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Soto Rivera, Rubén

"Alegrafía" en un epigrama de Arcesilao


La Lámpara de Diógenes, Vol. 9, Núm. 16-17, enero-diciembre, 2008, pp. 167-179
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
México

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La Lámpara de Diógenes
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La lámpara de Diógenes, revista de filosofía, números 16 y 17, 2008; pp. 167-179.

“Alegrafía” en un epigrama
de Arcesilao

Rubén Soto Rivera

Arcesilao de Pitane no escribió nada, excepto unos versos, o, cuando menos,


dos epigramas que Diógenes Laercio nos ha transmitido en el relato de la vida
correspondiente a aquél. En un artículo anterior hemos comentado el primer
epigrama arcesiliano,1 en este artículo, nos proponemos glosar el segundo
epigrama, que Laercio introduce así: “Mas, también, a Menodoro, el que está
enamorado de uno de los condiscípulos de Eugamos”.2

Lejos Frigia y lejos la sagrada Tiatira,


tu patria, oh Menodoro, de hijo Cadano;
pero, en efecto, la ruta al infame Aqueronte, igual,
—según el refrán de los hombres—, por todas partes, se mide.
Este túmulo fácilmente reconocible te hizo, Eugamos, para quien, tú,
de todos tus trabajadores, eras bastante amado (Anth. Pal., 2.382 [DL, 4.31]).3

Manuel Fernández-Galiano hizo preceder su traducción de este epigrama,


de una brevísima explicación, la cual citamos de inmediato:

Tópico de la muerte (cf. el 163 de Leónidas) que a todos alcanza;


Menodoro, desde la lejana Frigia (Tiatira es importante ciudad, pero
más bien situada en Lidia), ha llegado a ella tan rápidamente como
cualquiera. Su amante Éugamo o Éudamo, compañero de escuela de
Arcesilao, de quien el difunto cultivaba tierras, le ha erigido una
sepultura.4

Gracias a la lectura del epigrama y la nota del traductor, sabemos que


tratamos con tres temas principales: patria, muerte, amor. La patria es sa-
grada, y la lejanía la hace más sagrada y amable. La muerte es incógnita e
infame y la comparamos con un transitar de un lugar a otro, y nos iguala a
todos los seres vivientes. El amor entre los hombres se expresa, por ejemplo,
con el lenguaje y, en el caso del epigrama arcesiliano que estudiamos, con la
escritura, específicamente con el epitafio grabado en la lápida del sepulcro.
En otro artículo nuestro, hemos estudiado el texto del epitafio de un discípu-

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lo de Arcesilao.5 En el epigrama, la lejanía que hace más sagrada y amable
a la patria consiste en la del colono en tierra extraña, donde trabaja, y el
amor que halla se inscribe primero en la relación colono-terrateniente y, con
el transcurso del tiempo, se tornará en un amor superlativo. La lejanía del
colono de su patria se contrasta con la cercanía casi inmediata de la muerte.
Si el camino a la madre patria está lejos para el colono, no obstante la ruta
hacia la muerte es igual, tanto para el colono como para el terrateniente. La
muerte niveladora. Arcesilao parece hacer una analogía entre la santa patria
y la muerte.
La nostalgia, o el anhelo, por la vuelta a la patria como la de Odiseo,6
por ejemplo, se homologa en el epigrama con la vuelta a la madre tierra,
como en el caso de veteroacadémico Crantor de Solis, quien, habiendo sido
interrogado por Arcesilao de dónde (o cómo) quiere que lo entierren (o que
lo honren con ritos funerales), dijo: “En las profundidas de la amable Tie-
rra, [quiero] que se me oculte decentemente” (DL, 4.25).7 Esta noticia está
inmediatamente precedida por la siguiente: “Se dice también que le legó, a
Arcesilao, su capital consistente en doce talentos” (DL, 4.25).8 Según Nume-
nio de Apamea, Arcesilao, “todavía en flor, logró, gracias a su belleza, tener
por amante al académico Crantor” (Fr. 25 [2 L]).9 Numenio, antipático con el
platonismo de la Academia Media, o Nueva, concluye que a Arcesilao: “Por lo
tanto se le habría llamado pirrónico a causa de sus pirronismos y por respeto
a su amante aceptó ser llamado también académico. Era, pues, pirroniano,
salvo que sin nombre, pero de académico sólo tenía la denominación” (Fr. 25
[2 L]).10 Diógenes Laercio confirma que el joven Arcesilao, mientras estudiaba
en el Liceo dirigido por Teofrasto, se topó accidentalmente con Crantor y,
habiéndose enamorado el uno del otro, Arcesilao se pasó después a la Acade-
mia (4.29). En lo que no coinciden Numenio y Laercio es en que Arcesilao era
pirrónico antes de enamorarse de Crantor y que, para agradar a su amante
platónico, Arcesilao se haya hecho pasar por platónico, siendo aún pirrónico.
Numenio pretendía desprestigiar la Academia Media, difamando a su fundador.
Para Numenio, el escepticismo pirrónico era una filosofía ínfima, porque él
era dogmático neopitagórico y, consecuentemente, más cónsono con el pla-
tonismo pitagorizante de la Academia Vieja. Los intérpretes que homologan
la filosofía arcesiliana con el escepticismo pirrónico se alían con Numenio
en su tergiversación del platonismo de la Academia Media, o Nueva, que va
desde Arcesilao hasta Filón de Larisa. Que Arcesilao no era pirrónico antes de
enamorarse de Crantor y, eventualmente, pasarse a la Academia de Polemón,
Crates y Crantor, se comprende mejor cuando corroboramos qué dijo apesa-
dumbrado, Teofrasto, cuando Arcesilao se marchó definitivamente del Liceo:
“¡Qué joven ingenioso y dispuesto se ha desligado de nuestra escuela!” (DL,
4.30).11 Mas nos luce que Arcesilao mantuvo buenas relaciones con Teofrasto,
hasta el final de éste, y tenía amigos entre los peripatéticos: “Favorino dice
que él [Teofrasto], habiendo envejecido, era llevado en derredor en silla de
manos [, o litera], y que Hermipo decía esto, amparándose en los discursos en

