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CONTENIDO Y LÍMITES DE LA LIBERTAD DE

CÁTEDRA EN LA ENSEÑANZA PÚBLICA NO


UNIVERSITARIA

Incluimos un artículo interesante en la Revista de Derecho de la UNED por Roberto


Suarez Malagón , Doctorando del Derecho Político de la UNED y Profesor de
Secundaria , especialidad Formación y Orientación Laboral en Asturias sobre la
libertad de cátedra en la Enseñanza Pública no universitaria .

Argumenta que desde su reconocimiento en el artículo 20.1 c) de la Constitución («Se reconocen


y protegen los siguientes derechos: (…) c) A la libertad de cátedra») la posibilidad de extensión a
los niveles no universitarios del derecho fundamental a libertad de cátedra ha dado lugar a
diversos enfoques doctrinales desarrollados a la luz de la esencial sentencia del Tribunal
Constitucional 5/1981, de 13 de febrero.

En el presente artículo aporta argumentos jurídicos,


jurisprudenciales y de práctica docente para aclarar el grado
de aplicación de esta libertad en el concreto ámbito de la
enseñanza pública no universitaria, con especial incidencia
en sus niveles no obligatorios, aquellos en los que la edad,
madurez y preparación del alumnado los sitúan de facto en
un campo más cercano a la etapa universitaria. Para ello se
ha desarrollado de manera complementaria dos líneas
metodológicas de trabajo centradas en el análisis del
contenido y los límites de este derecho fundamental. Por un
lado se confrontan las principales posturas defendidas por
la doctrina al respecto y, complementariamente, se analizan
las funciones propias de la labor docente en estas
enseñanzas, las previsiones normativas asentadas en la
legislación educativa así como la interpretación
desarrollada por la escasa jurisprudencia en esta concreta
materia.
Considerando el principal objetivo de este trabajo que no es
otro que aportar argumentos jurídicos, jurisprudenciales y
de práctica docente con los que arrojar luz sobre el grado de
aplicación de la libertad de cátedra en el concreto ámbito de
la enseñanza pública no universitaria, partimos de la base
asentada por nuestro Alto Tribunal que ha reconocido la
libertad de cátedra a todo el personal docente, sea cual fuere
el nivel de enseñanza en que actúan y la relación que medie
entre su docencia y la propia labor investigadora. En esta
línea se orienta el artículo 3 de la Ley Orgánica 8/1985, de 3
de julio, reguladora del Derecho a la Educación, en el que se
sitúa a todo el profesorado, sin distinción de etapas o
niveles, como titular de esta libertad («Los profesores, en el
marco de la Constitución, tienen garantizada la libertad de
cátedra. Su ejercicio se orientará a la realización de los fines
educativos, de conformidad con los principios establecidos
en esta Ley»). Así pues, la libertad de cátedra es, en
palabras del Tribunal Constitucional, «una proyección de la
libertad ideológica y del derecho a difundir libremente los
pensamientos, ideas y opiniones de los docentes en el
ejercicio de su función. Consiste, por tanto, en la posibilidad
de expresar las ideas o convicciones que cada profesor
asume como propias en relación a la materia objeto de su
enseñanza, presentando de este modo un contenido, no
exclusivamente pero sí predominantemente
negativo» (Sentencia del Tribunal Constitucional 217/1992,
de 1 de diciembre). En consecuencia, esta libertad se
reconoce en todos los niveles de la enseñanza, aunque con
mayor amplitud a medida que el nivel sea superior teniendo
su máxima expresión en la enseñanza universitaria por lo
que, en la práctica, el contenido de la libertad de cátedra
dependerá de las características del puesto docente
desempeñado en función de dos factores: el nivel del puesto
docente y la naturaleza privada o pública del centro. En esta
línea, en un posterior pronunciamiento, el Juez de la
Constitución nos recuerda que el ejercicio real de esta
libertad estará condicionado por los planes de estudio, de
manera que en los niveles inferiores de enseñanza en que la
concreción de dichos planes es mayor lógicamente la
libertad del enseñante disminuirá, mientras que aumentará
en los niveles superiores en los que los planes sólo ofrecen
unas directrices en cada asignatura permitiendo un grado
mayor de configuración por parte del profesorado
(Sentencia del Tribunal Constitucional 179/1996, de 12 de
noviembre).
En tercer lugar, la normativa de base del sistema educativo
no universitario, la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de
Educación, que recoge entre los principios del sistema
educativo el fomento y la promoción de la investigación, la
experimentación y la innovación educativa (preámbulo
y artículo 1); que defiende el reconocimiento de la labor
didáctica o de investigación de profesores y centros (artículo
90) o que, entre las funciones del profesorado de estas
etapas no universitarias, sitúa «la investigación, la
experimentación y la mejora continua de los procesos de
enseñanza correspondientes» (artículo 91.1). En el
momento de actualizar el contenido de este artículo está en
trámite la aprobación del Proyecto de Ley Orgánica de
modificación de la LOE, denominada con el acrónimo
LOMLOE (con fecha 25 de noviembre de 2020, ha tenido
entrada en el Senado, tras ser aprobado en el Consejo de
Ministros del 15 de febrero de 2019 y por el Pleno del
Congreso de los Diputados en la sesión celebrada el 19 de
noviembre de 2020) que mantiene la redacción del citado
artículo 91.1 de la LOE así como la aceptación expresa de
esta importante función contenida en el 104.3 («Dada la
exigencia de formación permanente del profesorado y la
necesidad de actualización, innovación e investigación que
acompaña a la función docente…»). Pero es que además en
esta norma actualmente en tramitación se aprecia un
impuso a la autonomía de los centros lo que indirectamente
nos recuerda y refuerza el campo de aplicación de la libertad
de cátedra en el profesorado no universitario. Así por
ejemplo, a la hora de regular la autonomía de los centros y
por tanto el margen de autonomía y de experimentación
real del profesorado protagonista de su actividad, el artículo
120.4 afirma que «Los centros, en el ejercicio de su
autonomía, pueden adoptar experimentaciones,
innovaciones pedagógicas, programas educativos, planes de
trabajo, formas de organización…» y, posteriormente, los
apartados l) y m) del artículo 132, sitúan expresamente
entre las competencias del personal directivo de los centros
«Promover experimentaciones, innovaciones pedagógicas,
programas educativos, planes de trabajo, formas de
organización, normas de convivencia,… » así como
«Fomentar la cualificación y formación del equipo docente,
así como la investigación, la experimentación y la
innovación educativa en el centro».

