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Se llamaba Lucía y era una niña muy curiosa y aventurera.

Le encantaba viajar y conocer otras culturas, especialmente las de los países


que compartían frontera con Colombia. Un día, decidió hacer un viaje muy especial: visitar a sus cinco vecinos en un solo mes. Para ello, se
preparó con mucha ilusión y entusiasmo, y se llevó consigo una mochila llena de regalos típicos de su país: café, sombrero vueltiao, ruana,
arequipe y música vallenata.

Su primera parada fue Ecuador, donde fue recibida por su amiga Sofía, que la llevó a conocer la capital, Quito, y sus hermosos monumentos
históricos. Lucía le regaló a Sofía una bolsa de café colombiano y le enseñó a preparar una deliciosa taza. Sofía le agradeció el gesto y le
dijo que el café era muy parecido al de su país, pero que tenía un sabor más intenso y aromático. Luego, le mostró a Lucía su instrumento
favorito: la quena, una flauta andina que producía unos sonidos dulces y melancólicos. Lucía quedó fascinada con la música ecuatoriana y
le pidió a Sofía que le enseñara a tocar la quena. Así, las dos amigas pasaron una tarde muy divertida, compartiendo sus gustos y
tradiciones.

La segunda parada de Lucía fue Perú, donde la esperaba su amigo Mateo, que la invitó a conocer la ciudad de Lima y sus atractivos
turísticos. Lucía le regaló a Mateo un sombrero vueltiao, un símbolo de la cultura colombiana, y le explicó su origen y significado. Mateo le
agradeció el obsequio y le dijo que el sombrero le quedaba muy bien, pero que tenía que tener cuidado con el sol, que era muy fuerte en
su país. Luego, le presentó a Lucía su plato favorito: el ceviche, un pescado marinado con limón, cebolla, ají y cilantro. Lucía quedó
encantada con la comida peruana y le pidió a Mateo que le enseñara a preparar el ceviche. Así, los dos amigos pasaron una tarde muy
sabrosa, compartiendo sus saberes y costumbres.

La tercera parada de Lucía fue Brasil, donde la recibió su amiga Ana, que la
llevó a conocer la ciudad de Río de Janeiro y sus famosas playas. Lucía le regaló
a Ana una ruana, una prenda de lana que se usa para abrigarse del frío, y le
contó su historia y su uso. Ana le agradeció el presente y le dijo que la ruana era
muy bonita y suave, pero que en su país hacía mucho calor y que no la podría
usar mucho. Luego, le enseñó a Lucía su baile favorito: la samba, un ritmo
alegre y contagioso que se baila en el carnaval. Lucía quedó maravillada con la
danza brasileña y le pidió a Ana que le enseñara a bailar la samba. Así, las dos
amigas pasaron una tarde muy animada, compartiendo sus ritmos y
expresiones.

La cuarta parada de Lucía fue Venezuela, donde la esperaba su amigo Carlos,


que la invitó a conocer la ciudad de Caracas para disfrutar la tarde juntos. Lucía
le regaló a Carlos un frasco de arequipe, un dulce de leche que se come con
pan, galletas o frutas, y le explicó su elaboración y su sabor. Carlos le agradeció
el detalle y le dijo que el arequipe era muy similar al manjar blanco, que se
consume en su país, pero que tenía una textura más cremosa y un color más
oscuro. Carlos, le contó que Venezuela era un país que compartía una larga historia con Colombia. Por eso llevó a Lucia a conocer las
bellezas naturales de Venezuela, como el Salto Ángel, la cascada más alta del mundo, el Parque Nacional Canaima, donde se encuentran
los tepuyes, unas formaciones rocosas únicas, y el Lago de Maracaibo, el más grande de Suramérica. Lucía también se deleitó con la
gastronomía venezolana, como las arepas, las empanadas, el pabellón criollo y la cachapa. Lucía se solidarizó con los venezolanos, que
atravesaban una difícil situación política y económica, y les expresó su apoyo y su cariño.

La quinta y última parada de Lucía fue Panamá, donde la recibió su amiga Laura, que la llevó a conocer el canal de Panamá y su importancia
para el comercio mundial. Lucía le regaló a Laura un CD de música vallenata, un género musical que se toca con acordeón, caja y
guacharaca, y le explicó su origen y su variedad. Laura le agradeció el regalo y le dijo que la música vallenata era muy parecida a la cumbia,
que se escucha en su país, pero que tenía unas letras más románticas y unas melodías más complejas. Luego, le enseñó a Lucía su artesanía
favorita: la mola, un tejido de telas superpuestas que se cortan y se cosen para formar diseños geométricos o figurativos. Lucía quedó
asombrada con la artesanía panameña y le pidió a Laura que le enseñara a hacer una mola. Así, las dos amigas pasaron una tarde muy
entretenida, compartiendo sus hilos y agujas.

Lucía terminó su viaje muy feliz y satisfecha. Había conocido a sus cinco vecinos y había aprendido mucho sobre sus actividades
económicas y culturales. Había hecho nuevos amigos y había compartido con ellos sus regalos y sus conocimientos. Había descubierto
que, a pesar de las diferencias, había muchas cosas en común entre los países fronterizos con Colombia. Había vivido una experiencia
inolvidable que le había enriquecido su mente y su corazón.

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