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Phoenix Blackwings MC 03

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Phoenix Blackwings MC 03

TEAGAN BROOKS
Phoenix
Blackwings MC 03

Sinopsis:

Phoenix
Conocí al amor de mi vida cuando tenía diecisiete años. Teníamos un sólido
plan para nuestro futuro. Me uniría a los Marines después de mi graduación.
Nos casaríamos después de mi primer despliegue y cuando finalizara mi
tiempo con los Marines, formaríamos una familia.
Pero eso no es lo que pasó. Volví a casa para descubrir que había desaparecido
pocas semanas después de mi partida. El abuelo y la abuela tenían a todos
buscándola. El abuelo incluso contrató a algunos de los mejores investigadores
privados, pero era como si ella se hubiera desvanecido en el aire. Nunca
abandoné la búsqueda. Estaba obligado y decidido a encontrarla o a averiguar
lo que le había pasado, a pesar de que no tenía muchas pistas que seguir.
Entonces, un día, de la nada, Ember entró en mi casa club y desencadenó una
serie de acontecimientos que finalmente dejaron al descubierto casi cuarenta
años de secretos. Con mi club a mi lado, empezamos a clasificar el lío dejado
por los celos obsesivos de un hombre. Después de un año de revisar
meticulosamente a través de un laberinto de túneles subterráneos y
habitaciones ocultas y clasificar cajas y cajas de archivos, finalmente encontré el
nombre que había estado buscando.
Annabelle Burnett.
Espera, muñeca, estoy en camino.
Phoenix es el libro tres de la serie Blackwings MC.
Destinado a un público mayor de 18 años debido al lenguaje explícito, el
contenido sexual y la violencia.

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Phoenix Blackwings MC 03

Parte 1

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Phoenix Blackwings MC 03

Capítulo 1
Phoenix

21 años atrás

Era la primera semana del verano y estaba en una fiesta en el campo con
algunos de mis compañeros del equipo de fútbol. Si este iba a ser como los dos
últimos veranos, practicaríamos todos los días de la semana y encontraríamos un
lugar para festejar todo el fin de semana. Lo mismo de siempre. No me gustaban
mucho las fiestas, pero ésta era la primera del verano y estaba muy emocionado.

Mi mejor amigo, Aaron, agarró la nevera de la parte trasera de mi camioneta


y nos dirigimos hacia los otros miembros de nuestro equipo junto a la fogata.

Estaba disfrutando charlando mierdas con los muchachos cuando Aaron me


dio un codazo.

—Esas dos que están junto al Camaro de Douchey Dave han estado mirando
hacia aquí cada pocos minutos. Vamos a hablar con ellas.

Realmente no estaba interesado en ligar con una chica, pero fui el amigo
obediente y le hice de copiloto.

—Lidera el camino.

—Me pido a la morena.

Puse los ojos en blanco, pensando que no hacía falta que me lo pidiera porque
podía quedarse con la que quisiera. Cuando nos acercamos a las chicas y mis ojos
se posaron en la rubia, me apresuré a reclamarla. Era impresionante.
Rápidamente, escudriñé su cuerpo, desde el pelo rubio dorado que le caía por
debajo de los hombros hasta su amplio pecho, pasando por su vientre plano y
sus caderas curvilíneas, hasta sus piernas desnudas y bronceadas. Cuando nos

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acercamos, sus ojos azules como los de un bebé se dirigieron a mí y sus labios
llenos se curvaron en una tímida sonrisa.

—Me pido a la rubia—mascullé.

Me dio una palmada en la espalda.

—Ese es el espíritu, amigo mío.

Aaron se acercó a las chicas y nos presentó.

—Hola, señoras, no creo que nos conozcamos. Soy Aaron Marshall y él es


Phoenix Black—dijo, extendiendo su mano a la morena con una sonrisa que había
utilizado para encantar a muchas.

La morena agarró su mano y le devolvió la sonrisa.

—Soy Macy McManis y ella es Annabelle Burnett.

Annabelle le estrechó la mano y volvió sus ojos hacia mí.

—Hola—dijo con una tímida sonrisa.

—Hola—repetí y procedí a mirarla como un idiota.

Aaron se aclaró la garganta.

—Así que, chicas, no debéis ser de Croftridge porque seguro que recordaría
haber visto vuestras bonitas caras.

Macy soltó una risita.

—Vivo en Cedar Valley. La familia de Annabelle se mudó a Croftridge la


semana pasada.

—¿De dónde se mudaron?—le pregunté a Annabelle.

—De un pequeño pueblo no muy lejos de Reedy Fork.

—¿Cuál de ellos? Tengo unos primos que viven por allí, en Devil Springs. —
Cuando sus mejillas se tornaron rosadas y agachó la cabeza, lo supe—. Vivías en
Crapper, ¿verdad?—le pregunté en voz baja.

Asintió con la cabeza.

—Me alegro mucho de que nos hayamos mudado.

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Era evidente que ella se sentía incómoda. Crapper no sólo tenía un nombre
de mierda, sino que también era un pueblo muy pobre. Temí que saliera
corriendo, así que cambié rápidamente de tema.

—Entonces, ¿cómo os conocisteis?—le pregunté.

Macy comenzó a responder:

—La madre de Annabelle...

—… y la madre de Macy trabajan juntas—interrumpió Annabelle. Macy la


miró de reojo, pero no dijo nada más.

—Entonces, ¿vas a ir al instituto Croftridge en otoño?—pregunté.

—Sí, estaré en el último año.

Sonreí.

—Yo también. —Ella bajó la mirada y arrastró los pies—. Debe ser una
mierda tener que ir a un nuevo colegio en tu último año—le dije, intentando que
me hablara.

Ella levantó la vista y se encogió de hombros.

—Este será mi tercer instituto, así que no es gran cosa.

—Oh. Entonces, ¿qué trajo a tu familia a Croftridge?

Hizo una mueca.

—Mi abuela falleció y mi madre heredó su casa.

—Lamento escuchar eso.

Ella se encogió de hombros.

—Gracias, pero no fue algo muy importante para mí. Quiero decir, es una
mierda que haya muerto, pero nunca conocí a la mujer.

De nuevo, percibí su incomodidad y cambié de tema. Empecé a divagar sobre


Croftridge y las cosas que se podían hacer en la zona y que había que conocer
que no eran muchas.

—Parece que sabes mucho sobre Croftridge. ¿Siempre has vivido aquí?

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—No, nací en California y viví allí hasta que mis padres murieron en un
accidente de coche cuando tenía quince años. Mis abuelos paternos murieron
antes de que yo naciera, así que me trasladé a Croftridge para vivir con mis
abuelos maternos.

—Te encantarán los Black. La abuela y el abuelo son dos de las personas más
agradables que puedas conocer—intervino Aaron.

Cuando las cejas de Annabelle se fruncieron en señal de confusión, supe lo


que venía.

—¿Cómo es que tu apellido es Black?—

Me reí.

—Lo captaste, ¿verdad? Curiosamente, mi madre y mi padre tenían el mismo


apellido.

Ella pareció relajarse mientras seguíamos hablando y conociéndonos.


Completamente embelesado con ella, no presté atención a los que nos rodeaban,
ni a la hora. Nunca había conocido a nadie como ella y estaba totalmente
cautivado desde el momento en que intercambiamos nuestras primeras palabras.

Fue horas más tarde cuando miró la hora y jadeó.

—Tengo que encontrar a Macy e ir a casa antes de que se me pase el toque de


queda.

Ella se puso de pie y buscó a su amiga por toda la zona. Yo también me puse
de pie y busqué a Aaron, pero no lo vi por ningún lado.

—Mierda—maldijo Annabelle—. Su coche ha desaparecido.

—Puedo llevarte a casa—me ofrecí.

—No, no podía pedirte que lo hicieras.

—No me lo has pedido. Me ofrecí. Vamos—le dije y le di un golpecito con el


codo.

—No sé...—dijo ella con recelo.

—Me tomé una cerveza esta noche y fue hace horas. —Levanté las manos y
la miré a los ojos—. Te lo prometo, sólo quiero asegurarme de que llegas a casa

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sana y salva. Mi abuela me daría una paliza si se enterara de que he dejado a una
joven abandonada en un lugar desconocido con extraños por la noche. —Eso
también era la verdad. Mis abuelos me habían enseñado a mirar por los demás y
a ofrecer ayuda cuando ésta fuera necesaria.

Mientras caminábamos hacia mi camioneta, saqué el teléfono y llamé a


Aaron.

—¿Dónde mierda estás?—gruñí al teléfono cuando contestó.

Los sonidos de la respiración pesada y los gemidos femeninos llenaron mis


oídos, haciéndome suspirar.

—No importa, ya sé dónde estás.

—Vas a llevar a tu chica a casa, ¿verdad?—preguntó, claramente sin tomarse


un descanso de sus esfuerzos.

—Es un poco tarde para preguntar, ¿no crees?—le espeté.

—No, sabía que te encargarías de ella.

—Que te follen, Aaron.

—Intentándolo—se rio y terminó la llamada.

Abrí la puerta del pasajero para Annabelle y le hice un gesto para que
subiera.

—Tu amiga se fue con Aaron.

—No es realmente mi amiga.

—¿Oh? Mencionaste que vuestras madres trabajaban juntas, así que supuse
que eran amigas.

—Mi madre limpia la casa de sus padres. Estuvo enferma unos días la
semana pasada y tuve que sustituirla. Mientras estaba allí, conocí a Macy y me
invitó a esta fiesta—dijo encogiéndose de hombros.

—Me alegro de que lo hiciera. Me gustó conocerte—dije suavemente.

—Sí, a mí también.

Seguí las indicaciones que Annabelle me dio para llegar a su casa. Cuando
llegué a una casa en ruinas en las afueras de la ciudad, no quería dejarla bajar de

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mi camioneta. Pero me callé porque no quería que se sintiera avergonzada. No


me importaba de dónde venía ni cuánto dinero tenía su familia, pero sí me
preocupaba su seguridad.

Incliné la cabeza hacia la estructura oscura.

—¿Están tus padres en casa?

—Mi madre debería estar—murmuró. Me sentí ligeramente mejor al saber


que no estaría sola.

—¿Quieres ir a comer mañana? Quizá pueda enseñarte Croftridge—solté.

—Sí, eso suena bien.

—De acuerdo, muñeca. Te recogeré mañana a las 12 pm.

—Ok.

—Ok.

Después de un silencio incómodo, tomé el lado de su cara con mi mano y


llevé mis labios a los suyos. Nada demasiado apasionado o intenso, sólo un beso
suave y prolongado. Quería que supiera que estaba interesado, pero no quería
asustarla por ser demasiado atrevido.

—¿Quieres que te acompañe a la puerta?—

—No, mi madre pondrá el grito en el cielo si se entera de que un chico me ha


traído a casa.

—Esperaré aquí hasta que estés dentro—dije suavemente.

—Buenas noches, Phoenix.

Mientras la veía entrar en la casa oscura y deteriorada, supe, en ese mismo


momento, que entraba en esa casa llevando mi corazón en sus manos.

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Capítulo 2
Phoenix

Vi a Annabelle todos los días durante el resto del verano. Entre semana, yo
tenía práctica de fútbol y ella trabajaba en la tienda de mi abuela cuando no
estaba ayudando a su madre a limpiar la casa de los padres de Macy, pero las
noches y los fines de semana eran nuestros. Para mí, no importaba lo que
hiciéramos o con quién estuviéramos, siempre que estuviéramos los dos juntos.

Cuando el colegio empezó, recogía a Annabelle todas las mañanas e íbamos


al colegio. Por las tardes, ella llevaba mi camioneta a la tienda de la abuela para
trabajar unas horas mientras yo estaba en la práctica. Odiaba que trabajara tanto,
pero me decía que intentaba ahorrar todo lo posible para no tener que trabajar
mucho cuando fuera a la universidad. Y yo le creí, hasta que un mes antes del
partido de fútbol y el baile de bienvenida, se hicieron las nominaciones para el
rey y la reina del baile.

No me sorprendió en absoluto que Annabelle fuera nominada. Sí, era nueva


en la escuela, pero rápidamente se convirtió en la princesa de nuestro pequeño
pueblo. Sin embargo, a Annabelle la tomó completamente desprevenida el
nombramiento y no parecía muy contenta.

Ese día, de camino a casa desde el colegio, le pregunté finalmente:

—Muñeca, ¿qué te pasa?

Permaneció en silencio durante varios minutos antes de que finalmente me


lo dijera.

—Phoenix, no tengo el dinero necesario para participar en las fiestas de


bienvenida. Tendré que comprar un vestido nuevo, zapatos, joyas, pagar para
que me peinen. No me lo puedo permitir.

Quería ofrecerme a comprarle el vestido y todo lo que necesitara, pero sabía


por experiencia que no le gustaría. Así que intenté una táctica diferente.

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—Sabes, la abuela es una gran compradora de gangas. Te sorprenderían


algunas de las ofertas que ha encontrado. Apuesto a que podría ayudarte a
encontrar un vestido por una ganga.

Annabelle me miró con esperanza.

—¿Crees que puede ayudarme a encontrar lo que necesito por menos de 50


dólares?

Sonreí.

—Sé que puede, muñeca. Hablaré con ella cuando llegue a casa.

La abuela estaba más que dispuesta a ayudar a Annabelle. Ella también


quería comprarle un bonito vestido, pero le expliqué los sentimientos de
Annabelle respecto a que le regalaran cosas. La abuela sonrió como si supiera
algo que yo no sabía.

—Bueno, supongo que tendremos que ir de compras mañana.

A la tarde siguiente, Annabelle y la abuela se fueron de compras y volvieron


a casa con lo que parecía un vestido nuevo, zapatos a juego, joyas y un bolso.
Annabelle chilló de alegría cuando sacó el vestido de la bolsa para enseñármelo.

—¡Tenemos todo esto por 30 dólares! ¿Te lo puedes creer, Phoenix? Mira, el
vestido todavía tiene las etiquetas.

—Es precioso—dije, sonriendo por lo feliz que estaba—. Un hermoso vestido


para una chica hermosa.

Sabía que la amiga de la abuela era la dueña de la tienda de segunda mano


local. No me cabía duda de que la abuela había comprado el vestido y los
accesorios en Cedar Valley y se lo había dejado a su amiga para que se lo
guardara a Annabelle y sólo para Annabelle.

Antes de que Annabelle y yo nos fuéramos a encontrarnos con Macy y Aaron


para cenar y ver una película, abracé a la abuela y le susurré mi agradecimiento
al oído.

Ella guiñó un ojo y se encogió de hombros.

—Sólo fui de compras. —Sí, dos veces, pensé.

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Como Aaron y yo teníamos que llegar temprano a la escuela para el partido


de fútbol de bienvenida, Annabelle y Macy decidieron prepararse en la casa de
Macy e ir juntas al partido. Macy no iba a la escuela con nosotros, pero estaba
acompañando a Aaron al campo cuando se anunciaron los jugadores. Annabelle,
por supuesto, me acompañaba a mí.

Cuando la vi entrar en el campo, se me cortó la respiración. Sonrió al


acercarse a mí y lo único que pude hacer fue mirar. Todavía no me había movido
ni había hecho ningún sonido cuando llegó hasta mí.

—¿Phoenix?—preguntó preocupada—. ¿Está todo bien?

Al oír la incertidumbre en su voz, mis facultades volvieron a funcionar.

—Eres, sin duda, la mujer más bella del mundo—exhalé.

Ella se sonrojó y miró al suelo.

—Gracias, Phoenix.

Cuando anunciaron el equipo, ella volvió a las gradas con Macy mientras
Aaron y yo salíamos al campo. Yo era el mariscal de campo titular y Aaron era el
tackle izquierdo titular. Como los dos estábamos en el último año y era nuestro
último partido de bienvenida, el entrenador nos mantuvo en el juego durante
toda la primera mitad, lo que significaba que yo era un desastre apestoso y
sudoroso en el descanso.

Tenía menos de veinte minutos para quitarme la ropa de fútbol, ducharme


lo más rápido posible, ponerme la ropa de bienvenida y volver al campo para los
anuncios finales de bienvenida. Atravesé las puertas de los vestuarios y corrí
hacia el campo, deteniéndome junto a Annabelle.

—Me preocupaba que no llegaras a tiempo—susurró ella.

—Casi no llego—le susurré, justo cuando nuestros nombres sonaban por el


altavoz. Ocupamos nuestro lugar en el campo y esperamos mientras se
anunciaban a los demás nominados.

Admito abiertamente que estaba nervioso. Por ella, no por mí. No me


importaba nada si ganaba o no el premio al Rey del Baile. Lo que no quería era
que yo ganara y ella no. Estaba tan perdido en mis pensamientos que no me di

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cuenta de que me había perdido algo hasta que Annabelle me pinchó con el codo
y me gritó al oído:

—¡Phoenix, ve!

Di un paso adelante, sin saber qué estaba pasando hasta que vi que alguien
se acercaba a mí con una corona falsa y odiosamente grande. Jódeme. Gané.

Me situé frente a la pista, de cara a las abarrotadas gradas, mirando


nerviosamente a mi alrededor y esperando el siguiente anuncio. El micrófono fue
probado, como si no hubiera funcionado bien en toda la noche. El locutor tomó
un sorbo de agua. El sobre fue entregado. Cuando la chica empezó a tantearlo
como si no pudiera abrirlo, no pude soportarlo más. Se lo quité de las manos, lo
abrí y dije por el micrófono:

—La reina del baile de este año es mi chica, Annabelle Burnett.

Me giré y le tendí la mano. Ella se adelantó inmediatamente y la tomó. Una


vez coronada, le tomé la mejilla y le di un casto beso. Luego, contra sus labios,
susurré las palabras que llevaba tiempo queriendo decir:

—Te amo, Annabelle.

Ella sonrió.

—Yo también te amo, Phoenix.

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Capítulo 3
Annabelle

Después de la fiesta de bienvenida, mi relación con Phoenix fue diferente, en


el buen sentido. Creo que escuchar las palabras “te amo” de su boca era lo que
necesitaba para dejar de reprimirme. Ya no sentía la necesidad de ocultarle la
verdadera naturaleza de mi vida familiar. Por eso, cuando me llevó a casa una
noche de noviembre y me preguntó si había alguien porque la casa estaba muy
oscura, le respondí con sinceridad.

—Está oscuro porque no tenemos electricidad—dije en voz baja.

—Annabelle...—empezó, pero lo interrumpí.

—Phoenix, mis padres no son como tus abuelos. Mi madre es una borracha
y mi padre casi nunca está en casa. Sólo viene a casa un día, dos a lo sumo, antes
de volver a marcharse. No ayuda con las facturas y mi madre perdió el trabajo
con los padres de Macy no mucho después de que empezara el colegio. Cuando
no se presentó a trabajar y no pude sustituirla, los padres de Macy no tuvieron
más remedio que despedirla–le expliqué.

Se frotó la barbilla con el pulgar y el índice.

—No estás trabajando para la abuela para ahorrar dinero para la


universidad, ¿verdad?

—No. Siento haberte mentido. Vienes de una familia tan buena y yo me


avergonzaba de la mía.

—Annabelle, me importa una mierda qué clase de padres tienes o de dónde


vienes. Me importas tú. Te amo, muñeca. Ahora, por favor, déjame ayudarte—
suplicó.

—No puedo, Phoenix. Simplemente no puedo—dije, empezando a enojarme.

—Ok, ok—cedió él—. Pero no puedo dejar que te quedes en esa casa sin
electricidad. Hace demasiado frío, cariño. Ven a pasar la noche en una de las
habitaciones de invitados de la abuela y ya se nos ocurrirá algo mañana, ¿Ok?

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—¿A tus abuelos no les importará?—le pregunté.

—No, no les importará, siempre que tú te quedes en tu habitación y yo en la


mía.

Aunque no quería aceptar ninguna limosna, la idea de una cama cálida y


acogedora era demasiado buena para dejarla pasar.

—De acuerdo. Sólo por esta noche.

—Sólo por esta noche—aceptó y me apretó la mano.

A la mañana siguiente, salí nerviosa de la habitación de invitados y bajé las


escaleras de puntillas. Encontré a Phoenix y a sus abuelos en la cocina,
aparentemente esperándome.

—Buenos días—dije temblorosamente a la habitación.

—Buenos días, cariño—dijo la abuela—. ¿Has dormido bien?

—Sí, señora. Gracias por permitirme quedarme—dije incómoda.

Ella sonrió.

—Toma asiento, querida. Estábamos a punto de desayunar.

Tomé asiento mientras ella llevaba todo a la mesa y empezaba a repartir la


comida. El abuelo de Phoenix se aclaró la garganta y puso las manos juntas sobre
la mesa.

—Annabelle, Phoenix nos contó un poco sobre tu situación en casa. Te


admiro por intentar asumir las responsabilidades de tus padres y te respeto por
no querer aceptar limosnas. Esas son cualidades admirables difíciles de encontrar
en la mayoría de los adultos y rara vez, o nunca, se encuentran en los
adolescentes. Pero, cariño, necesitas algo de ayuda, o al menos un poco de suerte.
Crecí en Croftridge y, a excepción del tiempo que estuve fuera en la universidad,
siempre he vivido aquí, en esta misma casa. Como resultado, he acumulado un
gran número de puntos de fidelidad con varios proveedores de servicios que
nunca utilizaré. Esta mañana he hecho unas cuantas llamadas y he podido
utilizar mis puntos de fidelidad para los servicios públicos de tu domicilio. A
partir de hoy, tendrás luz, agua y calefacción durante el próximo año y no me ha
costado ni a mí ni a nadie un céntimo.

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Completamente atónita, me quedé mirando al hombre durante unos largos


latidos antes de moverme para abrazarlo y, al mismo tiempo, romper a llorar.

—Gracias, señor Black. Muchas gracias.

Me devolvió el abrazo y me palmeó la espalda.

—De nada, cariño. Fue un placer ayudarte.

Cuando volví a casa más tarde ese día, la electricidad estaba encendida, la
calefacción funcionaba y teníamos agua caliente. Estaba encantada. Mi madre
estaba demasiado borracha para darse cuenta.

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Capítulo 4
Phoenix

La casa olía a galletas. Siempre lo hacía en Nochebuena.

La abuela estaba en la cocina preparando sus tradicionales galletas navideñas


con harina por todas partes, incluso salpicada en su rostro sonriente.

Su sonrisa cayó cuando me vio.

—¿Pasa algo, cariño?

Cambié mi peso de un pie a otro.

—No, abuela, no pasa nada. Sólo quería preguntarte si puedo invitar a


Annabelle en Navidad.

—Por supuesto que puedes. Ni siquiera necesitabas preguntar.

—Abuela, estoy preguntando si puede pasar la noche en una de las


habitaciones de invitados. Sus padres no celebran las fiestas y probablemente no
estén en casa. No soporto la idea de que pase la Navidad sola en esa casa.

La abuela cruzó la cocina y me dio unas palmaditas en la mejilla con su mano


cubierta de harina.

—Nadie debería estar solo en Navidad. Ve a buscar a nuestra chica.

No hubo necesidad de decírmelo dos veces. Salí por la puerta y crucé la


ciudad tan rápido como pude para llegar con seguridad.

—Phoenix, ¿qué estás haciendo aquí?—preguntó Annabelle cuando abrió su


endeble puerta delantera.

—Ve a hacer la maleta, muñeca. Vas a pasar la Navidad con nosotros.

Su boca se abrió y se cerró.

—No puedo—tartamudeó ella.

—¿Por qué no? ¿Están tus padres aquí?

Ella negó con la cabeza.

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—No, no están, pero no puedo imponerme en la Navidad de tu familia.

—No te estás imponiendo. La abuela me dijo que viniera a buscarte. Siempre


ha dicho que nadie debe pasar las fiestas solo. Toma tus cosas y vámonos. Seguro
que le vendrá bien tu ayuda para hacer galletas.

Retrocedí un paso cuando Annabelle se lanzó inesperadamente a mis brazos.

—Gracias—susurró contra mi cuello.

Esperé en la sala de estar mientras ella recogía sus cosas, observando el


escaso entorno. Odié que se viera obligada a vivir en condiciones tan deplorables,
pero no había mucho que pudiera hacer al respecto en ese momento.

Sólo tardó unos minutos en volver con su mochila y una gran bolsa de la
compra llena de regalos envueltos. Le quité las bolsas y le pregunté:

—¿Eso es todo?

Ella arrastró los pies y apartó la mirada de mí mientras sus mejillas se


sonrojaban.

—¿Qué pasa, muñeca?

Se aclaró la garganta, pero no me miró a los ojos.

—¿Puedo llevar mi árbol?

Su voz fue tan queda que no estaba seguro de haberla escuchado


correctamente, pero no importaba lo que dijera, no cambiaría mi respuesta.

—Puedes llevar lo que quieras. Deja que ponga tus maletas en la camioneta
primero y te lo llevaré

Cuando volví, me llevó a su dormitorio. En un rincón de su habitación, tenía


un pequeño árbol de Navidad artificial con algunos adornos. No debía medir
más de un metro y cabía fácilmente en el asiento trasero de mi camioneta.

—Sé que es una tontería, pero este es el único árbol que he tenido y no quiero
pasar la Navidad sin él—me explicó, con cara de vergüenza.

