Caos y orden en los procesos de Arte es un artículo escrito por la Filósofa y Semióloga Rosa María Ravera en la Revista Arte e Investigación; año 2, no. 2 del año 1998, en el cual reflexiona sobre la serie de conceptos que se desprenden del binomio Caos-Orden, como contrapuestos en la historia de la cultura Occidental, tanto en la filosofía como en la ciencia, y, recientemente en el arte contemporáneo, que bebe de ambas disciplinas. El texto repasa diferentes momentos en la historia de la cultura occidental donde se ponen en juego diferentes concepciones respecto a estos conceptos base que poseen ciertas correspondencias desde las ópticas de la Filosofía, la ciencia, y el arte. El paradigma de la ciencia Moderna, ejemplificado en Galileo Galilei, concibe un universo ordenado, en el cual todas las manifestaciones están supeditadas a un principio generador, la naturaleza, a la que pretende develar y clarificar en leyes. Según la autora, una proyección legalista, como si una intención casi policial quisiese obligar a la naturaleza a obedecer a las leyes que la mecánica clásica descubrió para gloria de la ciencia moderna. A esta actitud contrapone la de la investigación contemporánea, que se esfuerza por comprender los procesos cambiantes y la movilidad caótica inestable y vertiginosa según Ravera. A partir de estas dos vertientes, la autora pretende hallar precedentes significativos en el pensamiento que permitan configurar una perspectiva histórica y rastrear su influencia en los procesos de arte. A este respecto, señala las ideas de los filósofos clásicos griegos, Aristóteles, Heráclito, Platón, los filósofos estoicos y los epicúreos. Señala como antecedentes de la actitud contemporánea las ideas de Heráclito de Éfeso (Éfeso, 540 a. C.- 480 a. C), por ejemplo, filósofo griego que afirma que el fundamento de todo está en el cambio incesante. Es un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa. Los epicúreos, por otra parte, que basan su pensamiento en Epicuro de Samos, filósofo griego del siglo IV a.C, se acercan a la sensibilidad contemporánea en su formulación de los átomos, permite pensar en la diversidad implícita en el orden. Según su pensamiento se debe al suministro infinito de átomos, que haya una cantidad infinita de mundos, o cosmo. Ya en las puertas de la Modernidad, se mantuvo esta mirada. Se encuentra la cosmovisión renacentista donde el universo es racionalizado por el artista que interpreta y produce en la realización de un espacio homogéneo, que busca la armonía de las formas, lo cual es evidente en las producciones pictóricas de este período, donde destaca el descubrimiento de la perspectiva lineal, el punto de vista monocular o único. De esto se desprende una supeditación de las partes al todo. Se silencia la diferencia, a decir de Ravera. Distinto al enfoque renacentista, el barroco, ya en el siglo XVIII, con su puesta en escena de la oposición de luces y sombras que puede observarse en sus producciones, deja entreabierto el espacio de la indefinición, al sutil juego entre lo determinado y lo indeterminado, que la autora entiende como afín a la subjetividad contemporánea (de hecho, habla de un neobarroco en la contemporaneidad). Esta concepción invade la creación artística en la modernidad, que rompe con la filosofía de la naturaleza cartesiana y posee dos pilares fundamentales que Ravera considera insoslayables y que pueden clarificar ciertas nociones necesarias: En primer lugar, Gottfried Wilhelm Leibniz, Filósofo que vivió en el siglo XVII, con su idea de la mónada: un universo cerrado que alberga la pluralidad se contrapone a la ley mecanicista de la naturaleza cartesiana. El filósofo toma partido por un organicismo vitalista monádico. En la rama de la lingüística, por otra parte, es el filósofo decimonónico Charles Sanders Peirce, con su semiosis ilimitada quien la autora considera de capital importancia para el abordaje de la actividad artística actual, ya que permite pensar en estructuras donde el equilibrio no sea la ley, sino el despliegue de las posibilidades, que considera el fundamento del arte contemporáneo. La autora parece hallar un hilo conductor de ideas que pretenden explicar y entender los procesos de arte como devenir, como posibilidad de despliegue. Desde esta postura, se ve que la actividad artística en los últimos siglos se ha visto influenciada por la filosofía y la ciencia, lo cual permite comprender la actitud contemporánea respecto del alejamiento de las leyes deterministas, tanto en la ciencia como en el arte, que, desligándose de las tradiciones, encuentra en lo particular la posibilidad creativa. Es así que se produce una atomización que se contrapone a lo universal. De ésta, puede desprenderse la tensión conceptual entre caos y orden. Pero es de destacar que el caos se entiende como un orden nuevo, diferente, que antes que socavar, redefine la creación artística posibilitando su expansión.