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Recibido: 29-07-21
Aceptado: 08-10-21
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El diálogo entre Helena y Afrodita en el canto III de la Ilíada despertó las sospechas
de Aristarco de Samotracia, considerado el fundador de la filología moderna. El
gramático atetizó los versos 396-418 y brindó cuatro argumentos como justificación.
En este trabajo nos proponemos analizar atentamente sus razones, partiendo de la
hipótesis de que estas están perfectamente direccionadas. Todas apuntan a elementos
que no tienen precedente ni igual dentro del mundo homérico; aunque Aristarco no
haya podido expresarlo en estos términos, el pasaje en cuestión es efectivamente
extraño porque se aparta de las expectativas del código cultural griego arcaico.
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ἕως τοῦ “ὣς ἔφατ’, ἔδδεισεν δ’ Ἑλένη” (418) στίχοι εἴκοσι τρεῖς· πῶς
γὰρ ἡ γραίᾳ παλαιγενεῖ εἰκασμένη “περικαλλέα δειρὴν” (Γ 396) εἶχεν
καὶ “ὄμματα μαρμαίροντα” (397) καὶ “στήθεα ἱμερόεντα” (Γ 397); καὶ
βλάσφημα παρὰ τὸ πρόσωπόν ἐστι τὰ λεγόμενα “ἧσο παρ’ αὐτὸν ἰοῦσα,
θεῶν δ’ ἀπόειπε κελεύθους, / μηδ’ ἔτι σοῖσι πόδεσσιν” (Γ 406 – 7). καὶ
εὐτελὴς κατὰ τὴν διάνοιαν “μή μ’ ἔρεθε, σχετλίη” (Γ 414). αἰρομένων δὲ
αὐτῶν καὶ τῆς συνεπείας γινομένης οὕτως· <ὣς φάτο, τῇ δ’ ἄρα θυμὸν
ἐνὶ στήθεσσιν ὄρινε·> / “βῆ δὲ κατασχομένη ἑανῷ ἀργῆτι φαεινῷ / σιγῇ,
πάσας δὲ Τρῳὰς λάθεν, ἦρχε δὲ δαίμων” (Γ 395. 419 – 20). (Sch. Il. III.395)7
extraño porque se aparta de las expectativas del código cultural griego arcaico. En
él, Helena es presentada como un personaje que se destaca enormemente entre
todos los demás, y eso incluye a los héroes, a los varones que son a la vez la materia
de la épica y sus destinatarios.
¡Mi buena señora! ¿Por qué ansías tanto seducirme con esto?
De seguro me conducirás a algún lugar más lejano aún que las ciudades
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Debemos recordar que, en esta ocasión, Helena se dirige a Príamo ante la mirada
juzgadora de los ancianos troyanos, quienes al verla desean que se marche rápi-
damente de la ciudad. Por otra parte, también hay que tener en cuenta que en la
llanura está a punto de decidirse su destino y que existe en el momento una gran
probabilidad de que Menelao reclame legítimamente a su esposa. Es por esto que,
muy adecuadamente, Helena emplea palabras afectuosas para dirigirse a su suegro,
uno de sus únicos protectores en Troya, a quien llama αἰδοῖος, φίλε y δεινός (172).
Luego da comienzo a la primera de las que llamaremos sus micro-narraciones;
elige desarrollar el episodio de la partida de su patria y la formula en términos de
una elección voluntaria. Emplea el verbo ἕπομαι, “seguir”, del que ella es sujeto y
también agente: δεῦρο / υἱέϊ σῶι ἑπόμην (173-174). Decide también, en términos
de focalización, presentar a Paris como hijo de Príamo, lo que sugiere la relación
de parentesco que la une con el rey. La formulación mediante el pronombre pose-
sivo de segunda persona, por otra parte, conlleva un fuerte impacto para su interlo-
cutor. Este es resaltado inmediatamente después por la mención del abandono del
oîkos: la acción es expresada por medio del participio λιποῦσα, lo que nos permite
entrever que ambos actos (el seguir a Paris y el dejar atrás a su familia) están ínti-
mamente ligados. A su vez, la enumeración de las personas que ha relegado va in
crescendo: menciona en un primer verso al tálamo (es decir, a su esposo, a quien
evita nombrar y designa por medio de una metonimia) y a sus parientes en general,
manteniendo un alto grado de indefinición que condice con su intención de dejar en
claro que los lazos de parentesco que emanan del matrimonio se encuentran para
ella ahora en Troya. En el siguiente verso, sin embargo, el nivel de afecto es mucho
mayor: tanto su hija como sus compañeras son calificadas positivamente por medio
de los adjetivos τηλυγέτην y ἐρατεινήν.
