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Diferentes formas de vida en cada lugar

Javier y Lucero estaban muy sorprendidos con lo distinto que es Llusita al barrio en el que
viven allá en Piura. Pensaron que quizás sería parecido al pueblo de su mamá, Chulucanas,
pero era muy diferente. Para empezar, lo primero que sintieron distinto fue el clima. Sentían
que el aire era más seco y les costaba un poco respirar. A Ofelia y a Javier les dolía la cabeza.
Jorge les explicó que esos síntomas eran del “soroche” o “mal de altura”. Lucero estaba
contenta porque no sentía nada, pero su papá le había dicho que no se pusiera a correr, que
hiciera las cosas con calma. Las hermanas y hermanos de Jorge fueron a esperarlos al
paradero; no habían visto a su hermano en mucho tiempo y estaban con muchas ganas de
conocer a su familia. Lucero se dio cuenta de que a pesar de que hacía frío, muchos niños
estaban con “llanques”, una especie de sandalias hechas con llantas, y sin medias. Lucero se
puso a conversar con varios primos y primas que eran más o menos de su edad. Se dio cuenta
de que, aunque hablaban castellano, tenían un acento diferente al suyo y que a ratos usaban
oraciones en quechua y se reían. Lucero se sentía mal porque no entendía, así que les
preguntó qué decían. Así aprendió sus primeras palabras de quechua. También la llevaron a
conocer el pueblo, a cruzar el río, a trepar un cerro cercano. A Lucero le costaba seguirlos,
porque ella no estaba acostumbrada a caminar en ese lugar. El pueblo era chiquito pero les
gustó mucho. La escuela quedaba en la plaza central y también había una iglesia antigua. Antes
de ese viaje, Lucero pensaba que la ciudad donde ella vivía era mejor que Llusita. Se dio cuenta
de que no es así, que cada lugar tiene sus propios encantos. Por ejemplo, Llusita tiene un
maravilloso paisaje rural, su población es amable y su estilo de vida es más saludable.

Diferentes formas de vida en cada lugar


Javier y Lucero estaban muy sorprendidos con lo distinto que es Llusita al barrio en el que
viven allá en Piura. Pensaron que quizás sería parecido al pueblo de su mamá, Chulucanas,
pero era muy diferente. Para empezar, lo primero que sintieron distinto fue el clima. Sentían
que el aire era más seco y les costaba un poco respirar. A Ofelia y a Javier les dolía la cabeza.
Jorge les explicó que esos síntomas eran del “soroche” o “mal de altura”. Lucero estaba
contenta porque no sentía nada, pero su papá le había dicho que no se pusiera a correr, que
hiciera las cosas con calma. Las hermanas y hermanos de Jorge fueron a esperarlos al
paradero; no habían visto a su hermano en mucho tiempo y estaban con muchas ganas de
conocer a su familia. Lucero se dio cuenta de que a pesar de que hacía frío, muchos niños
estaban con “llanques”, una especie de sandalias hechas con llantas, y sin medias. Lucero se
puso a conversar con varios primos y primas que eran más o menos de su edad. Se dio cuenta
de que, aunque hablaban castellano, tenían un acento diferente al suyo y que a ratos usaban
oraciones en quechua y se reían. Lucero se sentía mal porque no entendía, así que les
preguntó qué decían. Así aprendió sus primeras palabras de quechua. También la llevaron a
conocer el pueblo, a cruzar el río, a trepar un cerro cercano. A Lucero le costaba seguirlos,
porque ella no estaba acostumbrada a caminar en ese lugar. El pueblo era chiquito pero les
gustó mucho. La escuela quedaba en la plaza central y también había una iglesia antigua. Antes
de ese viaje, Lucero pensaba que la ciudad donde ella vivía era mejor que Llusita. Se dio cuenta
de que no es así, que cada lugar tiene sus propios encantos. Por ejemplo, Llusita tiene un
maravilloso paisaje rural, su población es amable y su estilo de vida es más saludable.
Diferentes formas de vida en cada lugar
Javier y Lucero estaban muy sorprendidos con lo distinto que es Llusita al barrio en el que
viven allá en Piura. Pensaron que quizás sería parecido al pueblo de su mamá, Chulucanas,
pero era muy diferente. Para empezar, lo primero que sintieron distinto fue el clima. Sentían
que el aire era más seco y les costaba un poco respirar. A Ofelia y a Javier les dolía la cabeza.
Jorge les explicó que esos síntomas eran del “soroche” o “mal de altura”. Lucero estaba
contenta porque no sentía nada, pero su papá le había dicho que no se pusiera a correr, que
hiciera las cosas con calma. Las hermanas y hermanos de Jorge fueron a esperarlos al
paradero; no habían visto a su hermano en mucho tiempo y estaban con muchas ganas de
conocer a su familia. Lucero se dio cuenta de que a pesar de que hacía frío, muchos niños
estaban con “llanques”, una especie de sandalias hechas con llantas, y sin medias. Lucero se
puso a conversar con varios primos y primas que eran más o menos de su edad. Se dio cuenta
de que, aunque hablaban castellano, tenían un acento diferente al suyo y que a ratos usaban
oraciones en quechua y se reían. Lucero se sentía mal porque no entendía, así que les
preguntó qué decían. Así aprendió sus primeras palabras de quechua. También la llevaron a
conocer el pueblo, a cruzar el río, a trepar un cerro cercano. A Lucero le costaba seguirlos,
porque ella no estaba acostumbrada a caminar en ese lugar. El pueblo era chiquito pero les
gustó mucho. La escuela quedaba en la plaza central y también había una iglesia antigua. Antes
de ese viaje, Lucero pensaba que la ciudad donde ella vivía era mejor que Llusita. Se dio cuenta
de que no es así, que cada lugar tiene sus propios encantos. Por ejemplo, Llusita tiene un
maravilloso paisaje rural, su población es amable y su estilo de vida es más saludable.

