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POLIÉTICA 2011 - Año 3 Nº 16 y 17 pp.

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Bolívar, la lucha y pasión por la libertad

La abolición de la esclavización constituyó una de las razones fundamentales que orientó


las luchas de Bolívar. Con ella pretendía lograr la igualdad y la justicia y abrir espacios a la
construcción de un Estado que algunos han interpretado a la usanza de las llamadas “democracias
modernas”. El proyecto político de Bolívar trascendía y trasciende los límites del Estado nacional
de carácter burgués, que limita el ejercicio de la libertad, la igualdad y la justicia a una simple
formalidad retórica ante la Ley. El proyecto bolivariano fue derrotado por que no pudo franquear el
interés de los “precursores de la patria”, transformados en los precursores de la oligarquía actual,
quienes sólo podían sacar provecho de la gesta independentista preservando las desigualdades que
pretendían abolir. En las condiciones históricas en que se libró la lucha por la Independencia, la
abolición de la esclavización debe analizarse en el marco de la contienda bélica entre españoles y
patriotas y la economía de guerra que ella generó; de las relaciones sociales basadas en el modelo
esclavista y de la propiedad de la tierra.

Nos proponemos analizar el Decreto inicial sobre la libertad de los esclavizados, el contexto
histórico en que Bolívar libró su lucha anti-esclavista y establecer algunas razones por las que el
proyecto bolivariano fue derrotado, abriendo el paso a la aparición de un oligarquía que en muchos
aspectos creó una situación para el pueblo peor que la heredada por la colonia, y finalmente, leer
algunas de las lecciones que debemos aprender de la historia de cara a la lucha que tenemos hoy
planteada por nuestra definitiva independencia.

Decreto sobre libertad de los esclavos

Simón Bolívar, Jefe Supremo y Capitán General de los Ejércitos de Venezuela y Nueva
Granada, etc., etc.

A los habitantes de Río Caribe, Carúpano y Cariaco.

Salud.

Considerando que la justicia, la política y la Patria reclaman imperiosamente los derechos


imprescindibles de la naturaleza, he venido en decretar como decreto, la libertad absoluta de los
esclavos que han gemido bajo el yugo español en los tres siglos pasados. Consideramos que la
República necesita de los servicios de todos sus hijos, tenemos que imponer á los nuevos
Ciudadanos las condiciones siguientes:
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Artículo primero. Todo hombre robusto desde la edad de catorce hasta los sesenta años, se
presentará en la parroquia de su Distrito á alistarse en las banderas de Venezuela, veinte y cuatro
horas después de publicado el presente decreto.

Artículo segundo. Los ancianos, las mujeres, los niños y los inválidos, quedaran eximidos
desde ahora para siempre del servicio militar; como igualmente del servicio doméstico y campestre
en que estaban antes empleados a beneficio de sus señores.

Artículo tercero. El nuevo ciudadano que rehúse tomar las armas para cumplir con el
sagrado deber de defender su libertad, quedará sujeto a la servidumbre, no sólo él, sino también sus
hijos menores de catorce años, su mujer, y sus padres ancianos.

Artículo cuarto. Los parientes de los militares empleados en el ejército libertador gozarán
de los derechos de Ciudadano y de la libertad absoluta que les concede este decreto a nombre de la
República de Venezuela.

El presente reglamento tendrá fuerza de ley y será fielmente cumplido por las autoridades
republicanas de Río Caribe, Carúpano y Cariaco.

Dado en el Cuartel General de Carúpano, a 2 de junio de 1816.

Bolívar

El sentido bolivariano de la abolición de la esclavización

A la proclama de Carúpano, siguió otra en Julio del mismo año en Ocumare, y una tercera
en 1818 en Villa de Cura. Estas son las proclamas precursoras, ya que el proceso de abolición del
modelo esclavista atraviesa todo el siglo XIX, y hasta 1865 se habían producido más de 360 Leyes,
Decretos y Reglamentos al respecto. Aunque es el más decidido defensor a partir de este momento,
Bolívar no es el precursor de la abolición de la esclavitud, ni la idea es originaria de él. “Un grupo
radical en Venezuela había pedido en 1797 la abolición de la esclavitud”1 Así mismo existían varios
antecedentes en la Nueva Granada, en la región del Valle del Cauca y en Antioquia.

Pero el enfoque de la abolición que plantea Bolívar es totalmente original para el


pensamiento imperante en ese momento en la Nueva Granada. En la fundamentación de la medida,
Bolívar reclama la justicia como su razón de ser y basa ésta en la defensa imperiosa de los
“derechos imprescindibles de la naturaleza”. Sigue las huellas de la escuela del derecho natural,
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para quienes la libertad y la igualdad son derechos inalienables del hombre, es decir, un derecho
inmanente a su condición humana. Pero Bolívar da a este derecho natural, al ejercicio de la libertad,
una dimensión política: la libertad se realiza ejerciendo la política, la cual tiene como principal
contenido la defensa de la Nación. Sólo conquistando una Nación libre, podrá garantizarse la
libertad y los derechos y deberes ciudadanos, a través del sistema político, como garante de la
figura del ciudadano. Bolívar, a partir de 1815, exige claramente una praxis política emancipadora,
libertaria y en este sentido, es incuestionablemente un precursor de la filosofía de la praxis que
Marx formulará hacia 1845 en sus Tesis sobre Feuerbach, resumida en su celebérrima tesis once:
“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata
es de transformarlo”.

