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Las primeras universidades

La Universidad de París surge como una corporación de maestros y escolares, con personalidad
jurídica, reconocida como tal por el Papa Inocencio III (1208). Algunas universidades surgirán a
partir de escuelas catedralicias, o de las abaciales; la Universidad de París surge a partir de la
escuela catedralicia de Notre-Dame; otras surgen como creación de reyes, papas y grandes
señores; la Universidad de Salamanca surge por la labor de Alfonso IX.

La similitud de estudios da origen a las Facultades de Artes, de Medicina, de Derecho (canónico


y romano) y de Teología. La Universidad de París sobresaldrá en las Facultades de Teología y de
Artes (el trivium), la de Oxford lo hará en la Facultad de Artes (el cuadrivium), la de Bolonia en
Derecho y la de Salerno en Medicina.

Los estudiantes: desde su inscripción y aceptación, son considerados con los derechos y privile-
gios de los clérigos, y con los deberes pertinentes, y no pueden ser juzgados por la justicia civil,
sino por la eclesiástica. Los estudiantes vienen de distintos lugares; los de la Facultad de Artes se
agruparon en diferentes barrios según sus nacionalidades (anglo-alemanes, picardos, normandos
y franceses), los de Teología se hospedaron en las casas de sus órdenes religiosas, o en el
Colegio de la Sorbona, fundado por el canónigo Roberto de Sorbon –consejero del rey San Luis
de Francia– para alojar a estudiantes necesitados.

Cada estudiante elige su maestro, quien debe hacerse responsable de él. Todo estudiante debe
aprobar la Facultad de Artes que, además de otorgar títulos válidos en sí (bachiller –después de
cuatro años de estudio–, y luego maestro en Artes, después de dos años de lectura y práctica
junto al maestro, recibiendo entonces la licentia docendi o licencia para enseñar), es propedéutica
en cuanto a las restantes Facultades.

Facultad de Teología.

Para ser admitido, el estudiante tiene que tener al menos diecisiete años, ser hijo legítimo, haber
obtenido el título de maestro en Artes y haber sido aceptado por un maestro que lo toma bajo su
responsabilidad.
I. PRIMER PERÍODO: entre cinco y siete años de audición (alumno oyente). El alumno es más
bien pasivo en las clases, si bien es activo en la discusión y en el ejercicio de la predicación.
Debía asistir a las lecciones, y también a todos los actos de la Facultad y de la Universi dad:
disputas ordinarias o extraordinarias, sesiones inaugurales de bachilleres o de maestros, misas,
predicaciones, procesiones. Cuando el maestro se lo indicara, debía tomar parte activa en las
disputas, actuando como oponente. Ante el auditorio universitario, debía pronunciar dos
sermones vespertinos, dos colaciones, o bien un sermón y una colación. Siempre debía llevar a
clase los textos de la Biblia y de las Sentencias de Pedro Lombardo, para referencias, controles y
notas.

II. SEGUNDO PERÍODO: el alumno, de oyente, deviene lector (lee, da clases), una vez que su
solicitud y sus títulos han sido examinados en el Consejo de la Facultad y aprobados, y luego de
haber prestado juramento de fidelidad a los estatutos, de respeto a los maestros, y de lealtad a
todos. En este período da dos cursos de Sagrada Escritura (un libro por año, a su elección, y no
más de un capítulo por lección; los biblistas que pertenecían a órdenes religiosas tenían que leer
todos los libros), y en el transcurso de los dos años debe sostener al menos tres disputas y un
sermón por año, y tomar parte en todos los actos de la Facultad y de la Universidad. Al cabo de
este tiempo, y cumplidos todos los requisitos, a sus veinticinco años (como mínimo) recibe el
título de bachiller bíblico, y comienza los dos cursos sobre el Libro de las Sentencias (más tarde,
un solo curso), debiendo leer los cuatro libros sin apelar a notas o comentarios de otros. Durante
ese tiempo está exento de celebrar disputas o sermones, y finalmente se consagra como bachiller
sentenciario.

III. TERCER PERÍODO: como bachiller formado, pasa tres o cuatro años junto al maestro, en la
cátedra, perfeccionándose. Debe tomar parte en todos los ejercicios; debe celebrar cuatro
disputas como mínimo, y no más de dos por año, y un sermón y una colación una vez por año; no
puede ausentarse de la Universidad por más de dos meses (si lo hace, se le retrasa la promoción
hasta por dos años). Finalizado este tiempo (el candidato tiene no menos de treinta y cinco años),
el primer día laborable después de la Fiesta de todos los Santos, el canciller convoca a todos los
maestros de la Facultad –regentes o no– presentes en París; se examina la historia completa del
período escolar del candidato, se emiten opiniones, se vota (para la aprobación se requieren los
dos tercios de los votos) y el canciller convoca entonces al candidato, quien ante todos los
maestros, bachilleres y estudiantes, presta los juramentos de práctica y recibe de manos del
canciller la licencia para enseñar: es maestro.

Los maestros podían tener cátedra, en cuyo caso se llamaban regentes, o no tenerla (maestros no
regentes); ambos constituían el Consejo de la Facultad, presidido por un Decano, que se reunía
periódicamente (una reunión mensual), aunque también podía tener reuniones extraordinarias.
Las decisiones debían tomarse por una mayoría de dos tercios. Uno de los maestros regentes de
la Facultad de Artes era el Rector de la Universidad, elegido entre todos sus colegas por un
período que inicialmente era de tres meses, luego de seis, y finalmente de tres años. Los maestros
eran inamovibles en sus cargos, excepto el caso de falta grave de conducta, o de errores contra la
fe. Los maestros regentes asumían la responsabilidad total por sus alumnos, determinaban los
programas, se preocupaban por los problemas materiales, de local u otros.

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