Diferentes formas de vida en cada lugar


Javier y Lucero estaban muy sorprendidos con lo distinto que es Llusita al barrio en el que
viven allá en Piura. Pensaron que quizás sería parecido al pueblo de su mamá, Chulucanas,
pero era muy diferente. Para empezar, lo primero que sintieron distinto fue el clima. Sentían
que el aire era más seco y les costaba un poco respirar. A Ofelia y a Javier les dolía la cabeza.
Jorge les explicó que esos síntomas eran del “soroche” o “mal de altura”. Lucero estaba
contenta porque no sentía nada, pero su papá le había dicho que no se pusiera a correr, que
hiciera las cosas con calma. Las hermanas y hermanos de Jorge fueron a esperarlos al
paradero; no habían visto a su hermano en mucho tiempo y estaban con muchas ganas de
conocer a su familia. Lucero se dio cuenta de que a pesar de que hacía frío, muchos niños
estaban con “llanques”, una especie de sandalias hechas con llantas, y sin medias. Lucero se
puso a conversar con varios primos y primas que eran más o menos de su edad. Se dio cuenta
de que, aunque hablaban castellano, tenían un acento diferente al suyo y que a ratos usaban
oraciones en quechua y se reían. Lucero se sentía mal porque no entendía, así que les
preguntó qué decían. Así aprendió sus primeras palabras de quechua. También la llevaron a
conocer el pueblo, a cruzar el río, a trepar un cerro cercano. A Lucero le costaba seguirlos,
porque ella no estaba acostumbrada a caminar en ese lugar. El pueblo era chiquito pero les
gustó mucho. La escuela quedaba en la plaza central y también había una iglesia antigua. Antes
de ese viaje, Lucero pensaba que la ciudad donde ella vivía era mejor que Llusita. Se dio cuenta
de que no es así, que cada lugar tiene sus propios encantos. Por ejemplo, Llusita tiene un
maravilloso paisaje rural, su población es amable y su estilo de vida es más saludable.
Individual 1. Antes de su viaje ¿Por qué Lucero pensó que el lugar donde vive es mejor que
Llusita?
2. ¿Qué le gustó de Llusita que le hizo cambiar de idea?
3. Si llegara alguien de más o menos tu edad a tu localidad, ¿cómo harías para ayudarlo a
conocer y apreciar donde vives?

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