Efectivamente, analizando indicadores como la transmisión


de conocimientos, la valoración, la crítica, la investigación,
la metodología y teniendo en cuenta quién es el sujeto
receptor de los mensajes educativos, se puede comprobar la
modulación del contenido de la libertad de cátedra en
función de los niveles educativos. En este sentido y
conforme ascendemos en el itinerario educativo de las
etapas no universitarias, situándonos dentro de ellas en las
no obligatorias (Formación Profesional; Bachillerato; otras
enseñanzas no universitarias de régimen especial como
música, artes, idiomas) surgen argumentos de diversa
naturaleza para ampliar el contenido y efectividad real de la
libertad de cátedra para el profesorado de estas etapas. En
primer lugar, la existencia de factores como la mayoría de
edad del alumnado y su consiguiente madurez crítica y
personal, la especialización de aprendizajes e itinerarios
académicos o la cercanía al mercado de trabajo y otros
aspectos amplificadores como la aportación de la
experiencia laboral y personal del discente. Todos ellos
podrían resumirse en la máxima: a mayor capacidad
crítica del alumno, mayor libertad del profesor. En
segundo lugar, destacamos el sentido aportado por la propia
Constitución en su artículo 20.1.b, en el que se reconoce y
protege, sin limitación en su titularidad, el derecho a «la
producción y creación literaria, artística, científica y
técnica». Es decir, se recoge por separado, en el apartado c)
del citado artículo, la libertad del profesor en su ejercicio
docente –libertad de cátedra– de la libertad de
investigación, en el reseñado apartado b) lo que nos permite
deducir que la investigación, entendida en su sentido más
técnico y propio e indisoluble en los niveles universitarios,
no es requisito imprescindible para considerarse titular de
este derecho.

Además de todo ello, el Juez de la Constitución ha


reconocido implícitamente estas funciones de investigación
y estudio en los niveles no universitarios al afirmar que la
libertad de cátedra presupone y precisa, no obstante, de una
organización de la docencia y de la investigación que la
haga posible y la garantice (Sentencia del Tribunal
Constitucional 217/1992, de 1 de diciembre, FJ. 2o).
Más claramente aún, nuestro Tribunal Constitucional
reconoce que la amplitud de esta libertad en las etapas no
universitarias es muy variable, ya que en ellas se
comprenden desde los más elementales niveles de
enseñanza, hasta los cursos de Bachillerato más cercanos
ya a la enseñanza universitaria, tanto porque en parte sirven
de preparación para ella, como porque con frecuencia los
alumnos de ese Bachillerato han superado el tope
constitucional de la mayoría de edad (Sentencia del
Tribunal Constitucional 5/81, FJ. 13).

