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Universidad Nacional Autónoma de México

Facultad de Estudios Superiores Iztacala

Tema:
Psicología social-comunitaria dentro de las poblaciones vulnerables; la comunidad
trans.

Presentado por:
López Pérez America Donaji.

Grupo: 1712.

Profesora:
Sandra Mendoza Hernández.

Fecha: viernes 24 de noviembre del 2023.


Introducción.

En Latinoamérica, la discriminación por la orientación sexual, identidad y expresión


de género y disidencias con características sexuales diferentes, son un fenómeno violento y
estructural. En el siguiente trabajo, se profundizará las formas en las que lo anterior,
atraviesa de modos diferentes y a la vez, iguales, en cada una de las identidades y vidas
trans.
En específico, como se ha reproducido a lo largo de la historia y por generaciones, la
escucha de estos discursos hegemónicos y excluyentes.

A pesar de que, nos encontramos en un mundo moderno y muy por afuera, la


sociedad “se esfuerza” en convencerse de que somos una sociedad inclusiva, diversa, y
que la misoginia, la homofobia, la lesbofobia, la transfobia y la heteronormatividad no
existen y, por lo tanto, no se nombra en los espacios dentro de nuestra colectividad.

Basta con solo mirar las noticias, el relato del amigo, amiga, las marchas, las luchas,
la memoria escrita, para darnos cuenta que, la intolerancia y el monopolio de la palabra
sigue impregnado al hablar de lo homogéneo. Hablamos de lo “homogéneo” como contrario
a lo hegemónico. Lo homogéneo es lo diferente, lo excluido históricamente, lo fragmentado.
Lo hegemónico es la supremacía, lo dominante, lo que dicta y excluye. Ambas son formas
sociales, posturas, discursos, que se llevan a cabo dentro de nuestro mundo.
La homogeneidad se logra a través de la eliminación de la diferencia, ya sea por el
exterminio, ya por la corrección (Aranguren, 2009).

En la medida en que el mundo se ha globalizado y las fronteras parecen ser cada


vez más difusas, pareciera que la mayoría de sectores de la sociedad tienen la necesidad
de acentuar y poner distancia a las diferencias. Esto parece observarse en los niveles de
exclusión y rechazo que reciben las personas que pertenecen a las comunidades LGTBQ+,
en específico a la comunidad trans.

Las prácticas y procesos excluyentes son un obstáculo para el desarrollo de cada


individuo. Desde una discriminación se impide, sin justificación alguna, que todas las
personas accedan a los mismos derechos, a tener una vida digna, justa, a una calidez. Para
hablar desde una discriminación de raíz encontramos prejuicios, estigmas, que se han
adoptado sistémicamente entre las familias, instituciones, y mismos, que pueden llegar
adoptar la misma comunidad LGTBQ+.
Castellanos (2023) nos dice que, actualmente la evolución de los derechos de la
comunidad LGTBQ+ se ha hecho aún más evidente. Sin embargo, estos cambios han
requerido de tiempo para llevarse a cabo, debido a lo complicado que es lograr una
transformación social y todo lo que esto conlleva, desde modificar tradiciones y costumbres
arraigadas, a reemplazar las dinámicas y pensamientos de los sujetos/sujetas.
Lo anterior, me hace recordar un testimonio: “no podemos hablar de derechos
humanos, porque ni siquiera los tenemos”. Es en sus cuerpos e identidades donde recaen
de manera más fuerte las agresiones, los prejuicios, las burlas, los tabúes y las
intolerancias. Sin embargo, suele ser con su representatividad y aguerridas identificaciones,
que se construyen las armas para la lucha del movimiento por los derechos LGBTQ+.

Comencemos a hablar sobre una parte de la comunidad LGTBQ+; la población


trans. Desde la medicina se ha empleado “transexual” para referirse a las personas que,
habiendo nacido con un cuerpo socialmente considerado de mujer, se identifican como
hombres o, habiendo nacido con un cuerpo considerado de hombre, se identifican como
mujeres.
El término “transgénero”, es una palabra que viene del ámbito social. Las personas
transgénero también pueden o no realizar cambios corporales (hormonas y/o cirugías) para
adecuarse a la imagen corporal socialmente establecida en función de su género. En
México, la situación de las personas trans no es la excepción.

Así como las personas trans fungen un importante papel en la iconografía y los
ejercicios de la diversidad y la liberación sexual, también son blanco de exclusiones y
violencias por parte de grupos presuntamente progresistas en nuestro país. Algunos
colectivos feministas, gay, lésbicos y demás, llegan a desempeñar actitudes de
discriminación; no sólo los grupos de extrema derecha (Limón, 2020).
Me mencionó de acuerdo con lo anterior frente a casos muy específicos, pese a que
en conjunto se lucha (de formas distintas) en contra de la misoginia y el patriarcado, este
mismo nos ha hecho dividirnos. Siguiendo reproduciendo discursos excluyentes y
resistentes con ciertos temas a debatir, como el uso de espacios, medidores de
“feminidades” (¿Quién es más mujer?), frente y desde la comunidad trans.
¿Qué pasa con estos discursos? Invisibilizando que, más allá de cualquier
participación militante, no es tan comprensible el hecho, la idea de que, son seres humanos
que buscan su espacio sobre esta tierra como cualquier otro. Se supondría que todos en
conjunto buscamos una erradicación del verdadero estruendo al machismo y a la
heteronormatividad.
Junto con Limón (2020), repasaremos brevemente la historia trans en México.
Encontramos información desde tiempos mesoamericanos. En donde se dice, que incluso
desde culturas y civilizaciones muy antiguas se tenía el respeto y la aceptación por la
diversidad sexual, especialmente entre los mayas.
Una mirada religiosa se aproxima, existen testimonios que observaron en los rituales
religiosos “hombres vestidos de mujer”, que, en su contexto de conquista, se refería a
sacerdotes que representaban a las diosas y vestirse como ellas. La presencia vigente de
muxes en Juchitán, Oaxaca, es uno de los vestigios que demuestran la naturalidad con que
se trataba la presencia del transgénero en México (Limón, 2020).

Los siguientes datos históricos fueron recolectados de “Brevísima historia trans en


México” de Limón (2020).

Existen referencias de una presencia de características sexuales diferentes, en


momentos específicos como en la revolución, las fiestas del porfiriato, en donde la mitad de
los varones asistentes se vestían como mujeres. En el México moderno (1900-2000),
comenzamos a escuchar el término “trans” bajo narrativas, series, casas que funcionaban
como albergues para la comunidad, como la de Mema (histórica activista LGTBQ+).

El 10 de octubre de 2008, se aprobaron reformas en la Ciudad de México que,


modificaron el código civil para reconocer la identidad de género de las personas trans
como causal en la modificación de las actas de nacimiento y así concordar su identidad
jurídica con su identidad social (Asamblea Legislativa del Distrito Federal, IV Legislatura,
2008).

Durante esta última década, se publicó en el Diario Oficial de la Nación, el Protocolo


de Actuación para el Personal de la Procuraduría General de la República en casos que
involucren la Orientación Sexual o la Identidad de Género. Con ello, se establecieron las
reglas que deben cumplir las servidoras y los servidores públicos de la PGR que
intervengan en la investigación y la persecución de los delitos relacionados con personas de
la comunidad LGBTQ+.
En el caso de las personas trans, este protocolo menciona que, en la presentación
de denuncias en su carácter de querellantes, denunciantes, víctimas, directas o indirectas,
ofendidos o probables responsables, el personal ministerial deberá tomar en cuenta con qué
género se asume la persona al momento de su individualización, para que ese dato sea útil
en todas las actuaciones que involucren el derecho a la intimidad (PGR).
Ya en septiembre 2016, el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente
Muñiz de México, presentó un primer estudio científico que pretende que la identidad de las
personas trans sea eliminada de la clasificación de trastornos mentales de importantes
organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la
Asociación Psiquiátrica Americana (Limón, 2020).

Otra de las figuras más resonadas actualmente dentro de la comunidad, es el


activismo de Kenya Cuevas. Activista trans que se ha apoderado de espacios para la ayuda
de la propia comunidad. Logrando crear “oficialmente” los primeros albergues y refugios
para la población vulnerable. Creando ruido desde su trinchera y que se le volteé a ver a
toda una comunidad que dice representar. Una luchadora social que ha mirado y priorizado
la defensa de los derechos humanos, una mujer que habla sobre el trabajo sexual al que
son empujadas y como eso provoca una situación irreconocible de transfeminicidios dentro
del ámbito.

