peruanas invadieron Bolivia y pusieron
también fin a la influencia bolivariana en dicho país. Fue entonces cuando la ira de Simón Bolívar se desató
sobre el Perú, al punto de declarar la guerra contra este país, la llamada guerra grancolombo-peruana (1828-
1829). Los reclamos territoriales de Bolívar hacia el Perú no fueron más que una excusa, como se
desprende de la correspondencia del mismo Bolívar con Francisco de Paula Santander el 3 de agosto de
1822; en ella, el Libertador reconocía que tanto Jaén como Maynas pertenecían legítimamente al Perú.6
En la última década del siglo xix, renació el interés de Colombia por delimitar su frontera sur, pues se
alarmó ante las negociaciones efectuadas entre el Perú y Ecuador, que habían dado origen a la convención
de arbitraje ante el Rey de España en 1887 y al frustrado Tratado Herrera-García de 1890. Es también
indudable que el auge de la explotación cauchera en la zona amazónica en disputa movilizara este interés en
definir de una vez las fronteras. Colombia pidió ser admitida en las negociaciones peruano-ecuatorianas y
fue así como nació la convención tripartita, que se reunió en Lima el 11 de octubre de 1894. Los
representantes de las tres naciones firmaron un Convenio Tripartito el 15 de diciembre de 1894, por el
cual Colombia se adhería a la convención de arbitraje ante el Rey de España, firmada entre Perú y Ecuador
en 1887. Los gobiernos de Colombia y Perú aceptaron este Convenio, pero el congreso ecuatoriano no lo
aprobó y entonces hubo necesidad de continuar los arreglos directos y separados.9
Antecedentes
Los esfuerzos diplomáticos para fijar una frontera definitiva entre Perú y Colombia, realizados desde los
inicios republicanos hasta comienzos del siglo xx, resultaron estériles. El hecho se complicaba porque el
problema era tripartito, debido a las pretensiones del Ecuador sobre territorios en la margen septentrional del
Amazonas, dominados tradicionalmente por el Perú. De hecho existía una suerte de frontera de facto entre
el Perú y Colombia que se movía entre el río Putumayo y el río Caquetá. El historiador colombiano Alberto
Donadio así lo ha reconocido:
"A finales de la primera década del siglo xx, los peruanos eran soberanos de hecho en toda la
franja situada entre el río Caquetá y el río Putumayo. La pretensión colombiana podía estar
fundada en justos títulos, pero no pasaba de ser una ilusión ante el avance real de los
peruanos".10
Según los colombianos, la presencia peruana en esa zona era una dominación de facto, mientras que ellos
contaban con justos títulos coloniales (de jure). Mediaba la peculiar circunstancia de que el Brasil jamás
había querido acogerse al principio del Uti possidetis juris de 1810 (mantener las divisiones administrativas
españolas tal como estaban en ese año), sino que invocaba el principio del Uti possidetis facti (como estaba
la ocupación de hecho en el momento de la delimitación), que le resultaba más favorable, gracias a su
mayor capacidad de expansión frente a países como Colombia, Perú, Bolivia, Paraguay, etc., que mal
podían emular con su gigantesco vecino. La mentalidad que hacía de la ocupación un título al territorio se
había generalizado de tal modo en la región amazónica, que el Perú, que por años había sido una potencia
militar frente a Colombia, no dejaba de lado sus intenciones de hacerse de estos territorios.11
A principios del siglo xx, mientras Colombia sufría la Guerra de los Mil
Días, la explotación del caucho se encontraba en pleno auge y algunas
empresas como la Casa Arana, iniciada en 1901 bajo el mando del
comerciante cauchero peruano Julio César Arana, era poseedora de
amplios territorios caucheros desde el Amazonas hasta el actual territorio
colombiano. Sus enormes éxitos comerciales lo empujaron a crear una
empresa con el nombre de Peruvian Amazon Rubber Company, con
participación de capitales británicos y con sede en Londres.12 13
Benjamín Saldaña Roca presentó una denuncia penal en Iquitos contra los
empleados de la empresa de Arana, acusándolos de cometer crímenes
contra los indígenas del Putumayo, tales como violaciones, torturas,
mutilaciones y asesinatos.12 Sin embargo, con el pretexto de que, debido
al modus vivendi pactado el año anterior, las autoridades peruanas no
Julio C. Arana, empresario
tenían autoridad sobre la zona comprendida entre el Putumayo y el
cauchero peruano, con
Caquetá, la denuncia se archivó.14 No obstante, la prensa mundial intereses en la zona del
publicó los crímenes contra los indígenas, cometidos en esa zona tanto por Putumayo.