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los cuales Arcesilao de Pitane interrogaba a Lacides de Cirene” (DL, 5.41).12
Numenio declara que Arcesilao tuvo por aliados a Teofrasto, a Crantor y a
Diodoro y, después, a Pirrón, siendo capaz de persuadir gracias al platónico,
sofista gracias al megárico y, gracias al escéptico, llegó a ser versátil, descarado
y nada (Fr. 25 [2 L]).13 Es obvio que hay una mezcla de verdad y mentira en
esta declaración, ya que el desprecio por lo pirroniano se desborda parcia-
lizando a Numenio a favor de Zenón en la disputa de Arcesilao contra éste.
Hasta un enemigo declarado, como Numenio, tuvo que confesar que Arcesilao
gozaba de una alianza con el aristotélico Teofrasto, siendo el aristotelismo un
platonismo. Y cualquiera que haya leído un relato de la vida y pensamiento
de Pirrón, sabe por demás que es imposible que, si Arcesilao emuló a Pirrón,
entonces no pudo haber aprendido de éste a ser descarado y, mucho menos,
nada. Otras dos anécdotas que nos indican que el escolarca de la Academia
Media cultivaba cierta amistad con los aristotélicos es la siguiente: Arcesilao
asistía regularmente al cumpleaños del aristotélico Licón (DL, 5.68), y, aun-
que Jerónimo el Peripatético y su círculo lo atacaban durante el cumpleaños
de Alción, hijo de Antígono “Gonatas” (DL, 4.41-42)14, no obstante, cuando
cierto joven de Quíos no estaba complacido con la escuela de Arcesilao, pero
se proclamaba de la de Jerónimo el Peripatético, escoltándolo, lo puso en
relación con este filósofo, exhortándole a que guardara disciplina (DL, 4.42).15
En su Geografía, Estrabón nos asegura que “Eratóstenes hace de Arcesilao y
de Aristón los corifeos de los que florecieron en su época, y son para él de
gran valía Apeles y Bión, de quien dice que fue el primero en vestir de flores
a la filosofía”.16
Que el amor sirvió de anzuelo, pero que no fue el único incentivo para que
el incipiente peripatético se haya hecho platónico, se evidencia en el gusto de
ambos por la poesía, y el platonismo se sirve de ésta con sus mitos, su prosa
casi poética, y su recurrir a intuiciones filosóficas expresadas ya en versos de
exquisitos poetas griegos. Aristóteles le objetaba a Platón que la teoría de las
Ideas, o Formas, la doctrina de la participación, o imitación, y la de la reminis-
cencia no eran filosofía sino mitología, o poesía. Inmediatamente después de
habernos informado de la pesadumbre que sintió Teofrasto al haberse enterado
de la deserción definitiva de Arcesilao del Liceo, Diógenes Laercio explica que
Arcesilao, habiéndose hecho vehementísimo en los discursos y lo bastante escri-
tor, se dedicó también al arte poética (4.30). Quien no escribió nada, excepto
dos epigramas que se nos han transmitido, ensayó escribir libros, pero parece
que, insatisfecho, abandonó tal empresa. ¿Por qué? Más adelante, Diógenes
Laercio confirma que Arcesilao era un “literato” (“philográmmatos”), cuando
nos explica que: “Algunos dicen que, a causa de la suspensión del juicio, no
compuso ningún libro, pero otros que, siendo descubierto corrigiendo algunos
libros de Crantor, —unos dicen—, que los editó, —otros—, que los quemó” (4.32).
Al inicio del recuento de la vida de Crantor, Laercio escribe que éste dejó
hasta treinta mil versos, algunos de los cuales ciertas personas los atribuyen a
Arcesilao (4.24). El texto laerciano es inequívoco al respecto. Arcesilao era un