Doscientos años después nos enfrentamos a una situación similar: como se sabe, los
objetivos estratégicos de la Revolución Bolivariana son la consolidación de la democracia
participativa y protagónica como fase inicial de la democracia socialista la derrota del imperialismo
y la construcción del socialismo bolivariano. Hoy la contradicción fundamental a resolver es la
derrota del imperialismo, especialmente del estadounidense, pues sólo conquistando una nación
libre podrá garantizarse la democracia y la sociedad socialista, única garante del ejercicio pleno de
la libertad y los derechos del pueblo, y esto sólo será posible a través de la lucha por la construcción
de la patria grande de Nuestra América.

El aspecto más relevante de la Proclama es el reclamo de la libertad absoluta de los


esclavos. Bolívar decreta “la libertad absoluta de los esclavos que han gemido bajo el yugo español
en los tres siglos pasados”. La cita encierra las dificultades para llevar adelante la medida: las
condiciones históricas socio-económicas de la época: más de 300 años de dominio español cuyo
resultado fue una sociedad donde las formas de propiedad de la tierra y las relaciones sociales de
explotación se basaban en la esclavización, por lo que su abolición amenazaba los intereses tanto
de la Aristocracia territorial criolla que se hicieron del poder, compartido con la burguesía
comercial o el alto comercio extranjero, ante la decadencia y la derrota del imperio español. Por otra
parte, y como implicación de lo anterior, existía una ideología liberal m-conservadora que aunada al
peso de las costumbres y la idiosincrasia, ofrecía resistencia a la lucha emancipadora.

Es lo que explica que la independencia haya sido un proceso que tiene que enfrentar unas
condiciones históricas muy adversas tras 300 años de esclavización. Dice Bolívar: “tenemos que
imponer a los nuevos ciudadanos las siguientes condiciones”. Es decir, es la imposición de
condiciones lo que da vida al nuevo ciudadano libre. Ello marcará la dicotomía presente en nuestra
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idiosincrasia como pueblo: la negación de la constitución histórica del ciudadano forjado desde su
propia praxis como sujeto activo de su propio destino. Desde un primer momento se impone desde
afuera, desde el ideal, no sólo las condiciones de ciudadanía -en este caso, tomar las armas- sino
incluso, se obliga al propio ciudadano, el cual termina siendo una construcción impuesta, para
decirlo de alguna manera.

El ciudadano venezolano nace sin la maduración de las condiciones necesarias para su


realización y ello explica que la abolición real de la esclavización sólo sea posible más allá del
gobierno de los Monagas, cuando las condiciones históricas socio-económicas la hicieron
innecesaria pues era una traba para el desarrollo del capitalismo que se iniciaba en nuestro país a
mediados del siglo XIX. El ciudadano venezolano nace desde un ideario externo a su realidad y su
consciencia, lo cual no le permite comprender cabalmente el propio sentido de la guerra de la
independencia y más importante aún, el proyecto bolivariano que termina naufragando entre las
apetencias e intereses de algunos de los jefes patriotas. Es verdad que los apremios de los partos
históricos no esperan por las condiciones ideales, pero es necesario analizar estos procesos para
sacar las enseñanzas necesarias. Hoy nos enfrentamos a unas condiciones que guardan mucho de
similitud y que es necesario rectificar si es que queremos salir victoriosos.

Actualmente, tras más de un siglo de explotación petrolera, uno de los rasgos de la sociedad
venezolana es un marcado paternalismo rentista, que ha llevado a que el mismo Estado
“puntofijista” sea utilizado como palanca de transformación social, tanto de la propia organización
del partido como de la construcción del poder popular, del cual muchos sectores sólo esperan
beneficios antes que asumir la responsabilidad de la lucha por sus derechos. La incomprensión de la
naturaleza del proceso revolucionario y, en particular, la insatisfacción de los beneficios esperados,
los lleva incluso a separarse del bloque de cambio y en algunos casos, a apoyar electoralmente a sus
enemigos de clase, lo cual constituye uno de los “talones de Aquiles” de la revolución bolivariana.

De cómo una nueva clase social y castas se aprovecharon de la lucha de independencia

La conclusión más importante al analizar la guerra de independencia es que ésta no


introdujo cambios sustantivos en las formas de tenencia de la tierra ni en su papel, extensión o
función económica; la tierra pasó de unas manos a otras -de las realistas a las patriotas- mediante
diversos mecanismos, como las políticas de confiscación de bienes dictados por cada uno de los
bandos en conflicto, la Ley de Haberes Militares (1817), la Enajenación de Tierras Baldías, entre
otros, que dado el resultado final de la contienda terminó concentrándose en manos de algunos
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representantes patriotas.

Ello se explica porque el esfuerzo central de la guerra de independencia estuvo dirigido a


romper las relaciones de dependencia de España mediante creación de un Estado nacional con
apego a sus formulaciones liberales clásicas. Es decir, un sistema político que garantizara la
independencia y autonomía de la nación, pero con apego a la defensa de la libertad individual, la
propiedad privada, la libertad de los contratos, el derecho de elegir y ser elegido a los cargos de
dirección del Estado, según la propiedad de tierras o la posesión de rentas. Es decir, un sistema
político que los jefes patriotas impusieron dada su condición de nuevos terratenientes sacando
provecho de su influencia y las posesiones adquiridas para en ese momento conformar una
oligarquía liberal.

