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Polémica Thibaut-Savigny
Polémica Thibaut-Savigny
“(...)La síntesis de este punto de vista es que todo derecho nace como derecho
consuetudinario (...); es decir, todo Derecho es originado primeramente por la costumbre y las
creencias del pueblo y después por la jurisprudencia y, por tanto, en todas partes en virtud de
fuerzas internas, que actúan calladamente, y no en virtud del arbitrio de un legislador”.
“(...)A lo que se alude (cuando en nuestros días se habla de la necesidad de códigos
generales es a que) el Estado debe investigar todo su sistema jurídico y fijarlo por escrito, de
manera que este libro valga en lo sucesivo como fuente única del Derecho y deje de regir todo
lo que hasta entonces hubiera podido estar vigente. Ante todo, cabe preguntarse de dónde se
derivaría el contenido de ese código. Según una opinión expuesta más atrás, muchos afirman
que este contenido debe determinarlo el Derecho racional general, sin prestar atención al
Derecho existente. Pero cuantos tenían a su cargo su ejecución y quienes, por cualquier otra
causa, conocían prácticamente el Derecho, se han abstenido naturalmente de esta opinión
jactanciosa y completamente vacía y se han mostrado de acuerdo en que lo que debe ser
recopilado de todos modos es el Derecho vigente, si bien con las modificaciones y correcciones
que, por motivos políticos, se consideren necesarias (...) Tendremos que considerar el código
como la recopilación de todo el derecho vigente, al que el Estado mismo ha conferido una
validez excluyente.
Es natural que en una época en la que se escribe tanto como en la nuestra, presupongamos
esto último como esencial en una empresa de esta índole, puesto que, dada la gran profusión de
autores y la rapidez con que cambian los libros y su prestigio, ningún libro singular puede
alcanzar una influencia predominante y duradera a no ser mediante el poder del Estado. Pero
en sí, puede pensarse perfectamente que este trabajo fuera realizado por jurisconsultos
particulares, sin el requerimiento ni la sanción del Estado. En el Derecho germánico antiguo
esto era frecuente y nos habría costado mucho trabajo hacer comprender a nuestros antepasados
la diferencia existente entre un libro de Derecho en cuanto obra privada y un verdadero código,
que a nosotros nos parece tan natural y esencial. Pero ahora vamos a atenernos al concepto que
resulta apropiado para nuestra época. Sin embargo, es claro que la diferencia radica
exclusivamente en que la iniciativa y la sanción provienen del Estado, no en la naturaleza
del trabajo mismo, que es en todo caso muy técnica y en cuanto tal, propia de los juristas.
Los requisitos de un código semejante y los efectos que se esperan de él son de dos clases.
Por propia naturaleza, el Derecho debe dar origen a la más elevada certeza jurídica y, con ella,
a la más elevada seguridad de una aplicación uniforme. Según esto, es preciso corregir y
rectificar los límites externos de la validez del Derecho, puesto que, en lugar de distintos
derechos locales, debe aparecer un derecho nacional general. (...).
Para todo el mundo resulta evidente que esa ventaja interna (la certeza) depende de la
perfección de la ejecución (...) En lo tocante a la materia, el cometido más importante y más
difícil es la integridad del código (...) Puesto que el código está destinado a ser la única fuente
del Derecho, debe contener efectivamente de antemano la solución para todos los casos que
puedan presentarse. Con frecuencia se ha considerado que sería posible y bueno adquirir, por
medio de la experiencia, un conocimiento completo de los casos singulares en sí mismos, para
resolver entonces cada uno de ellos mediante el pasaje correspondiente del código. Pero quien
haya observado con atención casos litigiosos se dará cuenta fácilmente de que esta empresa ha
de ser infructuosa, porque los casos reales presentan diversidades más allá de lo imaginable.
Precisamente en los códigos más modernos se ha abandonado por completo todo esfuerzo
por aparentar esa integridad material sin que se la haya sustituido por ninguna otra cosa.
