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PINTURA GALANTE

INTRODUCCIÓN.

En este arte la mujer es el foco de inspiración. La mujer que evoca pasiones, con su figura
bella y sensual, es el tema principal. La terminología ha evolucionado a través del tiempo pero
tiene sus orígenes en el término francés galant: participio presente del antiguo verbo franco galer:
ser valiente vivaz, regocijarse. Si nos remontamos al siglo XII el término remite “al héroe, el
hombre osado atrevido, tan dispuesto para la guerra como para el amor. En el siglo XVIII cambian
los intereses del hombre y se adjudica el adjetivo galante al hombre vivaz e intrépido en cuestiones
de amor y mujeres . La pintura galante se considera un arte frívolo, exclusivo de la
aristocracia, ajena a los problemas sociales, que solo se concentra en su ocio y deleite. Pero como
todo arte es reflejo fidedigno de una sociedad (al menos en parte), de una determinada época y es
necesario comprender cómo pensaban las personas de la época, cuáles eran sus sentimientos, sus
inquietudes, sus costumbres. A comienzo de siglo Francia se encuentra en el apogeo
del Absolutismo real, en manos de Luis XIV. A partir de su muerte se desencadena la
descomposición del régimen que culmina con la Revolución de 1789. A imagen y semejanza de
estos periodos se forma un arte de descomposición, donde la mujer entra en escena política. Las
amantes de Luis XV son Madame Pompadour y Madame Du Barry ambas provenientes del pueblo,
lejos de la clase dirigente, llegando luego a formar parte activa en el gobierno.
En lo que se refiere al arte, son ellas los mecenas que dirigen el gusto de la época, cuando un
siglo antes eran los hombres. Madame Pompadour es quien protege a pintores como Boucher y
Nattier y al escritor Voltaire. Las damas de la época siguen su ejemplo interesándose en la filosofía,
la literatura y el arte.
Para empezar a hablar sobre la mujer en la pintura galante, hay que recordar que solo era un
privilegio de la nobleza, y por tanto, la mujer burguesa como la del pueblo están a un lado. La
sociedad aristocrática esta pendiente de la imagen, de cuidar su reputación. Los matrimonios son
arreglados por los padres (un negocio donde se intercambian dotes) Desde el matrimonio la mujer
participa en las salidas sociales como la Opera, donde cargada de joyas y sombrero evidencia su
condición de recién casada, su estado civil. La mujer se ubica frente a la mirada de la sociedad
constantemente; su más importante representación es ante la corte del rey donde la mujer pone en
práctica todo el entrenamiento de ceremonial y protocolo que le han instruido desde que era
pequeña. La mujer debe de cuidar su imagen ya que de ello dependerá su reputación.

Este siglo se caracteriza por la aventura galante, esto quiere decir que el matrimonio era
simplemente una sociedad que beneficiaba a las dos partes y rara vez se trataba de amor.
Impulsando a que, tanto la mujer como el hombre, se aventuren a amores idílicos. Ante este círculo
social tan frívolo y superficial, las mujeres deben resaltar y por ello están expuestas a todo tipo de
críticas.
Según el canon de belleza de la época el rostro era lo que debía atraer las miradas. Acceden
a todo tipo de artilugios para lograrlo. Cada clase social utiliza un tipo de maquillaje y diseño
determinado, según el acontecimiento. Cuando se trata de una mujer de la aristocracia el maquillaje
se coloca de color intenso y en los pómulos. Cuando el maquillaje es imperceptible se trata de una
mujer vulgar.
El arte de la pintura galante ocupa un papel fundamental en la creación de modas y
estereotipos de belleza esto es por que los artistas plasmaban en sus obras la belleza de la mujer
e imponían distintas tendencias. A principios de siglo estaba vigente el canon de la mujer de pelo
oscuro con piel blanca cambiando a fines del mismo siglo por una mujer rubia de ojos azules y piel
pecosa, este movimiento se debe al pintor francés Greuze (finales del siglo XVIII- principios del
XIX). Su modelo era el de la mujer campesina, que incita a la fantasía. Todo esto era potenciado por
la literatura de Jean Jacques Rousseau.