La contradicción entre los postulados del Estado liberal y el régimen censitario se explican
tanto por las corrientes liberales y conservadoras de la época (recuérdese que le democracia es en
sus inicios censitaria: sólo pueden elegir y ser elegidos los propietarios de tierras o rentas por
determinados montos) por un lado, y por el otro, porque tales postulados se intentan poner en
práctica en una sociedad que se rige por la desigualdad normativa tras 300 años de esclavización, la
cual se sigue imponiendo por la legitimidad que le otorga la fuerza de la costumbre y los intereses
creados. Además, quienes intentaron realizar dichos ideales, de una u otra forma, le sacaron
provecho a las desigualdades imperantes y sólo se beneficiaron de la gesta independentista en la
medida en que mantuvieron dichas desigualdades. Es la dicotomía que el momento histórico
planteaba a los fundadores de la República: por un lado, las desigualdades “naturales” de la época,
la esclavización entre ellas, de la que muchos eran beneficiarios; por otro lado, la incidencia de la
ilustración llevada más allá de sus límites por el ideario libertario de Simón Bolívar.

La postura que se tiene frente a la esclavización por parte de los sectores que ven la
oportunidad de desplazar el poderío español, va a estar determinada, entre otros factores, por el
desarrollo de la guerra que llevó a tratar de atraer a los esclavizados a engrosar las filas de los
ejércitos en pugna con el señuelo de otorgarles su libertad; por la necesidad de los propietarios de
garantizarse la mano de obra para mantener la producción en momentos en que ésta sufría los
estragos de la guerra; por el temor de que los esclavos se levantaran en defensa de sus propios
intereses amenazando los intereses de castas de los grupos políticos enfrentados en la guerra. Más
allá de estos factores, los esclavos y lo que pudiéramos llamar hoy el pueblo, pusieron su vida en la
contienda para conquistar la independencia frente al imperio español; pero fueron traicionados por
quienes se convirtieron en una oligarquía que postergó los derechos del pueblo, conquistados en los
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campos de batalla. La pervivencia de la desigualdad social deja intacta las condiciones para las
luchas que a finales de los años cincuenta del siglo XIX encabezará Zamora y que llega hasta
nuestros días, planteándonos el reto de, ahora sí, conquistar nuestra independencia definitiva.

Así que no es cierto que los “próceres de la independencia” hayan mantenido una actitud de
incondicional adhesión a la abolición de la esclavitud, lo cual está probado por el hecho de que
finalmente ninguna Ley termina garantizando tal derecho. Solamente Bolívar libra una lucha
antiesclavista que sostendrá con mucha intensidad hasta el final de su vida. Pero de manera general,
algunos patriotas no suscribían plenamente el ideario libertario y otros jugaron a la derrota del
proyecto de Bolívar.

Justamente por esta situación, las Proclamas de Bolívar nunca llegaron a cumplirse
realmente. Por un lado, por la resistencia que dejaban 300 años de esclavitud expresada en la fuerza
de la costumbre y la cultura e ideología esclavista; por el otro lado, porque las propias tendencias
esclavistas hacen valer sus intereses a través de la legislación que norma el tránsito de la colonia a
la República. En efecto, la defensa del derecho de propiedad y la protección a las inversiones en
esclavos terminaron por plasmarse en las leyes de la República las que, si bien establecían el
derecho a la libertad -aunque de manera gradual-, imponían tantas restricciones a la libertad de los
esclavos que en la práctica siguió manteniéndose la esclavización. El punto de adelanto en torno a
la abolición de ésta fue la conciencia de que no podía seguir manteniéndose en los mismos términos
en los que hasta ese momento se había mantenido.

En el Congreso de Colombia en 1821, escenario donde vuelve a presentarse este debate,


termina por imponerse la tendencia esclavista, “que garantizaba a los propietarios sus capitales
invertidos en esclavos mediante pago avalado por el gobierno, además del servicio gratuito de los
manumisos hasta la edad de 18 años, asomándose la probabilidad de prolongar estos servicios”
Dada la escasez de recursos financieros y la tendencia al decaimiento “espontáneo” de la esclavitud,
los propietarios trataron de “extraer de ella todo el beneficio posible, sobre todo si las leyes les
permitían prolongar la práctica esclavista o si el estado pagaba el valor de los que emancipaba”
convirtiendo la esclavización, de hecho, en una nueva fuente de enriquecimiento y de negocios con
el Estado.

Para Bolívar es claro que sus recomendaciones al Congreso de Angostura fueron


desconocidas y que la Constitución aprobada en el Congreso de la Villa del Rosario de Cúcuta,
distaba mucho de su ideario tal como se lo hace saber a Santander, en mayo de 1822: “Usted habrá
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visto la Constitución, que está muy alterada y me parece muy mala en algunas partes. Pero esto fue
tan sólo el comienzo. Todas las leyes que aprobaron los constituyentistas para regularizar el tránsito
de la colonia a la República fueron en beneficio exclusivo de los intereses de la oligarquía naciente,
tales como resguardos de indios, la esclavización, la propiedad de la tierra, la adjudicación de los
baldíos y los ejidos, los impuestos, la pequeña industria y las asignaciones de los soldados de la
independencia, entre otros problemas importantes.

