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Capítulo V

La Trasformación del Dinero en Capital


1. ¿Qué es el capital?
En la circulación simple de mercancías, un poseedor de mercancías vende las
suyas, para comprar otras. Con el tiempo esta forma de circulación de las
mercancías da lugar a una nueva forma de movimiento: comprar para vender. La
fórmula de la circulación simple era: mercancía-dinero-mercancía, mientras que la
fórmula del nuevo modo de circulación es: dinero-mercancía-dinero.
La finalidad del movimiento mercancía-dinero-mercancía es el consumo. Vendo
una mercancía que para mí no es un valor de uso, para poder adquirir otras, que
representan para mi valores de uso. El círculo mercancía-dinero-mercancía es un
círculo cerrado. El dinero recibido por la venta es transformado en una mercancía
que se consume y sale así de su circulación, la mercancía con que termina el
círculo es de igual valor al de la mercancía con que este empezó.
Muy distinto es el movimiento: dinero-mercancía-dinero. Su finalidad no es el
consumo: al terminar el movimiento no hallamos mercancía, sino dinero. No se
trata de un círculo cerrado, el movimiento supera sus límites. El movimiento de
dinero producido por la circulación dinero-mercancía-dinero, es ilimitado.
¿Cuál es la fuerza motriz de este movimiento? Esta existiría solo si al final de la
transacción la suma de dinero fuera diferente que al principio. Pero una suma de
dinero se diferencia de otra solamente por su magnitud. De modo que la
circulación dinero-mercancía-dinero posee entonces un sentido si la suma de
dinero con la que termina es mayor que aquella con la que empieza. Y en efecto
este incremento de la suma de dinero es el motivo propulsor de este tipo de
circulación. El que compra para vender, compra para vender más caro. En cambio,
en el círculo mercancía-dinero-mercancía se efectúa normalmente solo si el valor
de la mercancía con que se cierra es igual al de la mercancía con que se abre.
Toda compra es una venta y viceversa, pero ahora advertimos que ambas
fórmulas son esencialmente distintas.
Si designamos la mercancía con M, la suma de dinero originaria con D y la suma
de dinero adicional con d, podemos establecer así la formula completa: D-M-(D+d)
A esta d, valor adicional, Marx lo denomina la plusvalía. La plusvalía es la
característica determinante del movimiento D-M-(D+d). El valor que se mueve en
esta forma de circulación, adquiere por medio de la plusvalía un nuevo carácter,
se convierte en: capital. Solo dentro de este movimiento puede ser comprendido el
capital. El capital es el valor que engendra la plusvalía.
La forma dinero es la única forma en la que puede empezar su movimiento todo
nuevo capital. Este movimiento exige la transformación del capital desde la forma
dinero en las distintas formas del mundo de las mercancías y su nueva
transformación en dinero.
Ni todo dinero ni toda mercancía son capital, si no pasan por cierto movimiento
especial. Sin duda los medios de producción, el trabajo acumulado, etc. forman la
materia del capital, pero solo en determinadas circunstancias.
2. El origen de la Plusvalía.
La fórmula dada parece indicar que los actos de compra y venta producen la
plusvalía, es decir, que esta nace de la circulación de mercancías. Se basa en una
confusión entre valor de mercancía y valor de uso.
“Entrego algo que para mí posee poco valor y recibo en cambio algo que para mí
posee un valor mayor”. Esta opinión en torno al origen de la plusvalía solo es
posible donde aún sea confuso el concepto del valor. El trueque de las mercancías
se basa en la diferencia de sus valores de uso, pero al mismo tiempo la
equivalencia de sus valores de cambio.
La plusvalía no nace en el periodo del trueque, sino en el de la circulación de las
mercancías, realizada por medio de dinero y que la plusvalía se presenta como
más dinero. No se trata del trueque, sino de la circulación de las mercancías, no
pueden crear plusvalía si los valores de las mercancías que se cambian son
equivalentes.
Podemos intentar aún explicar el origen de la plusvalía, suponiendo que sólo
algunos de los propietarios de mercancías logren comprarlas a un precio inferior a
su valor y venderlas por encima de su valor. Sin duda al final del proceso
encontramos en las manos del comerciante un valor mayor que al principio. De
modo que el incremento del valor que ahora posee el comerciante no ha surgido
de un aumento de valor, sino de una disminución de los valores de otros
poseedores de mercancías. Si quiero llamar plusvalía a ese incremento del valor,
puedo muy bien llamar plusvalía al valor que un ratero roba directamente del
bolsillo de otro.
Sin duda el origen histórico de la apropiación de plusvalía ocurrió en esta forma,
con una apropiación de valores ajenos o mediante la circulación de mercancías
por el capital comercial o bien sin disimulo, directamente, por el capital usurario.
Ambas formas de capital sólo fueron factibles mediante la violencia de las leyes de
la circulación de las mercancías, por efecto de una evidente y grosera violación de
su ley fundamental, según la cual el cambio de los valores sólo puede realizarse
entre valores equivalentes. Por eso, mientras el capital fue sólo comercial y
usurario, se encontró en contradicción con la organización económica de su
época, y por consiguiente también en contradicción con la concepción moral de
aquella. Una vez surgida una forma de capital más evolucionada, se constituyen
también instituciones intermedias, que hacen compatibles las funciones del capital
comercial y del capital que produce rédito, con el sistema de producción de
mercancías dominante actualmente.
El capital comercial y el usurario pueden ser comprendidos sólo después de
penetrar el sentido de la forma fundamental moderna del capital. Tampoco
nosotros nos ocuparemos mayormente aquí de las dos primeras formas de capital
más arriba mencionadas. Lo que estableceremos como resultado de nuestra
investigación es el hecho de que la plusvalía no puede originarse en la circulación
de las mercancías en sí. Si un tejedor compra seda por valor de 100 marcos, para
tejer con ella un género de seda, el valor de éste será igual al valor de la seda,
más el valor creado por el trabajo del tejedor.
El valor de la seda en sí, no ha aumentado por medio de éste trabajo.
Consideramos más de cerca la fórmula general del capital.
3. La fuerza de Trabajo como Mercancía.
Según las leyes de la circulación de las mercancías el valor de D tiene que ser
igual a M y M a su vez igual a. Esto sólo sería posible si M fuera una mercancía
que aumentara espontáneamente, una mercancía que produjera durante su
consumo un valor mayor del que ella misma posee.
La fuerza de trabajo debe presentarse en el mercado como mercancía. Hemos
visto más arriba que el trueque de las mercancías presupone el absoluto derecho
de libre disposición del proletario sobre su mercancía. El poseedor de la fuerza de
trabajo, el obrero debe ser un hombre libre para que su fuerza de trabajo se
convierta en mercancía. Su fuerza debe continuar siendo mercancía no la puede
vender por siempre sino sólo por un determinado período de tiempo pues de lo
contrario se convertiría en un esclavo y ya no sería un poseedor de mercancía
sino su persona misma una mercancía.
Otra condición debe cumplirse para que la fuerza de trabajo se convierta en
mercancía. Hemos visto que para que un valor de uso se convierta en mercancía
no debe ser un valor de uso a su dueño. De manera que también la fuerza de
trabajo para presentarse como mercancía en el mercado no debe ser valor de uso
para el obrero. El valor de uso de la fuerza de trabajo consiste en la producción de
otros valores de uso ello presupone disponer de los medios de producción
necesarios.

