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GASPARD-FÉLIX TOURNACHON
“Ahora bien en mi humilde opinión, comenzar a vivir de una forma y por las
circunstancias cualesquiera, no define el futuro de nuestras vidas, quizá quedarse
sin trabajo, es la clave para encontrar nuestro destino; la derrotas y los fracasos al
final sólo son trampolines, a nuevos y mejores espacios en el planeta. Todo es
cuestión de saber con qué y cómo nos sentimos bien, para poder así encontrar
nuestra verdadera labor.” Nadar
Los estudios
En 1849 entra en contacto con el mundo de la fotografía y cuatro años más tarde
abre su primer estudio junto con su hermano. En él tomaba solamente dos o tres
retratos por día enfatizando la expresión del modelo y logrando imágenes de gran
calidad compositiva.
Pero fue en 1861, con la adquisición del estudio situado en Boulevard des
Capucines nº35 donde años antes había estado Gustave Le Gray, cuando comenzó
a imprimir varias decenas de fotografías por día y donde realizó la serie de retratos
de personalidades llamada Figures Contemporaines que le catapultaron al
estrellato.
Mantenía unas ideas estéticas sobre cómo realizar los retratos que le alejaban de
los criterios más comerciales, pero que por el contrario lo elevaban al rango
artístico. En todo momento se negó a colorear los retratos, así como a practicar
cualquier tipo de retoque. También renunció a la utilización de elementos de atrezzo.
Nadar únicamente se sirve de la luz (modo de iluminar al modelo) y del gesto
(mirada y actitud de los modelos favorecida por la relajación de los amigos
fotografiados), como elementos principales de la fotografía.
George Sand y Sarah Bernhardt fueron casos especiales, pues el fotógrafo francés
no acostumbraba retratar mujeres.
El viaje de Mapplethorpe
hacia la fotografía
En la década de 1980, Robert
Mapplethorpe se centró en modelos
desnudos masculinos y femeninos,
delicados bodegones florales y retratos
muy formales de artistas y famosos. Cabe
preguntarse por qué se sintió atraído por la
fotografía de flores para estos tres temas y qué atractivo sensual tenía para él.
Aunque Mapplethorpe exploró varios medios, fue la fotografía lo que realmente le encantó.
Y las flores, con sus complejidades, se convirtieron en su tema favorito. Pero, ¿por qué?
Para Mapplethorpe, las flores no eran sólo objetos bellos, sino seres que desprendían
sensualidad. A través de su lente, una simple orquídea podía irradiar la fuerza de un abrazo
apasionado.
Técnicas e innovaciones
Su uso de la luz y la sombra, combinado con
una meticulosa atención al detalle, distingue su
fotografía de flores. No son sólo imágenes, sino
historias. Las flores de las imágenes de
Mapplethorpe hablan de nostalgia, intimidad y la
esencia de la vida.En una imagen, la elegante
curva de un lirio resplandece de pureza. En la
imagen siguiente, la profundidad y la textura
pueden reflejar intensos anhelos. Es esta
dualidad la que ha fascinado y a veces
escandalizado a muchos.
Controversias y asociaciones
Con un arte tan audaz como el de Mapplethorpe,
la polémica es inevitable. Podría decirse que fue
uno de los fotógrafos más controvertidos, pero
más grandes, del panorama homoerótico.
Aunque su fotografía incluye una amplia gama de
alabadas naturalezas muertas vegetales que
representan tulipanes, orquídeas, amapolas,
lirios y azucenas -incluida su famosa
composición Calla Lily (1986, impresión en plata,
Museo Solomon R. Guggenheim, Nueva York)-,
es más conocido por sus controvertidos
desnudos masculinos y otras fotografías de la
“escena del cuero” neoyorquina. Algunos
consideran su obra profunda, otros provocativa,
rayana en la pornografía o el racismo, sobre todo
sus obras de principios de la década de 1980, en
las que aparecen representaciones gráficas de
imágenes homoeróticas o basadas en el
sadomasoquismo y su fascinación por los cuerpos masculinos desnudos de raza negra.
Estas obras nunca fueron creadas con la intención de crear un marco político o ideológico;
simplemente fotografiaba lo que le parecía bello y trataba a todos sus sujetos por igual,
independientemente de lo que fuera.
Robert Frank es uno de los artistas que comparten el Olimpo de la imagen fija con
gigantes como Henri Cartier-Bresson, Walker Evans, Eugène Atget o Garry
Winogrand. Es tan grande y profunda su influencia que se corre el riesgo de tomarla
por hecho, de obviarla.
En el trabajo de Robert
Frank prevalece el fondo sobre la forma por una nariz de caballo, como decía Gilles
Peress.1bis La impronta personal tiende a imponerse sobre lo documental, actitud
que impregnaría todo su trabajo y que se hace manifiesta en su obra cumbre Les
Américains, en donde el
fotógrafo presenta a los
estadounidenses desde una
óptica propia, personal,
subjetiva y libre. En muchos
sentidos, Frank es el
Zeitgeist (el espíritu del
tiempo) de la década de
1950 cuando se asiste «…al
surgimiento de una especie
de estilo documental
personalizado, caracterizado
por la utilización de la
cámara de pequeño formato
—permite integrar mejor al fotógrafo en la escena—, efectos de cortes bruscos en el
encuadre, una puesta a punto selectiva, la práctica del flou, el grano grueso
—signos todos ellos de improvisación, o de trabajo a toda prisa—, la predilección
por atmósferas y copias oscuras.»
Asimismo su obra se encuentra permeada por la expresión de la realidad, ya que
“…presentaba muchos estados de ánimo —tristeza, felicidad, amargura, ira,
pesar—, pero el tono general era pesimista.” En sus fotografías “…el estado de
ánimo que transmitía era deprimente y nihilista, y su técnica respondía a dicho
estado.” Como manifiesta Beaumont Newhall: “…a Frank no le interesaba la belleza,
sino un severo realismo, por desagradable u ordinario que fuera.”
Cuando se observa una fotografía de Robert Frank ocurre algo parecido que al
enfrentarse a una pintura de Jackson Pollock: la primera lectura parece mostrar un
cierto caos. Sin embargo, pronto comienzan a emerger patrones, y la obra se va
apropiando del observador. Aparecen el ritmo y la armonía. Se revelan las sutilezas
técnicas y llega la comprensión:
Lo que se está observando no es
un disparate, sino una obra
maestra que implica, en su
aparente libertad improvisada, un
gran control de los medios
expresivos.
