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de la amazonía ecuatoriana
Michael A. Uzendoski
Diseño y
Diagramación: Ediciones Abya-Yala
Mapas
1. Ecuador.............................................................................
2. Hablantes de kichwa amazónico en Ecuador .................
3. Mapa político de la región amazónica de Ecuador
Figuras
1. Grupos de parentesco ......................................................
2. Escala de las fiestas de matrimonios rituales..................
3. Baile del kari parti ............................................................
4. Los parientes políticos en el hogar de la familia ............
5. La teoría del valor kichwa................................................
Ilustraciones
1. Un visaru y un tocadur tocando música en una boda
en 1994..............................................................................
2. Warmi parti bailando con los regalos de carne durante
una boda en 1994.............................................................
3. Lydia Grefa preparando una paca en 2002 .....................
4. La estatua de Jumandy en Tena .......................................
Michael A. Uzendoski
19, Febrero 2009
Tallahassee, Florida
14 Michael A. Uzendoski
Referencias Citadas
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2007 The Napo Runa of Amazonian Ecuador–By Michael Uzendoski.
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Tedlock, Barbara
2005 The Woman in the Shaman’s Body: Reclaiming the Feminine in
Religion and Medicine. Bantam Books.
Michael Uzendoski
Tallahasse, Florida
18 Michael A. Uzendoski
Agradecimientos
20 Michael A. Uzendoski
Introducción
Metáforas de la sociedad
El mayor reto teórico al realizar este libro es traducir los
conceptos Napo Runa del valor social que no encajan dentro de las
epistemologías eurocéntricas del valor que dominan las teorías tanto
clásicas como actuales acerca de la sociabilidad en sociedades no
occidentales. Por ejemplo, Piot (1999) y Strathern (1988) han
demostrado que los análisis de culturas no occidentales frecuente-
mente asumen nociones de valores europeas y norteamericanas al
aplicar metáforas de mercancías, relaciones sujeto-objeto e indivi-
dualismo. Al pensar en las diferencias epistemológicas entre la socia-
bilidad de los kichwas del Napo y aquella de la teoría clásica, social y
científica, resulta útil cambiar un poco las metáforas sociales y ale-
jarse de la noción de Durkheim, la cual sostiene que las sociedades
son organismos. La metáfora del organismo implícitamente propo-
ne que la “sociedad,” como un concepto abstracto, rodea a los “indi-
viduos” occidentales; asimismo sugiere que la noción de persona
autónoma (Dumont 1986) y las relaciones implícitas de mercancías
son consideradas los elementos básicos de la vida social en el pensa-
miento occidental (Gregory 1997). Frecuentemente se pueden obte-
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ner datos de una filosofía social diferente pero, lo importante está en
buscar metáforas sociales apropiadas dentro de las experiencias y
prácticas de la cultura en cuestión (Wagner 2001). De vez en cuando
estas metáforas se expresan a través de actividades diarias que pue-
den parecer triviales, a lo cual Bloch se refiere como “lo que sucede
sin hablar de ello” (Bloch 1992, 1998). Por lo tanto, al estar las metá-
foras basadas en imágenes y no en discursos, resisten una explicación
verbal de lo que son y por ende deben ser vistas y vividas en vez de
explicadas (Wagner 1986:xiv).
Después del transcurso de algunas semanas, descubrí una
apropiada metáfora social de la sociabilidad indígena en la región
Napo mientras que aprendía a tejer (awana) las bolsas hechas de red
(shigra) que las personas utilizan para transportar los animales
cazados, vegetales, frutas y muchas otras cosas. Mientras iba progre-
sando en esta actividad me di cuenta que el proceso del tejido, como
su nombre lo indica, es una analogía de la reproducción humana.
Voy a explicar cómo se hacen las bolsas que acabo de mencionar.
Debido a que las shigra son tejidas hacia abajo, el aro cen-
tral primero se cuelga boca abajo de una pared por una cuerda. La
red se extiende alrededor del punto central de forma circular, lo que
crea la cabeza (uma). El tejedor continúa su trabajo hacia abajo
mediante un proceso de expansión (confeccionando dos lazos de
uno previamente hecho) que se refiere al proceso de producir niños
(wawa rana). Cuando el cuerpo de la bolsa está listo las asas se aña-
den y cuando estas se extienden y se conectan, la bolsa está comple-
tamente elaborada.
El acto de tejer refleja el concepto de la personificación. La
analogía entre la shigra y la vida social señala que las formas socia-
les no les son otorgadas a las personas, por el contrario son las per-
sonas quienes deben producirlas. En efecto, no es coincidencia que,
como el tejido, los humanos desarrollan formas sociales como redes
en las que casi todas las personas pueden rastrear a otras a través de
algún tipo de relación. Asimismo, la vida social, como el tejido,
corta y une los extremos de relaciones potencialmente infinitas. La
relevancia del imaginario nativo, como una analogía de la intersub-
jetividad y sociabilidad entre la comunidad runa, se tornará en una
discusión sobresaliente a lo largo de los próximos capítulos.7
Los Napo Runa de la Amazonía ecuatoriana 27
Al llegar
Ninguna etnografía puede ser objetiva; los etnógrafos no
dejan de ser humanos cuando llegan al campo de estudio. Como el
antropólogo Michael Jackson apunta “las experiencias vividas rebo-
san las fronteras de cualquier concepto, persona o sociedad”
(1982:2). Nuestro hábito simplista de dejar a un lado las experien-
cias de los etnógrafos y de representarnos a nosotros mismos como
observadores impávidos es en realidad una estrategia para mitigar
la ansiedad (Devereux 1967:3; Jackson 1989:4). Mientras reconozco
explícitamente mi participación y subjetividad al generar el conoci-
miento que este libro representa, no hago de mi subjetividad ni de
mi autorreflexión el centro del estudio. Por el contrario, me enfoco
en los principios sociales que guían la intersubjetividad o en los pro-
cesos pragmáticos y conceptuales a través de los cuales las personas
se crean y recrean como seres factiblemente sociales.
Mis viajes a Ecuador comenzaron con el programa de
kichwa intensivo del año 1993 dirigido por Frank Salomon y
Carmen Chuquín de la University of Wisconsin-Madison.
Durante este tiempo, no sólo aprendí la gramática y el vocabula-
rio kichwa sino que además mis profesores hicieron hincapié en el
hecho de que el idioma kichwa está enlazado con la cultura y de
que es imposible que uno pueda existir sin el otro. Por ello, mien-
tras aprendía kichwa me sorprendió el hecho de que no poseía la
mayoría del conocimiento implícito social y cultural para poder
entender las palabras. El verano siguiente la University of Virginia
me ofreció fondos departamentales para estudiar kichwa en
Ecuador. Gracias a Renault Neubauer, profesor de la University of
San Francisco en Quito, pude ponerme en contacto con Luz María
de la Torre, lingüista y líder indígena proveniente de Otavalo.
Estudié kichwa con Luz María durante casi todo el verano adqui-
riendo así un conocimiento básico del idioma. Cuando me ense-
ñaba las lecciones, Luz María reforzaba la noción de que el kichwa
no es simplemente un idioma sino además un modo de vida, una
manera de ver y actuar en el mundo. Asimismo, Luz María hacía
mucho hincapié en que esta cultura indígena lleva consigo una
gran sabiduría que no es apreciada por la cultura dominante pero
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que es experimentada y empleada diariamente por las personas
kichwa-parlantes.
Al regresar a los Estados Unidos me enteré que me habían
otorgado una beca Fullbright para iniciar un período extenso de
trabajo de campo con los kichwa-parlantes. En especial, me intere-
saba estudiar el kichwa amazónico principalmente porque estaba
interesado en investigar las transformaciones culturales de las tie-
rras altas y bajas de la región. Es por eso que regresé a Ecuador (ver
mapa 1) con la intención de trabajar en una comunidad de indíge-
nas que hablaban kichwa en la región de Napo (ver mapas 2 y 3).
Desafortunadamente, ninguna de las personas que conocí en Quito
estaba dispuesta a darme referencias de un sitio específico para rea-
lizar trabajos de campo. A las personas de Campo-Cocha las cono-
cí a través de una compañía turística cuyos dueños eran miembros
de la comunidad. Por medio del tour de esta compañía pude cono-
cer el Amazonas y entrar en contacto con la cultura Napo runa.
Durante ese proceso me sorprendieron las diferencias que pude dis-
tinguir entre el kichwa de las tierras altas y el dialecto Napo. En efec-
to, la gente podía entender lo que decía pero se burlaba de mi pro-
nunciación y vocabulario; sin embargo, después de pasar algunos
días ahí me ofrecí a enseñarles inglés a los guías y las familias como
una forma de intercambio por las tutorías de idioma y cultura kich-
wa. Mi propuesta fue aceptada.
Después del tour pasé los primeros días ayudando en una
minga (faena colectiva) para cargar piedras traídas de áreas areno-
sas y rocosas del río Campo-Cocha al sitio donde estaban constru-
yendo una cancha de baloncesto.
Como ellos participaban en una minga dos o tres veces a la
semana, esto fue una oportunidad de demostrarles mi voluntad de
ayudar, lo cual causó una buena impresión. Jorge, el presidente de la
comunidad en ese momento, presionaba a las personas para que no
fueran perezosas y amenazaba con ponerles multas a aquellos que no
se aparecieran a las faenas. Dichas multas casi nunca se aplicaban, sin
embargo y en respuesta a las necesidades de la comunidad, cada
hogar enviaba al menos a una persona (y chicha). Mientras que las
personas trabajaban en la minga usualmente se quedaban cerca de la
familia y amigos. De hecho, la naturaleza social de la minga y el com-
Los Napo Runa de la Amazonía ecuatoriana 29
Mapa 1. Ecuador (dibujado por Stephen Holland; © Norman E. Whitten Jr., todos
los derechos reservados).
partir chicha hacía del umbi (sudor o trabajo duro) una vivencia pla-
centera en la que nadie experimentaba el sentimiento demasiado
familiar del trabajo capitalista: “preferiría hacer otra cosa”.
La información para este libro fue obtenida principal-
mente a través de una amplia participación y una vida cordial den-
tro de la cultura. Yo entré en la cultura a través del idioma y mi pri-
mer año lo pasé adquiriendo fluidez en el kichwa del Napo Alto y
aprendiendo los aspectos importantes alrededor de los cuales mis
anfitriones organizaban sus vidas. Al mismo tiempo, pasé ese año
tratando de obtener información acerca de cosmología, mitos y cha-
manismo. No obstante, yo estaba profundamente interesado en casi
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Mapa 2. Hablantes de kichwa amazónico en Ecuador.
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de este lugar exigían que aceptara toda comida y bebida que se me
ofrecía. En este aspecto, todo me parecía extraño y además yo no
poseía ni la experiencia ni el gusto para apreciar las normas sociales
asociadas con la comida y las bebidas. El ingerir chicha se convirtió
en una necesidad ya que la mayoría de las actividades y conversa-
ciones diarias lo incluían. Además tuve unas malas experiencias con
el aguardiente (una bebida alcohólica destilada hecha de caña de
azúcar), un líquido que aprendí a consumir con mucha precaución.
Sin embargo, tuve la suerte de poder probar muchos tipos de comi-
da incluyendo palmito, cacao blanco, caimán, oruga de la chonta y
varios tipos de pescado y animales cazados. Después de un tiempo
pude apreciar el sabor y la sociabilidad de la cocina amazónica, lo
cual se convirtió en un aspecto clave para mis experiencias, relacio-
nes y memorias en el lugar.
Al pasar el tiempo mi vida se hizo más complicada.
Establecí relaciones muy profundas y duraderas con mis anfitriones,
aprendí acerca de sus vidas y valores, y acerca de la mía también.