El siglo XVIII se caracteriza por la presencia de salones, estos son obra de las mujeres y
serán ellas quienes los dirijan. Allí se junta una multitud, allí se concurre para hacerse ver y a
mantener conversaciones sobre galantería, política, o simplemente bailar. A final de siglo se
terminan los bailes y las conversaciones galantes. Se comienza a razonar, discutir y a disertar. Se
trata de los enciclopedistas y ahora están preparados para la revolución francesa. La mujer se
mantiene al margen de las conversaciones, puede que haga algún comentario pero esta siempre
atenta, interesándose en todos los temas.
Por lo tanto, la mujer evoluciona entre dos extremos, dos antagonismos, por una parte se
presta a la frivolidad, a la búsqueda únicamente del placer y por otra parte, se aleja de
las preocupaciones ordinarias y se interesa por la actualidad política.

La época previa a la Revolución Francesa se caracteriza por un espíritu desinhibido con lo


que respecta a tabúes sexuales y sociales en su vida diaria. Se muestran obscenos y disfrutan de la
sensualidad, es una sociedad realmente ociosa que cada vez se va abriendo más a la informalidad.

Esto se refleja en el arte rococó ( entre 1730 y 1760 aproximadamente) donde las formas
adquieren movimientos más sensuales que quieren expresar el placer inmediato. La corte comienza
a darle más valor a la ligereza en el arte y en las relaciones sociales. Las aventuras sentimentales
eran la respuesta para el aburrimiento de los cortesanos, se fantaseaba tanto de amor como se
hablaba de política.

Estas ideas son reflejadas en obras artísticas donde esta presente el mundo idílico, que
reflejan sus ideales y preocupaciones. Watteau es el representante más antiguo y más exquisito
del estilo rococó o Luis XV. Realiza escenas galantes y costumbristas. Se le atribuye la creación del
género de las fêtes galantes.
Estas son escenas de encanto idílico y bucólico, bañadas en un aire de teatralidad. Son
reflejo de la vida cortesana que busca artificialmente un contacto con la naturaleza. Aplica los
colores muy diluidos en capas de extrema delgadez, lo que permite numerosas transparencias. El
barniz se aplica transparente o ligeramente coloreado, y a veces, entre capas de pintura, recurso
propio de la época. Watteau por su parte genera moda en sus pinturas con sus faldas y corpiños
sueltos. Su pintura puede interpretarse como la visión de una realidad ensoñada, de la fiesta galante,
que era una alternativa de intimidad al lujo y a la fiesta típica del antiguo régimen. Cuando los
aristócratas miran sus obras, se identifican con la fantasía. Esto los aleja de su vida tan lujosa y
ociosa sin sentido.

Además de a Watteau podemos referirnos a dos magníficos representantes de la pintura


galante, Boucher y Fragonard. Ellos abandonan el misterioso y filosófico mundo de la naturaleza de
Watteau e inician los conceptos de sentimiento, producto de una clase burguesa en ascensión.
Boucher atraviesa la sensualidad para llegar al erotismo. Su obra utiliza las fábulas para mostrar
bellos cuerpos desnudos, los temas no son más que una excusa. El interpreta realidades placenteras
que contrastan con la zozobra que crea la desaparición del antiguo régimen. Es por ello que aparece
como uno de los protegidos de Madame Pompadour, ya que su pintura posee un realismo sensual y
transmite atmósferas íntimas.
La obra de Fragonard pertenece a la segunda mitad del siglo XVIII y refleja el gusto de la
favorita del rey. Realiza una de las obras más celebres El Columpio cuyo tema es una mujer en un
columpio, el cual es empujado por un abate, mientras que frente a ella se encuentra recostado un
hombre, que la observa con una mirada pícara. Ella mueve las piernas mientras sus faldas se
levantan e inocentemente pierde un zapato. Esta obra es manifestación de un sentido moderno y
burgués de la imagen basada en el predominio del sentimiento. Sus obras oscilan entre los límites
del decoro y la ligereza. Las imágenes parecen captadas como desde una ventana, por casualidad.
De esta manera evita la vulgaridad.