Les Américains son un conjunto
de imágenes. Las fotografías
individuales pueden expresarse
como un dripping 25c de Pollock:
Cada chorreadura tiene su propio
encanto, acento y es, en sí
misma, una obra de arte. Pero
cuando se revisan las fotografías de Frank, una tras otra en el libro, pronto dejan de
ser goteos individuales para convertirse en una obra sobria, contundente y precisa.
Les Américains le tomó a su creador dos años de viaje por los diferentes territorios
de Estados Unidos. Queda de manifiesto que no hay accidente alguno. Ya dijo
Chuck Close, que “…una fotografía puede ser una obra maestra por accidente…”26
Claro está que el aficionado puede tener un golpe de suerte en el que se combinan
una escena maravillosa, una luz impactante y el modo automático de su cámara
toma una decisión tan programada como acertada y voilá! aparece una obra
maestra accidental. Sin embargo, el fotógrafo novato no sabe cómo ni por qué ha
logrado el resultado. En el caso de Frank no existe tal situación: Conoce a la
perfección la técnica, utiliza una cámara Leica totalmente manual y mantiene una
consistencia admirable en todas las fotografías de Les Américains.
«La gente intentaba volar. Como todos, yo también soñaba con volar. El aire, el
viento, el ruido del propulsor… Todo eso te causaba un sentimiento extraordinario.
Sigo teniendo esa pasión por el movimiento, por los coches, los aviones… Y ahora
también por esas cosas que van a la luna.»
«A veces me han dicho que en mis fotografías no hay momentos trágicos. Pero no
los evito, lo que pasa es que no quiero conservarlos, ni siquiera en mi memoria,
porque duelen. Durante la guerra y la liberación de París sí que tomé alguna foto un
poco trágica, pero fueron muy pocas.«
«Me gustan los pequeños accidentes de la vida. Suceden deprisa, pero las
fotografías están ahí para capturarlos. Soy como ese niño que se ríe cuando alguien
resbala con una piel de plátano y se cae. Soy un niño incorregible.»
«En el parque Bois de Boulogne, en París, las mujeres paseaban todos los días,
desde la mañana, con sus vestidos nuevos. Y todos los días, a mediodía, después
de estudiar, yo corría para verlas. Me fascinaba la moda, y aquellos sombreros…
Me gustaba ver aquellas mujeres hermosas.»
Jacques-Henri Lartigue
Jacques-Henri Lartigue fue un fotógrafo precoz que dejó en un segundo plano esta
disciplina en pos de la pintura. Sin embargo, con el paso de los siglos, su obra más
representativa es de carácter fotográfico.
Su padre era un gran aficionado y cuando Lartigue tenía 7 años le regaló una
cámara de placas. Con ella comienza a fotografiar juguetes, paseos, y elementos de
su entorno familiar.
Su fotografía trataba de captar los momentos diarios y felices de la vida. Por ello,
destaca la curiosidad por la cotidianidad del mundo, dejando de lado la creatividad
en la toma o la intelectualidad en sus imágenes.
Solía acompañar éstas de anotaciones o dibujos que le permitiera reconstruir con
mayor precisión ese momento en su memoria. Si quieres disfrutar de todos sus
álbumes puedes visitar la página oficial.
De hecho, el propio
fotógrafo relataba
cómo, con sólo cinco
años, abría y cerraba
los ojos al estilo del
obturador de una
cámara para retener
en su mente aquellos
momentos felices y
divertidos que quería
recordar. La cámara
se convirtió así en su
gran aliada.
Y así obtuvo el éxito en su cacería del tiempo en dos sentidos. El primero, quizás
más obvio, era lograr con sus congelados arrancar un instante del devenir temporal.
Una de sus imágenes más conocidas es la titulada Mi prima Bichonnade. 40, Rue
Cortambert, París, 1905. Pero Lartigue hizo mucho más que hacer simpáticos
congelados y graciosas instantáneas. En realidad, supo capturar el espíritu de su
tiempo, una Francia desahogada, donde la prosperidad, el ocio y el placer eran
parte de la esencia gala. Pero el sueño duró poco, pues la llegada de la Primera
Guerra Mundial alteró al mundo irremisiblemente.
Además, Jacques Henri Lartigue fue un innovador del encuadre, que utilizó con gran
maestría. Sus instantáneas captadas a ras de suelo, su adaptación a la velocidad de
un ciclista, la conversión de lo pequeño en grande o a la inversa, entre otros. Ello le
permitió evolucionar hacia encuadres en los que empleaba los elementos
arquitectónicos como una forma de atrapar a los protagonistas.
«Jamás les pedía permiso para hacerles fotos. Me sentaba en una silla y las veía
venir. Pensaba “esta es bonita”, y entonces me levantaba y ‘click’, apretaba el botón.
Mi cámara de entonces hacía mucho ruido y recuerdo que cuando las mujeres iban
solas y me oían solían sonreírme. En cambio, sus acompañantes masculinos se
enfadaban. Pero no me importaba, yo era muy joven. Lo importante para mí era que
ya tenía la foto que quería.
Una mujer me pidió una vez que le llevara la foto que le había hecho, pero yo era
muy tímido y me asusté. Ella era una bailarina famosa, se llamaba Regina Abaded.
Yo tenía solo 17 años, así que le dije a mi hermano que le llevara la foto.«
Lartigue fue también un pionero del color, lo descubrió en 1911, con 17 años, de la
mano de un amigo de la familia. El autocromo estereoscópico le daba por fin la
posibilidad de añadir color a los momentos felices y fugaces que llevaba años
capturando. La alegría, sin embargo, le duraría muy poco. La frágil y recién
descubierta técnica del color no tardó en decepcionarlo profundamente.
«Antes, cuando veía un día maravilloso, sentía una especie de fiebre: una mezcla
de ansiedad y desesperación. Pero esta mañana tengo placas de autocromo. ¡He
instalado mi trípode y mi cámara frente a unos árboles rodeados de la azul neblina y
me siento feliz! Siento la calma….»
Jacques-Henri Lartigue, sobre su descubrimiento de la fotografía a color
El asesinato de JFK
«Desde pequeño comencé a hacer fotos porque quería conservar los momentos
efímeros de la vida diaria. Por eso empecé a guardarlas esas fotos en álbumes.
Captaba los momentos efímeros de la vida y los guardaba. Empecé haciendo
álbumes muy pequeños, pero pronto me di cuenta de que ese tamaño no me
interesaba y probé con un tamaño bastante más grande. En aquella época, yo era
un chaval de apenas 10 años. Y desde entonces, he seguido utilizando ese mismo
tamaño y formato. En mis álbumes está todo lo que me interesa, todo lo que amo.»