—Cariño, no es una tontería. ¿Tienes una bolsa de basura que podamos


deslizar sobre él para que los adornos no se rompan si se desprenden mientras lo
movemos?

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Una vez asegurados los adornos, cargamos su árbol y volvimos a mi casa.


Annabelle estuvo inusualmente callada durante el trayecto, pero me tomó de la
mano durante todo el camino. No sabía si todavía se sentía avergonzada por su
árbol o si tenía algo que ver con sus padres. En cualquier caso, pensé que lo mejor
era darle tiempo para que superara sus sentimientos. Sabía que me hablaría de
ello cuando estuviera preparada.

Cuando llegamos a la entrada, le dije:

—Entra. La abuela está en la cocina haciendo cosas ricas. Llevaré tus cosas
dentro y las pondré en la habitación en la que te quedaste la última vez.

—Gracias, Phoenix—susurró y me besó la mejilla antes de salir y entrar.

Mientras subía con cuidado su árbol por las escaleras, juré en ese momento
hacer todo lo posible para que su Navidad fuera especial. Tenía la sensación de
que era algo que sus padres nunca se habían molestado en hacer por ella.

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Capítulo 5
Annabelle

Entré nerviosa en la cocina y me encontré a la abuela de Phoenix


revoloteando de un cuenco a otro.

—Hola, abuela—dije en voz baja.

Ella se dio la vuelta con una brillante sonrisa en la cara.

—Annabelle, querida, ¿quieres ayudarme con los dulces navideños?

Le devolví la sonrisa.

—No estoy segura de que vaya a ser de mucha ayuda. No tengo mucha
experiencia con la repostería, pero estoy dispuesta a intentarlo.

Agitó la mano en el aire con displicencia.

—No hay nada de eso. Te enseñaré todo lo que necesitas saber.

Y lo hizo. Pasé las siguientes horas en la cocina haciendo de todo, desde


galletas de azúcar básicas hasta alguna trufa cubierta de chocolate de la que
nunca había oído hablar.

—¿Piensas alimentar a un ejército con todo esto?—le pregunté. No había ni


un centímetro de espacio en la encimera que no tuviera un recipiente lleno de
golosinas cuando terminamos.

La abuela se rio.

—Más o menos. Mañana iremos a Devil Springs a ver al hermano de Tommy


y su familia. Él fundó un club de moteros allí hace años y siempre hago golosinas
para los miembros. Algunos de ellos tienen su propia familia, pero muchos de
ellos no y me gusta asegurarme de que se sientan incluidos en las festividades.

No estaba segura de qué decir y la abuela debió pensar que mi silencio se


debía a que tenía miedo del club de moteros.

—No te preocupes por nada, querida. Esos hombres pueden parecer ásperos
y duros, pero son todos un grupo de grandes osos de peluche. Espero que hayas

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traído una muda de ropa extra. Normalmente pasamos la noche en el club y


volvemos a casa al día siguiente.

—Lo hice, pero Phoenix sólo mencionó que me quedaría a pasar la noche.

La abuela se rio.

—¿Qué dijo exactamente?—

—Que iba a pasar la Navidad con todos vosotros.

—Exactamente. La Navidad es un evento de tres días en esta familia. ¿Por


qué no vas a buscar a Phoenix? Tendré la cena lista en unos 45 minutos.

Encontré a Phoenix en su dormitorio. Cuando llamé a su puerta abierta, tiró


una manta sobre algo y se puso rápidamente delante.

—¿Qué estás haciendo?

—Tratando de envolver tu regalo. Vete.

Me reí.

—Si te preocupaba tanto, deberías haber cerrado la puerta.

Hizo un gesto de mofa.

—Sí, bueno, pensé que todavía estarías en la cocina con la abuela. No sabía
que sería tan difícil envolver un regalo.

—¿Nunca has envuelto un regalo antes?

Negó con la cabeza.

—No, no lo he hecho. La abuela envuelve los del abuelo para mí y el abuelo


envuelve los de la abuela. Mi madre y mi padre solían hacer lo mismo antes de
morir.

—De acuerdo, te dejaré hacerlo. La abuela dijo que la cena estaría lista en
unos cuarenta y cinco minutos. Voy a lavarme esta harina y a cambiarme de ropa.

Después de la cena, la abuela nos llevó a la sala de estar para abrir los regalos.

—Cuando Phoenix era pequeño, solíamos abrir los regalos por la mañana,
pero ahora que es mayor, intercambiamos nuestros regalos en Nochebuena para

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poder irnos a Devil Springs justo después del desayuno—explicó y se dirigió al


árbol.

El abuelo encendió el fuego en la chimenea mientras la abuela repartía los


regalos. Estaba más que sorprendida por la pila de regalos que tenía delante. Era
demasiado. Como si leyera mi mente, la abuela dijo:

—Sé lo que estás pensando, querida. Tommy y yo hemos sido bendecidos


con más que suficiente para vivir cómodamente el resto de nuestros días. Me da
mucha alegría compartir nuestra buena fortuna con los demás. Feliz Navidad,
cariño.

¿Qué podía decir a eso? Absolutamente nada. Así que sonreí y abrí los
regalos que tenía delante mientras intentaba no llorar. Cuando terminé, tenía un
montón de ropa, zapatos, una mochila nueva, un bolso nuevo, unos pendientes
y unas cuantas tarjetas regalo.

Levanté la vista cuando oí un grito ahogado. La abuela tenía mi regalo en sus


manos.

—Tommy, mira esto—dijo y giró el marco hacia su marido.

—¿Qué es?— preguntó Phoenix, saliendo de debajo de su pila de regalos


para echar un vistazo.

—Es el cuadro más bonito de un elefante que he visto nunca. Oh, Annabelle,
¿dónde has encontrado esto?—preguntó la abuela.

Antes de que pudiera responder, Phoenix lo hizo.

—Ella no lo encontró, abuela. Ella lo dibujó. Mira su firma ahí en la esquina.

La abuela volvió sus ojos muy abiertos hacia mí.

—¿Tú hiciste esto? —Cuando asentí, abrazó el marco contra su pecho—. Es


exquisito. Lo guardaré para siempre.

Sentí que mis ojos empezaban a lagrimear ante sus amables palabras.
Afortunadamente, el abuelo rompió el momento cargado de emoción cuando
empezó a rebuscar con avidez en su pila de regalos.

—¡No te quedes ahí, ayúdame a encontrar el mío, amor!

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Me reí y me acerqué para sacar mi regalo de la pila. Lo tomó de mi mano y


abrió el papel. Con una sonrisa de oreja a oreja, le dio la vuelta al marco y mostró
con orgullo a todo el mundo la goleta pirata que había dibujado para él.

—Me encanta—declaró.

Sonreí tímidamente. No tenía mucho dinero, pero quería regalarles algo


especial por Navidad. Sabía que a la abuela le encantaban los elefantes y que el
abuelo tenía afinidad por los barcos piratas, así que pasé unas semanas
trabajando en los dibujos para ellos. Sus reacciones me aliviaron. Personalmente,
pensaba que los dibujos eran algunos de mis mejores trabajos, pero no tenía ni
idea de lo que pensarían ellos.

Phoenix se puso de pie y se cruzó de brazos.

—¿Y dónde está el mío?

Sentí que se me calentaban las mejillas. También tenía uno para él, pero había
planeado dárselo sin público.

—Está arriba. No sabía que íbamos a intercambiar nuestros regalos ahora—


dije en voz baja.

Se acercó y me acarició la mejilla.

—Relájate, muñeca. Sólo estaba bromeando.

—Si quieres darle una bofetada, haremos como si no lo hubiéramos visto—


intervino el abuelo haciendo que todos nos riéramos.

Para cuando terminamos de abrir los regalos y de limpiar el desorden del


papel de regalo y las cintas, ya era tarde y yo estaba lista para irme a dormir.
Después de abrazar a la abuela y al abuelo y darles las buenas noches, me dirigí
a Phoenix para hacer lo mismo. Me apretó contra su pecho y me susurró al oído:

—Ven a mi habitación después de que se acuesten para que podamos


intercambiar los regalos. —Sin darme la oportunidad de responder, me besó la
mejilla y dijo lo suficientemente alto como para que la abuela y el abuelo lo
oyeran—. Buenas noches, muñeca. Feliz Navidad.

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Phoenix Blackwings MC 03

Esperé en mi habitación hasta que oí a la abuela y al abuelo subir y cerrar la


puerta de su habitación. Entonces, esperé otros quince minutos antes de ir de
puntillas por el pasillo y llamar silenciosamente a la puerta de Phoenix.

Abrió la puerta sin más ropa que un pantalón de dormir de franela que
colgaba de sus caderas. Había visto su cuerpo antes, pero nunca cuando
estábamos solos con una puerta cerrada y una cama. Me pregunté brevemente si
estaba babeando antes de que colocara su dedo bajo mi barbilla y me inclinara la
cabeza.

—Tienes que dejar de mirarme así, cariño. Estoy tratando de comportarme—


dijo roncamente.

—Entonces ponte una maldita camiseta—solté.

Se rio, pero hizo lo que le dije y se puso una camiseta por encima de la cabeza.

Tomé asiento en el borde de la cama y traté de no romper el papel de regalo


mientras esperaba a que él tomara mi regalo. No sé por qué estaba tan nerviosa.
Sabía que a Phoenix no le importaría que no le hubiera comprado nada y ya
habíamos estado juntos a solas muchas veces, así que no había razón para que
sintiera la necesidad de ponerme en pie y salir corriendo de la habitación.

Sentí que la cama se hundía a mi lado, seguida del calor de Phoenix a mi lado.
Colocó su gran palma sobre mi muslo rebotando y preguntó:

—¿Estás bien, muñeca?

—Sí—grazné y me aclaré la garganta—. Lo siento. Estoy nerviosa y no sé por


qué.

Me tomó la mejilla con la otra mano y me dio un suave beso en los labios.

—No hay razón para que estés nerviosa, cariño.

—Lo sé—susurré contra sus labios.

Se echó hacia atrás y sonrió.

—Yo iré primero para que puedas disfrutar de verdad abriendo tus regalos.
—Cuando asentí, agarró el más pequeño de los dos regalos que tenía para él.
Hizo un gran espectáculo inspeccionando el regalo y sacudiéndolo antes de
abrirlo finalmente.

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Sus ojos se abrieron de par en par y respiró con fuerza cuando sacó de la caja
la billetera de cuero negro con correa. En la parte delantera, tenía un fénix
(Phoenix) grabado en el cuero. No habría podido comprársela, pero la abuela me
dio una inesperada paga de Navidad a principios de mes.

Phoenix siguió mirando la billetera y yo empecé a preocuparme. Finalmente,


me miró a los ojos y sonrió.

—Me encanta.

Respirando aliviada, le entregué el otro regalo, aunque estaba segura de que


sabía lo que era.

Lo tomó y no tardó en arrancar el papel.

—Annabelle, este es, con diferencia, el mejor que has hecho hasta ahora—
dijo con una sonrisa mientras admiraba el dibujo enmarcado de un fénix.

—Gracias—murmuré.

Estudió el cuadro durante unos instantes más antes de dejarlo y entregarme


una caja bastante grande. Miré la caja y solté una risita.

—Supongo que no has pedido a nadie que te ayude con el envoltorio.

—Cállate, muñeca, y empieza a abrirlo.

Hice lo que me dijeron y me apresuré a quitar el papel y abrir la caja. Dentro


encontré una gran cantidad de materiales de arte. Y no el tipo de material artístico
que estaba acostumbrada a utilizar. No, éstos eran los mejores, de marca, los que
sólo había soñado tener.

Tapándome la boca abierta con la mano, levanté la vista para darle las
gracias, pero él habló antes de que pudiera formular las palabras.

—Tienes un talento increíble, muñeca. Deberías tener las herramientas que


necesitas para perfeccionar tus habilidades.

—Gracias—dije en voz baja mientras una lágrima se deslizaba por mi cara,


me la limpié rápidamente.

Me entregó otro regalo en una caja mucho más pequeña. Lo tomé y lo


desenvolví con cuidado para encontrar una caja de terciopelo negro. Me quedé
paralizada, sin saber qué hacer.

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Phoenix Blackwings MC 03

—No es lo que piensas, cariño. Ábrelo—dijo Phoenix en voz baja.

Asentí y abrí lentamente la caja. En la tela negra había un hermoso collar con
pendientes a juego, y eran una réplica perfecta del diminuto fénix que siempre
dibujaba sobre cualquier superficie en la que podía dibujar.

Mirando entre la caja que tenía en la mano y Phoenix, pregunté:

—¿Cómo has hecho esto?

Se encogió de hombros.

—La abuela no es la única que tiene trucos en esta ciudad. Aunque, si me


demanda por violar tus derechos de autor, puede que me vea obligado a revelar
mis fuentes.

Le di una palmada juguetona en el pecho.

—Sabes que no voy a hacer eso.

Me agarró de la muñeca y me apretó contra su pecho.

—Lo sé—dijo y cayó de espaldas en la cama, llevándome con él. Antes de


que pudiera protestar, su mano se curvó alrededor de la parte posterior de mi
cabeza y me mantuvo inmóvil mientras tomaba mis labios en un beso ardiente.

—Phoenix, no podemos—protesté débilmente.

—No lo haremos—exhaló él—. Sólo déjame amarte durante unos minutos.

Me costó arrancarme de los brazos de Phoenix y volver a mi habitación, pero


por respeto a sus abuelos, conseguimos separarnos.

Cuando me metí en la cama y me tapé con las mantas, no pude evitar la


sonrisa. Habían sido las mejores Navidades de mi vida, y aún no era
técnicamente Navidad.

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Capítulo 6
Annabelle

Después de desayunar, nos dirigimos a Devil Springs para pasar el día con
la inmensa familia de Phoenix, en el recinto de un club de moteros. No sabía
mucho sobre los clubes de moteros, pero las cosas que había oído sobre las
bandas de moteros me ponían increíblemente nerviosa. Cuanto más nos
acercábamos, más nerviosa me ponía.

—¿Estás bien, muñeca?

—Sí—tragué y asentí—. Sólo estoy un poco nerviosa por conocer al resto de


tu familia.

Phoenix resopló.

—¿Me vas a mentir en Navidad?

—¿Qué?—pregunté, tratando de sonar sorprendida.

—Me estás mintiendo. ¿De qué se trata? ¿Te preocupan los moteros?

Me concentré en mis manos entrelazadas en mi regazo.

—Un poco quizá.

—Muñeca, ¿realmente crees que la abuela o el abuelo nos llevarían a mí o a


ti a sabiendas a algún lugar que no fuera seguro?

—Supongo que no—murmuré.

Phoenix se acercó y colocó su mano en mi muslo, dándole un apretón


tranquilizador.

—No hay nada de qué preocuparse. Me quedaré a tu lado todo el tiempo si


quieres.

—De acuerdo, Phoenix.

Él parecía satisfecho con mi respuesta, pero seguí siendo una bola de nervios
durante el resto del viaje.

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Phoenix Blackwings MC 03

Cuando atravesamos las puertas del recinto, la abuela y el abuelo ya estaban


fuera del coche y abrazando o estrechando la mano a varios hombres vestidos de
cuero.

Phoenix me tomó de la mano y se acercó al mar de cuero como si no le


importara nada, y supongo que era así.

—Phoenix, me alegro de verte, chico—dijo un hombre que se parecía mucho


al abuelo mientras tiraba de Phoenix para abrazarlo—. ¿Y a quién tenemos aquí?

—Tío Talon, esta es mi novia, Annabelle. Annabelle, éste es el hermano del


abuelo y presidente del Blackwings MC, Talon Black.

Extendí mi mano con cuidado y chillé de sorpresa cuando me envolvió en un


abrazo.

—Un placer conocerte, Annabelle. Feliz Navidad.

—Eh, Feliz Navidad para usted también, señor.

—Una chica bonita con modales. Será mejor que te aferres a ella, Phoenix—
dijo Talon.

—Pienso hacerlo—respondió Phoenix al instante.

—Sígueme. Necesito volver dentro antes de que los dos engendros de Hawk
destruyan la casa club.

Lo seguimos dentro para encontrar a dos niños pequeños que sin duda
estaban tramando algo. Estaban uno al lado del otro con las manos en la espalda
sonriendo a su abuelo.

—Chicos, saludad a vuestro primo y a su novia, Annabelle.

—Hola, Phoenix—dijeron ambos niños al unísono, pero no miraron hacia él.


Mantenían sus ojos fijos en mí.

—Hola, Annabelle—dijo uno de ellos, acercándose a mí y agarrando mi


mano. Depositó un beso sobre mi mano y continuó—. Un hermoso nombre para
una hermosa chica. Soy Copper Black y debo decir que es un placer conocerte.

Para no ser menos, el otro chico tomó mi mano y colocó dos besos en la parte
superior.

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—Hola, Annabelle. Soy Bronze Black. Bienvenida a la casa club. ¿Puedo


ofrecerte algo de beber? ¿Quizás un bocadillo? ¿Un lugar para sentarte?

—Madre mía—masculló Talon mientras sacudía la cabeza—. ¡Hawk!—


gritó—. ¡Ven a por tus engendros antes de que deje que Phoenix les rompa el
cráneo por ligar con su chica delante de él!

Un hombre con el mismo aspecto que el resto de los Black apareció y puso
una mano en la cabeza de cada uno de los niños.

—¡Id a jugar fuera y por el amor de Dios, no os metáis en problemas!

Los dos chicos me guiñaron un ojo antes de salir corriendo como se les había
ordenado.

—Lo siento por esos dos. Son muy difíciles de manejar. Tú debes ser
Annabelle. Soy Hawk Black, el hijo de Talon—dijo y me tendió la mano.

Le estreché la mano y le pregunté:

—¿Qué edad tienen tus hijos?

—Tienen nueve años. No sé qué vamos a hacer cuando sean adolescentes.

—Oh, no sabía que eran gemelos.

Hawk se rio.

—Son gemelos irlandeses, no gemelos tradicionales.

—¿Gemelos irlandeses?

—Sí, Bronze nació antes de tiempo, así que sólo se llevan ocho meses de
diferencia—explicó.

Nuestra conversación fue interrumpida por el grito desgarrador de una


mujer.

—¡Goldie!—gritó Hawk y salió corriendo por el pasillo seguido por Talon.

Talon pasó junto a nosotros unos instantes después y salió por la puerta
principal. Volvió a entrar con el brazo de Copper en una mano y el de Bronze en
la otra.

Phoenix me rodeó los hombros con su brazo y me acercó.

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Phoenix Blackwings MC 03

—Sólo mira, cariño—susurró.

Hawk volvió a la sala común llevando dos serpientes. Intenté darme la vuelta
y correr hacia la puerta principal, pero Phoenix me sujetó con fuerza.

—¡Muchachos! Os dije que os asegurarais de que la jaula estuviera cerrada.


Le prometí a vuestra madre que esto no pasaría. Si Slither y Squeeze vuelven a
salir, se van. Id a dejarlas y, por el amor de todo lo sagrado, aseguraos de que la
tapa esté cerrada—ordenó Hack antes de entregar las serpientes a Cooper y
Bronze.

Los chicos desaparecieron por el pasillo y Hack se dirigió a la sala para


explicar.

—Goldie iba a echar una pequeña siesta antes del almuerzo. Encontró a las
nuevas mascotas acurrucadas bajo la manta térmica en nuestra cama.

Talon se rio.

—Te dije que no les dieras esas serpientes. Sabías que algo así pasaría.
Aunque me sorprende que haya ocurrido tan rápido. ¿Cuánto hace que las
tienen? ¿Dos? ¿Tres horas?

Hawk puso los ojos en blanco, pero por lo demás ignoró a su padre. Me volví
hacia Phoenix y le pregunté en voz baja:

—¿Esas serpientes van a estar aquí, dentro de la casa club?

—Sí, muñeca, lo harán, pero no hay razón para asustarse. Primero, dudo
mucho que esas serpientes vuelvan a salir hoy. Segundo, aunque volvieran a
escaparse, son pitones bola y no te harán daño.

—¿No puedes hablar en serio?

—Lo estoy haciendo. Mucha gente las tiene como mascotas. No son
venenosas y no son tan grandes como para matar a los humanos por constricción.
Bueno, podrían ser capaces de matar a un bebé, pero no tenemos ninguno de esos
alrededor, así que no es un problema.

—No estoy segura de creerte—dije vacilante.

Sonrió y metió la mano en el bolsillo.

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Phoenix Blackwings MC 03

—Toma—dijo y me entregó su navaja—. Guárdala contigo. Si una de las


serpientes sale y se enreda en tu cuello, usa mi navaja para cortarla.

Mis ojos se abrieron de par en par por la sorpresa. Phoenix se limitó a reír y
dijo:

—Confía en mí, muñeca. No volveremos a ver esas serpientes durante


nuestra visita. Copper y Bronze llevan dos Navidades pidiendo pitones como
mascotas y saben que su madre les hará deshacerse de ellas si se vuelven a
escapar.

Le creí, pero aun así salté y me estremecí con cada toque inesperado, de una
persona real o cuando mi ropa se arrugó contra mi piel durante las siguientes
horas.

Cuando nos sentamos a cenar, me sentí mucho más cómoda con los moteros
que me rodeaban. Me sorprendió la facilidad con la que estos hombres sin
parentesco formaban una familia. Y eso es lo que era, una familia. Una familia de
la que estaba deseando formar parte.

También me uní a la familia de Phoenix para el Año Nuevo. No sé si mi


madre no se dio cuenta de que no estaba en casa para ninguna de las fiestas o si
estaba demasiado ida para darse cuenta de que eran las fiestas. En cualquier caso,
disfruté de las fiestas por primera vez en mi vida.

Después de las fiestas, mi vida en casa fue ligeramente mejor. Mi padre


seguía viniendo sin avisar cada dos semanas más o menos y mi madre seguía
bebiendo hasta caer en coma a diario. A menudo me preguntaba de dónde sacaba
el dinero, ya que no trabajaba, que yo supiera, pero al final pensé que era mejor
no saberlo.

Con el paso de los meses, me enamoré cada vez más de Phoenix. Pasamos
muchas tardes y noches los dos solos haciendo nuestros planes para el futuro. Él
se uniría a los Marines después de la graduación, mientras que yo me quedaría
en Croftridge y seguiría trabajando en la tienda con la abuela. Esperaba conseguir
una beca y tomar algunas clases en el colegio comunitario local mientras él estaba
fuera. Cuando volviera a casa después de su primer despliegue, nos casaríamos
y me mudaría a la base con él, me mudaría con la abuela y el abuelo, o incluso

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compartiría un departamento con Macy; cualquier cosa que me alejara de mis


padres hasta que Phoenix y yo pudiéramos estar juntos todo el tiempo.

Lo que no sabíamos es que no podíamos permitirnos el lujo de esperar a que


volviera a Croftridge. No, después de que su avión despegara, nuestros planes
se desmoronaron en el viento.

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Capítulo 7
Annabelle

Phoenix llevaba poco más de tres semanas fuera y me moría por hablar con
él. Necesitaba hablar con él. Me dijo que no podría llamar a menudo y para mí
era aún más difícil hablar con él porque no tenía teléfono. Las dos veces que había
llamado a la tienda de su abuela, yo no había estado allí. Esas dos veces habían
sido un martes. Así que, cuando llegó el siguiente martes, estaba decidida a ir a
la tienda.

Abrí la puerta de entrada, dispuesta a subirme a la bicicleta y pedalear hasta


el trabajo dos horas antes, para encontrarme con un tipo familiar, aunque
inesperado, de pie en el porche, preparado y listo para llamar a la puerta.

—Octavius, ¿qué haces aquí?—le pregunté.

Me acordaba de él del colegio, aunque no lo conocía muy bien. No éramos


amigos, pero tuvimos una o dos clases juntos. Aun así, no había ninguna razón
para que estuviera en mi casa.

—Hola, Annabelle. Estoy aquí para hablar con tu padre.

—No está aquí en este momento—le dije, confundida de por qué estaría
preguntando por mi padre.

—Sí, estoy, estúpida niña—gruñó mi padre desde detrás mío, haciendo que
me sobresaltara por la sorpresa.

Octavius se aclaró la garganta.

—¿Puedo entrar?—

—Quítate malditamente de en medio y vete a tu habitación, niña—ordenó


mi padre mientras me empujaba hacia el pasillo.

—Ya me iba. Hoy tengo que trabajar—dije en voz baja.

—Vete a tu maldita habitación—bramó él.

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Mi padre nunca me había levantado la mano, pero sospechaba que eso tenía
más que ver con el hecho de que casi nunca estaba en casa y menos con su brújula
moral. En cualquier caso, no iba a poner a prueba mi teoría, así que me apresuré
a ir a mi habitación como se me había ordenado.

Se me revolvió el estómago mientras esperaba en la habitación. Podía oír a


Octavius y a mi padre hablar, pero no podía entender lo que decían. Tenía un
mal presentimiento y ninguna cantidad de pasearme o de comerme las uñas
estaba haciendo nada para aliviarlo.

La llamada a la puerta de mi habitación me sobresaltó. Antes de que pudiera


cruzar la habitación y abrirla, mi padre la abrió de golpe e irrumpió en mi
habitación.

