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Universidad Nacional Autónoma de México

Facultad de Estudios Superiores Iztacala

VIH, trabajo sexual y violencia dentro la población trans; los únicos modos de
vida.

Tutorías social.

Presentado por:
López Pérez America Donaji.

Grupo: 1712

Profesor: Alejandro Cerón Martínez.

Fecha de entrega: 1 de diciembre de 2023.


Tesis: Las mujeres trans tienen pocos espacios dentro de su cotidianidad, espacios
en donde la misma sociedad las coloca, en el blanco de una violencia patriarcal y una
discriminación transfóbica en contra de sus derechos humanos, borrándolas del sistema y
de la ciudadanía.

Introducción.
El siguiente trabajo ofrece una mirada compasiva y crítica a las experiencias
violentas de las mujeres transgénero, llamando emergente la atención sobre la importancia
de crear un análisis profundo dentro de un contexto latinoamericano hacia los modos de
vida de las mujeres trans, los espacios que ocupan, la violencia que les atraviesa y el lugar
que les asigna la sociedad misma.
Para ir introduciéndonos en sus contextos, podemos ir compartiendo y analizando lo
que despiertan las mujeres trans en la sociedad, y para no irnos tan lejos, situaremos de
primera instancia, el mundo en Latinoamérica.
Para empezar, Moreno y Pardo (2028) comentan: “La violencia contra las mujeres es
una pandemia mundial, América Latina y el Caribe es la región más violenta para ellas.
Esto, en gran medida, se atribuye a que la cultura patriarcal tan arraigada, rige
prácticamente todas las costumbres y prácticas de la vida diaria, las cuales han relegado y
limitado los derechos y libertades de las mujeres. Esta cultura, naturaliza la violencia contra
la mujer, produce estereotipos, perpetua y reproduce la discriminación. En Latinoamérica,
son las que más sufren los efectos de los bajos niveles de ingreso y la desigualdad. A nivel
mundial, la violencia de género ha sido reconocida como una violación a los derechos
humanos, además de que tiene importantes implicaciones para la seguridad, la construcción
de la cohesión social y el sano desarrollo personal de las mujeres y las niñas de una
sociedad”.

Reconociendo que Latinoamérica es uno de los continentes con altas cifras de


violencia contra la mujer. En México, según el INEGI (2021) al menos el 70% de las mujeres
de 15 años y más, 70.1% han experimentado al menos un incidente de violencia, que puede
ser psicológica, económica, patrimonial, física, sexual o discriminación en al menos un
ámbito y ejercida por cualquier persona a lo largo de su vida. Esta violencia marcada
solamente por ser mujer, “una mujer nacida biológicamente y socialmente hablada”.
¿Podemos imaginarnos la violencia que sufren las mujeres que pudieron reivindicar
su existencia, su género, en contra de la norma, de lo establecido, sobre el sistema que les
colocó/posicionó en un lugar dependiendo su sexo biológico?
Según el último informe del Observatorio Nacional de Crímenes de Odio (2020), de
las 152 agresiones registradas, 129 corresponden a mujeres trans. Sumado a esto, la
expectativa de vida de las personas transgénero en México es de 35 años, de acuerdo con
la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (2022).

Se comprende la transexualidad, de modo general, como la condición de la persona


que no se reconoce y no vive su género de acuerdo con el sexo designado en el momento
de su nacimiento (Hining, Toneli, 2022). Por el contrario, el transgenerismo es un concepto
desarrollado por las propias personas trans para desvincularse de la gestión biomédica de
sus cuerpos y subjetividades. Desde el transgenerismo, se exploran formas de experiencia
y visibilidad que trascienden los dualismos y se problematizan las categorías que conforman
nuestro universo sexo genérico (Grau, 2015).