Jacques-Henri Lartigue
«A veces me han dicho que en mis fotografías no hay momentos trágicos. Pero no
los evito, lo que pasa es que no quiero conservarlos, ni siquiera en mi memoria,
porque duelen. Durante la guerra y la liberación de París sí que tomé alguna foto un
poco trágica, pero fueron muy pocas.«
Jacques-Henri Lartigue
AUGUST SANDER. EL ESPÍRITU DEL TIEMPO
August Sander nació en Alemania en 1876, en Herdorf para ser más precisos. Hijo
de un carpintero conoció la fotografía en la mina de San Fernando. Cuando el joven
dejó el ambiente industrial para cumplir su servicio militar en Téveris asistió al
fotógrafo Georg Jung. Durante un par de años (1899-1901) trabajó como asistente
fotográfico en la zona vecina a Berlín y pasó por la Escuela de Bellas Artes en
Dresde. Para cuando se casó en 1901 ya era un fotógrafo hecho y derecho. Compró
un estudio en Linz (Austria) donde se instaló por una década. Finalmente estableció
su residencia en Colonia donde trabajó una parte grande de su vida. En esta ciudad
ganó fama, su estudio de retrato adquirió gran reputación y pudo dedicarse a
trabajar un proyecto personal que sería de gran envergadura.
La Nueva Objetividad
August Sander madura fotográficamente en las primeras dos décadas del siglo XX.
Llegado el momento enseña su trabajo a los llamados Progresistas de Colonia
quienes lo reciben de modo entusiasta. Es un trabajo que comienza a dar forma al
rostro fotográfico de la llamada Nueva Objetividad un tanto a la limón con la Nueva
Visión de László Moholy-Nagy.
“La corriente [Nueva objetividad] se
fundamenta en las posibilidades
técnicas que ofrece la fotografía,
basada sobre todo en la nitidez de la
imagen y la utilización de la luz para
modelar las formas y subrayar las
texturas, extrayendo efectos
insospechados sobre objetos
cotidianos.”
“Sander favorece el uso de placas de gran formato, y durante toda su vida llevaba
consigo una vieja cámara Ernemann, junto con placas de vidrio 8 x 12 y 18 x 24
cm.”
Esta elección del negativo grande no es fortuita. Aunque para entonces se disponía
de cámaras portátiles de 35mm de negativo pequeño (las famosas Leicas existían
desde 1914), las posibilidades de un cliché grande siempre ha implicado un nivel de
detalle inigualable: El medio perfecto para una
fotografía de gran precisión como la de
Sander.
La geografía humana
La idea de Sander es recorrer “El camino que va desde el hombre cuya actividad
está ligada a la tierra hasta el apogeo de la cultura en sus manifestaciones más
delicadas, antes de volver a descender hasta el débil de espíritu.”
Esta es una enseñanza importante de Sander: En nuestro mundo actual una obra
de tal magnitud sería emprendida con ánimos viajeros. Sin embargo August inicia
por lo que tiene a la mano. “Con su equipo atado a su bicicleta, atravesó las tierras
donde había crecido en busca de sujetos…” Esta es una exhortación de Sander
para el fotógrafo del siglo XXI: Trabajar con lo que se tiene disponible, a lo que se
tenga acceso sin despreciar nunca la cotidianidad que nos rodea. Esta lección la
aprendió excepcionalmente bien Walker Evans.
El propio Sander declaró
que: “Los personajes de la
carpeta surgieron de mi
patria chica, Westerwalf.
Personas cuyas costumbres
conocía desde mi juventud
me parecieron apropiadas,
por su vinculación a la
naturaleza, para materializar
mi idea en una carpeta
original.”
En su método, Sander no
elige individuos por algún
rasgo representativo, más bien suponía “con razón, que la cámara inevitablemente
revela los rostros como máscaras sociales.” Como dice Angier Roswell: “Todos sus
sujetos llevan máscaras invisibles.”
Más allá de una visión de sociólogo a ultranza, los Hombres del Siglo XX implican la
percepción de “…un artista profundamente involucrado en la evolución de su
tiempo”, concepto donde coinciden versiones: “A través de la acumulación de una
gran cantidad de detalles, el objetivo final de Sander era llegar a una comprensión
muy general: la humanidad y su propio tiempo.”
Esos dos o cuatro segundos producen una externalidad positiva: “más que la forma
en la que habrían querido ser representados [los sujetos], revelan lo que es típico de
sí mismos.”
Así pues, Sander no daba una estilización a sus retratados ni les ponía en un fondo
decorado hecho para lograr un efecto particular. En realidad Sander “había
desarrollado una mirada muy precisa e intuitiva para plasmar la tipicidad y
diversidad de la expresión humana.”
“Sander se enfrentó a esa tarea, fruto de sus ideas, no como científico ni tampoco
asesorado por sociólogos, sino confiando en su capacidad de observación. Sugirió,
al igual que los Becher, una contemplación comparativa, abogando con insistencia
por una fotografía documental,
que para él suponía lo contrario
de la forma de representación
«impresionista», «estropeada
por métodos artificiales». El
compendio refleja un
sincronismo casi fantasmal.”
Un tipo demócrata
Es importante subrayar que
August dota de igual dignidad a
todo sujeto que retrata. No
importa si es un escritor, una
secretaria, un notario o un
obrero. “Ante su cámara todos
tenían la misma importancia y significación, cualidad
ésta que desdeñaba las diferencia sociales y los
clichés.” Así pues “…Sander ofrece a cada miembro
de la sociedad, sea cual sea su posición, una
plataforma de representación igualitaria, una
uniformización que, de forma paradójica, no hace
sino reforzar la presencia individual de cada
uno.”Este proveer al sujeto con realce coloca a
Sander en una posición de auténtico proto-humanista
y lo convierte en precursor de ese peculiar estilo
fotográfico (el humanismo) que coloca a la persona
como su centro de interés.
La índole de las relaciones personales que planteó Sander “no podían ser toleradas
por los totalitarismos, puesto que si se simpatizaba con los individuos, ¿cómo iba a
ser posible reformarlos?” Tal vez por ello habría de tener tantos problemas con los
nazis.
No hace falta abordar todos los aspectos históricos del surgimiento del
nacionalsocialismo en Alemania y tampoco es necesaria una larga disquisición para
intuir que un catálogo que incluía el aspecto de los alemanes tal cual eran no gustó
a un régimen que buscaba un ideal ario y utópico.
El acoso nazi contra Sander comenzó con sus
fotografías, pero el hecho de que su hijo Erich
perteneciera al Partido Comunista Alemán
tampoco ayudó en las relaciones con el Tercer
Reich.
También existe otra tesis que implica el enojo de los seguidores de Hitler porque las
figuras nazis más importantes estaban ausentes en el catálogo.
