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1. ¿QUÉ ES EL GRUPO OPERATIVO?

Por: Hernando Bernal y Jaime Carmona.

Es una técnica de intervención grupal de la psicología social, inspirada en el


psicoanálisis. Se aplica en los escenarios clínico, educativo, organizacional y
comunitario; en la prevención e intervención de diversas problemáticas
psicosociales, como la drogodependencia, problemas de aprendizaje, procesos de
cambio y resolución de conflictos. Además de sus aplicaciones terapéuticas y
preventivas, puede ser empleada en estos mismos escenarios como dispositivo
para la realización de tareas específicas que requieran una coordinación de grupos
interdisciplinarios. También es una técnica privilegiada en la formación de
psicólogos sociales y profesionales de otras áreas de las ciencias sociales 1, que
aspiran a intervenir grupalmente en los niveles terapéutico, preventivo y de
promoción de la salud mental, o en la resolución colectiva de problemáticas
vinculares y apoyo de procesos comunitarios.

Esta técnica fue creada a principios de los años 40 del siglo XX por el
psicoanalista y psicólogo social de origen suizo, Enrique Pichón Rivière, fundador
de la Asociación Psicoanalítica Argentina y de la primera escuela de psicología
social en América Latina. Una definición condensada del grupo operativo que nos
aporta su creador es la siguiente: “¿En qué consiste nuestra técnica? Se puede
decir que en dos aspectos fundamentales: el aspecto manifiesto, explícito y el
aspecto implícito o latente. En este sentido nos acercamos a la técnica analítica
que es en realidad hacer consciente lo inconsciente, o sea hacer explícito lo
implícito”2. Esta referencia no agota ciertamente la definición de la técnica, pero
tiene la virtud de subrayar lo específico del grupo operativo -que lo diferencia de
otras técnicas de trabajo grupal-, a saber, que cuenta con la existencia de una
dimensión latente de la vida grupal e interviene sobre ella, develándola.

Una buena vía para acercarse a esta técnica puede ser examinar lo que podríamos
llamar su mito de origen. El grupo operativo nació en una situación crítica, casi
podríamos decir, extrema. Pichón trabajaba en el Hospicio de las Mercedes, un
importante hospital psiquiátrico de Buenos Aires. Un día cualquiera, de manera
súbita, la Dirección del Hospital retira el personal de enfermeros que atendía los
pacientes a su cargo y estos quedan en estado de abandono. “Gracias a esa
medida un poco absurda en ese momento, nació esta técnica, el grupo operativo
como una técnica social, donde se hacía posible el tratamiento de los enfermos
mentales por sus “colegas”…tomamos como punto de partida su visión como
enfermos: primero hacía grupos con ellos y a través de esos grupos aprendían lo
que era el insight, lo que era la alienación, y todo eso con algunos conceptos de

1 Algunas de las instituciones en los que se transmite esta metodología en programas de educación

superior son: la Escuela de Trabajo Social de Universidad Complutense de Madrid, la Facultad de


Psicología de la Fundación Universitaria Luis Amigó de Colombia, y múltiples escuelas de
psicología social de Argentina, Uruguay y otros países de Suramérica.
2 Pichón, Enrique: “Historia de los grupos operativos”. En: El Proceso Grupal, del psicoanálisis a la

psicología social (1). Buenos Aires: Editorial Nueva Visión, 1985. pág. 235. (Las cursivas son del
autor)
enfermería…se completó en muy poco tiempo la formación de los mejores
enfermeros que he visto en mi vida profesional” 3.

En ese primer grupo operativo del mito fundador estaban presentes varias
aplicaciones al mismo tiempo, era un grupo de aprendizaje, pero también de apoyo
a un equipo que realizaba tareas terapéuticas; y, por la definición misma de los
integrantes, cumplía una función terapéutica muy importante, que podemos
constatar en los resultados mencionados por el autor.

Esta referencia tiene interés para los psicólogos sociales en Latinoamérica, porque
con frecuencia debemos enfrentar situaciones de extrema precariedad de
recursos. Este relato del nacimiento del grupo operativo es paradigmático también
en cuanto a las posibilidades que ofrecen los grupos para autogestionar la
resolución de sus propias necesidades; y es quizás más valioso por tratarse de un
caso radical: enfermos mentales haciéndose cargo del apoyo al tratamiento de
otros enfermos mentales.