A las distintas formas en las que se garantizaba la existencia de la esclavización


(manumisión, obligatoriedad de prestar servicios) se sumó un conjunto de estrictos controles y
restricciones, que se extendían a los pardos que actuaban como peones, jornaleros o mano de obra
libre, se sumaron leyes sobre la propiedad de la tierra con un carácter más regresivo aún que las
viejas disposiciones de la corona española. La actitud de los sectores “patriotas” será la de aplicar
un control severo y coercitivo sobre las actividades de los esclavos y demás sectores subordinados.
La intención de estas políticas es la puesta en práctica de un estricto control social, policial y
económico de la mano de obra, obligándolos a trabajar en lugares definidos y bajo control de los
dueños de hacienda, mayordomos y autoridades policiales.

A tales efectos, se decretaron un conjunto de disposiciones de policía que planteaban


directamente reducir la independencia incluso de los jornaleros. Es decir, la mano de obra esclava
continúo existiendo y teniendo presencia activa en la estructura del nuevo Estado Republicano e
incluso, los mecanismos de control sobre la mano de obra libre, fueron cada vez más severos,
limitando las aspiraciones de libertad de los esclavizados o de igualdad de la mano de obra
formalmente libre. Las leyes sobre la esclavización lejos de abolirla radicalmente, tendieron más
bien a garantizar su pervivencia bajo formas encubiertas que se combinaron con restricciones
extensivas a la mano de obra libre y con despojo de formas de propiedad que antaño favorecían a
los indios como es el caso de los resguardos.

Hasta qué punto la abolición de la esclavización estuvo sujeta, por un lado, a la necesidad
de garantizar mano de obra en condiciones de ser explotada intensamente, y por el otro, a garantizar
el derecho de propiedad, lo dice a las claras el hecho de que aún en 1854, el gobierno tenía todavía
una posición poco clara en materia de abolición. En la Memoria de Interior y Justicia presentada a
las Cámaras Legislativas, el Secretario recomendó una vez más: “…la reforma de la ley de
manumisión, y prever en ella la manera más justa y eficaz de extinguir gradualmente la esclavitud
(…) poniendo en consonancia la medida que la favorezca con el derecho de propiedad”.
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¿Cambiar todo para que nada cambie?

La guerra de independencia significó, a la vez que la ruptura de los lazos de dependencia de


España, el ascenso de una nueva clase política que fundamentó su poder en la propiedad de la tierra
arrebatada a los viejos estamentos dominantes y la pervivencia de la esclavización. La
independencia no significó una ruptura de las relaciones sociales de producción que basadas en la
esclavización siguieron imperando, ni de las formas de propiedad de la tierra, ni de la estructura
económica que siguió dependiendo de la producción agrícola, orientada a la exportación mediante
la explotación intensiva de mano de obra esclava en extensas unidades territoriales con una
rudimentaria capacidad técnica.

Hasta finales del siglo XIX la estructura económica de Venezuela (y de toda la antigua
Nueva Granada) mantiene los rasgos heredados de la economía colonial. Pese a los esfuerzos de
Bolívar por abolir la esclavización, ésta continuó siendo, junto con la propiedad de la tierra, la
forma fundamental de propiedad, de las relaciones sociales de producción y la base del sistema
económico, político y cultural de la naciente sociedad y Estado. La pervivencia de la esclavización
demuestra que la independencia no introdujo cambios sustanciales y siguieron predominando las
tendencias fundamentales de la sociedad colonial, algunas de las cuales se agravaron para los
sectores más desposeídos. La mano de obra estuvo, al igual que la tierra, sometida a un conjunto de
Leyes y Decretos que buscaron adecuar la situación a los intereses de la nueva clase oligárquica
surgida de la lucha independentista. Entre estas Leyes y Decretos destacan las de Manumisión y
Abolición, los Reglamentos de Policía sobre Jornaleros y Sirvientes, y las Leyes de Emigración. El
contenido y objetivo expreso de todos estos instrumentos jurídicos fue el de legitimar, controlar y
reprimir la mano de obra y maquillar la esclavitud, pero no eliminarla. La independencia sólo
alcanzó a romper los lazos políticos con el Estado monárquico español y a pasar la propiedad
jurídico-política de la República a los nuevos sectores oligárquicos emergentes.

De tal manera que la abolición de la esclavización y la constitución de un Estado social de


derecho y de justicia, y más aún, la constitución de una República fuerte y poderosa, por libre y
justa que soñó Bolívar, se vio traicionada por los jefes de la lucha que impusieron sus intereses y
facilitaron el dominio de EE.UU., apoyándose en unas condiciones históricas marcadas por la
idiosincrasia de 300 años de esclavitud y por no haberse agotado aún en el país formas de
producción y propiedad como el modelo esclavista. Para el momento de la independencia, la
esclavización es todavía una necesidad histórica en correspondencia con las formas de propiedad de
la tierra, las relaciones sociales de producción y la estructura económica heredada de la colonia y su
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abolición requería que el proyecto bolivariano hubiera calado más profundo en más amplios
sectores desposeídos, así como en el pensamiento de algunos de los jefes de la guerra que sin
embargo, sucumbieron ante sus propios intereses. La esclavización es finalmente abolida como
consecuencia en parte de las luchas por su abolición encabezada por Bolívar y por el desarrollo
incipiente del capitalismo en el último cuarto de siglo XIX que crea las condiciones para su
eliminación y para cambiar el sistema económico, que tomará otra dirección a partir de la
explotación petrolera a principios del siglo XX. Se iniciaba así la larga noche de la dominación
oligárquica imperialista, de la esclavización asalariada y la reducción del país a una colonia que
hoy, a 200 años de la lucha independista, nos proponemos abolir definitiva e irrevocablemente.

