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Introducción a la ética.

Carlos Cullen.

1) La ética como disciplina filosófica, racional y argumentativa: distinción entre ética y


moral.
1) Que se define como moral:
La moral se refiere sólo a las acciones del hombre (no a lo que padece o meramente le
acontece) y sólo a aquellas acciones, cuyo sentido lo califican como agente moral, es decir,
responsable –en donde se supone que lo que se hace es “voluntario” o “libre”-. Es por estas
razones que llamamos morales a las acciones sensatas. Al hablar de moralidad suponemos
siempre responsabilidad y obligación.
2) La universalidad estructural y la diversidad histórica de la moral.
Lo que define concretamente lo moral es, justamente, ese conjunto de bienes, valores,
normas, principios, que regulan las acciones y los grados de responsabilidad de los
agentes. No existe conocimiento de ninguna sociedad humana que no esté regida por algunas
normas, en sus interacciones. La moralidad des un fenómeno universal, ligado a una
comprensión estructural del hombre.
Estructuralmente, los hombres somos “morales”. Históricamente, sin embargo, existe una
diversidad de morales, fuertemente condicionadas por los contextos culturales, por las
interacciones grupales y por las opciones individuales.
3) En que consiste la ética como diferente de este fenómeno de la moral.
La ética empieza cuando la moral o las morales, son tomadas como objeto de una
reflexión crítica. Se trata del esfuerzo por entender, desde un pensamiento crítico por qué
ciertas acciones son consideradas morales. La ética se pregunta por los fundamentos
racionales. Se trata de una disciplina filosófica y pertenece a la historia de la racionalidad
crítica. El supuesto que utiliza es la posibilidad de encontrar algún grado de inteligibilidad en las
acciones morales. La ética es diferente de la moral porque es la instancia reflexiva y crítica y el
no mero fenómeno del actual moralmente. No siempre existió la ética.
4) Ni fundamentalismo ni escepticismo.
Ambos impiden la reflexión sobre la moral. Es decir, el ejercicio de la ética.
El fundamentalismo, es la actitud que en vez de aceptar razones discutibles y argumentables
para justificar la pretensión de moralidad, simplemente fundamenta la moral en dogmas o
creencias fijas y que no admiten ningún tipo de crítica. En este caso, la propia moral es la
única, y que si hay otras, están simplemente equivocadas.
El escepticismo es la actitud que no admite que haya razones o argumentos, para sostener
críticamente la inteligibilidad de la moralidad. En este caso cualquier razón es válida.

2) Ética y sus Problemas.


