Desarrollo psicosexual es un concepto central de la teoría psicoanalítica de las pulsiones
sexuales que supone que el ser humano está dotado, desde el nacimiento, de una libido (energía sexual) que se desarrolla en cinco etapas (fases oral, anal, fálica, período de latencia y fase genital). El desarrollo de la personalidad de los individuos atraviesa siempre las mismas fases, y puede detenerse a causa de un trauma o un fallo produciéndose bien una fijación o retroceso en el proceso evolutivo. FASE ORAL (1 – 18 meses) La boca es la primera zona de placer, el contacto con la piel materna al mamar y la succión son actos placenteros para el desarrollo del bebe. La evolución psicosexual depende en buena medida de las sensaciones y vivencias placenteras y de seguridad que experimentamos durante esta fase. La experiencia clave en esta fase es el destete, durante el cual el niño pierde mucho del íntimo contacto físico inicial con su madre y esto da lugar al primer sentimiento de pérdida. El destete también le provee al bebé conciencia de que no todo está bajo su control y de que la gratificación tampoco es siempre inmediata, sino que puede aparecer aplazada, lo cual lleva a la consolidación de la independencia (puesto que el bebé se forma una idea clara sobre los límites de sí mismo y forma su yo) y de la confianza (en tanto aprende que comportamientos específicos conducen a la satisfacción). Si se frustran los deseos libidinales del bebé en la etapa, es decir, si se descuida, o si se desteta demasiado tarde o demasiado temprano, puede surgir una fijación. Dicha etapa oral puede tener dos efectos: - El niño abandonado puede convertirse en un adulto psicológicamente dependiente que busca continuamente la estimulación oral que se le niega en la infancia, convirtiéndose así en una persona manipuladora para satisfacer sus necesidades, en lugar de madurar hacia la independencia. - El niño sobreprotegido puede resistir la maduración y volver a depender de otros para satisfacer sus necesidades. Teóricamente, las fijaciones de la etapa oral se manifiestan como locuacidad (locuacidad), tabaquismo, estímulo oral continuo (comer, masticar objetos) y alcoholismo. Psicológicamente, los síntomas incluyen una personalidad sarcástica, sádica oral, morderse las uñas, prácticas sexuales orales.
FASE ANAL (18 meses – 3 años)
En el segundo año de vida suele comenzar la educación en el control de esfínteres (ano y vejiga). Esta educación desplaza el interés infantil hacia la zona anal. Tanto el mecanismo de retención como de expulsión de las heces tienen un marcado significado psicológico. La experiencia más importante durante esta etapa es el entrenamiento en la higiene personal y da como resultado un conflicto entre el Ello, que demanda satisfacción inmediata de las pulsiones que involucran la evacuación y las actividades relacionadas con ella (como el manipular las heces) y las demandas de los padres. La resolución de este conflicto puede ser gradual y no traumático, o intenso y tormentoso, dependiendo de los métodos que los padres usen para manejar la situación. Se desarrolla en el niño la polaridad actividad- pasividad, retener y expulsar. La solución ideal vendría si el niño trata de regularse y los padres son moderados, para que el niño pueda aprender la importancia de la limpieza y el orden gradualmente, los cuales dan lugar a una persona adulta controlada. Cualquier conflicto emocional no superado en ese momento dará lugar a la denominada fijación anal. Si los padres ponen demasiado énfasis en la higiene personal mientras el niño decide acomodarse a esta, se puede dar lugar al desarrollo de un comportamiento compulsivo, extendiéndose a lo concerniente con el orden y la pulcritud. Por otra parte, si el niño decide prestar atención a las demandas de su Ello y los padres acceden a esto, el niño probablemente desarrolle una personalidad tendiente al desorden e indulgente para consigo mismo. Si los padres reaccionan, el infante debe cumplir, pero desarrollará un débil sentimiento de sí, ya que los padres son los que controlan la situación, no su propio yo. Un exceso de atención, de recompensa, etc., daría lugar a una personalidad desorganizada. En cambio, carencias de gratificación, de estímulo, originarían personalidad hipermeticulosas, muy organizadas, con excesivo autocontrol.