Descubrí además que nuestras diferencias tenían la capacidad de
explicar algo acerca de la humanidad que compartimos y de la con-
dición humana en general y es por ello que mientras más tiempo
pasaba en la comunidad, más me daba cuenta que la gente estaba
cambiándome. Al observar las muchas transformaciones que sufría,
consideraron que ellos me estaban haciendo una persona mejor. Por
ejemplo, desarrollé nuevas habilidades, mejoró mi manera de
hablar su idioma y pude finalmente bromear con la gente. De igual
forma, aprendí a caminar por la selva –día y noche– sin tropezarme
mucho, a usar el machete sin hacerme daño, a seguir el protocolo
adecuado al usar los ríos y la selva como depósitos de desechos fisio-
lógicos y a poder desplazarme en una canoa sin caerme al agua.
Además y muy importante, aprendí a participar en la rutina diaria
sin que me tuvieran que vigilar como un niño.
Fermín, mi anfitrión kichwa, un día me dijo bromeando:
“Ahora ya no eres un inútil de origen europeo (mana valik ransia).”
Sin embargo, aunque pude aprender muchas de las muy difíciles
habilidades que son básicas para los hombres quechua, nunca pude
llegar a dominarlas enteramente; es decir, todavía me tropezaba de
vez en cuando al caminar en la selva, me caía de la canoa durante
Los Napo Runa de la Amazonía ecuatoriana 33
viajes de pesca y decía cosas equivocadas. La distancia que existía
entre mi deseo de aprender y mi lento progreso para llegar a ser
competente en la cultura kichwa produjo una serie de situaciones
muy graciosas. Mis anfitriones me hacían recordar constantemente
mi estado ambiguo principalmente entre risas y bromas. Algunas
veces las bromas me dolían y me desanimaban pero otras veces las
disfrutaba y respondía con mis propias burlas y chistes.
Las personas con las que vivía estaban tan sorprendidos
como yo, e incluso molestos, cuando tuve éxito al realizar activida-
des que ellos pensaban yo no iba a poder llevar a cabo. Un día,
estando aburrido, me llevé una red de pescar y una canoa río arriba
para ver si podía atrapar algunos shikitu, la especie de peces que es
abundante y que se alimenta de las algas que cubren las piedras de
río. Me entretuve por algunas horas y regresé con lo que me parecía
una cantidad vergonzosamente pequeña por lo que tiré la bolsa de
pescado al piso y dije que la pesca había sido un fracaso. Sin embar-
go, a pesar de que no lo supe en el momento, este episodio hizo que
mi familia adoptiva en Campo-Cocha me respetara. Me había con-
vertido en un proveedor de carne.
Hacia el final del primer año de trabajo de campo, ya me
había enamorado de una mujer kichwa bilingüe y bicultural, Felicia.
Aunque este libro no es el instrumento para difundir nuestra vida
privada debo decir que la decisión de casarnos nos trajo dificultades
a ambos. Por ejemplo, mi ayllu (familia) anfitrión había pensando
en adoptarme con el fin de establecer las relaciones de parentesco
necesarias para llegar a un acuerdo con el ayllu de Felicia y la comu-
nidad. Después, por ser mis parientes, mi ayllu adoptivo estaba obli-
gado a asumir, aceptándolo entusiastamente, la responsabilidad de
organizar las fiestas rituales del matrimonio con el objetivo de que
nuestra relación fuera legítima. Nuestro matrimonio se convirtió
entonces en un evento intercomunal que terminó en una ceremonia
con trescientas personas contando las provenientes de la comuni-
dad de mis anfitriones y las de la comunidad de Felicia, cuyas loca-
lidades estaban a más de tres horas de distancia (por bus o por
canoa). Este proceso me hizo ver que el matrimonio kichwa no es
un asunto individual sino relacional donde las personas se convier-
ten en objetos de las relaciones de otras personas. Finalmente, cuan-
34 Michael A. Uzendoski
do mi beca y mi visa caducaron al principio del año 1995, regresa-
mos a los Estados Unidos donde preparé la propuesta de mi tesis y
busqué ayuda económica para continuar con la investigación y
seguir nuestra vida juntos.
Después de dieciocho meses pudimos volver para comen-
zar mi segundo período de investigación y trabajo de campo. Esta
vez yo había formulado diferentes preguntas relacionadas con temas
complejos de la vida diaria de la comunidad ya que anteriormente
había dado por sentado algunas cuestiones en Campo-Cocha que
no poseían respuestas fáciles. Por ejemplo, cuando la gente se refe-
ría a un muntun (hogar de una familia extendida), ¿cómo se con-
ceptualizaban y constituían esas relaciones? En este aspecto, acabé
por darme cuenta que las personas no funcionaban de acuerdo a
principios sociales de grupos vinculados entre ellos, sino que perci-
bían la vida social como fluida y relacional, definida por actividades
pragmáticas, prácticas concretas e intercambio. Por lo tanto enfo-
qué mi atención hacia las maneras a través de las cuales la gente crea
y produce relaciones sociales por medio de las formas de valores.
Cuando regresamos a Ecuador, decidimos vivir en Sapo
Rumi, la comunidad natal de Felicia. Sapo Rumi es una comunidad
rural que no está muy lejos de Pano, un centro indígena regional de
mayor tamaño. El área de Pano era un buen lugar para continuar
con mi investigación. Allí, la comunidad nos pidió a Felicia y a mí
que trabajáramos como profesores de inglés en la escuela intercul-
tural bilingüe de Pano. Comenzábamos muy temprano cada día, a
veces mucho antes del amanecer, bebiendo té wayusa o chicha y lle-
vando a cabo un sin fin de actividades como pesca y tejido. Después
de esto, nos íbamos a pie o en bicicleta a Pano, donde enseñábamos
hasta la media tarde y regresábamos a casa. Pasábamos el resto de la
tarde haciéndonos cargo de las cosechas, cazando y pescando,
hablando, construyendo casas y practicando deportes. En 1997 me
enfermé de hepatitis A y fiebre tifoidea y tuve que pasar dos sema-
nas en el hospital de la misión católica en Archidona, en el que me
atendieron espléndidamente. Después de recuperarme volví a Sapo
Rumi para pasar el tiempo que nos quedaba y disfrutar los meses de
vacaciones de la escuela. En septiembre decidimos que era momen-
to de regresar a los Estados Unidos.
Los Napo Runa de la Amazonía ecuatoriana 35
Desde el año 1997 yo he ido a Ecuador muchísimas veces
y ahora considero a Napo mi segundo hogar. A pesar de que el ir y
venir es difícil, este constante movimiento me ha permitido refle-
xionar antropológicamente en cuanto a las experiencias vividas en
mundos culturales y físicos totalmente diferentes. Como ya he
madurado, he tratado de penetrar profundamente la cultura kichwa
y los ciclos de vida. Con el tiempo he adquirido conocimientos acer-
ca del parentesco, el matrimonio y la adopción desde el punto de
vista kichwa. Ya en este momento, mis habilidades con el idioma y
la familiaridad con historias y mitos han crecido considerablemen-
te. Por ser profesor he tenido la oportunidad de interactuar con
estudiantes, enseñar las culturas amazónicas y aún más reflexionar
acerca de la etnografía y escribir sobre esta. Igualmente, es impor-
tante recalcar que la culminación del presente libro no se dio sino
hasta hace muy poco. El levantamiento de 2001, el evento central del
capítulo final, no ocurrió sino hasta después de que yo había escri-
to mi disertación. Aunque no pude presenciar este acontecimiento,
mi experiencia de su remembranza y conmemoración me inspira-
ron a escribir acerca de esto.
El casarse con una persona local de la comunidad objeto
de estudio no necesariamente le da ventajas ni desventajas al
investigador en el campo de trabajo. El poder llevar a cabo un tra-
bajo de campo sólido requiere que, primero y principal, uno
adquiera un firme dominio del idioma local, desarrolle muchas
relaciones interpersonales duraderas y siga una agenda de investi-
gación que encaje dentro de las prioridades de la comunidad. En
Ecuador casi todos los antropólogos que desarrollan buenas rela-
ciones con sus asesores de investigación indígenas son vistos como
partes significativas de las familias con las que trabajan. Como
bien lo expresó un compañero indígena de las tierras altas de
Ecuador, el problema no es la simple presencia de los antropólo-
gos. Por el contrario él afirmó que “el mayor problema es que ellos
a veces se olvidan de nosotros. No se dan cuenta de qué manera los
indígenas se encariñan con ellos y de cuán serio es para nosotros
el que los hagamos parte de nuestras familias.”
Existe una posición en la disciplina donde se plantea que
los antropólogos necesitan mantener una “distancia prudente” entre
36 Michael A. Uzendoski
ellos y las persona que estudian (Geertz 1986:373). La distancia está
asociada con el profesionalismo mientras que el acercamiento está
asociado con la indecencia étnica. La frase peyorativa “volverse nati-
vo” captura en sí misma el estereotipo del antropólogo acercándose
demasiado a la cultura nativa (E. Turner 1997). Sin embargo, la dis-
tancia y el acercamiento no tienen casi nada que ver con el profe-
sionalismo. En efecto, estos términos vagos no logran recoger los
matices de antropología como una empresa intersubjetiva de
mediación de relaciones humanas (Jackson 1998:97).
El Código de Ética de la American Antropological
Association proporciona el lenguaje preciso para pensar acerca de
las responsabilidades que surgen de las relaciones personales y pro-
fesionales de uno con las comunidades. El código establece que “los
investigadores antropológicos, maestros y practicantes son miem-
bros de muchas comunidades diferentes, cada una con sus propias
reglas morales o códigos de ética. Los antropólogos tienen obliga-
ciones morales como miembros de otros grupos como la familia, la
religión y la comunidad así como la profesión.” En relación a la ética
la antropología es una profesión única principalmente por la diver-
sidad de obligaciones que hacia diversas comunidades culturales se
debe. Yo estoy completamente de acuerdo con la idea, expuesta en el
código, de que las responsabilidades primordiales de los antropólo-
gos se dirigen a las personas cuya cultura está siendo estudiada y, si
es apropiado, supone un compromiso para promover sus causas, un
aspecto que será discutido en el último capítulo.
38 Michael A. Uzendoski
Transculturación
La complejidad del proceso social kichwa amazónico se
puede ver en la necesidad de calificar el término cultura como una
categoría analítica al describir dicho proceso. Por ejemplo,
Hudleson (1981) ha propuesto que los kichwas amazónicos consti-
tuyen una “cultura de transición” que está trasladándose de una cul-
tura indígena auténtica hacia una mestiza y aculturada. El carácter
unidireccional de esta estructura es problemático y asume que las
identidades kichwas se encuentran encaminadas en un constante
camino hacia la aculturación y la desaparición. En este sentido
demostraré que el asumir que la socio-cultura Napo runa está sim-
plemente desapareciendo frente a la cultura dominante es difundir
una mala información.
Existe un concepto más útil para describir el proceso
social kichwa amazónico de transculturación (Oberem 1980),9 el
cual puede definirse como “un cambio en la identidad étnica a tra-
vés del matrimonio” (ver Reeve 1985:16) y tiene raíces en las diná-
micas flexibles de las culturas andinas y amazónicas (Uzendoski
2004a). La transculturación nos habla de fronteras flexibles a través
de las cuales las identidades son intercambiadas y transformadas
por medio del matrimonio entre diferentes centros relacionales, lo
cual también es una de las características que definen las sociedades
que los arqueólogos denominan “tribales” (ver Parkinson 2002:1-
12). En este aspecto la acción social entre los kichwas amazónicos es
persistentemente transcultural.