No podemos seguir negando identidades y discursos, porque eso es negar vidas.


Merecen tanta vida como el resto de las personas. Urge actuar desde el respeto y rescatar
historias desde un horizonte diferente. Reflexionar sobre las comunidades trans es esencial
para promover la comprensión y la inclusión en nuestras sociedades.

En nuestro viaje hacia la comprensión y la aceptación, es esencial reconocer y


celebrar la diversidad en todas sus formas, incluida la identidad de género. Ahora bien,
hablemos sobre la identidad de género.
De la mano de Sánchez (2009) nos referimos a que la construcción de la identidad
de género, es decir, la identidad que recoge los imperativos sobre el ser hombre o mujer, es
un proceso complejo que involucra factores biológicos, sociales, culturales y psicológicos.

El hombre y la mujer serían instrumentos políticos convertidos en lo que, por


ejemplo, desde la crítica marxiana del valor (Jappe, Kurtz, Ortielb, 2014), se denominan
abstractos empíricos, categorías universales, inciertas que, sin embargo, operan de manera
práctica y material entre los cuerpos. No hay en el universo algo como “el hombre” o “la
mujer” existiendo como tal; ambas categorías operarían como instrumentos sociales que se
presentan como parámetros o ideales regulatorios a través de los cuales se miden,
gestionan sexualmente y se materializan los cuerpos y su diferenciación.
Becerra, González, Hidalgo (2018), hablan sobre cómo, nunca se será lo
suficientemente hombre o mujer, pues existen como figuras teleológicas o destinos, más no
como concreción ni resultado objetivo que permita su clausura, de ahí su fuerza como
dispositivo biopolítico. No existe, desde este sentido, cualidad masculina o femenina que le
pertenezca de manera intrínseca a un cuerpo, sino modulaciones sociales que permiten la
gestión de estos cuerpos a partir de su disciplinamiento, instituciones y dispositivos
mediante.
Esta serie de rasgos que se hacen cuerpo, de cualidades y valores que se organizan
jerárquicamente a partir de una diferenciación sexual que no es natural, sino política,
cultural, tal como lo ha sido la racialización. Ofrece en panorama espectros de la
masculinidad y la feminidad donde han habitado muchos de los modos de relación de lo
humano, que han derivado en relaciones de fuerza, dominio, poder y resistencia, ninguno
de ellos supra históricos ni universales, sino como parte intrincada de un largo y sostenido
proceso de regulación sexual de los cuerpos (Becerra, González, Hidalgo, 2018).

Así bien, reconocemos que la conformación de identidades genéricas o sexuales


serían procesos donde la narratividad y la corporalidad interactuarían mutuamente, a través
de actos corporales; maneras de sentir, andar, expresarse, moverse, vestirse, adornarse,
tocar-se, emocionar-se, atraer, ser atraída, atraído, gozar, sufrir… en interacción continua
con los otros, actos que van modificándose con el tiempo y el espacio (Galarza, Luz, 2008)

Es decir que, conceptos como el género, cuerpo, sexualidad, tienen una carga
teórica/conceptual y política, lo que quiere decir que están sujetos a los cambios culturales y
sociales.
Hablando sobre identidad de género, tenemos varios conceptos referentes a definir y
diferenciar dentro de la comunidad LQTBQ+; transgenerismo, travestismo y transexualismo.
Términos que surgen después de querer seguir adoctrinando y catalogando lo homogéneo.
Cuando la medicina y la psiquiatría inventan las categorías de transexualismo y travestismo,
lo hicieron para identificar y normalizar el desvío, para producir aquello que Foucault llamó
“ortopedia social” (Hining, Toneli, 2022)

Se comprende la transexualidad, de modo general, como la condición de la persona


que no se reconoce y no vive su género de acuerdo con el sexo designado en el momento
de su nacimiento (Hining, Toneli, 2022). Lo anterior da inicio, desde un discurso biomédico.
Por el contrario, el transgenerismo es un concepto desarrollado por las propias
personas trans para desvincularse de la gestión biomédica de sus cuerpos y subjetividades.
Desde el transgenerismo, se exploran formas de experiencia y visibilidad que trascienden
los dualismos y se problematizan las categorías que conforman nuestro universo sexo
genérico (Grau, 2015).
Sobre travestismo decimos que, es una expresión comportamental de la sexualidad
que se conceptualiza como el gusto que tiene una persona por usar prendas, manierismos,
accesorios o lenguaje atribuido en una sociedad y época determinada al otro género
(Álvarez, 1984).
Podemos concluir diferenciando lo siguiente; Cuando hablamos de transgénero
estamos hablando de una persona que vive las 24 horas del día en el rol cruzado. En la
transexualidad nos encontramos con una discordancia entre el sexo y la identidad de
género. Finalmente, travestismo significa “disfra-zarse”, de tal modo, y en estricto apego a la
definición primaria, si una persona se viste como “el hombre araña” se estará travistiendo.
Sin embargo, en nuestra cultura se designa la denominación a los aspectos previamente
mencionados del comportamiento con rol “cruzado” (Jurgenson, Álvarez, 2011).
El término “trans” no está limitado, se refiere a identidades trans, transgénero,
transexual y travesti.

La comunidad trans, con su valentía y determinación para vivir auténticamente, nos


enseña una lección poderosa sobre la verdadera naturaleza humana: somos seres
increíblemente diversos, cada uno con su propia historia, luchas y triunfos.
Al abrir nuestros corazones y mentes hacia las personas trans, reconocemos la
riqueza de experiencias que contribuyen a la vida humana. Cada historia transgénero es
una obra única, pintada con colores vibrantes de resistencia, autodescubrimiento. Con lo
anterior, no quiero sonar a que romantizo las historias trans. La mayoría de historias son
atravesadas por violencias estructurales, desde sus hogares, que les impulsa a colocarse
en espacios donde son excluidas y viven bajo una desprotección en un mundo patriarcal.

La inclusión no solo significa permitir que estén presentes en nuestras vidas, sino
también entender y honrar sus identidades, sus historias. Significa aprender, preguntar y
educarnos sobre sus experiencias para construir puentes de entendimiento y empatía.
Imagina un mundo donde todos somos libres de ser quienes realmente somos, sin
miedo al juicio o a la discriminación. Este es el mundo, utópico, al que aspiramos, un lugar
donde cada sujeto/sujeta, independientemente de su identidad de género, es aceptadx,
amadx y celebrado por su verdadero ser.
Hagamos nuestra parte para construir este mundo inclusivo, donde la diversidad es
no sólo tolerada, sino también apreciada. Donde las personas trans son valoradas por su
autenticidad y donde todxs podemos aprender unxs de otrxs, creciendo juntos en el respeto
y la comprensión mutua.
Recordemos siempre que la verdadera belleza de la humanidad radica en nuestra
diversidad. Celebremos juntos, juntas las historias de la comunidad, aprendiendo unos,
unas de otros, otras, construyendo un futuro donde podamos florecer en plenitud, sin
importar la identidad de género.
Justificación.

Al involucrarme de forma presencial y en línea dentro de las cotidianidades de la


comunidad trans y vulnerable en las Casas Hogar, me entrelacé con sus historias, sus
narrativas, sus risas, sus formas. Me era imposible no mirar lo que estaba muy adentro,
arraigado, lo no nombrable, lo violento, incluso entre la misma comunidad.

No estaba acostumbrada a llevar ideas de una psicología más allá de lo escrito. La


complejidad me llevó a cuestionar las raíces de todo fenómeno. Desde una complejidad que
hacía ruido y abandonaba las otredades como algo muy lejano a nosotros mismxs. Esta
cercanía-lejanía me hace escribir, me hace nombrar desde afuera lo existente, lo vivido.

Quiero escribir sobre estas mujeres, desde un retrato colectivo que cree cada vez
que les escuchaba y convivía. Desde lo creado por cada unx, desde un transfeminismo. Sin
embargo, es necesario comprender que la construcción de estas feminidades se basan en
estereotipos patriarcales, cisnormados, cissexismos, llenas de colectividades y de historias.