El legado de las obras de los pintores galantes del siglo XVIII nos muestra el lado pícaro y
atrevido de la sociedad del momento. Es indudable que no se ven estas obras con malicia,
éstas simplemente formaban parte de sus vidas. No nacen al azar sino como producto de su época.
Los cortesanos provenían de un absolutismo real cargado de protocolos, de rigidez y de opulencia,
adquiriendo después mayor libertad. Las favoritas del rey fueron los mecenas de estos
pintores galantes, por ende, fueron las mujeres quienes fomentaron el gusto erótico en la época.
Evidentemente este arte era ajeno al resto de la sociedad francesa que no gozaba de la fiesta, el ocio
y la pomposidad de la vida monárquica. Será entonces la pintura la que señala el periodo de
contrastes en la sociedad, donde los aristócratas galantes vivían en una atmósfera vaporosa como la
plasmaba Watteau, en un mundo idílico distante de la realidad social de la época.

ESPAÑA EN EL SIGLO XIX


La familia de los Madrazo resume la historia de la pintura española del Siglo XIX. El padre José
Madrazó, pintor Neoclásico y pintor de cámara de Fernando VII, le sigue el Romanticismo galante
de Federico, el Realismo de Raimundo, la pintura histórica de Luis, la pintura Romántica de
influencia oriental de Ricardo y Pedro como crítico de Arte. Sin olvidar a Mariano Fortuny
y Marsal, gran pintor realista que se casó con la hija de Federico. Fruto de este matrimonio nace
Mariano Fortuny y Madrazo, un artista total (diseñador, escenógrafo pintor...)

FEDERICO MADRAZO
De todos ellos, el de mayor renombre por la calidad de sus retratos es Federico de Madrazo
Desde su infancia estuvo rodeado de arte. Muy joven marchó pensionado a París a estudiar pintura
con Ingres, amigo de su padre. Allí adquirió un estilo romántico a la manera francesa. Tras una
estancia de dos años en Roma, regresó a España, y desde 1842 desarrolló una intensa labor artística
y docente.
Ya en Madrid, fue pintor de cámara de la reina Isabel II, del mismo modo que su padre había sido
pintor de la Corte con Fernando VII. Fue nombrado director del Museo del Prado, pero perdió el
cargo con la Gloriosa. Fue repuesto en este cargo en 1881. Fue también director de la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando. Colaboró en algunas revistas de su tiempo, sobre todo
con grabados y dibujos para grabar, y en contadas ocasiones publicó algunas reflexiones teóricas
sobre pintura y arte.
Madrazo pintó retratos, sobre todo del mundo aristocrático y de la cultura (Carolina
Coronado, Manuel Rivadeneyra, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Ramón de Campoamor, la
condesa de Vilches, la marquesa de Espeja, el general Evaristo San Miguel, Larra) y algunos
cuadros de historia, si bien casi todos estos son de su etapa juvenil. Cuando se asentó
profesionalmente, se dedicó casi por completo a los retratos. Gozó de gran prestigio y tuvo diversos
aprendices, como el francés Jean-Léon Gérôme. Su hija Cecilia fue madre del también
pintor Mariano Fortuny y Madrazo.
Destacan en su obra el retrato de Isabel II, y el del marido de la reina Isabel, Francisco de Asís, el
del rey Alfonso XII, el de quien fuera Presidente del Gobierno Juan Bravo Murillo, el del Presidente
de la Primera República Española Nicolás Salmerón, y los de Ramón de Campoamor o José de
Espronceda.

Federico Madrazo es el gran retratista oficial de la época isabelina, realizando tantos retratos para la
aristocracia que se ha dicho que inmortalizó a la sociedad española de su época.

Su estilo se caracterizan por la sencillez, por lo natural y por una serenidad distante, sin profundizar
en lo expresivo. Da prioridad al dibujo, el detallismo y el accesorio aunque con el tiempo su
pincelada se hace más expresiva, de tonos suaves, refleja la riqueza y variedad de los tejidos.