El kichwa amazónico se puede percibir como un comple-
jo de múltiples identidades teniendo a awallakta (“de las tierras
altas,” refiriéndose a personas blancas y mestizas) y awka (salvaje)
como extremos (Reeve 1985). En el centro del complejo se encuen-
tran otras identidades intercambiables denominadas Runapura, lo
que significa “humanos entre nosotros mismos” y bajo las cuales se
encuentran varias afiliaciones indígenas, culturales y étnicas como
por ejemplo las Shuar, Pastaza Runa y Otavalo). Con respecto a esta
discusión, Reeve afirma que los Runapura son “intrínsicamente
parientes.” Ellos no sólo celebran matrimonios frecuentemente sino
que además se piensa que comparten un origen común” (1985:22).
40 Michael A. Uzendoski
Passes 2000: xiii). El concepto de convivencia aquí se presenta como
un valor dominante sobre los demás, como la rabia y el odio. En tér-
minos más generales, el libro adopta la posición teórica de que las
estructuras intelectuales occidentales de la sociedad tergiversan los
procesos que pretenden comprender. Por ende, se requiere de los
modos alternativos de teorizar con el fin de comunicar mejor lo que
la sociedad y el conocimiento social significan en términos amazó-
nicos, afirmación con la que estoy de acuerdo completamente. Al
trabajar basado en esta posición, los quince ensayos del libro de
Overing y Passes demuestran principios filosóficos comunes de vida
afectiva que se encuentran inmersos en varias culturas amazónicas.
Los editores sin embargo afirman que todos las personas
nativas del Amazonas mantienen como su ideal práctico y vivido a
“la tranquilidad de su vida social y ... la calidad de su estado de ser
afectivo” (Overing y Passes 2007:7; ver también xii). La teoría de la
convivencia empieza a desglosarse aquí ya que se ofrece como una
construcción teórica universal en vez de un valor. Mientras que
algunas personas como los Amuesha se suscriben en teorías com-
plejas de “amor” que unen lo afectivo con lo social y lo cosmológi-
co (ver Santos-Granero 1991:201),11 otras culturas amazónicas ven
los temas de depredación como aspectos dominantes en la vida
social y la cosmología (Viveiros de Castro 1992, 1996; Descola 1992,
1996a, 1996b; Taylor 1996). Por ejemplo Descola (1996:90) ha sos-
tenido convincentemente que “depredación ... parece ser el valor
dominante de las tribus jívaras del este de Ecuador y Perú.” En este
punto se encuentra la razón de la controversia. Mientras algunos
nativos del Amazonas parecen enfocarse en los valores del amor,
otros parecen concentrarse en el odio (Taylor 1996).12
La noción de convivencia innegablemente captura un
aspecto crucial acerca de los modos de valores y sociabilidad ama-
zónicos. Descartar esto sería un error. Por ejemplo, la convivencia es
un aspecto crucial y extremadamente importante de las experien-
cias vividas entre los kichwas. No obstante, la convivencia y la
depredación todavía tienen que ser analizadas de manera suficiente
en términos teóricos. Como bien sostiene Fernando Santos-
Granero:
42 Michael A. Uzendoski
Separaciones y combinaciones: formas substanciales
Los siguientes capítulos describen la acción social y repro-
ducción en la vida diaria en el área rural del Alto Napo. En el pro-
ceso de describir y tratar de traducir la acción social recurro a una
combinación de conceptos de Roy Wagner (1967), Frederick
Damon (1983, 1990) y Marilyn Strathern (1988). De Wagner tomo
la noción de que la sustancia “se relaciona” mientras que el inter-
cambio “define.” Yo demostraré que los kichwas del Napo invierten
esta idea ya que entre ellos el intercambio relaciona en tanto que la
sustancia define. En este aspecto asumo una perspectiva circulatoria
(p. ej. un análisis basado en la totalidad del intercambio) que mues-
tra como las personas transforman las relaciones por medio de la
construcción de series previas de intercambios (Damon 1980, 1983,
1990). Igualmente empleo la distinción entre las versiones de la sus-
tancia similar y la sustancia mezclada de las relaciones (Strathern
1988). Los vínculos de la sustancia similar definen las relaciones
dentro del ayllu mientras que las relaciones de la sustancia mezcla-
da crean y combinan relaciones entre los aylluguna (plural de ayllu).
Entre las personas amazónicas (y andinas) se entiende que
las sustancias dan vida mientras que fluyen por varios ámbitos: el
humano, natural y espiritual. Dichas sustancias han sido simbólica-
mente concebidas y se manifiestan en muchos ámbitos prácticos. En
relación a esto los kichwa-hablantes del Alto Napo identifican al
samay (espíritu o aliento) y al mismo tiempo al yawar (sangre)
como sustancias esenciales de parentesco. El samay no obstante se
encuentra dentro de todas las cosas que tienen vida. Así como José
Palacio expone elocuentemente en Muerte y vida en el río Napo:
“Todas las cosas y el hombre tienen samai. Todas las cosas tienen
alma y por tanto vida. La fuerza vital en sus diferentes manifesta-
ciones es el samai. . . . El Napo-runa apenas habla del alma, y cuan-
do lo hace, es en forma vaga, lo que conoce y experimenta es el
samai” (1991:15).
Desde el punto de vista kichwa la sustancia física incluye
la sustancia espiritual y viceversa; samay es la perspectiva íntima del
mundo material y la persona social, un tema que se encuentra pre-
sente a lo largo de todo el libro. Las nociones de sustancias de los
44 Michael A. Uzendoski
de una energía vital llena de compartir y constantemente circulante
refleja no sólo una cosmología de la sustancia sino también una pre-
dilección por personificar relaciones entre los humanos y la natura-
leza y entre los humanos y los objetos. Dichas relaciones abundan
en Los ríos profundos y no son mera superstición. Por ejemplo,
Ernesto logra sobrevivir psicológica y pragmáticamente a las duras
realidades de racismo y pobreza con las que se topa en las tierras
altas de Perú a través de su conexión con el “río profundo” andino.
En relación a este tema, Francis Barraclough, un traductor
inglés del trabajo de Argueda me comentó las dificultades que tuvo
para traducir los términos y conceptos de sustancias cuando tenía
que trasladarse de las ideas suramericanas a las inglesas. En inglés,
me dijo, la sustancia parece implicar peso y fijeza y unicidad (“un
hombre de sustancia”), mientras que los conceptos nativos, como
los que se encuentran en los libros de Arguedas, implican flujo. Una
vez, Barraclough le preguntó a un quechua-hablante que trajera la
sustancia de unas papas y pensaba que la persona iba a traerle las
papas en sí y se sorprendió cuando le trajo el agua en la que las había
hervido (Barraclough, carta personal, 12 de diciembre de 2002).
Traducción
Las complejidades en el proceso de traducción podrían
incluir una lección que dialogue con mi manera particular y huma-
nística de hacer antropología. Esta disciplina siempre se ha reserva-
do el presentar las dificultades y problemas con las que el etnógrafo
se encuentra al momento de traducir formas nativas. Más aun, el
escenario típico de intercambio y relaciones sociales bajo el trabajo
etnográfico no se incorpora en el análisis en sí. Los análisis cultura-
les se presentan como trabajos culminados y definitivos acerca de
otras culturas y en mi opinión existe algo arrogante en este proceso.
Además, algunas veces nadie, excepto el especialista, puede com-
prender el volumen del informe antropológico.
Parte de la dificultad se encuentra en las suposiciones que
hacemos acerca de los intercambios hechos entre el antropólogo y el
indígena durante el trabajo de campo. Todavía, muchos aspectos de
48 Michael A. Uzendoski
was y que sirve para transformar no sólo las personas y sus cuerpos
relacionales sino también comunidades enteras. El matrimonio
rompe y recombina relaciones que definen las redes de parentesco
del ayllu y el muntun.
En el capítulo cuatro examino la teoría del valor encontra-
da detrás de los comportamientos de intercambio (dar versus corres-
ponder) e indago sobre las separaciones e uniones que ocurren des-
pués del matrimonio. Específicamente, analizo las relaciones de sus-
tancia similar de incorporación filial, adopción, compadrazgo
(parentesco ritual) y alianzas matrimoniales. En este punto argu-
mento que estas formas de parentesco se expresan por medio de la
transformación de la sustancia vía acciones rituales, compartir y
corresponder. Dichas formas guían la metamorfosis de afines a con-
sanguíneos. También sostengo que estas relaciones de alto valor
conectan a las personas unas con otras a través de las redes de tejido
de las relaciones de sustancias compartidas que abarcan la región.
En el capítulo cinco exploro cómo la personificación está
conectada con la producción de bienes y en general la teoría de pro-
ducción, consumo y circulación. Para mí el sistema de intercambio,
circulación y creación de valores intercede y satisface los deseos de
los demás. El hecho de dar chicha y carne como obsequios transfor-
ma las relaciones de parentesco tanto en el día a día como, especial-
mente, en contextos rituales. La carne y la chicha son esferas com-
plementarias de intercambio que tienen género masculino o feme-
nino. Esta configuración sigue el modelo de la filosofía kichwa de
producir vida a través de la mediación de deseos por medio del
intercambio de cosas y sustancias entre los complementarios. En
este aspecto los intercambios masculinos y femeninos son un aspec-
to clave de la vida diaria ritual.
En el capítulo final del libro argumento que existen con-
secuencias políticas importantes debido a la manera cómo los valo-
res son percibidos. Además analizo el levantamiento indígena de
Napo en el año 2001 en relación a la manera en la que las nociones
de valores, personas e intercambio penetran la conciencia histórica.
Con respecto al parentesco, este se entiende como un aspecto defi-
nidor no sólo de la práctica social sino también de la conciencia his-
tórica y de los siglos de conflicto con fuerzas neocoloniales.
Los Napo Runa de la Amazonía ecuatoriana 49
Asimismo, exploro cómo en la persona kichwa del Napo –la cual se
conecta con los demás y la naturaleza a través de la cosmología cor-
poral– habita la subjetividad de pachakuti (transformación).
Finalmente, termino mi argumento exponiendo que los kichwas de
Napo están transformando la historia, la provincia Napo, otros sec-
tores de la sociedad ecuatoriana y mucho más. La etapa final del
libro es el enlace entre los valores y los temas de subordinación
(Gregory 1997; Piot 1999; Guha 1983) y los asuntos relacionados
con la autodeterminación social y económica indígena (Whitten y
Torres 1998; Whitten 1996, 2003; García 2001, 2002; Whitten,
Whitten y Chango 1997).
Notas:
1 Napo runa se refiere a uno de los varios dialectos y etnicidades kichwas ama-
zónicos en Ecuador. Existen diferencias sobresalientes y cruciales entre los
kichwa -hablantes amazónicos (ver Whitten 1976, 1985) que se encuentran
más allá del ámbito del presente estudio. Se estima que el Amazonas ecuato-
riano contiene 70.0000 kichwa-hablantes (Wibbelsman 2003:xx). Ecuador es
un país fuertemente indígena, y los indígenas dominan los sectores rurales.
Un estimado del mes de julio de 2001 propone que el 28% de la población
total de Ecuador es indígena (Wibbelsman 2003:377).
2 Con el propósito de este proyecto, se realizarán transcripciones en kichwa
empleando una versión modificada del alfabeto de Orr y Wrisley (1981) (a, b,
k, ch, d, g, h, i, l, ll, m, n, ñ, p, r, s, sh, t, ts, u, w, y, z, zh). Los cambios hechos
al alfabeto de Orr y Wrisley (1981) responden a la necesidad de respetar las
convenciones básicas del kichwa unificado (usar la w en lugar de hu, la k en
lugar de la c, y la h en vez de la j) sin sacrificar sonidos, palabras y maneras de
hablar del kichwa del Napo. El alfabeto antes descrito constituye una selección
pragmática de mi parte ya que mi objetivo es describir el discurso y la cultu-
ra kichwa del Napo como prácticas con trayectorias históricas. No pretendo
crear un sentido de una cultura kichwa general y “unificada” ya que este tipo
de cultura y sus maneras de expresarse todavía no se han manifestado.