Al narrar en estos términos y en este contexto particular su decisión de aban-
donar su patria para seguir a Paris, creemos que el objetivo de Helena es mostrarse
a sí misma como una integrante más de la vida en Troya; por ello resalta que se
encuentra allí por su propia voluntad, y a pesar de lo mucho que le ha costado dejar
atrás a algunos de sus seres queridos. De esta manera intenta ratificar su posición
como miembro de la familia real no solo ante Príamo, sino también ante la mirada
crítica de los ancianos troyanos. Al expresar su deseo de haber muerto antes de
ocasionar tanto sufrimiento (motivo que, como veremos, se repite en sus parla-
mentos), ella no manifiesta ningún arrepentimiento por haber dejado a su familia y
a su patria. El hecho que desearía revertir no es la huida de Esparta sino su llegada
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a Troya. Esto nos permite comprobar, una vez más, la cuidadosa selección de cada
detalle en función del objetivo último de ganarse a su auditorio.
El segundo parlamento es el que fue atetizado por Aristarco; para ordenar nuestra
exposición, lo analizaremos en último lugar. Pasaremos entonces a la tercera ocasión
en la que el narrador primario cede su voz a la troyana: en el canto III, una vez reunida
con Paris, le reprocha haber huido deshonrosamente de la lucha con Menelao:
El interlocutor en esta ocasión es su marido, que acaba de ser salvado por Afrodita
de morir en combate. Debemos recordar que la diosa, además, le ha ordenado a
su protegida que se reúna con él contra su voluntad. En esta situación de descon-
tento y frustración que constituye su presente inmediato, Helena focaliza su micro-
narración en dos momentos de un “pasado mejor”: en primer lugar, en su anterior
marido, a quien describe como ἀνδρὶ κρατερῶι (429). En segundo lugar, hace
alusión a lo que podemos llamar “el pasado feliz” con Paris, tal vez un momento
previo a la guerra en el que su nuevo esposo, sin preocuparse demasiado por el
porvenir, podía asegurar que todo estaría bien (430). En ambos casos, entonces,
la elección de la focalización responde a una intención de provocar a Paris y así
lograr que vuelva a la lucha; en los versos que siguen, Helena lo exhorta explícita-
mente a regresar al campo de batalla, a pesar de que se arrepiente de inmediato
por miedo a que Menelao lo mate. En este breve episodio podemos encontrar una
nueva instancia en la que nuestro personaje inserta pequeños fragmentos narrativos
en su discurso con el fin de influir en la conducta de su interlocutor.
El cuarto parlamento tiene lugar en el canto VI. Su destinatario en este caso es
Héctor, quien se encuentra en casa de su hermano para instarlo a que vuelva al combate.
El discurso que Helena pronuncia ante su cuñado es sumamente interesante:
En este momento, Héctor es quien tiene más presente el riesgo que corre la ciudad.
Como líder del ejército y heredero de Príamo, sólo ha abandonado el campo de
batalla para cumplir una misión y se encuentra aún manchado de sangre cuando
visita a Paris y Helena. Por eso ella organiza cuidadosamente su discurso, entrela-
zando la narración de pequeños eventos con enunciados volitivos que se ubican
en el plano de la irrealidad. Podemos ver, en primer lugar, que la alusión a su naci-
miento (en sí mismo, la causa primordial de la guerra) es difuminada mediante el
deseo de que a este le hubiera seguido inmediatamente la muerte. Helena elabora
una imagen plagada de elementos de la naturaleza, que busca alejar a su interlo-
cutor del contexto próximo. Así, la saturación generada a partir de la recreación
imaginaria del viento, la montaña, el mar y las olas (346-348) contrasta con la inde-
finición con que se menciona la situación actual: τάδε ἔργα (348), y τάδε κακά
(349). Vuelve luego, por un instante, al plano de la realidad, afirmando que han sido
los dioses quienes decretaron que se produjera la guerra; y regresa rápidamente
al ámbito del deseo, esta vez respecto de las cualidades que debería tener Paris.