RAIMUNDO DE MADRAZO.
(Roma, 1841 – Versalles, 15 de septiembre, 1920) era hijo y discípulo del famoso retratista Federico
Madrazo, cuñado del no menos famoso Mariano Fortuny y nieto del notable pintor José Madrazo.
Hoy, algunas de sus obras se encuentran expuestas en los mejores museos de Europa.
Sus primeros maestros fueron su padre y su abuelo y luego estudió en la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando. Instalado en Madrid, completó su formación mediante viajes a París,
a donde marchó en 1860 y participó por primera vez en la Exposición Universal de ese mismo año.
Residió en París gran parte de su vida donde se convirtió en una figura destacada de la escuela de
pintores españoles en París. Allí obtuvo la primera medalla y nombramiento para la Legión de
Honor por su participación en la Exposición Universal de París de 1889.
Los temas de su obra son fundamentalmente retratos, aunque tiene algunas pinturas con escenas de
casacón, siempre alegres y optimistas. Está considerado uno de los más consumados retratistas de
su generación y un digno sucesor de su padre Federico. Su realismo minucioso y elegante
constituyó la clave de su éxito entre la clientela burguesa de su tiempo. Siempre con un completo
dominio de la técnica y una delicadeza cromática de gran refinamiento, su obra gozó de un gran
reconocimiento en Francia.
Entre sus principales obras destacan: Retrato de su hermana Cecilia; La carta; Lección de música;
Retrato de familia; La lectura; Salida del baile de máscaras; Aline Masson con mantilla blanca;
Retrato de Ramón de Errazu (de quien fue gran amigo); Una gitana...

