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Esta técnica fue creada a principios de los años 40 del siglo XX por el
psicoanalista y psicólogo social de origen suizo, Enrique Pichón Rivière, fundador
de la Asociación Psicoanalítica Argentina y de la primera escuela de psicología
social en América Latina. Una definición condensada del grupo operativo que nos
aporta su creador es la siguiente: “¿En qué consiste nuestra técnica? Se puede
decir que en dos aspectos fundamentales: el aspecto manifiesto, explícito y el
aspecto implícito o latente. En este sentido nos acercamos a la técnica analítica
que es en realidad hacer consciente lo inconsciente, o sea hacer explícito lo
implícito”2. Esta referencia no agota ciertamente la definición de la técnica, pero
tiene la virtud de subrayar lo específico del grupo operativo -que lo diferencia de
otras técnicas de trabajo grupal-, a saber, que cuenta con la existencia de una
dimensión latente de la vida grupal e interviene sobre ella, develándola.
Una buena vía para acercarse a esta técnica puede ser examinar lo que podríamos
llamar su mito de origen. El grupo operativo nació en una situación crítica, casi
podríamos decir, extrema. Pichón trabajaba en el Hospicio de las Mercedes, un
importante hospital psiquiátrico de Buenos Aires. Un día cualquiera, de manera
súbita, la Dirección del Hospital retira el personal de enfermeros que atendía los
pacientes a su cargo y estos quedan en estado de abandono. “Gracias a esa
medida un poco absurda en ese momento, nació esta técnica, el grupo operativo
como una técnica social, donde se hacía posible el tratamiento de los enfermos
mentales por sus “colegas”…tomamos como punto de partida su visión como
enfermos: primero hacía grupos con ellos y a través de esos grupos aprendían lo
que era el insight, lo que era la alienación, y todo eso con algunos conceptos de
1 Algunas de las instituciones en los que se transmite esta metodología en programas de educación
psicología social (1). Buenos Aires: Editorial Nueva Visión, 1985. pág. 235. (Las cursivas son del
autor)
enfermería…se completó en muy poco tiempo la formación de los mejores
enfermeros que he visto en mi vida profesional” 3.
En ese primer grupo operativo del mito fundador estaban presentes varias
aplicaciones al mismo tiempo, era un grupo de aprendizaje, pero también de apoyo
a un equipo que realizaba tareas terapéuticas; y, por la definición misma de los
integrantes, cumplía una función terapéutica muy importante, que podemos
constatar en los resultados mencionados por el autor.
Esta referencia tiene interés para los psicólogos sociales en Latinoamérica, porque
con frecuencia debemos enfrentar situaciones de extrema precariedad de
recursos. Este relato del nacimiento del grupo operativo es paradigmático también
en cuanto a las posibilidades que ofrecen los grupos para autogestionar la
resolución de sus propias necesidades; y es quizás más valioso por tratarse de un
caso radical: enfermos mentales haciéndose cargo del apoyo al tratamiento de
otros enfermos mentales.
3 Ibíd. p. 240
4 Ibíd. p. 241
5 Las Itálicas son del autor
6 Op. cit. p, 235
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El mito fundador de esta técnica -como todo mito- tiene más de una versión. Hay
una segunda historia de la creación de los grupos operativos, que ofrece el mismo
Enrique Pichón Rivière. Ésta tiene que ver con una experiencia comunitaria de
laboratorio social, realizada en la ciudad de Rosario, Argentina. Veamos lo que
dice el autor al respecto: “El punto de vista de los grupos operativos, tal como hoy
los concebimos, arranca de lo que denominamos la Experiencia Rosario (realizada
en 1958). Dicha experiencia estuvo a cargo del Instituto Argentino de estudios
sociales (IADES)” 7.
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desarrollo de la tarea, incluida la definición de la misma, colocándose en la
posición de un facilitador que, mediante la escucha y observación permanente del
acontecer grupal, ayuda a superar los las dificultades que surgen en el grupo,
mediante intervenciones que apuntan a develar los obstáculos latentes que
interfieren en su realización. Una intervención del coordinador es pertinente en la
medida en que ayuda al grupo a superar sus obstáculos. Gladys Adamson expresa
esto con una fórmula breve y precisa: “La verdad de una interpretación (del
coordinador) reside en su operatividad”.