A raíz de la misma crisis en esta institución, Pichón descubrió la aplicación del


grupo operativo con familias de pacientes psicóticos, como apoyo al trabajo
terapéutico: “Al poco tiempo entonces, una semana o un poco más, dentro del
Servicio se había extendido una actitud social de unos a otros, se organizaban
salidas, altas (especie de prueba), la inclusión dentro del tratamiento de los grupos
familiares, que completaron nuestra concepción social de la enfermedad mental,
ya que a través de los grupos familiares detectábamos los factores que
determinaban la enfermedad, el diagnóstico, el pronóstico y el tratamiento. La
profilaxis podía ser dada en otros miembros de la familia”4.

Los grupos operativos que nacieron en el Hospicio de las Mercedes se pueden


definir como grupos centrados en la tarea, y en este caso, la tarea podemos
entenderla, de acuerdo con lo dicho, como el tratamiento grupal de trastornos
psicológicos o el apoyo a dicho tratamiento (por parte de los grupos familiares).
Quizá en este punto sea importante hacer una primera aclaración: no se trata de
un psicoanálisis grupal, sino de una psicoterapia grupal, que tiene en cuenta los
descubrimientos del psicoanálisis y utiliza algunas de sus herramientas teóricas,
pero cuya fundamentación epistemológica es la psicología social.

Estos grupos operativos pueden estar integrados por un grupo de enfermos, un


grupo de terapeutas, o la familia de un psicótico. De acuerdo con Pichón, la tarea
del coordinador en estos grupos se puede definir fundamentalmente como
“promover un cambio (en un sentido grupal) operativo 5 (cambio de una situación a
otra), en el que lo explícito que tomamos como manifiesto se interpreta hasta que
aparezca algo nuevo, un nuevo descubrimiento o un nuevo aspecto de la
enfermedad”6.

3 Ibíd. p. 240
4 Ibíd. p. 241
5 Las Itálicas son del autor
6 Op. cit. p, 235

2
El mito fundador de esta técnica -como todo mito- tiene más de una versión. Hay
una segunda historia de la creación de los grupos operativos, que ofrece el mismo
Enrique Pichón Rivière. Ésta tiene que ver con una experiencia comunitaria de
laboratorio social, realizada en la ciudad de Rosario, Argentina. Veamos lo que
dice el autor al respecto: “El punto de vista de los grupos operativos, tal como hoy
los concebimos, arranca de lo que denominamos la Experiencia Rosario (realizada
en 1958). Dicha experiencia estuvo a cargo del Instituto Argentino de estudios
sociales (IADES)” 7.

En esta experiencia participaron aproximadamente 400 personas que fueron


convocadas por medio de afiches fijados en algunos sitios concurridos de la
ciudad. Cada grupo contaba con un número aproximado de nueve integrantes, un
coordinador y uno o dos observadores que hacían sesiones de control con un
coordinador general. El tema en torno al cual se articuló la tarea de los grupos
operativos en aquella ocasión fue la didáctica interdisciplinaria.

El propósito de este modelo del grupo operativo lo resume el autor de la siguiente


manera: “su actividad está centrada en la movilización de estructuras
estereotipadas a causa del monto de ansiedad que despierta todo cambio
(ansiedad depresiva por abandono del vínculo anterior y ansiedad paranoide
creada por el vínculo nuevo y la inseguridad consiguiente). En el grupo operativo,
el esclarecimiento, la comunicación, el aprendizaje y la resolución de tareas
coinciden con la curación, creándose así un nuevo esquema referencial”8. Vale la
pena subrayar que, aunque esta definición de la tarea ya no se plantea
específicamente en términos clínicos, siempre subsiste una dimensión terapéutica
de la misma.

Este segundo paradigma del grupo operativo nace en el escenario comunitario, en


función de tareas de aprendizaje, producción colectiva y comunicación de diversos
saberes en grupos heterogéneos. En función de ello se definen las funciones: “La
función del coordinador o copensor consiste especialmente en crear, mantener y
fomentar la comunicación, llegando ésta, a través del desarrollo progresivo, a
tomar la forma de una espiral, en la cual coinciden didáctica, aprendizaje,
comunicación y operatividad”9.