FASE FALICA (3 – 6 años)
La tercera etapa del desarrollo psicosexual es la etapa fálica, en los cuales los genitales del niño son su principal zona erógena. Es en esta tercera etapa de desarrollo infantil que los niños se vuelven conscientes de su propio cuerpo, los cuerpos de los otros niños, y los cuerpos de sus padres, y satisfacen la curiosidad física por desnudarse y explorarse entre sí y los genitales, y así aprender la física (sexual), las diferencias entre lo "masculino" y lo "femenino" y las diferencias de género entre el "niño" y la "niña". Durante esta fase aparece el “complejo de Edipo” este complejo consiste en la atracción hacia el progenitor del sexo opuesto y el rechazo hacia el de mismo sexo. La evolución de esta situación edípica se produce cuando el infante se da cuenta de su incapacidad de competir o suprimir a su rival y comienza un periodo de identificación con este. El niño encuentra su primer objeto erótico en el pecho de la madre, de suerte que el amor nacería apuntalado en la satisfacción de la necesidad de alimentarse. Ese pecho, sin embargo, no es reconocido al principio como ajeno al cuerpo propio. Cuando finalmente se le concede tal estatuto y “trasladado hacia «afuera»” ―lo cual se produce en virtud de todas aquellas ocasiones en las que el niño lo echa de menos―, arrastra con él cierto monto de libido originariamente narcisista. Este primer objeto es más tarde completado en la persona de la madre. Al procurarle ella con sus cuidados variadas sensaciones corporales, termina por convertirse en la primera seductora de su hijo. La madre adquiere una significatividad sin parangón para niños de ambos sexos, al punto que se convertirá en el arquetipo de todas las posteriores relaciones amorosas del individuo. El complejo de castración se trata en el varón del miedo a la pérdida del falo (más allá del pene, en tanto representación de poder, superioridad y posibilidad de reunificación con la madre) a manos de su padre, y en la mujer a la constatación de que "ha sido castrada. Tanto en la mujer como en el varón se establece la premisa fálica: suponen que todo y todos poseen falo. Pero la diferencia anatómica entre los sexos es una realidad objetiva y contradice constantemente ese supuesto. Sin embargo, al menos por un tiempo las racionalizaciones de los niños les hacen creer que la diferencia se debe a que "es más pequeño y no se ve" o "ya crecerá". En el caso del niño varón, la amenaza de castración que los padres hacen pender sobre él, que, por su hacer onanista, resignifica la vista de los genitales femeninos, o bien la amenaza es resignificada por su visualización; la pérdida de los propios genitales se ha hecho entonces representable. Este temor objetivado implica para el varón la salida del complejo de Edipo, y un menosprecio que perdurará hacia la criatura castrada. Para la mujer, en cambio, el complejo de castración marca el ingreso al Edipo. Se sabe ahora castrada, el tiempo le ha develado que no tiene falo y que nunca crecerá, y culpa de ello a su madre, pues es quien la ha "fabricado mal". La articulación con el complejo de Edipo es clave en ambos casos, y la posición tomada por el sujeto ante el complejo de castración tendrá gran influencia en la vida psíquica futura, además de estar íntimamente relacionado con el fenómeno de la angustia. La competencia psicosexual no resuelta por el padre del sexo opuesto puede producir una fijación de fase- fálica que dará lugar a una mujer adulta que continuamente se esfuerce por superar a los hombres (a saber, envidia del pene), o bien como una mujer extraordinariamente seductora (alta autoestima) y que coquetea, o como una mujer inusualmente sumisa (baja autoestima). En un niño, una etapa de fijación fálica podría llevarlo a convertirse en un hombre excesivamente ambicioso y vanidoso. En general, el Complejo de Edipo es muy importante para el desarrollo del superyó, ya que, a través de la identificación con uno de los padres, el niño internaliza la moral, y, en consecuencia, la elección de cumplir con las normas sociales, en lugar de tener que cumplirlas mediante acto reflejo por miedo al castigo.