Ambas situaciones imaginadas (la muerte prematura de Helena y la sensatez de
su hermano) resultarían, de ser reales, un alivio para Héctor, puesto que implica-
rían que el enfrentamiento con los aqueos no hubiera existido nunca. En la primera
mitad de su discurso, entonces, Helena desdibuja el plano de la realidad ante quien
lo tiene más presente y se concentra en la pintura de un mundo en el que Héctor no
tendría tantas preocupaciones.
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¡Héctor, en mi corazón con mucho el más querido entre todos mis cuñados!
En verdad mi esposo es Alejandro, semejante a los dioses,
que me ha traído a Troya; ¡ojalá antes hubiera perecido!
Pues este es ya para mí el vigésimo año
desde que partí de allí y estoy lejos de mi patria.
Mas hasta ahora no he escuchado de ti ninguna palabra malvada ni vil;
sino que, si en los palacios algún otro me increpaba,
alguno de mis cuñados o concuñadas de buenos peplos,
o mi suegra –mi suegro es siempre gentil, como un padre–
tú lo detenías, persuadiéndolo con palabras
y con tu amabilidad y con tus dulces palabras.
Por eso a ti te lloro, afligida en mi corazón, y también a mí, infortunada.
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¡Mi buena señora! ¿Por qué ansías tanto seducirme con esto?
De seguro a algún lugar más lejano aún que las ciudades buenas para vivir
de Frigia o de la encantadora Meonia me conducirás,
si también allí alguno de los hombres mortales es querido para ti;
sin duda, puesto que ahora Menelao, tras vencer al divino Alejandro,
está resuelto a que yo, odiosa, sea llevada al hogar.
¿En verdad por esto ahora te has acercado, meditando males?
Yéndote, siéntate junto a él y rechaza los caminos de los dioses,
y ojalá no regreses aún sobre tus pasos al Olimpo;
en cambio, fatígate por siempre en torno a él y protégelo,
hasta que te haga su esposa o al menos su esclava.
Pero yo no iré allí, ¡vituperable sería!,
a prepararle el lecho. Pues las troyanas todas después
me censurarán. E incontables dolores tengo ya en mi ánimo.
Podemos apreciar que en este pasaje, a diferencia de todos los demás, Helena no
se detiene a narrar ningún episodio de su historia. No hay ninguna marca léxica
que remita al pasado, sino que la concentración está puesta en el aquí y ahora
y en lo que vendrá; esto puede verse a partir de los tiempos y modos verbales
empleados (presente y futuro e imperativo e indicativo, respectivamente), y es enfa-
tizado mediante la anáfora del adverbio νῦν (343 y 345).
Tras reconocer que su interlocutora es en realidad Afrodita, Helena procede a
interpelarla acerca de sus motivaciones. Primero se dirige a ella de manera irónica,
aludiendo a la posibilidad de que la diosa la conduzca a una nueva ciudad para
acompañar a otro de sus protegidos. Luego le echa en cara su carácter tramposo,
al mencionar que seguro está allí para evitar que se cumpla el pacto entre los dos
ejércitos. Por último, pasa a los insultos más explícitos (408-409). Su estrategia retó-
rica es muy diferente a las que hemos visto en otras escenas: en ningún momento
busca ganarse el favor de Afrodita, sino más bien todo lo contrario. Reconociendo el
perjuicio que le ha ocasionado en el pasado dejarse llevar por la diosa (412), intenta
ahora separarse todo lo posible de ella y expresar asertivamente su propia voluntad.