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pensador-poeta, afecto a la literatura, o escritura, pero nos parece que estuvo
siempre inconforme con sus propios escritos o con los ajenos, como los de su
amado Crantor. Laercio, inmediatamente después de esa última noticia, agrega
que, a Arcesilao, ciertamente, le pareció que Platón era admirable y adquirió
sus libros (4.32-33). Diógenes Laercio dice a continuación que, según algunos,
también había emulado a Pirrón y había tenido el arte dialéctico y se había
dedicado a los discursos de los erétricos, de donde, también, Aristón decía de
él: “Por delante, Platón; por detrás, Pirrón; en medio, Diodoro” (4.33-34). Por
tanto, la explicación numeniana de que Arcesilao fue siempre un pirrónico que,
enamorado de un platónico, se hizo pasar por tal para no agraviar al enamorado
Crantor, es una tergiversación deliberada del verso homérico-paródico de Aristón
de Quíos en el sentido de que lo de enfrente, lo superficial, es la apariencia y
lo de atrás, lo oculto, es la realidad, pero notemos que soslaya decirnos a qué
equivalga lo de en medio.
Mas regresemos a la contestación de Crantor a la pregunta de Arcesilao.
Crantor quiere se le oculte decentemente en las profundidas de la amable
Tierra. Exactamente después de la respuesta de Crantor a la pregunta de
Arcesilao, Diógenes Laercio añade que: “Se dice también que escribió poemas
y que, habiéndolos sellado, los colocó en el templo de Atenea en su patria, y
que el poeta Teetetos dice así acerca de él:

Era agradable a los hombres, el que era mucho más agradable a las
Musas, Crantor, a quien incluso, desde hace mucho tiempo, nada de
la vejez le vino. ¡Oh tú, Tierra, acoge al santo varón muerto; apacible
también allí viva en fecundidad (4.25).

Laercio continúa ipso facto diciendo que, en efecto, Crantor admiraba más
a Homero y a Eurípides que a todos, y decía que era trabajoso escribir en el
momento decisivo trágicamente y, a la vez, excitando a compasión (4.26). De
hecho, de acuerdo con Diógenes Laercio, la declaración de amor de Crantor y
la aceptación de Arcesilao fueron comunicadas en versos de Eurípides: “Cran-
tor, habiendo estado enamorado de él, le preguntó reproduciendo los versos
de la Andrómeda de Eurípides: ‘¡Oh doncella, si yo te salvara, ¿me estarás
agradecida?’ Él citó los siguientes: ‘Condúceme, oh extranjero, ya me quieras
esclava o esposa’” (4.29).17 La extranjería invocada apela a ambos, porque
el primero es de Solis y el segundo, de Pitane; ninguno era ateniense de na-
cimiento. Como los versos iniciales del epigrama que estudiamos, podríamos
parafrasearlos así: Lejos quedan Solis y también tu sagrada Pitane natal,
Arcesilao, hijo de Seuthes (DL, 4.28). Dos extranjeros hacen de su amor el
sucedáneo de sus respectivas patrias, señal de identidad. En efecto, la agrafía
arcesiliana se vale de lo escrito por otros para expresar su pensamiento. La
escritura del otro como los versos de Eurípides, o del Enomao, de Sófocles
(DL, 4.35), le sirven para reencontrarse a sí mismo (denominaremos “alegra-
fía” a este agrafismo). El epitafio de la losa sepulcral es un ejemplo de esta