Hining, Toneli, (2022), nos hablan en su artículo sobre la noción de cisgeneridad. A


veces reducida a su faceta descriptiva. Es comúnmente comprendida como la condición de
la persona cuya identidad de género coincide con el sexo designado en el momento del
nacimiento. Esa definición no es incorrecta, pero recordemos que más que describir “algo”
que alguien es, la palabra existe y es empleada por el pensamiento transfeminista como
una categoría analítica. A través de ella, las transfeministas muestran la existencia de
lagunas analíticas en la forma como teorizábamos sexo, género y cuerpo.
Al desarrollar esta idea, se puede decir que las transfeministas, utilizando la
cisgeneridad como categoría analítica, más que ofrecer un concepto acabado, buscan
señalar los límites y ausencias de las discusiones sobre identidad de género.

La idea de dar un nombre a la cisgeneridad y a la posición social que ocupan las


personas cisgénero converge con un movimiento más amplio de colocar lo “normal” en
cuestión (Vergueiro, 2015). Las discusiones sobre el lugar no marcado de la blanquitud y de
la heterosexualidad poseen una fuerte influencia en la elaboración del debate sobre la
cisgeneridad. Para Viviane Vergueiro (2015), los estudios sobre las categorías de
blanquitud y heterosexualidad contribuyeron con la elaboración de la noción de
cisgeneridad, pues ambos partieron de un esfuerzo de descentramiento del grupo
dominante.

Mi postura es la siguiente; el término cis, se encuentra bajo diferentes enfoques y


miradas. El pensamiento transfeminista es plural y diverso, por ello, las personas trans son
las responsables por debatir y difundir este concepto. Hining, Toneli, (2022) comprenden
desde diversas autoras transfeministas que la cisgeneridad resulta de la colocación de lo
normal como objeto de análisis, de problematización y crítica. Este término viene a nombrar,
de un “lugar desde el cual se habla, para el cual se habla”. Sin embargo, se puede
encontrar y/o entender como un diálogo autoritario y unilateral.
Para concluir este extenso debate, podemos decir que, el transfeminismo acuña los
términos cisgeneridad, cisnorma, cisexismo, a partir de la necesidad de exponer las normas
y relaciones de poder que propiciaron las condiciones para convertir la transexualidad en un
objeto de conocimiento, de patología y anormalidad (Hining, Toneli, 2022).

Dicho esto, ¿por qué el siguiente trabajo se dice “transfeminista"? Empecemos a


definirlo con ayuda de Silva, (2016): “de la tercera ola, heredera del feminismo negro, que
niega el carácter biologicista culturalmente atribuido al género, reconoce la
interseccionalidad de las identidades, critica la jerarquía de opresiones y
consecuentemente, señala la necesidad de criticar el sexo biológico como elemento
orientador de los discursos sociales, incluyendo los científicos, y de las políticas públicas.
En términos políticos, el transfeminismo es una práctica que valora las
contribuciones de todas las personas en la discusión sobre los derechos y la producción de
saberes sobre los cuerpos, al mismo tiempo en que empodera los discursos, los escritos y
la participación de las personas trans (Hining, Toneli, 2022).
Los transfeminismos son movimientos en red que, ante la emergencia de violencia
necropolítica contra las cis y trans-mujeres y lxs sujetxs feminizados, consideran los estados
de tránsito de género, de migración, de mestizaje, de vulnerabilidad, de raza y de clase
como transversales para hacer alianzas emancipatorias ante la violencia cis-hetero-
patriarcal y racista (Valencia, 2018).
Valencia, (2018) también nos dice: “los movimientos transfeministas surgen con el
fin de abrir espacios y campos discursivos a todas aquellas prácticas y sujetxs que quedan
fuera o se deslindan enérgicamente de la reconversión neoliberal de los aparatos críticos de
los feminismos, reconversión que hoy conocemos como políticas de género biologicistas o
políticas de cis-mujeres. Por este motivo, el transfeminismo tiene como principal objetivo
repolitizar y des-esencializar a los movimientos feministas locales, en contraofensiva al
discurso gubernamental y de las ONGs que capturan y estandarizan el lenguaje de los
feminismos y lo usan como estrategia de desactivación política de los movimientos
feministas, reduciéndolos a una crítica ortopédica que es reapropiada por los circuitos del
mercado y el estado neoliberal”.
Por lo escrito anteriormente y por lo hablado en otros apartados, sugiero que durante
todo el siguiente trabajo se mantenga bajo esta perspectiva. Perspectiva que elegí ya que,
me parece que esta postura me hace acercarme más a la comunidad, me hace acercarme a
mis propios ideales, sin que sea algo impuesto, me hace libre de escribir sin sonar alejada o
solo venir desde una postura psicológica.

Desde la psicología, no encontramos mucha evidencia de cómo aproximarnos a las


poblaciones vulnerables. A menos de que sea con la mirada diagnosticada y controlable. De
la forma en la que la libertad no cabe en nuestros reportes de sesión. De la forma que, sin
querer, se violentan las realidades sin conocer un trasfondo.
Lo social, lo comunitario, lo complejo, me lleva a tener una mirada diferente. Alejada
de cualquier perspectiva clínica, incluso desde acompañamientos individuales, he logrado
conectar, formar vínculos con cada miembrx de las Casas Hogar. Me formó desde una
sensibilidad, una postura política, lo siento muy personal. Me ayudó a formarme más allá de
una “practicante”, me ayudó como persona, como ser humano, me trastoco.

Escribo todo esto con gusto, porque me inspira. Porque lo que me llevé de adentro
lo puedo llevar afuera. Elegí este tema en específico; las vidas trans, porque al involucrarme
en ellas, desde sus mañanas hasta sus tardes, creí emergente hablar de ellxs para con la
demás gente que me rodea. Porque es una mirada diferente a lo que, como psicólogas,
psicólogos, no estamos acostumbrados, acostumbradas a involucrarnos. Yo ahí no era
psicóloga, o tal vez sí, pero yo no me sentía así, yo me sentía América y ya.

Cada historia que escuché, de la que me hicieron partícipe, de la que acompañé, de


la que me hizo llorar, reír, frustrarme, por cada una de esas historias, escribo esto con
gusto.
Marco teórico.

A continuación, hablaremos del papel que históricamente, la psicología ha llevado


para adentrarse en estos espacios.
Martínez, Reyes, y Lespier (2017), comienzan comentando que, en años anteriores,
se ha podido apreciar que la práctica de la psicoterapia ha ido evolucionando en lo que
concierne a los asuntos relacionados a la comunidad LGBTQ+. Sin embargo, los servicios
de consejería y psicoterapia para la comunidad también se han desarrollado en un contexto
plagado de una serie de actitudes de prejuicio y desde una historia en la que se ha
patologizado el ser parte de este sector de la sociedad.
Los mismos autorxs, siguen documentando que el desconocimiento y falta de
competencias clínicas de lxs terapeutas, practicantes, puede traer consecuencias nefastas
para la comunidad trans. El espacio de psicoterapia debe ser uno que promueva
herramientas para lidiar con los diferentes obstáculos que enfrenta esta comunidad, o al
menos eso se tiene pensado.
Sin embargo, los programas graduados de psicología no ofrecen adiestramiento que
los cualifique para atender debidamente las necesidades de la comunidad LGBTQ+ y
mucho menos del sector trans (Reyes, Ortíz, Rivera, Baerga y Ruiz, 2016).

En pocas palabras, y como decíamos al principio. Es muy complicado acercarte a


una comunidad vulnerable si no conoces el trasfondo político y social que conlleva, si no
abandonas o cuestionas esa mirada prejuiciosa quizás, ese trabajo psicológico que has
aprendido a lado de la “ética”, de la “moral”, que debemos tener como “futuros
profesionales”. No permitirá que llegues a esos lugares que no se ven desde afuera.

Es importante reconocer y recordar que la psicología en la cual se sustentan los


programas de intervención realizados en las comunidades latinoamericanas se orientan por
la visión médico/psiquiátrica (nosología psiquiátrica, DSMIV, psicoanalítica, etc.) y bajo el
estigma de la salud/enfermedad mental, en donde cualquier acción que evidencia
contradicciones con el discurso hegemónico es patologizada; conscientes o no, los
psicólogxs vinculados a los programas de acompañamiento psicosocial en las regiones
mencionadas, contribuyen a la concreción de políticas de fragmentación de las
comunidades de ascendencia prehispánica y afrodescendiente. Bajo tales perspectivas los
especialistas olvidan que la génesis de los problemas que sufre la población excluida son
resultado de siglos de opresión, explotación y de las acciones de terrorismo de Estado
(Flores, 2013).