Por último, podemos señalar otro rasgo que distingue este parlamento de todos
los demás: esta es la única ocasión en la que Helena no emplea el verbo ὀφέλλω,
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Por medio del empleo de esta forma verbal, entonces, Afrodita ocupa el mismo
lugar en el intercambio que Agamenón y Aquiles; todo parecería indicar que el
despliegue del poder de la diosa es absoluto. Ahora bien, excepto en el pasaje ateti-
zado por Aristarco, ἐρέθω nunca es empleado en la Ilíada para designar una inte-
racción entre un mortal y una divinidad; ese quiebre de planos le está reservado sólo
a Helena. Esto nos hace preguntarnos por qué Afrodita podría sentirse “provocada”
por una mortal y qué poder tienen sus palabras para generar esta respuesta en la
diosa. Sabemos, de hecho, que ninguno; pero, aun así, por medio del uso de esta
forma verbal, la divinidad difumina la línea que las divide y construye a su protegida
como una verdadera antagonista.
Nos dedicaremos ahora al segundo término criticado por Aristarco, el adjetivo
σχέτλιος. Por motivos de extensión, no nos es posible desarrollar en este trabajo el
estudio filológico de cada uno de sus contextos de aparición, que son numerosos. Por
lo tanto, nos limitaremos a consignar los pasajes relevados y nuestras conclusiones.
Cunliffe brinda tres acepciones para esta palabra32; la tercera de ellas se da en
contextos negativos, y significa “difícil de convencer”, y de allí “cruel”, “despiadado”.
Lo interesante es que, bajo esta acepción, Cunliffe ofrece una traducción especial
que sólo se aplica al caso de Helena: “obstinada”, “terca” y “self willed”. Siguiendo
esta división, estudiamos a qué personajes se les atribuye el adjetivo en su connota-
ción negativa: Zeus (II, 110-118 y VIII, 356-365), Heracles (V, 392-404), Aquiles (IX,
628-639 y XVI, 200-207) y los dioses en su conjunto (XXIV, 33-45).
Entendemos que el término hace alusión a una relación de poder que comprende
tres situaciones diferentes. En primer lugar, la condición de σχέτλιος nace de la
pura fuerza o de la posición que ocupa el individuo en la jerarquía del cosmos. En
segundo lugar, y de la mano con este primer factor, ser σχέτλιος implica la capa-
cidad de hacer prevalecer la propia voluntad por sobre la de los demás. Por último,
el carácter de σχέτλιος le da la posibilidad al individuo de desentenderse de las
normas de conducta que regulan la vida en sociedad y de sostener su posición de
manera independiente.
¿Cómo ubicar a Helena en este panorama? Una vez más, ella es la única mujer
a quien se le atribuye esta cualidad. Los personajes que hacen gala de una fuerza de
voluntad considerable son, irremediablemente, masculinos; y no se trata de varones
comunes, sino del padre de los dioses y de los grandes héroes del mito. Helena
parecería ser, entonces, asimilada en la enunciación a estas figuras poderosísimas
ya que, aunque sea por un breve momento, la mortal se resiste al enorme poder de
la voluntad de Afrodita. Esa resistencia la hace digna del epíteto propio de los héroes
y de los dioses.
Conclusiones
Tras analizar cada uno de los argumentos presentados por Aristarco y los contextos
que hemos rastreado a partir de ellos, podemos presentar aquí someramente las
conclusiones que confirman el carácter anómalo de la escena, correctamente seña-
lado por el gramático:
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Podemos apreciar a partir de esto que los argumentos esgrimidos por Aristarco
están perfectamente orientados: todos ellos señalan elementos que parecen desen-
tonar en el contexto global de la Ilíada. Esta excepcionalidad constituye para él una
prueba del carácter espurio de los versos, y ello se debe al marco conceptual propio
con el que encaraba el estudio de los poemas homéricos. Aristarco consideraba,
siguiendo a Aristóteles, que Homero era un poeta perfecto: “His plots were written
according to probability and were remarkable for narrative consistency and appro-
priateness of characters and ideas”33. Esta perfección, además, era sostenida por la
convicción de que Homero nunca se contradecía a sí mismo; la coherencia interna
de los poemas, a su vez, era la condición necesaria para el trabajo del erudito, que
basaba sus juicios en la evidencia textual.