peruanos como por colombianos.15 Como estos hechos fueron realizados
por empleados de una empresa de capitales británicos, el Reino Unido
envió a Sir Roger Casement, cónsul británico en Manaus, a investigarlos. El informe de Casement fue
presentado a inicios de 1911, y en él describió las prácticas de la casa Arana. El reclutamiento de nativos a
manos de los peruanos y colombianos, la esclavitud, la explotación sexual de las mujeres y la muerte de
miles de indígenas amazónicos.16 El escritor colombiano José Eustasio Rivera en su libro La Vorágine
describió los crímenes y aberraciones ocurridas en la Casa Arana.
Según Carlos Valverde, escritor y diputado peruano por la provincia del Huallaga, el anhelo de los peruanos
de que su límite con Colombia fuera el Caquetá, no les daba derechos sobre este territorio, por esta razón,
en ningún modus vivendi se señaló como límite entre Colombia y Perú el río Caquetá:
[...] Nuestra pretensión máxima sobre el Caquetá ha constituido siempre, tan solo un anhelo
romántico, pues todos nuestros anteriores gobiernos que pactaron protocolos de "modus
vivendi" para fijar una línea fronteriza provisional, nunca tomaron la línea del río Caquetá,
cuando negociaban con Colombia. Todos los protocolos que se han suscrito, han señalado, en
forma casi invariable, al río Putumayo como línea de frontera, habiendo llegado hasta el caso
de admitir el río Napo, como límite de la soberanía peruana por el norte.19
El 6 de mayo de 1904 se firmó en Lima el Protocolo Pardo-Tanco Argáez, entre el canciller peruano José
Pardo y Barreda y el ministro plenipotenciario colombiano en el Perú Luis Tanco Argáez, sometiendo al
arbitraje del Rey de España la cuestión limítrofe.20 Según este acuerdo, se establecería una zona neutral
comprendida entre los ríos Putumayo y Napo, y Colombia ejercería dominio hasta el primer río y el Perú
ejercería su dominio hasta el segundo.18
En 1905 el Perú envió una delegación a Bogotá, encabezada por Hernán Velarde. El 12 de septiembre de
ese año se firmaron los Tratados Velarde-Calderón-Tanco, entre el plenipotenciario peruano Hernán
Velarde, el canciller colombiano Clímaco Calderón y el ministro plenipotenciario colombiano en el Perú
Luis Tanco Argáez, por los cuales se entregaba el pleito de límites al arbitraje del sumo pontífice y se
establecía un statu quo y un modus vivendi en la región materia de disputa.21 En esta ocasión, ambos
países acordaron que su límite provisional sería el río Putumayo.18 El Congreso colombiano aprobó los
Tratados, pero en el peruano su aprobación se fue dilatando, se dice que por presión de intereses
relacionados con la poderosa Casa Arana, que dominaba el comercio del caucho en la zona.21
A la espera de la aprobación de los Tratados de 1905, el 6 de julio de 1906 se firmó en Lima el Convenio
Prado-Valverde Tanco, entre el canciller peruano Javier Prado y Ugarteche, el plenipotenciario peruano
Hernán Velarde y el ministro plenipotenciario colombiano en el Perú Luis Tanco Argáez.13 En este
acuerdo Colombia y Perú renunciaron a la línea del Putumayo. Por esta razón, ambos gobiernos retiraron de
esa zona sus respectivas guarniciones militares, así como todas las autoridades civiles y aduaneras.18
En octubre de 1907, Colombia declaró intempestivamente terminado el modus vivendi de 1906 y anunció
que volvería a ejercer jurisdicción sobre el Putumayo. Como consecuencia de ello, se produjeron en 1908
una serie de incidentes armados entre peruanos y colombianos en la zona.13
En 1910 fue propuesto el Convenio Calderón-Tezanos Pinto, entre el canciller colombiano Clímaco
Calderón y el ministro plenipotenciario peruano Ernesto de Tezanos Pinto, pero no fue aceptado.18
Conflicto de La Pedrera
Haciendo caso omiso de la petición presentada por el Comandante Benavides, el General Gamboa planeó
la defensa con los pocos hombres que le quedaban. Esta consistía en establecer tres anillos de seguridad: en