Podemos empezar a comprender que, desde la psicología encontramos diversas


ramas a las que podemos adentrarnos a profundidad. Para ello, abordaremos el modo de
una intervención psicosocial compleja y una psicología social-comunitaria, como modos,
formas, que nos permite estar en contra de una simplificación, una reducción bastante
rápida a la hora de los primeros contactos con la población y sus espacios.

La psicología social se entiende, por ser una psicología aplicada en nuestro contexto
cultural, en nuestros límites y posibilidades, para repensar y proponer desde una formación
próxima a profesional, alternativas. ¿Qué encontramos dentro de la psicología social? Antes
que nada, necesitamos comprender que los sujetos/sujetas, dentro de los poblados,
atraviesan distintas necesidades e intereses.
Para lograr una praxis más incluyente y movilizadora, comenzamos a plantearnos
preguntas valorativas, que visibilicen las muchas realidades socioculturales y políticas, de
los escenarios que nos encontremos en nuestro paso y las que existen.
Es importante que, como psicólogos, psicólogas próximos a realizarnos
profesionales, iniciemos leyendo y resignificando nuestras historias de vida personales,
contextualizándonos en la época y la sociedad en donde vivimos, ya que así, podremos
reconocer nuestras propias necesidades, incluso hablamos de poderes que pueden
ayudarnos en el acompañamiento o en las intervenciones, ¿qué beneficios podemos
encontrar en ello?, ¿las problemáticas a enfrentar nos constituyen sólo como psicólogxs
sociales o como sociedad?
Estas, son el tipo de preguntas que podemos realizarnos, antes de adentrarnos a
trabajar con las poblaciones.

Un modo de intervención psicosocial que, junto a la comunidad busca el bienestar, la


dignidad y una calidad de vida de los sujetxs, de los cuáles se interviene.
Claramente comprendiendo que lo anterior, no solo depende del sujeto/sujeta,
depende de las circunstancias que lo rodean y en las que se ha socializado durante su vida.
Comprender el entorno interpersonal, comunitario que se encuentra rodeado de sistemas de
valores, creencias, condiciones sociales, ambientales y políticas.
Hablar de complejidad, nos acerca a una metodología compleja, dinámica y no
lineal, esta se adapta a la variabilidad del objeto de estudio, desde una base
transdisciplinaria, crítica, plural e integradora. Este paradigma, es totalmente alternativo a
los ya antes creados (paradigmas reduccionistas y fragmentados), todos orientados
claramente al conocimiento del ser humano.
La complejidad representa una ruptura con una visión neopositivista de la ciencia, y
que constantemente, cuestiona los fundamentos epistemológicos de lo que se ha
considerado “conocimiento científico”. Cuando hablamos de complejidad, el término
“transdisciplina”, viene en conjunto. La transdisciplina nos pide crear nuevo conocimiento.
Morin (1999), nos habla de una definición de la transdisciplina como un estudio y
búsqueda de soluciones a los grandes problemas desde una perspectiva global, una
transformación y un diálogo de saberes científicos y extra científicos, entre otros puntos a
considerar.
Podemos decir que la complejidad y la transdisciplina son fenómenos cuantitativos.
Morin, Pakman, (1994) “Una cantidad extrema de interacciones e interferencias entre un
número muy grande de unidades. La complejidad no comprende solamente cantidades de
unidades e interacciones que desafían nuestras posibilidades de cálculo; comprende
también incertidumbres, indeterminaciones, fenómenos aleatorios. La complejidad siempre
está relacionada con el azar”.
“La realidad a la que pertenecemos, que somos, se define por una completa red de
nudos entrelazados e interconectados entre sí” (Jiménez, 2017). Abandonamos lo simplista
y reconstruimos nuevas metodologías, creando y provocando una ruptura de equilibrios, con
lo que ya se había construido anteriormente.

Si bien, no podemos olvidar mencionar la psicología social-comunitaria como otra


forma de abordaje para adentrarnos a las comunidades. Desde esta psicología podemos
crear una diferenciación entre la psicología social y la psicología social-comunitaria. La
primera se refiere al estudio y problematización de las relaciones de la comunidad para con
los ámbitos ideológicos, sociales e incluso políticos. La segunda (social-comunitaria) se
refiere a las mismas relaciones entre la comunidad.
La psicología social-comunitaria se basa en tomar en cuenta las experiencias,
valores, creencias y percepciones de las personas como elementos centrales en la
comprensión de los fenómenos sociales. En este caso, narrativas de la comunidad trans
desde sus cotidianidades.
En ese contexto, la construcción de nuevas estrategias comunitarias, supone, una
visión contrahegemónica con respecto a la ciencia, una perspectiva desde donde reflexionar
la práctica concreta, que implica, contar con nuevas estrategias de investigación-reflexión y
un proyecto de futuro que lleve a superar las contradicciones teoría/práctica,
pensamiento/acción, símbolo/realidad; lo cual implica, comprender el presente en su devenir
y postular la tendencia histórica de la sociedad; es decir, para comprender el presente es
necesario recuperar el pasado, sistematizar la experiencia vivida y valorar críticamente la
práctica que realizan diversos sectores de la sociedad civil en las comunidades objeto de la
exclusión (Flores, 2013).

Para concluir, puedo decir que estos modos de psicología, quizás no sean los únicos
que puedan existir para acompañar y abordar a las poblaciones vulnerables, fue lo que tuve
cerca, y aunque hablando de muchos términos, comparto que, desde años de formación
con una idea de psicología, llega a ser a veces difícil desapegarse de estas. Encontrar las
nuevas formas de rapport, que me permiten conectar con la persona sin importar si es
correcto o no.

El movimiento trans, es uno de los movimientos de la comunidad LGTBQ+, del cual


se ha discutido en los últimos años. Un movimiento que constantemente se ve envuelto en
situaciones de vulnerabilidad, siendo estos, sus primeros escenarios de cotidianidad;
prostitución, situación de calle, la cárcel, un diagnóstico positivo a VIH.
Datos que nos dicen que los espacios donde se sitúan son porqué han sido llevados
de la mano por la sociedad, no hay oportunidad, ni apertura, ni apoyo para situarles en
lugares dignos debido a la fragmentación y exclusión de la cuál hemos estado hablando y
que, más adelante se profundizará.

A continuación, citaremos a dos autoras que son parte de la comunidad que, desde
su postura política, colocan en sus escritos lo que es ser trans, ellas lo definen y lo
resignifican de la siguiente manera:

Alanis (2018) será la autora que nos ayudará a comprender mejor desde lo teórico,
lo hablado anteriormente, con una mirada trans incluyente desde su pedagogía: “En la
movilización social, lo trans se configura como una perspectiva política y una forma plural de
identificación que se ha desarrollado a lo largo de la historia como un desafío a las
jerarquías identitarias de género. O lo que es lo mismo, como una transgresión corporal que
hace frente a la conceptualización inmovilista de la sexualidad binaria del poder”
(Campuzano, Lorenzo y Rodríguez, 2015-2016).
En sintonía con este argumento, Andrea García (2010), en su tesis doctoral
“Tacones, siliconas, hormonas. Teoría feminista y experiencias trans en Bogotá” señala que
“las trans encarnamos nuevas categorías que plantean una política corporal descentrada,
híbrida, creativa, alejada de cualquier esencialismo que intente fijar identidades y que abra
la puerta a nuevas posibilidades de liberación gradual del género de sus restricciones
binarias”.