Para comentarlo con autores diferentes, según Villa, Onofre, Colina, Churchill y
Mendoza (2022) “Una mujer trans, es una persona que fue asignada con el sexo masculino
al nacer y que tiene identidad de género femenina. Las identidades trans subvierten la
expectativa social de hetero-cisnormatividad que sostiene que “existen solo dos géneros,
que el sexo refleja el sexo biológico, y que solo la atracción entre personas de géneros
‘opuestos’ es natural y aceptable”.
Así bien, muchas veces ocurre, que las mujeres trans son excluidas de sus propios
hogares, contextos, luego de expresar su identidad. Además, en su mayoría no pueden
acceder a trabajos formales y deben ejercer la prostitución como medio de subsistencia.

A continuación, citaremos un pequeño fragmento de Quintero (2020) en su trabajo


Factores Psicosociales Relacionados con la Construcción del Proyecto de Vida de una
Muestra de Mujeres Transgénero de la Ciudad de Medellín: “Las mujeres trans siempre han
sido objeto de señalamientos y juzgamientos, por su manera de existir y resistir ante una
sociedad guiada por prejuicios morales y creencias religiosas, mismos que no les permite
ver que precisamente por sus actuaciones como ciudadanía, dichas mujeres trans terminan
realizando labores cuestionadas y desarrollando comportamientos violentos, suelen hablar
desde su percepción, por cierto generalizada, en donde se piensa que las mujeres trans son
muy agresivas, de hábitos indecorosos, poco sociables, que todas ejercen trabajo sexual o
de peluquería, labores estereotipadas, desconociendo el contexto del por qué ellas deben
recurrir a dichas labores y actos para sobrevivir; ya que como sociedad se les violenta,
estigmatiza, segrega, niega sus derechos adquiridos y se pretende que tengan calidad y
estilo de vida idealizados o establecidos desde la heteronormatividad, que no transgredan,
ni den cuenta de su sentir interno, proyectándolo a lo externo”.
Siguiendo con el mismo, Quintero (2020) “Esa misma sociedad que espera de las
mujeres trans un comportamiento normalizado, pero que no las trata igual que a todas las
personas, pretende que tengan un estilo y proyecto de vida estandarizado, pero no otorga
los medios para hacerlo”, es la misma que ha permitido que la expectativa de vida de las
mujeres trans en Latinoamérica se haya establecido en un promedio de 35 años.
“Las violencias para con las mujeres trans vienen de todos los frentes, como la
familia que con frecuencia las rechaza y expulsa de su hogar o ellas se van para escapar de
la agresión o vivir con total libertad su tránsito. La sociedad que juzga, estigmatiza, rechaza,
segrega y asesina a las mujeres trans solo por su identidad de género. La iglesia con su
discurso moralista lleva a feligreses y creyentes a rechazarlas por ser pecadoras e
inmorales.
Los grupos armados o bandas criminales que bajo sabanas requieren sus servicios,
pero que en público las violenta y mata para demostrar su “hombría”. Los partidos políticos
de extrema derecha y moralistas que pretenden evitar que se expidan derechos y de
hacerlo, se esfuerzan en que no se disfrute de ellos, limitando los programas y proyectos de
política pública al reducir sus presupuestos. Los empresarios que no les dan trabajo por su
identidad de género, ni la oportunidad de capacitarse para hacerlo” (p.8-9).

Me parece importante recalcar y algo que considero que es pertinente hablar, es


como lo mencionado se entrelaza y si profundizamos, logramos examinar que viene desde
un borrado y un nulo reconocimiento a los propios derechos humanos, derechos que
además de competer como individuos, individuas, compete como simples seres existentes
en una mera sociedad mexicana.

Trans Feminicidios.
Iniciando con Morales (2020) “Las mujeres trans se encuentran inmersas en un ciclo
de violencia, discriminación y criminalización que generalmente comienza desde muy
temprana edad a causa de la exclusión y las violencias sufridas en sus hogares,
comunidades y centros educativos. El prejuicio, es uno de los principales detonantes de la
violencia hacia las mujeres trans. Los trans feminicidios, son el resultado de un profundo
desarrollo desigual, provocado por el actual sistema económico neoliberal, que agrava el
sistema del poder global, incentivando una acumulación legal e ilegal en diferentes ámbitos
políticos y económicos. La violencia de género, se encuentra enraizada en la cultura
machista, misógina, androcentrista y transfóbica” (p.70).
Los transfeminicidios en México representan una dolorosa realidad que debe ser
analizada para comprender las dinámicas sociales y psicológicas que subyacen a estos
crímenes atroces contra las personas transgénero. Estos actos de violencia extrema reflejan
la profundidad de la discriminación, el odio y la exclusión que enfrentan las personas trans
en la sociedad mexicana. Para darnos una idea de la gravedad del análisis, existe 1
transfeminicidio por identidad de género, por cada 5.6 feminicidios de mujeres cisgénero.