el primero puso a los hombres más sanos, luego a los que se encontraban en cuidados intermedios y por
último a los moribundos. Esta estrategia funcionó los dos primeros días del enfrentamiento, logrando
mantener a su batallón indemne, no obstante, era consciente y realista de la situación. Enfermo como se
encontraba en esos días, ordenó la retirada,22 refugiándose con los pocos supervivientes en una localidad
brasileña.25
Ignorando los sucesos de La Pedrera, el 19 de julio de 1911 representantes de ambos gobiernos firmaron en
Bogotá el Convenio Tezanos Pinto-Olaya Herrera, llamado así por ser sus firmantes el ministro
plenipotenciario peruano Ernesto de Tezanos Pinto y el canciller colombiano Enrique Olaya Herrera, por el
cual el Perú se comprometió a desviar hasta el Putumayo sus guarniciones, después de haber posesionado y
admitido a Colombia en su soberanía sobre el Caquetá, dándole la administración de las aduanas y
consintiendo en el establecimiento de una guarnición.26 27
El asalto de La Pedrera confirmó no sólo la superioridad local que poseía Perú en la zona, sino la
organizada marina de guerra, que tenía por objetivo cuidar y salvaguardar los puertos peruanos y la defensa
de la parte del Amazonas que el Perú reclamaba para sí.28
El Tratado Salomón-Lozano
En el Perú, el Tratado con Colombia fue mantenido en secreto durante más de cinco años, hasta el 20 de
diciembre de 1927, fecha en que fue aprobado sorpresivamente por el Congreso Peruano, mediante
Resolución Legislativa N.º 5940, ante una orden terminante del presidente Augusto B. Leguía. Tres meses
después, en marzo de 1928, se produjo en Bogotá en canje de ratificaciones. Y finalmente, el tratado se
consumó con la entrega física de los territorios, el 17 de agosto de 1930. Pocos días después, se produjo la
caída de Leguía.30 A partir de entonces, hubo roces entre peruanos y colombianos en la zona. Los
peruanos sufrieron de hostilidad de parte de los nuevos ocupantes.31
La intención de Leguía al suscribir este Tratado fue la de ganar para el Perú un aliado, en momentos en que
el Perú se hallaba abrumado por la cuestión de Tacna y Arica con Chile y las pretensiones amazónicas del
Ecuador. Efectivamente, una consecuencia del tratado de 1922 fue que Colombia apoyara al Perú en el
litigio peruano-ecuatoriano y que Ecuador rompiera sus relaciones con Colombia.32 Sin embargo, en el
Perú se sigue reprochando a Leguía por la firma de este Tratado, considerado excesivamente entreguista.
El incidente de Leticia
Ambos gobiernos, el peruano y el colombiano, se vieron sorprendidos por esta noticia y se hicieron patentes
las dos posiciones encontradas. Para el gobierno de Colombia se trataba de un caso de policía, de un
problema estrictamente doméstico, como era la toma por unos particulares de una población colombiana.
Mientras que el presidente peruano Luis Miguel Sánchez Cerro creyó inicialmente que se trataba de un
complot de sus enemigos políticos, -según sus propias palabras, una perturbación provocada por los
comunistas35 - y empezó a buscar una solución conciliatoria; sin embargo, la presión de la opinión pública
peruana le haría variar radicalmente su posición.
Finalmente, el presidente peruano decidió apoyar a los ciudadanos peruanos que en un arranque de
patriotismo habían recuperado Leticia. Desde un punto de vista de política interna era lo más aconsejable,
ya que de haber recurrido a medidas de represión y fuerza para obligar a sus conciudadanos a respetar el
Tratado de 1922, se habría ganado la animadversión popular, especialmente de la población del
departamento de Loreto.36 El asunto, visto inicialmente como un incidente interno, se convirtió así en una
cuestión internacional, que el propio Sánchez Cerro calificaba como la expresión de “incontenibles
aspiraciones” de la nacionalidad peruana, herida por el Tratado de 1922.