Y evidentemente tal integridad puede conseguirse de otra manera, que puede explicarse
mediante una expresión técnica de la geometría. En efecto, en cada triángulo hay ciertos datos
conocidos, de cuya combinación se infieren necesariamente todos los demás: por ejemplo,
mediante la combinación de dos lados y el ángulo comprendido entre los mismos, está dado el
triángulo. De modo análogo, cada parte de nuestro Derecho tiene fragmentos tales que de ellos
se derivan los demás: podemos llamarlos los principios rectores. Inducir estos y, partiendo de
ellos, descubrir la coherencia interna y la afinidad que presentan todos los conceptos y preceptos
jurídicos es uno de los cometidos más difíciles de nuestra ciencia y el que propiamente da un
carácter científico a nuestro trabajo”. (...)
“Si resumimos lo que se ha dicho aquí sobre las condiciones de un código perfecto, resulta
claro que son muy pocas las épocas que han tenido capacidad para satisfacerlas. En los pueblos
jóvenes se encuentra, en realidad, la visión más precisa de su Derecho, pero les falta para los
códigos el lenguaje y el arte lógico. (...) En épocas de decadencia, por el contrario, falta en casi
todas las leyes conocimiento tanto de la materia como del lenguaje. Por tanto, solo queda una
época intermedia, que precisamente para el Derecho puede valer como cumbre de la perfección,
aun cuando no necesariamente en otros aspectos. Solo que una época semejante no siente la
necesidad de un código para sí misma”.
La propuesta de Thibaut
Thibaut asegura, en la introducción a su obra, que él habla como ardiente amigo de su
patria, y ciertamente tiene derecho a decir esto porque durante la época del Code sostuvo, en
una serie de recensiones, la dignidad de la jurisprudencia alemana, en tanto que muchos
aplaudían con insensato regocijo la nueva sabiduría y otros muchos incluso la dominación a
que ésta conducía. Asimismo, la finalidad de su propuesta, que era una unificación más firme
y más íntima de la nación, corrobora este buen sentimiento, que yo reconozco con alegría. Hasta
este momento estamos, pues, de acuerdo, y por lo mismo nuestra controversia no es hostil,
ambos aspiramos de todo corazón al mismo fin, y solo deliberamos y debatimos acerca de los
medios. Pero indudablemente, acerca de esos medios, nuestras opiniones son muy contrarias.
(...) Thibaut admite que el código propuesto podría hacerse en dos, tres o cuatro años, no como
un mero subterfugio, sino como una obra con todos los honores, que puede ser heredada como
una reliquia por nuestros hijos los hijos de nuestros hijos y que incluso en el futuro solamente
habría que enmendarla en lugares aislados. (...) Naturalmente, la cuestión capital es quién debe
hacer esta obra (...) (Thibaut) pide un trabajo colegiado, no de uno, ni de unos pocos, sino de
muchos. (...) (Pero) El código es un trabajo tal que, en él la fuerza unida de muchos no
representaría en modo alguno una fuerza incrementada en proporción al número de estos. (....)
Conclusión.
Resumiré una vez más en breves palabras dónde coincide mi opinión con la de los
partidarios de un código y dónde se separan ambas opiniones.
En el fin, estamos de acuerdo: queremos una base de un derecho seguro, seguro contra la
injerencia de la arbitrariedad y los designios injustos; queremos la misma comunidad de la
nación y la concentración de sus esfuerzos científicos en el mismo objeto. Para este fin, ellos
piden un código, que sólo traería la deseada unidad para la mitad de Alemania, y la otra mitad
quedaría, en cambio, aún más separada que antes. Yo considero que el medio apropiado está en
una ciencia del Derecho orgánica progresiva, que puede ser común a toda la nación.
También estamos de acuerdo en cuanto a la manera de enjuiciar la situación actual,
porque ambos reconocemos que es defectuosa. Pero ellos ven la causa del mal en las fuentes
del Derecho y creen que su remedio está en un código, y yo encuentro la causa de este mal más
bien en nosotros mismos y precisamente por eso creo que no estamos llamados a hacer un
código.