Desde una perspectiva social, es fundamental entender cómo la transfobia,


arraigada en una cultura patriarcal y heteronormativa, contribuye a la deshumanización y
vulnerabilidad de las personas trans, especialmente de las mujeres trans. La discriminación
sistemática y la invisibilización de sus identidades llevan a situaciones de violencia, agresión
y, en muchos casos, asesinatos que no solo afectan la vida de las víctimas, sino que
también generan un impacto traumático en la comunidad trans en su conjunto.
Los trans feminicidios no son simplemente casos aislados, sino que representan un
fenómeno social complejo que revela la necesidad urgente de políticas públicas efectivas,
educación en derechos humanos y una transformación profunda en la percepción social de
las identidades de género. Estos crímenes reflejan la falta de protección, la impunidad y la
falta de reconocimiento de los derechos humanos fundamentales de las personas trans en
México, por parte de un mismo sistema.

El trabajo sexual y VIH; primeros escenarios para las mujeres trans.

Las labores estereotipadas para las mujeres transgénero son el trabajo sexual y el
modelaje webcam, junto con actividades de peluquería, con estas generan ingresos para
sobrevivir, la mayoría de mujeres trans se dedican a dichas ocupaciones, un porcentaje
menor no hacen parte de las actividades anteriormente mencionadas; entre ellas se
encuentran las que han hecho ruptura de estereotipos sociales, forman parte de colectivos
trans de la ciudad, desarrollaron estudios profesionales y su manutención depende de una
actividad laboral formal (Quintero, 2020).

Esto último, no es la vida de la mayoría de mujeres transgénero, ni siquiera les


atraviesa. Su realidad es parecida a la primera idea expuesta por Quintero (2020); mujeres
trans que llegan de la calle, perseguidas, amenazadas de muerte por el mounstro del odio
transfóbico, mujeres que vivieron años de su vida en las cárceles, migración forzada,
coexisten del trabajo sexual que les transmitió VIH, Sífilis, Gonorrea, Tuberculosis y otras
enfermedades/situaciones.
Debido a que las mujeres trans no se alinean con la organización sexual-binaria,
enfrentan múltiples experiencias de estigma y discriminación a lo largo de sus vidas, las
cuales generan estas inequidades sociales de las cuáles hablábamos y que justamente
incrementan el riesgo de enfrentar resultados de salud adversos, sin embargo, nos
enfocaremos en uno de ellos; el riesgo de adquirir el virus de inmunodeficiencia humana
(VIH).
Hablar de VIH y de ITS en la comunidad, es hablar de un diagnóstico que se
comparte colectivamente, se entreteje a partir de la interacción con otras mujeres trans, la
comunidad trans resignifica de forma distinta los casos reactivos, pues para ellxs, no existe
tratamiento, ni redes de apoyo, ni familia, ni un sistema de salud que les ampare y en la
mayoría de situaciones, no existe información de la cuál sostenerse.