—Tú vienes con nosotros—me dijo y me agarró del brazo—. Vámonos.

Instintivamente, tiré contra su agarre.

—¡Suéltame! ¿De qué estás hablando?—le grité.

—¡Deja de luchar contra mí y mete tu culo en el coche!—me gritó mientras


me sacaba de la casa pataleando y gritando. Estaba segura de que estaba
drogado. Nosotros ni siquiera teníamos coche.

Me metió bruscamente en el asiento trasero de un gran todoterreno. En el


interior, encontré a mi madre, en su estado de embriaguez, sentada junto a
Octavius, que me sonreía de manera espeluznante.

Me levanté de un empujón y me lancé hacia la puerta aún abierta. Mi padre


la cerró de golpe, evitando por poco mi cara, y entonces oí el inconfundible
sonido de las puertas trabándose.

Me giré.

—¿Qué diablos está pasando?—grité.

Mi madre ni siquiera se inmutó, a pesar de mis gritos. Octavius, sin embargo,


se recostó despreocupadamente en su asiento, apoyando los codos junto a los
reposacabezas.

—Permíteme explicarte, Annabelle. Verás, tus padres me pidieron prestada


una gran suma de dinero y no han podido devolverla. Según nuestro acuerdo,

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tus padres deben trabajar para saldar su deuda en la granja lechera de mi familia.
Para evitar que intenten saltarse la deuda, les exijo, al igual que a sus familias,
que vivan en la propiedad hasta que la deuda quede saldada.

No. No, no, no, no.

—¿Qué pasa con mis cosas? Necesito mi ropa y todas mis otras cosas. —Me
estaba agarrando a un clavo ardiendo, pero pensé que si conseguía que me dejara
volver a entrar en la casa, podría encontrar la manera de alejarme de él. Si pudiera
llegar a la abuela y al abuelo, ellos me ayudarían.

—Haré que algunos de mis hombres empaquen tus pertenencias y las lleven
a tu habitación en la propiedad.

—¿Qué pasa con mi trabajo? Tengo que estar en el trabajo en una hora!—
chillé.

—No vas a trabajar en ningún otro sitio que no sea en la granja.

—¡No!—grité y me abalancé sobre él. Le rodeé el cuello con las manos y


conseguí darle dos buenas sacudidas antes de que me apartara y me colocara a
la fuerza en la fila trasera de asientos.

Octavius se aclaró la garganta y se alisó la camisa arrugada.

—Te aconsejo que no vuelvas a intentar algo así. Esta es tu única advertencia.

—Vete a la mierda—le espeté.

Suspiró exasperado.

—Bien, como quieras. —Levantó la mano en el aire e hizo algún gesto. De


repente, dos hombres se abalanzaron sobre mí. El imbécil uno me esposó las
manos a la espalda mientras el imbécil dos me ponía una mordaza en la boca y
me abrochaba el cinturón de seguridad.

—Aprenderás, Annabelle. Si haces lo que te digo, las cosas irán bien, pero no
toleraré faltas de respeto ni de ti, ni de nadie.

Bueno, me esperaba un viaje agitado porque no había manera de que


respetara a una comadreja como él.

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Capítulo 8
Phoenix

Cuando entré en el porche, no estaba segura de si debía llamar a la puerta o


no. Técnicamente seguía siendo mi casa, pero me resultaba extraño entrar
directamente, ya que hacía casi un año que no vivía allí. Además, la abuela y el
abuelo no me esperaban. Si hubieran sabido que había regresado del despliegue
y que volvería a casa por unas semanas, me habrían recibido en el aeropuerto.

Llamé a la puerta mientras la empujaba para abrirla.

—¿Hay alguien en casa?—llamé.

—¡Phoenix!—chilló la abuela y se acercó a mí a toda velocidad—. ¿Por qué


no nos dijiste que venías a casa?—preguntó mientras lloraba contra mi hombro—
. Deja que te vea. No estás herido, ¿verdad?

—No, abuela. Estoy bien. No te lo dije porque quería que fuera una sorpresa.
Tengo unas semanas de permiso antes de tener que volver a la base.

—Ven a la cocina y deja que te prepare algo de comer. Tengo que llamar al
abuelo y decirle que estás en casa—divagó mientras se dirigía a la cocina—. Tuvo
que llevar unos papeles a la ciudad, pero ya debería estar regresando.

Cuando ella finalmente tomó aire, le pregunté:

—Abuela, ¿dónde está Annabelle? —No había podido hablar con ella desde
el día en que me fui y estaba ansioso por verla o al menos escuchar su voz.
Cuando me fui, no tenía teléfono y se negó a que le comprara uno. En cambio,
habíamos planeado que yo llamara a la tienda para charlar con ella y con la
abuela cuando ambas estuvieran trabajando. Sin embargo, cada vez que llamaba,
Annabelle no estaba trabajando o acababa de salir.

La abuela se dio la vuelta para mirarme y la expresión de su cara me heló la


sangre. Se acercó lentamente a la mesa y se sentó a mi lado, tomando mi mano
con la suya.

—Cariño—dijo y su voz se quebró—. No sabemos dónde está. Intentamos...

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—¿Qué mierda quieres decir con que no sabes dónde está?—rugí,


poniéndome en pie de un salto y derribando la silla de la cocina.

La aflicción de la abuela se convirtió en sollozos. La puerta principal se abrió


de golpe y allí estaba el abuelo.

—Phoenix Alexander Black, sienta el culo y discúlpate con tu abuela. Sabes


que no debes usar ese tono con ella.

—Abuela, lo siento. Es que... no entiendo. ¿Dónde está ella?—pregunté,


desesperado por cualquier trozo de información.

—Phoenix—dijo el abuelo, tomando asiento junto a la abuela—. No sabemos


dónde está. Después que te fuiste, todo fue bien durante unas semanas. Luego,
un día no se presentó a trabajar en la tienda. Sabíamos que no tenía teléfono, así
que fui a su casa para ver cómo estaba. Nadie respondió a la puerta y parecía que
no había nadie en casa. Macy se presentó en la tienda esa tarde para llevar a
Annabelle a casa desde el trabajo y se mostró igualmente preocupada cuando le
contamos lo que estaba pasando. Prometió llamar si tenía noticias de Annabelle
y nosotros prometimos hacer lo mismo. Volví a la casa durante los dos días
siguientes sin suerte. Conseguí que los muchachos de la comisaría me dejaran
presentar una denuncia por desaparición, aunque no podían hacer mucho más
que vigilar la propiedad en busca de actividad. Como sus padres también se
habían ido, parecía que la familia se había mudado. Incluso comprobé en la
oficina de correos si habían dejado una dirección de reenvío. Quería respuestas
y sabía que tú también las querrías, así que, después de salir de la comisaría,
llamé a un amigo mío que es investigador privado y ha estado buscándola a ella
y a su familia desde entonces.

—¿Por qué no me lo dijiste?—le pregunté, logrando a duras penas contener


mi ira. No era culpa del abuelo, ni de la abuela, pero estaba furioso y estuve a
punto de desquitarme con ellos.

—Porque te queremos. Piénsalo, Phoenix. Si te hubiéramos dicho que


Annabelle había desaparecido mientras estabas en el extranjero, habría sido un
infierno para ti saber que estabas atrapado allí y que no podías hacer nada al
respecto. Probablemente habrías hecho que te mataran o te llevaran a un consejo
de guerra. Tomé la decisión de ocultártelo por tu propio bien y no lo lamento. —

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Hizo una pausa por un momento y suavizó el tono de su voz—. Y una parte de
mí pensó que la encontraríamos y la tendríamos aquí con nosotros para cuando
volvieras. Lo siento mucho, hijo mío.

Asentí en señal de reconocimiento, manteniendo la mirada en mis manos


juntas en mi regazo. Respiré lentamente y me puse de pie.

—Voy a salir un rato. Necesito un tiempo para mí.

Me acerqué a la abuela.

—Siento haberte levantado la voz. Volveré un poco más tarde. —Con eso,
besé su mejilla y me dirigí a mi moto.

El abuelo y el tío Talon me ayudaron a conseguir una moto para mi


cumpleaños 18, a pesar de las valientes protestas de la abuela. Desde el momento
en que la recibí, Annabelle y yo nos subimos a la moto cada vez que podíamos.
Cuando me dirigía a la casa de Annabelle, casi podía sentir sus brazos a mi
alrededor, casi podía oír su risa siendo arrastrada por el viento. Me negaba a creer
que la última vez que estuvo en la parte trasera de mi moto fuera la última.

Estacioné la moto en la entrada de su casa, me acerqué a la puerta principal


y empecé a golpearla. Tras varias rondas de golpes y esperas, me dirigí a cada
ventana y miré dentro. Habían pasado meses desde que me fui, pero parecía que
nadie vivía o había vivido allí.

Cuando llegué a la endeble puerta trasera, la miré durante unos breves


instantes antes de decidir que no me importaba una mierda y la abrí de una
patada con mi bota. Entré en la casa en la que sólo había estado un par de veces
y examiné la zona. Lo poco que había habido en la casa había desaparecido por
completo. Sin embargo, me negaba a creer lo que estaba viendo.

Al entrar en la habitación de Annabelle, la verdad me golpeó como un ariete.


Ella había desaparecido. Hacía meses que se había ido, como dijo el abuelo, a
juzgar por la capa de polvo que había en el alféizar de la ventana. Su habitación
estaba completamente vacía, sin una sola prueba que demostrara que alguna vez
había vivido en ese lugar.

La había perdido. Lancé puñetazo tras puñetazo y patada tras patada contra
las paredes hasta que ya no pude sentir las manos, ni los pies. Volviendo a

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tropezar con la pared, me agarré el pecho e intenté desesperadamente respirar.


Me deslicé por la pared hasta que mi culo tocó el suelo. Aspirando una gran
bocanada de aire, grité mi dolor en el aire viciado mientras ríos de lágrimas
corrían por mi cara.

Se había ido.

Mi Annabelle se había ido.

Pasaron horas.

Las lágrimas finalmente se secaron.

Me quedé en el suelo.

No me atrevía a dejar el último lugar donde tenía alguna esperanza de


encontrarla. En mi mente, si me iba, todo sería real. Mientras estuviera allí
esperándola, ella volvería. Ella sabría que yo estaba allí y volvería.

El abuelo me encontró en el suelo de su habitación mucho después de que el


sol se hubiera puesto. Se sentó silenciosamente a mi lado y puso su brazo
alrededor de mis hombros. Ni una sola vez me preguntó si estaba bien o me dijo
que tenía que irme. Se limitó a esperar conmigo hasta que pude salir de aquella
casa por decisión propia, lo que acabó siendo alrededor de las 7 de la mañana del
día siguiente.

La abuela nos esperaba en el porche delantero, paseándose nerviosa de un


lado a otro. Cuando estuve al alcance de la mano, me abrazó con fuerza y trató
de aliviar el dolor de mi corazón roto. Nada que no fuera encontrar a Annabelle
me quitaría el dolor.

—Phoenix, cariño, tus manos—jadeó la abuela—. Creo que tenemos que ir al


hospital.

—Déjalo estar, amor. Lo único que le duele en este instante es el corazón y


no hay nada que el hospital pueda hacer por eso—dijo el abuelo.

Los dejé en el porche y me dirigí a mi habitación, aturdido. Conseguí dormir


unas horas antes de salir a recorrer la ciudad. Pregunté a todos los que pude
encontrar sobre Annabelle y sus padres. Nadie tenía respuestas. Intenté localizar
a Macy, pero el abuelo me dijo que se había mudado después de que ella y Aaron

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rompieran y Annabelle desapareciera. El abuelo dijo que seguía hablando con


ella de vez en cuando, pero que esperaba a que lo llamara porque a ella le
resultaba difícil hablar de Annabelle.

Me pasé las dos semanas de mi permiso buscando sin descanso cualquier


pista sobre lo que le había pasado a mi chica. Me sentí desolado cuando se me
acabó el tiempo y tuve que volver a la base. Necesitaba más tiempo para buscar.
Consideré la posibilidad de arriesgarme y no volver, pero el abuelo me convenció
de lo contrario al prometerme que seguiría buscándola en mi ausencia.

Así que, con una despedida llena de lágrimas, dejé la casa de mis abuelos y
regresé a la base sin saber qué había pasado con el amor de mi vida.

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Capítulo 9
Annabelle

Me desperté sintiéndome fatal. La espalda me mataba y las estúpidas


contracciones de Braxton-Hicks no cesaban. Ligeramente incómodas mi culo. Estas
malditas dolían. Para colmo, parece que me había hecho pis en la cama mientras
dormía. Me levanté, me dirigí al baño y rápidamente me di cuenta de dos cosas.
No me había hecho pis en la cama y no tenía contracciones de Braxton-Hicks.

Envolviendo mi gran vientre con los brazos, me doblé de dolor cuando llegó
la siguiente contracción. En cuanto pude respirar, grité:

—¡Octavius!

Él entró en el cuarto de baño junto a mi habitación y me estudió. Sus ojos no


contenían más que desprecio.

—¿Qué pasa, Annelle?

¿Estaba hablando en serio?

—Es la hora, Octavius. El bebé está llegando—le grité.

Asintió con la cabeza.

—Bueno, vamos a llevarte a ver al médico—dijo, sonando aburrido.

Se tomó su tiempo para cubrir el asiento del coche con bolsas de basura para
que no arruinara el interior de su coche con mis “fluidos de vida”, sus palabras,
no las mías. Si hubiera podido físicamente, le habría dado un rodillazo en las
pelotas. ¿No se daba cuenta de que me dolía mucho y que necesitaba atención
médica cuanto antes? Por supuesto que sí; simplemente no le importaba. No sé
por qué pensé que podría tener algún tipo de compasión por mí.

Cuando llegamos a la clínica de la granja, entré sin ayuda de Octavius. Pasó


por delante de la recepcionista y atravesó la puerta que conducía a las
habitaciones de los pacientes en la parte trasera de la clínica, dejándome de pie
en la sala de espera agarrándome el vientre y gruñendo con cada contracción.

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Volvió unos minutos después y me indicó que lo siguiera. Me condujo a una


habitación en la última esquina de la clínica. Se parecía más al laboratorio del
doctor Frankenstein que a cualquier sala de la clínica que hubiera visto antes.

—Sube a la mesa, Annelle—dijo el doctor.

—Por si no se ha dado cuenta, eso es físicamente imposible para mí en este


momento—le espeté.

Octavius resopló.

—Oh, está bien. Sólo trata de no gotear sobre mí—murmuró con disgusto
mientras metía la mano por debajo de mis brazos para subirme a la mesa.

No puedo decir que lo que ocurrió a continuación fuera mi mejor momento,


pero se lo merecía y mucho. En el momento en que mis pies se despegaron del
suelo, fingí tener otra contracción mientras vaciaba mi vejiga por todas sus
piernas y pies.

Me dejó caer sobre la mesa y empezó a bailar, chillando de horror. Apenas


pude contener la risa mientras le veía apresurarse a quitarse los calcetines y los
zapatos empapados de orina.

Debería haber prestado atención al médico y no a Octavius. Si lo hubiera


hecho, lo habría visto caminar hacia mí con una jeringa en la mano.

Me clavó la aguja en el brazo y dijo:

—Annelle, voy a dormirte. Hay que hacerte una cesárea. —No sé lo que me
dio, pero sucumbí rápidamente. Ni siquiera tuve la oportunidad de preguntarle
cómo sabía que había que hacerme una cesárea sin examinarme primero.

Cuando me desperté, me dolía mucho y tenía la mente nublada. Intenté


incorporarme, pero una mano grande y fría me empujó rápidamente hacia abajo.

—No puedes levantarte ahora, Annelle—dijo Octavius.

—¿Dónde está mi bebé? ¿ Todo salió bien?—le pregunté.

Me sonrió. Nunca sonreía. Una sensación de malestar me invadió. Algo iba


mal. Lo sabía.

Cuando continuó sonriéndome, le exigí:

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—¡Dime dónde está mi bebé!

—Lo siento, Annelle. Tu niña nació muerta. El médico trató de reanimarla,


pero dijo que llevaba demasiado tiempo—dijo Octavius en un tono casi jovial.

Una niña pequeña.

Tuve una niña.

Tuve.

Tuve.

TUVE.

—¡Quiero verla!

—Desafortunadamente, eso no es posible. Ya hemos retirado el cadáver de


las instalaciones.

Le di una bofetada en la cara usando toda la fuerza que tenía.

—No vuelvas a llamar cadáver a mi bebé, sádico hijo de puta.

Me desplomé de nuevo en la cama. Mi dolor físico casi olvidado mientras me


consumía una agonía que no sabía que existía. Un dolor tan grande que nadie
debería sentirlo nunca. Mi pequeña no lo consiguió. Hice todo lo que pude para
asegurarme de que estuviera sana. ¿Qué salió mal? ¿Qué hice? ¿Cómo iba a
seguir viviendo sin ella? ¿Por qué iba a querer hacerlo? Ni siquiera pude
abrazarla. No pude verla. Sentí que me asfixiaba mientras las preguntas sin
respuesta y las emociones fuertes me consumían. No podía respirar. No quería
respirar.

Oí vagamente a Octavius decir algo. Entonces, el médico apareció junto a mi


cama y me puso algo en la vía. Momentos después, me sumergí en la oscuridad,
en más de un sentido.

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Capítulo 10
Annabelle

Seis semanas después

—Annelle, ¿es necesario que te recuerde otra vez que estuviste de acuerdo
con esto? He sido paciente, pero ya es hora de celebrar la ceremonia de boda para
que pueda dejarte embarazada. El médico dijo que podíamos empezar a intentar
concebir un hijo seis semanas después de tu parto. Hoy han pasado seis semanas.
Puedes participar de buena gana o no, no me importa—dijo Octavius.

Annelle. Odiaba ese maldito nombre, sobre todo oírselo decir al culo
adulador. Girándome hacia él, sonreí cruelmente.

—He tenido tiempo de pensar en esto. Nunca acepté casarme contigo. Sí


acepté darte un hijo, pero nunca acepté ser tu esposa, ni tener relaciones sexuales
contigo.

Él palideció.

—¿Exactamente qué estás diciendo?

Mi sonrisa se amplió aún más.

—Estoy diciendo que no me casaré contigo y que de ninguna manera


permitiré que me metas la polla. Si quieres que lleve a tu hijo, tienes que
encontrar un frasco con tapa y una revista porno que te guste.

—Cuidado. Puedo hacer de tu vida un infierno, Annelle.

—Ya lo has hecho. Pero está bien, sigue adelante y cumple tu palabra. Estaré
más que feliz de contarle a todos los que estén por aquí y quieran escuchar cómo
no cumples con lo que prometes.

—¡Joder!—gritó y dio un portazo al salir de la habitación.

Sabía que eso le afectaría. Tenía algunos problemas serios, y uno de ellos era
ser fiel a su palabra. Nunca especificó la forma en que concebiría un hijo. Acepté

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darle un hijo, pero nunca acepté darle mi cuerpo. Mi cuerpo sólo pertenecía a un
hombre, al igual que mi corazón.

Volvió varios días después para llevarme a la clínica. Odiaba ese maldito
lugar con pasión. Si alguna vez tuviera la oportunidad, le prendería fuego y lo
vería arder hasta los cimientos.

—¿Por qué me has traído aquí?—le pregunté al imbécil que estaba a mi lado.

—Para iniciar el proceso de fecundación in vitro. Como has señalado,


aceptaste darme un hijo, pero no aceptaste tener relaciones sexuales. Tampoco
aceptaste darme una hija. Este método garantizará la implantación de un hijo en
tu vientre.

Ocho semanas después, las pruebas confirmaron que estaba embarazada del
engendro de Satanás tras una ronda de fecundación in vitro. Ocho meses más
tarde, di a luz a un niño sano por cesárea, del que fui consciente, aunque hubiera
preferido no estarlo.

Intenté, de verdad, amar a ese pequeño, pero apenas podía soportar mirarlo.
Me aseguré de que lo cuidaran y atendieran bien, pero no lo cogí en brazos ni
pasé tiempo con él cuando no era necesario. Lo curioso es que, por mucho que
pensara que no lo quería, tampoco podía encontrar en mí misma la forma de
dejarlo atrás.

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Capítulo 11
Annabelle

Trece años atrás

—¿Le enviaste un mensaje de texto?—le pregunté. Estaba hecha un manojo


de nervios. Sabía que algo iba a salir mal y no podía permitirme que nada saliera
mal. Si lo hacía, no volvería a tener una oportunidad como ésta.

—Lo hice y me respondió. Todo está preparado y nos están esperando—me


respondió Kathleen—. No puedo imaginar lo que estás sintiendo ahora, pero
trata de calmarte un poco. Mi hermano es muy bueno en lo que hace. Se ocupará
de ti. Te lo prometo.

Quería creerle, pero me daba miedo tener esperanzas. Mi vida había sido una
existencia miserable durante los últimos seis años. Esta era mi única oportunidad
de escapar con mi hijo de Octavius y comenzar una nueva vida.

Kathleen y su marido vivían en la finca. Kathleen trabajaba a tiempo parcial


como secretaria en la oficina de la granja lechera y su marido era empleado de la
granja a tiempo completo. También tenían un niño llamado Coal que era un año
mayor que Nivan.

Tras años de entablar una relación con Kathleen, por fin me atreví a
preguntarle si me ayudaría a escapar. Le expliqué que no vivía en la granja por
mi decisión y que Octavius me mantenía allí después de obligarme a tener su
hijo. Al principio se sorprendió, pero accedió a ayudarme.

Por suerte, el hermano de Kathleen, Luke, era agente federal y tenía los
recursos para hacer desaparecer a las personas. Kathleen lo convenció para que
me ayudara y lo mantuviera en secreto. Formuló un plan e hizo todos los
arreglos. Teníamos que esperar a que Octavius estuviera fuera de la ciudad en
un viaje de negocios, y entonces sólo teníamos que presentarnos en el lugar
designado.

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La mañana de mi fuga planificada, me presenté en casa de Kathleen con


Nivan y una caja bastante grande. Ella abrió la puerta y miró la caja con
curiosidad mientras nos hacía pasar a su casa.

—Sé que no puedo llevarme nada, pero había algunas cosas que no podía
soportar dejar con Octavius. ¿Podrías hacer algo con ellas por mí? En realidad no
es mucho. Puse algunos juguetes de Nivan encima de mis cosas, por si alguien
pedía mirar en la caja. Y no hay razón para que Coal no los tenga, ya que no
podemos llevárnoslos—le expliqué.

Kathleen me dedicó una sonrisa triste.

—Gracias, Annelle. Me ocuparé de tus cosas por ti.

Cuando llegamos al servicio de urgencias del Cedar Valley, Kathleen cargó


a Nivan y me ayudó a entrar. Les dijo que me había encontrado a un lado de la
carretera. Hacía lo posible por actuar como si tuviera una lesión en la cabeza y
no pudiera hablar. Kathleen sostenía a mi hijo en su regazo y le recordaba en voz
baja que no respondiera a ninguna pregunta. Me siguió mientras me colocaban
en una habitación y me registraban como Jane Doe.

Luke tenía un amigo que era residente en el Hospital Regional Cedar Valley.
Estaba pendiente de que apareciera una desconocida en el Servicio de Urgencias.
Fue asignado como mi doctor y, cuando no hubo moros en la costa, me llevó a
una salida en la parte trasera del hospital mientras evitaba todas las cámaras de
seguridad.

En la parte de atrás del hospital, un todoterreno negro esperaba junto al


muelle de carga. Subí a la parte trasera y me llevaron a un aeródromo privado a
varias horas de Cedar Valley. Desde allí, me llevaron en avión a California, donde
Luke había establecido mi nueva vida. Tenía una casa completamente amueblada
esperándome, una nueva identidad, dinero para empezar a trabajar e incluso un
trabajo.

Creo que no respiré del todo hasta que cerré la puerta principal de mi nueva
casa y puse la alarma de seguridad. Entonces, exhalé y me arrodillé llorando. Me
sentía totalmente aliviada por haberme alejado por fin de Octavius y su maldad,
pero estaba más que devastada porque mi nueva vida significaba que Phoenix
nunca podría formar parte de ella. Para mí, esa fue la parte más difícil de la

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partida. Amaba a ese hombre con todo mi corazón y me costaba aceptar que lo
había perdido para siempre.

En cierto modo, yo también estaba perdida. Ya no era Annabelle Burnett, la


chica de Croftridge que se enamoró de su novio del Instituto y planeaba casarse
con él y tener sus hijos. Ahora era Taylor Davis, una nueva residente del norte de
California, y no tenía ni idea de quién era ella.

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Parte 2

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Capítulo 12
Phoenix

En la actualidad

Me senté en mi escritorio revisando otra pila de papeles encontrados en una


de las habitaciones ocultas de la granja. Octavius llevaba un registro meticuloso,
lo que generó mucho papeleo. Me había llevado casi un año revisar la mayor
parte, y todavía no tenía nada sobre Annabelle.