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alegrafía. La seña de identidad se reduce a un signo lapidario. Si el arte no
nos reconduce a nosotros mismos, entonces nos enajena como el adulterio
traiciona el amor del otro cónyuge. Según Plutarco, tal concepto discurría el
mesoacadémico extranjero de Pitane:
La mayoría de la gente, como decía Arcesilao, piensa que los poemas
ajenos, las pinturas, las estatuas deben contemplarse con la inteligencia y
la vista, recorriéndolos con exactitud y en cada detalle, pero deja su propia
vida, que posee no pocos motivos agradables de contemplar, mirando afuera
siempre y admirando famas y fortunas ajenas como adúlteros a las mujeres
de otros, pero despreciándose a sí mismos y a sus propios bienes (Sobre la
paz del alma, 470a).18
La alegrafía autógrafa de Arcesilao nos luce un recurso hábil para evitar
despreciarse a sí mismo y a sus propios bienes intelectuales y éticos. Nos
parece que el grafismo que el escolarca de la Academia Media practicaba
mínimamente era —en palabras nuestras— una “grafía heterógrafa”.
De vuelta al segundo epigrama de Arcesilao que Laercio nos ha transmitido,
éste, exactamente después de haberlo citado, nos informa que Arcesilao acogía,
más que a todos, a Homero, del cual también leía por lo menos algo al irse a
dormir, pero que, además, de madrugada, decía que se devolvía a su amante,
tan pronto como quería leerlo. Laercio prosigue con que Arcesilao declaraba
que Píndaro era formidable al saturarnos con su dicción y al suministrarnos
abundancia de nombres y palabras, y que Arcesilao, siendo joven, hizo de Ión
su marca distintiva (4.31). Hay paralelismos entre el segundo epigrama de Ar-
cesilao y todo lo que hemos referido de la afición de Crantor por la poesía. Los
temas de la patria, la muerte, y el amor están presentes en los versos acerca de
Crantor y en la respuesta de éste a la pregunta de Arcesilao. La relación amorosa
entre el terrateniente Éudamo, y el colono Menodoro guarda correspondencias
con la de Arcesilao y Crantor. Arcesilao es al colono Menodoro como Crantor
al terrateniente Eugamos. Estamos ante un caso específico de la práctica de
la doctrina mesoacadémica de la sunétheia.19 Quizás, Eugamos le escribió el
epitafio de la lápida de Menodoro; Arcesilao, heredero del capital de Crantor
y albacea de sus escritos, tal vez, compuso el epitafio de la lápida de Crantor.
Quizás, la respuesta de Crantor a la pregunta de Arcesilao haya sido el texto, o
parte del texto, del epitafio de la losa sepulcral de Crantor. Tal vez, el segundo
epigrama arcesiliano que estudiamos haya sido funerario, el texto de la lápida
que Eugamos, erigió en honor de su mucho amado Menodoro. Como Fernández-
Galiano apunta, aquél era “compañero de escuela de Arcesilao”. Quizás, el
siguiente testimonio arcesiliano se refiera a esta pareja de enamorados:
Y se encuentran enamorados de sus propias mujeres o tienen un amor noble
por jóvenes virtuosas, están radiantes de alegría y orgullo con las bromas que
se les gastan. Por ello, también Arcesilao, al serle propuesto en la escuela por
uno de los enamoradizos como debate lo siguiente: “Me parece que nada toca
a nada”, contestó: “¿Ni tú, entonces, tocas éste?”, señalándole a un joven
hermoso y lozano sentado a su lado (Charlas de sobremesa, II.10.634a).20