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Podemos decir que en el campo de las prácticas clínicas el psicoanálisis fue el
primero que interrogó de una manera radical el vínculo del agente de salud mental
y el paciente; en virtud de esto desplazó el saber del terapeuta al paciente y, en
consecuencia, el papel activo en el trabajo terapéutico. El grupo operativo de
Pichón, la Educación liberadora de Paulo Freire y la Investigación Antropológica
de Castaneda, coinciden en ese desplazamiento del lugar del saber y del papel
activo, del lugar del profesional a las comunidades, los educandos o los grupos en
los que se investiga o interviene. En otros campos como la sociología y los grupos
que trabajan e investigan en la perspectiva de género, también existen desarrollos
teóricos y metodológicos que, desde sus propias construcciones, apuntan en esta
misma dirección.
Es necesario precisar lo que hemos dicho anteriormente, para que esto último se
entienda. Cuando decimos que en el trabajo analítico el saber y la función activa
se desplazan al lugar del paciente, no nos estamos refiriendo a éste en el sentido
de su “yo” y su voluntad consciente, sino al sujeto del inconsciente que emerge en
sus síntomas, sus yerros y sus sueños. Lo que tiene de subversivo el dispositivo
analítico es que crea un escenario en el que no solamente se silencia el analista,
sino también el yo del paciente y sus funciones psíquicas superiores, para que
pueda emerger la verdad del sujeto del inconsciente. Esto es fundamental para
entender que el mismo “yo” sufriente, que llega a pedir ayuda, se puede convertir
luego en un obstáculo fundamental para el desarrollo del tratamiento. El analista
debe estar en condiciones de observar las distintas resistencias de las que se vale
el yo del analizante para obstaculizar el trabajo terapéutico. El desarrollo de la
investigación psicoanalítica le mostró a Freud que estas mismas resistencias, que
aparecen como obstáculo a la curación, son las que garantizan el mantenimiento
del síntoma, de manera que el vencimiento de las resistencias en el trabajo
terapéutico es fundamental porque es, a la vez, la liquidación de la fortaleza en la
que se atrinchera la enfermedad. Así, de acuerdo con Freud, el vencimiento de las
resistencias a la cura y la eliminación del síntoma, son una y la misma operación.
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el grupo –todo grupo- como una realidad viva en permanente transformación, en la
que, simultáneamente, están operando siempre fuerzas opuestas: las que se
orientan en la vía de la salud mental, hacia el logro de las tareas y el proceso de
transformación permanente del grupo; y, aquellas que, por el contrario, boicotean
el quehacer grupal y tienden a impedir su evolución.
La tarea en todos los grupos tiene dos dimensiones, que el autor llama tarea
manifiesta y tarea latente. La tarea manifiesta es la más fácil de definir, porque
coincide con los propósitos expresos del grupo; la dimensión latente de la tarea no
es algo que se pueda definir de manera universal, sino que en cada caso es
menester interpretarla y está relacionada con el proceso de transformación
subjetiva de los integrantes del grupo en el proceso grupal, con la transformación
de sus esquemas referenciales, la construcción de una mutua representación
interna de los integrantes y la construcción de un esquema referencial colectivo.
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Es importante no confundir la tarea latente en los grupos con lo que algunos
autores llaman la “agenda oculta”, ya que esta última por su definición misma, es
conocida en el grupo, al menos por parte de algunos integrantes, que la ocultan
deliberadamente a otros. La tarea latente, en el sentido más fuerte de la definición,
puede ser desconocida por todo el grupo; y, desde esa condición, sin embargo,
puede operar como una voluntad secreta y firme que lleva al grupo en una
dirección determinada, -que puede ser ajena a la definición de la tarea manifiesta,
incluso contraria-, sin que nadie comprenda la razón.