Tiré los papeles que tenía en la mano en la trituradora y pasé a la siguiente


carpeta de la pila. Cuando la abrí, se me cortó la respiración. Cerré los ojos y los
volví a abrir lentamente, sin creer lo que estaba viendo. En la parte superior del
primer papel de la carpeta estaba el nombre que había estado buscando.

Annabelle Burnett.

Me temblaban las manos mientras colocaba con cuidado la carpeta en mi


escritorio y empezaba a revisarla. El corazón me latía con fuerza en el pecho y la
sangre me zumbaba en los oídos mientras miraba el contenido de la carpeta. Lo
primero que vi fue el certificado de nacimiento y la tarjeta de la seguridad social
de Annabelle. Detrás de eso, encontré los registros de nacimiento de Ember, Coal
y Nivan. Luego, el certificado de defunción de Nivan. Sin embargo, fueron los
siguientes papeles los que me tomaron por sorpresa.

Había dos informes hospitalarios, uno de una desconocida y otro de un


desconocido, ingresados en el servicio de urgencias del Cedar Valley Regional.
Leí detenidamente los informes.

Una mujer y un chico joven fueron encontrados en el costado de la carretera.


La mujer parecía tener algún tipo de traumatismo craneal y no podía responder
a ninguna pregunta. El niño se negó a hablar con el personal del hospital. La
mujer fue enviada para una tomografía computarizada de la cabeza, pero nunca
llegó al Departamento de Radiología. Según los informes, la mujer no aparecía
por ninguna parte, y se suponía que se había marchado en contra de la opinión

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de los médicos, y el niño fue encontrado muerto en su cama del hospital. Ambos
informes tenían la misma fecha que la del certificado de defunción de Nivan.

El nombre del médico que había redactado el informe me llamó la atención.


Tras leerlo dos veces para asegurarme de que no me equivocaba, tomé el teléfono
y llamé. Cada timbrazo fue insoportablemente largo hasta que por fin descolgó.

—¡Patch, trae tu culo a mi oficina ahora mismo!

***

Cuando Patch llegó, le entregué el informe e inmediatamente empecé a


interrogarlo. Al principio se mostró reacio, pero finalmente me dijo que Luke
Johnson le había pedido que se encargara de ese caso en particular. En realidad,
a la mujer no le pasaba nada; su llegada al hospital era sólo un medio para
ayudarla a escapar.

—Te juro, Prez, que si hubiese sabido que era Annabelle, o incluso pensado
que lo era, te lo habría dicho. Cuando me uní al club y te oí hablar de tu pasado,
nunca se me ocurrió que la mujer a la que ayudé podría haber sido tu chica.
Nunca supe su nombre. Ni siquiera sabía de dónde venía. Luke dijo que era
mejor así, negación plausible y todo eso.

—Relájate—dije—. No estoy enojado contigo. Sólo quiero saber lo que sabes


para poder encontrarla.

—Eso es realmente todo. Pedí una tomografía para ella. Cuando llegó la hora
de la prueba, me ofrecí a llevarla a Radiología. En su lugar, la llevé a la parte
trasera del hospital, donde había un coche esperando. Ella se subió y yo volví a
entrar. No sé qué pasó después—me explicó.

—Entonces, ¿el niño no fue encontrado muerto en su habitación del hospital?

La confusión inundó el rostro de Patch.

—¿Qué niño?—

—El niño que vino al hospital con ella. Su hijo—dije y le entregué el otro
informe del hospital.

Patch miró el papel.

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—Nunca había visto este informe. Y sí que recuerdo haber encontrado a un


niño pequeño muerto en su habitación del hospital.

—Lleva su nombre—señalé.

—Bueno, fue jodidamente falsificado. Te juro, Phoenix, que no había ningún


niño con ella.

—¡Ahí mismo dice que llegó con un niño pequeño!—le grité, clavando el
dedo en el papel de mi escritorio.

—Sé lo que dice, Prez. Te digo que no tenía un niño con ella. Tal vez Luke
sabía algo que yo no.

—Sí, de acuerdo. Veré qué puedo sacarle a Luke. Gracias, hermano. —Con
eso, Patch salió de mi oficina y yo hice otra llamada.

—Phoenix, ¿qué pasa tío?—respondió Luke.

—¿Hay alguna posibilidad de que estés por aquí y puedas pasarte por la sede
del club?—pregunté. No quería tener esta conversación por teléfono, y estoy
seguro de que él tampoco.

—Claro. Estoy en la ciudad, así que será en una hora más o menos. ¿Está todo
bien?—preguntó, vacilante.

—Sí, hombre, no es nada como la última vez.

—Estaré allí tan pronto como pueda—dijo y se desconectó.

Cuando Luke se sentó en mi despacho, le pasé los informes del hospital.


Hojeó las páginas y volvió a concentrarse en mí.

—¿Cómo las has conseguido?

En lugar de responderle, le acerqué la carpeta con el nombre de Annabelle.


Le echó un vistazo y me miró interrogativamente.

—Esos informes estaban en esa carpeta. La encontré mientras revisaba más


cosas de Octavius.

—¿Y crees que ésta es Annabelle? ¿Tu Annabelle?—preguntó, con los ojos
muy abiertos.

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—Sí. —Saqué una foto de Annabelle cuando tenía 18 años y la puse en el


escritorio delante de él. Sabía que había visto su foto antes, pero me sentí
obligado a mostrársela de nuevo—. ¿Es esta la chica a la que ayudaron tú y Patch?

Miró la foto y volvió a mirarme.

—No lo sé. Nunca la vi. Hice todos los arreglos, pero estaba a unos cuantos
estados de distancia en una misión cuando esto sucedió. Hice que otro agente se
reuniera con ella en el hospital.

—Ponlo al teléfono. A ver si es la chica—le pedí, agitando la foto.

Luke negó con la cabeza.

—No puedo. Murió en acto de servicio hace unos años. —Luke frunció el
ceño y después levantó la cabeza—. No puede ser la misma chica. Me dijiste que
Annabelle desapareció en 1998. Ayudamos a esta chica seis años después.

—Podría ser si fue secuestrada y retenida contra su voluntad durante seis


años—señalé.

—¡Joder!—maldijo Luke—. ¿Le enseñaste esa foto a Patch?

Jódeme. Necesitaba respirar hondo y concentrarme. Negando con la cabeza,


busqué el teléfono.

—Patch, hermano, te necesito en mi despacho.

Cuando llegó, ni siquiera le di la oportunidad de sentarse. Estaba de pie y


frente a él sosteniendo la foto de Annabelle.

—¿Esta es ella? ¿La chica a la que ayudaste?

Sus ojos se abrieron de par en par y entonces palideció al reconocer su rostro.


Asintiendo lentamente con la cabeza, dijo cautelosamente:

—Sí, Prez, es ella.

La desconocida era Annabelle.

El corazón volvió a latirme con fuerza en el pecho. Cerré los ojos en señal de
alivio por un breve momento antes de abrirlos y clavarle la mirada a Luke.

—¿Qué ha pasado con ella? ¿Adónde la enviaste? ¿Dónde está ahora? —


Empecé a disparar preguntas más rápido de lo que él podía responder.

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Levantó las manos.

—Espera, Phoenix. No puedo darte esa información. Está clasificada por el


gobierno federal. Ya lo sabes.

—Supongo que eso significa que tampoco puedes decirme nada sobre el
chico.

Hizo una mueca y negó con la cabeza.

—Patch, probablemente no quieras estar presente en el resto de esta


conversación.

Patch asintió en señal de comprensión y salió rápidamente de mi despacho.

Golpeé con ambas manos sobre el escritorio haciendo que Luke retrocediera.

—Me importa una mierda si es información clasificada o no, ¡tienes que


empezar a hablar! Este es el amor de mi vida y tiene dos hijos aquí que están
vivos y bien. Mis hijos. Al menos se merecen la oportunidad de conocer a su
maldita madre—rugí.

—Phoenix, cálmate. No digo que no te vaya a ayudar, sólo digo que no puedo
decirte dónde está ella—insistió.

—Empieza a ayudar—ordené con los dientes apretados. Ya no me quedaba


paciencia. Sabía dónde estaba mi chica y me iba a decir cómo encontrarla en los
próximos segundos o le iba a dar una paliza, fuera agente federal o no.

—¿Te acuerdas de Wave?—me preguntó. Asentí con la cabeza. Por supuesto


que me acordaba de Wave. Todos nos cruzamos en algún momento cuando
éramos Marines en actividad. Lo último que supe es que Wave era el presidente
de su propio MC, los Knights of Neptune, en la costa oeste—. Quizá deberías ir
a visitar a Wave. Tómate un tiempo para ponerte al día con él y pasear por la
ciudad. Ver cómo es la vida en su pequeño trozo de cielo.

—Gracias, tío. No tienes ni idea... —Me quedé sin palabras, incapaz de


formularlas. Básicamente me dijo dónde encontrar a mi Annabelle. Las palabras
no podían transmitir lo mucho que eso significaba para mí.

—Lo sé—dijo—. ¿Cuándo vas a irte?

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—Tan pronto como sea posible. Llevo diecinueve años buscando a esa chica.
No voy a perder ni un segundo más—declaré.

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Capítulo 13
Phoenix

Me fui a buscar a mi chica a la mañana siguiente. Les dije a los oficiales en la


Iglesia lo que iba a hacer, pero recibieron instrucciones estrictas de mantener la
boca cerrada. No quería que Ember o Coal se enteraran y me siguieran hasta
California. Les dijimos a todos los demás, incluidos Ember y Coal, que me iría de
viaje durante dos o tres semanas para discutir una nueva oportunidad de negocio
con un viejo amigo.

Monté de sol a sol tan rápido como pude, parando sólo para comer algo
rápido y repostar. Por la noche, encontraba el motel más cercano y me quedaba
dormido hasta la mañana. Sólo tardé tres días en llegar a la pequeña ciudad
costera de Rocky Point, en el norte de California. Encontré un motel barato y
reservé una habitación por una semana.

Después de asearme y comer algo, tuve que obligarme a ir a la cama. Estaba


cansado, pero saber que probablemente estaba en la misma ciudad que mi
Annabelle me dificultaba, como mínimo, conciliar el sueño. Finalmente conseguí
controlar mi excitación y descansar unas horas.

A la mañana siguiente, no sabía por dónde empezar. No quería ir


directamente a Wave y pedirle ayuda. Por alguna razón, quería encontrarla yo
mismo. No podía explicarlo, pero era algo que sentía que debía hacer.

La ciudad realmente no era tan grande. Tardé menos de una hora en rodear
toda la ciudad y subir y bajar por todas las calles principales. Una vez que me
hice una idea del terreno, era hora de empezar a buscar.

Me senté en un puesto en la parte trasera de una pequeña cafetería en la calle


principal de Rocky Point, acertadamente llamada Rocky Point Cafe. Con una taza
de café fresco delante de mí y un abundante desayuno en camino, traté de pensar
en los lugares donde podría encontrarla. Tenía que tener un trabajo, pero no tenía
ni idea de cuál podía ser. Podía ser cualquier cosa a estas alturas. Había tenido
mucho tiempo para ir a la escuela y tener una educación universitaria.

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Con la mirada fija en la taza de café que sostenía entre las dos manos, me
devané los sesos intentando pensar en posibilidades de trabajo para Annabelle.
Levanté la cabeza cuando la camarera me trajo el plato del desayuno y mis ojos
se posaron en una obra de arte muy distintiva que colgaba de la pared.

—Disculpe, señora, ¿sabe por casualidad de dónde viene eso?—pregunté,


señalando el cuadro de la pared.

Ella sonrió y me miró con las pestañas.

—Sí, lo sé. Lo creó una artista local llamado Taylor Davis.

—Si quisiera comprar algo de esa artista, ¿dónde podría encontrar más obras
suyas?—le pregunté. No estaba segura de qué, pero algo en el arte me llamaba.
No podía dejar de mirarlo.

—Taylor trabaja en la tienda de tatuajes, The Inkwell. Tienen algunas obras


de Taylor a la venta colgadas en la fachada de la tienda o puedes encargar algo
personalizado para ti.

—Gracias—dije, despidiéndola y comiendo mi desayuno.

Pensando que The Inkwell era un lugar tan bueno como cualquier otro para
empezar mi búsqueda, decidí ir allí después del desayuno. Al salir, me detuve
en la puerta para mirar el cuadro un poco más de cerca. Nunca me habían atraído
tanto las obras de arte. Estaba a punto de desestimar la idea cuando lo vi. En la
esquina, junto a la firma del artista, había un pequeño fénix. Mi fénix.

De repente, me asaltó un torrente de recuerdos. Annabelle dibujando el


mismo fénix en mi mano durante una de nuestras citas. Annabelle garabateando
el mismo fénix en sus cuadernos. Yo regalándole unos pendientes hechos a
medida y un collar a juego con el mismo fénix. Annabelle dibujando una versión
más grande y detallada de ese fénix en papel y regalándomela para Navidad. A
Annabelle le encantaba dibujar y, además, lo hacía muy bien. Después de verlo,
no tuve ninguna duda de que la artista conocida como Taylor Davis era,
efectivamente, Annabelle Burnett.

The Inkwell fue bastante fácil de encontrar. Por suerte, había otros negocios
en los alrededores y algunos de ellos tenían bancos en la parte delantera. Tomé
asiento y observé la tienda desde lejos. No tardé en ver a una mujer menuda con

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una extraña mezcla de pelo negro y rubio que le caía por encima de los hombros
dentro de la tienda. Se movía con una confianza que nunca había visto en
Annabelle. Su cuerpo y su tamaño coincidían con lo que imaginaba que sería el
de Annabelle, pero el color del pelo era diferente, aunque podría estar teñido. Si
pudiera verle la cara, lo sabría con seguridad.

La mujer desapareció en la parte trasera de la tienda durante largos períodos


de tiempo antes de reaparecer cerca de la parte delantera. En cada ocasión, no
miraba hacia la parte delantera de la tienda. Después de varias horas intentando
ver su rostro, decidí volver a mi habitación de hotel durante unas horas y regresar
por la noche. No quería llamar la atención y eso es lo que haría si seguía sentado
en un banco mirando a la mujer a través del escaparate. El cansancio me estaba
alcanzando, a pesar de mis esfuerzos por ignorarlo, y necesitaba recuperar algo
de descanso antes de volver a intentar ver su rostro. Podría haber entrado en la
tienda y pedir hablar con ella, pero necesitaba saber que realmente era ella antes
de entrar. Sabía que no podría soportarlo si resultaba que la mujer del escaparate
no era mi Annabelle.

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Capítulo 14
Annabelle

Oí sonar el timbre de la puerta principal. Levanté la vista y vi a Nathan


caminando hacia mí con una enorme sonrisa en la cara.

—¿Puedo suponer, por la sonrisa de tu cara, que todo ha ido bien?

Sonrió aún más.

—Claro que sí, mamá. Lo conseguí. —Me tomó para darme un abrazo y me
hizo girar antes de volver a poner mis pies en el suelo.

Me reí.

—Vas a tener que dejar de hacer eso, hijo. Me estoy haciendo demasiado vieja
para que me hagan girar como un carrusel, un bruto de tu tamaño y tengo la
sensación de que tú sólo vas a crecer.

—Sólo tienes 37 años. Eso no es ser vieja—respondió.

—Háblame cuando tengas 37 años—le repliqué. Me abstuve de añadir, y


hayas pasado por toda la mierda que he pasado. No sabía nada de nuestro pasado. Lo
poco que recordaba era fácilmente explicable para mí. Tenía la impresión de que
su padre murió cuando él era un bebé y que nos mudamos a otra parte de
California unos años después. Creía que siempre habíamos vivido en la costa
oeste. No tenía ni idea de que éramos de un pequeño pueblo situado en las
estribaciones de las Great Smoky Mountains.

—¿Estás lista para irte?—me preguntó.

—Sí. ¡Wave, me voy!—le grité a mi jefe, que además era uno de mis mejores
amigos.

Wave se levantó y me envolvió en un abrazo, lo mismo que hacía todos los


días cuando salía de la tienda. Le dio a Nathan un abrazo de hombre y una
palmadita en la espalda.

—Te he oído hablar con tu madre. Enhorabuena, chico. Sé lo mucho que has
trabajado y todos estamos orgullosos de ti.

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—Gracias, tío Wave. No podría haberlo hecho sin que me ayudarais a


entrenar. —Hizo una pausa y bajó la voz—. Si lo hago, te aseguras de cuidar a
mamá, ¿no? No puedo dejarla sola.

Me quedé sin aliento. Mi dulce, dulce niño estaba preocupado por mí.
Interrumpí antes de que Wave pudiera responder:

—Nathan, no tienes que preocuparte por mí. Estaré bien, y sí, el tío Wave
cuidará de mí. Esta es una oportunidad que no dejaré que dejes pasar. ¿Me
entendiste?—pregunté con mi voz de madre y con las manos en las caderas.

—Muy bien, mamá, tú ganas—suspiró y se dirigió hacia la puerta.

—Hasta luego, Wave—dije por encima del hombro, siguiendo a mi hijo.

En cuanto salí, supe que algo no iba bien. Mi ritmo cardíaco aumentó y la
piel se me puso de gallina. Tomé distraídamente el casco de la mano extendida
de mi hijo y me lo puse. Ajeno a mi estado actual, se subió a la moto. Aseguré el
casco y me subí detrás de él. La sensación que tenía se intensificó y sentí como si
agujeros ardieran en mi lado izquierdo. Giré la cabeza y exploré la zona, pero no
vi nada fuera de lo normal. Aun así, apreté la camiseta de Nathan e inhalé
profundamente.

Nathan giró la cabeza hacia atrás todo lo que pudo.

—Mamá, ¿qué pasa? ¿Estás bien?

Apreté con más fuerza su camiseta.

—Vamos, Nathan. Ahora—ladré. Afortunadamente, no me cuestionó. Salió


como alma que lleva el diablo, volando por la carretera, zigzagueando en el
tráfico.

En algún momento, debió de encender la comunicación por Bluetooth,


porque de repente su voz llenó mis oídos.

—¿Dónde quieres que vaya, mamá?

¿Adónde quiero que vaya? ¿Había algo realmente mal? No tenía pruebas,
pero no podía deshacerme de la sensación que había temido durante años. La
sensación de saber que nos habían encontrado. Cediendo a mis delirios, grité
frenéticamente en mi casco:

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—¡A casa, tenemos que ir a casa!

—¡Mamá, dime qué pasa!—suplicó Nathan, con una preocupación evidente


en su voz.

—No lo sé. Quiero decir que no estoy segura de que pase nada. Es sólo una
sensación. Sólo llévanos a la casa y haz lo que te digo. Si tengo razón, no tenemos
tiempo que perder. —No me había preocupado por este día en años. Me había
acomodado a nuestra vida. Después de cinco años de vivir en California sin
problemas, empecé a relajarme y seguí haciéndolo durante los últimos ocho años.
Intenté desesperadamente recordar mi plan B de hacía años. ¡Token!
Empaquetaría nuestras cosas y llamaría a Token. Iríamos a la casa club.
Estaríamos a salvo allí hasta que descubriéramos qué hacer a continuación.

Me tranquilicé ligeramente una vez que tuve un plan en marcha, pero mis
nervios no se calmarían ni un poco hasta que estuviéramos a salvo en la sede del
club. Con los años, Wave y Token se habían ganado mi confianza. Acabé
compartiendo con ellos parte de mi pasado, aunque nunca les di ningún nombre
ni les dije exactamente de dónde era. Token sabía más que Wave, pero no era
mucho. Después de que me abriera, Wave me dijo a bocajarro que si alguna vez
me sentía en peligro, nos llevara a Nathan y a mí a la sede del club lo más rápido
posible y que ellos se encargarían de todo lo demás.

—Nathan, cuando lleguemos a la casa, necesito que entres y empaques lo


esencial que necesitarías para una semana más o menos y cualquier cosa
sentimental que no quieras dejar atrás. Deja todo lo que pueda ser fácilmente
reemplazado. Cuando tengas tus cosas juntas, empieza a cargarlas en mi coche.

—Maldita sea, mamá—resopló Nathan exasperado.

—No maldigas, hijo. No tengo tiempo para explicarte. Recoge tus cosas y
vamos a la sede del club. Allí te lo explicaré. Te lo prometo.

Cuando llegamos a la casa, me bajé de la moto y entré por la puerta principal


antes de que Nathan pudiera apagar el motor. Recorriendo mi casa como una
loca, empecé a meter cosas en maletas, cestos de ropa sucia, bolsas de basura,
cualquier cosa que pudiera encontrar. No podía creer la cantidad de cosas que
habíamos adquirido en los últimos trece años. Literalmente, no tenía nada más
que la ropa que llevaba puesta cuando llegué.

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Phoenix Blackwings MC 03

El sonido de mi teléfono me sobresaltó hasta el punto de debilitar mis


rodillas. Lo tomé y no me sorprendió lo más mínimo ver el nombre de Token
parpadeando en la pantalla. Me sorprendió que uno de ellos tardara tanto en
llamar. Conociendo a Nathan, probablemente estaba al teléfono con ellos en
cuanto entré en la casa.

—Hola, Token—respondí, completamente sin aliento.

—¿Qué mierda está pasando, Taylor? Suenas como si hubieras corrido una
maratón. Tengo a tu chico llamándome asustado por la forma en que estás
actuando. Empieza a hablar, media pinta—me ordenó.

—¡Creo que me han encontrado!—le grité al teléfono—. Estoy intentando


recoger nuestras cosas y llegar a la sede del club.

Todo el tono de Token cambió al instante.

—Mantén la calma, mequetrefe. Estaré allí en cinco minutos. ¿Quieres


quedarte al teléfono conmigo hasta que llegue?

—No, puedo trabajar más rápido sin el teléfono.

—Muy bien, voy a llamar a Wave. Nos vemos pronto.

La llamada se desconectó y volví a empacar. Casi había terminado con mi


dormitorio cuando oí el ruido de una moto que se detenía frente a mi casa,
seguido poco después por otro ruido. Eso significaba que Wave y Token habían
llegado. Me sentí aliviada. Nos llevarían a la sede del club y todo iría bien.

Justo cuando ese pensamiento entró en mi cabeza, oí gritos fuera. Gritos


fuertes y furiosos provenientes de más de dos hombres. Maldita sea. Corrí por la
casa y abrí de un tirón la puerta principal. Di un paso fuera y cuando mis ojos
conectaron con los azules acerados que frecuentaban mis sueños, el mundo que
me rodeaba dejó de existir. Me tapé la boca y la nariz con las manos e inhalé
bruscamente con incredulidad. No podía ser, ¿verdad? ¿Era realmente él? Tenía
demasiado miedo como para moverme, sabiendo que si le quitaba la vista de
encima durante una fracción de segundo, desaparecería ante mis propios ojos.

—Muñeca—exhaló. Esas palabras me sacaron de mi estupor. Salté de la


escalera delantera y corrí hacia él con todo lo que tenía.

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Phoenix Blackwings MC 03

—Phoenix—grité mientras me lanzaba a sus brazos—. Oh, Dios, Phoenix—


sollocé.

Me sostuvo contra su pecho con un agarre implacable mientras mis pies


colgaban en el aire. Mis brazos se enroscaron con fuerza alrededor de su cuello.
Era un milagro que alguno de los dos pudiera respirar.

—Cariño—,murmuró con sus labios apretados contra mi sien.

Oí que otra moto se acercaba y un poco de alboroto, pero no pude separarme


de él lo suficiente como para ver quién era o qué estaba pasando. Me perdí en el
confort de su olor familiar, la seguridad de sus fuertes brazos, el calor de su
cuerpo apretado contra el mío.

—¿Qué mierda está pasando aquí?—gritó Wave.

—Este tipo se detuvo y dijo que estaba buscando a alguien llamado


Annabelle. Dijo que no se iría hasta hablar con ella. Entonces, Taylor salió
volando de la casa, corrió hacia él y rompió a llorar—explicó Token.

Phoenix me puso suavemente de pie y traté de dar un paso atrás para


limpiarme las lágrimas de la cara, pero me sostuvo firmemente contra su costado.

—No estoy preparado para dejarte ir todavía, muñeca—dijo en voz baja.

Abrí la boca para empezar a explicarle a Wave cuando exclamó:

—¡Mierda! ¿Es ese Phoenix Black el que veo de pie frente a mí?

—El único—dijo Phoenix, extendiendo los brazos para mostrarse. Me aparté


de él para mirarlo. Maldita sea, seguía siendo tan sexy como el pecado.

—¿Os conocéis?—preguntó Token, señalando entre Wave y Phoenix.

—Sí—respondió Wave—. Nos conocimos en los Marines. También es primo


de Copper Black. —Wave volvió a dirigir su atención a Phoenix—. Ha pasado
mucho tiempo, tío, y me alegro de verte, pero ¿qué haces en casa de Taylor? ¿Os
conocéis?

—Taylor—murmuró Phoenix.

—Sí. —Wave me señaló—. Esta es Taylor Davis y esta es su casa.

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Phoenix Blackwings MC 03

—Se llama Annabelle Burnett—insistió Phoenix—y hay bastantes cosas que


ella y yo tenemos que discutir.

Sentí que la sangre se me escurría de la cara. Estaba bastante seguro de que


sabía algunas de las cosas que teníamos que discutir y no tenía ningún interés en
hablar de ninguna de ellas, especialmente con un público.