Se ha dicho también que detrás de este incidente hubo intereses económicos en torno a la supuesta
existencia de una gran bolsa de petróleo; aparte, los colonizadores peruanos habrían tenido intereses en los
cultivos del árbol de látex, de donde se extrae el caucho, muy codiciado por ese entonces por su elevado
precio.
Aparte de ello, por el lado peruano se alegó el incumplimiento por parte de Colombia del Artículo 8 del
Tratado Salomón-Lozano de 1922, por la acción sistemática y continuada de las autoridades colombianas,
según las autoridades peruanas, de dificultar la navegación y el comercio, especialmente en el río Amazonas
y en el río Putumayo, que afectó profundamente la vida económica de esa parte de la región amazónica
peruana, todo lo cual aumentó en el elemento peruano la oposición a dicho Tratado.
La guerra
Afrontar los costos de la guerra en los países involucrados en el conflicto era imperativo, y principalmente
para Colombia había limitaciones financieras. Las fuerzas armadas de ambos países, especialmente las
colombianas, no contaban con el material de guerra básico y adecuado para hacer una presencia efectiva en
los territorios selváticos, dotarlas de esos medios era pues un gran reto para ambos países y por supuesto
para sus dirigentes. Colombia sextuplicó el presupuesto para la fuerza pública, pasando del 0.5 % al 3 % de
su producto interno bruto (PIB).37
Por parte de Colombia, a la ausencia de vías terrestres se sumaba la virtual inexistencia de una marina de
guerra y la gran distancia entre el trapecio y los puertos del Pacífico y el mar Caribe. Así, en 90 días, se
organizó una fuerza militar con escuadrones de la Aviación del Ejército tripulados por aviadores
colombianos y alemanes (Raimunf Behrend, Fritz Tessen von Heydebreck, Hermann Ernst von Oertzen,
Ludwig Graf Schaesberg, Gottlob-Fritz von Donop, Bodo von Kaull, Adolf Edler von Graeve, Georg
Theodor Meyer.Schaefer, Paul Mutter, Hans Himpe, Heinz Kutscha,etc. ) pilotos de la SCADTA y
comandados por el coronel Herbert
Boy, tripulando aviones nuevos de
fabricación norteamericana que
fueron entregados a Colombia,
además de los viejos aviones
comerciales de fabricación alemana
anteriormente operados y cedidos
por la SCADTA a la Aviación del
Ejército (un Dornier Wal, un
Junkers W-33 y dos Junkers F-13),
los cuales fueron acondicionados
para portar armamento. También se
consiguió en Alemania algunos
aviones civiles que tuvieron que ser
también acondicionados para las
Enrique Olaya Herrera, presidente Luis Sánchez Cerro, presidente
operaciones militares.
colombiano. peruano cuando estalló la
guerra.
El general colombiano Alfredo
Vázquez Cobo, luego de organizar
una flotilla fluvial de barcos viejos que adquirió Colombia en Europa a
raíz de los sucesos de Leticia, arribó a finales de diciembre de 1932 a la desembocadura del Amazonas; no
obstante, el presidente colombiano Enrique Olaya Herrera no autorizó la reconquista de Leticia empleando
la flotilla naval porque en el puerto había más tropas peruanas que en Tarapacá y porque, a diferencia del
río Putumayo, en el río Amazonas solamente una ribera era colombiana, y la otra, brasileña.
Por el lado peruano el Cuerpo de Aviación del Perú contaba con una aviación suficiente para hacer frente a
las adquisiciones colombianas y, además, la Marina de Guerra del Perú era superior a la armada
colombiana; sin embargo se generaron abundantes pedidos de material a Estados Unidos y Europa, que
demoraría en llegar al país, impidiendo su uso en las operaciones. Se establecieron rutas para trasladar los
aviones desde Ancón y Las Palmas hasta el campo de operaciones (El Gran Salto); el 21 de febrero de
1933, durante uno de estos traslados, la escuadrilla formada por 3 hidroaviones sufre un contratiempo y
posterior accidente, falleciendo el aviador arequipeño Alfredo Rodríguez Ballón. Los heridos y 2
hidroaviones tuvieron que ser rescatados del Pongo de Manseriche.