Y por supuesto lo más probable es que hubiera sido una combinación de todas las
posibilidades anteriores que terminaron en confiscar y destruir el libro y sus placas.
Sin embargo el peor golpe para Sander fue la pérdida de su hijo Erich quien había
sido sentenciado a diez años de cárcel quien apenas a 12 meses de obtener la
libertad enfermó y falleció por negligencia y abandono en el centro penitenciario.
August pretendió crear un catálogo de los tipos en el pueblo alemán, objetivo nada
fácil de alcanzar. Pero lo que sí logró fue retratar el Zeitgeist, el espíritu de su
tiempo. Y en tal sentido Sander lanza un reto a todos los fotógrafos que habríamos
de sucederle: ¿Cómo lograr sintetizar el espíritu del tiempo que a cada uno nos ha
tocado vivir? Eso fue lo que logró plasmar August Sander con inmaculada precisión
en negativos de 18 x 24 centímetros.
EUGENE ATGET. El cronista del viejo París
Atget no se veía a sí mismo ni siquiera como
fotógrafo, ya no digamos artista, apenas un
mero registrador. Su vida fue sencilla, pero
nunca fácil: quedó huérfano siendo joven y
dio tumbos por la vida como marino, actor y
hasta pintor.
Asume su trabajo con modestia. Sin embargo al revisar sus fotografías pronto se
descubre en su obra un hombre de mirada indagatoria, impregnado de un gran
orden y una coherencia que supo mantener a lo largo de los años.
Chapado a la antigua
El tipo de negativo de placa empleado por Atget era de muy baja sensibilidad, por lo
que los tiempos de obturación eran bastante largos. Sus retratados requerían estar
un buen tiempo en la inmovilidad para poder aparecer razonablemente nítidos en la
imagen.
De modo que Atget contaba con las cualidades necesarias para conectar con sus
sujetos y establecer una relación de confianza. No se encuentra en su trabajo una
sola estampa donde el sujeto sea capturado a regañadientes, ni siquiera en el caso
de las prostitutas.
El surrealismo
Berenice Abbott
Este acervo acabó en la prestigiada colección del Museum of Modern Art (MoMA)
en Nueva York donde volvió a cautivar el ojo de otro entendido: nada menos que
John Szarkowski, el mítico de curador de fotografía en la catedral del arte
moderno.
Variedad en la unidad
El autor era un individuo extraído de las clases populares, de modo que sus
fotografías de pequeños comerciantes y habitantes de la la periferia se hacen de tú
a tú, en un plano de igualdad y no desde un pedestal condescendiente.
Si Jacques-Henri Lartigue mostraba su realidad, la del Joie de Vivre de la Francia
holgada y despreocupada, Atget hacía lo propio con el arrabal y el peladaje, pero en
ambos casos nos enfrentamos a una mirada inocente, en la primera la de un
jovencito rico, en la segunda la de un hombre cándido.
Esta forma personal, de insider, de hacer fotografría es la misma con la que Atget se
acerca París. No es la visión de un excursionista, de hecho se negó a captar la Torre
Eiffel y otras atracciones típicas de la ciudad luz. Nos lleva de la mano por las
vecindades, las verdulerías, los patios, esos pequeños rincones casi personales,
apropiados, donde parece decirnos: «¡Mira, mira!»
De modo que Atget tuvo un único motivo, la ciudad de la que estaba enamorado, en
toda su complejidad, con planos de ubicación pero también de expresión, de lejos,
de cerca, lo grandilocuente y lo mundano, lo hermoso pero también lo grotesco. La
actriz Valentie Delafosse Campagnon fue la amante de Atget durante treinta años,
pero la auténtica esposa del fotógrafo, su verdadera compañera, fue París:
Aceptaba al amor de su vida de forma incondicional, con sus virtudes y defectos. Y
la retrató insaciablemente.
Atget Artista
Sin querer o poder admitirlo el propio Atget, era un artista por derecho propio.
Ciertamente que nada dejó dicho ni escrito de su intención artística, no formuló un
manifiesto. Sin embargo Atget tiene todas las particularidades (y peculiaridades) del
artista: trabajador independiente, estilo reconocible y coherente, creador personal,
aunque vende su trabajo a instituciones él impone su propia pauta autoral.
El problema Atget
No ha faltado quien diga que Atget recibe un culto injustificado y que este modesto
creador de vistas y referencias es producto de la validación del establishment de la
cultura moderna y post-moderna y sus
estructuras institucionales
enaltecedoras/denigradoras, instituidas en
el marco de museos, bibliotecas, etcéteras.
Estas y muchas otras preguntas forman parte de eso que se ha dado en llamar El
Problema Atget.
Aportes
Atget posee una notable visión y resulta de gran interés que es un fotógrafo
humanista aún cuando en sus imágenes pudiera no aparecer una persona. Sin
embargo su retrato de la persona también se plasma en las desiertas calles,
avenidas, escaparates, pórticos y huellas de París, como testigos de la actividad
humana. Sus fotos son una huella de la propia huella del hombre que cicatriza en la
faz urbana. En otras palabras, las fotografías de Atget son un índex del índex.
GARRY WINOGRAND. FOTÓGRAFO DE CALLE
Garry Winograd nació en 1928
en el Bronx (Ciudad de Nueva
York). Era hijo de una familia de
inmigrante judíos provenientes
de Europa Oriental. Su padre
era talabartero y su madre
costurera. Desde una edad
temprana comenzó a realizar
fotografías.
Su pertenencia a la clase
trabajadora y la necesidad por
sobrevivir en uno de los barrios
menos distinguidos en la ciudad le dieron una valentía y resistencia sin paralelo. Era
lo que se conoce en Estados Unidos como un street smart.
“las cámaras me
intrigaban […] siempre
han tenido algo seductor
para mí. De pronto un
cuarto oscuro estuvo
disponible y en ese
momento nada me
detuvo. […] En la
Columbia University
había un club de
fotografía en el mismo sitio donde estudiaba pintura. Alguien me enseñó a usar los
bártulos y desde entonces no me he dedicado a otra cosa.”
Un año más tarde se matriculó en la
New School for Social Research bajo
la tutela de Alexey Brodovitch,
responsable de la fotografía y el
diseño de la famosa revista Harper’s
Bazaar. De esta escuela egresaron
nada menos que Richard Avedon y
Diane Arbus.
Sin embargo Garry abandonaría, al menos temporalmente, las calles de Nueva York
para realizar un viaje por todo Estados Unidos que cambiaría su vida para siempre.
