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Más allá del papel de la repetición que confiere a la película una finalidad lírica,
podemos ver en este procedimiento -como una potencialidad- una función de
efecto distanciado. Al final de la película, la imagen de la escultura adquiere un
sentido cualitativamente diferente de la del principio: la imagen final parece abrir
un nuevo ciclo de pensamiento que culmina su desarrollo más allá de la película.
Es en esta triple repetición (la niña al principio -la niña en el medio - la gente en
el balcón al final) donde aparece el principal apoyo del montaje a distancia. Pero
en la película existen otros elementos portadores, tanto en el terreno de la imagen
como en el del sonido. Uno tras otro, surgen en la primera mitad de la película:
los suspiros, el coro, los primeros planos de manos, las montañas. A
continuación, estos elementos se ramifican: ciertas partes de la imagen y del
sonido se desplazan hacia otros segmentos, toman otras dimensiones, cambian de
duración. En parte quedan insertados en otras secuencias, encontrándose
entonces confrontados con otros elementos y otras situaciones. Pero desde el
momento en que surge de nuevo la imagen de la niña, todos esos elementos
esparcidos se reagrupan y, como si se les hubiera asignado otra tarea, vuelven a
pasar en un orden diferente, en una forma modificada, para colmar la nueva
función.
Primero el coro, luego los suspiros (que se transforman en gritos), luego las
manos y finalmente las montañas.
Es fácil apreciar que en Menq, las partes más conseguidas son la primera y la
tercera: es ahí donde el principio del montaje a distancia queda mejor preservado.
En la segunda parte, después de los cortes y las sustituciones, el principio ya no
«funciona». Y la debilidad de esta parte debilita la película en su conjunto.
Esta debilidad está, creo, en el origen de las observaciones críticas de las que he
hablado. No conciernen a los verdaderos defectos de la película, sino a los que no
estaban ahí.
Así, cuando se pone en práctica en una obra el sistema del montaje a distancia, es
imposible aportar cambios parciales y excluir arbitrariamente tal o cual elemento.
El sistema debe ser aceptado o rechazado en su integralidad.
Esta función «de bloque» se vuelve perceptible cuando llega el episodio del
«Regreso a la patria», en la última parte de la película.
Pero estos dos «bloques», separados por una cierta distancia en el desarrollo de la
narración, se han formado con la ayuda de los mismos elementos temáticos (en
uno: primeros planos de las manos que llevan un ataúd y nuestra mirada que
sigue la bajada de las abruptas laderas de las montañas; en el otro: manos que se
estrechan y montañas que parecen subir hasta el cielo). A partir de entonces, la
interacción a distancia se produce no sólo entre esos elementos, sino también
gracias a ellos, entre bloques de escenas enteras.
En resumen, vemos cómo estas escenas «se escapan» de los límites de los temas
autónomos factuales, y así, debido a este efecto de montaje de bloques, se cambia
su individualidad para formar un nuevo pensamiento confiriendo a cada episodio
tomado aparte una nueva coloración, un nuevo sentido, una nueva sonoridad.
Gracias a la interacción a distancia entre estos dos bloques conductores, todos los
temas alejados unos de otros se organizan en relaciones de jerarquía en la
composición y, al mismo tiempo, se suman para formar un conjunto acabado que
vehicula, además del sentimiento de una relación profunda entre el pasado y el
presente, la idea de un vínculo entre el presente y el futuro, por medio de la
puesta en perspectiva del movimiento del pensamiento principal sobre la
continuidad y la infinidad del desarrollo social.
De esta manera, los diferentes temas que se despliegan en los dos extremos de la
película se convierten, por medio de la interacción entre los bloques, en una
especie de facetas opuestas del mismo proceso.
Por el contrario, desde el punto de vista del montaje a distancia, las conexiones
entre los encuadres (o los bloques) poseen una naturaleza muy diferente:
Los encuadres o los segmentos portadores, que son los «hogares más cargados» del
montaje a distancia, interaccionan con otros elementos en línea directa pero,
además, sustituyen una especie de «función nuclear», estableciendo por medio de las
líneas verticales conexiones bilaterales con cualquier punto, con cualquier fragmento
de la película. De este modo, provocan una reacción en cadena bilateral -por un lado,
descendente, y por el otro, ascendente- entre todos los eslabones subordinados.
Los elementos portadores conectados por tales líneas forman grandes círculos por
una y otra parte y arrastran a todos los demás elementos en una rotación
correspondiente. Giran en direcciones centrífugas opuestas, se enganchan y se
«desmoronan» como unos dientes de piñón mal ajustados.
Cada vez, sea cual sea el lugar o el momento de la película, cambian de posición y
de contorno, lo que produce un efecto particular de pulsación o de respiración.
Hay que definir y conocer por adelantado -de acuerdo con una tarea semántica
concreta- qué elementos pueden y deben entrar en interacción a distancia, hay
que conocer su composición temática. Hay que programar por adelantado todas
las vías de su recorrido, los medios de desarrollarlos, las formas y las trayectorias
del movimiento complejo, el cambio de los ángulos y de las coordenadas
temporales, desde el punto de partida hasta el punto de llegada. En resumen, hay
que precisarlo todo desde el principio para controlar el conjunto del proceso y
asegurar con precisión la evolución de la percepción de la película.
Por ejemplo: el método del montaje a distancia no se funda sobre esa interacción
incesante entre el fonograma y la imagen, como lo describían Vertov y Eisenstein,
sino sobre una interacción incesante entre los procesos «difusos» en los que, por un
lado, la imagen queda descompuesta por el fonograma y, por otro, el fonograma,
descompuesto por la imagen.
En el montaje a distancia, los elementos que pertenecen a las artes del espacio y a
las del tiempo, aunque se encuentren involucrados en un proceso inestable de
descomposición, no se fusionan jamás, pero siempre mantienen la distancia entre
ellos. Desde entonces se puede señalar que la obra cinematográfica ya no se crea a
partir de una síntesis de las artes del espacio y del tiempo como tales, sino que se
forma a partir de los fundamentos de esas propias artes, sean espaciales o
temporales.
Retomemos esta imagen del monstruo que devora aquello de donde ha salido.
No debe parecernos extraña o absurda: es una de las conclusiones más terribles
derivadas de la teoría de la distancia.
El método y la síntesis del montaje a distancia no refuta ni anula los métodos del
montaje de Eisenstein y de Vertov, pero el «radio de acción» de estos últimos, en
caso de efecto de distancia, es reducido y cumple con una función limitada e
incluso marginal.
Estoy convencido de que la cinematografía que aplica el método del montaje a
distancia es capaz de desvelar y explicar los vínculos entre los fenómenos
conocidos y desconocidos del mundo cercano que no pueden ser descubiertos por
el cine basado en la teoría del «intervalo» y de la «unión» entre los elementos
adyacentes.
Considero mi película Menq, así como mis trabajos precedentes como una
investigación. El método de creación de una imagen generalizada que he
descubierto todavía no ha alcanzado, en esas películas, su expresión completa y
acabada. Por eso no representan para mí el resultado final de mi investigación,
sino sólo una etapa, aunque la considere particularmente importante.
Publicado originalmente en
Preguntas del arte cinematográfico, nº 15.
Moscú: 1973.