171
Quizás, a petición de Eugamos, o Eudamos, el arconte de la Academia
Media platónica compuso tal epigrama funerario. En este inusual caso de gra-
fía en Arcesilao, éste recurre a lo que hemos denominado alegrafía, al citar
un dicho, o refrán, popular: “pero, en efecto, la ruta al infame Aqueronte,
igual, / —según el refrán de los hombres—, por todas partes, se mide”. Esta
vez, la esencia oral, o ágrafa, del refrán popular, (la identidad de cuyo autor
se suspende en el anonimato de la colectividad21), se inscribe en el epigrama
y, (si nuestra hipótesis fuera correcta), en el texto de la lápida, es decir, se
hace otra, se “alegrafía” (como cuando se dice: “se telegrafía”). ¿Qué es lo
que quedará de todos nosotros? La escritura del Otro como la expresión más
esencial de nuestra identidad. Un texto inscrito en una losa sepulcral, a veces,
menos: un nombre, o un instrumento de trabajo, un arma, una marca, o señal
de una sepultura o, hasta nada reconocible.
El único juicio que Arcesilao sabe a ciencia cierta no es suyo propio, sino
del Otro, que se pierde en el infinito del anonimato y de la colectividad, el
cual se constituye en el criterio de verdad de dicha proposición, a saber: “dice
una humana sentencia que el viaje a Aqueronte / dura lo mismo sea largo
o no el sendero”. [Dicen que:] Lo único seguro, o cierto, que tenemos es la
muerte, pero el cómo y el cuándo son inciertos, y la cuestión de la extinción
total tras morirse o la superviviencia de la personalidad como alma era la
connotación seria, no-irónica, de la docta ignorancia de Sócrates, o: “Sólo
sé que no sé nada” (que tampoco es propia autorialmente de Sócrates, sino
del Otro). Mas —según Cicerón—: “Arcesilao negaba que hubiera alguna cosa
que pudiera saberse, ni aun aquello mismo que Sócrates se había dejado”
(1.12.45).22 Desde la perspectiva irónica de dicha docta ignorancia, Arcesilao
se nos muestra más pesimista que Sócrates, pero, desde el punto de vista
serio del “Sólo sé que no sé nada”, Arcesilao se nos presenta más optimista
que el mismo Sócrates, porque —según Plutarco—:

Efectivamente es gracioso aquello que dice Arcesilao: “Eso que llama-


mos mal, la muerte, es el único de los males supuestos que, cuando está
presente, no causa pena alguna a nadie, pero la produce cuando está
ausente y es esperado.” Pues, en realidad, mucha gente a causa de su
estupidez y su miedo a la muerte muere por los esfuerzos que realiza
para no morir. (Escrito de consolación a Apolonio, 110a)23

Víctor Brochard dice, hablando de Arcesilao, que: “Sabemos finalmente


que Epicuro le reprochaba a menudo no hacer otra cosa que repetir lo que
otros habían dicho”.24 ¿Qué es lo que Arcesilao repetía que, por ejemplo,
Epicuro había dicho? En su “Carta a Meneceo” (125), Epicuro concluye que
el sabio no debe temer a la muerte porque: “Así pues, el mal que más pone
los pelos de punta, la muerte, no va nada con nosotros, justamente porque
cuando existimos nosotros la muerte no está presente, y cuando la muerte
está presente entonces nosotros no existimos”.25 No nos interesa la cuestión

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de quién lo dijo primero, o quién lo repitió después como suyo. Lo importante
consiste en que —de acuerdo con la akatalepsia arcesiliana— el “Sólo sé que
no sé nada” se homologa con esta sentencia del Oscuro efesio: “Aguárdanles
a los hombres, al morir, cosas que ni esperan ni creen (Clemente, Tapices,
IV, 144, 2).26 Por tanto —concluiríamos con Heráclito—: “Si no se espera lo
inesperado, no se lo hallará, pues es inhallable e inaccesible” (Clemente,
Tapices, II, 17, 4).27

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Este túmulo fácilmente reconocible te hizo, Eugamos, para quien, tú,
de todos tus trabajadores, eras bastante amado (Anth. Pal., 2.382 [DL, 4.31]).3