1) La racionalidad y la acción sensata.
Un primer campo de problemas es cómo definir “racionalmente” la sensatez de las acciones.
Aquí se plantean dos posiciones éticas:
Una teleológica: en donde el criterio para definir la moralidad hay que buscarlo en los
fines de las acciones. En este caso la discusión se centra sobre la categoría de bien o valor.
Se discute básicamente sobre lo que define el bien y el mal. El problema central es saber elegir
el bien.
Una deontológica: en donde el criterio para definir la moralidad hay que buscarlo en las
normas que la rigen. En este caso la discusión se centra el la categoría de obligación, o
principios de la acción. Se discute básicamente sobre lo que define a una norma o ley, para
realizar una acción. Así son llamadas las éticas del deber, en donde se trata de definir la
sensatez a través de una obligación moral.
2) Entre deseos naturales y obligaciones morales.
a) Problemas con los fines: La naturaleza misma de las acciones determina los fines de las
acciones. Hay dos dimensiones que complican esta respuesta. Por un lado, somos una
naturaleza racional, y, por el otro lado, somos una naturaleza social. Que somos una
naturaleza racional quiere decir que nuestros apetitos “naturales”, nuestros “deseos”, están
atravesados por el deseo del saber. Saber, justamente, de esos fines. Mientras que somos una
naturaleza social, quiere decir que nuestras representaciones “racionales” de los bienes, están
atravesadas por el lenguaje, y por la dinámica de las interacciones sociales.
b) Problemas con las normas: Las leyes universales u objetivas determinan las normas para
actuar. Esto supone la posibilidad de representarnos la modalidad de las leyes, que determinan
la intención de actuar. Lo problemático radica en que para definir esos imperativos como
“morales” tiene que suponerse la libertad, porque es la libertad, junto con el saber, quienes
definen justamente, la acción como moral. Las leyes que rigen las acciones pueden ser de dos
tipos: a) Leyes condicionadas a una lógica de medios fines, es decir, en la línea del
naturalismo ético. b) leyes no condicionadas por esta lógica de las inclinaciones
naturales, son que obedecen solamente a las leyes de la propia razón. Es la idea de la
autonomía del juicio moral, que implica la posibilidad de no depender de las leyes de la
naturaleza. En estos casos se actúa conforme al “deber”.
3) Entre el hábito virtuoso y la dignidad del fin en sí mismo.
Si la ética está orientada a definir las acciones buenas, el hombre moralmente bueno se define
por sus virtudes. Las virtudes éticas son hábitos. Las virtudes son el resultado de la
formación de un carácter moral. La ética de las virtudes es fuertemente contextualista.
Si, en cambio, la ética está orientada a definir las intenciones del actual correcto, el hombre se
define como persona moral por su libertad misma, que lo hace fin-en-si mismo, y constituye su
dignidad. La digninidad de la persona moral, pertenece a la condición humana en cuanto
tal, es “derecho natural”. La dignidad, es el presupuesto de todo sujeto moral,
independiente de habilidades naturales o condicionamientos sociales. La ética de la dignidad,
es marcadamente universal.
En fin, la ética tiene ver, entonces, con el problema de cómo ser buenos y actuar
correctamente, es decir: virtuosos y dignos.
4) El “análisis” del lenguaje moral cotidiano, la “metafísica” de las costumbres y la
hermenéutica de las tradiciones morales.
Son 3 modos de extender la reflexión ética:
A) El análisis del lenguaje moral cotidiano: Intenta clarificar el uso del lenguaje moral
que tiene que ver con la acción humana. Su déficit radica en e fácil deslizamiento de los
problemas éticos a problemas meramente lógicos.
B) La metafísica de las costumbres: Se refiere al intento de fundamentar críticamente la
moral, distinguiendo la cuestión empírica de las morales, costumbres de la
fundamentación meta-empírica. Kant encuentra este argumento en el uso puro práctico
de la razón, es decir, a posibilidad de representarnos leyes para actuar que se fundan
en la sola razón, es decir, la autonomía. Una libertad obligada incondicionadamente
es lo que tenemos que poder fundamentar, y el modo de hacerlo es trascender la
“antropología empírica”. Esta forma de entender el camino crítico de la ética
desemboca en criterios puramente formales, descontextualizados.
C) La hermenéutica de las tradiciones morales: El lenguaje moral no puede
separarse de prácticas sociales discursivas, donde se cruza el saber con el poder,
y la conciencia del deber no puede separarse impunemente de sus propias
tradiciones formativas. Se intenta situar el discurso moral en tradiciones
interpretativas, poniendo una “genealogía” de lo moral. Se apunta a criticar las ilusiones
de posiciones que des-historizan la ética; se busca recuperar la historia de las
tradiciones morales. Los riesgos de estos posicionamientos hermenéuticos son el
fundamentalismo moral de la defensa de una tradición moral determinada como la mejor
o bien el escepticismo moral.
3) La ética y su historia.
1) El eudemonismo antiguo y sus formas principales.
Una ética de fines y con base en un naturalismo se preocupa muy especialmente en la
cuestión del último fin. Se trata del problema de la felicidad, que aparece como el nombre
de este fin supremo. La felicidad aparece como el bien que propiamente se busca por sí
mismo. La ética tiene que ver, aquí, con la vida buena. Hay 3 variantes importantes:
a) La felicidad entre la prudencia y la teoría: El contexto de esta primera tensión es la
distinción entre un modo de vida “activo” y un modo de vida “contemplativo”. La virtud
que lleva a que los “activos” sean felices, es la prudencia, que consiste en el hábito,
propio del conocimiento educado. La prudencia es la inteligencia práctica y esta se
necesita para la buena vida o para la felicidad, en la práctica de las virtudes éticas. La
