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Joan Miró (surrealismo)

JOAN MIRÓ

Joan Miró fue un pintor, escultor, grabador y ceramista catalán, considerado uno de los
máximos representantes del surrealismo. Este movimiento, se inserta dentro de la línea
realista, opuesta a la abstracción, que surge tras la Primera Guerra Mundial, en este caso, en
París y que se alargará hasta pasada la mitad del siglo XX. La base teórica del surrealismo fue
escrita por André Breton entre 1921 y 1924, año en el que firma el primer manifiesto.
La característica principal del surrealismo es el uso de la pintura figurativa, la
perspectiva y la forma de representar los espacios y los objetos a la manera tradicional, a
diferencia de la mayoría de movimientos de vanguardia. La novedad está en los temas que
representa, puesto que constantemente hace referencia a los sueños y al inconsciente,
basándose sobre todo en las teorías del psicoanálisis de Freud y siguiendo la estela del
dadaísmo. Se quería plasmar el pensamiento en su estado primigenio, sin filtrar, el que surge
cuando se alcanza un estado de trance. Para ello, se recurría a diferentes métodos: drogas,
alcohol, hipnosis, etc. Todo ello fue fruto de la guerra, que provocó esa voluntad de volver a
la infancia del hombre, a los impulsos primitivos, a huir de la realidad. En el caso de Miró, se
sabe que recurría a largos periodos de ayuno combinados con el consumo de drogas para
alcanzar una completa alteración mental.
Joan Miró nació en 1893, en el seno de una familia de artesanos instalada en Barcelona
—su padre era orfebre y relojero y su abuelo materno era ebanista—. Estudió comercio, a
petición de su padre, pero consiguió compatibilizarlo con clases nocturnas en la escuela de la
Lonja de Barcelona. Debido a una enfermedad, tuvo que trasladarse una temporada al pueblo
de Mont-roig. Su estancia en el entorno rural catalán influirá mucho en su obra pictórica.
Al volver a Barcelona, se matriculó en la Academia de arte, donde conoció las últimas
tendencias artísticas europeas, y asistió a clases de dibujo del natural en el Círculo Artístico
de Sant Lluch. Es decir, se formó por completo en la Barcelona de principios de siglo, donde
convivían el noucentisme,1 el modernismo y la vanguardia parisina, puesto que muchos
artistas franceses se habían trasladado a Barcelona huyendo de la guerra. Es por ello que sus
primeras obras se aproximan a movimientos como el fauvismo o el orfismo.
Una de las características principales de la primera etapa de Miró es la de su rechazo,
junto con otros artistas que habían adoptado el lenguaje vanguardista en Barcelona, de los
planteamientos burgueses del noucentisme. Un ejemplo es Casas de la reforma, de 1916, obra
en la que Miró critica la reforma del plan urbanístico de Barcelona y afirma que la idea de
“ciudad cívica” noucentista supone expulsar a las personas de sus hogares. En contraposición

1 El noucentisme es un movimiento surgido a principios del siglo XX, en Cataluña, basado en tres
elementos: clasicismo, mediterraneismo y catalanismo. Su ideólogo fue Eugeni d’Ors. Creían que
había que volver a los orígenes de lo clásico. El arte, se debía volver a la serenidad, la armonía y la
proporción de las formas y en lo moral y lo político, a los valores cívicos griegos. El nombre
“noucentisme” se plantea como una especie de continuación del espíritu clásico del Renacimiento
(Quattrocento y Cinquecento).

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Joan Miró (surrealismo)

a este clasicismo, surge otra corriente en Cataluña que quiere revalorizar el románico, puesto
que el románico catalán había sido descubierto en 1904 por Domenech i Montaner. Artistas
como Picasso o Miró abogaran por esta recuperación del románico, que por su carácter
geométrico, encajaba mejor con el arte vanguardia.
Como era de esperar, las obras de Miró no fueron bien acogidas por los burgueses
noucentistas porque las veían como un tipo de arte extranjero que nada tenía que ver con el
mediterraneísmo catalán. Es decir, Miró no tuvo éxito en Barcelona porque su arte se
consideraba extranjero, al contrario que el noucentisme que era considerado el arte autóctono
y propio catalán.
Esto es importante porque la idea de la internacionalización siempre estará presente en
la obra de Miró. Habitualmente, hizo referencias a la idea de una Cataluña nacional pero
internacional, autóctona pero con esencia de fuera. Su obra La masía, de 1921, refleja muy
bien esta idea: La Cataluña tradicional está representada por elementos como el burro, la
gallina, el botijo o la propia masía; mientras que la inclusión de un periódico francés, alude a
esa idea de internacionalización. Se considera que La masía culmina una etapa denominada
realismo poético, que abarcaría entre 1918 y 1921, aproximadamente. Las obras de esta
etapa se caracterizan por la preocupación extrema por el detalle y un cromatismo intenso.
En 1921, Miró se traslada a París, donde conocerá a los artistas más importantes de la
vanguardia y tendrá contacto con la abstracción, aunque nunca dejará de ser figurativo puesto
que su obra está llena de ideogramas (iconos que representan algo). Como muchos de los
autores de postguerra, se basa en el arte del Neolítico, por su iconicidad y por la voluntad de
volver a los orígenes de la humanidad. Uno de los artistas que más influye en la obra de Miró
es Paul Klee, del que toma la concepción del arte en sentido lúdico. Klee decía: “Quiero ser
como un recién nacido, sin saber nada de Europa, ignorando hechos y costumbres, ser casi
primitivo”. Tras el trauma de la Primera Guerra Mundial, surge la necesidad de desprenderse
de todo aquello que ha significado la civilización, de volver al pensamiento sin adulterar. En
Miró tiene mucho peso la infancia, porque es la época en la que más imaginación e inocencia
se tienen.
En París comienza la que algunos autores han denominado etapa mágico-onírica,
cuando Miró se adscribe al movimiento surrealista y comienza a exponer con ellos, es decir,
es la etapa plenamente surrealista. Un ejemplo de los inicios de esta etapa es Paisaje catalán
(el cazador) de 1923. En esta obra, se muestra la realidad pero deformada, basándose en los
delirios y los sueños del artista. Paisaje catalán (el cazador) representa un sueño en el que
Miró estaba en una plaza donde había un cazador. Se reconocen las olas del mar, las gaviotas
y animales que recuerdan a los peces. El cazador está reducido a la mínima expresión, siendo
su cabeza un triángulo con bigote y pipa. De nuevo aparece la idea de la Cataluña moderna, a
través de las banderas de Francia y Cataluña entrelazadas. La palabra “sard” es un diminutivo
de sardana. Los ideogramas que representan a Cataluña están presentes en casi todas sus
obras.