Operaciones efectivas
Combate de Tarapacá
El 14 de febrero de 1933 Vásquez Cobo envió un ultimátum a los peruanos que ocupaban Tarapacá, puerto
sobre el río Putumayo, ante lo cual Díaz Rojas manifestó que lo consultaría con el mando militar superior.
Ese mismo día, poco después, aparecieron 3 aviones peruanos de ataque (del tipo Vought O2U Corsair) y
sin escolta de aviones de caza (debido a que el día anterior el reconocimiento aéreo no detectó los aviones
colombianos junto a la flotilla), comandados por el teniente Baltazar Montoya, e intentaron bombardear al
barco colombiano MC Córdoba, impactándole con una bomba la cual no estalló; pero luego se lanzaron en
retirada al ser interceptados por tres aviones de caza colombianos (tipo Curtiss Hawk-II). Durante la
persecución aérea, el alférez Francisco Secada Vignetta decide enfrentar a los cazas colombianos, para darle
a las otras 2 unidades peruanas el tiempo suficiente para abandonar la zona. Algunas fuentes indican que
uno de los aviones peruanos lanzaron sus bombas a la selva sin presentar combate, otras aseguran que uno
de los aviones peruanos se quedó cubriendo la retirada de los demás y que incluso logró derribar un caza
colombiano. A las 14 horas del mismo día, una escuadrilla aérea colombiana conformada por 3 cazas y 4
bombarderos (un Junkers K-43, dos Dornier Wall y un Junkers F-13), lanzaron 12 bombas pesadas y 47
livianas sobre las instalaciones peruanas en Tarapacá.
El 15 de febrero de 1933 las tropas colombianas atacan nuevamente a la guarnición peruana de Tarapacá,
por medio de un bombardeo aéreo y un posterior asalto anfibio. Ante la imposibilidad de seguir luchando,
las tropas peruanas se retiraron del lugar. Al parecer, no tuvieron una sola baja en el ataque colombiano,
pero dejaron abandonados dos cañones Krupp de 75 mm , algunas pequeñas instalaciones de defensa y
algunas cajas de municiones. Díaz Rojas con 56 hombres, muchos enfermos, se internaron en la selva y tras
de una penosa marcha de 10 días llegaron a un centro poblado. Los otros 36 hombres de la guarnición de
Tarapacá, al mando del subteniente Antonio Cavero Mariátegui se embarcaron en la lancha Estefita, la que
tuvo que burlar a la escuadra colombiana para llegar a puerto seguro. el resultado final de este combate
afianzo al ejército colombiano con la posesión de dicho puerto y el general Alfredo Vásquez Cobo deja allí
apostado un destacamento de 300 hombres.
Ese mismo día Colombia rompió relaciones diplomáticas con el Perú: fue expulsado de Colombia el doctor
Enrique Carrillo, ministro plenipotenciario del Perú, y escoltado hasta Buenaventura, como consecuencia
del ataque aéreo a la flotilla colombiana del día anterior.
El 16 de febrero cinco aviones peruanos procedentes de su base aérea de Yaguas intentaron bombardear al
cañonero MC Barranquilla, que había zarpado en misión de exploración, pero al aparecer en el horizonte
los cazas colombianos, los aviones peruanos emprendieron la retirada sin presentar combate.
El sábado 18 de febrero de 1933 se realiza una manifestación de protesta, por parte de ciudadanos
peruanos, delante de la residencia del embajador de Colombia en el distrito de Barranco; provocando un
disturbio y el saqueo de la casa del embajador.
El 18 de febrero la aviación peruana atacó la isla de Chavaco en frente de Güepí y ocupada por 30 soldados
colombianos al mando del capitán Ángel María Diago. Uno de los aviones peruanos fue derribado,
cayendo en llamas al río Putumayo.
El 21 de febrero una aeronave Corsair del CAP pilotada por el Mayor A. Chávez Fonseca, tiene problemas
en el motor sobre Paita y se estrella con resultados fatales. Al día siguiente uno de los tres nuevos aviones
Douglas O-38P, enviados desde Ancón hacia el frente de combate; se perdió cuando el piloto de este avión,
el Subteniente Rodríguez, aterrizó forzosamente su avión en el río Putumayo en el sector de La Tagua. Los
tripulantes escaparon ilesos al accidente, pero abandonaron su aeronave (la que sería posteriormente
capturada por las fuerzas colombianas, reparada y exhibida como trofeo de guerra hasta su devolución al
gobierno peruano en 1934). Los O-38P sobrevivientes junto a los Corsair tuvieron éxito en localizar a la
lancha colombiana Estelita, pero sus bombas no pudieron hacer blanco, debido a la exagerada altitud a la
que lanzaron sus bombas, con más de 1500 m de altura sobre el terreno.