Animales
Garry Winograd contemplaba, a través de su visor, la jungla humana. Pronto
encontró paralelismos y juxtaposiciones entre la dama regordeta y el rinoceronte, el
mozo depredador que corteja a la jovencita y el lobo al acecho, el orangután sin
salida y el oficinista…
Garry explica: “Cuando era un chico en Nueva York solía ir al zoológico, siempre me
gustó. Crecí a unos pasos del zoológico del Bronx. Cuando tuve a mis dos hijos
también los llevaba ahí. Los zoológicos siempre son interesantes. Y hacía
fotografías. De hecho las fotos de animales acaban siendo curiosas: Al revisar mis
hojas de contacto pueden verse muchas fotos de mi hijos y algunas imágenes
lúdicas. Pero en algún momento entendí que algo ocurría en esas imágenes y
entonces comencé a trabajar en ellas.”
Las escapadas al
zoológico del
fotógrafo se
volvieron menos
inocentes. Se hizo
más perceptivo de
las consonancias y
disonancias entre el
mundo humano y el
animal donde, a
pesar de las vallas,
parecían disolverse
las fronteras y se
colaban los grandes
problemas
estadounidenses en los cuadros fotográficos de Winogrand.
Estados Unidos en los sesentas había pasado por una de las etapas más compleja
de su historia. Además de las ya mencionadas crisis debidas a la segregación racial
y los descalabros políticos, era una década que había transitado de llorar a un
presidente asesinado a la minifalda y la liberación sexual. Se trata de una nación
escindida, como ya había mostrado Robert Frank. Sin embargo, “Winogrand captura
un aspecto de los sesentas mejor que cualquier otro fotógrafo: la brecha visible de
desprecio que tiene una mitad de Estados Unidos hacia la otra.”
Garry trabajaba en las calles de Nueva York junto a contemporáneos como Tod
Papageorge, Joel Meyerowitz, Lee Friedlander o Diane Arbus.
“Cada uno había afrontado el paisaje social, pero de manera totalmente distinta.
Friedlander y Winograd buscaban sus sujetos en el espacio público -tiendas, calles
citadas, aeropuertos, espacios turísticos, edificios públicos, vecindarios suburbanos
o parques de diversiones; mientras que en Winograd se contenía el drama de la
emoción humana congelada en el momento justo, Friedlander se interesaba más
por la interacción entre personas y espacio.”
Este nuevo tipo de documental “de autor” mostró una nueva función del fotógrafo
donde la visión personal, el sentido artístico propio y el registro de la realidad
comenzaron a imbricarse y transfundirse. Eso fueron, en esencia, los New
Documents, el trampolín para elevar al trío fotográfico Arbus-Friedlander-Winogrand
al estatus de leyendas.
Temas y sujetos
Cuando inició la década
de 1970, Garry Winogrand
no solo había logrado un
estilo personal: había
establecido firmemente el
canon a partir del cual se
mediría toda la fotografía
de calle después de él.
Aquel momento
significaba la madurez del
fotógrafo neoyorkino. Sus
temas y maneras de
trabajo se habían
asentado y la forma de encararlos, desde la combinación cámara-objetivo-película
hasta un modus operandi específico habían llegado a su punto exacto.
En un diálogo sostenido entre David Hurn y Bill Jay se discutía que alguien deja de
ser el dueño de una cámara para convertirse en fotógrafo cuando encuentra su
tema, el sujeto al que dedicará su mirada. Decía Hurn: “El fotógrafo debe tener una
curiosidad intensa, no un mero y pasajero interés visual, en el tema de sus
imágenes. Esta curiosidad lleva a un examen penetrante, lectura, diálogo e
investigación y muchos, muchos intentos fallidos a lo largo de un período
prolongado de tiempo.”
Por eso cuando Winogrand fotografió las el ruido visual en las avenidas, los
transeúntes, el zoológico, el muchacho del Bronx encontró la lista con aquellos
sujetos que le despertaban aquella curiosidad vehemente de la que hablaba Hurn.
Él mismo calificaba de
estúpido el título de
“fotógrafo callejero”
Paradójicamente,
muchos fotógrafos de
calle han emulado su
estilo a lo largo de la
historia.
“A pesar de que muy pocos de sus seguidores pudieron expandir su visión de forma
significativa, muchos aprendieron tan bien lo que él hacía que comenzaron a igual,
sino e que superarlo, en su propio juego.”
La estética snapshot
Garry aclara: “Esa es otra estupidez. La gente que emplea este término ni siquiera
sabe su significado. Lo usan para referirse a una fotografía que entienden mal
organizada, hecha de una manera casual, como quiera uno llamarlo. El hecho es
que la gente se refiere a la fotografía del álbum familiar, que es una de las fotos
realizadas con mayor precisión: todo el mundo está a quince pies y sonriendo. El sol
está sobre el hombro del observador. En ese momento la foto se hace, siempre. Es
una fotografía maravillosamente construida”
Garry insistía en siempre tener control sobre el encuadre y solía explicar: “Nunca tiro
sin ver por el visor -¡Oh, bueno! A veces sí, pero rara vez funciona.”
Winogrand era famoso por su necesidad obsesiva de fotografiar, “…su afán casi
neurótico por salir a la calle y retratar todo lo que sucediese con una cámara Leica
M4, en la que montaba una lente gran angular pre-enfocada —no deseaba perder
tiempo en buscar el foco—, intentando adaptar su ritmo fotográfico al frenético de la
ciudad. Disparaba una foto tras otra, despreocupado del encuadre, buscando la
rapidez y el instante.”
Una de sus frases más famosas y citadas reiteradamente es aquella de que “Me
gusta ver cómo luce una cosa fotografiada.”
Sus estampas
sorprenden por
la rudeza:
siempre cerca
del sujeto, es
un fotógrafo
agresivo,
incesante. En
su euforia
fotográfica,
llegó el
momento en
que
prácticamente
ni siquiera
perdía tiempo
en procesar sus películas y editar. “A veces pienso que soy un mecánico: Yo
solamente hago fotografías.”
Volviendo al tema del estilo de Winogrand, Sean O’Hagan explica que “Sus sujetos
tienden a mirar de vuelta a la cámara… Al rededor suyo, el mundo se inclina (el
horizonte rara vez está alineado), pero pareciera que hay una lógica
«Winograndiana» en sus composiciones y en un sentido instintivo para organizar la
geometría.” Sus inclinaciones del cuadro y las perspectivas, a veces oblicuas, dan la
impresión del “ojo avisor de un investigador privado.”
Por otra parte, esta fotografía más que ser un Momento Decisivo a lo
Cartier-Bresson, ofrecen una multiplicidad de puntos de vista e interpretaciones.