Manuel Fernández-Galiano hizo preceder su traducción de este epigrama, de una


Notas
brevísima explicación, la cual citamos de inmediato:
Tópico de la muerte (cf. el 163 de Leónidas) que a todos alcanza; Menodoro, desde la
1
Rubén Soto Rivera: “Testamento filosófico-político de Arcesilao” (inédito aún).
lejana2 Frigia (Tiatira es importante ciudad, pero más bien situada en Lidia), ha llegado a
R. D. Hicks tradujo: “And again upon Menodorus, the favourite of Eugamus, one
of his fellow-students” (Diogenes Laertius. Lives of Eminent Philosophers, vol. I,
1 Rubén SOTO Rivera: “Testamento filosófico-político de Arcesilao” (inédito aún).
2 p. 409). Diferimos en la traducción, pero creemos que nuestra versión se ajusta
R. D. HICKS tradujo: “And again upon Menodorus, the favourite of Eugamus, one of his
mejor al griego del
fellow-students” texto citado,
(Diogenes LAERTIUSaunque
. Lives of—por supuesto—,
Eminent podríamos
Philosophers, vol. I, p.estar
409). equi-
Diferimos
en la traducción,
vocados pero creemos que nuestra versión se ajusta mejor al griego del texto citado,
al respecto.
aunque —por supuesto—, podríamos estar equivocados al respecto.
3
Nuestra versión a la luz de la edición bilingüe de: Diógenes Laertius. Lives of
3 Nuestra versión a la luz de la edición bilingüe de: Diógenes LAERTIUS. Lives of Eminent
Eminent Philosophers,
Philosophers, vol. I, p. 408:vol. I, p. 408:

ΦΏΏΤ Ύ΅Ϡ ΉϢΖ ̏΋ΑϱΈΝΕΓΑ ΘϲΑ ̈Ё·ΣµΓΙ οΑϲΖ ΘЗΑ ΗΙΗΛΓΏ΅ΗΘЗΑ οΕЏµΉΑΓΑ

Θ΋ΏΓІ µξΑ ̘ΕΙ·ϟ΋, Θ΋ΏΓІ Έд ϡΉΕχ ̋ΙΣΘΉ΍Ε΅


И ̏΋ΑϱΈΝΕΉ, Ηχ Δ΅ΘΕϟΖ, ̍΅Έ΅ΣΈ΋.
ΦΏΏΤ ·ΤΕ ΉϢΖ ̝ΛνΕΓΑΘ΅ ΘϲΑ Ü Κ΅ΘϲΑ ϨΗ΅ ΎνΏΉΙΌ΅,
БΖ ΅ϨΑΓΖ ΦΑΈΕЗΑ, ΔΣΑΘΓΌΉΑ µΉΘΕΉϾµΉΑ΅.
Ηϛµ΅ Έν ΘΓ΍ ΘϱΈд σΕΉΒΉΑ ΦΕ΍ΚΕ΅ΈξΖ ̈Є·΅µΓΖ, С ΗϿ
ΔΓΏΏЗΑ ΔΉΑΉΗΘνΝΑ ώΗΌ΅ ΔΕΓΗΚ΍ΏνΗΘΉΕΓΖ.

4
Antología Palatina, p. 120.
5
“Epitafio del platónico Arídices, o cómo una copia perfeccionó a su modelo”, 1
Revista Cayey, pp. 13-18. (Este artículo fue revisado, ampliado e incorporado a la
segunda edición de Arcesilao, filósofo kairológico, capítulo IV, pp. 94-100.)
6
“De Arcesilao: Arcesilao decía que la pobreza era, como también Ítaca, penosa
pero “buena nodriza”, pues nos acostumbra a vivir con simplicidad y fortaleza y es,
en general, una eficaz escuela de virtud” (152 Estobeo, IV 32a, 17 [Obras morales
y de costumbres (Moralia) XIII, vol. 13, p. 363]).
7
Nuestra traducción de la edición bilingüe de Lives of Eminent Philosophers, vol.
1, pp. 402-403.
8
Idem.
9
Fragmentos y testimonios, p. 261.
10
Op. cit., p. 262.
11
Nuestra traducción de la edición bilingüe de Lives of Eminent Philosophers, vol.
1, pp. 406-407.
12
Nuestra traducción de la edición bilingüe de Op. cit., vol. 1, pp. 488-489.
13
Fragmentos y testimonios, p. 259. Más adelante, Numenio asevera que: “En
efecto, en sus años mozos se encontró con Teofrasto, varón tranquilo y provisto
de cualidades para las cosas del amor; todavía en flor, logró, gracias a su belleza,
tener por amante al académico Crántor, a quien se unió, y como por otra parte su
naturaleza estaba dotada de atributos, se sirvió de esta facilidad, por su ambición;
con ardor, participó de las elegantes habilidades de Diodoro, de carácter persuasi-
vo, y frecuentó a Pirrón (el Pirrón lanzado de Demócrito de no sé qué parte) y así
equipado, desde entonces se mantuvo como pirroniano, con excepción del nombre,
en la aversión de todo” (Fr. 25 [2 L.] {Op. cit., p. 261}).
14
En Plutarco, se dice que: “Es aquí sin duda donde viene a propósito aquel ejem-
plo de la pierna tan explotado en las diatribas de Arcesilao, que viene bien para