3 Al presentar el material en este libro, empleo una estrategia usada por
Marx (1977), el cual organiza su adaptación del capitalismo del siglo XIX
a través de la “filosofía de relaciones internas” (Ollman 1976). La idea cen-
tral de este enfoque se basa en que los factores o formas que normalmente
pensamos que están relacionados externamente, son realmente elementos
de una entidad más grande. Como lo afirma Ollman, “cada factor que entre
en el estudio de Marx ... es una relación social definida” (1974:14). Existen
dos sentidos en los que Marx habla acerca de las relaciones: “Relación” y
50 Michael A. Uzendoski
“relación” (ibídem., 14-17). El primer sentido resulta ser factores sociales
específicos (p. ej. el capital). El segundo sentido radica en las conexiones
entre dichos factores (p. ej. producción y consumo). Marx, en El capital
(1977), utiliza ambas nociones para describir cómo las partes individuales
(formas) del sistema articulan y se transforman por el todo. El describir las
nociones de valor de los kichwa del Napo me condujo a un problema simi-
lar al que tuvo Marx. Los capítulos que tratan acerca de del ciclo de la vida
(niñez, matrimonio y maduración) se concentran en Relaciones; es decir,
formas sociales kichwa muy particulares. Otros capítulos tratan acerca de
las configuraciones sociales del valor a mayor escala (parentesco e inter-
cambio) o relaciones.
4 En este caso empleo el término alienación en el sentido en que lo usa Ollman
(1976). No quiero decir que los obsequios no pueden “desprenderse” de las
personas puesto que el desprenderse de las cosas en el contexto de los obse-
quios crea relaciones significantes. Sin embargo, la alienación es diferente ya
que describe un proceso por el cual las cosas se intercambian pero las rela-
ciones sociales y morales significantes no son creadas (Gregory 1997:79).
5 La debilidad de este modelo (Gregory 1982) radica en que no identifica los
procesos subordinados por medio de los cuales los procesos dominantes tie-
nen lugar en el sentido Louis Dumont de las jerarquías de valores. La con-
tribución de Gregory se refleja en hacernos ver cómo los modos de obse-
quios sitúan el valor en el proceso de reproducción, un énfasis que se
encuentra subordinado a la producción de bienes en contextos capitalistas.
6 En este sentido mi perspectiva es contraria a las ideas de Appadurai (1986,
1997), el cual ha manifestado constantemente que los productos son por-
tadores universales del valor y que dicho valor descansa directamente bajo
el dominio de las “cosas.” De la misma manera cuestiono a Bourdieu
(1977,1990), el cual asume que el individuo y las motivaciones individua-
listas, como el cálculo, son construcciones sociales universales (Piot 1999).
El formalismo de Bourdieu (visto en conceptos como “capital cultural”)
también está atado a la lógica del capitalismo de ser efectivo al traducir los
conceptos de valor de muchas de las personas subalternas del mundo.
Como Marx lo mostró claramente (1972), los productos, el capital y el
individualismo constituyen un proceso interrelacionado que aliena el tra-
bajo y permite la acumulación de valor en las esferas sociales definidas en
base al capitalismo.
7 Podría proponerse al tejido como una metáfora de la intersubjetividad
misma, un terma que puede encontrarse en muchas realidades culturales en
las que las “relaciones humanas son como nidos, cadenas, sogas, cordones
con nudos, cuerdas o senderos” (Jackson 1998:192). Estas relaciones son
implícitas entre los kichwas del Napo. Los informes donde el tejido se enfa-
tiza más abiertamente como un proceso social son los de Guss (1989) y
Urton (2003).
52 Michael A. Uzendoski
1
Sinzhi Runa: el proceso del nacimiento
y el desarrollo de la voluntad
54 Michael A. Uzendoski
La persona completa
En el área indígena de Napo el valor se crea a través de un
proceso dialéctico en el que las personas son despojadas de algunas
propiedades, bienes y relaciones para que se construyan unas nuevas
(Strathern 1988; Mosko 1995; Piot 1999). Mi tema de investigación
es entonces la noción de la persona completa y los modos de acción
social y reproducción que definen dicha noción. Siguiendo a La Fon-
taine, defino a la persona completa como “el producto de toda una
vida” en la que el valor no es individual sino que reside en “la forma
social cuyo elemento vital es el mantenimiento de la continuidad. El
concepto ayuda a fusionar el lapso determinado de la vida humana
con continuidad ilimitada de las formas sociales identificando la ca-
lidad de persona con la auto-reproducción” (La Fontaine 1985:132).
El primer aspecto de La Fontaine que aplico en mi estudio
es su enfoque en las formas sociales de la persona, y no del indivi-
duo, como unidad de análisis. Igualmente La Fontaine sugiere que
el usar el concepto de la persona completa supone ver cómo sus for-
mas continuas se articulan en una vida humana determinada. La
persona completa es un producto de la reproducción, es decir, el mo-
do en que tanto las personas como las formas sociales que las defi-
nen persisten a través del tiempo.
En relación a las formas de parentesco del Alto Napo las
etapas transformacionales de las identidades de parentesco reflejan
un punto de vista dinámico de lo que es la persona como un concep-
to compuesto por cualidades tanto determinadas como ilimitadas.
En este análisis la unidad básica es el conjunto de acciones y relacio-
nes sociales específicas que constituyen la persona, la cual comienza
con la relación de sustancia entre el padre y el hijo, con la produc-
ción de una nueva vida. Sin embargo, para poder entender la noción
de la persona como una categoría ilimitada debo estudiar primero
cómo las personas se reproducen como seres determinados.
El nacimiento de un niño
Pierre Clastres ha comentado que “todo nacimiento cons-
tituye una experiencia dramática para el grupo en su totalidad. No
es simplemente la adición de una persona a una familia sino además
una causa de desequilibrio entre el mundo del hombre y el univer-
so de fuerzas invisibles; el nacimiento trastorna un orden que el ri-
tual debe intentar restablecer” (1998:16). Similarmente, la socio-
cultura kichwa define el proceso del nacimiento de diferentes for-
mas. En 2001 regresé a Campo-Cocha para visitar el ayllu con el que
había vivido durante casi todo el año 1994 y me encontré con que
60 Michael A. Uzendoski
y el mal aire (viento maligno). Otra persona comentó que la envol-
tura representa la fuerza de vida de la anaconda. Aquí vale la pena
recalcar que dicha envoltura le otorga a los bebés una piel exterior
colorida que se asemeja a la de la anaconda. Esta conexión miméti-
ca no es trivial puesto que se piensa que la anaconda es la creadora
de la vida y denota el poder de procreación. Alguna veces se evoca
esta relación al comparar a la anaconda con el pene del hombre.
Como lo indican Whitten y Whitten (1988:33) “míticamente, los
humanos y la amarun [anaconda] comparten una sustancia corpo-
ral común. La amarun es al mundo acuático lo que el hombre es a
su hogar y familia: el procreador primordial.” Un feto flota, patea, se
voltea y gira, por consiguiente, como una mujer embarazada lo co-
mentó, “cuando el bebé está en el vientre se siente como una ana-
conda.” Estas asociaciones son maneras elocuentes y estéticas de es-
tablecer la naturaleza única del cuerpo de los bebés. No son huma-
nos todavía. Al estar más cerca de la divinidad, la suavidad y fluidez
de su forma debe ser convertida en sustancia humana por sus pa-
dres y otros parientes.
En cuanto al cuidado del bebé, los kichwas se abocan a la
protección de estas “blandas” criaturas. Por ejemplo, en el primer
mes la madre no deja que nadie cargue al bebé excepto el papá. La
gente dice que si la madre deja que otra persona cargue al bebé, es-
te saldría kibirishca (“torcido”), lloraría muchísimo y su piel tanto
como sus excrementos se volverían verdes negruzcos. Después de
este período otras personas pueden cargar al bebé pero deben pasar-
lo ritualmente, primero por la cabeza y luego siguiendo por las pier-
nas. Esta acción establece un lazo maternal simbólico permitiendo
que la “rectitud” y salud pasen entre el niño y la persona que lo quie-
re cargar. Además la madre no debe lavar la ropa del bebé con nin-
gún movimiento giratorio ya que se cree que si la madre gira mien-
tras lava el bebé crecerá torcido.
Los bebés son especialmente vulnerables a los espíritus y
fantasmas llamados aya, los cuales generalmente aparecen por la
noche cerca de cementerios o cuerpos de agua veloces. La cercanía a
estos lugares se evita por miedo a que causen enfermedades a los be-
bés. Las madres deben tener mucho cuidado de no bañar a los be-
bés frecuentemente ya que el agua fría y sus componentes pueden
Los Napo Runa de la Amazonía ecuatoriana 61
debilitarlos. Asimismo, la madres tienen que seguir una dieta con
reglas muy estrictas que se denomina sasina (“seguir un tabú”) y
que consiste en comer solamente la carne de pollos de granja y otros
pájaros2 por dos semanas puesto que “los pájaros duermen bien por
la noche.” Si la madre no sigue las reglas y come un animal noctur-
no, se dice que el bebé por mímesis adquiere las cualidades del ani-
mal quedándose despierto toda la noche.
Los padres igualmente obedecen a restricciones de “couva-
de” denominadas también sasina.3 Algunos días después del naci-
miento de la hija de Galo un grupo de hombres estaban jugando un
partido de fútbol. Galo, un jugador muy fuerte normalmente, lleva-
ba ropa deportiva pero estaba sentado en la línea lateral y al darme
cuenta de eso le pregunté, “Galo, ¿por qué no estás jugando? ¿Te las-
timaste algo?” y él me respondió, “sasinimi,” lo que quiere decir “es-
toy ayunando.” En realidad, lo que quiso decir Galo fue que no es-
taba jugando por el nacimiento de su hija. Para los kichwas el con-
cepto de sasina significa típicamente una abstención de actividades
físicas muy fuertes y relaciones sexuales. En este sentido, los kichwas
me comentaron que en el pasado estas tradiciones se guardaban por
meses pero que la abstención todavía se practica por al menos unas
semanas después del nacimiento de un bebé.
Al principio, el comportamiento de Galo me pareció tri-
vial; no obstante, este simple acto y el comentario que le siguió po-
dría representar, en una manera casual pero esotérica a la vez, toda la
cosmología kichwa y la filosofía social del parentesco. El ayuno cons-
tituye una manera de mediar no sólo un nacimiento sino también la
sustancia y las formas circulatorias que rodean la nueva vida y el
cuerpo que el nacimiento trae al mundo. Por ejemplo, Métraux re-
sume el concepto de couvade refiriéndose al punto de vista amazóni-
co de la cosmología, calidad de persona y el cuerpo: “la observación
de las restricciones de ‘la couvade’ han sido interpretadas frecuente-
mente por los propios indígenas como una expresión del lazo exis-
tente entre el padre y el alma del niño” (1949:374); es decir, la couva-
de y la sustancia y la salud del alma se encuentran entrelazadas.
El concepto de couvade demuestra los complejos princi-
pios de animismo cosmológicos y simbólicos en la región de la Ama-
zonía y la circulación de la energía entre las esferas visibles y las invi-
62 Michael A. Uzendoski
sibles. Dicho concepto es parte de un conjunto mucho más extenso
de puntos de vistas y creencias de cosmología, calidad de vida, socie-
dad y el cuerpo. Durante el período de sasina los padres y madres
kichwas evitan comer todo lo que pueda lastimar a su hijo ya que, se-
gún ellos mismos dicen, si no respetan las restricciones el bebé pue-
de desarrollarse incorrectamente. En otras palabras, el niño puede
crecer torcido, cambiar de color o debilitarse y contraer diarrea o al-
guna otra enfermedad. Se piensa que la couvade alimenta al niño es-
piritualmente, proceso que recibe el nombre de pukuchina (hacer
crecer), es decir, la transferencia de energía vital o “aliento” de los pa-
dres a los hijos. Según la lógica del simbolismo, la abstención de los
padres alimenta y fortalece la sustancia del alma del niño o el samay.