—Oh, jódeme—soltó Token—. Él es de…

Lo corté.

—Detente ahí, Token. Sí es la respuesta a la pregunta que no llegaste a hacer,


pero ésta no es una discusión que tenga que darse fuera o delante de cualquiera.
—Dirigí mis ojos hacia la puerta principal justo cuando Nathan salió esperando
que Token entendiera lo que quería decir.

—Él no es él, ¿verdad?—preguntó Token en voz baja.

Sacudí la cabeza rápidamente.

—No, no es. —Es el bueno, pensé.

Wave intervino.

—Nathan, ¿puedes entrar y preparar una bolsa de viaje para ti y Taylor? Os


quedareis en la casa club esta noche. —Nathan asintió y entró en la casa—. Antes
de que regrese, ¿hay alguna posibilidad de que alguien más haya descubierto su
ubicación o posiblemente te haya seguido?—

—Si te refieres a Octavius, entonces no, está muerto. Lo ha estado desde hace
más de un año.

Mi mano voló a mi pecho.

—¿Qué? —Respiré. ¿Octavius estaba muerto? De repente me sentí muy


inestable sobre mis pies. Mi cuerpo se balanceaba hacia la derecha. Busqué a
Wave o a Token para estabilizarme cuando sentí que Phoenix me rodeaba con
sus brazos musculosos para mantenerme firme.

No pude evitarlo. Me fundí en su amplio pecho y mis brazos rodearon su


cintura. Olía como lo recordaba, una mezcla de cuero, especias y algo de madera.
Antes de que pudiera detenerme, se me escapó otro sollozo, seguido de un
torrente de lágrimas. Lo había echado tanto de menos.

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Phoenix Blackwings MC 03

Sentí que mi cuerpo era levantado y movido. La profunda voz de Phoenix


me susurró suavemente al oído:

—Sólo te llevo dentro, muñeca.

Muñeca. Cómo había anhelado oírle llamarme así a lo largo de los años. Me
llamó muñeca el primer día que nos conocimos y siguió haciéndolo durante todo
el tiempo que fuimos pareja.

Phoenix me colocó suavemente en el sofá y se sentó a mi lado. Nathan entró


corriendo en la habitación.

—¡Mamá! ¡Mamá! ¿Qué pasa?—gritó mi hijo frenéticamente—. ¿Qué mierda


le has hecho?—

Sentí que el cuerpo de Phoenix se ponía rígido, pero no tenía ni idea de por
qué. Estaba en tal estado que ni siquiera podía regañar a Nathan por su lenguaje
soez.

—Nathan, cálmate—ordenó Wave—. Tu madre está bien. Sabes que ni Token


ni yo dejaríamos que le pasara nada. Sólo recibió una noticia impactante, eso es
todo.

Lloré y miré a mi hijo.

—Estoy bien, cariño. Ya sabes cómo me pongo cuando estoy muy cansada.
Siento si te he asustado.

Me estudió durante un largo minuto.

—No estoy seguro de creerte, pero lo dejaré por ahora. ¿Estamos listos para
ir a la casa club?

No estaba segura de cómo responder a esa pregunta. Necesitaba hablar con


Phoenix y, sinceramente, no quería ir a ningún sitio sin él, pero sabía que Wave
tenía planeada una fiesta para celebrar el nuevo contrato de Nathan y tampoco
quería perdérmela.

Tomando la decisión por mí, Wave contestó:

—Creo que sería una buena idea que todos volviéramos a la sede del club.
¿Te parece bien, Phoenix?

—Claro, tío. Lo que creas que es mejor—respondió Phoenix.

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Phoenix Blackwings MC 03

Fui al baño y me arreglé, agarré algunas cosas más para la noche y me reuní
con todos en el salón, más nerviosa de lo que había estado en años. No podía ni
empezar a entender cómo me había encontrado Phoenix y, lo que es más
importante, por qué me había encontrado.

Seguí a los hombres fuera y miré entre las motos. Quería desesperadamente
montar con Phoenix, aferrarme a su cintura y enterrar mi nariz en su espalda.
Phoenix se inclinó y me susurró al oído:

—Ve a montar con tu chico. Yo iré detrás de ti.

De mala gana, subí detrás de mi hijo. Miré varias veces a Phoenix antes de
decirle a Nathan que estaba lista. Una vez en la carretera, empezó a hablar.

—Mamá, ¿quién es Phoenix?

Suspiré. Esta no era una conversación que quisiera tener con mi hijo. Tenía
que elegir mis palabras con cuidado, sobre todo hasta que viera la confirmación
de que Octavius estaba efectivamente muerto. No pensé ni por un segundo que
Phoenix me estuviera mintiendo, pero quería pruebas. No, necesitaba pruebas.

—Phoenix es alguien que conocí en el Instituto. No he hablado con nadie de


mi ciudad natal en mucho tiempo. No sé por qué está aquí, pero sabes que Wave
no lo habría invitado a la sede del club si no confiara en él.

—Entonces, si es sólo un viejo amigo tuyo, ¿por qué estabas tan


conmocionada?

—Cariño, realmente preferiría no tener esta conversación mientras estamos


en tu moto. ¿Podemos posponerlo por ahora?—le pregunté.

Aceptó de mala gana y recorrimos el resto del camino hasta la sede del club
en silencio. Mi mente estaba inundada de recuerdos del pasado, recuerdos que
hacían que me doliera el corazón con los pensamientos de lo que podría haber
sido.

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Phoenix Blackwings MC 03

Capítulo 15
Phoenix

No sé cómo me las arreglé para mantener mi moto vertical mientras seguía a


Wave hasta su casa club. Después de casi veinte años, por fin había encontrado a
mi Annabelle. Sólo que ya no era mi Annabelle. Era una versión mayor de mi
Annabelle que se llamaba Taylor Davis. Y tenía un hijo. Un hijo que no era mi
hijo. Ese pensamiento me hizo rechinar los dientes y apretar el manillar.

Mi mente se inundó de preguntas que necesitaba desesperadamente que se


respondieran. ¿Cómo podía tener otro hijo y dejar dos hijos? ¿Era este niño el hijo
de Octavius o lo había engendrado con otra persona? ¿Qué edad tenía? ¿Cómo
diablos terminó bajo la vigilancia de Wave? Oh, joder, ¿era Wave el padre de ese
niño?

Cuando entramos en lo que supuse que era la casa club de Wave, ya me había
puesto nervioso. Quería estrangular a Annabelle y besarla al mismo tiempo.
¿Cómo podía sentirme tan aliviado de haberla encontrado por fin y, al mismo
tiempo, estar tan jodidamente enojado con ella? No podía controlar mis
emociones. Una parte de mí quería volver a la habitación del hotel e intentarlo
de nuevo al día siguiente, mientras que la otra parte quería no perderla de vista
nunca más. Esta última parte de mí ganó la batalla.

Seguí a Wave a su club. Parecía ser un viejo edificio de almacenamiento que


recicló para albergar a sus hermanos. Tenía un aspecto bastante cutre desde
fuera, pero el interior era otra historia. Las puertas delanteras daban paso a una
gran sala con mesas, sofás, unas cuantas mesas de billar y un bar al fondo de la
sala.

—Bienvenido a la Casa Club de los Knights of Neptune, Phoenix.

—Gracias, tío. Lindo lugar el que tienes aquí.

—Sígueme. Parece que te vendría bien un trago—dijo por encima del hombro
mientras se dirigía a la barra. Se equivocó. No me vendría bien una copa;
necesitaba una puta botella entera.

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Phoenix Blackwings MC 03

Wave se aclaró la garganta y dio una palmada.

—Escuchad, caballeros. Este es un amigo mío de mis tiempos de marine.


También es el presidente del Blackwings MC, así que lo verán con sus colores.
Traten a mi amigo con respeto o tendrán que responder ante mí. —Se rio y
añadió—. Si no os patea el culo antes. Ahora, todos, denle a Phoenix una
bienvenida de Knights. —Los hombres en la sede del club gritaron y alzaron sus
copas en el aire. Las mujeres aplaudieron y animaron. Yo no estaba para la hora
social. Estaba aquí por una cosa y sólo una cosa, Annabelle.

Wave me dio un trago de whisky, que me bebí de inmediato y empujé el vaso


para que me lo rellenaran.

—Escucha, hombre, no conozco toda su historia y no es de mi incumbencia,


pero tengo que saber, ¿estás poniendo a Taylor en algún peligro al estar aquí?

Taylor. Nunca me acostumbraría a ese nombre. Negué con la cabeza.

—En absoluto. Estoy bastante seguro de que sé por qué se ha estado


escondiendo aquí todos estos años y puedo asegurarte que esa razón ya no es un
problema. —Por lo que todo el mundo sabía, Octavius estaba muerto y se había
ido, y yo tenía los papeles para demostrarlo.

—Muy bien. Sé que hemos perdido el contacto con los años, pero confío en
ti. Es que Taylor se ha convertido en parte de nuestra familia y todos cuidamos
de ella. Ninguno de los Knights dejaría que le pasara nada—me explicó.

No pude evitar el desprecio en mi tono.

—¿Es una dama?

Wave se rio. Una carcajada total.

—¿Hablas en serio? ¿Qué tan bien la conoces? Esa chica nunca, y digo nunca,
ha tenido nada que ver con ninguno de los hermanos. Demonios, la conozco
desde hace trece años y nunca la he visto dar una segunda mirada a ningún
hombre. Con los años, se ha convertido en una hermana pequeña para los
muchachos.

Conseguí mantener mi máscara de indiferencia, pero el alivio que sentí fue


casi demasiado para ocultarlo.

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Phoenix Blackwings MC 03

—¿Y el muchacho?

—¿Nathan? Es un buen chico. Ama a su madre con todo lo que tiene. No sé


qué asuntos tienes con Taylor, pero si alguien te va a dar problemas, va a ser
Nathan, y eso es sólo porque va a tratar de protegerla. Siempre han sido sólo ellos
dos. Diablos, pasó mucho tiempo antes de que entrara en calor con alguien que
no fuera Token, y entonces era sólo una pequeña mierda.

—¿Qué edad tiene?

—Acaba de cumplir 18 años hace un mes—dijo.

Aspiré con fuerza. Era sólo un año, quizá ni eso, más joven que Ember y Coal.
Eso significaba, sin duda, que era realmente Nivan.

Nathan.

Nivan.

Golpeé la barra con el puño.

—¡Joder! —Maldito hijo de puta.

El silencio se apoderó del bar y todas las miradas se volvieron hacia mí. Wave
me dio una palmada en el hombro.

—Vamos, tío, vamos a mi despacho. Prospecto, pásame esa botella. No,


imbécil, la buena.

Seguí a Wave a su despacho y me dejé caer en la primera silla que vi. Me pasó
la botella y le di varios largos tragos antes de tomar aire.

—Gracias, tío. Escucha, necesito hablar con Anna... quiero decir con Taylor.

Se apoyó en su escritorio y me estudió.

—Bueno, eso dependerá de ella, pero no me apetece mucho dado tu estado


actual.

Suspiré.

—Joder, si te hace sentir mejor, puedes quedarte, pero no puedo no hablar


con ella. —Soné como una nenaza, pero me importaba un carajo en ese mismo
momento. Ella era la única que podía responder a mis preguntas y sólo iba a
volverme loco cuanto más esperara para hacerlas.

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Phoenix Blackwings MC 03

—Bien. Iré a buscarla por ti.

Wave regresó con Annabelle. Entró en el despacho y se apoyó en una pared


que resultó ser el lugar de la sala más alejado de mí. La tensión en la habitación
era casi palpable y era obvio que algo había cambiado durante el viaje desde su
casa a la sede del club.

—Wave dijo que querías hablar conmigo—dijo ella en voz baja.

Me reí a medias y me regocijé.

—Algo así. Siente que debe quedarse. ¿Quieres que escuche toda la mierda
que tenemos que hablar? Y déjame decirte ahora que sé la mayor parte de lo que
pasó y hay MUCHO que tú no sabes.

Cambió su peso de un pie a otro y empezó a juguetear con el dobladillo de


su camiseta.

—Um, no estoy segura...

Suficiente de esta mierda.

—Mira, sabes muy bien que nunca haría nada que te hiciera daño, pero esta
conversación va a tener una gran carga emocional. No hay otra forma de hacerlo.
Habrá gritos y llantos y quién sabe qué más, pero te juro que no te tocaré a menos
que sea para consolarte.

Ella asintió.

—De acuerdo entonces. ¿Quieres ir a la habitación en la que me quedo para


esto?

—Creo que sería lo mejor. —Me puse de pie y esperé a que me indicara el
camino.

Wave la tomó del brazo y le susurró algo al oído. Ella asintió, le dio una
palmadita en el pecho y le susurró algo. En cualquier otro momento me habría
encantado que tuviera a alguien que la vigilara tan de cerca, pero en ese momento
me estaba cabreando. Sí, probablemente le gritaría y me enfadaría con ella, pero
también la había echado de menos, la anhelaba, la amaba desde hacía más de
veinte putos años. No iba a hacer nada para herirla.

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Phoenix Blackwings MC 03

Finalmente, empezó a caminar hacia su habitación. No pude evitar admirar


su cuerpo mientras se deslizaba por el pasillo. Su culo estaba más lleno que antes,
pero le quedaba bien. El movimiento de sus caderas era casi hipnótico. Antes de
que pudiera apartar los ojos de su delicioso culo, llegamos a su habitación.

Cerró la puerta y se volvió hacia mí. Pude ver la aprensión escrita en ella.
Temblorosa, señaló una silla en la esquina de la habitación y ella se acercó
lentamente a la cama.

—Espera—le dije bruscamente—. Quiero ver algo de la Annabelle que he


querido ver durante dos décadas. Ve a quitarte esas lentes de colores.

Parpadeó y volvió a parpadear.

—De acuerdo, Phoenix. —Se fue corriendo al baño. Me dejé caer en la silla,
completamente aturdido de que no se resistiera a mi petición. Debería haberle
preguntado, pero esos malditos ojos verdes me estaban haciendo enojar. Esos no
eran sus ojos. Quería ver los ojos azules bebé que sólo tenían otras dos personas
en el mundo, nuestros hijos.

Volvió a entrar en la habitación con los ojos bajos. Cuando tomó asiento en
la cama, mantuvo la mirada en el suelo.

—Mírame, Annabelle—le dije suavemente.

Ella levantó lentamente la cabeza y, finalmente, los ojos. Fue como un golpe
en las tripas. Ahí estaba.

Mi chica.

Mi amor.

Mi Annabelle.

Me puse de pie y di dos largas zancadas para alcanzarla. La tomé de la nuca


y la puse en pie. Con la otra mano le acaricié la mejilla y acerqué mi cara a la
suya.

—Te he echado tanto malditamente de menos, Annabelle. —Entonces, cubrí


su boca con la mía. En casa. Por fin estaba en casa, maldición.

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Phoenix Blackwings MC 03

Capítulo 16
Annabelle

Nada en este mundo podría compararse a los labios de Phoenix sobre los
míos. Eran el veneno y el antídoto, todo en uno. Su beso empezó siendo suave,
apenas un roce de sus labios contra los míos, pero rápidamente se volvió más
urgente. Presionó más fuerte, apretándome contra él. Cuando su lengua se
introdujo en mi boca, creo que mi corazón se detuvo durante varios latidos. Toda
la tensión nerviosa desapareció mientras me fundía en su abrazo, devolviéndole
el beso con veinte años de pasión.

De repente, apartó sus labios de los míos, pero siguió acariciando mi mejilla
con la mano. Tenía los ojos desorbitados y la respiración agitada.

—Ha sido lo más difícil que he hecho nunca, separarme de ti, pero primero
tenemos que hablar. Sólo prométeme una cosa—gimió.

—¿Qué?—le pregunté. Le prometería cualquier cosa.

—Promete que me dejarás besarte de nuevo cuando todo esté dicho y hecho.

Sentí que me sonrojaba como una adolescente. Las cosas que este hombre
podía hacerme.

—Lo prometo—dije en voz baja, tratando de disimular mi sonrisa.

Su mano se deslizó desde mi mejilla hasta mi cuello, donde acarició


suavemente mi piel.

—¿Qué pasó con tu marca de nacimiento?

Sintiéndome repentinamente cohibida, di un paso atrás y me cubrí el cuello


con la mano.

—Me la quitaron con láser hace años. Me dijeron que la mantuviera cubierta
porque era una característica física distintiva y me cansé de cubrirla con
maquillaje cada mañana.

Phoenix asintió en señal de comprensión. Tras varios instantes de silencio,


preguntó en voz baja:

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Phoenix Blackwings MC 03

—¿Aún lo tienes?

La mano que cubría mi cuello se trasladó automáticamente a mi antebrazo y


se frotó distraídamente sobre la zona oculta bajo la manga.

—Sí.

—Muéstrame.

Me levanté la manga y le tendí el brazo. Su gran mano me lo rodeó y el pulgar


se posó con reverencia sobre la débil cicatriz.

—¿Todavía tienes el tuyo?—le pregunté.

Una comisura de su boca se curvó en una media sonrisa mientras asentía y


extendía el brazo. Ahí estaba. La letra A ligeramente marcada en su piel,
enmarcada por un ornamentado tatuaje tribal.

Extendí la mano y pasé los dedos por la zona, recordando la noche en que
marcamos nuestros cuerpos para siempre para demostrar nuestro amor mutuo.

Volví al presente cuando Phoenix se aclaró la garganta y tomó asiento en la


cama. Se quitó las botas y se apoyó contra el cabecero de la cama.

—Ésta va a ser una larga conversación. Pensé que podríamos ponernos


cómodos.

Asentí con la cabeza y me senté a su lado, apoyándome en el cabecero


también. Puse una almohada en mi regazo para tener algo con lo que juguetear.
Siempre me movía cuando estaba nerviosa, y nerviosismo no era suficiente para
describir cómo me sentía. Había cosas que iba a tener que contarle que no quería
revivir. Seguro que él tenía cosas que decirme que yo no quería oír. Decidí poner
a rodar la bola.

—¿Cómo me encontraste?

—Octavius tenía un archivo con mucha información sobre ti. En ese archivo
había registros hospitalarios de una desconocida y un desconocido. También
contenía notas manuscritas hechas por Octavius. Pensaba que tú y Nivan eran
Jane y Johnny. De todos modos, lo que me llamó la atención fue el nombre de un
médico en los informes del hospital. Ese médico es ahora miembro de mi club.

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Phoenix Blackwings MC 03

Le pregunté al respecto. Me dijo lo que sabía y partí de ahí. Para resumir la


historia, el tipo que te ayudó, Luke, es amigo mío.

—¿El hermano de Kathleen?—le pregunté.

—Sí. También es el que dirigió la investigación contra Octavius y sus


hombres. Al final, la granja y todas las propiedades asociadas fueron allanadas,
todos los hombres de Octavius fueron arrestados y toda la operación fue
cerrada—explicó él.

Toda la operación se cerró. Eso sonaba demasiado bien para ser verdad.
Antes de que dijera nada más, tenía que saber.

—¿Estás absolutamente seguro de que Octavius está muerto?

Metió la mano en su chaleco y sacó unos papeles. Revolviéndolos, sacó dos


trozos y me los entregó. No podía creer lo que tenía en la mano. El certificado de
defunción de Octavius Jones. Debería haber estado mal sentirme tan feliz como
lo hice al ver en tinta oficial que Octavius estaba muerto. Equivocado o correcto,
no me importaba. Lágrimas de alivio corrieron libremente por mi cara.

—Se acabó—susurré—. Por fin se ha acabado.

Phoenix movió su cuerpo.

—Ya no es una amenaza para ti, pero aún no ha terminado. —Lo miré
extrañada—. Me temo que algunas de las cosas que tengo que contarte, cosas de
las que él es responsable, que te harán daño. Estoy malditamente seguro de que
a mí me hacen daño, pero una vez que lo sepas todo, será cuando se acabe.

Mi cuerpo se estremeció con sollozos silenciosos. ¿Sería capaz de vivir mi


vida sin Octavius pendiendo sobre mi cabeza? ¿Qué más podría haber? Amenazó
al amor de mi vida y a su familia, me robó la vida, me mantuvo prisionera y me
obligó a darle un hijo, por no hablar de la otra pérdida de la que lo culpaba
únicamente a él, mi dulce e inocente niña.

—Oye, no todo es malo. Al principio estaba molesto, jodidamente molesto,


pero resultó ser algo bueno. Antes de llegar a esa parte, empecemos con algo fácil,
¿sí? —Asentí con la cabeza. Me pareció una gran idea—. Ok, ¿es Nathan
realmente el hijo de Octavius, Nivan?

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Phoenix Blackwings MC 03

Me ahogué en un sollozo.

—Sí, pero no como tú crees y no puedes decírselo, a Nathan, quiero decir. Él


no lo sabe. Era demasiado joven para recordar mucho. Cree que su padre era un
marine que murió en combate. —Mi divagación se detuvo abruptamente cuando
me di cuenta de lo que había dicho.

Mierda.

Mierda.

Mierda.

Casi me había convencido de que esa historia era la verdad y se me escapó


de la lengua con facilidad.

—No pasa nada. No importa lo que le hayas contado y no tiene por qué
saberlo si no quieres. No estoy aquí para perturbar su vida. ¿Qué querías decir
con no como tú crees?

Una gran parte de mí realmente quería decirle esto y otra estaba


completamente avergonzada. Preparándome para su reacción, tomé aire y solté:

—Nathan es el hijo biológico de Octavius, pero no fue concebido de la forma


en que la naturaleza pretende. —Ya está, eso no fue tan malo.

Phoenix ladeó la cabeza.

—No te sigo, cariño.

—No tuve sexo con Octavius para concebir a Nathan. Acepté darle un hijo,
no acepté follarlo, así que Nathan fue concebido por fecundación in vitro. Lo
siento, pero me niego a referirme a mi hijo con ese otro nombre ridículo. Te
agradecería que hicieras lo mismo.

Phoenix tenía la mayor sonrisa en su rostro.

—Puedo hacerlo. Que sea Nathan.

Negué con la cabeza.

—Eres todo un hombre. Desinfla tu pecho, grandísimo bastardo.

Phoenix echó la cabeza hacia atrás y se rio.

—No me disculparé por alegrarme por eso—dijo entre risas.

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Phoenix Blackwings MC 03

Solté una risita.

—Sí, estaba bastante orgullosa de mí misma por haber encontrado una forma
de evitarlo. Octavius era muy estricto con los tratos y los acuerdos. Tenía ese
reparo de ser fiel a la palabra dada. Una vez que señalé el tecnicismo, no discutió
conmigo. Sólo le importaba tener un hijo que heredara el... oh, ¿es por eso que
estás aquí?

Phoenix se sentó más erguido.

—No. No es por eso por lo que estoy aquí. Estoy aquí por ti. —Giró su cuerpo
hacia mí—. No sabes lo que ha sido para mí. Volví y no estabas. Te busqué por
todas partes. Nunca he dejado de buscarte. Era como si un día hubiera una
Annabelle Burnett y al día siguiente no. Los mejores investigadores privados del
país no pudieron encontrarte. Mierda, incluso tuve a Luke tratando de
encontrarte.

—Puedo explicar eso. Cuando Kathleen le pidió a Luke que me ayudara, él


le dijo que no quería saber mi verdadero nombre. Me llevó al hospital y me
admitieron como Jane Doe. Su amigo médico me ayudó a salir a escondidas por
la parte trasera del hospital, donde me esperaba un todoterreno. Me subí, me
llevaron en avión al otro lado del país y me dieron una nueva identidad. Luke
nunca supo quién era yo—le dije.

—Acabas de salvarle de una tremenda patada en el culo—dijo,


completamente serio.

—¿Qué pasa con Nathan? Tengo un informe de un tal Johnny Doe que dice
que llegó contigo y que después fue encontrado muerto en su cama del hospital.

Mis ojos se abrieron de par en par con sorpresa.

—Eso debe haber sido algo que Luke hizo para ayudar a cubrir nuestras
huellas. Kathleen llevó a Nathan al hospital y lo sostuvo en su regazo como si
fuera su hijo mientras yo estaba ingresada. Como supuestamente no me conocía,
no había razón para que se quedara conmigo. Salió del hospital con Nathan y se
lo entregó a un agente que la esperaba en la calle. Una vez que tuvo a Nathan,
condujo hasta la parte trasera del hospital y esperó a que me sacaran.

Phoenix asintió.

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Phoenix Blackwings MC 03

—Sí, parece que Luke hizo un buen trabajo para cubrir vuestras huellas.
Encontré un certificado de defunción de Nivan en los archivos de Octavius, pero
obviamente es falso. Por lo que pude ver, nunca pudo demostrar que Johnny Doe
era realmente Nivan. Lo siento, Nathan.

—Entonces, si Octavius está muerto y todos pensaban que Nathan había


muerto hacía años, ¿quién heredó la granja?—pregunté con dudas. No creía que
Octavius tuviera otros parientes vivos y de repente temí que así fuera. ¿Tendría
que esconderme de ellos también el resto de mi vida?

El rostro de Phoenix se desplomó y su postura pasó de relajada a rígida.