Cuando el obrero dispone de los medios de producción necesarios, no vende su


fuerza de trabajo, sino que la utiliza él mismo y vende sus productos. La biografía
moderna del capital empieza recién en el siglo XVI. Se determina, como el de toda
otra mercancía, por el tiempo de trabajo socialmente necesario para su
producción, y en consecuencia también para su reproducción. La fuerza de trabajo
presupone la existencia del obrero.
Esta existencia exige a su vez para su subsistencia cierta suma de medios de
vida. De modo que el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción
de la fuerza de trabajo es igual al tiempo de trabajo socialmente necesario para
producir esta suma de medios de subsistencia. Cuanta más fuerza de trabajo
gasta el obrero, cuanto más largo y pesado es su trabajo, tanto mayor es la
cantidad de medios de subsistencia para compensar ese desgaste y poder
trabajar al día siguiente en iguales condiciones físicas. «Contrariamente a las otras
mercancías», dice Marx, «la determinación del valor de la fuerza de trabajo
contiene un elemento histórico y moral».
Además, como todos saben, el obrero es mortal. El capital, en cambio quiere ser
inmortal. De modo que la suma de los medios de subsistencia necesarios para la
conservación de la fuerza de trabajo abarca también los medios de subsistencia
necesarios para mantener a los hijos. Por estos motivos el valor de la fuerza de
trabajo de una determinada clase obrera en un país dado y una época dada, es
siempre una magnitud determinada.
Tampoco del beneficio, sino de la plusvalía. También hay que tener presente que
no se trata aquí del salario, sino del valor de la fuerza de trabajo. Según la opinión
de los economistas vulgares, el capitalista adelanta al obrero el salario, porque en
la mayoría de los casos el capitalista paga al obrero antes de vender los productos
de su trabajo. En realidad, sin embargo, es el obrero el que vende al fiado al
capitalista el producto de su trabajo.
Pagar al contado, quiere decir pagar la mercancía en el momento de comprarla.
Los comerciantes se asombrarían muchísimo si la economía afirmara que aquel
que les paga sus mercancías recién después de haberlas consumido, no sólo las
paga al contado, sino hasta les adelanta a ellos el dinero. Si a los obreros se les
pagara su mercancía fuerza de trabajo al contado, ésta debiera ser remunerada
en el momento en que pasa a ser propiedad del capitalista, es decir al principio de
cada semana, no al final de la misma. Bajo el actual sistema de pagos, los obreros
no sólo arriesgan su salario, sino que están también obligados a vivir a crédito, a
soportar en consecuencia los medios de vida falsificados o descompuestos que
les ofrece el minorista.
De todos modos, cualquiera que sea el sistema de pagos, bajo circunstancias
normales el obrero y el capitalista se enfrentan como dos poseedores de
mercancías, que cambian recíprocamente valores iguales. El movimiento del
capital ya no se realiza en contradicción con las leyes de la circulación de las
mercancías, sino basadas con ellas. El obrero y el capitalista se enfrentan como
poseedores de mercancías, es decir como personas libres, iguales y
recíprocamente independientes, como tales pertenecen a la misma clase, son
hermanos.

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