“El VIH es un fenómeno atravesado por la temporalidad sociohistórica y, en ese


sentido, se generan las percepciones de riesgo frente a él. Las mujeres trans son
consideradas poblaciones clave para el VIH. En un estudio reciente, aproximadamente el
19% de la prevalencia de casos del VIH se asoció a este grupo. En México, la epidemia del
VIH afecta desproporcionadamente a las mujeres trans. Entre el 16% y 32% de los casos
del VIH en el país se presentan en este grupo. En el 2017, México acumuló el 14% de las
nuevas infecciones por el VIH en Latinoamérica, el segundo país solo después de Brasil.
Las conductas sexuales, como el sexo anal insertivo/receptivo sin condón, mantener
relaciones sexuales con hombres-cisgénero, realizar trabajo sexual, mantener relaciones
sexuales bajo la influencia de drogas, son factores de riesgo para el VIH en mujeres trans”
(Villa, Onofre, Colina, Churchill y Mendoza, 2022).
Esto se debe no sólo a la identidad sexo-genérica diversa de estas mujeres, sino
también a su ejercicio del trabajo sexual dado que al poner sus cuerpos en el espacio
público las hace coexistir en escenarios tintados de violencia transfóbica. Por lo tanto, esa
violencia no les permite a las mujeres trans asumir su concepción de ciudadanas y por ende
ejercer sus derechos.

Es importante mencionar que, los estudios de género son clave para entender las
configuraciones del riesgo del VIH en mujeres trans. Los sistemas de opresión, basados en
el género y la sexualidad (hetero-cisnormatividad), producen estigma estructural y
sistémico, reproduciéndose desde lo político, institucional e interpersonal, hasta lo
individual. Tal es el caso de las leyes que criminalizan el trabajo sexual y las identidades
trans legitiman el estigma, produciendo experiencias de discriminación, violencia y
marginalización en todas las dimensiones. Además, se relaciona con las barreras para
acceder a servicios de salud y tamizaje del VIH, la falta de redes de apoyo, todos
considerados factores de riesgo para el (Villa, Onofre, Colina, Churchill y Mendoza, 2022).

Consecuencias de los modos de vida de las mujeres trans.

Según Butler (2004) comenta al respecto: “El problema radica en que, en ocasiones,
los mismos términos que confieren la cualidad de humanos a ciertos individuos, son
aquellos que privan a otros de la posibilidad de conseguir dicho estatus, produciendo así un
diferencial entre lo humano y lo menos humano. A algunos humanos no se les reconoce en
absoluto como humanos y esto conduce a otro orden de vida inviable.
Siguiendo a Hegel, si parte de lo que busca el deseo, es obtener reconocimiento,
entonces el género, en la medida en que está animado por el deseo, buscará también
reconocimiento. Pero si los proyectos de reconocimiento que se encuentran a nuestra
disposición son aquellos que deshacen a la persona al conferir reconocimiento, o que la
deshacen al negarle reconocimiento, entonces el reconocimiento se convierte en una sede
de poder mediante la cual se produce lo humano de forma diferencial” (Galligo, Almendra,
Hort, Gutierrez, Veloso, y Cendoya, 2020) (p.15).
Explorar este tema, implica comprender cómo las normas de género influyen en la
percepción y la interacción social. Desafiar estas normas puede llevar a experiencias de
estigmatización, discriminación o exclusión social, impactando la identidad y el bienestar
emocional de las personas que no se ajustan a estas normativas, hablando de estas
personas, me refiero a las mujeres trans.
Este tipo de análisis, podría examinar cómo la sociedad reacciona ante la no
conformidad de género, las respuestas individuales y colectivas a estas expectativas
sociales y cómo estas experiencias afectan la autoimagen, la salud mental y la interacción
social de quienes desafían dichas normas.

Un enfoque reflexivo sobre este tema, probablemente destaque la importancia de la


inclusión, el respeto a la diversidad de identidades de género y la necesidad de generar
conciencia sobre las consecuencias negativas de la rigidez en las normas de género.
Además, desde el análisis de consecuencias de estos modos de vida que generan los
elementos mencionados, se pueden proponer estrategias para promover una sociedad más
inclusiva y respetuosa con la diversidad de identidades de género, así como destacar la
importancia de abordar estas cuestiones desde una perspectiva interdisciplinaria.

Sin embargo, necesitamos comprender que, aunque existen miles de constituciones


de género, para las trans femeninas y las personas intersex existe una mayor dificultad para
acceder al sistema social, pues la identidad de género se expresa en la vestimenta,
comportamiento y gestos que frecuentemente rompen el molde. “Aquellos de la comunidad,
que se exponen visiblemente, son los más violentados, que los que llevan una vida de
closet”. (Rodríguez 2014, 14-15).

