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De este modo podemos admitir como resultado general de la fase sexual, dominada
por el complejo de Edipo, la presencia en el «yo» de un residuo, consistente en el
establecimiento de estas dos identificaciones enlazadas entre sí. Esta modificación del «yo»
conserva su significación especial y se opone al contenido restante del «yo» en calidad ideal
del «yo» o «super-yo».
El ideal del yo es, por tanto, el heredero del complejo de Edipo, y con ello, la
expresión de los impulsos más poderosos del Ello y de los más importantes
destinos de su libido. Por medio de su creación se ha apoderado el yo del complejo
de Edipo y se ha sometido simultáneamente al Ello. El super-yo, abogado del
mundo interior, o sea, del Ello, se opone al yo, verdadero representante del mundo
exterior o de la realidad. Los conflictos entre el yo y el ideal reflejan, pues, en
último término, la antítesis de lo real y lo psíquico del mundo exterior y el interior.
La historia de la génesis del super-yo nos muestra que los conflictos antiguos
del yo, con las cargas objeto del Ello, pueden continuar transformados en conflictos
con el super-yo, heredero del Ello. Cuando el yo no ha conseguido por completo el
sojuzgamiento del complejo de Edipo, entra de nuevo en actividad su energía de
carga, procedente del Ello, actividad que se manifestará en la formación reactiva
del ideal del yo. La amplia comunicación del ideal del yo con los sentimientos
instintivos inconscientes nos explica el enigma de que el ideal pueda permanecer
en gran parte inconsciente e inaccesible al yo. El combate que hubo de desarrollarse
sensibilidad estética francesa. Ante esta objeción no podemos menos de recordar al
inmortal caballero Riccaut de la Marlinière, creado por Lessing. Otra de las
manifestaciones contrarias a nuestra disciplina presenta un aspecto más
fundamental y ha sido acogida por un profesor de Psicología de la Sorbona. Me
refiero a la de que para el génie latin resulta insoportable la manera de pensar del
psicoanálisis. Este reproche recae en parte sobre los anglosajones, amigos y aliados
de Francia, que han aceptado generalmente dicha manera de pensar. Ante tales
manifestaciones podría creerse que el génie teutonique ha acogido al psicoanálisis
con los brazos abiertos desde su mismo nacimiento.
En Francia han sido los literatos quienes primero se han interesado por el
psicoanálisis. Se explica esto recordando que nuestra disciplina ha traspasado, con
la interpretación de los sueños, las fronteras médicas. Entre su aparición en
Alemania y su actual introducción en Francia han surgido sus diversas
aplicaciones a los dominios de la literatura y del arte, a la historia de las religiones
y a la Prehistoria, a la Mitología, la Etnografía y la Pedagogía, etc. Todas estas
disciplinas tienen poco que ver con la ciencia médica y han sido precisamente
enlazadas con ella por el psicoanálisis. No tengo, pues, derecho alguno a
profundizar en esta cuestión; pero no puedo silenciarla, pues resulta indispensable
para formarse una representación exacta del valor y de la esencia del psicoanálisis,
y, además, la especial naturaleza de este trabajo, en el que me he obligado a
exponer la obra de mi vida, me fuerza a tratar de ella. La mayoría de estas
aplicaciones tiene, en efecto, en mi labor personal su punto de partida. En
ocasiones he dado yo también algún paso por este camino para satisfacer dicho
interés ajeno a la Medicina. Otros hombres de ciencia han seguido después mis
huellas y penetrado más profundamente en tales dominios. Pero como quiero
limitarme a exponer mis propias aportaciones a la aplicación del psicoanálisis, no
he de presentar al sector sino un esquema muy insuficiente de su extensión e
importancia.