Sólo la lucha y la unidad nos harán libres

En las condiciones históricas de la primera mitad del siglo XIX, la propiedad de la tierra
implicaba necesariamente la existencia de la esclavización. La concentración de grandes
extensiones de tierra perdía sentido si a la vez no se garantizaba la mano de obra y los recursos
financieros para su explotación (lo que operó como un estímulo a la especulación, la usura y el
agiotismo que incluso se convirtieron en Leyes de la República como la del 10 de abril de 1834).
Por eso, los jefes de las fuerzas republicanas, que en el transcurso de la contienda se transformaron
en grandes terratenientes, nunca tuvieron una posición frontal contra la esclavización y terminaron
sacrificando el proyecto bolivariano a sus intereses particulares. Por eso mantuvieron siempre una
posición ambigua que explica que pese a todas las formulaciones jurídicas que revisaron el
problema de la esclavitud, ésta se haya mantenido hasta casi finales del siglo XIX, tal cual lo prueba
el hecho de que “Cuando a algunos dirigentes de la emancipación les tocó pronunciarse sobre la
situación en que quedarían los esclavos en la nueva sociedad, adoptaron posiciones a menudo
contradictorias, en algunos casos se les declaraba libres y en otros se les restringía el uso de la
libertad.”

El anterior punto de vista cuestiona la tan pregonada ideología anti-esclavización de los


héroes de la independencia, y pone de manifiesto, que al igual que los españoles temían por la
rebelión de los esclavizados. La postura anti-esclavización, considerando las fuerzas republicanas
globalmente, obedeció más a una táctica política dentro de la guerra de la independencia tanto para
atraerse el apoyo de estos sectores, como para debilitar las fuerzas enemigas. Este hecho queda
claramente evidenciado en la legislación que mantuvo la desigualdad a través de su contenido
censitario. Es necesaria una crítica radical que cuestione aquella matriz generalizada hasta la cuarta
república, pero que aún pervive en algunos sectores, según la cual, la gesta independentista se llena
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de un contenido heroico, igualitario, libertario, civilista, en nombre del cual se ha pretendido


históricamente la legitimidad del régimen de dominación imperialista oligárquico, porque
encarnaría la continuidad histórica de aquel proceso. Fue el pueblo, dirigido por Bolívar, el que
puso el esfuerzo heroico y el que fue traicionado por una oligarquía que ayer le abrió las puertas a la
penetración imperialista española y que hoy enfrenta otra vez la Revolución Bolivariana,
sirviéndole de apoyo incondicional a EE.UU.

La guerra de independencia fue una confrontación en dos direcciones: la confrontación


contra España, pero también la confrontación interna entre dos proyectos: el de Bolívar y Sucre,
confrontados con el proyecto de la oligarquía encabezada por Santander y Páez. Hoy confrontamos
una situación en que los campos están definidos más claramente: una oligarquía que le sirve de base
de apoyo social al dominio imperial de EE.UU., que lucha por mantener el país como una colonia, y
un bloque revolucionario que lucha por la independencia definitiva de la Nación apoyándose como
fuente inspiradora en el pensamiento de El Libertador, que sigue teniendo plena vigencia histórica y
que es necesario estudiar y conocer en toda su profundidad.

Este breve esbozo histórico muestra que desde su etapa fundacional el Estado y la sociedad
venezolana enfrentan una dicotomía que sólo hasta ahora comienza a resolverse. Una burguesía de
carácter parasitaria ha usufructuado parte de la renta petrolera como contrapartida de haber
entregado las riquezas nacionales, el petróleo en primer lugar, al dominio depredador del
imperialismo estadounidense. Esta política entreguista se ha desarrollado históricamente mediante
regímenes dictatoriales y en la segunda mitad del siglo pasado bajo formas aparentemente
democráticas. El discurso de la supuesta libertad, democracia y justicia social ocultó el saqueo de
las riquezas sociales del país además del ejercicio de formas despóticas de opresión política y sirve
de base hoy, paradójicamente para confrontar el proceso de cambios revolucionarios. Pero tanto
ayer como hoy, se trata de la misma oligarquía, que siempre ha despreciado al pueblo, al proyecto y
al pensamiento bolivariano, estando históricamente entregada a los intereses imperialistas de
cualquier signo.

A 200 años de la lucha por la independencia, nos enfrentamos nuevamente al más


depredador de los imperios conocidos y esto delimita claramente nuestro principal frente de lucha.
También nos enfrentamos a los herederos de la oligarquía que derrotó a Bolívar, con el compromiso
irrenunciable de esta vez garantizar nuestra independencia para siempre. Para ello es necesario
aprender las lecciones de la historia y garantizar que el pueblo sea el protagonista de su historia y
dueño de su destino y nunca más vuelva a ser postergado, ni por el imperialismo, ni por la vieja
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oligarquía ni por ningún nuevo poder emergente que pretenda cabalgar sobre sus espaldas y su
sacrificio.

La concentración de la tierra en pocas manos, que fue una característica heredada de la


época colonial, tenderá más bien a profundizarse a partir de la independencia. La política de
secuestros y confiscación de bienes de las fuerzas enemigas adoptadas por los bandos en disputa
como forma de costear la guerra, se conviertieron en un mecanismo efectivo de transferencia de la
propiedad de la tierra. Entre 1812 y 1814 los jefes realistas promulgan leyes de confiscación; entre
los años 1817 y 1824, los republicanos sancionan también leyes de la misma naturaleza.