Debido a que las mujeres trans no se alinean con la organización sexual-binaria,


enfrentan múltiples experiencias de estigma y discriminación a lo largo de sus vidas, las
cuales generan inequidades sociales que incrementan el riesgo de enfrentar resultados de
salud adversos e incluso de enfrentar la muerte. (Villa, Onofre, Colina, Churchill, y Mendoza
2022).
La esperanza de vida de una persona trans es de 35 a 40 años. Este dato lo he
escuchado dentro de las narrativas de las compañeras, en sus cotidianidades, en sus
pláticas.
Sayak Valencia, (2018) en su texto “El transfeminismo no es un generismo”, nos
habla a manera de introducción:

En México cada cuatro horas es asesinada una niña, una joven o mujer adulta. A las
mujeres se nos mata con saña, con lujo de violencia. Algunas de las causas de muerte que
describen los medios de información y los informes internacionales son: “mutilación, asfixia,
ahogamiento, ahorcamiento o bien degolladas, quemadas, apuñaladas o por impactos de
bala”. A las mujeres se nos mata, se nos viola, se nos exhibe y se nos borra del mundo con
rabia, con odio patriarcal, con alevosía social y ventaja jurídica.
A las mujeres trans y de género diverso no sólo se les mata como mujeres, con una
saña sexual desbordante, sino que se les mata también socialmente por desobedecer el
mandato biologicista de resignarse a vivir en un cuerpo cuyo género ha sido asignado
médicamente y con el cual no se identifican, con lo cual se les borra del mapa conceptual
de lo posible y de lo enunciable.

La autora inicia con este argumento porque: “este recordatorio de cifras y de


muertas es necesario para hablar del estado de emergencia y del contexto necropolítico y
necro-administrativo en el que las mujeres trans, las mujeres cisgénero y otros devenires
minoritarios tenemos que sobrevivir”, su cotidianidad (Valencia, 2018).

Lo anterior, basta con comprender y reflexionar que tenemos que actuar ya, nos
atraviesa como mujeres, como sujetxs que viven bajo el yugo de un mundo violento y
misógino. Leer las narrativas de las mujeres trans que escriben sobre su posición en el
mundo es desgarrador, me es imposible ser indiferente. ¿Qué se puede hacer? ¿Qué se
puede cambiar? Adoptar posturas a favor, claro, pero la psicología comunitaria (ya es mi
favorita), que puedo trabajar cada que voy y estoy en las casas hogar, me lleva a entender
que podemos crear alternativas diferentes dentro del modo de vida de cada une.

Según Baro (1998) “No se puede hacer Psicología hoy... sin asumir una seria
responsabilidad histórica; es decir, sin intentar contribuir a cambiar todas aquellas
condiciones que mantienen deshumanizadas a las mayorías populares, enajenando su
conciencia y bloqueando el desarrollo de su identidad histórica” (citado en Flores, 2013,
p.44).

De igual forma, Montero (2006) dice: “Es por eso que la utopía de Orlando Fals
Borda, Ignacio Martín-Baró, Ignacio Ellacuria y Paulo Freire de construir una ciencia
liberadora se concreta en los movimientos y prácticas sociales que buscan trans-formar el
presente a través de una praxis comunitaria, de una acción que transforma” (citado en
Flores, 2013, p.49).

La psicología social comunitaria, me adentra a conocer desde adentro cuáles son las
necesidades, las fortalezas y desafíos, lo que facilita la implementación de estrategias más
pertinentes y centradas en la comunidad.

La psicología social, no debería limitarse a entender y analizar los fenómenos


sociales tal como se presentan superficialmente, sino que debería adentrarse en la
comprensión más profunda de las dinámicas sociales subyacentes. Proponer la
deconstrucción como una herramienta fundamental para desvelar cómo se construyen las
realidades sociales, las identidades y los significados en interacción con el entorno social
(Gracia, 1989).

Miremos a lado, porque detrás de toda esa mirada inclusiva, también se abre
espacio para mirar lo incómodo. Antes bien, se trata de una red que considera los estados
de tránsito de género, de migración, de mestizaje, de vulnerabilidad, de raza y de clase,
para articularlos como herederos de la memoria histórica de los movimientos sociales de
insurrección (Valencia, 2018).
Discusión entre autorxs.

Para comenzar esta discusión, los autorxs mencionados en este apartado, son
pensadorxs políticos que sirvieron a este pequeño trabajo a tomar vida. Sus ideas se
centran en cuestionar estas prácticas hegemónicas, estos discursos violentos, hierve
rebeldía y hacen razón para entrar en ejercicios de memoria histórica y colectiva, desde
propuestas como cartografías, corpobiografías, pensamientos complejos y una pedagogía.

Comenzamos con la obra de Morin y Pakman (1994), quienes nos introducen el


concepto del pensamiento complejo, que nos insta a considerar la interconexión y la
interdependencia de los elementos en cualquier sistema. Esta perspectiva es esencial en la
investigación social, ya que los fenómenos sociales son inherentemente complejos y no
pueden entenderse plenamente si se analizan de manera aislada.
Para continuar hablando de la complejidad, Espina Prieto en Complejidad,
transdisciplina y metodología de la investigación social (2007), nos guía hacia la
transdisciplinariedad en la metodología de investigación social. La complejidad de los
problemas sociales requiere enfoques que trascienden las fronteras disciplinarias
tradicionales. Al integrar conocimientos y métodos de diversas disciplinas, podemos obtener
una comprensión más completa y holística de los fenómenos sociales, lo que lleva a
soluciones más efectivas.
Ambos enfoques de los anteriores autores, autora, enfatizan la importancia de
superar las limitaciones del pensamiento reduccionista. La transdisciplinariedad nos permite
ver más allá de las divisiones artificiales entre las disciplinas académicas, mientras que el
pensamiento complejo nos insta a considerar las múltiples capas de interacción en cualquier
sistema social.
Además, resalto los conceptos de la transdisciplinariedad y el pensamiento
complejo, como elementos que nos desafían a cuestionar nuestras suposiciones y a ser
conscientes de la influencia mutua entre el observador, observadora y lo observado en la
investigación social. Estos enfoques nos instan a ser reflexivxs y a considerar nuestra
propia posición y perspectivas en el proceso de investigación.

Teniendo en cuenta lo hablado sobre complejidad y transdisciplina por los autorxs


mencionados. Iremos adentrándonos con estos conceptos a la psicología social de la mano
de Jiménez (2017) en su escrito: Conceptos básicos del paradigma de la complejidad
aplicados a la cuestión del método en Psicología Social.

La autora destaca la necesidad de considerar la interconexión y la interdependencia


de múltiples factores en el estudio de los fenómenos sociales. Propone una comprensión
más profunda y contextualizada de los procesos psicosociales, reconociendo la influencia
de variables individuales, sociales, culturales y contextuales en la construcción de la
realidad social. Claro está, desde una mirada compleja y transdisciplinaria.
Jiménez (2017), enfatiza la importancia de emplear métodos que permitan capturar
la complejidad inherente a los fenómenos psicosociales, como la investigación cualitativa, el
análisis sistémico y la consideración de múltiples niveles de análisis. Asimismo, resalta la
necesidad de flexibilidad metodológica y de adaptación a la naturaleza dinámica y
cambiante de los contextos sociales.

Desde una perspectiva reflexiva puedo compartir que, el texto nos invita a los
investigadores, investigadoras en Psicología Social a replantear nuestros enfoques
metodológicos, alejándonos de modelos simplificados y lineales para lograr adoptar
estrategias más inclusivas y comprehensivas, que permitan abordar la complejidad de los
fenómenos sociales desde una perspectiva más integral. Integrar la complejidad y la
interdependencia de los procesos psicosociales para una comprensión más completa y
enriquecedora de los mismos.
Estos enfoques nos guían hacia una comprensión más profunda y matizada de los
problemas sociales. Al abrazar la complejidad y la transdisciplinariedad desde una
Psicología Social, podemos generar conocimientos que son más relevantes y aplicables en
el mundo real, lo que es esencial para abordar los desafíos sociales complejos y en
constante evolución que enfrentamos en la actualidad.

Sin embargo, hablar de estrategias y metodologías flexibles, cambiantes, es un tema


que autores, autoras han adaptado a lo largo del tiempo. Vamos a comprenderlo desde la
perspectiva de Darío Pérez (2011) en el artículo La hermenéutica y los métodos de
investigación en ciencias sociales.
Aquí se aborda la importancia de la hermenéutica en los métodos de investigación
en ciencias sociales. La hermenéutica, como enfoque interpretativo, se centra en la
comprensión profunda de los fenómenos sociales y humanos, reconociendo la naturaleza
subjetiva e interpretativa de la realidad, esto permite entender las complejidades de las
experiencias humanas, considerando los significados y contextos culturales que dan forma
a las interacciones sociales.
El enfoque reflexivo del autor resalta la importancia de la subjetividad, la
interpretación y la comprensión en la investigación social. Aboga por métodos que
consideren la diversidad de interpretaciones y significados dentro de un contexto cultural
específico, promoviendo así una mirada más inclusiva y profunda de los fenómenos
estudiados en las ciencias sociales. Poco a poco, se han ido abriendo miradas de
investigación reduccionistas, categorizadoras, separatistas a enfoques cualitativos; uno de
los que hablaremos durante esta discusión es la cartografía.