“La carencia de dicha preparación y oportunidades, suele ser una barrera; ya que la
mayoría de mujeres transgénero que ejecutan las anteriores actividades, se dedican por
completo a ellas, dejando en un segundo plano los estudios o la formación profesional,
viviendo el día a día sin plantearse metas concretas que permitan acceder a estabilidad
laboral y económica en el futuro, no es un secreto el auge de las web cam, de las cuales
una mujer transgénero puede generar ingresos millonarios al mes; dinero que se esfuma
rápidamente por el esparcimiento del momento y la apatía del proyectar un futuro, a tal
punto que algunas no tramitan su documento de identificación al cumplir la mayoría de edad
o no realizan el cambio de nombre y/o de sexo en el mismo, como tampoco hacen
cotizaciones al sistema de seguridad social o afiliación que permita de ser el caso acceder a
una pensión por invalidez” (Quintero, 2020, p. 15).

Esto nos apoya a ir comprendiendo los factores sociales que genera la exclusión, la
discriminación y una fragmentación como comunidad. Para el mundo, el resto de la
sociedad, ellxs no existen, están borradxs, no forman parte ni siquiera de una clase social.

La salud mental en la comunidad trans.


Las mujeres transgénero, un grupo marginado y frecuentemente excluido, enfrentan
una realidad marcada por la invisibilidad y la discriminación en numerosos aspectos de su
vida cotidiana. Dentro de la sociedad, sus espacios son limitados y, lamentablemente,
marcados por la violencia patriarcal y la discriminación transfóbica que atentan contra sus
derechos humanos básicos. Este escenario se traduce en la negación sistemática de su
ciudadanía, perpetuando su exclusión y borrándolas del sistema social.

La identidad de género, siendo una construcción social, entra en conflicto con los
valores y las normas arraigadas en una sociedad que, en su mayoría, aún se aferra a una
visión binaria y estática de género. Esta exclusión se manifiesta en la limitación de espacios
seguros y la imposición de una narrativa social que no reconoce su existencia legítima. Los
factores que las atraviesan, las privan de acceso a servicios básicos, oportunidades
laborales, educación y atención médica. La negación de sus derechos ciudadanos les
impide participar plenamente en la esfera pública, relegándolas a un estatus de invisibilidad
y vulnerabilidad constante.

Según Coll (2010) “El prejuicio sexual, mejor conocido como transfobia, hacia
personas transgénero puede entenderse como un tipo de experiencia de carácter negativo
que posee efectos duraderos y acumulativos en la salud mental. Al respecto, la
investigación sobre la salud mental en personas transgénero ha sufrido un enorme retraso
debido a la clasificación de la transexualidad como trastorno mental por las ciencias
psicológicas y médicas. Y, aunque el debate sobre el carácter patológico o no de las
identidades transgénero per se aun no ha acabado, ello ha complicado la discusión e
investigación sobre la salud mental de dicha población” (Barrientos, Espinoza, Meza, Saiz,
Cárdenas Guzmán y Lovera, 2019).

Las personas transgénero se encuentran expuestas a niveles significativos de


prejuicio, discriminación y exclusión en la sociedad, lo que puede generar un estrés crónico
y sistémico. Desde el Modelo de Estrés de las Minorías (2003), se entiende que estas
situaciones de estrés son desencadenadas por la exposición a estímulos estigmatizantes
debido a la identidad de género percibida como diferente a la norma social.
Este estrés crónico puede tener consecuencias profundas en la salud mental de las
personas transgénero. Experimentar discriminación y rechazo puede generar ansiedad,
depresión, baja autoestima, trastornos de estrés postraumático y otros problemas de salud
mental. Además, estas experiencias pueden afectar su calidad de vida, limitando el acceso
a oportunidades laborales, educativas y de salud adecuadas.