El Decreto del 10 de octubre de 1817, vino a legitimar que los beneficiarios de este proceso
de confiscación de tierras fueran directamernte las fuerzas patriotas. Este Decreto fue el principal
instrumento legal de transferencia de la propiedad de la tierra y de su creciente concentración, por la
diferenciación en la asignación de las recompesas, que fijadas de manera estratificada de acuerdo a
la jerarquía militar. Algunos jefes militares valiéndose de su prestigio, su poder, su influencia sobre
el Estado se apropiaron de la recompezas de las tropas para adquirir nuevas y grandes extenciones
de tierras.

La siguiente referencia da cuenta claramente de esta situación: Los militares que no estaban
en el caso de entretener un litigio, porque todo se volvía un negocio de fuero, abandonaron sus
intereses; fijaron solamente su atención en la declaratoria y empezaron a vender sus documentos ó
vales á menos precios, y como los que los compraban tenian otros medios de realizar sus
acreencias, á pretexto de una deuda tan sagrada, hete aquí como nuestro patrimonio pasó a las
manos de otros individuos con la mayor sinrazón y en prejuicio del ejército. Aquí mismo, señores,
en esta ciudad, en manos de quienes paran los bienes confiscados? Sugetos acaudalados se
hicieron de muchos documentos por la quinta y la sexta parte de su valor; el gobierno les dió por
consecuencia una preferencia injusta y cuando ocurría algún militar exigiendo la adjudicación de
alguna finca, ya la hallaba aplicada a un particular.”

El Decreto del 10 de octubre de 1817, punto de partida legal del proceso de acumulación de
la tierra por parte de las nuevas clases de propietarios emergentes, fue ratificado posteriormente por
el Congreso de Angostura en 1821 y luego por el Congreso General de Colombia, el 28 de
septiembre de 1821. Éste ratifica las asignaciones hechas a los militares por la Ley de 6 de Enero de
1820 y la de 10 de octubre de 1817 y establece en su artículo 6to que en aquellos casos en que la
repartición de bienes raíces confiscados no fueran suficientes para saldar la deuda se concederían
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terrenos baldíos y cualesquier bien nacional, mueble o inmueble que pueda enajenarse “y en caso de
faltar aun por cubrirse algunas asignaciones, se verificará su satisfacción de los fondos de la
República segun lo permitan las necesidades de la guerra y del crédito exterior.”

Estas distribuciones de tierras se conviertieron en un instrumento de ascenso social, por


cuyo intermedio algunos caudillos militares ingresan a la clase de los grandes terratenientes. Los
beneficiarios directos del nuevo orden vinieron a ser los grandes jefes militares, tranformados en
grandes terratenientes y en tanto tal, en el nuevo poder, legitimado por el carácter censitario de la
Constitución. La siguiente referencia con respecto a la Ley de asignaciones expresa con claridad la
naturaleza y el resultado final de tal proceso: Si bien la Ley haciendo asignaciones no favoreció en
la práctica a los militares de baja graduación, si fue aprovechada por algunos altos oficiales,
quienes pasaron a formar filas entre los grandes terratenientes. A ellos se sumaron los emigrados,
quienes regresaron a posesionarse de sus patrimonios amparados en el Decreto Ley del Congreso
de Valencia que derogaba la confiscación de „bienes, acciones y derechos de los subditos del
gobierno español‟. Los soldados de la independencia pasaron a engrosar los sectores que las
Ordenanzas de Policia calificaban como jornaleros o sirvientes, oprimidos por normas coercitivas
que los somentía a los dueños de los bienes de producción”
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SIMÓN BOLÍVAR,

Libertador y Presidente de Colombia,

Deseando corregir los abusos introducidos en Cundinamarca en la mayor parte de los pueblos de
naturales, así contra sus personas como contra sus resguardos y aun contra sus libertades, y
considerando que esta parte de la población de la República merece las más paternales atenciones
del gobierno por haber sido la más vejada, oprimida y degradada durante el despotismo español,
con presencia de lo dispuesto por las leyes canónicas y civiles, he venido en decretar y

DECRETO:

Artículo 1° Se devolverá a los naturales, como propietarios legítimos, todas las tierras que formaban
los resguardos según sus títulos, cualquiera que sea el que aleguen para poseerlas los actuales
tenedores.

Artículo 2° Las fundaciones que carguen sobre los dichos resguardos, no teniendo aprobación de la
autoridad a quien corresponde o ha correspondido concederla, quedarán sin efecto ni valor aunque
hayan subsistido por tiempo inmemorial.

Artículo 3° Integrados los resguardos en lo que se les haya usurpado, los jueces políticos repartirán
a cada familia tanta extensión de terreno cuanto cómodamente pueda cultivar cada una, teniendo
presente el número de personas de que conste la familia y la extensión total de los resguardos.

Artículo 4° Si repartidos los resguardos a las familias, como se ha dicho, quedaren tierras sobrantes,
las arrendarán por remate los mismos jueces políticos a los que más dieren y afianzaren mejor,
prefiriendo siempre por el tanto a los actuales poseedores.

Artículo 5° Las familias, o los miembros de ellas, no podrán arrendar la parte que les toque sino con
conocimiento del juez político para evitar los daños y fraudes que se les causaren.