Reconociendo lo anterior, desde una mirada compleja, social y hablando de


estrategias reales, nos enfocamos en el estudio de Mancila y Habegger (2018), El poder de
la Cartografía Social en las prácticas contrahegemónicas o La Cartografía Social como
estrategia para diagnosticar nuestro territorio.
Aquí se destaca justamente el poder de la Cartografía Social como una herramienta
clave en las prácticas contrahegemónicas. Al proporcionar una representación visual de las
dinámicas sociales y económicas. Esta metodología se convierte en una forma efectiva de
desafiar las estructuras de poder existentes y abogar por un cambio social significativo.

En el mismo sentido, el trabajo Conocimiento y cultura en América Latina en “El


colectivo Cartografías y la recuperación de la memoria desde la ciudadanía” de Guarín,
Ospina, Díaz, (2021), resalta el papel crucial del Colectivo Cartografías en la recuperación
de la memoria desde la ciudadanía. Esta iniciativa no solo preserva la historia de las
comunidades, sino que también involucra activamente a los ciudadanxs en el proceso,
permitiéndoles contribuir a la narrativa histórica de su propia ciudad. Es un ejemplo tangible
de empoderamiento comunitario y resistencia cultural.
Ambos trabajos de cartografías, subrayan la importancia de la participación
ciudadana en la creación de conocimiento. La Cartografía Social se convierte en un medio
para que las comunidades hablen por sí mismas, desafiando las versiones históricas
impuestas y permitiendo una representación más auténtica y diversa de la realidad social.
Además, la conexión entre estas perspectivas es evidente: la Cartografía Social no
solo es una herramienta para desafiar el status, sino que también se convierte en un medio
para preservar y revitalizar la cultura y la memoria colectiva. Cuando las comunidades
participan activamente en el proceso de mapeo, se crea un sentido de identidad y
pertenencia, fortaleciendo así su tejido social.

Reflexionemos que estos estudios, también nos recuerdan que el conocimiento y la


cultura son poderosas herramientas de resistencia. Al utilizar la Cartografía Social para
recuperar la memoria desde la ciudadanía, se desafían las narrativas históricas
hegemónicas y se da voz a las personas marginadas y vulnerables, permitiéndoles reclamar
su lugar en la historia y contribuir a la construcción de un futuro más inclusivo, en este caso,
podemos relacionarlo desde una marginación hacia las personas trans.

En el trabajo de Aranguren (2009), “Subjetividades al límite: los bordes de una


psicología social crítica", resalta la importancia de examinar las subjetividades al límite en
una psicología social crítica. Al explorar los bordes de la experiencia humana, podemos
comprender mejor las complejidades de la identidad y la subjetividad en contextos sociales
difíciles, uno de ellos es cuando nos adentramos a diferentes cotidianidades.

Cuando hablamos de subjetividades dentro de una psicología social, ¿a qué nos


estamos refiriendo? Se refieren a las construcciones individuales de la realidad
influenciadas por múltiples factores sociales, culturales e históricos. Reconocer la
complejidad y diversidad de estas subjetividades es fundamental para una Psicología Social
Crítica que busque comprender las experiencias humanas en su totalidad y promover una
visión más inclusiva y equitativa de la sociedad.

Las subjetividades no son estáticas ni uniformes, sino que están en constante


cambio y negociación, ya que se ven afectadas por las dinámicas sociales y las relaciones
de poder. Además, resalta la importancia de reconocer las subjetividades en sus
dimensiones múltiples y complejas, evitando reducirlas a categorías simplistas o universales
(Aranguren, 2009).

Estos factores, nos lleva a una comprensión más profunda de las luchas individuales
y colectivas, fundamentales para una Psicología Social que se base en la realidad humana
completa. Podemos relacionarlo con el estudio de Martínez, Reyes y Lespier (2017), con el
nombre “Actitudes, conocimiento y distancia social de psicoterapeutas con la comunidad
transgénero y transexual”, en dónde nos mencionan que es esencial entender las actitudes
y el conocimiento de los profesionales de la psicoterapia hacia la comunidad transgénero y
transexual.
Es decir, reconocer como psicólogos, psicólogas sociales, los cambios a los que
están sujetos estas subjetividades de la comunidad LGTBQ+. Explorando los márgenes y
fronteras de las identidades y experiencias individuales. La distancia social y la falta de
comprensión pueden ser barreras significativas en la prestación de servicios de salud
mental a la comunidad trans. Es crucial abordar estas actitudes y conocimientos
insuficientes para garantizar una atención adecuada y respetuosa.

Otra de las maneras de abordaje que como psicólogxs, puede ayudarnos para
comprender de mejor forma las subjetividades de las colectividades, es desde la Psicología
Social-Comunitaria. Psicología primordial de este ensayo y que formularemos desde el texto
Psicología social-comunitaria: Una alternativa teórica metodológica desde la subjetividad de
María Pineda (2000).

La autora desde este enfoque, busca comprender las dinámicas sociales y


comunitarias desde la experiencia subjetiva de los individuos que forman parte de estas
comunidades. Es decir, se destaca la importancia de considerar las percepciones,
emociones y significados que las personas atribuyen a sus realidades sociales y
comunitarias. Esta aproximación reconoce la diversidad de experiencias y la influencia de
factores individuales y colectivos en la construcción de la identidad y la interacción social.

Benjamín Berlanga (2015) en su artículo Seis ideas acerca de la narración, a


propósito del problema y las historias preferidas en la práctica narrativa (para no quedar
atrapados en las prisiones de lo posible, enfoca nuestra atención en la narración de las
subjetividades, de los sujetos/sujetas como una herramienta vital en la práctica narrativa.

Las historias que contamos sobre nosotros mismos y sobre los demás son
fundamentales para construir nuestra realidad. Su énfasis en no quedar atrapados en las
"prisiones de lo posible" es un recordatorio poderoso de cómo nuestras narrativas pueden
limitarnos o liberarnos, y cómo las historias preferidas pueden moldear nuestra percepción
del mundo.

Ambos trabajos de Berlanga (2015) y Aranguren (2009), resaltan la importancia de


explorar las fronteras y los límites en la investigación psicológica y social. Al adentrarse en
los bordes de la experiencia humana y al cuestionar las narrativas preestablecidas, los
investigadores pueden descubrir nuevas perspectivas y comprender mejor las
complejidades de la condición humana.

Podemos comentar que, la integración de estas perspectivas también resaltan la


interconexión entre la educación y la salud mental. Un enfoque educativo inclusivo no solo
beneficia a la comunidad trans, sino que también contribuye a la creación de una sociedad
más comprensiva y aceptante en general. Además, profesionales de la salud mental
capacitadxs pueden brindar un apoyo fundamental a las personas trans, ayudándoles a
superar desafíos emocionales y mentales.

Además, estas perspectivas nos recuerdan que nuestras identidades y realidades


son fluidas y moldeables. Al reconocer y cuestionar las narrativas dominantes y al explorar
las subjetividades al límite, podemos liberarnos de las limitaciones impuestas por las
estructuras sociales y culturales, permitiéndonos una comprensión más auténtica y
completa de nosotrxs mismxs y de los demás.

Para concluir los anteriores textos, consideramos estos trabajos como un abrazo a la
complejidad de la experiencia humana y al reconocimiento de la importancia de las
subjetividades y las narrativas en la construcción de nuestra realidad. Al hacerlo, podemos
abrir nuevas puertas hacia la comprensión, la empatía y la transformación social.

De igual forma, es necesario compartir estas investigaciones, desde una necesidad


de seguir adelante con esfuerzos educativos y de formación que fomenten la inclusión y el
entendimiento en todas las áreas de la sociedad. Reconocer el papel que tiene la
educación, al desafiar las normas y las actitudes limitadas, podemos avanzar hacia una
sociedad más justa y empática para todxs, independientemente de su identidad de género.