FASE DE LATENCIA (6 – 12 AÑOS)
El infante comienza una etapa en la que los impulsos sexuales se mantienen en un estado de quietud. El periodo de latencia se instala en el niño tras el sepultamiento del complejo de Edipo, por tanto, su inicio es aproximadamente a los cinco años y finaliza hacia los once, con el comienzo de la pubertad. El niño deriva el placer de la gratificación del proceso de pensamiento secundario, que dirige los impulsos libidinales hacia las actividades externas, tales como la educación, las amistades, los pasatiempos, etc. Este periodo abre la posibilidad de que la energía sexual sea desviada hacia fines ya no sexuales, sino puesta al servicio de logros culturales, lo que constituiría el inicio de la capacidad de sublimar. El periodo de latencia no sólo cancela el complejo de Edipo, sino que crea y consolida la formación del superyó y se construyen las barreras éticas y estéticas en el interior del yo. Es un periodo de transición en el que, en los primeros años, los niños muestran una elevada actividad motriz claramente placentera (balancearse, correr, probar el equilibrio, rebotar, saltar, trepar) que funciona a modo de evitación de la masturbación y descarga de la agresividad, y, a partir de los ocho años, actividades más sedentarias, que son posibles gracias a la represión y que permiten acciones como leer y escribir. Muchos niños en esta etapa manifiestan claros rasgos obsesivos: algunos más sublimados como el gusto por coleccionar, los juegos de construcción o fabricar cosas; y otros más sintomáticos, como tics pasajeros, movimientos repetitivos, muecas, todos ellos funcionando como mecanismos para mantener en control las pulsiones. Aparecen sentimientos de pudor y de vergüenza como formaciones reactivas. Además, es un periodo donde se dan sensaciones de “enamoramiento” sin manifestación claramente sexual. Un fallo en esta fase sería una hiperexcitacion sexual, las causas de esta hiperexcitación sexual de los niños «latentes» en un contexto social actual que, lejos de cumplir su papel de sofocador de la pulsión, estaría trabajando claramente en contra de la represión, exponiendo al niño a múltiples y variados estímulos: entre ellos, la omnipresencia de la televisión, que permite el visionado de películas o programas con alto contenido sexual o que promocionan la diversidad de encuentros sexuales como un valor, un discurso social que promueve organizaciones de personalidad predominantemente narcisistas, sociedad que tiende a producir un sujeto consumidor generalmente de placeres con poca restricción, la desaparición de la autoridad, una incapacidad de los padres para poner límite a sus propias pulsiones parciales y a las de sus hijos, la evitación del trabajo parental de la educación, padres que operan desde identificaciones adolescentes e incluso infantiles. Por si fuera poco, a este obstáculo para el aprendizaje se le suma el hecho de que la televisión ocupa un rol central en la conformación de los niños en consumidores, y a raíz de esto se ha generado un mercado especializado en la infancia. Consecuencias hay muchas detrás de todo ello, pero resalto una que es importante: los niños no tienen oportunidad de aburrirse, de hecho, se hace lo posible para que no se aburran. Se organizan actividades dirigidas, televisión, videojuegos, etc. Si se permitiera que el niño transitara ese momento inicial de molestia ante el aburrimiento veríamos cómo comienza a hacer muchas cosas. El aburrimiento en los niños es altamente saludable: despierta la imaginación, la curiosidad, les obliga a crear, a inventar. Los niños en los que no se instala la latencia muestran una serie de síntomas que giran alrededor de una hiperexcitación sexual, si no se instala la latencia en la edad adulta se traducen como dificultades para tolerar la demora y la frustración, poco desarrollo de los procesos de pensamiento y lenguaje, además de una escasa capacidad sublimatoria. FASE GENITAL (Pubertad) A partir de la pubertad se inicia la ultima fase del desarrollo psico sexual y se reafirma la identidad sexual de la persona, el propósito es el desprendimiento de la psicología cognitiva y la independencia de los padres. La etapa genital brinda a la persona la capacidad de enfrentar y resolver sus restantes conflictos infantiles psicosexuales. Al igual que en la etapa fálica, la etapa genital se centra en los órganos genitales, pero la sexualidad es consensual y adulta, en lugar de solitaria e infantil. En esta etapa se establece el yo, la preocupación de la persona cambia desde la gratificación-impulsiva principal a la aplicación de proceso de pensamiento secundario para gratificar el deseo simbólico e intelectual por medio de la amistad, una relación de amor, la familia y las responsabilidades que conciernen a los adultos. La fijación en esta etapa llevaría como consecuencia un bajo o nulo nivel de interés sexual, en el cual una persona no logra estimularse ni responder al cortejo para lograr establecer una relación íntima con el fin de satisfacer la actividad sexual en la pareja. Esta situación provoca insatisfacción y depresión en el emisor, constantemente se formulan diversas excusas para evitar la relación sexual. También pude desencadenar impotencia, así como relaciones sociales escazas o ineficientes, debido al poco o nulo manejo de emociones y reacciones en el individuo.