virtud, en cambio, que lleva a los “contemplativos” a la felicidad, es la teoría misma, que
encuentra su propio placer en realizar plenamente la potencia de la inteligencia. En
todos los casos para que estos modos de vida sean “buenos”, eudaimonía, necesitan
ser elegidos por las virtudes. Es decir, la felicidad es siempre vivir de acuerdo a la
virtud.
b) La felicidad entre la indiferencia y la coherencia: Lo importante es la coherencia
consigo mismo, es decir, con este principio propio que rige los impulsos. Y sí algo
caracteriza la virtud es la constancia en esta posición coherente. La tensión entre vida
activa y la vida contemplativa pasa en este caso –en el estoicismo- a un segundo plano.
c) La felicidad entre el cálculo y el placer: La tradición más fuerte es el epicureísmo,
que ponía el bien en el placer, como lo más natural para el hombre, y definía, entonces,
la felicidad como “la salud del cuerpo y el alma”. En este caso, una felicidad centrada
en el placer tiene que aprender a calcular bien, sin ilusionarse como falsos infinitos o
con miedos creados socialmente.
2) La ruptura moderna con el eudemonismo naturalista y sus formas principales.
Las éticas no naturalistas o deontológicas, son propias del mundo moderno, que
rompe con el naturalismo antiguo, y pone el fundamento en lo que es le “sujeto”. La
preocupación se desplaza hacia la cuestión de la libertad y la ética tiene que
ocuparse de lo que obliga moralmente a la libertad. El tema es cómo entender la
libertad, de modo tal de hacerla compatible con la ley que es una obligación.
a) La libertad como “ potencia de actuar”: entre acciones y pasiones: la modernidad
descubre que las pasiones no son eras inclinaciones naturales, sino que son ideas, que
son del alma, solo que son ideas “oscuras y confusas” y por lo mimo implican una
dificultad para comprender la libertad en el actuar.
b) La libertad como “autonomía del juicio moral”: entre imperativos y máximas: Para
Kant, justamente porque somos libres, podemos ser personas morales, ya que la ley
moral no es sino la misma ley de la razón en su uso puro práctico. Acá se comprende
la libertad como autonomía del juicio moral. La libertad consiste en actuar siguiendo
un imperativo incondicionado o categórico, que expresa la ley de la misma razón en su
uso práctico. La libertad es autonomía moral. Actuar por deber es tan
incondicionado, que ni siquiera la felicidad puede oponérsele.
c) La libertad como “resistencia individual y grupal a los abusos del poder” entre
utilidades y daños: El utilitarismo implica definir el bien como útil para conseguir
la felicidad, entendida como el bienestar, tanto en individual como el de la mayor
parte posible de la población. En definitiva esto implica relacionar la ética con la libertad
individual de buscar este bienestar propio y contribuir al bienestar general. La lógica
ética utilitarista es básicamente consecuencialista.
3) Los debate contemporáneos.
a) Tensión entre el “bien” y la “justicia”.
El contexto más fuerte viene dado por el llamado liberalismo político, que intenta propone
una teoría de la justicia, que separe las aguas del problema de la felicidad y los fines, los
ideales posibles de vida buena, de los problemas de una convivencia bajo principios
normativos claros de la justicia. Se trata de una fuerte defensa del pluralismo. En la
medida que todos respetemos estos principios básicos de la justicia podremos
convivir bien desde opciones por ideales de vida diversos, o formas de entender el
bien. Uno de los matices interesantes del liberalismo es que “si el núcleo normativo de la
convivencia lo ponemos solamente en el pacto “fundacional”, formulando principios
básicos de la justicia, quedamos indiferentes a la posibilidad de lograr otros
consensos en la vida social”.
b) Tensión entre lo singular, lo particular y lo universal
Hay quienes insisten en pensar el sujeto moral como universal, porque no esta
comprometido o condicionado por ninguna particularidad histórica o social, ni tampoco
por cualidades naturales. Este sujeto es universal porque no es empírico, sino
trascendental. Esta posición postula una ética universalista, independientemente de los
contextos, porque firmemente arraigada en las leyes mismas de la razón humana. Contra la
pretensión de fundamentalismo ético o del escepticismo; se insiste en la formalidad de
estos principios universales.
Hay quienes plantean la necesaria contextualización del pensamiento ético, y acusan al
llamado “universalismo” de esconder, en el fondo, un etnocentrismo, o un pensamiento
único. El argumento que se utiliza acá es que el sujeto moral forma parte de una
tradición moral, de una historia, de valores compartidos, que conforman su identidad
particular. En los debate se los suele llamar “comunitaristas”. Radican la atención a los
contextos culturales, a la diversidad y a la posibilidad del enriquecimiento mutuo.
La tercera posición radica en la defensa de la singularidad. Es decir, se hace de la ética
una cuestión personalísima; en nombre del “cuidado de sí mismo” o de la “fidelidad al
deseo”. Se reduce la ética a un “decisionismo”
c) Metaética, ética y ética aplicada.
Aquí se distingue en distintos niveles de discusión de la ética. El nivel metaético es donde
se discutirían cuestiones de fundamentación y de alcance de la ética, así como el
establecimiento de las categorías más generales, y el nivel de la ética aplicada, tendría
como campo el hacerse cargo de los problemas éticos particulares.
En definitiva la ética es el intento e tener más argumentos, saber exponerlos y contar
con posibilidades teóricas de defenderlos, en el momento de tomar decisiones
morales, sostenerlas y comprometernos con ellas. La ética habita en el espacio de la
responsabilidad, y somos responsables en la medida en que seamos capaces de
“responder” a la interpelación del otro.

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