Lo anterior, es relevante debido a que, según los datos entregados en América


Latina por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) (2016), los principales
problemas de salud de la población transgénero son, o se derivan de: a) altos niveles de
exposición a violencia verbal, emocional y física incluyendo crímenes de odio; b) alta
frecuencia de problemas relacionados con la salud mental (depresión y ansiedad), c) alta
tasa de prevalencia de VIH y otras infecciones de transmisión sexual, d) alto consumo de
alcohol y drogas, e) efectos negativos de hormonas autoadministradas, inyecciones de
relleno de tejidos blancos y otras formas de modificación corporal, incluyendo
complicaciones por malas intervenciones de reasignación de sexo y, f) problemas de salud
reproductiva.
Barrientos, Espinoza, Meza, Saiz, Cárdenas Guzmán y Lovera (2019), comparten en
su artículo Efectos del prejuicio sexual en la salud mental de personas transgénero chilenas
desde el Modelo de Estrés de las Minorías: Una aproximación cualitativa:

“En Chile, datos recientes asociados a la salud mental de la población transgénero


refieren el alto porcentaje de intentos de suicidios cometidos y altos niveles de
discriminación percibida. Específicamente, en la primera encuesta nacional para estudiar
diversos aspectos de las personas transgénero, un 56 % de los participantes declaró al
menos un intento de suicidio. Dicho intento suicida fue reportado en un 48% entre los 11 a
15 años, mientras que un 27% lo reportó entre los 16 a 18 años. Estos resultados, reafirman
hallazgos reportados previamente por Berrero (2011) en una investigación realizada en
Chile el año 2011, donde el 50% de la población transgénero señaló haber intentado
quitarse la vida, mientras que casi la totalidad de los participantes del estudio manifestó
haber sufrido depresión (87.5%)”

En esa misma línea, la OPS (2016), destaca que una característica común entre las
personas transgénero durante su trayectoria vital es el aislamiento social, la cual puede
causar ansiedad y depresión. Por otra parte, según el mismo informe, las preocupaciones
sobre la aceptación social se transforman en un motivo constante de angustia, generando
sufrimiento y aislamiento. Asimismo, en ese reporte se enfatiza la importancia que tiene la
autoestima para una satisfactoria salud mental del colectivo transgénero.

Actualmente, a nivel internacional, se ha reportado vínculos entre identidades


transgénero y altos niveles de desórdenes mentales. Por tanto, se ha hipotetizado que la
población transgénero está en mayor riesgo que la cisgénero y que otras minorías sexuales
(gays, lesbianas y bisexuales) de experimentar mayores niveles de depresión, angustia,
suicidio y otros desórdenes mentales, debido al mayor nivel de estrés social al que están
sometidas (Barrientos, Espinoza, Meza, Saiz, Cárdenas Guzmán y Lovera, 2019).

El impacto psicológico de esta exclusión sistemática es profundo. Las mujeres trans


se enfrentan a una constante lucha por la validación de su identidad, lo que puede
desencadenar problemas de salud mental, ansiedad, estrés postraumático, depresión y
trauma psicológico. El estrés de la discriminación y el rechazo social impacta negativamente
en su bienestar emocional y físico, poniendo a prueba y en riesgo su propia vida. Sin
embargo, no solo hablamos de estos factores, volvamos a elementos anteriores: los trans
feminicidios.
Estos actos de violencia, también influyen en la salud mental de la comunidad trans.
El miedo constante, la ansiedad, la depresión y la desconfianza hacia las instituciones
pueden ser consecuencias profundas de vivir en un entorno donde la violencia y la
discriminación son moneda corriente.

La necesidad de reconocimiento y acción; derechos humanos.

Comenzamos comentando con Bernal (2018) que “Los individuos de la población


LGBTI+, son considerados población vulnerable, por ello son sujetos de especial protección
constitucional, protección que encuentra su sustento en los postulados de la Constitución
Colombiana y en los instrumentos internacionales de derechos humanos, que integran el
bloque de constitucionalidad y que parten del supuesto del reconocimiento de la
desigualdad real y material a la que se han visto sometidos históricamente” (p. 229).