Dice Dominique Nabokov que “El estilo de Winograd es, de cierta forma, el más
difícil porque el mundo que plasma es tan cotidiano que uno nunca se detiene a
observarlo. Si se piensa en el trabajo de Josef Koudelka, Diane Arbus, Robert Frank
-o Eugène Atget, quien documento las calles y edificios de París, – cada fotografía
es una obra de arte. No tanto así con Winograd. Sus fotografías de la calle, los
suburbios, aeropuertos, el rodeo – muestran una pieza de la vida americana donde
no hay un deseo tan estético, de ser tan hermoso: él simplemente está ahí; él
registra.”
Su valentía no solamente era para caminar por las calles con la cámara. Se
enfrentaba constantemente al miedo que tenemos todos los fotógrafos de fracasar.
Su capacidad para vencer sus propios miedos es asombrosa. Él mismo decía que
“El qué no arriesga no gana: en cada fotografía te expones a fracasar.” Su valor no
era el de no tener miedo, sino el saber dominarlo y sobreponerse.
Garry solía cargar con dos cámaras equipadas con objetivos grandes angulares de
28mm. Esta óptica abarca un ángulo grande (unos 76º contra los 46º que permite el
ojo humano) y obliga a realizar las fotografías a corta distancia para tener un punto
de interés más evidente. Marvin Heiferman explica que Winogrand utilizaba el gran
angular para lograr apiñar tanto como fuera posible en el cuadro: Parecía querer
incluirlo todo.
Fotógrafo al descubierto
Garry
Winogrand al
descubierto en
Los Ángeles.
Fotografía por
Ted Pushinsky.
Cotter Holland
dice: “Podías
sentirlo ahí,
este gran tipo
poniéndose
enfrente de la
cara de
alguien… Si observas con cuidado algunas de sus fotos en Manhattan, verás cómo
los transeúntes miran a la cámara mientras él observa hacia otro lado. La ilusión de
un ojo omnisciente es una ilusión, está ausente en ese trabajo. El fotógrafo es un
trabajador urbano más.”
Winogrand no era un cazador furtivo, sino un guerrero que daba la cara. Empero,
sonreía todo el tiempo y saludaba con la cámara. A veces disimulaba arreglando
algo en su equipo y la gente perdía el interés en él rápidamente. Mason Resnick,
quien asistió a clases con Winogrand refiere que:
Resnick recuerda también que el maestro “…se quedaba quieto en medio del tráfico
peatonal. Fotografiaba prolíficamente. Se podía tirar un rollo entero casi sin
parpadear. Conforme cambiaba la película, yo le preguntaba si le pesaba el perder
fotos mientras recargaba. «No» me contestó, «simplemente no hay fotos cuando
recargo.» Winogrand siempre observaba a su derredor y, con frecuencia, descubría
algo ocurriendo al otro lado de la calle e, ignorando el tráfico, cruzaba la calle para
obtener la foto.”
Algo interesante
Narrativa
En el estilo de Winogrand, hay quien ha querido ver en sus fotos una historia
integrada en el cuadro, una narrativa. En las fotografías de Garry siempre está
ocurriendo algo y, más aún, en una mismas imagen pueden existir diferentes
“escenas” como si fuera un circo de varias pistas.
Esto lleva, frecuentemente, a pensar que donde hay una acción existe una
narración. Se ha tratado de encontrar historias enteras en la fotografía de Garry
Winogrand, una auténtica narrativa.
Sin embargo él siempre combatió esta idea: “Creo que no hay una fotografía en el
mundo que tenga alguna habilidad narrativa. Ninguna. Las fotografías no cuenta
historias, muestran cómo luce algo para la cámara.”
Philip Lorca
diCorcia
explica que
Winogrand “Se
inició en el
mundo del
reportaje de
revista donde
las imágenes
son funcionales
e ilustrativas.
Pero desde
muy pronto se
resistió a esto y
para la década
de 1960 trabajaba ya de un modo anti-narrativo; alcanzó esa clase de ambigüedad
que encontraba hermosa y esclarecedora. Él mismo llegó a decir que «No hay nada
tan misterioso como un hecho claramente descrito», como si la fotografía se te
presentase como una aparición. Sería algo extraño, sorprendente, desconectado del
mundo como uno lo conoce y de la historia que uno esperaría que contara. En el
trabajo posterior de Winogrand en las décadas de 1970 y 1980 además de
prescindir de la narrativa, a veces ni siquiera hay un evento. Las fotos son acerca de
cómo lucen los rostros. Son acerca del espacio. Y podría decirse que aprendió
cómo encontrar belleza en una escena de la cual no pudiera saberse qué estaba
ocurriendo en un momento del tiempo -1960- cuando una nación enter no podía
decir que le pasaba a sí misma. Por eso sus fotografías no tratan exclusivamente de
él, sino de una enorme experiencia colectiva.”
Garry tenía un peculiar sentido del humor que impregnaba su trabajo. Algunas de
sus fotografías son burlas abiertas, sátiras de la sociedad y, en general, el resultado
de un ojo inquisidor.
Aunque Winogrand solía ser bromista y locuaz, pero también un pesimista y en eso
comparte una buena parte del temperamento de Robert Frank. Y es que,
efectivamente, Winogrand realizaba “agudas observaciones, pequeñas revelaciones
pero no sin un poco de abatimiento.”
Confluencias
Por supuesto que su nombre e historia están íntimamente ligados a Lee Friedlander
y Diane Arbus por su entrecruce en la exposición New Documents. No habría que
pasar por alto a otros fotógrafos como Tod Papageorge, Joel Meyerowitz o William
Klein. Sin embargo existe una trenza particularmente trascendente en el diálogo
ínter-textual que tuvo con Robert Frank y con Walker Evans. A diferencia de Robert
Frank, fue Garry “…quien pudo encontrar el trasfondo político que Frank era incapaz
de descifrar y que Evans había elevado. Winogrand era un judío pobre de Nueva
York. Como tal, era parte misma de lo que definía a la ciudad, el factor étnico, del
mismo modo que era extraño a lo que confería a la ciudad su poder: la riqueza.”
La acción impregna a la mayoría de sus fotos. Siempre ocurre algo dentro del
cuadro y, frecuentemente, hay varios sucesos simultáneos.
Garry Winogrand nos recuerda que no hace falta buscar lugares lejanos o exóticos.
Es más importante trabajar con lo que se tiene a la mano. La clave es hacer
imágenes de sujetos que sean importantes para el fotógrafo. Este fotógrafo nos
enseña a dirigir nuestra mirada hacia aquello que le resulte interesante a cada
persona.
Winogrand nos lanza una invitación a la audacia, a no tener miedo, ni a los sujetos
en la calle ni a nuestros propios fallos, y realizar el propio trabajo concentrándose en
él.