Sin embargo, y a pesar de la rigurosidad del método seguido por Aristarco en
sus ediciones y comentarios, su afirmación del carácter espurio del pasaje puede
ser cuestionada si empleamos nuestras propias premisas acerca de dónde reside
la grandeza de Homero como poeta. La escena que nos ocupa es, efectivamente,
extraña, porque en ella el personaje de Helena parece ubicarse más allá de las dico-
tomías que regulan y dan sentido al imaginario cultural griego arcaico34: en relación
con el género, se la construye como una mujer con cualidades masculinas (como la
agencia, por ejemplo), e incluso es asimilada discursivamente a los grandes héroes
y dioses del mito. También se produce, por otra parte, una disrupción en el eje
vertical que separa a los dioses de los mortales: Helena lanza un desafío explícito a
su divinidad protectora y con esto se iguala a ella, aunque sea momentáneamente.
La pericia de Homero, y lo que justifica su condición imperecedera de un auténtico
clásico, se manifiesta, a nuestros ojos, en pasajes como este, donde el poeta explora
y lleva casi al extremo los límites de su propia cultura; tal como sostiene Redfield: “El
poeta echa mano de las normas de la cultura para utilizarlas dentro de coacciones
comprensibles y se pregunta cómo operarían. Imaginativamente, pone a prueba los
límites de la capacidad de su cultura para funcionar”35.
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Por otra parte, la grandiosidad de esta escena (y, una vez más, lo que la vuelve
esencialmente homérica) radica también en el hecho de que en ella se quiebran
las expectativas de la audiencia en lo que concierne a Helena. La troyana consti-
tuye en la tradición mítica uno de los paradigmas por excelencia de la “mala mujer”
(acompañada por Pandora y por su propia hermana, Clitemnestra); y esta cualidad
paradigmática, reconocida ya por Fränkel, conlleva el peso de la anticipación de lo
que su personaje hará y dirá en la obra: “One blessed with Aphrodite’s grace must
play the role of lover and beloved to the end. It is unthinkable that an epic character
should prove untrue to itself”36. No obstante, aquí encontramos a una Helena que
se niega a hacer lo que Afrodita espera de ella y, con esto, también a ser lo que el
imaginario le prescribe. La excelencia de Homero, entonces, subyace en el grado
de elaboración y de refinamiento que encontramos en sus personajes. Lejos de ser
tipos, constituyen figuras profundamente complejas y, por lo tanto, humanas.
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Notas
1
Tsagalis (2009, p. 47).
2
Vernant (1990, p. 66).
3
Suzuki (1989, p.18).
4
Worman (2007, p. 150).
5
Blondell (2013, p. 45).
6
Schironi (2019, p. 72).
7
Para las citas de los escolios seguimos la edición de Erbse (1969).
8
Kirk (1985, p. 322).
9
Leaf (1960, p. 148).
10
Schironi (2018, pp. 738-739).
11
Schironi (2018, p. 485).
12
Cfr. Cunliffe (1963, s.v. ὀρίνω).
13
Para las citas del texto homérico seguimos la edición de West (1998).
14
Tsagalis (2004, pp. 12-13).
15
Schironi (2018, p. 736).
16
Leaf (1900, p. 148).
17
Kirk (1985, pp. 322-323).
18
Schmitt (1990, apud Krieter-Spiro, 2015, p. 146).
19
Krieter-Spiro (2015, p. 146).
20
Roisman (2006, p. 6).
21
Reckford (1964, p. 18).
22
Schironi (2018, pp. 453-456).
ARGOS 47 ∙ 2022∙ e0036
23
Schironi (2018, p. 458).
24
Genette (1989, p. 83).
25
De Jong (2014, p. 38).
26
De Jong (2014, p. 65).
27
West (2001, pp. 282-283).
28
Suzuki (1989, pp. 36-37).
29
Blondell (2010, p. 24).
30
Reckford (1964, p. 17).
31
Schironi (2018, p. 436).
32
Cunliffe (1963, s.v. σχέτλιος).
33
Schironi (2018, p. 736).
34
Crespo (2017, pp. 25-28).
35
Redfield (2012, p. 127).
36
Fränkel (1975, pp. 67-68).