Artículo 6° Los productos de los terrenos que se arrienden conforme al artículo 4°, se destinarán,
parte para el pago de tributos y para el pago de los sueldos de maestros de las escuelas que se
establecerán en cada pueblo. Cada maestro gozará anualmente de un sueldo de ciento veinte pesos
si alcanzaren o excedieren de esta cantidad los arrendamientos; si fueren menos, será todo para el
maestro.
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Artículo 7° El juez político, de acuerdo con el cura de cada pueblo, nombrará estos maestros y
participará sus nombramientos a los gobernadores de la provincia para que éstos lo hagan al
gobernador del departamento.

Artículo 8° Los gobernadores políticos de las provincias formarán el reglamento que deba
observarse en las escuelas de sus respectivas provincias, detallando el método de enseñanza y de
educación.

Artículo 9º Todos los jóvenes mayores de cuatro años y, menores de catorce asistirán a las escuelas,
donde se les enseñarán las primeras letras, la aritmética, los principios de la religión y los derechos
y deberes del hombre y del ciudadano en Colombia conforme a las leyes.

Artículo 10º Deducido el sueldo de los maestros, se aplicarán las rentas que sobren de los
arrendamientos al ramo de tributos, rebajando este total que se aplique del total general con que
contribuya el pueblo a quien se aliviará la contribución a prorrata.

Artículo 11º Para que estas operaciones se ejecuten con todo el método, orden y exactitud que exige
la utilidad general de los pueblos, estarán obligados los jueces políticos a llevar cuenta corriente de
los arrendamientos y la presentarán con la de los tributos a los ministros respectivos del tesoro
público.

Artículo 12º Ni los curas, ni los jueces políticos, ni ninguna otra persona empleada o no, podrán
servirse de los naturales de ninguna manera, ni en caso alguno, sin pagarles el salario que antes
estipulen en contrato formal celebrado a presencia y con consentimiento del juez político. El que
infringiere este artículo pagará el doble del valor del servicio hecho y los jueces políticos exigirán
esta multa irremediablemente a favor del agraviado por la menor queja que tengan; cuando los
jueces mismos sean los delincuentes, serán los gobernadores políticos los que exigirán la multa
dicha.

Artículo 13º La misma disposición del artículo 12º comprende a las cofradías cuyos ganados no
pastarán en los resguardos si no pagan arrendamiento, ni serán guardados por los naturales si no del
modo dicho en el artículo precedente.

Artículo 14º Cesarán absolutamente desde este momento, como escandalosas y contrarias al espíritu
de la religión, a la disciplina de la Iglesia y a todas las leyes, las costumbres de no administrar los
sacramentos a los feligreses mientras no han pagado los derechos de cofradía y congrua, la de
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obligarlos a que hagan fiestas a los santos y la de exigirles derechos parroquiales de que están
exentos los naturales por el estipendio que da el Estado a los curas. Los curas que contravinieren a
este artículo, continuando los mismos abusos, sufrirán el rigor ele las leyes en un juicio severo, y al
efecto los jueces políticos velarán la conducta de los curas para dar cuenta al gobierno de la menor
falta que noten en esta parte y que se provea lo que corresponda.

Artículo 15º Los naturales, como todos los demás hombres libres de la República, pueden ir y venir
con sus pasaportes, comerciar sus frutos y efectos, llevarlos al mercado o feria que quieran, y
ejercer su industria y talentos libremente, del modo que ellos elijan sin que se les impida.

Artículo 16º El presente decreto no sólo se publicará del modo acostumbrado, sino que los jueces
políticos instruirán de su contenido a los naturales, instándolos a que representen sus derechos
aunque sea contra los mismos jueces y a que reclamen cualquiera infracción que se cometa.

Artículo 17º El Vicepresidente de Cundinamarca se encarga de su cumplimiento y ejecución de este


decreto.

Dado en el Cuartel General del Rosario de Cúcuta, a 20 de mayo de 1820.

SIMÓN BOLÍVAR
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EXCMO. SEÑOR VICEPRESIDENTE

Una práctica constante sobre el En virtud de lo dicho, pasando por


asunto de que voy a tratar, mi adhesión a los encima de lo mucho que se podría discurrir
aciertos del Gobierno y el deseo de que no sobre este asunto, yo propongo a V. E. ceder
haya un colombiano que tenga el menor al Gobierno, para satisfacer los haberes de
motivo para quejarse de sus providencias, me los militares de Apure, todas las propiedades
hacen dar un paso que aunque a primera que tengo en este territorio consistentes en
vista parezca una oferta arrogante, puedo ganados, bestias caballares y tierras: ellas
asegurar que estoy muy decidido a realizarla, me parecen suficientes para poder cumplir
y a un añadiré que en su aceptación por parte sus compromisos; no podré decir a punto fijo
del Gobierno recibiría una merced que a cuanto ascenderá todo, pero si el gobierno
colmaría mis deseos, fundado en lo que va acepta mi proposición, se podrán nombrar
dicho al principio. personas que hagan su examen y avalúo.