En sus fotografías se nota una atención peculiar hacia las escenas y personas que
todo el mundo suele ignorar donde expresa los contrastes y contradicciones de una
forma compleja, pero extrañamente hermosa.
Las fotografías de Winogrand nacen como una respuesta interior, estética, personal
y social para trascender a una realidad estadounidense estereotipada y
estereotipante. La mirada de Winogrand escapa de los clichés industrializados del
mundo publicitario y editorial para encarar los temas incómodos de la guerra y la
segregación en un lenguaje visual consonante con el caótico momento social de la
década de 1960.
Winogrand se refiere a Robert Frank y Walker Evans, pero ignora toda una tradición
fotográfica para alimentar un momento post-modernista y, en el ínter, lleva la
fotografía de calle a un nuevo status, incluso podría decirse que gracias a Garry
Winogrand la fotografía urbana se afinca como todo un género fotográfico por
derecho propio.
Las fotografías de Winogrand son complejas y estridentes porque así era él.
Winogrand afinó con precisión las herramientas que necesitaba para contar, como
sólo el deseaba hacerlo, el aspecto de la realidad que le rodeaba. Sus decisiones
técnicas son a un tiempo de orden práctico y estético. Salir a la calle con una bolsa
repleta de películas Kodak Tri-X y dos cámaras Leica con objetivos de 28mm son
una estrategia que
demuestra una madurez
operativa a la que se llega
tras muchos momentos de
prueba y error.
El trabajo de Winogrand
tiene un valor incalculable
por los aportes formales,
las exploraciones agudas a
los sujetos ordinarios, la
densa fricción cognitiva que
impregna a tantas de sus
fotografías. Tal vez suene a ligereza el decir que era un fotógrafo indispensable,
pero podríamos pensar que un artista contemporáneo, un diletante de la fotografía o
un académico no tienen dispensa de perderse a un fotógrafo cuya huella ha sido
profunda en todas las generaciones que le han sucedido.
1. El momento lo es todo
2. Llena el encuadre
3. Atrapa el gesto
4. Busca la mirada
5. Haznos sonreir
6. Incomódanos
7. Elige protagonistas
8. Establece conexiones
9. Ordena y simplifica
10. Sepárate mucho tiempo de tus fotos
LEE FRIEDLANDER. AUTORRETRATOS CONTRACORRIENTE.
«Siempre quise ser fotógrafo. Estaba fascinado con los materiales. Pero nunca soñé
que me divertiría tanto. Imaginé algo mucho menos esquivo, mucho más mundano»
Lee Norman Friedlander nació
en Aberdeen, Washington, el 14
de julio de 1934.
Tras una primera etapa de imágenes humorísticas, a los 26 años (1960) decidió
meterse en sus fotos. Fue el primer fotógrafo en colarse en sus fotos. Hasta
entonces no estaba bien visto que se colara la sombra del fotógrafo en la imagen. Él
rompió los moldes. Se metió. Y de qué manera. A través de grandes sombras, en
reflejos… Y con ello sacó un libro formado por 50 de estas imágenes que él
protagonizaba indirectamente:
Friedlander juega con los dobles espejos, la ambigüedad y los mensajes cruzados
en sus fotografías. Inserta la importancia del ser individual en un mundo mediatizado
y vigilado. También ese año realizó su primera exposición individual en la Casa de
George Eastman. Cuatro años después, en 1967, con 33 años, ya estaba en el
MoMa.
Monumentos americanos
Su proyecto y libro The
American Monument (1976),
publicado cuando tenía 42
años, se ha convertido en una
de las obras maestras sobre el
análisis del alma de Estados
Unidos: busca reflejar cómo
muchos monumentos se
pierden o camuflan en un
paisaje cambiante. Pone en
evidencia el tiempo y la
coherencia (o falta de
coherencia) del mismo.
Estuvo tres meses de rehabilitación sin hacer ninguna foto. Pero en 1995 lo retomó.
Y fruto de estos dos años fotografiando los floreros, los tallos, la luz que recibían…
publicó su libro ‘Stems’ con decenas de fotos de tallos muy poéticas que
sorprendieron debido al cambio de rumbo de su trabajo.
Su mujer: María
En 1998 estuvo tres meses sin hacer fotos debido a un
reemplazo de rodilla doble que le llevó este tiempo
recuperarse. Ha sido el tiempo más largo que ha
pasado sin fotografiar.
La muestra se llamó ‘María’ y recogía retratos realizados durante los primeros años
de relación y avanza en el tiempo mostrando a sus hijos Anna y Erik y a sus nietos
Ava y Giancarlo.
Reconocimientos y premios
Ha recibido varios premios por su fotografía, incluidas
tres becas Guggenheim; cinco becas de la Fundación
Nacional para las Artes; y un premio de la Fundación
MacArthur. Friedlander es responsable de imprimir los negativos del fotógrafo EJ
Bellocq de Nueva Orleans de principios de siglo, a quien rescató del olvido. y un
premio de la Fundación MacArthur. Friedlander es responsable de imprimir los
negativos del fotógrafo EJ Bellocq de Nueva Orleans de principios de siglo, a quien
rescató del olvido. y un premio de la Fundación MacArthur. Friedlander es
responsable de imprimir los negativos del fotógrafo EJ Bellocq de Nueva Orleans de
principios de siglo, a quien rescató del olvido.
En 1989 publicó ‘Like a One Eyed Cat: Photographs’, con fotos tomadas durante 31
largos años: entre 1956 y 1987
Entre sus otros libros también destacan Like a One Eyed Cat: Photographs by Lee
Fridlander 1956-1987 (1989), American Musicians (1998) y Kitaj (2002).
En el año 2000 el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa) compró 1.000
fotografías suyas. Era la primera vez que el museo adquiría tantas instantáneas de
un fotógrafo vivo.
Friedman tiene ahora (2020) 86 años y sigue haciendo fotos todos los días.
«Si pudiera, estaría fuera disparando todo el tiempo. No hay que ir en busca de las
fotografías. Sales y las fotografías te están mirando fijamente».
Él tiene un tremendo sentido del humor, creo que mucho de ello surge en su edición.
Hay mucho humor en el contexto en el que aparece el retrato en el que él aparece.
Las sombras son autorretratos. No creo que haya un significado profundo en las
capturas de Lee
fotografiando las pantallas
de televisión. Simplemente
no surgieron las fotos. Creo
que muchas de esas fotos
empezaron cuando viajaba.