—Yo lo hice—dijo con fuerza.

—¿Qué?—chillé, saltando de la cama.

Se pellizcó el puente de la nariz y suspiró.

—Hace poco descubrí que mi madre estuvo casada con el padre de Octavius,
Zayne, antes de casarse con el hombre que yo creía que era mi padre. Así que, sí,
en realidad soy el primogénito de Zayne, el legítimo heredero de la granja
lechera.

—¿Eres el hermano de Octavius?—le pregunté con incredulidad.

—Medio hermano biológico, pero no le reclamo a él ni a nadie de esa familia.


Soy un Black hasta la médula.

—Espera. Dijiste que la granja fue asaltada y todas las operaciones fueron
cerradas. ¿Cómo la heredaste si la cerraron?—le pregunté. Estaba muy
confundida. Parecía que había demasiadas cosas para mi cerebro.

—Debería haber dicho que las operaciones ilegales fueron cerradas. La granja
lechera en sí era legal, pero Octavius utilizaba el terreno y otras instalaciones de
la propiedad para numerosas actividades ilegales. Tráfico de armas, distribución
de drogas, usura, secuestro, tráfico de personas, la lista es interminable. Yo no
tuve nada que ver y cooperé completamente con la policía durante la
investigación. Como ni siquiera sabía que tenía derechos sobre la propiedad, y
mucho menos lo que estaba ocurriendo allí, la propiedad se consideró mía una
vez concluida la investigación—explicó.

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Phoenix Blackwings MC 03

—¡No tenía ni idea de que estaba haciendo todas esas cosas! Sabía lo de la
usura, por supuesto, porque así fue como acabé allí, pero no sabía nada de todo
lo demás. —Un pensamiento se me ocurrió de repente—. Oh, Phoenix, ¿han
detenido a Kathleen y a su marido?

Negó con la cabeza y sonrió suavemente.

—No, eran y siguen siendo empleados legítimos de la granja lechera.

Era bueno escuchar eso. Si no fuera por Kathleen, los últimos trece años de
mi vida habrían sido un infierno. Ella ocupará siempre un lugar especial en mi
corazón por lo que hizo por mí y por mi hijo.

Una fuerte llamada a mi puerta me sobresaltó. Antes de que pudiera


preguntar quién era, la puerta se abrió de golpe revelando a Token.

—¡Taylor, te necesitamos en el frente ahora mismo!—gritó Token. Eso sólo


podía significar una cosa.

Creo que mis pies tocaron el suelo una vez entre mi cama y el pasillo. Corrí
lo más rápido que pude hacia las puertas delanteras, que por suerte estaban
abiertas para mí. Al detenerme en el patio, encontré exactamente lo que esperaba
encontrar. Mi hijo tenía a otro joven inmovilizado en el suelo.

La furia de Nathan era palpable, pero éste no era mi primer rodeo.


Acercándome a mi hijo, le dije suavemente:

—Nathan, suéltalo.

Sus fosas nasales llamearon y apretó la mano alrededor de la garganta del


tipo.

—No va a pasar—gruñó.

Me acerqué un paso o dos.

—Suéltalo, cariño. Token le sujetará mientras nos cuentas lo que ha pasado.

—Esta vez no, mamá. Esta vez es mío.

No me sorprendió que mis métodos habituales no funcionaran. Nada del día


de hoy había sido típico. ¿Por qué no terminarlo con mi hijo matando al que
parecía ser uno de los nuevos prospectos de Wave?

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Phoenix Blackwings MC 03

—Dame una buena razón para que te deje seguir pateando el culo de este
chico—exigí.

La cara de Nathan se enrojeció aún más y juro que le salía vapor por la nariz.

—Te ha llamado puta motera y ha dicho que no soy más que un bastardo
motero que sigue pegado a tu teta.

De la nada, el pie de Phoenix se estrelló contra el lado de la cabeza del chico,


dejándolo inconsciente. Nathan miró a Phoenix, con la boca abierta.

—Siento robarte el protagonismo, chico, pero nadie habla de tu madre de esa


manera y se sale con la suya.

—¡Malditamente cierto! Quítenle el chaleco y pongan su inútil culo en la


acera—gritó Wave, abriéndose paso entre la multitud.

Puse mis manos en los hombros de Nathan.

—Vamos, cariño, volvamos dentro y dejemos que se encarguen de esto.

A regañadientes, se apartó del hombre-niño inconsciente y me dejó guiarlo


hacia el interior. Lo conduje hasta mi habitación. Una vez dentro, lo atraje para
abrazarlo. Hacía tiempo que era más grande que yo, pero seguía siendo mi bebé.

—¿Estás bien, hijo?

Resopló.

—Estoy bien. Estaba bien, pero el pequeño cabrón no se callaba.

—La boca—lo amonesté con una sonrisa.

Phoenix y Wave entraron, sin llamar, debo añadir. Nathan se volvió hacia
Phoenix y le tendió la mano.

—Gracias, señor.

Phoenix sonrió.

—El placer es mío. Buen trabajo al derribarlo.

Las mejillas de mi dulce Nathan se sonrojaron. Wave le dio una palmada en


el hombro.

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Phoenix Blackwings MC 03

—Nuestro Nathan aquí ha estado entrenando su culo los últimos años y, a


partir de hoy, es oficialmente el nuevo miembro del equipo de MMA para la
división del noroeste de la Liga de Lucha de Estados Unidos.

—¿No me digas? ¡Felicidades, muchacho! Es todo un logro. Me sorprende


que no estés celebrándolo—dijo Phoenix con sinceridad.

—No habría llegado hasta donde estoy si no fuera por mi madre y los
Knights. No hay otro lugar en el que preferiría estar celebrando esta noche—
respondió Nathan.

Phoenix dirigió su atención hacia mí.

—Voy a volver al hotel en el que me hospedo, y dejaré que tú y tu chico


celebren vuestras buenas noticias. Podemos ponernos al día mañana.

Realmente quería que se quedara, pero tenía razón. Este era un gran
momento para Nathan y yo no había hecho más que monopolizarlo.

—Sí, mañana me parece bien.

Phoenix se inclinó más cerca, su voz profunda despertando cada terminación


nerviosa localizada en una zona erógena.

—¿Vas a facilitarme las cosas y darme tu número o vas a hacer que vuelva a
cazar tu fino culo?

Conseguí balbucear mi número de teléfono cuando lo único que quería hacer


era echar a todo el mundo, tirarme al suelo y rogarle que se saliera con la suya.

Phoenix se acercó y me abrazó. Bueno, lo que pensé que iba a ser un abrazo.
Giró su cuerpo para protegerme de los demás ojos de la habitación. Su mano se
deslizó hacia abajo para acariciar mi culo mientras sus labios se aferraban al
lóbulo de mi oreja. Gruñó lo suficientemente bajo como para que lo oyera:

—Volveré a por ti por la mañana. Será mejor que estés preparada. —Me
apretó con fuerza una nalga, me dio un beso en la sien y salió de la habitación.

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Phoenix Blackwings MC 03

Capítulo 17
Phoenix

Cuando volví a mi habitación del hotel, no sabía si hacer un agujero en la


pared o masturbarme hasta que mi polla estuviera en carne viva. Nunca antes
había experimentado tal mezcla de emociones. Sin embargo, una cosa era segura:
quería a Annabelle y me iba a asegurar de tenerla.

Todavía estaba en medio de mi debate interno sobre la mejor manera de


liberar parte de mi frustración contenida cuando mi teléfono sonó, el nombre de
Dash apareció en la pantalla.

—Dash, ¿qué pasa?

—Hola, Prez. ¿Cómo va tu viaje?—preguntó.

—¿Mi hija te ha metido en esto?

Se rio.

—No, pero esperaba que lo hiciera. Pensé en adelantarme a ella y llamar


mientras duerme.

—¿Por qué está dormida? No suele acostarse tan temprano.

—Hoy llegó a casa del trabajo temprano y dijo que no se sentía bien.
Continuó diciendo que pensaba que estaba demasiado agotada y que necesitaba
dormir un poco.

—Si no se siente mejor por la mañana, llama a Patch para que la revise, diga
lo que diga—le ordené.

—También estoy un paso por delante de ti. —Se rio—. Ya lo llamé y le pedí
que se pasara por la casa o por su oficina mañana y la revisara.

—¿Crees que viene con algo?

—Sinceramente, creo que es estrés. No deja de preocuparse por Coal. Ahora,


tú te has ido en un viaje solo y ella sabe que eso es una mierda, no importa lo que

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Phoenix Blackwings MC 03

le digan. Añade todo lo que acaba de pasar con Reese y Duke, no es de extrañar
que esté preocupada.

—Hazme saber lo que dice Patch mañana, ¿vale? —Joder, esperaba que no le
pasara nada a mi niña. Mi plato estaba lleno, no podía manejar nada más,
especialmente si ese algo involucraba a uno de mis hijos. Era un pequeño
consuelo saber que ambos estaban siendo cuidados, pero aún deseaba poder
estar en ambos lugares al mismo tiempo.

—Lo haré, Prez. ¿Estás bien, tío?—preguntó.

Suspiré y dejé caer el culo en la cama.

—La encontré.

—¿Sí? ¿Hablaste con ella?

Le di la versión corta de mi encuentro con Annabelle, omitiendo toda la


información sobre Nathan. Confiaba en él, pero mi hija era una mujer inteligente.
Si él sabía algo que no le estaba diciendo, ella lo captaría y haría todo lo posible
para averiguar qué era. Necesitaba saber de Nathan por mí o por su madre. Por
supuesto, eso tendría que ser después de que su madre se enterara de ella, y su
hermano

Terminé con Dash y me metí en la cama. Di vueltas en la cama toda la noche.


Cada vez que me dormía, mis sueños estaban llenos de pesadillas de mi pasado,
algunas reales y otras imaginadas.

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Phoenix Blackwings MC 03

Capítulo 18
Annabelle

Phoenix llegó a la sede del club alrededor de la hora del almuerzo del día
siguiente. Parecía que apenas había dormido. Probablemente yo tenía el mismo
aspecto. Creo que no dormí más de dos horas. No podía dejar de pensar en
Phoenix y en todas las cosas que tenía que contarle, y me preguntaba qué cosas
tenía que contarme él.

Hablamos un poco con Wave y Token antes de ir a comer. Nathan ya había


salido para reunirse con su nuevo equipo en el gimnasio y estaría fuera todo el
día. No solía trabajar los fines de semana, así que tenía todo el día libre para pasar
con Phoenix.

Paramos a comer en una pequeña cafetería de la autopista de la costa del


Pacífico. Después de hacer nuestro pedido, le hice una pregunta de la que no
estaba segura de querer saber la respuesta.

—¿Cómo te convertiste en el presidente del club de tu tío abuelo?

—Cuando el tío Talon murió de un ataque al corazón en 2002, su hijo, Hawk,


se convirtió en el presidente. Unos años después, Hawk y su mujer, Goldie,
fueron atropellados cuando salían a dar un paseo. Ambos murieron con el
impacto. Copper y Bronze eran demasiado jóvenes para asumir el papel de
presidente, así que me lo ofrecieron a mí. Ya era un miembro parchado, pero no
estaba muy presente porque seguía en el servicio activo. Sucedió que sus muertes
se produjeron en la época en que yo debía volver a alistarme. En lugar de hacer
eso como había planeado en un principio, decidí aceptar la oferta y me convertí
en el presidente de los Blackwings.

—Entonces, ¿vives en Devil Springs o en Croftridge?—pregunté,


completamente confundida.

Él se rio.

—Vivía en Devil Springs cuando me hice cargo del club por primera vez.
Llevaba menos de un año como presidente cuando la abuela y el abuelo me

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Phoenix Blackwings MC 03

dijeron que se mudaban a Florida y me cedían la casa y la propiedad. Tras


discutirlo con el abuelo y luego con el club, tomé la decisión de trasladar el club
a Croftridge, que es donde vivo ahora.

Tenía miedo de preguntar después de saber que tantos miembros de su


familia habían muerto a lo largo de los años, pero tenía que saberlo.

—¿Tus abuelos? ¿Ellos están…?

Me cortó y agradecí la interrupción.

—Están vivos y bien, disfrutando de su jubilación en las costas de Florida.

Exhalé aliviada. Los abuelos de Phoenix ocupaban un lugar muy especial en


mi corazón y me habría dolido mucho saber que ya no formaban parte de este
mundo.

—¿Y qué hay de Copper y Bronze? ¿Son miembros del club?

—Sí, lo son. Hace poco crearon su propia sede de los Blackwings en Devil
Springs. Copper es el presidente y Bronze es el vicepresidente. Su sede es todavía
nueva, pero son fuertes. Copper ha demostrado ser un activo inestimable para el
club durante el último año y medio, pero esas son historias para otro momento.

Después de comer, nos dirigimos a una playa algo apartada. Era un poco
difícil de llegar, pero bien valía la pena la caminata una vez que se llegaba.
Cuando llegamos a la arena, ambos nos quitamos los zapatos. Phoenix me tomó
de la mano en silencio y empezó a caminar por la orilla. Caminamos unos
ochocientos metros antes de que alguno de los dos dijera una palabra.

—Por mucho que me guste estar contigo, tenemos cosas importantes de las
que hablar—dijo Phoenix, dándome un suave apretón en la mano.

—Tienes razón, las tenemos—coincidí. Me llevé la mano a la boca y empecé


a mordisquearme la uña. Era un hábito asqueroso, pero estaba muy nerviosa, así
que no tenía sentido intentar detenerme.

Tenía algo enorme que contarle a Phoenix y no sabía cómo se lo iba a tomar.
Era lo que más me había quitado el sueño anoche. Mi noticia sería
extremadamente dolorosa para él y para mí.

—Esto es difícil de decir para mí—dije al mismo tiempo que él preguntó:

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Phoenix Blackwings MC 03

—¿Quieres sentarte para esto?

Negué con la cabeza.

—No, necesito seguir caminando para compartir esto contigo.

—Ok, sigamos—dijo, apretando más su mano.

—Supongo que sabes cómo acabé en la granja—supuse.

Asintió con la cabeza.

—Tus padres.

—Correcto. —Mis padres eran seres inútiles que no hacían más que destruir
mi vida por sus necesidades egoístas—. Octavius llevaba meses prestándoles
dinero, todo el cual se lo jugaban o lo gastaban en alcohol y cigarrillos. Unas
semanas después de que te fueras con los marines, Octavius vino a cobrar su
dinero. Como no podían pagar, los llevó a la granja para que empezaran a saldar
su deuda, y yo tuve que ir con ellos.

—Al principio, no fue tan malo. Me separaron de mis padres y me colocaron


en una habitación mucho más bonita que cualquier otra que tuviera mientras
crecía. Luego, Octavius empezó a acercarse más, pidiéndome que saliera con él.
Le dije repetidamente que no, pero siguió pidiéndomelo. Empezó a traerme
regalos cuando venía a verme, bonitos regalos, pero yo me negaba a aceptarlos.
Finalmente, renunció a pedírmelo y empezó a intentar utilizar a mis padres como
moneda de cambio, diciendo que reduciría la cantidad que le debían si salía con
él. —Me sonreí—. Él no tenía ni idea de lo mucho que odiaba a mis padres. Al
final le dije que estaba enamorada de ti y que no podía hacer nada para
cambiarlo.

Permanecí en silencio durante unos minutos, reuniendo fuerzas para la


siguiente parte de la conversación. Poco a poco dejé de caminar y me giré para
mirar hacia el agua mientras hablaba.

—A estas alturas, ya habían pasado varias semanas desde que te habías ido.
Incluso después de que le dijera a Octavius que estaba enamorada de ti y que
esperaba que volvieras, seguía presionándome para que le diera una
oportunidad. Finalmente dejó de preguntarme cuando le dije que estaba
embarazada de ti.

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Phoenix Blackwings MC 03

Las lágrimas ya habían comenzado. Phoenix estaba de pie detrás mío, con
sus manos sobre mis hombros mientras ambos mirábamos el profundo mar azul.
Esperaba un estallido de Phoenix, pero permaneció en silencio detrás de mí, así
que continué.

—Me dijo que me permitiría quedarme con el bebé e incluso me


proporcionaría cuidados prenatales si aceptaba casarme con él y darle un hijo.
Me dijo que podía irme después de darle un hijo, pero que tenía que dejar al niño
con él. Me negué, Phoenix. No quería tener su hijo, pero él dijo que haría abortar
a nuestro bebé. No podía dejar que eso sucediera. Pensé que si lograba tener un
hijo para él, podría marcharme con nuestro hijo e ir directamente a la policía.
Ellos detendrían a Octavius y yo tendría a mis dos hijos, pero eso no fue en
absoluto lo que ocurrió.

Se me cortó la respiración con un sollozo y tuve que tomarme un momento


para serenarme. Phoenix me giró suavemente por los hombros y me atrajo hacia
su pecho. Me abrazó con fuerza, con un brazo alrededor de mi cintura y el otro
ahuecando la parte posterior de mi cabeza.

—¡Ella murió, Phoenix!—grité mientras golpeaba su pecho con el puño—.


¡Nuestra bebé murió! Hice todo lo que pude para asegurarme de que estuviera
sana y sacarnos de allí y ella murió.

Phoenix nos llevó al suelo, meciéndome mientras lloraba mi dolor en su


pecho.

—Ni siquiera pude verla o abrazarla antes de que se la llevaran. Una foto de
ella, eso es todo lo que he tenido de mi niña. ¡Lo siento mucho, Phoenix! Siento
haberla perdido.

Phoenix dejó de mecerme y me rodeó con sus brazos.

—No hay nada que lamentar, muñeca. Nada en absoluto—dijo suavemente


con su boca justo al lado de mi oído. Lloré aún más fuerte, aferrándome a su
camiseta y rezando para que nunca me soltara.

—Yo la quería—grité—. Yo la quería a ella y te quería a ti. Eso no era justo.

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Capítulo 19
Phoenix

Sostuve a Annabelle en mis brazos mientras lloraba, mi corazón se rompía


mientras el dolor que había llevado durante años salía de su alma.

—Déjalo salir, cariño. Te tengo—le prometí.

¿Cómo iba a decirle que Ember estaba viva y bien? ¿Y Coal? Ella no había
mencionado nada sobre Coal. Seguro que lo sabía.

Cuando empezó a calmarse, aparté su cara de mi pecho para poder limpiar


las lágrimas de sus mejillas. Sus ojos azules contenían muchas emociones: dolor,
ira, miedo.

—Cuéntame qué pasó—le dije en voz baja.

—No lo sé. Me puse de parto una mañana. Le dije a Octavius que había roto
fuente y me llevó a ver al médico de la enfermería de la granja. Él confirmó el
trabajo de parto y me llevó a una de las habitaciones del fondo de la clínica. Me
dijo que había que hacer una cesárea. Me puso un medicamento por vía
intravenosa y lo siguiente que supe fue que me despertaba con mucho dolor y
que me decían que mi niña había nacido muerta.

Ellas se miró las manos.

—No me dejaron verla. Supliqué y supliqué, pero Octavius dijo que ya se la


habían llevado. Estaba furiosa con él y él lo sabía. Le exigí que me dejara ponerle
nombre. —Volvió a respirar entrecortadamente—. La llamé Ember Rose
Blackburn. Quería que tuviera un trozo de mí y un trozo de ti en su nombre.

Le besé la mejilla y la acerqué.

—Es hermosa.

Me estaba preparando para decirle que Ember seguía viva, feliz y sana en
Croftridge cuando continuó:

—Después de eso fui un desastre, durante mucho tiempo. Caí en una


depresión tan profunda que pensé que nunca encontraría el camino de regreso.

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Durante todo el embarazo de Nathan y, sobre todo, después de su nacimiento,


estuve en un lugar muy oscuro. Hice lo que tenía que hacer por él, pero construí
un muro alrededor de mi corazón y nada lo rompía. Me avergüenza decir que ni
siquiera mi hijo recién nacido pudo hacer que mi corazón sintiera nada. Durante
mucho tiempo, estuve resentida con Nathan. No entendía por qué el bebé que yo
quería no vivía, pero el que no quería nació sano. Ahora me odio por eso.

—Obviamente quieres mucho a Nathan y estoy seguro de que también lo


hacías entonces, sólo que estaba enmascarado por el dolor de perder a tu
primogénita. ¿Cuándo superaste por fin la depresión?—pregunté.

—Fue cuando Nathan tenía unos dos años. Octavius estaba harto de mí. Dijo
que si otras personas iban a cuidar de mi hijo, yo iba a cuidar de los hijos de otras
personas. Había una guardería en la propiedad para los hijos de los trabajadores.
Me envió a trabajar allí.

—¿Y eso te ayudó?—pregunté suavemente.

Ella me dedicó una pequeña sonrisa.

—Sí, me ayudó. —Volvió la cara hacia un lado, mirando a lo lejos,


obviamente recordando algo de aquella época—. Había una niña en la guardería.
Tenía más o menos la misma edad que nuestra hija. Era como un angelito. El
primer día que estuve allí, corrió hacia mí y me rogó que la alzara. Cuando lo
hice, me rodeó el cuello con sus bracitos y me abrazó con todas sus fuerzas. Algo
dentro de mí se curó con ese abrazo suyo. He pensado en ella a menudo a lo largo
de los años y siempre me he preguntado qué fue de ella.

Estaba bastante seguro de saber quién era esa niña, pero pregunté de todos
modos:

—¿Cómo se llamaba?.

Volvió la mirada hacia mí.

—Se llamaba Amber, Amber Smith.

—Annabelle—exhalé un largo suspiro—hay algo que debes saber. —No


estaba seguro de si debía abrazarla cuando le diera la noticia o darle algo de
espacio. Opté por algo intermedio y la coloqué en la arena a mi lado.

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Phoenix Blackwings MC 03

Entrelazando mis dedos con los suyos, me llevé su mano a los labios para darle
un suave beso.

Apoyando su mano contra mi pecho, empecé:

—Lo que voy a contarte va a ser duro de oír y no te lo vas a creer, pero te
prometo que es la verdad y puedo demostrarlo.

—Por favor, sólo dime lo que sea—suplicó ella.

—El nombre de esa niña no era Amber. Era Ember. Nuestra hija está viva y
vive en Croftridge—le dije, tratando de mantener la voz lo más uniforme posible.
De todas las reacciones que esperaba, no anticipé que Annabelle sacara su mano
de la mía y me diera una bofetada en la cara.

—¡Maldito hijo de puta!—gritó, poniéndose en pie—. ¿Por qué has dicho eso?
¿Por qué, Phoenix? ¿POR QUÉ?

Me quedé sentado en la arena, dejándola tener su momento. Tranquilamente


metí la mano en mi chaleco y saqué los resultados de la prueba de paternidad.

—Lo he dicho porque es la verdad. Toma—le dije, tendiéndole los papeles


para que los cogiera.

Ella, vacilante, los tomó de mi mano.

—¿Qué es esto?

—Son los resultados de la prueba de paternidad que nos hicieron para


confirmar que es mi hija biológica—le expliqué.

Ella ya negaba con la cabeza.

—¡Eso no significa que sea mi hija! Mi hija murió.

—No, Annabelle, no murió. Octavius te la quitó. No te dejó verla después de


nacer porque estaba viva. Supongo que también por eso te durmieron para la
cesárea, para que no supieras que estaba viva cuando nació.

El horror en su rostro era algo que nunca podría borrar de mi mente. Ella se
alejaba de mí, negando con la cabeza, murmurando:

—No, no, no.

—¿Ember nació el 5 de junio de 1999, a las 11:26 de la mañana?—le pregunté.

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Ella cayó de rodillas.

—¡Sí! —Annabelle se dobló sobre sí misma y emitió un sonido de dolor que


me heló hasta la médula. Se levantó un momento después—. ¿Dónde está?
Quiero verla.

Me quedé quieto y hablé con calma.

—Vive en Croftridge y seguro que puedes verla. Ella quiere verte. Ella me ha
estado ayudando a buscarte este último año, pero antes de llegar a eso, hay más.

—No puedo soportar más, Phoenix. Simplemente no puedo—susurró entre


sollozos hipados.

—Sé que es difícil, muñeca. También lo fue para mí, pero tienes que saberlo.

—Bien. Escúpelo—me escupió ella. Bien, un poco de ira la ayudaría a


manejar la siguiente bomba.

—Cuando diste a luz a Ember, también diste a luz a un niño sano. Octavius
no te lo dijo y lo hizo criar delante de tus narices, igual que hizo con Ember—dije
y le entregué el siguiente juego de papeles.

Me los arrebató de la mano, les echó un vistazo y gritó su furia al cielo. Se dio
la vuelta, aferrando los papeles en su mano.

—¿Coal Martin es mi hijo? ¿Kathleen lo sabía?

—No, ella no sabía que era tu hijo. Ahora lo sabe, pero entonces no tenía ni
idea. Tampoco sabía lo de Ember.

—¿Cómo te has enterado de todo esto?—preguntó.

Suspiré.

—Es una historia complicada, que con gusto compartiré contigo alguna vez,
pero no creo que ahora sea el momento de hacerlo.

—¿Por qué no? Ya me has abierto en canal. ¿Por qué no seguir?—gruñó ella.