El grupo operativo se define, pues, como un grupo centrado en la tarea; si se


privilegia la versión del mito fundacional del Hospicio de las Mercedes, ésta tendrá
un carácter más terapéutico; si se privilegia la versión de la “Experiencia Rosario”,
tendrá un carácter más inclinado hacia la intervención en el escenario comunitario,
los grupos interdisciplinarios, o los grupos de formación. Las dos versiones tienen
un elemento en común, a saber, que en ambos casos el coordinador se destituye
del lugar del amo y del maestro – en eso coincide con la posición del analista en el
análisis-, y le confiere el protagonismo fundamental al grupo mismo en el

7 Pichón, Enrique: “Técnica de los grupos operativos” . Op cit. p, 108.


8 Op. cit. p, 120
9 Op cit. p, 112

3
desarrollo de la tarea, incluida la definición de la misma, colocándose en la
posición de un facilitador que, mediante la escucha y observación permanente del
acontecer grupal, ayuda a superar los las dificultades que surgen en el grupo,
mediante intervenciones que apuntan a develar los obstáculos latentes que
interfieren en su realización. Una intervención del coordinador es pertinente en la
medida en que ayuda al grupo a superar sus obstáculos. Gladys Adamson expresa
esto con una fórmula breve y precisa: “La verdad de una interpretación (del
coordinador) reside en su operatividad”.

Este cambio de posición fundamental del coordinador respecto del grupo o la


comunidad en que interviene, inscribe al grupo operativo en una tradición crítica en
el campo de las ciencias humanas en América Latina, que ha tenido
manifestaciones en otras disciplinas. En el campo de la pedagogía Paulo Freire
opone a la concepción tradicional de la educación que él llama “bancaria”10 una
propuesta que denomina “educación liberadora”. La educación bancaria se
caracteriza fundamentalmente por la posición pasiva del educando, que es
concebido como una especie recipiente vacío en el que el docente – agente activo
del proceso-, deposita su saber como en un banco. En la educación liberadora de
Freire el educando es concebido como un agente activo que posee unos saberes y
unos intereses previos, y el pedagogo se desplaza a la posición de un facilitador,
le da un lugar a los intereses y saberes del educando y le confiere el lugar
protagónico en el proceso de aprendizaje 11.

Un cambio semejante se puede observar en otras disciplinas. Es conocido que la


antropología nació en Europa en el siglo XVIII al servicio del imperialismo
Británico. Esta disciplina estuvo marcada durante el siglo XIX por el proyecto
colonialista que le dio origen y por la visión etnocentrista de los autores europeos.
De esta manera servía de dos maneras al discurso del amo, como una ideología
racista que deificaba un grupo étnico y con ello justificaba las prácticas coloniales;
y como una fuente de saber al servicio del poder. Durante el siglo XX,
especialmente después de la segunda mitad, surgen movimientos como la
antropología crítica de inspiración dialéctica, que se caracterizan por interrogar y
replantear radicalmente la relación del antropólogo, como científico social, con las
comunidades en las que realizan sus investigaciones y por proponer el
compromiso del científico social con las causas de las comunidades en las que
realiza su trabajo de investigación. Pero hay, aún, otro caso digno de un
comentario en este sentido: es el trabajo de investigación y la producción escrita
del antropólogo Carlos Castaneda. El lector que se acerca a sus textos sobre las
prácticas de los chamanes puede constatar que Castaneda no intenta reducirlas a
la cosmovisión occidental, sino que se destituye de sus conocimientos científicos,
le confiere el lugar del saber al chamán y desde esa posición de “aprendiz de
chamán” hace una producción que, por la posición del investigador, es
radicalmente diferente a la tradición de las producciones de los científicos sociales.

10 Freire, Paulo: Educación Liberadora. K. p, 41. Bilbao: Editorial Zero. 1969.


11 Cf. Freire, Paulo: La Educación como práctica de la libertad. Barcelona: Ed. Siglo XXI, 1998.

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Podemos decir que en el campo de las prácticas clínicas el psicoanálisis fue el
primero que interrogó de una manera radical el vínculo del agente de salud mental
y el paciente; en virtud de esto desplazó el saber del terapeuta al paciente y, en
consecuencia, el papel activo en el trabajo terapéutico. El grupo operativo de
Pichón, la Educación liberadora de Paulo Freire y la Investigación Antropológica
de Castaneda, coinciden en ese desplazamiento del lugar del saber y del papel
activo, del lugar del profesional a las comunidades, los educandos o los grupos en
los que se investiga o interviene. En otros campos como la sociología y los grupos
que trabajan e investigan en la perspectiva de género, también existen desarrollos
teóricos y metodológicos que, desde sus propias construcciones, apuntan en esta
misma dirección.