Puedo estar equivocado,
pero muchas permanece en
habitaciones de hotel. Había
un tiempo en que estaban
haciendo un viaje y él estaba
preocupado porque iba a ser
un día muy lluvioso. Y va a
la persona con la que me hizo contactar, por la que fue la razón del viaje y me dice
«Llueve. Y me gustaría ser capaz de fotografiar a alguien y te puedes figurar a quién
quiero fotografiar, así que los desnudos transcurren como un mecanismo para que
Lee se mantuviera fotografiando, incluso cuando el tiempo era una porquería. El
impulso iba a seguir haciendo fotos todo el rato. ¿Cómo podrías resistirte? Letras en
la pared. ¿Cómo resistir a letras vernáculas? Normalmente escritos por personas
que no son por definición «literaria».
¿Y cómo podrías resistirte a señalar
las cosas que la gente dice… que la
gente siente la necesidad de
desplazarse. Si hablamos de Lee,
sobre fotografía, él acabaría
hablando sobre la tierra, cámaras y
cosas así.
La fotografía se ha convertido en
arte con A mayúscula. Y hace de
todo algo extraño porque todo el
tiempo hay mucha gente haciendo fotos para las galerías y las galerías imponen un
conjunto de estándares que no tienen que ver con esto, lo que creo que interesante
sobre los medios. Así que para mí, Lee
rompe continuamente con la tradición de
la fotografía. Creo que él se encuentra
con todos los cuadros, ya sea la mejor, y
tiene un placer en verlos y hacerlos ver
por los demás también. No creo que
cualquiera pueda fotografiar y no ser
influenciado por Lee. Es uno de los
fotógrafos más influyentes de nuestro
tiempo»
ALEKSANDR RÓDCHENKO. FOTÓGRAFO REVOLUCIONARIO.
“Quiero tomar algunas fotografías genuinamente increíbles, que nunca hayan sido
hechas antes. […] Imágenes que sean simples y complejas a la vez, que
deslumbren y abrumen a la gente […] Debo lograr esto para que la fotografía pueda
ser considerada una forma de arte.»
Un mundo de vanguardias
Para comprender la hondura, estilo y aportaciones de Rodchenko es necesario
hacer un desvío hacia la tecnología, los factores políticos y las vanguardias en
Rusia a principios del siglo XX.
A veces podría pensarse que con la llegada de las redes sociales, la televisión por
fibra óptica, el teléfono celular o la fotografía digital la tecnología es el epítome de
nuestro nuevo milenio. Empero la tecnología había generado una de las
revoluciones más importantes de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, y
había sido mucho más profunda de lo que podemos imaginar hoy.
Tendemos a olvidar que cuando se presentó el invento de la fotografía en la
Academia de Ciencias de París (1839) el medio de transporte más rápido del mundo
eran las palomas mensajeras. Aún no se había inventado el ferrocarril, ni la máquina
de vapor, hacían falta décadas para la llegada del telégrafo. En unos cuantos años
la tecnología invadió el mundo de manera sin precedente. La máquina invadió el
imaginario colectivo y la esfera artística formó parte de su ámbito de influencia.
Sin embargo el avance no era exclusivamente tecnológico: La propia invención de la
fotografía había dejado en entredicho la función de la pintura y puesto de cabeza al
arte en general. Si el nuevo medio era capaz de hacer una copia insuperable de la
realidad ¿Dónde quedaba la pintura?
La respuesta estuvo en la aparición de las vanguardias artísticas. Entonces el logos,
el raciocinio, se incrustó en el arte. El cubismo analítico inicia una nueva forma de
de-construcción de los aspectos visuales de la realidad. Vanguardistas como Marcel
Duchamp llevarían al logos a su culmen en el cuestionamiento mismo del arte.
El Suprematismo de Kazimir Malévich
Composición Suprematista (1916) Kazimir
Malévich
En Rusia Kazimir Malévich inicia el movimiento
Suprematista hacia 1915, donde lo fundamental
es llegar al absoluto de la forma, el color, la
línea en el inefable universo de la geometría. El
Suprematismo llevaba al extremo la
simplificación abstracta para llegar a un hecho
artístico no figurativo. Malévich aglutinó a
diferentes artistas en el grupo denominado
Supremus que incluía a Lissitzky, Popova y
Rodchenko.
¿Adiós a la pintura?
A la revolución artística vanguardista se suma la
política. Si las revoluciones de 1917 le dieron a Rusia
una nueva sociedad, los artista habrían de darle una
nueva visión, una nueva construcción para mirar de
forma distinta al mundo. Y en la época de la producción
y la técnica ¿Qué mejor instrumento y medio que la fotografía?
En este clima las escuelas de arte y diseño (VkhuTEMAS) creadas por el estado se
convirtieron en un bullicioso núcleo de la vida artística soviética y fueron un adelanto
de lo que sería la legendaria Bauhaus en Alemania. “Tatlin, Malevich, Kandinsky,
Marc Chagall, Lyubov Popova, Varvara Stepanova, Rodchenko, El Lissitzky y otros
enseñan en las VkhuTEMAS de nueva creación, Svomas y otras escuelas de arte,
donde fueron pioneros de innovadores métodos pedagógicos que influirían en la
Bauhaus. A la larga esta influencia también acabaría llegando a Estados Unidos
llevada por László Moholy-Nagy.
El BBK
Rodchenko obtuvo una comisión para
fotografiar la construcción del
Belomorsko-Baltíyskiy Kanal (BBK o
Canal del Mar Blanco-Báltico). En la
obra se empleaba a presos políticos
del GULAG. Miles de presos del orden
común y perseguidos políticos
murieron durante la empresa.
Rodchenko realizó su trabajo
fotográfico: “Yo estaba perdido y
sorprendido. Me dejé llevar por el
entusiasmo: Me olvidé de mis
sorpresas creativas. Yo simplemente estaba fotografiando. No pensaba en el
formalismo.” Sin embargo todo el proceso le significó un «duro golpe espiritual.”
Adiós a la fotografía
Rodchenko tuvo más suerte que algunos de sus amigos
en Lef: Sergei Trtyakov acabó en un campo de trabajo en
1937 y Gustav Klutsis fue arrestado y ejecutado un año
después. Para 1940 Rodchenko estaba sumido en la
depresión: pobre, hambriento y enfermo, siempre
amenazado ante la posibilidad de algún nuevo ataque
político. Escribió desesperado en su diario: «Creo que he
vivido mi vida sin sentido alguno y descuidamente. Al
acercarme a la vejez me he convertido en un excéntrico
que no necesita a nadie y no es interesante para nadie.
No aguardo nada, no tengo ninguna esperanza».
En 1942 abandonó la fotografía para retomar la pintura.
Pasó tres años siendo lo que él mismo llamaba “un hombre invisible”. Alexander
Mikhalovich Rodchenko murió en 1956, el mismo año en el que el nuevo Premier
Nikita Jruschov denunció los crímenes de Stalin contra la Unión Soviética.