Acerca de esta idea, Rival (1998) argumenta que la couvade conecta
al padre con el hijo y con su madre a través de un vínculo de sustan-
cia que no depende del matrimonio ni del lugar de residencia. El
punto que destaca Rival resulta intuitivo: la couvade señala la crea-
ción de una nueva vida humana que complica las fronteras de distin-
ciones consanguíneas versus las afines que envuelven a un nuevo
matrimonio. En sí, este marca una diferencia entre los padres y los
estados previos de calidad de vida incompleta (Rival 1998:633). La
couvade es en sí un derecho natal de parentesco.
Los kichwas no cortan el pelo del niño antes de que cum-
pla dos años siguiendo la creencia de que el bebé saldría upa shimi
(mudo) si así lo hicieran. En el transcurso del crecimiento del niño
la gente se dedica a comentar acerca de su desarrollo y comienzan a
decir que “la carne ha agarrado cuerpo” (“aicha aparishka”). La pre-
sencia de la “carne” –masa en vez de delgadez– en un niño es un sig-
no de salud (a los kichwas les gustan los bebés regordetes pero sus
niños nunca se ven gordos). Ahora bien, después de haber cortado
el pelo del niño se considera el momento adecuado para comenzar
a buscar los compadres, es decir, la markamama o madrina y el mar-
kayaya o padrino (ver capítulo 4).
La adolescencia
Según los kichwas, cuando los niños ya son lo suficiente-
mente mayores deben bañarse en un río frío a tempranas horas de
64 Michael A. Uzendoski
ba y esto hacía que Klever se riera a carcajadas. Klever siempre ter-
minaba su lista con el chocobanana, uno de los dulces que a Chini le
gustaba más. Cuando Klever llegaba al nombre chocobanana Chini
explotaba de rabia y entre otras cosas lloraba y amenazaba a Klever
con darle un puñetazo pero a pesar de que sabía cuando se estaban
burlando de él a propósito, no podía vengarse. El momento cumbre
de rabia de Chini inevitablemente causaba carcajadas en la cocina.
Cuando Klever producía dicha reacción en Chini paraba de moles-
tar al niño y este era consolado por su madre. Sin embargo, Klever
repetía el ritual varios días después y cada vez provocaba tanta risa
como la anterior.
Los niños aprenden a emplear tácticas similares a medida
que van creciendo. Por ejemplo me sorprendí al encontrar un gru-
po de hermanos, hermanas y primos con edades entre los tres y seis
años que ya habían desarrollado una serie de burlas para usarlas en-
tre ellos mismos. Específicamente, en Sapo Rumi, escuché a algunos
niños referirse unos a otros como awallacta (de la sierra), varón,
chuchola (una pronunciación errónea de la palabra chucula, una be-
bida hecha de puré de plátano maduro) y otros apodos.
El castigo
Los kichwas usan el humor para enfatizar aspectos de un
comportamiento que no es el apropiado pero al mismo tiempo
creen que el castigo también es necesario para hacer de los niños
personas fuertes y para enseñarles lo que significa el respeto. Duran-
te mi trabajo de campo pude presenciar muchos ejemplos de casti-
go a niños y además escuché muchos adultos contar historias de có-
mo fueron castigados cuando eran niños. Los kichwas dicen que
hoy en día ellos castigan a sus niños con una menor intensidad que
en el pasado pero los castigos que yo pude ver se llevaban a cabo vi-
gorosamente.4 Los padres sancionan a sus hijos no porque sean per-
sonas de malos sentimientos sino porque creen que el castigo es ne-
cesario para implantar valores, comportamientos y sentimientos de
responsabilidad adecuados. Dichos padres comentan que sus niños
son “blandos” y que el castigo es necesario para fortalecer sus cuer-
68 Michael A. Uzendoski
alma pero no a la dicotomía occidental ya que los kichwas no sepa-
ran filosóficamente los dos dominios. El alma entonces es simple-
mente la perspectiva interna del cuerpo (Viveiros de Castro 1998).
La noción de que la gente hereda una sustancia corporal y espiritual
simultáneamente de sus padres difiere en gran medida de las nocio-
nes occidentales. En el mundo kichwa la “religión” se basa en el do-
minio del parentesco y estimula la noción de persona.
El concepto de alma desde la perspectiva kichwa es muy
complejo. Hoy en día muchas personas así estén hablando en kich-
wa emplean la palabra en español (alma) para transmitir la idea del
alma. No obstante descubrí que usan este término para describir una
cosa que no es la noción occidental de un alma individual. Cuando
les pedía a las personas que tradujeran el concepto al kichwa me res-
pondían con la palabra samay pero algunas veces calificaban la idea
del aliento diciendo que un alma es una concentración de “aliento
interno” (uku samay). El término en español (alma) acentúa una
concentración de energía vital pero entendiendo que la energía del
alma circula entre las personas y los seres naturales. Como ya he dis-
cutido en otro trabajo (Uzendoski 2003), los cristianos piensan que
sus almas se originan en una especie de relación de parentesco entre
Dios y el “aliento” de Dios. Hablar de samay significa hacer hincapié
en la noción circulatoria de que el alma se estira atravesando los ca-
minos, el tiempo y el espacio del parentesco. Por ello, es importante
aclarar que tanto el concepto de alma como el de samay se refieren a
la misma teoría del alma pero los términos transmiten diferentes
matices principalmente porque la palabra “alma” posee aspectos lin-
güísticos poderosos asociados con el cristianismo. Otros términos
que se refieren al alma connotan la misma idea de una energía vital
fluida que vive en el cuerpo, por ejemplo: kawsay, urza (fortaleza) y
yachay (conocimiento). Estos términos aunque tienen sus propios
rasgos son básicamente intercambiables con samay.
La palabra kichwa para “alma” es de esta manera un tér-
mino virtualmente intraducible que presenta una gran cantidad de
temas acerca de la manera cómo las personas perciben el espíritu, la
sustancia, la vida y la muerte. Yo propongo entonces traducir el con-
cepto de alma como una concentración del aliento. Por otro lado, al
escribir acerca de los kichwas del Pastaza, Whitten (1976:56;
Los Napo Runa de la Amazonía ecuatoriana 69
1985:108) traduce las palabras “alma” o “sustancia del alma” como
aya (ayaguna en plural), un término que también puede significar
“un espíritu.” Los kichwas del Alto Napo sin embargo usan dicho
término cuando se refieren al espíritu de una persona muerta que
deambula sin cesar. En la región de Napo existen muchos mitos que
tratan sobre los ayaguna, los cuales se supone que acosan y a veces
asesinan a personas y además no pueden distinguirse fácilmente de
los supay o espíritus que deambulan. La posible presencia de los
ayaguna agita y atemoriza a las personas por lo que tienen varios
métodos para mantenerlos alejados como por ejemplo cortar y que-
mar el bello púbico (ullu ilma), una manifestación de la energía se-
xual que se cree que funciona como un tipo de repelente. En el área
del Napo las personas se referían al aya como una entidad que deja
el cuerpo después de la muerte; el aya es una concentración de sa-
may que sale de un cadáver, es decir, un alma sin cuerpo. Por consi-
guiente es lógico que yo no haya escuchado a nadie decir que ha he-
redado o adquirido un aya como parte de su sustancia de alma in-
terna. Lo que sí he escuchado es que personas adquieren samay,
kawsay, urza y yachay pero el término usado predominantemente
para describir el alma en Napo es samay. Los kichwas del Pastaza
por el contrario enfatizan más el aya.
Estoy convencido de que Whitten y yo estamos hablando
del mismo concepto de alma pero la terminología que empleamos va-
ría de acuerdo a las regiones. En efecto, los dialectos de los kichwas del
Napo y los kichwas del Pastaza difieren más en vocabulario que en
gramática; sin embargo, estos dialectos son inteligibles mutualmente
y más aun, los dos grupos han estado interactuando durante siglos.
Una de estas áreas de interacción es el chamanismo. En este sentido,
un chamán me comentó,“nosotros hemos estado intercambiando sa-
may con los Pastaza Runa desde el principio de todos los tiempos.”
Tanto el trabajo de Whitten como mi discusión demuestran que los
términos samay y aya denotan conceptos relacionados dentro del ám-
bito de una realidad compleja en la que las almas circulan entre la
gente y los animales a través del tiempo y espacio. El punto crucial de
esta cuestión es que existen rasgos lingüísticos significativos, y posi-
blemente estéticos, en la manera como los kichwa-hablantes descri-
ben el alma, un tema prometedor para futuras investigaciones.
70 Michael A. Uzendoski
En relación a esta discusión Descola incluye las nociones
del alma y la sustancia dentro de su definición de sistemas animis-
tas circulatorios y entonces afirma que “para muchos sistemas ani-
mistas amazónicos hay una percepción básica del universo como un
circuito cerrado gigante dentro del cual existe una circulación cons-
tante de sustancias, almas e identidades consideradas necesarias pa-
ra la conservación del mundo y la perpetuación del orden social”
(1992:116).
El animismo que describe Descola alude al problema ma-
yor de la forma externa o material versus la esencia interna o espiri-
tual. Los amazónicos ven la relación entre el cuerpo externo y la sus-
tancia interna como un vínculo circulatorio o una relación de re-
troalimentación en la que ni lo visible ni lo invisible constituyen la
esfera principal; el significado se despliega desde su oposición y re-
lación continua.
En la lengua vernácula Napo kichwa el término aya repre-
senta una fase particular de la circulación del alma, es decir, la puesta
en libertad del samay concentrado en la muerte o dentro de una rea-
lidad alternativa (p. ej. sueños y alucinaciones) que se encuentra ata-
da a un cuerpo. Un aya es un espíritu que deambula sin una forma vi-
sible en la realidad normal. En cuanto a esto, escuché una vez a una
persona decir que cuando la gente duerme se hace más “ligera” por-
que su aya sale durante el sueño, una muerte de sueño. Con el propó-
sito de entender mejor ese concepto siempre le preguntaba a las per-
sonas si un aya era como un alma y siempre me desairaban. Fermín,
por ejemplo, me dijo que los ayaguna son espíritus, no almas.
74 Michael A. Uzendoski
Las formas corporales: nociones kichwas de voluntad y deseo
En el ámbito kichwa la voluntad y el deseo se diferencian
por su asociación con diferentes partes del cuerpo. La voluntad está
asociada con el órgano más importante de la fisiología, el corazón. Las
personas describen el tener consideración usando el término “ali
shungu” (buen corazón). En este sentido se piensa que la voluntad
emana del corazón, el cual también es considerado el órgano central
de las emociones corporales y la percepción. Dicho órgano es un tipo
de ojo social pero el pensamiento o iyay está localizado en la cabeza;
el corazón como órgano social es el centro de la energía vital. La im-
portancia del corazón se nota claramente, por ejemplo las personas se
refieren a aquellos que actúan de forma estúpida como “iyay illac”
(sin pensamiento) pero no hay nadie que diga que una persona no
tiene corazón. Inclusive, las personas que se encuentran tristes o en-
fermas definen su malestar usando la expresión “corazón herido”
(shungu nanana o shungu nanchina). Estas son formas comunes de
describir cómo se siente la gente refiriéndose a sus corazones.
El deseo por otro lado está asociado con los genitales, la
lengua y el estómago. El reino del deseo es muy amplio con expre-
siones figurativas de los genitales y la comida femeninas y masculi-
nas. En cuanto a la comida, se considera que los objetos de deseos
alimenticios son dulces y que dejan al estómago con sensación de
llenura. Los placeres gustativos y sexuales están asociados como los
objetos de tipos de deseos semejantes.