ALEMANIA

FRANZ XAVER WINTERHALTER

Franz Xaver Winterhalter (1805-1873) fue un pintor y litógrafo alemán especialmente conocido
por sus retratos de la realeza realizados a mediados del siglo XIX.
A los 13 años empezó a estudiar dibujo y grabado y en1825, se le asignó un estipendio del
gran duque de Baden y comenzó a estudiar en la Academia de Artes de Múnich. Durante esta época
se ganaba la vida trabajando como litógrafo.
Winterhalter entró en los círculos cortesanos cuando se convirtió en maestro de dibujo de Sofía
Guillermina de Suecia. En 1832, cuando pudo viajar a Italia donde realizó cuadros en estilo
romántico, a su vuelta fue nombrado pintor de la corte archiducal.
A pesar de su estabilidad económica, dejó Baden y se trasladó a Francia. En París,
Winterhalter se convirtió pronto en pintor de moda. Fue nombrado pintor de la corte del rey Luis
Felipe de Francia, que le encargó pintar retratos de los miembros de su gran familia. Winterhalter
realizaría más de treinta encargos para él. Su éxito también le permitió ganarse la reputación de
especialista en retratos dinásticos y aristocráticos, hábil combinando el retrato y la lisonja e
intensificando la ostentación oficial.
Sin embargo, la reputación de Winterhalter en los círculos artísticos sufrió las consecuencias
de este giro en su carrera. Los críticos, que antes lo habían elogiado, lo rechazaron y consideraron
que no se le podía tomar en serio. Fue víctima de su propio éxito y, durante el resto de su vida,
trabajaría casi exclusivamente como pintor de retratos. No sólo se hizo especialmente popular en
este ámbito, sino que además se enriqueció. Winterhalter se convirtió en una celebridad
internacional que disfrutaba del mecenazgo de la realeza.
Entre sus muchos clientes reales también se encontraba la reina Victoria, su esposo el príncipe
consorte Alberto y su numerosa familia, efectuando al menos unos 120 retratos para ellos, gran
número de los cuales todavía se conservan en la colección real inglesa y se muestran al público en
el Palacio de Buckingham y otros edificios. Aparte de los monarcas ingleses, Winterhalter también
pintó unos cuantos retratos para nobles de la corte. La caída del rey Luis Felipe de Francia en la
revolución de 1848 no afectó a la reputación del pintor. Winterhalter viajó a Suiza y continuó
realizando encargos para Bélgica e Inglaterra.
Winterhalter fue testigo de las caídas de unas dinastías y el ascenso de otras pero, gracias a
su constancia, ello no le afectó profesionalmente. Su popularidad aumentó después del ascenso al
poder en Francia de Napoleón III. Durante el Segundo Imperio francés se convirtió en el retratista
principal de la corte y de la familia imperial. La hermosa emperatriz Eugenia llegó a ser una de sus
modelos favoritas y ella le trató con generosidad. En 1856 Winterhalter pintó la que sería su obra
maestra, La Emperatriz Eugenia rodeada de sus damas de compañía, en la que aparece la
emperatriz de Francia —la española nacida Eugenia de Montijo— en un escenario pastoral
recogiendo flores en un círculo armonioso con sus damas de compañía. La pintura sigue siendo la
obra más famosa de Winterhalter.
En 1852 Winterhalter viajó a España para pintar a la reina Isabel II y asimismo trabajó para
la familia real portuguesa. A los aristócratas rusos que visitaban París les gustaban también los
retratos realizados por el famoso maestro y durante la década de 1860 recibiría muchos encargos de
Rusia. Durante el Segundo Imperio Mexicano, bajo el gobierno del emperador Maximiliano I de
México, Winterhalter recibió el encargo de pintar los retratos de la pareja imperial.
Para hacer frente a los numerosos encargos de retratos, muchos de los cuales incluían el
realizar múltiples copias de los mismos, Winterhalter contrató numerosos ayudantes. Ningún pintor
de retratos disfrutó jamás de tanto patronazgo real como Winterhalter, sólo Rubens y Van
Dyck trabajaron en cierta medida como él a nivel internacional.
En 1864 viajó a Viena para pintar los retratos del emperador Francisco José I de Austria y de su
esposa Isabel de Baviera, que se encuentran entre sus obras más conocidas. A medida que envejecía,
sus vínculos con Francia se debilitaron, y comenzó a sentir añoranza por Alemania donde volvería
para retirarse.
Winterhalter adaptó su estilo al lujo y la atmósfera relajada de la época, su hedonismo y
animación. Nunca recibió elogios de la obra que lo había hecho famoso por parte de los críticos
artísticos, que lo acusaron constantemente de caer en la superficialidad y afectación con el objetivo
de ganar popularidad. Sin embargo, sus mecenas aristocráticos le tenían en gran estima. Sus
monumentales lienzos le proporcionaron una gran reputación y las copias litográficas de sus retratos
le ayudaron a extender su fama.
Los retratos de Winterhalter eran apreciados por su sutil intimismo. La imagen de sus
modelos, casi todos femeninos, da al observador una impresión de deseo o de una necesidad de
protección. No sólo disponía de una gran habilidad para crear composiciones casi teatrales, sino que
también fue un experto en el arte de combinar la textura de los tejidos, pieles y joyas, para los que
dedicaba tanto esmero como para los rostros. Pintaba con rapidez y continuidad, diseñando la
mayoría de sus composiciones directamente en el lienzo. Sus retratos son elegantes, refinados y
agradablemente idealizados. Respecto al método de trabajo de Winterhalter, se cree que —debido a
la práctica que había adquirido dibujando y representando figuras— pintaba directamente en el
lienzo sin hacer estudios preliminares. Él mismo decidía el vestido y la postura de la modelo.
Pintaba delicadamente, utilizando pinceladas rápidas pero impersonales.
Como artista Winterhalter es difícil de clasificar, pues existen pocos pintores con los que
pueda compararse y no encaja en ninguna escuela específica. Sus primeras influencias
son neoclásicas pero su estilo posterior puede ser descrito como neo-rococó. A su muerte su obra
cayó en desgracia, siendo considerada demasiado romántica, brillante y superficial. Su arte no fue
revalorado hasta época reciente gracias a una gran exhibición de su obra en la National
Gallery de Londres y en el Petit Palaisen París en 1987 . Sus pinturas se exhiben actualmente en los
principales museos europeos y americanos.

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