Pero hay un elemento que diferencia al psicoanálisis y al grupo operativo de las


demás prácticas que hemos mencionado y es la concepción del ser humano en la
que se fundamenta cada práctica. El dispositivo analítico y el grupo operativo
cuentan con la existencia de lo inconsciente. En sendos dispositivos, el sujeto y el
grupo, respectivamente, no son concebidos como realidades unitarias,
consistentes y capaces de autoconocerse y “autoayudarse”, sino que son
realidades divididas, contradictorias y conflictivas, en las que existe una dimensión
a la que solamente es posible acceder por medio de un tercero, formado para ello.
Este presupuesto tiene consecuencias metodológicas y prácticas, especialmente
en lo que se refiere a la función del analista en la terapia analítica y del
coordinador en el grupo operativo.

Es necesario precisar lo que hemos dicho anteriormente, para que esto último se
entienda. Cuando decimos que en el trabajo analítico el saber y la función activa
se desplazan al lugar del paciente, no nos estamos refiriendo a éste en el sentido
de su “yo” y su voluntad consciente, sino al sujeto del inconsciente que emerge en
sus síntomas, sus yerros y sus sueños. Lo que tiene de subversivo el dispositivo
analítico es que crea un escenario en el que no solamente se silencia el analista,
sino también el yo del paciente y sus funciones psíquicas superiores, para que
pueda emerger la verdad del sujeto del inconsciente. Esto es fundamental para
entender que el mismo “yo” sufriente, que llega a pedir ayuda, se puede convertir
luego en un obstáculo fundamental para el desarrollo del tratamiento. El analista
debe estar en condiciones de observar las distintas resistencias de las que se vale
el yo del analizante para obstaculizar el trabajo terapéutico. El desarrollo de la
investigación psicoanalítica le mostró a Freud que estas mismas resistencias, que
aparecen como obstáculo a la curación, son las que garantizan el mantenimiento
del síntoma, de manera que el vencimiento de las resistencias en el trabajo
terapéutico es fundamental porque es, a la vez, la liquidación de la fortaleza en la
que se atrinchera la enfermedad. Así, de acuerdo con Freud, el vencimiento de las
resistencias a la cura y la eliminación del síntoma, son una y la misma operación.

De una manera análoga la psicología social de Enrique Pichón Rivière, no concibe


al grupo como una realidad unitaria y transparente para sí misma, sino como una
realidad compleja, contradictoria y conflictiva, que exige un marco conceptual para
poder observarla y una técnica particular para intervenir sobre ella. Pichón concibe

5
el grupo –todo grupo- como una realidad viva en permanente transformación, en la
que, simultáneamente, están operando siempre fuerzas opuestas: las que se
orientan en la vía de la salud mental, hacia el logro de las tareas y el proceso de
transformación permanente del grupo; y, aquellas que, por el contrario, boicotean
el quehacer grupal y tienden a impedir su evolución.

Uno de los signos inequívocos de que en un grupo hay un fenómeno sintomático


es la estereotipia que se puede manifestar, por ejemplo, en la ritualización vacía e
improductiva de la dinámica grupal o en los roles rígidos de uno o varios de sus
integrantes. La resistencia al cambio en los grupos opera de una manera análoga,
a la resistencia del analizante; por esta razón una de las tareas fundamentales del
coordinador es ayudarle al grupo a observar, analizar y elaborar la resistencia al
cambio y, con ella, las estereotipias. Dicho de otra manera, una dimensión
fundamental de la intervención terapéutica del coordinador es ayudarle al grupo a
vencer los obstáculos que se oponen a la realización de la tarea. Estos obstáculos
suelen manifestarse bajo la forma de la resistencia al cambio.

La tarea en todos los grupos tiene dos dimensiones, que el autor llama tarea
manifiesta y tarea latente. La tarea manifiesta es la más fácil de definir, porque
coincide con los propósitos expresos del grupo; la dimensión latente de la tarea no
es algo que se pueda definir de manera universal, sino que en cada caso es
menester interpretarla y está relacionada con el proceso de transformación
subjetiva de los integrantes del grupo en el proceso grupal, con la transformación
de sus esquemas referenciales, la construcción de una mutua representación
interna de los integrantes y la construcción de un esquema referencial colectivo.