El ya citado Whitten (1985:108) también ha definido al
corazón como el instrumento corporal de la voluntad. Whitten pro-
pone que el samay de una persona es su “fuerza de voluntad,” la cual
se origina en el corazón y define su fortaleza interna. La voluntad
permite que una persona tenga influencia sobre los demás, como se
da en el hacer que una persona reconozca la belleza de la música que
uno está tocando. Whitten asegura que, como con el perspectivismo
discutido anteriormente, la prueba de la influencia de la voluntad se
encuentra principalmente en la manera en cómo los demás la per-
ciben, no sólo con sus características intrínsecas. Esta noción de for-
taleza interna y su percepción están relacionadas con la idea de la
belleza (sumak), la cual Whitten (1985:108) define como una capa-
76 Michael A. Uzendoski
“suave,” una forma sin género. A medida que los niños maduran,
van desarrollando voluntades masculinas o femeninas; es decir,
mientras los niños se van haciendo adultos se van dando cuenta de
que tienen que contribuir con el hogar así como lo hacen los adul-
tos. En relación a esto, las personas cuentan historias de cómo se
dieron cuenta de su voluntad definida por su género; por ejemplo,
un hombre generalmente cuenta historias de su primera experien-
cia de cacería solo o de cómo aprendió a cazar con su padre. Mien-
tras los niños van madurando, van aprendiendo no sólo a cazar si-
no también a pescar con trampas y redes. Asimismo, aprenden a có-
mo manejar machetes y hachas y a llevar cargas pesadas; de esta ma-
nera los niños poco a poco agudizan sus habilidades y conocimien-
to en las bases productivas de la masculinidad.
Las mujeres por el contrario empiezan a darse cuenta de
su voluntad definida por su género a una edad más temprana. Las
niñas comienzan ayudando en la chagra, preparando comida y
eventualmente llegan a preparar la chihca y a cocinar. Los varones
pequeños también ayudan en estas tareas, es decir, también llevan
a cabo tareas femeninas domésticas lo que significa que los varones
pasan por una fase femenina antes de convertirse en personas mas-
culinas. Al madurar, hombres y mujeres adquieren diferentes cua-
lidades y poderes espirituales. Específicamente, las mujeres obtie-
nen varios paju o poderes mágicos especiales. Por encima de todo,
las mujeres les transfieren el “lumu paju” (poder de yuca) a sus hi-
jas, sobrinas y nietas, el cual estimula el crecimiento abundante de
la yuca en las chagras. El paju se transfiere en un ritual muy infor-
mal para que así los poderes pasen sin problemas al cuerpo que los
va a recibir. La persona que va a recibir el poder hala el dedo de la
donante hasta que las articulaciones suenan señalando así la trans-
ferencia de energía. La donante entonces “limpia” espiritualmente
a la persona que recibe y le pasa su aliento al soplar sobre su cabe-
za. Esta práctica permite que la generación más joven adquiera una
sustancia femenina espiritual que las haga fuertes y sabias. Otro pa-
ju que pude observar incluía el poder del masaje (arreglar articula-
ciones fuera de lugar) y otros para atacar fuentes específicas de en-
fermedades como el mal aire. Casi todas las mujeres tienen al me-
nos el lumu paju.
Los Napo Runa de la Amazonía ecuatoriana 77
Igualmente, los niños y varones jóvenes también reciben
el samay de sus padres, tíos y otros miembros mayores del ayllu.
Con el objeto de curar a un niño enfermo, el chamán transfiere su
aliento al niño para reforzar la energía vital débil. Los padres tam-
bién les pasan a sus hijos el aliento para hacerlos fuertes; ya cuan-
do los hijos son mayores, los padres les otorgan hechizos de cace-
ría, conocimiento y objetos mágicos. En una oportunidad, yo mis-
mo presencié cómo Fermín les daba a sus hijos varios objetos má-
gicos incluyendo piedras del estómago de un caimán (las cuales
tragaron los hijos de Fermín), un diente de una boa (para tenerlo
siempre en el bolsillo) y su samay (el cual Fermín sopló sobre sus
cabezas usando cigarrillos).
En épocas anteriores tanto los varones como las hembras
capturaban de forma mimética la energía vital de jaguares míticos
al consumir la planta puma yuyu. En 1994 yo participé en un ritual
de puma yuyu que se había organizado con la finalidad de incre-
mentar la energía vital y fortalecer la voluntad (ver Uzendoski
1999). Durante el ritual las personas enfatizaban que era mejor co-
menzar a tomar puma yuyu a una edad temprana ya que su consu-
mo constituye un proceso de vida a través del cual uno obtiene más
poder. Más aun, el llegar a ser un poderoso chamán se puede final-
mente llegar a la habilidad de tomar la forma de un jaguar en oca-
siones y de alcanzar un estado de jaguar permanente al momento de
la muerte. Sobre esto comento que me sorprendí al enterarme que
se pensaba que la dueña de la planta puma yuyu que estábamos con-
sumiendo tenía esta habilidad. La señora, la mamá de Fermín, había
reportado en ocasiones anteriores haberse convertido en jaguar y la
gente notaba que su cara presentaba rasgos felinos.
Los varones desarrollan su voluntad masculina tras unas
largas sesiones de bebida y el comportamiento masculino a las que
vienen asociadas. Los hombres que beben consideran la borrachera
una expresión meramente de voluntad, no de deseo. Por ejemplo,
una vez yo estaba bebiendo con los hombres de Campo-Cocha des-
pués de un partido de fútbol en Ahuano ya que nos quedamos para
una fiesta que habían organizado ciertos patrocinadores de una cam-
paña política. Este tipo de fiesta al aire libre siempre incluyen músi-
ca gratis, usualmente la música moderna llamada “Runa Paju” y ca-
78 Michael A. Uzendoski
chiwa en abundancia (aguardiente). La cachiwa se mezcla frecuente-
mente con canela caliente o té de wayusa para hacerla más bebible y
para animar a las mujeres a participar. En este caso, esta bebida fuer-
te le permitió a Jorge continuar con mi educación acerca de los valo-
res kichwas. Mientras bebía con él, hice un comentario acerca del
mal sabor de la cachiwa y lo acompañé con una mueca para mostrar-
le mi desagrado; entonces Jorge me explicó por qué los kichwas in-
gieren una bebida alcohólica de tan mal sabor: “nosotros no bebe-
mos por placer. Bebemos cachiwa porque somos fuertes [sinzhi].”
Luego me hizo beber otro vaso con él sin mostrar señas de malestar.
Beber es una acción social que se encuentra asociada con ser un ka-
ri (hombre). Más adelante analizaré con más detalle la acción de be-
ber y su asociación con el mundo espiritual y el poder divino; sobre
este punto resulta suficiente destacar que la bebida es una acción es-
pecífica y sobresaliente que está definida por el género.
Cuando los jóvenes maduran, pasan de ser andróginos a
tener género. Las transformaciones claves de este proceso tienen
que ver con el desarrollo de la voluntad femenina y masculina, es
decir, con hacerse kari o warmi (mujer). El proceso que conlleva a
desarrollar una voluntad masculina va de esta manera a deshacer-
se de los aspectos femeninos del ser y a realzar la masculinidad. La
cuestión inversa se aplica completamente a la feminidad, en otras
palabras, el hacerse mujer implica deshacerse de las esencias mas-
culinas. Los kichwas dicen que algunos hombres son “como muje-
res” y algunas mujeres son “como hombres,” siendo estas frases al-
gunas veces sólo una broma pero otras veces convirtiéndose en ca-
racterizaciones serias.
En la cultura kichwa se encuentran hombres que desarro-
llan voluntades femeninas en lugar de masculinas y al mismo tiem-
po hay mujeres que desarrollan voluntades masculinas. Por ejem-
plo, conocí una mujer quien era un ejemplo de esto. Se perdió su es-
poso hacía algunos años dejándola con dos niños y ella, en vez de
mudarse con algún pariente, decidió construir su propia casa y
mantener su hogar, una resolución única. En el área donde vive, esta
mujer era una de las mejores en la pesca y además cazaba ocasional-
mente. De esta manera ella llevaba a cabo actividades productivas
asociadas con la masculinidad y al mismo tiempo con la feminidad.
Los Napo Runa de la Amazonía ecuatoriana 79
Era madre y padre a la vez para sus niños y la gente a menudo la lla-
maba “hombre-mujer” (cari-warmi).
Las mujeres masculinas y los hombres femeninos se de-
nominarían como “otros” en las sociedades occidentales; sin em-
bargo, entre los kichwas estas combinaciones de sexo y género son
aceptadas socialmente. Muchos hombres femeninos se convierten
en miembros respetables de las comunidades con frecuencia sir-
viendo como maestros o líderes. En este aspecto, vale la pena des-
tacar la observación de Tessmann en relación a los kichwas princi-
palmente por la fecha en que la realizó (1930). Según Tessmann
“las relaciones sexuales entre muchachos son comunes. Éstas ocu-
rren en el monte. Los auténticos homosexuales no existen. Pero no
son despreciados, sino más bien tolerados” (1999:141). En este as-
pecto Tessmann tiene problemas con la complejidad de las formas
de género que no se pueden traducir fácilmente tomando en cuen-
ta el punto de vista de las nociones occidentales acerca del homo-
sexualismo. Tessmann impone las suposiciones de su negatividad
en lugar de reconocer la tendencia nativa de ver la diferencia co-
mo un valor neutral. Su declaración sin embargo muestra que los
géneros alternativos han sido parte de la cultura kichwa por bas-
tante tiempo.
Los hombres femeninos y las mujeres masculinas son ob-
jeto de burla frecuentemente, así como lo son todos los integrantes
de la sociedad kichwa en la que abundan bromas relacionadas con
el sexo y la sexualidad. A mí me tomó algún tiempo acostumbrarme
a vivir en una cultura donde el sexo no se percibe como “sucio” y
donde muchas personas, especialmente las abuelas, se burlan abier-
tamente de la sexualidad de los demás. Como consecuencia, pode-
mos caracterizar a los kichwas como una sociedad que afirma el se-
xo y no como una que lo rechaza. Por ejemplo, yo no sé ninguna pa-
labra o broma realmente “sucia” en kichwa amazónico.
80 Michael A. Uzendoski
tructura conceptual occidental que supone la unión matrimonial.
Las relaciones de género en Napo son complementarias en el senti-
do de que la vida no es posible sin combinaciones masculinas-feme-
ninas. Las fuerzas masculinas y femeninas son contrarias pero a su
vez complementarias y juntas forman un gran todo. Por ejemplo, un
hombre me explicó que él y su esposa no eran personas separadas
sino diferentes formas de la misma persona. Este tipo de entendi-
miento deshace el sentido de la noción occidental del patriarcado y
el feminismo, los cuales se predican bajo la presunción social y cog-
nitiva de que las personas son seres distintos conectados por la do-
minación de uno sobre otro. Si yo soy la versión masculina o feme-
nina de otra persona, mi identidad y conciencia no son individua-
les sino relacionales. Esta idea se expresa de muchas maneras en la
vida diaria y ritual en Napo, como se evidenciará a lo largo del libro.