174
pisotear jocosamente las extravagancias de los estoicos. En efecto, si existen las
mezclas totales, ¿qué obstáculo hay para que por una pierna amputada, putre-
facta, arrojada al mar y en él disuelta, no sólo navegue, como decía Arcesilao, la
flota de Antígono, sino también las mil doscientas trirremes de Jerjes junto con
las trescientas griegas, que en la pierna librarían la batalla naval? Pues, sin dudas,
lo que es más pequeño no se quedará atrás en su marcha dentro de lo que es más
grande. O, de lo contrario, la mezcla tendrá un límite y el último fragmento de
ella, haciendo contacto allí donde termina, no penetrará en el conjunto, sino que
se abstendrá de mezclarse; en cambio, si la mezcla es total, ¿no brindará la pierna
a los griegos, ¡por Zeus!, la posibilidad de librar la batalla naval en su interior”
(Sobre las nociones comunes, 1078c-d [Obras morales y de costumbres {Moralia}
XI, pp. 467-468]).
15
En Lactancio, hallamos consignado que: “Con razón, pues, Zenón y los estoicos
rechazaron la opinión. Efectivamente, creer que se sabe lo que no se sabe no es
propio de un sabio, sino más bien de un temerario y estólido. En consecuencia, si
nadie puede ser sabio, como enseñó Sócrates, y nadie debe lanzar opiniones, como
dice Zenón, la filosofía desaparece en su totalidad. Y ¿qué decir del hecho de que
ésta fue aniquilada no sólo por estos dos, que fueron los filósofos más insignes, sino
por todos, de forma que da la impresión de que ya hace tiempo que fue abatida
por sus propias armas? La filosofía está dividida en muchas sectas y todas opinan
cosas diferentes. ¿En cuál de ellas ponemos la verdad? En todas ciertamente no se
puede. Señalemos cualquiera de ellas: la consecuencia es que en todas las demás
no está la sabiduría. Pasemos a analizar una por una: de igual forma, lo que demos
a una se lo quitamos a las otras. Y es que cada secta por separado elimina a todas
las demás, para afirmarse a sí misma y a sus ideas, y no concede a ninguna otra
la posesión de la sabiduría para no tener que confesar que ella no la tiene; pero,
de la misma forma que ella destruye a las demás, así también ella es destruida
por las otras; habrá incluso filósofos que la acusen de estólida: cualquier secta
filosófica que sea alabada y de la que se diga que es verdadera, será vituperada
como falsa por los filósofos. ¿A quién creemos? ¿A ese sólo que se alaba a sí mismo
y a su secta, o a los muchos que acusan de ignorancia a aquél, que es solo? Ne-
cesariamente será más recto lo que piensan muchos que lo que piensa uno solo.
Nadie, en efecto, puede juzgar con rectitud sobre sí mismo; de ello da testimonio
un conocido poeta: ‘Todos los hombres están hechos por naturaleza de tal forma
que ven y juzgan más fácilmente las cosas de los demás que las suyas propias’”
(Ter., Haut. 503ss. [Instituciones divinas, vol. 1, p. 254]).
16
“En primer lugar habremos de considerar a Eratóstenes exponiendo conjunta-
mente la réplica de Hiparco contra el mismo. No es, por otra parte, Eratóstenes
tan fácil de atacar, que pueda decirse que ni siquiera vio a Atenas, como trata de
demostrarlo Polemón, ni tan digno de fe como lo presentan algunos, a pesar de que,
según él mismo ha dicho, trató con muchas personas sabias. ‘Pues se encontraban
—dice— en este tiempo, como nunca había ocurrido, en un mismo recinto y en una
misma ciudad, Aristón y Arcesilao y los filósofos que junto a ellos florecieron.’ Sin
embargo, creo que no es esto suficiente, sino el discernir bien a quién se ha de