En esta dimensión latente de la tarea, presente en todo grupo, se activan los


procesos afectivos y se ponen en juego los goces y los síntomas individuales de
los integrantes; es el campo de las rivalidades imaginarias, de los juegos de
seducción, de los odios secretos y también de las pasiones inconfesables; y, en
general, de todos aquellos procesos que hacen parte del vínculo entre los seres
humanos, pero que por razones de la definición misma de la tarea manifiesta,
quedan por fuera del propósito expreso del grupo. Las relaciones entre la
dimensión manifiesta y la dimensión latente de la tarea son complejas y
cambiantes. En algunos casos coinciden y en otros pueden llegar a oponerse. Es
importante aclarar que el propósito de la técnica del grupo operativo no es eliminar
la tarea latente, ni combatirla o subordinarla a la tarea manifiesta, sino contribuir a
su observación y análisis permanente para contribuir a que el quehacer grupal sea
más productivo y saludable y que los integrantes del grupo aprendan a reconocerla
y a hacerse cargo de ella sin que derive en formas sintomáticas.

La diferencia entre un grupo operativo y otros grupos centrados en la tarea, que no


se fundamentan en el psicoanálisis, no es que el dispositivo pichoniano tiene tarea
latente y los demás no la tienen, sino que en éste se cuenta con un instrumento
para su observación y análisis.

6
Es importante no confundir la tarea latente en los grupos con lo que algunos
autores llaman la “agenda oculta”, ya que esta última por su definición misma, es
conocida en el grupo, al menos por parte de algunos integrantes, que la ocultan
deliberadamente a otros. La tarea latente, en el sentido más fuerte de la definición,
puede ser desconocida por todo el grupo; y, desde esa condición, sin embargo,
puede operar como una voluntad secreta y firme que lleva al grupo en una
dirección determinada, -que puede ser ajena a la definición de la tarea manifiesta,
incluso contraria-, sin que nadie comprenda la razón.

La dimensión latente de la vida grupal puede manifestarse como un síntoma, por


ejemplo una ansiedad que se manifiesta de una manera más o menos pareja en
los integrantes del grupo, pero lo más frecuente es que emerja a través de alguno
de los integrantes que, por su lugar en el grupo o por sus características
personales está conectado de una manera más directa con esta dimensión de la
vida grupal. Al integrante del grupo que cumple esta función Pichón lo llama “el
portavoz” y al contenido de lo que denuncia se le denomina “lo emergente”. El
portavoz logra ponerle palabras a lo que otros también han percibido.

Lo emergente puede tomar formas diversas, incluso opuestas entre sí. Puede
ocurrir, también, que los integrantes de un grupo no reconocen lo emergente como
propio y se lo endilgan a un chivo emisario que se hace cargo de la patología
grupal. En los grupos numerosos y en las instituciones las funciones de portavoz y
chivo emisario, pueden ser agenciadas por un individuo o un sector del grupo,
integrado por varias personas.

Desde su nacimiento mismo, en el Hospicio de las Mercedes, el grupo operativo se


le reveló a Pichón Rivière, no solamente como un dispositivo de intervención, sino
también como un método de investigación del vínculo sujeto-grupo, que es el
objeto mismo de la psicología social. Los rendimientos teóricos que el autor
cosechó de la investigación psicosocial en los grupos operativos, lo sistematizó en
lo que llamó su ECRO: esquema conceptual referencial y operativo.

Una parte fundamental del ECRO de Pichón Rivière es la teoría del vínculo social
que publica en un texto que se titula precisamente Teoría del Vínculo. No vamos a
pretender hacer una síntesis de la misma, ya que amerita, cuando menos un
capítulo de esta misma extensión; pero si mencionaremos uno de los hallazgos
fundamentales que arrojó la investigación de Pichón con la metodología de grupos
operativos. Este descubrimiento podemos definirlo como la potencia patológica y
terapéutica, a la vez, de los grupos humanos.

En efecto, los primeros grupos con las familias de los psicóticos en el Hospicio,
según el autor, “completaron nuestra concepción social de la enfermedad
mental”12. Es decir el poder que tiene una familia o un grupo social de enfermar a
uno o a alguno de sus integrantes. Esta concepción social de la enfermedad
mental permite, no solamente entender de qué manera influye el grupo familiar y

12Pichón, Enrique: “Historia de los grupos operativos”. En: El Proceso Grupal, del psicoanálisis a la
psicología social (1). p, 241. Buenos Aires: Editorial Nueva Visión, 1985.