En una ocasión, después de que presenté la idea del géne-
ro complementario en una clase acerca de las comunidades amazó-
nicas, un estudiante me retó diciéndome que él pensaba que la rela-
ción que existía entre él y su novia era igualmente complementaria,
continuando su participación al decir “nosotros también pensamos
que somos la misma persona, por ello no veo por qué su idea es úni-
ca.” Al principio me quedé perplejo al pensar que había confundido
una idea universal de relaciones de género con una práctica cultural
aislada. Sin embargo, después de reflexionar un poco me di cuenta
que no me había equivocado pero que mi respuesta requería de una
traducción de las formas sociales del individualismo y las de la cul-
tura kichwa. El individualismo, un fenómeno social asociado con las
necesidades sociales del capitalismo, permite que las personas con-
ceptualicen las relaciones románticas en muchas formas ideales pe-
ro limita las complementariedad relacional como un ideal social y
pragmático. Karl Marx (1972:222-23, 1977) por ejemplo ha demos-
trado que el individualismo está conectado con las necesidades so-
ciales del capital para los trabajadores que venden su trabajo a los
dueños. “El capital,” apunta Marx, “anuncia desde el principio una
nueva época en el proceso de la producción social” (1977:274), en la
que los individuos alienan su trabajo al mercado. Por el contrario,
entre los kichwas del Napo la complementariedad de género va más
allá del puro concepto ya que está pragmáticamente entretejida en-
Los Napo Runa de la Amazonía ecuatoriana 81
tre el circuito de producción y consumo y la circulación de bienes y
personas, la sexualidad y el deseo como tal. En la sociedad kichwa
las formas sociales de personificación, como lo mostraré a lo largo
de este libro, siguen caminos y transformaciones complejas de géne-
ro y complementariedad.
82 Michael A. Uzendoski
chachina. Idealmente el ayllu regula socialmente la violencia masculi-
na para que los conflictos de pareja pasen al ámbito de un grupo más
grande. En general, los kichwas ven la makana como un comporta-
miento inmoral y destructivo.
Más allá de poder controlar la violencia, los hombres de-
ben poseer más conocimiento y poder espiritual, o yachay, que las
mujeres. Esta asimetría refleja un principio establecido por Godelier
(1999, 2000) demostrando que el dominio social masculino se en-
cuentra atado a las conexiones del hombre con lo sagrado a través
de tipos específicos de formas corporales y sexualidades asociadas
con los orígenes. El principio explica que a manera general el hom-
bre domina a la mujer en la socio-cultura kichwa. A los hombres se
les asocia más estrecha y significativamente (pero no exclusivamen-
te) con los orígenes de la vida y el conocimiento.
Conclusión
Ahora que he analizado cómo la socio-cultura kichwa del
Napo define el proceso del nacimiento y dirige la crianza de los ni-
ños bajo el concepto de seres con género y voluntad fuerte, así co-
mo las nociones filosóficas (animismo y perspectivismo) en las que
las ideas de paternidad y de creación de nuevas vidas humanas es-
tán basadas, me dedicaré a resumir algunos de los puntos más so-
bresalientes. La base filosófica de la persona kichwa es una relación
dinámica entre los estados internos del ser (samay, energía vital) y
Notas:
1 Bloch propone que estas percepciones implícitas están basadas en procesos
cognitivos complejos, integradores y basados en la imagen, en los que el co-
nocimiento práctico y experimental no está organizado por abstracciones ló-
gicas sentenciales sino por “redes integradas altamente complejas o modelos
mentales cuyos elementos está conectados unos a otros en una gran variedad
de formas” (1992:130).
2 Los kichwas distinguen los pollos kichwas, es decir, los pollos de granja gran-
des que cazan su comida, de los awallacta, es decir, los pollos blancos que es-
tán domesticados y tienen que ser alimentados. Es interesante traer a cola-
ción que los animales domesticados se diferencian por raza mientras que los
animales de la selva no.
3 El famoso antropólogo E.B. Tylor define couvade como una “costumbre cu-
riosa” en la que “el padre, al momento del nacimiento de su hijo, protagoni-
za en un acto ceremonial al pretender ser la madre, ser atendido y al realizar
otros ritos como el ayunar y el abstenerse de ciertas clases de comida y de ac-
tividades para que el recién nacido no sufra de ese modo” (1888:254). Para
una discusión y crítica más completa vea además Métraux 1949, Rivière 1974
y Rival 1998. las limitaciones de espacio me impiden revisar toda la literatu-
86 Michael A. Uzendoski
ra relevante al tema pero quiero recalcar que yo percibo el couvade como un
rito no sólo de paternidad sino también de maternidad.
4 Como lo han especificado varios colegas, muchas personas amazónicas no
tienen complejos significativos de castigo para los niños. En efecto, se nece-
sita más investigación comparativa en relación a la crianza y la niñez en el
Amazonas.
5 Esta idea de la regulación de deseo y energía es crucial para las prácticas Bo-
roro en relación al tratamiento de plantas, animales y comida y ha sido des-
crita elocuentemente por Crocker (1986).
6 Puede ser que en tiempos antiguos se usaba la palabra “shayku” para expre-
sar esta noción de una voluntad fuerte. Se traduce “shayko” como poder, su-
dor, influencia.
7 Barry Lyons (2003) ha discutido en detalle el significado y uso de kariyana
entre los kichwa-hablantes en la región andina de Chimborazo. Lyons tradu-
ce kariyana como “actuar como un hombre” y “volverse masculino”
(2003:3). Su análisis advierte el problema de la esencialidad versus las nocio-
nes dinámicas de identidad y estados de género
8 La fascinante discusión que hace Belaunde (2002:216) acerca del género en-
tre los Airo-Pai de la Amazonía peruana permite que se conceptualicen de
manera diferente las formas sociales de género. Belaunde muestra que los gé-
neros son conceptualizados en términos de relaciones entre dos aves, la oro-
péndola y el loro verde; aunque cada una de estas tiene sus propias capaci-
dades productivas, las dos viven juntas conviviendo como “la unión de per-
sonas autónomas de distinto genero, quienes crían a sus hijos juntos”
(2000:216). La complementariedad y la combinación de diferencias son en-
fatizadas.
94 Michael A. Uzendoski
Sin embargo, el concepto de metamorfosis requiere de un
poco de afinamiento ya que la noción Napo runa de la transforma-
ción corporal es más sutil y matizada. Mientras que la gente algunas
veces habla acerca de transformarse en animales en el sentido lite-
ral, es decir, tomando la forma de un animal, habla más a menudo
acerca de la metamorfosis, comunicando así la idea del traspaso de
la sustancia corporal de los animales a la carne de una persona. El
término metamorfosis describe la personificación de la esencia in-
terna de los animales y otros seres como el poder, mas sin embargo
la forma externa, el “envoltorio” corporal, puede mantenerse huma-
na en apariencia. Por ejemplo, los chamanes lucen humanos pero
poseen cuerpos poderosos de animales que provienen de la trans-
formación de la carne. En efecto, solamente durante rituales o sue-
ños las personas se convierten en animales y experimentan el mun-
do como un “animal” o toman la forma de este. Por ende, mi énfa-
sis en usar la idea de metamorfosis se debe a la necesidad de resal-
tar la personificación del poder articulado a través de la subjetividad
animista de los animales, pájaros y otros seres.
El humor y la metamorfosis
La metamorfosis también aparece dentro del dominio del
humor. En efecto, las personas que echan chistes y hacen la vida más
feliz son considerados especiales, además de que generalmente tie-
nen cualidades chamanísticas asociadas con el poder. En este senti-
do, Joanna Overing comenta acerca del humor: “la risa gozosa es
esencial para la salud de la comunidad ... El líder piaroa debe ser un
maestro de la risa y esto se hace muy evidente cuando se cuentan
mitos. Los aspectos absurdos del mito constituyen un buen teatro”
(2000:76). Efectivamente, el poder para hacer reír a otra persona es
signo de la voluntad fuerte que posee el individuo, de la habilidad
de otorgarle un toque divertido a la seriedad, los miedos, las trage-
dias y los retos mundanos de la vida diaria.
El humor y el ingenio son intrínsecos a la vida diaria, las
conversaciones y las narrativas de las comunidades kichwas. En una
ocasión cuando no pude entender un chiste, un hombre de Pano me
dijo “el kichwa es un idioma muy figurativo. Nos permite hacer bro-
mas muy creativas y cómicas. Estos tipos de chistes no se pueden
echar en español. Lo que hace reír en kichwa no se puede traducir al
español.” El chiste que yo no entendí fue “Alku iyakpi, rupayachi-
wangui,” que significa “al pensar en un perro, caliéntame.” El humor
de esta broma radica en imaginarse el calor generado por el pelo de
un perro para transferirlo miméticamente al cuerpo humano del
hablante, el cual siente frío y le pide al que lo escucha que lo calien-
te.8 Por otra parte, el chiste muestra la conexión que existe entre el
cuerpo y la mente del que lo cuenta. El cuerpo siente frío pero la
mente piensa en el calor al referirse a un perro. Después me di cuen-
ta que esta broma se repetía frecuentemente entre un grupo especí-
fico de personas provenientes de Pano (más que todo el Sr. Wilson)
por lo que había llegado a representar una relación humana entre
un grupo de familiares.
Notas:
1 Utilizo la palabra “transformación” como la traducción de tukuna así
como lo hacen Whitten y Whitten (1988:42). Muchos aspectos de es-
te capítulo están inspirados en el pensamiento de Norman Whitten
con respecto a la relación de la belleza y las fuerzas chamanísticas.
2 Como sus contrapartes griegos, los mitos amazónicos son unas de las
historias más creativas e ingeniosas, y se encuentran entre las más di-
fíciles de descifrar. Estas historias muestran un simbolismo y estética
elegantes que todavía no han sido tomadas en cuenta en el mundo li-
terario. Asimismo los principios sociales de la transformación del pa-
rentesco se encuentran localizados elegantemente dentro de dichas
historias.
3 Mientras que los documentos históricos y antropológicos han mos-
trado que los kichwas son un grupo étnico que surgió durante el pe-
riodo colonial, los kichwas relatan una historia diferente acerca de
sus orígenes. La metamorfosis, mas no el carácter étnico, es la base
de la filosofía de la vida kichwa. Así lo explican Whitten y Whitten:
“cuando un kichwa adquiere conocimiento del mundo espiritual
por parte de un chamán, se informa acerca de las esencias animadas
de sustancias inanimadas, de esencias espirituales que pueden re-
querirse por seres humanos, y acerca de las transformaciones que se
calan en estas y otras esferas de existencia social ... Así como una
persona busca establecer orden en un aspecto de su vida, también
recibe información de otro aspecto produciendo una conciencia cla-
ra de transformación como la base de toda la continuidad y cambio”
(1988:30).
4 Manis Nuckolls (1996, 2000:244) ha argumentado que las poéticas y
cuentos kichwas amazónicos tienen mucho que enseñarnos acerca de
114 Michael A. Uzendoski
la relación del lenguaje y la cognición. La autora afirma que el pen-
samiento analógico y el rasgo icónico lingüístico llamado “ideófono”
trae la naturaleza a la vida y permite que los hablantes se transformen
en las cosas que ellos mismo describen. Un ejemplo de un ideófono
en la narrativa de Lucas es tun, la cual describe el creciente caudal.
Tun transmite la imagen de cómo un espacio grande es cubierto ines-
peradamente, como suele pasar cuando el cielo se cubre por nubes
negras durante una inminente tormenta. Otros ejemplos de ideófo-
nos usados en la narrativa son umbas, un término que significa un si-
lencio premeditado y calmado, away (que significa “arriba”) para
transmitir la rapidez del crecimiento y tian, el cual denota la acción
de girar una y otra vez.
5 Mientras que las consideraciones estructurales son cruciales para el
análisis del mito, quiero enfatizar que el contar mitos es una forma
de acción social y convivencia. Como lo revelan los libros de narrati-
vas, mitos y cultura oral, los análisis míticos y narrativos general-
mente no se asocian con etnografías detalladas de las formas sociales
que las crean, que fluyen a través de ellas y que son transformadas
por ellas. En mi opinión es trivial tratar de definir la metamorfosis
como una “forma” o “acción,” o simplemente repetir el truismo de
que las narrativas son ambas cosas. Confrontar la metamorfosis en la
narrativa y en el mito es confrontar las preguntas esenciales de la vi-
da social y la calidad de persona kichwas.