Ya que iniciamos hablando de la educación, podemos referir el trabajo de Alanis


Bello Ramírez (2018), el cuál es fundamental en el contexto educativo actual. La idea de
una trans-pedagogía, destaca la necesidad de transformar nuestros enfoques pedagógicos
para incluir y apoyar a la comunidad transgénero. Esto implica no sólo reconocer la
diversidad de identidades de género, sino también trabajar activamente para crear
ambientes educativos seguros y acogedores donde todos los y las estudiantes se sientan
valoradxs.

Para ello, (Bello, 2018), asume una pedagogía poética sanadora que reflexiona y
actúa sobre las heridas que produce la incomodidad de no habitar la norma heterosexual (y
otras normas como las de raza, clase, capacidad, género o corporalidad). Menciono esto,
porque como parte de la cartografía, logramos desde nuestras perspectivas crear y
resignificar, en este caso desde una pedagogía trans-incluyente. Se incomoda con
narrativas diferentes a escuchar, se genera una escucha y una reflexión a partir de ella.

Bello (2018) comenta: “Incomodar significa desafiar lo incuestionable de nuestras


identidades, ese lugar seguro que nos sirve de núcleo para actuar en la vida. Se trata de
generar condiciones para experimentar sobre la propia identidad. Significa realizar ejercicios
críticos para desvincular lo normal del yo”. Cuestionar las normas que encarnamos es un
ejercicio complejo que involucra abordar la intimidad, el sufrimiento y las emociones.

Comenzaremos a discutir a lxs autores, autoras de los textos que se posicionan


sobre una postura trans, transfeminista y trans incluyente. Estos textos abordan
perspectivas diversas pero interconectadas en torno a la experiencia de las mujeres trans
desde distintos enfoques feministas y sociales.

El estudio de Alma Villa, Dora Onofre, Juan Doncel, Siobhan Churchill y Geu
Mendoza (2022) enfoca la relación entre el género y el riesgo de contraer VIH en mujeres
trans en el noreste de México. Aborda cómo las normas sociales y la discriminación de
género impactan la salud de estas mujeres, destacando cómo la exclusión social y la falta
de acceso a la información influyen en su salud sexual.

Por otro lado, tenemos la tesis doctoral de Andrea García (2010) (desde una
perspectiva feminista), examina las experiencias de mujeres trans en Bogotá, posiblemente
profundizando en cómo la identidad de género se entrelaza con las expectativas sociales, la
construcción de la feminidad y la autopercepción en un contexto específico.

Finalmente, el artículo de Sayak Valencia (2018), sobre el transfeminismo ofrece una


visión crítica y reflexiva sobre el feminismo, proponiendo la inclusión y la visibilización de las
mujeres trans en el movimiento feminista. Este enfoque busca evitar el "generismo", es
decir, la imposición de roles de género binarios, y promueve una perspectiva más inclusiva
que reconozca la diversidad de identidades de género.

Al comparar estos textos, podemos ver la intersección entre las luchas feministas, la
identidad de género y la salud de las mujeres trans. Mientras que el estudio de Villa, Onofre,
Doncel, Churchill y Mendoza (2002) se centra en los riesgos de salud específicos, las otras
dos obras García (2010) y Valencia (2018), parecen explorar la construcción social de la
feminidad que, si reflexionamos a profundidad, deviene de un yugo patriarcal. Se habla de
la inclusión de las mujeres trans en los movimientos feministas, cuestionando las normas de
género y la discriminación que enfrentan estas mujeres en diferentes contextos.

Estos textos abordan la transexualidad, el transgenerismo y su comprensión desde


diferentes enfoques y disciplinas, como la antropología y la psicología social.

"Transexualidad y transgenerismo. Una aproximación teórica y etnográfica a dos


paradigmas enfrentados" de Jordi Grau (2015), aborda la dicotomía entre dos paradigmas
relacionados con la transexualidad y el transgenerismo. Es probable que este artículo
exploré las tensiones entre diferentes aproximaciones teóricas y etnográficas en el estudio
de estas identidades de género, quizás destacando los conflictos y desafíos en la
comprensión de estas realidades desde distintas perspectivas.

"Travestismo, transexualidad y transgénero" de Juan Jurgenson y Álvarez (2009),


posiblemente se centre en definiciones y matices conceptuales en torno al travestismo, la
transexualidad y el transgénero. Este texto podría profundizar en las diferencias entre estos
términos y cómo se entrelazan con la identidad de género, ofreciendo una mirada más
específica sobre las experiencias y la diversidad dentro de estas categorías.

Al conectar estos textos, podríamos explorar cómo las diferentes perspectivas y


enfoques teóricos impactan la comprensión de la transexualidad, el transgenerismo y las
identidades de género en general. Asimismo, podríamos reflexionar sobre la necesidad de
enfoques multidisciplinarios y holísticos para comprender la diversidad y complejidad de las
experiencias de género.

Pasemos a discutir los siguientes textos sobre identidad de género. Estos textos
exploran dimensiones relacionadas con la identidad de género desde perspectivas
psicológicas y sociales.

"Identidades de género, feminismo, sexualidad y amor: Los cuerpos como agentes"


de Mari Galarza (2008), parece abordar cómo los cuerpos se convierten en agentes dentro
de la configuración de las identidades de género, explorando la intersección entre el
feminismo, la sexualidad y la identidad de género. Este texto enfatiza la agencia de los
cuerpos en la conformación de la identidad y cómo estas identidades se ven moldeadas por
el contexto social y cultural.

Por otro lado, "Apuntes para una teoría del hombre derrotado" de Mayra Becerra,
Omar González y José Hidalgo (2018), podría centrarse en una exploración más específica
sobre la identidad masculina desde un ángulo menos convencional, posiblemente
discutiendo las presiones y expectativas sociales que afectan la percepción de la
masculinidad y cómo ciertas experiencias pueden llevar a la sensación de derrota o fracaso
en el hombre contemporáneo.

Por último, "Desarrollo de la identidad de género desde una perspectiva psico-socio-


cultural: un recorrido conceptual" de Tania Sánchez (2009), parece proponer una mirada
conceptual sobre el desarrollo de la identidad de género, posiblemente considerando cómo
factores psicológicos, sociales y culturales se entrelazan en la formación de la identidad de
género de un sujeto/sujeta.
Al conectar estos textos, podría surgir una discusión sobre cómo la identidad de
género se construye y se moldea en interacción con diversas fuerzas sociales, culturales y
psicológicas. Además, la inclusión de la experiencia masculina en el segundo texto ofrece
una perspectiva interesante sobre cómo las presiones sociales pueden afectar tanto a
hombres como a mujeres en la conformación de sus identidades de género.

Concluyamos estas discusiones con diferentes perspectivas compartiendo lo


siguiente. Desde las ciencias sociales nos acercamos a la vida cotidiana de las personas
trans y categorizar las temáticas que se abordan; transfeminismo, identidad de género,
comunidad LGTBQ+, psicología social comunitaria, complejidad, transdisciplina y
metodologías reales para la comunidad.

La Psicología Social como dispositivo deconstruccionista busca desafiar y


desestabilizar las estructuras sociales dominantes, promoviendo una comprensión más
amplia, inclusiva y crítica de la naturaleza humana y su interacción con el entorno social.

Para comprender los procesos de resistencia y transformación colonial, los


investigadores, investigadoras sociales deben estar comprometidxs con la trans-formación
del presente; es decir, el cambio de estructuras y la formación de los nuevos actores que
deberán vivir en ellas; y tienen que buscar comprender los factores que permiten mantener
las condiciones de exclusión/opresión y valorar el impacto que tienen en la constitución o
desestructuración de la subjetividad, entendida como la síntesis que la persona hace de su
historia y como determinación de su proyecto de futuro (Gracia, 1989)

La necesidad de una ciencia ubicada al otro lado del discurso hegemónico, obliga a
reflexionar las categorías utilizadas por la psicología comunitaria hegemónica, y construir un
marco teórico para comprender los sentidos y los significados, que la opresión y la
liberación tiene para los excluidos (Flores, 2013)

Estos textos nos ofrecen un panorama amplio y detallado de cómo se estudia la


psicología social-comunitaria y la psicología social, desde la comprensión de la identidad
individual en contextos sociales hasta la aplicación de métodos como lo son el relato de
vida, la entrevista colectiva y observación participante, además de los paradigmas
complejos en la investigación psicosocial.
Conclusión.