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También hace una serie de campesinos catalanes entre 1924 y 1925, de entre las que
destacan Cabeza de campesino catalán y Campesino catalán con guitarra. Sobre todo en esta
última se ve la influencia del arte cinético de Alexander Calder, otra de las características de
la etapa onírica.
Otra de sus obras más conocidas es El carnaval del arlequín, de 1924-1925.
Recordemos que en 1924 se publica el primer manifiesto surrealista, por lo que esta es
considerada una de las primeras obras surrealistas como tal. Representa un mundo de sueño o
trance, provocado por los largos periodos de ayuno. Aunque no llega a representar las formas
rotundas de Dalí o Ernst, sí que se pueden observar en esta obra algunas características que
después imitarán otros artistas, como la configuración de un espacio cerrado y geométrico, en
el que flotan el resto de figuras, blandas, ligeras, que parece que se están deshaciendo. Los
personajes principales son un autómata tocando la guitarra junto con un arlequín de grandes
bigotes. Algunos de los ideogramas que se pueden reconocer son la escalera (que se interpreta
como la llegada al momento superior del trance), los globos terráqueos (triunfo del
surrealismo en el mundo del arte), o los sonidos musicales a partir del pentagrama y el violín.
El gato también suele estar presente en la obra de Miró, puesto que solía pintar acompañado
por su mascota. A través de la ventana del cuadro se observa un triángulo, que es el resultado
de la visión alterada de la Torre Eiffel, que vería desde su propia ventana en un estado de
delirio.
A partir de 1925, inaugura un periodo más dramático en su obra, debido a un periodo de
crisis personal y aislamiento. Un ejemplo de esta etapa es Perro ladrando a la luna, de 1926,
en la que la paleta es mucho más oscura y la única figura representada está aislada.
A partir de 1928, empiezan a hacerse evidentes las diferencias entre los surrealistas,
sobre todo en cuanto a cuestiones políticas. El movimiento comenzó a implicarse con la
revolución rusa, el comunismo y la causa socialista. Miró no firmó el nuevo manifiesto, no
porque no comulgara con esta ideología, sino porque no lo considera el medio correcto. Miró
era una persona muy contenida en las formas y las manifestaciones públicas, porque
consideraba que el medio para mostrar su rebeldía y su sensibilidad por los acontecimientos
políticos y sociales, era su pintura. Como sí que comparte la ideología, no es expulsado del
movimiento, pero en cierta medida se distancia y comenzará a hacer cosas diferentes.
Es en este momento en el que Miró comienza a experimentar con el “asesinato de la
pintura”. Miró quería superar la pintura, hacer que fuera más allá del lienzo, así que
comienza a incorporar materiales diversos en sus composiciones, como arena o madera,
adelantándose a la pintura matérica que trabajará el expresionismo abstracto en la década de
los 50. También se adentra en la concepción del objet trouvé surrealista, como puede verse en
Bailarina de 1928 o en Bailarina española, del mismo año.
En los años previos a la Guerra Civil, la situación en España era convulsa y violenta, lo
que hace que su paleta se torne de nuevo oscura, dramática y depresiva. En este momento,

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utiliza mucho los elementos fósiles, tal y como puede verse en Hombre y mujer delante de un
montón de excrementos, de 1935.
Una vez estalla la Guerra Civil, Miró contribuirá elaborando carteles para el bando
republicano. Un ejemplo es Aidez l’Espagne (Ayudad a España), de 1937, obra con la pide
que los países europeos ayuden al gobierno de la República a luchar contra las tropas
sublevadas. En este momento sus obras se dividen entre el desgarro violento, como se ve en
Cabeza de mujer, de 1938, y en la evasión soñadora, como se aprecia en la serie
Constelaciones. Finalmente la visión que se impone es la soñadora, ayudada por una serie de
retiros espirituales que el pintor realizó en Mallorca, donde muere en 1983.
Miró fue un pintor con un lenguaje único que consiguió alcanzar un grandísimo éxito.
Sus cotizadas obras están repartidas por los museos más importantes del mundo. También
pintó murales para instituciones como la Universidad de Harvard (donde fue nombrado
doctor honoris causa), en la sede de la Unesco en París, el aeropuerto de Barcelona, el
Palacio de Congresos de Madrid, etc. La mayoría de estos murales fueron en colaboración
con el ceramista Llorens Artigas. También realizó esculturas y experimentó con todo tipo de
formatos. Con todo ello, logró convertirse en uno de los artistas más relevantes e influyentes
de todo el siglo XX.

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