He sido, como es constante, el Para facilitar esta operación, y


creador del Ejército de Apure: en cuanto a deseoso de hacerlo con ventaja del Gobierno,
sus servicios, ya ocupó un lugar eminente en haré alguna rebaja sobre los precios
la Historia Militar de la República, y no se corrientes. Las reses las daré por 8 pesos,
puede ver con indiferencia a una porción de incluyendo con las vacas su cría, por la cual
hombres pertenecientes a él, que yacen en el no habrá alteración de precios; los caballos
más profundo olvido y fuera de toda sin domar se darán a diez, los mansos a
sociedad, empezando a trabajar, después de veinte, y las tierras a como se cargan
sus hazañas, como unos simples jornaleros, comúnmente.
porque el gobierno no ha tenido aún los
medios para cumplirles lo que les ofreció, y La condición que exijo por parte del

esto fundado en una de las leyes de la Gobierno es que me reconozca esta deuda en

República. Mi último viaje a este la general del Estado, satisfaciéndome el

Departamento confirma mucho más mi rédito, (mientras no se amortice) que obtenga

aserción, y ha dado impulso a mi resolución cualquiera otro prestamista, y aun con

de presentar al gobierno con qué acallar alguna rebaja si fuere preciso.

unas quejas bien fundadas, y evitar quizás


Como el Gobierno hasta ahora no me
consecuencias que no dejará de prever la alta
ha podido eximir de las comisiones con que
penetración de V. E.
me ha honrado, y persiste sobre que
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permanezca al frente del Departamento de industria, y mantener una fuerza que en todo
Venezuela, yo podré quedar más expedito trance será siempre el gran recurso de esta
para corresponder a su confianza, parte de la República.
desprendiéndome de las propiedades que
tengo en el Apure. Yo desearé que V. E. acoja este acto
como un testimonio de mis más ardientes
Fui el primero que me serví de estas deseos por la felicidad común y del esplendor
ofertas para levantar este Ejército, tengo un del gobierno de Colombia. Dios guarde a V.
conocimiento personal de los individuos, y sé E.
quienes son los más acreedores y los medios
de satisfacer sus deseos; por estas razones Excmo. Señor

todos ocurren a mí ,y me creen en cierto José Antonio Páez


modo con obligaciones de esta especie hacia
Al margen: Marzo 28 de 1825.—Que se
ellos. Por lo cual, si el Gobierno cree consulte con el Congreso .Rúbrica (de
conveniente someterlo a la comisión de Santander)
repartimiento de Apure, otra autoridad, o Nota: En 29 se pasó esta comunicación en
personas, sería conveniente que se hiciese copia a la Cámara del Senado con el
correspondiente oficio.
con mi asistencia o intervención.
Materiales para el estudio de la cuestión
La importancia de la pronta agraria en Venezuela.
resolución sobre este asunto me impeleare
Consejo de Desarrollo Científico y
presentarlo desde aquí, y por extraordinario, Humanístico. Universidad
pues a más de la justicia que obra en ello,
Central de Venezuela. Caracas, 1964. Vol. I,
veo que es el medio de establecer la
confianza en estos habitantes, revivir su p.p. 421-422
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La Ley del 10 de Abril de 1834 es un documento de necesaria referencia en el estudio de la


estructura social de Venezuela en la primera mitad del siglo XIX, porque demuestra la
preponderancia del capital usurario en los cuadros de aquella sociedad. Monopolizando las
instituciones del Estado, los agiotistas y altos comerciantes importadores reaccionaron contra la
legislación colonial que tasaba el interés y perseguía la usura como un delito, sancionando la
mencionada Ley de 10 de Abril sobre Libertad de Contratos, que produjo en su ejecución asonadas
y motines, porque favorecía —en contra de la masa general de la población— la preponderancia del
capital usurario-comercial en condiciones más ventajosas que en la época colonial.

LEY DE 10 DE ABRIL DE 1834

Art. 1º) Puede pactarse libremente, que para hacer efectivo el pago de cualquier acreencia se
rematan los bienes del deudor por la cantidad que se ofrezca por ellas el día y hora señalados para la
subasta.

Art. 2º) En todos los demás contratos, así como en el interés que en ellos se estipule,
cualquiera que sea, también se ejecutará estrictamente la voluntad de las partes contratantes.

Art. 3º) Para el remate de que se habla en el artículo 1º se observarán todas las formalidades
prescritas en las leyes del procedimiento ejecutivo.

Art. 4º) En los remates que se celebren a virtud de lo dispuesto en el artículo 1º de esta Ley,
cesa el privilegio de retracto, y ninguna corporación ni persona podrá reclamar lesión ni restitución in
integrum.

Art. 5º) El acreedor o acreedores pueden ser licitadores en la subasta.

Art. 6º) El rematador, por el acto de remate y posesión subsecuente, se hace dueño de la
propiedad rematada.

Para hacer más efectiva la Ley de 10 de Abril, los usureros venezolanos promulgan el 15 de
mayo de 1841 la “Ley de Espera y Quita”, que exige el consentimiento de todos los acreedores para
conceder prórroga o suspender el remate sobre los bienes de los arruinados deudores. Fermín Toro,
escribió sobre esta Ley: “Es un hecho palpable que en Venezuela el espíritu de agio, la sed de
lucros, por vergonzosos que sean, la práctica de la usura en su más destructora voracidad, ha
invalidado a todas las clases del pueblo, con muy poco adelantamiento de los intereses materiales,
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comparado con las inmensas pérdidas que se han hecho en sentimientos morales. Jamás se había
visto en los tribunales de Venezuela, la autoridad de la ley dando fuerza y apoyo a las extorsiones
más monstruosas, no ya paliadas y encubiertas, sino manifiestas y públicas, haciendo ostentación de
derechos y legitimidad”.

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