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social en la etiología de una psicosis o una neurosis en un individuo, sino que, por
contrapartida, permite arrojar luz sobre los fenómenos sociales, abordando al
enfermo mental como portavoz de un síntoma colectivo.

Pero el hallazgo fundamental de la investigación Pichoniana es el poder


terapéutico de los grupos: “la profilaxis podía ser dada en otros miembros de la
familia”13 y, no solamente en aquellos casos en los que se definen como grupos
terapéuticos, sino también aquellos en los que la tarea se define en función de una
obra comunitaria, un proyecto empresarial, o la resolución de un problema en una
institución educativa. La condición para activar esta potencia terapéutica es
disponer de un marco teórico –el ECRO- que permita leer la vida latente de los
grupos y que el grupo cuente con un coordinador que conozca la técnica adecuada
para intervenir sobre ella. El dispositivo del grupo operativo crea unas condiciones
favorables para aprovechar la potencia terapéutica de los grupos. No se trata
entonces de una psicoterapia en grupo entendida en el sentido convencional, es
decir, de un terapeuta que interviene grupalmente; en el grupo operativo es el
grupo en tarea el que produce los efectos terapéuticos, no el terapeuta, que opera
como copensor y facilitador.

Como el lector habrá podido apreciar, los grupos operativos son una herramienta
para leer fenómenos e intervenir en grupos de múltiples clases, en diversos
escenarios; esta herramienta se puede combinar con otras técnicas que provienen
de contextos teóricos y metodológicos afines, sin que sea menester la aplicación
del dispositivo del grupo operativo en su versión más pura.

Leonardo Schvarstein, un discípulo de Pichón, que es actualmente uno de los


autores más reconocidos en América Latina en el campo de la psicología
organizacional, reconoce que en su práctica nunca usa el grupo operativo en su
forma pura, pero que en todas sus intervenciones está trabajando con la didáctica
de emergentes y otras herramientas de la técnica de los grupos operativos y que
en general se vale del ECRO de Pichón para leer los fenómenos latentes de la
actividad grupal. Este comentario pretende adelantarse a la inquietud que, con
toda razón, se hacen muchos sobre las posibilidades prácticas de exportar el
modelo del grupo operativo, en su versión más genuina, a todos los escenarios de
intervención del psicólogo social.

Donde tiene toda su pertinencia la aplicación de la versión más pura del grupo
operativo es en la formación de los futuros psicólogos sociales. En este punto
encontramos nuevamente una coincidencia con el psicoanálisis. Un analista se
forma fundamentalmente en el diván de otro analista, es decir en su propio
análisis. Los cursos, carteles y otros dispositivos de estudio, son un factor muy
importante en su formación, pero no sustituyen la travesía que constituye el
análisis personal, sin el cual no hay analista posible. De una manera análoga, la
formación de un coordinador en grupos operativos, requiere un conocimiento
teórico de la psicología social de Pichón Rivière, y exige como condición
indispensable la experiencia y la vivencia como participante de grupos operativos
13 Ibíd.

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de formación, sin los cuales no es posible, o en todo caso, no es legítimo,
autorizarse como coordinador.

Como el lector habrá podido notar el grupo operativo es una técnica que descansa
en una concepción particular de la enfermedad mental como síntoma social y de
los grupos como tramas vinculares en los que el saber y el poder se pueden poner
en función de lo patológico o lo terapéutico. Se trata de una técnica que cuenta con
la existencia de una dimensión latente de la vida grupal regida por formas
individuales y colectivas del goce que es necesario develar y darles una forma de
expresión para evitar el empobrecimiento de la vida grupal o la emergencia de
síntomas que tienen un alto costo psíquico para los integrantes del grupo y que
pueden boicotear los propósitos grupales.

Es por este motivo que hemos considerado pertinente examinar el grupo operativo
a la luz del dispositivo teórico llamado “los cuatro discursos” de Lacan, que gira en
torno a cuatro significantes: El significante amo (S1), que es el emblema de las
diversas formas del poder; el saber (S2), que tiene distintas facetas; el síntoma ($),
en distintas posiciones; y el goce (a) que también tiene valores diferentes según
sea un producto, una verdad reprimida, un lugar vacío, o la causa del deseo.

En virtud de este objetivo el próximo capítulo intentará introducir al lector en la


teoría del vínculo social de Jacques Lacan y los siguientes capítulos abordarán, a
la luz de esta teoría, tres ejes fundamentales del grupo operativo: “la tarea”, “el
coordinador” y “el grupo”.

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