—Annabelle, no te hablé de los gemelos para hacerte daño. Tenías derecho a


saberlo. ¿Habrías preferido no saber de ellos?—pregunté.

Respiró una y otra vez.

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Phoenix Blackwings MC 03

—No. Sí. Quiero decir, son mis hijos, por supuesto que quiero saber de ellos.
Quiero verlos. Es mucho para procesar y me dices que hay más. No puedo pasar
por esto otra vez. Prefiero escuchar lo que sea ahora.

Me puse de pie y me acerqué a ella. Me agaché y la atraje hacia mis brazos.

—Eso fue lo peor, muñeca. Todo lo demás son detalles.

Nos quedamos en la playa un rato más, simplemente abrazados. Odié lo que


estaba pasando. Lo recordaba demasiado bien cuando me enteré de lo de Ember
y, no hacía mucho, de lo de Coal. Lloraba en silencio, perdida en sus
pensamientos. Finalmente, me pidió que la llevara a casa y, de mala gana, lo hice.

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Capítulo 20
Annabelle

Phoenix me dejó en mi casa justo antes de que anocheciera. Debería haberlo


invitado a entrar, pero necesitaba un tiempo a solas. Creo que él también lo
necesitaba. Me dio un beso en la mejilla y me preguntó si podía venir por la
mañana. Le dije que estaría bien y, tras un rápido abrazo, se fue.

Era extraño que estuviera sola en casa un sábado por la noche. Normalmente
estaba en la sede del club o en una de las competiciones de Nathan. Por mucho
que no quisiera, necesitaba utilizar el tiempo a solas para procesar todo lo que
Phoenix había compartido conmigo.

Tomé una botella de vino, la abrí y me dirigí directamente al baño. Un buen


baño caliente y una botella de vino eran las comodidades para las que rara vez
tenía tiempo pero que necesitaba desesperadamente. Me sumergí en el agua
jabonosa, recosté la cabeza y cerré los ojos.

Me invadían muchas emociones, pero dos eran las más importantes. La culpa
y la vergüenza. ¿Cómo pude estar embarazada de dos bebés y no saberlo? ¿Cómo
pude mirar a mi hija todos los días durante años y no reconocerla? ¿Cómo pude
mirar a Coal varias veces a la semana y no reconocerlo? ¿Cómo pude haberme
llevado a Nathan y dejarlos a los dos allí bajo el dominio de Octavius?

Probablemente me odiaban. ¿Quién podría culparlos? Yo odiaba a mis


padres y ellos me habían hecho mucho menos que yo a mis hijos. ¿Qué podía
decirles? Lo siento, tu madre es la mujer más estúpida que existe. Los traje a este mundo,
pero soy tan idiota que ni siquiera pude reconocer a mis propios hijos. Me merecía que
me odiaran.

Y a Nathan. ¿Qué iba a hacer con Nathan? Tenía derecho a saber de sus
hermanos y ellos tenían derecho a saber de él, pero eso significaba contarle cosas
que le había ocultado todos estos años. Cuando se enterara de lo que había hecho,
también me odiaría. Iba a perder a todo el mundo y no era culpa de nadie más
que mía.

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No tenía más remedio que afrontar la situación. Le diría a Nathan la verdad


sobre nuestro pasado. Iría a Croftridge a ver a mis hijos y asumiría los errores
que había cometido. Luego, me iría. Todos estarían mejor sin mí.

Con mi decisión tomada, terminé la botella de vino y salí de la bañera. No


me molesté con mi rutina habitual para ir a la cama, ni siquiera me peiné. Me
puse una camiseta y unos pantalones de yoga. Después, me metí en la cama y
lloré hasta quedarme dormida.

Cuando Phoenix llegó a la mañana siguiente, ya llevaba varias horas


despierta. Me siguió hasta la cocina y tomó asiento en la mesa.

—Nathan sigue durmiendo. No sé cómo contarle lo de Ember y Coal, por no


hablar de todo lo que le he ocultado. Te agradecería que no habláramos de nada
de eso hasta que se haya ido por el resto del día.

—No hay problema, Annabelle—respondió.

—En ese sentido, ¿puedes llamarme Taylor delante de él, al menos por
ahora?—le pregunté. Si Nathan escuchaba que Phoenix me llamaba Annabelle,
eso plantearía preguntas que no estaba dispuesta a responder.

Los labios de Phoenix se apretaron en una línea dura.

—Lo intentaré.

Estuvimos hablando durante la siguiente hora. Sorprendentemente, no fue


incómodo en absoluto. Se sentía como en los viejos tiempos, cuando éramos
adolescentes. Siempre había habido una facilidad natural entre Phoenix y yo y
me alivió saber que todavía estaba allí.

Estaba a punto de contarle a Phoenix mi trabajo en la tienda de tatuajes


cuando Nathan entró en la cocina.

—Buenos días, cariño—le dije. Señalé al otro lado de la mesa—. ¿Te acuerdas
de Phoenix?

Nathan asintió.

—Sí. Buenos días, señor. —Dirigió su atención hacia mí—. Tengo que
reunirme con el equipo en el gimnasio para repasar algunas cosas antes de
empezar a entrenar mañana. —Bajó la voz—. ¿Te parece bien que esté aquí?

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Phoenix Blackwings MC 03

Puse mi mano en el brazo de mi hijo.

—Estoy bien, cariño. No tienes que preocuparte.

Se inclinó para darme un abrazo y un beso.

—Debería estar en casa alrededor de las ocho de la noche. Te quiero.

—Yo también te quiero. —Le dirigió a Phoenix una mirada severa antes de
darse la vuelta y salir por la puerta principal.

—Seguro que es protector contigo—dijo Phoenix con una sonrisa.

—Sí, lo es. Estuvimos los dos solos durante mucho tiempo. No se dio cuenta
cuando era más joven, pero cuando creció, fue obvio para él que estaba siendo
protegida de algo por los Knights. Nunca dijo nada al respecto, sólo empezó a
imitar su comportamiento—le expliqué.

—Parece un buen chico.

Sonreí.

—Gracias. Realmente lo es. Estoy muy orgullosa de que haya conseguido ese
contrato de MMA. Ha trabajado mucho para ello. Wave y algunos de sus
miembros le ayudaron con el entrenamiento cuando empezó.

—¿Se quedará aquí mientras entrena?—preguntó Phoenix.

—Sí, estará aquí la mayor parte del tiempo. Tiene que ir a Los Ángeles para
un campamento de entrenamiento de seis semanas que comienza mañana.
Después, estará en casa hasta que empiecen los combates programados. El
equipo viaja como una unidad, así que aunque no esté programado para pelear,
tiene que estar allí.

—¿Estarías dispuesta a venir a Croftridge mientras él está fuera


entrenando?—me preguntó.

Su pregunta me tomó desprevenida.

—¿Cuándo?

—Tengo que volver a casa pronto. Puedes venir conmigo si quieres—me dijo.

Me estaba pidiendo que cruzara el país montada en su moto. Los dos solos.
Había fantaseado con la idea de irnos los dos en su moto innumerables veces en

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los últimos veinte años. Incluso la semana pasada habría dado mi riñón derecho
por que esa fantasía se hiciera realidad, pero las cosas habían cambiado,
drásticamente. No iba a montar hacia la puesta de sol con Phoenix. Estaría
montando hacia una vida que dejé atrás, hacia unos hijos que dejé atrás.

—Tendría que hablar con mi jefe. No sé si puedo ausentarme tanto tiempo


del trabajo con tan poca antelación. ¿Cuándo piensas irte?

—Eso depende. Si me acompañas, me gustaría irme mañana. Si no,


probablemente me iré el martes. Tengo que decirte, Annabelle, que no quiero
dejarte aquí. Te quiero conmigo, donde siempre debiste estar.

Antes de que mi cerebro se diera cuenta de lo que estaba diciendo, las


palabras salieron de mi boca:

—Déjame hablar con Wave sobre el trabajo. Vuelvo enseguida.

Me excusé de la mesa y fui a mi dormitorio para hacer la llamada. No tenía


tantas ganas de ir a Croftridge como las que tenía de irme. Me apresuré a marcar
a Wave.

—¡Media pinta! ¿Qué pasa?

—Hola, Wave. Necesito hablar contigo sobre el trabajo—dije.

—Muy bien. ¿De qué se trata?

—¿Sería posible que me tomara un tiempo libre?

—¿Cuánto tiempo y cuándo?—preguntó.

—Esa es la cuestión... No sé cuánto tiempo, pero empezaría mañana. —Me


preparé para su reacción.

Se aclaró la garganta.

—¿Qué pasa, Taylor? ¿Está todo bien?—

—Sí y no. Estoy bien, pero después de hablar con Phoenix, necesito volver a
Croftridge. Voy a tener que volver allí de una manera u otra, pero él se va mañana
y se ofreció a llevarme. No es un gran problema. Siempre puedo volar hasta allí
más tarde—divagué.

—Media pinta, ¿quieres ir con él?

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—Creo que sí—casi susurré.

—Escucha, te vas con él y puedes tomarte todo el tiempo que necesites con
una condición.

—¿Y cuál es?—pregunté.

—Tienes que reportarte conmigo cada dos días.

Sonreí.

—Puedo hacerlo.

—¿Sabe Nathan que vas a volver con él?—preguntó con cuidado.

—No, no lo sabe y me gustaría que siguiera siendo así. Necesito tantear las
cosas en Croftridge antes de hablar con Nathan.

—Está bien. Si necesitas algo, y me refiero a cualquier cosa, llama a Token o


a mí. No me importa si estás aquí o al otro lado del país, iremos a buscarte.

—Gracias, Wave. Sois los mejores. Los quiero.

—Yo también te quiero, media pinta. Cuídate.

Me quedé sentada un rato después de que la llamada se desconectara. ¿En


qué me había metido? Quería ir con Phoenix. Un viaje a través del país con él era
literalmente mi sueño hecho realidad. Era todo lo demás lo que me aterraba.
¿Cómo iba a enfrentarme a los hijos que había dejado atrás?

El sonido de la puerta de mi habitación al abrirse hizo que levantara la cabeza


para ver a Phoenix en la entrada, con las manos apoyadas en el marco de la
puerta.

—Llevas un rato aquí. ¿Estás bien?

Me aclaré la garganta y me lamí los labios secos.

—Sí. Pude conseguir el tiempo libre en el trabajo. Puedo irme contigo


mañana.

—No pareces muy feliz por eso—observó, acercándose unos pasos.

—No estoy contenta. Estoy aterrorizada—susurré mientras las lágrimas


empezaban a caer de mis ojos.

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Él se sentó en la cama a mi lado y me pasó el brazo por el hombro.

—No hay razón para tener miedo. Octavius ya no puede hacerte daño, ni a ti
ni a nadie.

—No tiene nada que ver con él.

—Ah, te preocupa ver a Ember y a Coal. —Asentí aunque no era una


pregunta—. Van a estar extasiados cuando llegue a la ciudad contigo. No saben
adónde fui ni por qué me fui la semana pasada, pero ambos saben que te he
estado buscando. Ya te dije que Ember me estaba ayudando a tratar de
encontrarte. Coal también habría ayudado, pero hace poco se enteró de que tú y
yo somos sus padres biológicos. Y ha tenido otras cosas que le han impedido
lanzarse de cabeza a la búsqueda.

—¿No me odian?—pregunté.

—¿Por qué diablos te odiarían, Annabelle?

—Porque los dejé atrás—me lamenté, mi cabeza cayó contra su pecho.

Me rodeó con los dos brazos y me abrazó mientras yo volvía a llorar sobre él.

—No los dejaste atrás intencionadamente. Creías que Ember estaba muerta.
Incluso ella creía que tú estabas muerta. Los dos lo creíamos hasta hace un año e
incluso entonces no estábamos seguros de si estabas viva o no. En cuanto a Coal,
ni siquiera sabías de él. No les he ocultado la verdad, Annabelle. Saben
exactamente lo que pasó.

—¿Qué clase de madre no reconoce a sus hijos? Vi a Ember casi todos los días
durante años y vi a Coal varias veces a la semana... —Lloré.

—Déjame preguntarte algo. Cuando oyes hablar de bebés cambiados al


nacer, ¿culpas a las madres por no darse cuenta de que el bebé que se llevaron a
casa no era su hijo biológico?

—Por supuesto que no—respondí indignada.

—Ember y Coal se cruzaron varias veces en la granja. ¿Los culpas por no


reconocer a su gemelo?

—De nuevo, ¡por supuesto que no!

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—Entonces, ¿por qué te culpas por lo mismo? Ellos no te culpan y yo


tampoco, porque nada de eso fue culpa tuya—dijo con tanta vehemencia que casi
le creí—. Fue algo jodido lo que le pasó a nuestra familia, pero lo hecho, hecho
está y no podemos volver atrás y cambiarlo. Lo único que podemos hacer es
seguir adelante.

Me senté y me limpié las lágrimas de los ojos.

—Tienes razón. Sé que tienes razón. —Junté mis manos con fuerza y me puse
de pie—. Supongo que tengo que hacer las maletas y prepararme para volver a
Croftridge.

Él vio a través de mi fachada. Siempre había sido capaz de leerme mejor que
nadie y, al parecer, eso no había cambiado. Se puso de pie y me besó la frente.

—Todo irá bien, muñeca, te lo prometo.

Esperaba que tuviera razón.

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Capítulo 21
Phoenix

Cuando llegué a la casa de Annabelle a la mañana siguiente, ella estaba


esperando en el porche de su casa, con las maletas hechas y lista para partir.
Obviamente, había pasado mucho tiempo con el club de Wave a lo largo de los
años y había viajado con ellos, porque tenía todas sus cosas metidas en una
pequeña bolsa de cuero y una mochila de cuero. Intenté no pensar en ella en la
parte trasera de la moto de otro hombre.

En lugar de eso, me centré en ella. Era una imagen impresionante, de pie con
sus vaqueros ajustados, una camiseta de manga larga, botas de montar y chaleco
de cuero. Su pelo largo colgaba en una trenza en la espalda. Me miró contemplar
su cuerpo y no me importó un carajo que supiera que la estaba mirando.

—¿Ya has terminado? Me gustaría ponerme en marcha en algún momento


de esta semana—dijo con una sonrisa arrogante.

—Oh, muñeca, nunca terminaré de mirar tu magnífico cuerpo—gemí. Me


agaché y me acomodé mi polla para que se viera bien.

Ella puso los ojos en blanco y pasó junto a mí, empujando su bolsa de viaje
en mi pecho mientras pasaba. Subió su buen culo a la moto, se puso el casco y me
hizo un gesto para que me diera prisa.

Rápidamente até su bolsa y me aseguré de que todo lo demás estuviera bien


sujeto. Sincronizamos nuestros dispositivos Bluetooth y emprendimos el largo
viaje de vuelta a Croftridge.

Aunque estábamos sincronizados, no hablamos mucho durante las primeras


horas del viaje. Después de parar para comer, Annabelle pareció animarse un
poco. Finalmente, me preguntó cómo había averiguado lo de Ember y Coal.
Decidí que lo mejor era contar las cosas como habían sucedido y empecé por el
principio, el día en que Ember entró en mi club pidiendo ayuda. Cuando terminé
el relato, ya era hora de parar para cenar.

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Comimos en un restaurante de carretera de mala calidad y repostamos en la


gasolinera de al lado. Le ofrecí parar para pasar la noche y buscar un hotel
cercano, pero ella insistió en que estaba bien para viajar unas horas más. Me
alegré de oírlo porque, tal y como estaban las cosas, íbamos a tardar al menos
cuatro días en volver a casa y eso sin contar con los posibles retrasos por el clima
o el tráfico.

Viajamos hasta llegar a Salt Lake City, hablando a ratos de nuestros hijos.
Durante los momentos de silencio, tuve tiempo de pensar en cómo quería que
fuera nuestro viaje. Si fuera solo, habría parado en el motel más barato que
hubiera encontrado para pasar la noche, pero no quería hacer eso con Annabelle.
Ésta era una oportunidad que nunca pensé que tendría con ella y no iba a
desperdiciar ni un segundo de ella.

Entré en el estacionamiento de un hotel de gran nivel en pleno centro de la


ciudad.

—¡Phoenix, no podemos quedarnos aquí!—jadeó Annabelle.

—¿Por qué diablos no?—le pregunté.

—Es demasiado extravagante. Sólo necesitamos un lugar para ducharnos y


dormir por la noche. Seguro que hay un hotel normal por aquí—divagó.

—Muñeca, quiero quedarme aquí. ¿Te parece bien?

Ella abrió la boca y la cerró. Lo hizo dos veces más antes de que me apiadara
de ella.

—¿Qué tal si compartimos una habitación para ahorrar el costo? ¿Te sentirás
mejor?

Sus ojos se abrieron de par en par con sorpresa.

—Um, sí, supongo que estaría bien—balbuceó.

Mantuve mi rostro neutral, pero por dentro sonreía de oreja a oreja. La


primera parte de mi plan había funcionado de maravilla. Entré en el vestíbulo
del hotel con mis proverbiales dedos cruzados para que la segunda parte de mi
plan funcionara.

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Annabelle se acercó a la fuente que había en el centro del vestíbulo mientras


yo conseguía una habitación para los dos. Puse algo de dinero en efectivo en el
mostrador y le dije a la chica que era suyo si prometía confirmar que sólo tenían
habitaciones con una cama disponible en caso de que se lo preguntara la hermosa
mujer que estaba de pie frente a la fuente. Aceptó de buen grado y así fue como
conseguí que Annabelle se alojara en una habitación de hotel con una sola cama
para los dos.

Como era de esperar, Annabelle se resistió a la idea al principio, pero la


convencí de que era tarde y ambos necesitábamos descansar. Teníamos varios
días de viaje por delante y ninguno de los dos podía permitirse estar cansado. A
regañadientes, aceptó y me siguió hasta la habitación.

Ella se duchó primero. Me sorprendió lo poco que tardó en ir al baño, sobre


todo después de haber montado todo el día. Supuse que querría remojarse en la
bañera o lo que fuera que hicieran las mujeres que tardaban tanto tiempo allí,
pero entró y salió en unos diez minutos. Apareció con una diminuta camiseta y
unos pantalones de yoga que se amoldaban perfectamente a su apretado culo.
Me tragué la lengua cuando la vi.

Una vez en la ducha, supe que tenía que ocuparme de algo o iba a ser una
noche larga y dolorosa para mí. Mi polla había estado medio dura todo el maldito
día con ella acurrucada detrás de mí, con sus grandes tetas apretadas contra mi
espalda, pero verla con ese atuendo que ella llamaba pijama hizo que cada gota
de sangre que tenía se precipitara a mi polla. Apoyé una mano en la pared y
envolví la otra alrededor de mi polla palpitante. Agarrándome con firmeza,
deslicé mi mano hacia adelante y hacia atrás mientras imaginaba las cosas que le
haría al firme cuerpecito de Annabelle si me diera la oportunidad. Cerrando los
ojos, la imaginé de rodillas frente a mí, llevándome a la boca mientras tenía una
mano en las tetas y otra entre las piernas. Me bastaron unos cinco segundos de
esa imagen para que me corriera por toda la pared de la ducha.

Terminé en la ducha y me di cuenta de que había olvidado traer mi ropa en


mi prisa por alejarme de ella y de su pijama de fóllame. Oh, bueno, dos podrían
jugar su juego. Volví a la habitación con nada más que una toalla alrededor de la
cintura.

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Estaba sentada en la cama y se congeló al verme. Sus mejillas se sonrojaron y


sus labios llenos se entreabrieron. No dijo nada, pero se tomó su tiempo para
mirar mi cuerpo. Sonreí.

—¿Estás a punto de terminar? Me gustaría meterme en la cama en algún


momento de esta semana.

Ella negó con la cabeza.

—Oh, Phoenix, nunca terminaré de mirar tu magnífico cuerpo.

Me acerqué a ella.

—¿Eso es cierto?

—Mmm-jáá—respondió, lamiéndose los labios.

—Si no quieres esto, será mejor que pongas tu culo en la cama y debajo de
esas mantas. He estado esperando casi veinte años para follarte de nuevo,
muñeca, y mi autocontrol está casi agotado—gruñí.

—Yo... yo...—tartamudeó.

Me puse un par de bóxers bajo la toalla y ladré:

—Métete en la maldita cama, Annabelle.

Salió de su estupor y se metió bajo las mantas más rápido que un niño
escondiéndose del monstruo que hay debajo de su cama. No pude evitar reírme.

Me metí en la cama con ella, apagué las luces y la atraje hacia mí. Le di un
beso en la mejilla y dije:

—Buenas noches, muñeca.

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Capítulo 22
Phoenix

Desperté a Annabelle temprano a la mañana siguiente. Quería ponerme en


camino lo antes posible porque tenía planes para la noche y no quería correr el
riesgo de perdérmelos. Desayunamos en el hotel y nos pusimos en marcha a las
ocho de la mañana.

Yo era el hombre más feliz del mundo. El amor de mi vida estaba en la parte
de atrás de mi moto atravesando el país conmigo. El paisaje era casi tan
impresionante como ella y, hasta el momento, el tiempo había sido nada menos
que perfecto. Annabelle parecía estar más relajada, lo que no hacía más que
aumentar mi estado de ánimo.

Llevábamos unos treinta minutos en la carretera cuando me preguntó:

—¿Me vas a contar cómo te enteraste de lo de Coal?

Las siguientes horas las pasé contándole la historia de Coal. Incluso le señalé
que estuvo haciendo de prospecto para mí casi un año y que no tenía ni idea de
que era mi hijo. No parecía afectada por mi afirmación, pero esperaba que lo
asimilara cuando tuviera algo de tiempo para sí misma. Me debatí entre contarle
o no de sus heridas mientras estábamos en la carretera. Supongo que guardé
silencio demasiado tiempo y ella percibió mi malestar.

—¿Qué es lo que no me estás contando?—preguntó.

Suspiré.

—Nada que haya planeado ocultarte. Estaba tratando de decidir si debía


decírtelo ahora o esperar hasta que paráramos a comer. No quiero que te caigas
de la moto—dije.

Ella jadeó.

—¿Tan malo es?

Me eché hacia atrás y le di una palmadita en el muslo.

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—Puede sonar así al principio, pero tienes que tener en cuenta que ahora está
bien. ¿Crees que puedes soportarlo?

La oí tragar saliva y luego su suave:

—Sí.

Crucé los dedos y empecé a contarle cómo había resultado herido Coal. Se
puso tensa en algunas partes, pero escuchó en silencio mientras hablaba. Cuando
le dije que le habían disparado tres veces, me rodeó la cintura con sus brazos y
enterró su cabeza con casco en mi espalda mientras lloraba. Lo único que quería
era detenerme y tomarla en mis brazos para consolarla, pero seguí adelante.

—Fue Ember la que ató cabos y descubrió que era su gemelo. Necesitaba
sangre, mucha sangre, y tiene un tipo raro. Todos los hermanos se hicieron
pruebas, pero sólo yo era compatible. Se negaban a dejarme donar porque
también había recibido un disparo, aunque en realidad sólo fue un rasguño.
Ember me oyó discutir con el doctor. Sabía que teníamos el mismo tipo de sangre,
así que se apresuró a hacerse la prueba. La enfermera comentó lo extraño que era
que tuvieran el mismo grupo sanguíneo, la misma edad y el mismo día de
cumpleaños. En cuanto terminó de donar, me contó lo que había dicho la
enfermera. Hice que mi técnico buscara los registros de nacimiento de Coal y tú
figurabas como su madre. Nació dos minutos después de Ember. Aún así, quería
estar absolutamente seguro, así que hice que Patch hiciera una prueba de
paternidad secretas mientras estaba en el hospital. Cuando obtuvimos los
resultados, mantuvimos las cosas en secreto hasta que Coal estuvo fuera de
peligro. Yo quería que lo supiera, e iba a decírselo de un modo u otro, pero pensé
que lo correcto era hablar primero con Kathleen y su marido. Me senté con ambos
y les di la noticia con la mayor delicadeza posible. Les di las gracias por haber
criado a mi hijo y les prometí que no tenía intención de sustituirlos ni de alejarlos
de la vida de Coal. Después de eso, acordamos esperar a que le dieran el alta del
hospital para decirle que tenía nuevos miembros en la familia. En general, se
tomó bien la noticia. Ya sabía que era adoptado, pero mi promesa de no
interrumpir su relación con Kathleen y Jeff fue lo que lo tranquilizó.

—¿Cuándo ocurrió esto?—preguntó.

Me aclaré la garganta y me preparé para su reacción.

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—Hace unas tres semanas.

—¿Qué?—gritó.

—Hace unas tres semanas—repetí—. Nada he querido más que encontrarte,


pero no habría dejado Croftridge si no estuviese recuperado.

—¿Entonces está bien?—preguntó.

—Todavía se está curando, pero sí, está bien. Volvió a casa del hospital antes
de que me fuera. Kathleen y Jeff todavía trabajan en la granja lechera y viven en
la propiedad. Ember y Dash también viven allí ahora, así que tiene a sus padres
adoptivos y a su hermana gemela cuidando de él, por no hablar de los miembros
del club. Arriesgó su vida por los hermanos; ninguno de nosotros lo olvidará
jamás. Te prometo que lo cuidan más que suficiente.