Por otro lado, en cuanto a los límites específicos de este


derecho, el profesor ha de enseñar desde su puesto docente
y no puede enseñar lo que «mejor le parezca» sino que
«debe transmitir la materia objeto de su enseñanza» a
partir de lo previsto en la programación de su asignatura. Y
es cierto que en la enseñanza no universitaria esta
programación estará delimitada a través de sucesivos
círculos concéntricos que parecen constreñir hasta la
extenuación el campo de juego práctico de la libertad de
cátedra: la normativa estatal que fija las enseñanzas
mínimas, la normativa autonómica que desarrolla el
currículo estatal, el propio desarrollo curricular hecho en
cada centro educativo y finalmente, la supervisión y
coordinación de los de los Departamentos didácticos
respecto a la programación de cada docente. Sin embargo,
precisamente en este ámbito delimitador consideramos que
la propia la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de
Educación, y la LOMLOE actualmente en tramitación
vuelven a aportar argumentos para defender la mayor
cercanía, que no asimilación, del docente no universitario al
ámbito universitario. En este sentido se dispone la
autonomía pedagógica, de organización y de gestión de los
centros (artículo 120) y se recuerda la importancia del
desarrollo de los currículos favoreciendo los modelos
abiertos de programación docente y de materiales
didácticos (artículo 121.3) con los que se logre atender a
las distintas necesidades del alumnado y del profesorado.
Por último, y no siendo el objeto de este artículo que se
centra en el ejercicio de esta libertad por el personal
funcionario de los centros docentes de titularidad pública se
debe recordar lo previsto en la Sentencia del Tribunal
Constitucional 47/85, de 27 de marzo, al respecto del
ejercicio de esta libertad por el profesorado (en este caso
laboral, no funcionario) de los centros de titularidad
privada que pueden tener parte o toda su enseñanza
concertada. En esta sentencia se recuerda otro factor que
habrá que tener en cuenta para delimitar la amplitud del
ejercicio de este derecho fundamental: si la enseñanza se
imparte en un centro público y, como tal, sin ideario o si,
por el contrario, se trata de un centro privado que puede
contar con un ideario. En el primer caso el grado de libertad
será también mayor, teniendo en cuenta, no obstante, que la
enseñanza en los centros públicos ha de ser aconfesional e
ideológicamente neutral, mientras que los centros privados
pueden tener un ideario y, por tanto, los enseñantes habrán
de respetar ese ideario, sin que eso lleve a vaciar por
completo de contenido la libertad de cátedra.

Libertad de cátedra
WALTER DANILO MARADIAGA

“Hemos regresado a los espacios físicos pedagógicos, que por años los
hemos utilizado como santuarios del conocimiento. En este retorno a la
presencialidad, vuelven a recobrar vigencia algunos términos como lo
es el término libertad de cátedra, que muchas veces es mal entendido
por algunos docentes, y quieren convertirlo en un paraguas para tratar
de incumplir las responsabilidades en función de los objetivos
estratégicos de las instituciones.

El maestro no es libre de enseñar lo que quiere o guiar a los alumnos


hacia conocimientos que considera importantes para él y no en función
del contenido programático de la asignatura. Parece una afirmación
dura, pero el principio básico de la libertad individual es no coartar la
libertad de los demás (en este caso, los alumnos), por lo que la libertad
de enseñar deja al docente con sus propias responsabilidades
profesionales.

El ejercicio de la libertad de cátedra no exime al docente de cumplir


con su deber de seguir las directrices que la INSTITUCIÓN haya
establecido sobre la asignatura.

Determinar qué hacer y qué no hacer dentro del aula de clases va en


función de la normativa institucional de cada institución y no en
función de los intereses personales del docente.

La libertad de cátedra no es una ley ni una norma, es un principio que,


en teoría, garantiza la libertad de aprender, de enseñar, de investigar,
de difundir contenidos y conocimientos diversos con el fin de ampliar
las posibilidades educativas de un individuo.

La libertad de cátedra no debe ser interpretada como un supuesto de


que el profesor debe autorregular la función del docente en todos sus
aspectos, al margen de los planes, programas y criterios establecidos
por los órganos del CENTRO EDUCATIVO.

Debemos dejar claro que libertad de cátedra no es decir voy a enseñar


otros temas que no están en los contenidos programáticos,
argumentando que selecciona los temas de acuerdo con su experiencia
personal; libertad de cátedra no es decir no voy a dejar hacer
supervisión porque es parte de mi libertad de cátedra, libertad de
cátedra no es decir a los estudiantes que no se preocupen por el plan de
estudios de la carrera, ya que él les va enseñar lo que de verdad
necesitan saber en la vida real; libertad de cátedra no es llegar al aula y
no saber qué dar y terminar vendiendo Avon u otro producto en
particular; libertad de cátedra no es llegar tarde al salón de clases o
retirarse antes de la hora programada la clase.

Historias como estas y otras muchas similares ocurren con relativa


frecuencia en las instituciones de educación y que muchas veces se
quieren cobijar sobre el supuesto que es libertad de cátedra.

Tal vez por error voluntario o involuntario asociamos lo que es libertad


de expresión con lo que es libertad de cátedra La libertad de expresarse
es uno de los derechos que el ser humano ha logrado con el esfuerzo y
el trabajo de varios congéneres a lo largo de la historia de la
humanidad, pero no debe confundirse con la libertad de cátedra.”

(https://www.elheraldo.hn/opinion/columnas/libertad-de-catedra-
CM8824756#:~:text=Hemos%20regresado%20a%20los,la%20libertad%20de%20c
%C3%A1tedra)

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