Lo emergente puede tomar formas diversas, incluso opuestas entre sí. Puede
ocurrir, también, que los integrantes de un grupo no reconocen lo emergente como
propio y se lo endilgan a un chivo emisario que se hace cargo de la patología
grupal. En los grupos numerosos y en las instituciones las funciones de portavoz y
chivo emisario, pueden ser agenciadas por un individuo o un sector del grupo,
integrado por varias personas.
Una parte fundamental del ECRO de Pichón Rivière es la teoría del vínculo social
que publica en un texto que se titula precisamente Teoría del Vínculo. No vamos a
pretender hacer una síntesis de la misma, ya que amerita, cuando menos un
capítulo de esta misma extensión; pero si mencionaremos uno de los hallazgos
fundamentales que arrojó la investigación de Pichón con la metodología de grupos
operativos. Este descubrimiento podemos definirlo como la potencia patológica y
terapéutica, a la vez, de los grupos humanos.
En efecto, los primeros grupos con las familias de los psicóticos en el Hospicio,
según el autor, “completaron nuestra concepción social de la enfermedad
mental”12. Es decir el poder que tiene una familia o un grupo social de enfermar a
uno o a alguno de sus integrantes. Esta concepción social de la enfermedad
mental permite, no solamente entender de qué manera influye el grupo familiar y
12Pichón, Enrique: “Historia de los grupos operativos”. En: El Proceso Grupal, del psicoanálisis a la
psicología social (1). p, 241. Buenos Aires: Editorial Nueva Visión, 1985.
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social en la etiología de una psicosis o una neurosis en un individuo, sino que, por
contrapartida, permite arrojar luz sobre los fenómenos sociales, abordando al
enfermo mental como portavoz de un síntoma colectivo.
Como el lector habrá podido apreciar, los grupos operativos son una herramienta
para leer fenómenos e intervenir en grupos de múltiples clases, en diversos
escenarios; esta herramienta se puede combinar con otras técnicas que provienen
de contextos teóricos y metodológicos afines, sin que sea menester la aplicación
del dispositivo del grupo operativo en su versión más pura.
Donde tiene toda su pertinencia la aplicación de la versión más pura del grupo
operativo es en la formación de los futuros psicólogos sociales. En este punto
encontramos nuevamente una coincidencia con el psicoanálisis. Un analista se
forma fundamentalmente en el diván de otro analista, es decir en su propio
análisis. Los cursos, carteles y otros dispositivos de estudio, son un factor muy
importante en su formación, pero no sustituyen la travesía que constituye el
análisis personal, sin el cual no hay analista posible. De una manera análoga, la
formación de un coordinador en grupos operativos, requiere un conocimiento
teórico de la psicología social de Pichón Rivière, y exige como condición
indispensable la experiencia y la vivencia como participante de grupos operativos
13 Ibíd.
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de formación, sin los cuales no es posible, o en todo caso, no es legítimo,
autorizarse como coordinador.
Como el lector habrá podido notar el grupo operativo es una técnica que descansa
en una concepción particular de la enfermedad mental como síntoma social y de
los grupos como tramas vinculares en los que el saber y el poder se pueden poner
en función de lo patológico o lo terapéutico. Se trata de una técnica que cuenta con
la existencia de una dimensión latente de la vida grupal regida por formas
individuales y colectivas del goce que es necesario develar y darles una forma de
expresión para evitar el empobrecimiento de la vida grupal o la emergencia de
síntomas que tienen un alto costo psíquico para los integrantes del grupo y que
pueden boicotear los propósitos grupales.
Es por este motivo que hemos considerado pertinente examinar el grupo operativo
a la luz del dispositivo teórico llamado “los cuatro discursos” de Lacan, que gira en
torno a cuatro significantes: El significante amo (S1), que es el emblema de las
diversas formas del poder; el saber (S2), que tiene distintas facetas; el síntoma ($),
en distintas posiciones; y el goce (a) que también tiene valores diferentes según
sea un producto, una verdad reprimida, un lugar vacío, o la causa del deseo.