El heteropatriarcado capitalista, brinda pocas oportunidades de vivir, de ser


consideradx ciudadanx políticx, y cuando lo hace es como prebenda para aquellxs que
estén en concordancia con las epistemologías visuales binarias, es decir, que representen
el lado poderoso de las diferencias sexuales, raciales y de género (Valencia, 2018).

Valencia (2018), autora mexicana, hace una reflexión sobre el contexto de nuestro
país, “los movimientos transfeministas tienen la responsabilidad política de desnecropolitizar
nuestro contexto cotidiano, para lo cual es necesaria una crítica radical a las estructuras de
la violencia, a la misoginia y a la homofobia como categorías fundantes de la masculinidad y
la feminidad machista en nuestro país” (p. 40).

El transfeminismo no busca un diálogo con el soberano, ni participar de los aparatos


de verificación de verdad basados en el binarismo femenino-masculino, hetero/homosexual,
blanco/no blanco, sino que está articulado en redes de cuerpos insurrectos y a-ciudadanxs
que ya no reproducen de manera sumisa el proyecto neoliberal y heteropatriarcal disfrazado
de proyecto. nacional, y en cambio constituyen un nosotrxs ciudadano, es decir, una alianza
posible para la ciudadanía (Valencia, 2018).

Según Rigueiral, Seidmann (2016), durante mucho tiempo, las identidades trans
quedaron relegadas al ámbito de los informes policiales, de la criminología y de la
psicopatología. En las últimas décadas y tomando el modelo de la antipsiquiatría,
comienzan a alzarse voces disidentes que cuestionan la patologización de estas
identidades y denuncian las diversas vulneraciones a los derechos humanos que viven a
diario estas personas.
Los estudios desde las ciencias sociales sobre la población trans tienen una
trayectoria muy corta en el ámbito académico y se remontan a fines de la década de 1980 y
comienzos de los 90. En el área de la psicología, se encontraron pocos estudios que se
enfoquen en aspectos de la vida cotidiana de las personas trans (Rigueiral, Seidmann,
2016).
Por ello, creo necesario y emergente crear trabajos para la comunidad trans, sin
catalogar ni etiquetar. Trabajos con perspectivas incluyentes y cualitativas, que se
envuelvan en la experiencia, en las subjetividades de la comunidad.

La intersección entre la comunidad trans y la psicología social-comunitaria es


fascinante y crucial. La psicología social-comunitaria se enfoca en comprender y abordar los
desafíos sociales desde una perspectiva colectiva, reconociendo la importancia de la
comunidad en la formación de identidades y experiencias individuales. En el contexto de la
comunidad trans, este enfoque puede ser especialmente relevante y valioso.
La comunidad trans ha enfrentado históricamente estigmatización, discriminación y
marginalización. La psicología social-comunitaria puede y nos ofrece un marco para
comprender cómo estas experiencias son moldeadas por las estructuras sociales, al mismo
tiempo que busca promover el bienestar y la transformación de las problemáticas dentro de
esta comunidad.

Considero que los siguientes aspectos importantes a considerar de nuestro trabajo son:

● Construcción de identidad de género: La identidad de género es un aspecto


fundamental en la vida de cualquier persona. La psicología social-comunitaria puede
explorar cómo se forma y se viven las identidades en el contexto de nuestro mundo
histórico, teniendo en cuenta factores culturales, sociales y políticos y relacionales.

● Apoyo comunitario: La comunidad trans puede ofrecer un espacio de apoyo vital.


La psicología social-comunitaria puede estudiar cómo estas comunidades pueden
ofrecer y crear redes de apoyo, recursos y espacios seguros para quienes forman
parte de ellas.

● Lucha por la igualdad de género: La lucha por la igualdad y la inclusión es un


aspecto central para la comunidad trans. La psicología social-comunitaria puede
analizar cómo se desarrollan estrategias colectivas para abogar por derechos,
políticas inclusivas y cambios sociales que promuevan la igualdad de derechos para
las personas trans, desde adentro.
● Educación y sensibilización: La psicología social-comunitaria puede abordar la
importancia de la educación y la sensibilización para desafiar los estereotipos,
reducir el estigma y promover una mayor comprensión y aceptación hacia las
personas trans en la sociedad.

En conclusión, la psicología social-comunitaria puede desempeñar un papel vital al


explorar y abordar los desafíos y las fortalezas de la comunidad trans desde una
perspectiva colectiva, fomentando la inclusión, la creación de espacios dignos para coexistir
y la libertad de género en la sociedad.
Según Piper (2002) “Entender las subjetividades como prácticas sociales en
constante producción abre posibilidades emancipadoras, en la medida en que las presenta
como un proceso interior a las relaciones sociales. Nosotros/as somos las subjetividades
que producimos, y por lo tanto somos nosotros/as quienes, por medio de la articulación de
prácticas diferentes, estamos en poder de transformarlas” (citado en Flores, 2013, p.43).

Flores (2013) comenta que, es evidente que para construir una ciencia liberadora es
imprescindible colocarse al otro lado del discurso oficial y resignificar el sentido de la ciencia
simplificadora; lo importante de romper con lo esquemático de los manuales de enseñanza
e introducirse en el ámbito de la praxis (síntesis de la teoría y la práctica) comprometida con
lxs excluidos/oprimidos, además del compromiso ético/político ya señalado, en donde la
ética se constituye en un factor que determina las dimensiones de racionalidad enfrentadas;
por ello:
Baro (1998) nos aproxima: “La Psicología latinoamericana debe descentrar su
atención de sí misma, despreocuparse de su status científico y social y proponer un servicio
eficaz a las necesidades de las mayorías populares”, acción que también tendrá que
realizarse en la investigación social en general (citado en Flores, 2013, p.44).

La psicología-social comunitaria comprometida con los sujetos/sujetas


excluidos/oprimidos trabaja en la creación de conceptos y categorías que permitan hacer
una lectura coherente de la realidad; trata de conceptualizar lo psicológico y resignificar lo
comunitario a partir de su praxis y desde un horizonte ético/político situado en la esperanza
de liberación; es decir, camina por un sendero que toma en consideración la conciencia
ingenua y mira hacia la construcción de una conciencia crítica; transita de la vida ordinaria
(el diario vivir) hacia la vida cotidiana entendida como acción que construye futuro, en ese
camino es importante buscar: “(…) el desarrollo de la conciencia crítica, de la ética, de la
solidaridad y de las prácticas cooperativas, igual que de autogestión, a partir del análisis de
los problemas cotidianos de la comunidad que marca la producción teórico práctica de la
Psicología social comunitaria (Flores, 2013).

Vamos concluyendo y compartiendo que, la psicología social no debería limitarse a


entender y analizar los fenómenos sociales tal como se presentan superficialmente, sino
que debería adentrarse en la comprensión más profunda de las dinámicas sociales
subyacentes. La deconstrucción como una herramienta fundamental, se usa para desvelar
cómo se construyen las realidades sociales, las identidades y los significados en interacción
con el entorno social.

Vayamos desafiando las nociones tradicionales de la psicología social, instando a


los investigadores, investigadoras a cuestionar las verdades establecidas y a explorar las
múltiples capas de significado en la vida cotidiana. El enfoque deconstruccionista del cuál
habla Gracia Ibáñez (2018), permite desarticular las normas, prejuicios y estructuras de
poder arraigadas en la sociedad, revelando así las complejidades y contradicciones de la
realidad social.
En esencia, este texto aboga por una psicología social y una psicología social
comunitaria que no se contente con aceptar las realidades sociales como dados, sino que
se sumerja en un proceso de desmontaje y análisis profundo de las construcciones sociales,
abriendo así nuevas posibilidades para comprender y abordar los fenómenos sociales
desde una perspectiva más crítica y reflexiva.
Referencias:
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incomodar, sanar y construir comunidad. Debate feminista, 55, 104-128.
Martínez, M. F., Reyes, C. E., & Lespier, Z. (2017). Actitudes, conocimiento y
distancia social de psicoterapeutas con la comunidad transgénero y transexual. Revista
puertorriqueña de psicología, 28(1), 98-113.
Villa-Rueda, A. A., Onofre-Rodríguez, D. J., Colina, J. A. D. D. L., Churchill, S., &
Mendoza-Catalán, G. (2022). “¿Por qué pasa esto? Porque vivimos en una sociedad que
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noreste mexicano. Cadernos de Saúde Pública, 38, e00266920.
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