El día 17 de marzo el general colombiano Efraín Rojas, con el buque MC Pichincha y una sección de
infantería del Destacamento Amazonas, atacó un puesto peruano en un caserío ubicado a tres horas del sitio
denominado Buenos Aires, sobre el río Cotuhé, obligando al repliegue de 50 soldados peruanos.
A las 17:00, entre seis y ocho aviones peruanos (O-38P y Corsairs) bombardearon la posición tomada por
los colombianos, dejando un soldado colombiano muerto y seis más heridos debido al impacto de una de las
bombas en el cañonero MC Pichincha, pero que no perforó su blindaje, y la captura por parte de las fuerzas
del Perú del guía colombiano José María Hernández, al que fusilaron en Iquitos días después; al mismo
tiempo uno de los aviones peruanos fue derribado. Al no tener certeza de recibir apoyo aéreo y ante la
posibilidad de una contraofensiva, la flotilla colombiana se retira del área esa misma noche.
Combate de Güepí
Algunos pelotones colombianos intentaron seguir a los peruanos en retirada pero al caer la noche y al no
conocer este territorio se canceló la persecución. El saldo del día fue 16 militares colombianos muertos y 13
heridos, más 2 aviones con ligeras averías causadas por las defensas peruanas; del lado peruano 27 muertos,
12 heridos y 13 prisioneros. En los siguientes días el número de prisioneros aumentarían en 6, así como la
permanencia de las tropas colombianas en Güepí.39
Allí, en medio del bombardeo de la artillería colombiana, murió el sargento Fernando Lores Tenazoa junto
con su grupo de 9 subalternos mientras obedecían las órdenes de cubrir la retirada de sus compatriotas e
impedir el desembarco colombiano momentáneamente, algo que resultó al final infructuoso, pues el ejército
colombiano tomó el puerto. Durante este combate se recuerda también la acción realizada por el soldado
colombiano Juan Bautista Solarte Obando, oriundo de La Unión (Nariño), al salvar la vida de al menos 100
militares colombianos que habrían caído ante una ametralladora peruana pero que Solarte evitó al interponer
con su pecho el accionar de esta ametralladora, costándole la vida pero salvando a sus connacionales para
alcanzar la victoria final.
La aviación peruana el día 28 de marzo condujo un ataque sobre Güepí, con pocas incidencias en el lado
colombiano. Prosiguiendo hacia el oeste localizan la lancha Sinchi Roca que trasportaba los 19 prisioneros
peruanos tomados en Güepí, atacándola y forzándola a encallar en la orilla baja; tan solo pereció el timonel
de la embarcación colombiana y liberaron a los peruanos. Siguen una serie de escaramuzas en el intento de
los peruanos de recuperar Güepí. La principal de estas tuvo lugar el 10 de abril, cuando en un choque con
las avanzadas colombianas mueren un sargento y dos soldados peruanos.
Combate de Calderón
El 16 de abril una unidad peruana comandada por el teniente coronel Oscar Sevilla ataca con fuego de
fusiles y ametralladoras a una compañía de infantería colombiana del Batallón Juanambú perteneciente al
Destacamento Putumayo, esta compañía estaba comandada por el mayor Diógenes Gil y se encontraba
formada y sin el armamento listo, ya que se estaba pasando revista de aseo a esta unidad. El combate se
registró en el puerto llamado Calderón, a 63 km de Puerto Arturo
del lado colombiano del río Putumayo, dejando como saldo un
soldado colombiano muerto y cinco más heridos; al parecer las
fuerzas peruanas no tuvieron bajas, pero se retiraron del área.