Postulamos lo anterior, porque como decíamos en el apartado de la introducción,


necesitamos reconocer con la comunidad y concientizar los derechos que poseen para
resignificar sus vidas, aunque todo el mundo les diga que no, que no existen. Ahí están y es
de lo tendrán que sostener y que sostendremos colectivamente.
Con el texto Los derechos fundamentales de las personas transgénero de Bernal
(2018), analizamos la emergencia de reconocer legalmente la identidad de género como un
derecho fundamental. El cómo sólo la ausencia de reconocimiento, puede generar exclusión
social, vulnerabilidad y limitaciones en el acceso a servicios básicos y derechos
fundamentales, como la salud y la educación, me parece bastante necesario abordarlo.
La relevancia que existe y prevalece de garantizar la dignidad de las personas
transgénero, subrayando la necesidad de políticas y leyes que prohíban la discriminación
basada en una identidad de género, que no solo abarca aspectos individuales, como
comunidad limita su participación plena en la sociedad.

Hablemos, por consiguiente, con la contraparte de lo estipulado durante el texto


¿Qué se necesita para vivir una vida digna y estable para un sujetx trans?
Quintero (2020) comenta: “Las habilidades blandas como la actitud positiva, de
relaciones interpersonales y la capacidad de liderazgo, permiten gestionar para encontrar,
tomar y aprovechar oportunidades cuando se cuenta con seguridad y confianza en sí
misma, al tener acompañamiento familiar y/o de colectivos de personas trans de los cuales
reciben afecto, orientación, asesoría o formación, forjan su identidad de género, la
subjetividad de mujer y se empoderan sobre sus derechos para hacer frente a las
dificultades que la sociedad les impone por transgredir la heteronormatividad” (p.3).
Es esencial comprender, desde una mirada social, y en un marco interdisciplinario,
abogar por la creación de espacios inclusivos que reconozcan y respeten la diversidad de
identidades de género. La sensibilización social y la educación son pilares fundamentales
para combatir la discriminación y el prejuicio. Se requiere una transformación profunda en
las estructuras sociales, que permita el pleno reconocimiento de los derechos humanos de
las mujeres trans. Hablamos de la exclusión y la violencia sistemática que enfrentan las
mujeres trans en la sociedad, que representan una grave violación de sus derechos
humanos. Se puede y debe jugar un papel crucial en la lucha por la justicia social,
abogando por la inclusión, el respeto y el reconocimiento de la identidad de género como un
derecho fundamental de toda persona.

Conclusión.

Llamamos a la lucha por la ciudadanía y la búsqueda de reconocimiento de


derechos para las personas trans, a la creación de espacios dignos y sanos. Espacios
donde se debe trabajar para promover la inclusión, generar conciencia social y abogar por
cambios políticos y legales que protejan los derechos de estas comunidades.
Debemos resaltar la importancia de comprender la realidad de las personas trans
desde una perspectiva psicosocial, reconociendo cómo la identidad de género y la
interacción con el entorno social afectan su bienestar psicológico y su integración social.
Hablar de estos temas, genera espacios que nos desafían a impulsar cambios
significativos en la sociedad mexicana, promoviendo el respeto y la protección de los
derechos humanos de las personas trans. Es necesario brindar acceso a servicios de salud
mental y educar a la sociedad sobre la diversidad de identidades de género, para erradicar
la transfobia y prevenir estos actos brutales de violencia.
Concluimos el escrito reflexionando sobre, la necesidad de erradicar la violencia y la
discriminación transfóbica, así como a promover la ciudadanía plena y el reconocimiento de
los derechos de las personas trans para construir una sociedad más digna y justa para
todos los individuxs, independientemente de su identidad de género.
Se hace un llamado a la creación de políticas inclusivas, apoyo comunitario y
recursos adecuados para apoyar sus derechos, necesidades y bienestar, claramente
destacando la complejidad de la identidad transgénero en el contexto latinoamericano.
Resaltando así, la necesidad de abordajes integrales, que reconozcan y apoyen las
experiencias únicas de estas mujeres, promoviendo una posible inclusión y nombramiento
de identidades de género en sociedades diversas y en constante cambio.
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