175
seguir. Eratóstenes hace de Arcesilao y de Aristón los corifeos de los que florecieron
en su época, y son para él de gran valía Apeles y Bión, de quien dice que fue el
primero en vestir de flores a la filosofía. No obstante, dice el mismo Eratóstenes
que, con respecto a Bión, alguno habría dicho muchas veces esto: ‘Cómo la muestra
Bión entre sus andrajos?’” (1.2.2 [Geografía, pp. 28-29]).
17
Nuestra traducción de la edición bilingüe de Diógenes Laertius. Lives of Eminent
Philosophers, vol. 1, pp. 406-407.
18
Obras morales y de costumbres (Moralia) VII, p. 131. En otro lugar, Plutarco
recogió otra doxografía arcesiliana relacionada con la arriba citada: “No sé por
qué motivo mientras odiamos y rechazamos a las mujeres que emplean hechizos
y brebajes mágicos contra sus maridos, permitimos, en cambio, a mercenarios y
esclavos que nos encanten, por así decirlo, y nos envenenen nuestros alimentos y
provisiones. Por ello, aunque parezca demasiado duro aquello que dijo Arcesilao
contra los adúlteros y los libertinos: ‘no hay ninguna diferencia en que uno sea
disoluto por delante o por detrás’, se puede aplicar justamente a lo que estamos
tratando” (Consejos para conservar la salud, 126a [Obras morales y de costumbres
{Moralia} II, vol. 2, p. 135]).
19
Cf. Arcesilao, filósofo kairológico, capítulo 2: “La sunétheia de Arcesilao”, pp.
51-69.
20
Obras morales y de costumbres (Moralia) IV, p. 211. Según Diógenes Laercio:
“[Arcesilao] era muy sentencioso y conciso, espaciador de las palabras en la pro-
nunciación y bastante crítico y franco. Por esto Timón dice de nuevo lo siguiente
sobre él: ‘Y atraerás (?) al joven mezclando reprensiones’” (4.33 [Poesía helenística
menor, p. 402, fr. 33]).
21
La indiferencia, o apatía, arcesiliana ante un ataque verbal difamatorio se
evidencia en este caso particular: “Habiéndose echado a perder por Arcesilao,
el de la Academia, el poeta Antágoras lo injuriaba, y esto en la plaza pública.
Pero él, que tenía muy altos pensamientos, veía precisamente a muchos que se
reunían ahí, y, conversando, caminaba a tal sitio, para mayor inconveniente de
su injuriador. A lo menos, los que lo escuchaban le volvían la cara a otro lado y
llamaban loco a Antágoras” (14.26 [Nuestra traducción con base en el texto griego
en Aelian: Historical Miscellany, p. 471]). O: “Respecto a la acusación que se le
hace (a Arcesilao) de gusto por las multitudes, también entre las demás cosas la
formula Timón y del modo siguiente”:

Así diciendo, se introdujo en la envolvente multitud.


Y ellos a él como pinzones a lechuza admiraban,
señalando bobamente, porque era adulador de multitudes.
No gran cosa, infeliz. ¿Por qué te jactas como un necio?

(Diógenes Laercio, 4.42 [Poesía helenística menor, p. 403, fr. 34]). Estos serían
otros ejemplos de su recurso al criterio de verdad de lo razonable secundado por
el infinito anonimato de la colectividad en la tradición.
22
Cuestiones académicas, p. 18. En el mismo texto ciceroniano, leemos: “Enton-

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ces yo: ‘Con Zenón —dije—, como nos fue transmitido, Arcesilao entabló toda su
batalla, no por pertinacia o afán de vencer, como en verdad me parece, sino por la
oscuridad de aquellas cosas que habían conducido a Sócrates a la confesión de su
ignorancia, y ya, antes de Sócrates, a Demócrito, a Anaxágoras, a Empédocles y a
casi todos los antiguos quienes dijeron que nada puede conocerse, nada percibirse,
nada saberse’” (1.12.44 [Op. cit., p. 17]).
23
Obras morales y de costumbres (Moralia) II, p. 78.
24
Los escépticos griegos, p. 119.
25
Obras completas, p. 88.
26
Los fragmentos de Heráclito, p. 78.
27
Op. cit., p. 74.

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en Revista Cayey 80, Universidad de Puerto Rico en Cayey, pp. 13-18. (Este artículo
fue revisado, ampliado e incorporado a la segunda edición de Arcesilao, filósofo
kairológico, capítulo IV, pp. 94-100.
(2007). Arcesilao, filósofo kairológico, 2da ed. Gurabo (Puerto Rico): Editorial Süné-
theia.

Recepción del artículo: 10 de marzo de 2008


Aceptación del artículo: 24 de noviembre de 2008

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