6 Regina Harrison ha presentado ejemplos de mujeres kichwas amazó-
nicas cantando acerca de su transformación en espíritus poderosos
de la selva (supay), seres hombre-mujer (kari-warmi), serpientes
(ukumbi) y otras formas. Un aspecto de esta metamorfosis femenina
es que les brinda a las mujeres las herramientas para atraer a los
hombres, los cuales usualmente se encuentran alejados de la casa por
diversas razones. Las mujeres usan la magia (simayuka) y el poder de
la canción para atraer a los hombres. Sólo al pensar en sus hombres,
las mujeres son capaces de hacer que los hombres regresen a ellas. Es-
tas canciones de gran emoción se manifiestan como conocimiento y
poder (ver Harrison 1989:168-69).
7 Para un análisis mas completo del protestantismo evangélico en el
Alto Napo ver mi ensayo Millenial Ecuador (Uzendoski 2003).
8 Taussing (1993:xvii) expone que la mímesis es la transferencia de po-
der de un original a una “copia,” un compuesto de magia “compasi-
va” y “contagiosa” en la que la representación obtiene el poder de lo
representado (como un flujo de sustancia). Mímesis, en el caso de las
Las bodas se celebran con una fiesta que dura tres días y que
consiste principalmente en beber chicha, cantar, bailar e ince-
santemente escuchar música día y noche.
-Alfred Simson (1883:24) acerca de las bodas nativas del Napo.
El resultado: la bura
En algún momento de la tapuna o la paktachina se decide
la fecha para la bura, la cual no es sólo una ceremonia ritual de es-
cala mayor sino también una en la que los protagonistas “terminan”
las transformaciones sociales y liminales del matrimonio. La tapuna
inicia la liminalidad y la paktachina la continúa pero las separacio-
Tiempo y bodas
En la bura se requiere que las personas sean anormalmen-
te productivas para que así la familia de la mujer pueda consumir a
un nivel extraordinario, por ende esto usualmente ocurre durante
las estaciones en las que la carne y el pescado son fáciles de conse-
guir. La época preferida para una boda es el tiempo de la chonta,
cuando se da en abundancia (aproximadamente entre diciembre y
marzo) lo que coincide bruscamente con el período de verano. Esta
estación ve relativamente menos lluvia aunque es posible que caigan
chaparrones todos los días. Sin embargo, a veces este período pro-
duce una serie de días secos y calurosos resultando los niveles bajos
del río muy beneficios para pescar. (Una bura demasiado mojada
dejaría malos recuerdos de turu o lodo, y además soñar con lodo an-
tes de una boda es un mal presagio).
Conclusión
El matrimonio ritual entre los kichwas está basado en una
serie de fiestas que aumentan en intensidad y escala. La progresión
Notas:
1 Por ejemplo, los rituales de matrimonios pueden describirse como
reflexiones de las relaciones más sobresalientes y definitorias de la so-
ciedad kichwa. La fractalidad “reproduce el todo, es algo diferente de
una suma y a su vez diferente de una parte individual .... Es una re-
Reputación y subversión
La gente dice que no hay nada peor que tener una kachun
perezosa puesto que se considera, entre otras cosas maléficas, un
elemento subversivo que afemina al esposo ya que él tiene que su-
plir la falta de destrezas domésticas de ella con su propio trabajo en
el hogar. Las personas sienten que una kachun perezosa se “burla”
(burlana) del ayllu de su esposo al no cumplir con las expectativas
La transformación de la afinidad
Tuve la oportunidad de observar que cuando un nuevo
cónyuge le ha demostrado su valor a sus padres secundarios, estos
comienzan a emplear términos íntimos para dirigirse al masha o la
kachun. Los padres se refieren al masha como “hijo” (churi) y a la ka-
chun como “hija” (ushushi). Al dejar a un lado el sentido subordina-
do de los términos masha y kachun, los padres empiezan a eliminar
el sentido del estatus de forastero representado por la asimetría de
dichas palabras. A pesar de que no utilizan estas formas de referen-
cia todo el tiempo, el uso ocasional significa que se están dando a lu-
gar una transformación en la relación de una persona de la misma
Conclusión
Como lo he demostrado, varias categorías de las relacio-
nes filiales kichwas, como el masha y la kachun, el compadrazgo, la
alianza y la adopción se definen y se inspiran en las relaciones de
sustancia permitiendo a individuos que no están relacionados con-
vertirse en una “misma sustancia.” La afinidad de este modo se
transforma en consanguinidad a través de varios aspectos de la vida
ritual y diaria. Estas observaciones sucesivamente sugirieron una
teoría general kichwa de valor donde este es social y se encuentra en
relaciones sociales. Esta teoría de valor tiene una perspectiva doble;
la acción de dar domina en el ámbito íntimo del muntun mientras
que la reciprocidad domina entre los muntunguna. A pesar de que
la acción de dar y la reciprocidad son parecidos en espíritu, difieren
en que el primero produce asimetrías, de padres a hijos (o de hijos
adultos a padres mayores). Las personas que no son capaces de pro-
ducir o que producen menos tienen menos obligaciones recíprocas;
están socialmente obligados a recibir más de lo que dan. El valor de
este modo está enlazado a las capacidades productivas de las perso-
nas a medida que maduran y dan más cosas de la vida a los demás.
Estudios recientes sobre la sociabilidad amazónica han ar-
gumentado que la consanguinidad y la afinidad “significan cosas muy
diferentes en las ideologías de parentesco amazónicas y occidentales”
(Viveiros de Castro 2001:19) pero muy pocas investigaciones se han
enfocado en explorar estas diferencias desde la perspectiva de las no-
Notas:
1 Reconozco que el término adopción crea distorsiones cuando se apli-
ca a otras formas culturales. Yo lo uso en un sentido descriptivo. Un
término más acertado para describir la adopción kichwa es “apasta
iñachina” (recibir y criar).
2 Blanca Muratorio (1998) se ha concentrado recientemente en la ma-
nera cómo las abuelas kichwas ven la sexualidad y la apariencia per-
sonal a través del cambio de actitud de sus hijas y nietas. La autora
recalca que las abuelas le dan importancia a la “reputación” de las
mujeres que forman parte de su familia política y de las que pertene-
cen a la comunidad en general. El comportamiento de una mujer “en
la casa de su familia política, sin embargo, también constituye una
prueba de las propias capacidades de su madre y abuela para definir
su identidad a una edad temprana. La reputación de las mujeres de-
ben ponerse a prueba constantemente, lo cual se lleva a cabo públi-
camente tanto por hombres como por mujeres” (Muratorio
1998:412). Muratorio argumenta que las mujeres buenas se perciben
como trabajadoras y productivas, como el pájaro activo y rápido pi-
chiwarmi. En cuanto a las mujeres malas, se les denomina perezosas
o karishina (como un hombre). Muratorio comenta acerca de una
Comer y beber
Como muchos amazónicos, los kichwas se enfocan en la
comida como la base de la vida y constantemente participan en ac-
tividades que rodean la producción, consumo y circulación de co-
mida. Además, continuamente hablan de la comida y los estados del
La sexualidad
La relación existente entre la acción de dar y la reciproci-
dad se encuentra en la producción, consumo y circulación de comi-
da pero también está íntimamente conectada a la sexualidad y re-
producción. Las relaciones de sustancia compartida y sustancia
mezclada tienen como resultado comportamientos exigentes y da-
dores principalmente entre los cónyuges y entre los niños y sus pa-
dres. Afuera del círculo del muntun, la reciprocidad y el respeto se
enfatizan. Con el objeto de entender mejor cómo están constituidas
Conclusión
La observación de Gow (1989) acerca de que la produc-
ción, consumo y circulación están configuradas dentro de relacio-
Notas:
1 Las relaciones sociales no están determinadas por una necesidad de
“satisfacer” un deseo como lo indica Dean cuando explica que “el va-
218 Michael A. Uzendoski
lor cultural están profundamente inmerso en la experiencia vivida
del deseo” (1995:100). El deseo alivia el problema de la subjetividad
y lo constituye a una persona que vive, siente y desea, en relación a la
sociedad. El estudio del deseo se relaciona directamente con el argu-
mento del antropólogo Michael Jackson acerca de que una antropo-
logía “intersubjetiva” busca “recuperar el sentido en el que la expe-
riencia se sitúa dentro de las relaciones y entre las personas”
(1996:26).
2 Por ejemplo, Geertz (1973:42) escribió acerca del problema de lo
“universal” y lo “específico” en antropología; su punto radica en que
los rasgos poco precisos e “indeterminados” no son tan interesantes
como las practices culturales suntuosamente densas y específicas. Re-
sulta de gran ayuda pensar en el punto de Geeertz cuando se analiza
el deseo.
3 Sahlins advierte, “Pero en ese entonces la economía capitalista había
hecho un fetiche de las necesidades humanas en el sentido de que las
necesidades, las cuales siempre tienen un carácter social y objetivo,
tenían que asumirse como experiencias subjetivas de aflicción corpo-
ral” (1988:44).
4 Dando fe de la común “humanidad” que los humanos y animales
comparten dentro de la esfera social, estas palabras también se usan
en referencia a la alimentación de animales y a la interacción de ani-
males como sujetos de consumo (Descola 1996ª; Viveiros de Castro
1998).
5 El mejor ejemplo de este principio en la literatura etnográfica es la
división Bororo del aroe y bope como propiedades metafísicas del
cosmos que reside en el cuerpo y las prácticas productivas (ver Croc-
ker 1986).
6 Gow enfatiza este punto: “No hay lugar para los adultos que no están
casados en el proceso de producción. Los adultos solteros no tienen
la obligación de hacer mucho trabajo en las casas de sus padres o
otros familiares y generalmente hacen muy poco pero se espera que
ellos se casen. Esto es un hecho de importancia crucial en el entendi-
miento de la economía de la producción de comida en estas comuni-
dades. Un adulto soltero no produce o produce muy poco y esporá-
dicamente porque no tiene a nadie por quién producir. A los solteros
se les alimenta porque son parientes de otros que están produciendo
pero estos proveedores no pueden exigir nada a cambio puesto que
dicha exigencia está prohibida dentro de las relaciones entre parien-
tes adultos” (1989:572).
El levantamiento de 2001
Los acontecimientos del año 2001 en el área Napo fueron
parte de un levantamiento ecuatoriano indígena que varios estudio-
sos han analizado (ver García 2001, 2001; Chiriboga 2001; Barrera
2001; Kingman 2001). No obstante, nadie se ha ocupado específica-
mente del levantamiento en Napo y por ende nadie ha estudiado es-
te acontecimiento en el contexto más amplio histórico y social en la
La afectividad y el poder
A lo largo de este libro yo me he referido a las nociones
kichwas de llakina o “amor,” no como un paradigma definitorio de
la cultura amazónica en general sino como un rasgo vivido y pode-
roso de la cultura Napo runa en particular. Asimismo he argumen-
tado que existen dos caras de la sociedad kichwa: la positiva y la ne-
gativa o en términos más simples, amor y odio (Santos-Granero
Conclusión
Nosotros, como lo exponen Rival y Whitehead, necesita-
mos diferenciar claramente la historicidad indígena de la histori-
cidad occidental moderna: “diferir en enfoques para estudiar la
historicidad nativa puede de este modo dirigirnos a intentar en-
tender las experiencias históricas de aquellos que han sido vícti-
mas de dominación y colonización, o lo que esos hechos significan
hoy o incluso la temporalidad desde una perspectiva nativa” (Ri-
val y Whitehead 2001:10, 11). Al escribir este libro he aprendido
algo importante acerca de la historicidad, las “inclinaciones cultu-
rales que llevan a ciertos tipos de conciencias históricas” (White-
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