Combate de Yabuyanos
El día 8 de mayo de 1933 la flotilla colombiana intentó de nuevo, pero esta vez de día, atacar la base aérea
peruana, siendo recibida por los aviones peruanos que procedieron a bombardear a la flota colombiana
(aviones Vought Corsair y O-38P, el único caza operativo en el área que tenían los peruanos era un Curtiss
Hawk que, escaso de alcance, no podía escoltar a los aviones de ataque peruanos), en ese preciso instante
los aviones colombianos se dirigían hacia la flota para apoyar el ataque a tierra, por lo que las aeronaves
peruanas no tuvieron tiempo suficiente para bombardear y se pusieron a la defensiva atacados por la
artillería antiaérea de la flotilla colombiana y por los caza-bombarderos colombianos: en esta acción fue
derribado el avión del piloto peruano Américo Vargas; luego los aviones peruanos se retiraron a otra base.
Inmediatamente después la flotilla colombiana desembarcó a las tropas del Destacamento Amazonas en la
base de río Algodón sin encontrar resistencia; aun así se capturaron cuatro militares peruanos que se
quedaron rezagados, haciéndose de pertrechos militares y un taller para aeronaves.
Frente naval
El 15 de mayo de 1933 llega a Belem do Pará (Brasil) la flota fluvial peruana con el fin de hacer frente a la
flota de la Expedición Amazonas en el río Putumayo enviando el Almirante Grau y los submarinos R-1 y
R-4, partiendo días después desde El Callao el crucero Lima y el destructor Teniente Rodríguez. Al mismo
tiempo, el general colombiano Vázquez Cobo, recién llegado de Europa, se posiciona en las bocas del río
Amazonas para alistarse a remontar el río y dirigirse al teatro de operaciones.
Ya en mayo de 1934 arriban a Cartagena de Indias dos buques de construcción inglesa, modernos para
entonces, para la naciente armada colombiana: los destructores MC Antioquia y MC Caldas.40
Enfrentamiento en La Zoila
El 26 de mayo tropas colombianas conformadas por 10 soldados colombianos al mando del subteniente
Guillermo Aldana, que aún no conocían lo acordado en Ginebra el día anterior sobre la suspensión de
hostilidades, sorprendieron y capturaron a cuatro oficiales peruanos, 77 soldados peruanos comandados por
el capitán Manuel Badárrago, tomándoles varios fusiles y tres ametralladoras. La acción se llevó a cabo por
medio de un golpe de mano nocturno de estos soldados colombianos contra un campamento peruano en el
sitio denominado La Zoila (La Rebeca), a 35 km de distancia de Güepí.
Desocupación de Leticia
El 25 de junio de 1933 las tropas peruanas se retiran de Leticia, entregándola a la delegación de la Liga de
Naciones, y el conflicto finaliza.
Colombia y Perú se reunieron luego en Río de Janeiro, donde se firma el Protocolo de Río de Janeiro
(1934) para pactar la paz, y quedó ratificado el Tratado Salomón-Lozano de 1922, aún hoy día vigente y
aceptado por ambas partes.42
Véase también
Conflicto de La Pedrera
Guerra grancolombo-peruana
Yo perdí mi corazón en Lima
Referencias
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3. Basadre, 2005, tomo 2, p. 241. 13. Basadre, 2005, tomo 12, p. 194.
4. Citado por Basadre, 2005, tomo 1, p. 188. 14. Valcárcel, 2004, pp. 52.
5. Citado por Basadre, 2005, tomo 2, p. 13. 15. Valcárcel, 2004, pp. 53.
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7. Porras Barrenechea, 1926, pp. 24-27. 17. Gran Historia del Perú 2000, p. 259.
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von Rauch, Georg. A South American Air War...The Leticia Conflict, ISSN 0143-5450 (https://
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Enlaces externos
Economía y conflicto colombo - peruano (https://web.archive.org/web/20141106045543/htt
p://villegaseditores.com/libro.html?isbn=9588160111&tab=lib&bzq=activos#tabs) ISBN
9588160111
El conflicto fronterizo (http://www.fac.mil.co/index.php?idcategoria=217) Fuerza aérea
Colombiana
Guerra Colombia-Perú (https://web.archive.org/web/20090917032045/http://www.vanguardi
a.com/90-anos/38210) La Vanguardia Liberal
Historia del sigo XX, Biblioteca Luis Ángel Arango (http://www.lablaa.org/blaavirtual/revistas/
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Procesos de paz entre 1902 y 1994 (https://web.archive.org/web/20080820054609/http://ww
w.museonacional.gov.co/paz3.html)
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peruana.
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