Percibí que ella asentía, pero permaneció callada durante unos minutos,
probablemente asimilando todo lo que acababa de compartir.

—¿Dijiste que Ember vive en la granja?—preguntó, con la voz llena de


incredulidad.

—Sí. Paremos para comer, repostar y recargar energías, y te contaré lo que


ha hecho con el lugar desde que lo heredé.

***

Llegamos al centro de Denver sobre las cinco de la tarde. Me dirigí


directamente al hotel que había elegido ayer. Era otro hotel de lujo, pero éste no
era una gran cadena comercial. Tenía un aire del viejo mundo. Estaba deseando
que llegar a nuestra habitación porque me aseguré de que tuviéramos tiempo
para disfrutar de algunas de las comodidades que ofrecía.

Annabelle no dijo nada por el hotel ni por el hecho de que compartiéramos


habitación. No sé si eso se debía a que le parecía bien o a que estaba demasiado
cansada y abrumada para preocuparse. Una vez que nos registramos y nos
instalamos en nuestra habitación, sugerí que pidiéramos servicio de habitación
para cenar. Nos duchamos por turnos mientras esperábamos a que llegara la
cena.

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No podría haber pedido nada mejor. Nos trajeron la cena para dos personas
en uno de esos carros plateados, con un ramo de flores y velas encendidas como
centro de mesa. Cuando el camarero se fue, descorché el champán y serví una
copa para cada uno.

—¿Qué es todo esto?—preguntó ella.

Intenté parecer indiferente.

—Es la cena. ¿Qué aspecto tiene?

Ella puso los ojos en blanco.

—Phoenix, ¿esperas sinceramente que me crea que alojarte en este tipo de


hoteles y pedir cenas románticas son cosas que haces normalmente cuando estás
de viaje?

Me encogí de hombros.

—Me gusta viajar con estilo. ¿Qué hay de malo en ello?

Me miró como si hubiera perdido la cabeza por un largo segundo antes de


echar la cabeza hacia atrás y reírse.

—Viajar con estilo—soltó una carcajada y se dio una palmada en la pierna—


. Eso no tiene precio.

—Cállate y bébete el champán, mocosa—ladré.

Me movió los dedos, burlándose de mí.

—Oooh, no te enfades conmigo, motero con estilo.

Iba a pagar por ello, pero tendría que ser más tarde, cuando pudiera disfrutar
haciéndoselo pagar. Apunté mi dedo hacia su plato.

—Come, mujer.

Ella levantó las manos en señal de rendición.

—Bien. Tú ganas.

Disfrutamos de nuestra comida juntos, consiguiendo mantener una


conversación ligera. Cuando terminamos la botella de champán, me ofrecí a
pedir una segunda botella, pero Annabelle se negó. Abrí la puerta para sacar el

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carro de la comida al pasillo, y me sorprendí al ver que nuestra próxima cita


estaba preparada para llamar a la puerta.

—Buenas noches, señor Black. Deje que me ocupe de eso por usted y luego
nos instalaremos.

Annabelle hacía lo posible por ver quién estaba en la puerta mientras trataba
de ocultar su interés. Bien, quería despertar su curiosidad. Me hice a un lado y
mantuve la puerta abierta para nuestros dos invitados y su equipo.

—¿Qué es todo esto?—preguntó, con una pizca de emoción en su voz.

Le guiñé un ojo.

—Pensé que te gustaría un masaje después de dos días en el asiento trasero


de mi moto.

Sonrió alegremente.

—Oh, eso suena absolutamente maravilloso.

Se puso un poco rígida cuando se dio cuenta de dos cosas: una, que los dos
estaríamos desnudos bajo una pequeña toalla para el masaje y dos, que la rubia
sexy me daría un masaje. Fue al baño a desvestirse y salió completamente
cubierta con la bata de cortesía que le había proporcionado el hotel. Entonces me
hizo prometer que cerraría los ojos o los mantendría desviados mientras le daban
un masaje en la espalda. Le di mi palabra, pero ella me iba a explicar eso más
tarde.

En cuanto a la rubia sexy, no lo había planeado así; simplemente ocurrió. Su


naricita se arrugó cuando Svetlana se presentó como mi masajista y me llevó de
la mano a la mesa de masajes. Juro que Annabelle gruñó cuando Svetlana le dijo:

—Oh, señor Black, tiene usted unos músculos tan grandes. Es un placer para
mí trabajar con alguien tan tonificado como usted.

Cuando nuestros masajes terminaron, me sentí muy bien. Svetlana hizo un


trabajo excelente y se mantuvo muy profesional mientras tenía sus manos sobre
mí. Annabelle, sin embargo, estaba más tensa que un reloj de cuerda. Saltó de la
mesa y se fue corriendo al baño. Les di las gracias a las chicas, una generosa
propina y las acompañé a la puerta.

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Me puse unos pantalones cortos de baloncesto, me acerqué a la puerta del


baño y di tres golpes fuertes.

—Annabelle, saca tu culo de allí ahora mismo.

—Déjame en paz, Phoenix.

—No lo creo, muñeca. O sales o entro yo—le informé.

La oí resoplar y entonces la puerta se abrió. Se dirigió a la cama y se sentó de


golpe.

—¿Qué demonios te pasa?—le pregunté.

—Oh, no lo sé, señor Black. Sus grandes músculos me tienen toda la lengua
atada. Déjame frotar mis grandes tetas falsas sobre ti y ver si eso ayuda—dijo
imitando la voz de Svetlana mientras sacaba el pecho y sacudía sus tetas hacia
mí.

—Estás celosa, lo entiendo, pero ¿qué fue eso de huir al baño y hacerme
prometer que no te miraría? ¿Qué me estás ocultando?—pregunté. Sus celos eran
halagadores, pero sabía que los estaba usando como distracción y no me
importaba ni un poco.

Cuando no me contestó, tuve que recordarme que debía mantener mi


temperamento bajo control.

—Me estás ocultando algo. —Tenía que ser algo en su espalda. Perdí el
control y mi ira se disparó cuando se me ocurrió que Octavius podría haberla
herido y que me estaba ocultando las cicatrices. Apreté los puños y di pasos
decididos hacia ella.

Su rostro palideció y empezó a retroceder en la cama. Apretó la espalda


contra el cabecero con tanta fuerza que oí cómo crujía la cama. Ya está bien de
esta mierda.

—¡Muéstrame!—exigí.

Ella negó con la cabeza y se apretó aún más contra el cabecero.

—¡Muéstrame!—rugí y obtuve exactamente la misma respuesta. La agarré


por los tobillos, la empujé hacia mí y la puse boca abajo antes de que pudiera
emitir un sonido. Agarrando el dobladillo de su camiseta, se la arranqué por la

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espalda, haciendo que se le escapara un chillido. Cuando vi lo que me estaba


ocultando, fue como un puñetazo en las tripas. El aire abandonó mis pulmones.
Las emociones me atascaron la garganta. No pude hacer nada más que mirar.

Puse mi mano en su espalda y tracé ligeramente el contorno del tatuaje del


fénix que cubría toda su espalda. El mismo fénix que me regaló para Navidad
hacía tantos años. El mismo que estaba colgado en la pared de mi habitación. Era
una obra de arte increíble.

Seguí trazando suavemente las líneas entintadas en su piel y le pregunté en


voz baja:

—¿Por qué me ocultabas esto? Es precioso, Annabelle.

Ella lloriqueó.

—Me daba vergüenza. No quería que pensaras que estaba obsesionada


contigo como una loca acosadora.

—Cariño—exhalé mientras me inclinaba hacia delante y empezaba a salpicar


su espalda con suaves besos—. Quiero que estés obsesionada conmigo, como yo
lo estoy contigo.

Me subí a la cama y besé su espalda, empujando su camiseta hacia arriba.

—Quítate esto para mí. —Sorprendentemente, ella obedeció. Me senté sobre


mis talones, con sus piernas extendidas entre las mías, y disfruté de la vista libre
de su tributo a mí.

—Yo también tengo uno para ti—le dije. El suyo era hermoso, el mío no.
Aunque fue el resultado de un reto de borrachera de algunos de los hombres de
la base, seguía siendo un gesto sincero. Al envejecer, me di cuenta de que a ella
no le parecería tan halagador como pretendía en un principio.

—Déjame ver—me dijo, dándose la vuelta sobre su espalda, mostrándome


sus suculentas tetas desnudas por primera vez en casi dos décadas. Eran más
grandes que antes, pero estaban igual de firmes y turgentes que cuando tenía
dieciocho años. Sus duros pezones parecían apuntar directamente a mi boca.

Puse ambas manos en su cintura y comencé a deslizarlas lentamente por su


cuerpo.

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—Annabelle—dije con voz ronca, mis ojos clavados en su pecho. Ella miró
hacia abajo y jadeó cuando se dio cuenta de lo que había hecho. Se movió para
cubrirse, pero le atrapé los brazos y negué con la cabeza—. No, cariño, no te
escondas de mí. Déjame ver las dulces tetas que tanto he echado de menos.

—Phoenix—gimió.

—Ya no me contengo, Annabelle. Sí, tenemos un montón de mierda que


resolver, pero te he deseado durante veinte años. Veinte malditos años. Nada
hará que deje de desearte. Si me dices que no me deseas, me levantaré y me
alejaré, pero si dices que sí, quiero que sepas que te follaré hasta que salga el sol.
¿Qué va a ser, muñeca?

Ella sonrió.

—Quiero ver el tatuaje primero.

Me tenía tan excitado que ni siquiera dudé. Me bajé los calzoncillos lo


suficiente como para que mi dura polla se liberara y empujé mis caderas hacia su
cara.

—Ahí está—gruñí.

Se quedó con la boca abierta mientras miraba su nombre tatuado en el lateral


de mi polla, mi durísima y palpitante polla. Extendió la mano como si fuera a
tocarla, es decir, el tatuaje, y entonces pareció darse cuenta de qué más iba a tocar
y retiró la mano.

—¿Por qué has hecho eso?—preguntó.

—Porque tú eras la dueña. Me pareció apropiado poner tu nombre en ella—


respondí inmediatamente.

Su rostro se arrugó y las lágrimas comenzaron a resbalar por un lado de su


cara. Esa no era la reacción que quería que tuviera mientras mi erección se
acercaba a sus labios como un misil buscador de calor. Se levantó y me agarró
por los hombros, tirando de mí sobre ella.

—Te he echado malditamente tanto de menos, joder—gimió justo antes de


aplastar sus labios contra los míos.

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No había forma de que yo fuera suave. Tenía un montón de tensión sexual


reprimida, entre otras cosas, que necesitaba una salida. Me aparté de ella, la
levanté por la cintura y la arrojé más arriba en la cama. Ella soltó un chillido
cuando rebotó en el colchón. Deslicé mis dedos bajo la cintura de sus pantalones
cortos y sus bragas y los arranqué de su cuerpo.

El cuerpo desnudo de Annabelle a los treinta y siete años era el material del
que estaban hechas las fantasías. Tenía las tetas llenas y perfectamente redondas,
rematadas con pezones de color rosa. A pesar de haber dado a luz a gemelos y
de tener un tercer hijo, su vientre era plano y tenía muy poca evidencia de sus
embarazos, sólo algunas estrías y una cicatriz de cesárea. Sus caderas se
ensanchaban para darle una tentadora forma de reloj de arena que conducía mis
ojos directamente a su hermoso coño desnudo. Separé sus piernas y gruñí:

—Mira qué mojada estás para mí.

—Phoenix, por favor—gimió ella.

Deslicé mi mano por su muslo y pasé mi dedo por su raja de arriba a abajo.
Recogiendo sus jugos en mi dedo, me lo llevé a los labios y chupé.

—Mmmm—gemí. Volví a buscar su coño, esta vez deslizando un dedo


dentro de ella. Gimió y se retorció, pero me quedé inmóvil. Estaba apretada,
demasiado apretada para una mujer de su edad con tres hijos.

Se apoyó en los codos y jadeó:

—¿Phoenix? ¿Pasa algo?

No tenía ni idea de qué decir. No quería preguntarle cuándo había follado


por última vez. No quería saber nada de sus experiencias sexuales que no fueran
conmigo, pero si no decía algo, iba a lastimarla y no quería hacerlo. Recordé el
dolor en su cara y las lágrimas en sus ojos cuando le quité la virginidad. Aquella
noche casi me mata y no tenía intención de volver a experimentarla. Escogiendo
cuidadosamente mis palabras, le dije:

—Cariño, tengo miedo de hacerte daño.

Ella se sonrojó de pies a cabeza y apartó la mirada. Retorcí el dedo que aún
tenía dentro de ella, haciéndola jadear.

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—Si yo tengo mi dedo en tu coño, puedes mirarme.

Ella giró la cabeza para que sus ojos se encontraran con los míos.

—Estaré bien, Phoenix.

—No estoy tratando de ser un idiota aquí, pero ¿cómo es esto posible? Estás
tan apretada como cuando te tomé por primera vez—solté antes de que mi
cerebro pudiera expresarlo de forma menos ofensiva.

Ella entrecerró los ojos y me sorprendió con sus siguientes palabras.

—Es posible, porque la noche que me quitaste la virginidad fue la última vez
que tuve relaciones sexuales. Mis hijos nacieron por cesárea, ¡así que nada más
que un tampón, mi dedo o un pequeño vibrador ha entrado o salido de ahí!

Esas palabras de sus labios fueron la muerte de mi control. Ella era mía y
siempre lo había sido. Me invadió una necesidad primitiva de reclamar lo que
era mío. Caí sobre ella, introduciendo mi lengua en su boca mientras mi dedo
entraba y salía al mismo ritmo. Con cuidado, añadí un segundo dedo, haciendo
un movimiento de tijera mientras bombeaba dentro y fuera.

Bajé mis labios por su cuello, por su pecho, hasta llegar a su duro y rosado
pezón. Lo chupé en mi boca con fervor, tiré con fuerza de la tensa protuberancia
y lo mordí suavemente. Me arañó la espalda, me tiró del pelo y gimió lo bastante
fuerte como para que cualquiera que estuviera en las habitaciones contiguas
supiera exactamente lo que estábamos haciendo.

Cambié a su otro pezón para prestarle la misma atención mientras deslizaba


un tercer dedo dentro de ella. Sentí que se tensaba durante un segundo y después
volvió a retorcerse y a contonearse debajo de mí.

Arrastrando mi boca por su cuerpo, no me detuve hasta llegar a su coño. Su


sabor me llenó la boca y me llevó al frenesí. Chupé su clítoris y bombeé mis dedos
furiosamente dentro de ella.

—Córrete, Annabelle, joder córrete—ladré.

Sentí que su cuerpo se tensaba y entonces se estaba corriendo en mi cara y


mis manos, gritando mi nombre lo suficientemente alto como para que todo
Denver lo oyera.

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Phoenix Blackwings MC 03

No pude aguantar más. En un instante, me moví encima de ella y me


posicioné en su entrada, listo para deslizarme dentro cuando un momento de
claridad rompió la lujuria que se había apoderado de mi cerebro.

—¿Tengo que usar un condón?—pregunté con los dientes apretados


mientras mi polla me pedía a gritos que avanzara. Ante su duda, añadí—. Estoy
limpio. Me hice la prueba el mes pasado.

—Ok—susurró.

—Necesito más que eso, muñeca.

En lugar de responderme con sus palabras, me tiró hacia delante por el culo
mientras levantaba sus caderas para encontrarse conmigo, haciendo que me
deslizara dentro, hasta la empuñadura. Casi se me cruzan los ojos cuando su
apretado calor me envolvió, su coño aún se contraía con los restos de su clímax.

Perdí todo el control. La penetré con todo lo que tenía. Ella chillaba y gritaba
y yo rezaba para que fueran sonidos de felicidad porque me mataría si la estaba
lastimando.

—¡Phoenix, oh, oh, me estoy corriendo! Me estoy corriendo otra vez—gritó.

Y vaya si lo hizo. La embestí con fuerza dos veces más y me corrí tan fuerte
que me robó la visión.

Jadeando, sudando y sintiéndome mejor que en años, miré al tesoro que tenía
debajo. Estaba tan sudada y sin aliento como yo, y gracias a las estrellas me
sonreía con fuerza.

—Será mejor que te rehidrates, grandullón, has prometido follarme hasta el


amanecer.

Eché la cabeza hacia atrás y me reí de la pequeña descarada.

—Efectivamente, lo haré, muñeca.

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Capítulo 23
Annabelle

Phoenix me besó suavemente antes de deslizarse fuera de mi cuerpo y


caminar hacia el baño. Regresó instantes después con una toallita y procedió a
limpiarme.

—Yo podría haber hecho eso—dije, sintiéndome ligeramente incómoda.

—Lo sé, pero quería hacerlo. —Terminó su tarea autoimpuesta y se metió en


la cama a mi lado.

Mi mente vagó hacia lo que Phoenix dijo sobre haber sido testeado
recientemente. Sabía que no era realista creer que había sido célibe mientras
estábamos separados, pero no hacía que me doliera menos el hecho de que se
confirmara. ¿Había tenido muchas mujeres? ¿Eran sólo aventuras o realmente
tenía relaciones con ellas?

—Entonces, ¿te parece bien no usar condones?—me preguntó Phoenix,


interrumpiendo mi viaje mental por la madriguera del conejo.

—Eh, sí, está bien—respondí, tratando de forzar mi mente a permanecer en


el presente y no en su pasado desconocido.

—No he notado ningún tipo de control de natalidad. ¿No te preocupa


quedarte embarazada?—preguntó.

Todavía algo distraída por los pensamientos sobre sus experiencias con otras
mujeres, respondí:

—No, no me preocupa quedarme embarazada. Me hice una ligadura de


trompas poco después de dejar Croftridge.

De pronto, cerniéndose sobre mí con su nariz tocando la mía, gruñó:

—¿Tú hiciste qué?

—Me hice una ligadura de trompas para no volver a queda embarazada—le


expliqué.

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Phoenix Blackwings MC 03

—¿Por qué hiciste algo así?—gritó, apartándose de mí y caminando hacia la


ventana.

—¡Porque no iba a dejar que otro hombre me obligara a tener su hijo! ¿Por
qué te importa?—le grité. Tenía todo el derecho a ligarme las trompas y no iba a
dejar que me hiciera sentir mal por ello.

—¿Y si quisiera tener más hijos contigo?

—¿Qué?—chillé, con la voz una buena octava más alta de lo normal—. ¿Estás
jodidamente loco? ¿Más hijos? Hemos pasado unos días juntos después de estar
separados durante tantos años. Sí, hemos tenido sexo, pero ni siquiera estamos
juntos así—dije, haciendo un gesto entre los dos—. Y si esa no es una razón
suficiente para ti, soy demasiado mayor y no quiero tener más hijos. —Me crucé
de brazos y lo reté a que me desafiara.

Y me desafió.

—Oh, muñeca, no me mientas—dijo con mofa—. Recuerdas lo que pasa


cuando me mientes, ¿verdad? —Me negué a reconocer su pregunta. Sí, recordaba
lo que pasó las dos veces que le dije una pequeña mentira, pero eso fue en otro
momento y en otras circunstancias. No iba a dejar que me distrajera con
pensamientos de su mano en mi culo.

—Sigue poniéndome a prueba, Annabelle, ya sabes lo duro que me pone—


dijo, avanzando lentamente hacia mí—. Aclaremos algunas cosas ahora mismo.
No eres demasiado mayor y creo que te gustaría tener más hijos, mis hijos. Pero,
lo más importante, es que estemos juntos así.

Acortó la distancia entre nosotros en tres rápidas zancadas. Levantando mi


barbilla con el dedo, me miró fijamente a los ojos mientras susurraba con dureza:

—No te atrevas a decir lo contrario. —Sin darme la oportunidad de decir lo


contrario, aplastó su boca contra la mía en un beso de castigo. Vertió todas sus
emociones en ese beso y yo me las bebí.

Arrancando su boca de la mía, me puso boca abajo con brusquedad. Con un


azote en mi culo, ordenó:

—Sobre tus manos y rodillas.

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Phoenix Blackwings MC 03

Deslicé las rodillas debajo de mí y empujé hacia arriba con las manos, sólo
para que Phoenix plantara su gran palma entre mis omóplatos y me empujara de
nuevo hacia abajo. Me dio un azote en el culo y amasó la nalga mientras gruñía:

—Me encanta este maldito culo. —Me dio otra azote en el culo antes de
penetrarme.

Agarrándose a mis caderas con fuerza, me folló, llegando a todos los lugares
que habían sido descuidados durante las últimas dos décadas. Estaba tan
profundo que casi dolía, pero no había forma de que me quejara.

Como si hubiera leído mis pensamientos, me agarró del pelo y tiró para que
mi espalda quedara pegada a su pecho. Estiré los brazos hacia arriba y hacia atrás
para sujetar su cabeza con una mano mientras la otra se apoyaba en su gran
muslo. Soltándome el pelo, sus manos bajaron para sujetarme contra su pecho
por los pechos.

Pellizcando y tirando de mis pezones, me hizo subir más y más con cada
toque de sus hábiles dedos y sus rítmicas embestidas. Podía sentir cómo mi
cuerpo se tensaba, preparándose para mi orgasmo, y sabía que él también podía
sentirlo. Una de sus manos recorrió lentamente mi pecho hasta el vértice de mis
muslos. Me frotó el clítoris en círculos firmes, siguiendo el ritmo de sus
embestidas. Cuando la tensión alcanzó su punto álgido, un sonido estrangulado
escapó de mis labios cuando estallé en los brazos del único hombre que había
sostenido mi corazón.

Girando la cabeza, tomé su boca con avidez mientras mi cuerpo seguía


desgarrándose de placer. Mientras bajaba, él encontró su liberación, gimiendo en
mi boca mientras lo hacía.

—Phoenix—susurré contra sus labios.

—Mi Annabelle—susurró él, acariciando suavemente mi cara.

No necesitábamos palabras en este momento. Ambos sabíamos lo que


sentíamos el uno por el otro, lo que siempre habíamos sentido el uno por el otro.
Nuestros cuerpos transmitían nuestros sentimientos mucho mejor que cualquier
palabra.

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Fue fiel a su palabra y me folló hasta el amanecer, cada vez con la misma
pasión e intensidad. Finalmente me dejó dormir en la madrugada y me despertó
unas cuatro horas después. No tenía ni idea de cómo íbamos a gestionar un día
completo de viajar con sólo unas pocas horas de sueño. No es que pudiera
ofrecerme a conducir por él. Bueno, podría, Token me enseñó a conducir una
moto hacía años, pero que Phoenix montara en la parte trasera de su moto era
tan probable como encontrar tetas en un toro.

—¿Seguro que estás bien para montar? Puedo bajar y organizar una salida
tardía para que puedas dormir unas horas más—le ofrecí.

—Mujer, ya te he dicho que estoy bien. Ahora deja de darme la lata y


vámonos—refunfuñó él. No estaba segura de si estaba bromeando o si estaba
realmente irritado conmigo, pero me inclinaba por lo segundo. Me callé, no
quería irritarlo más, y lo seguí hasta la moto.

Llevábamos poco más de una hora en la carretera cuando nos encontramos


con la primera zona de obras. El tráfico estaba atascado y avanzaba a paso de
tortuga. Normalmente, esto no me habría molestado mucho, pero estábamos en
pleno verano y yo llevaba ropa de montar. En otras palabras, tenía mucho calor.
Estaba contemplando la posibilidad de desnudarme hasta quedar con una
camiseta de tirantes cuando empezamos a movernos de nuevo. Sólo nos
retrasamos unos treinta minutos, pero me di cuenta de que eso no mejoró el
estado de ánimo de Phoenix.

Otros tres retrasos por obras y un grave accidente de coche hicieron que
Phoenix saliera de la autopista y tomara una ruta alternativa. Nos detuvimos
para almorzar y repostar antes de continuar nuestro viaje por una carretera rural.
Phoenix había estado relativamente silencioso durante todo el día, pero me
agarró de la mano para ir y volver de la cafetería y me dio un beso inapropiado
para el público después de llenar el depósito de gasolina. Esas pequeñas
muestras de afecto me reconfortaron más de lo que me importaba admitir.
Probablemente solo estaba cansado y yo estaba exagerando.

Sintiéndome un poco mejor, me tomé el tiempo necesario para contemplar el


paisaje. Nunca había pasado por esta parte del país. Aunque no creía que me
gustara vivir en el Medio Oeste, estaba disfrutando mucho de pasar por allí. Me

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incliné hacia delante y rodeé con mis brazos la cintura de Phoenix, dándole un
pequeño apretón.

—¿Estás bien, muñeca?—me preguntó, asustándome como la mierda. Estaba


tan absorta en mis pensamientos y en las magníficas vistas, que olvidé por
completo que estábamos conectados por Bluetooth.

—Lo siento, tu voz me ha asustado—dije con la voz un poco ronca por no


haberla usado—. Estoy bien, sólo quería darte un abrazo. Es hermoso aquí afuera,
¿verdad?

—Sí, es hermoso, pero preferiría estar más cerca de la civilización—


refunfuñó.

Me recosté en el asiento. No iba a dejar que me estropeara mi buen momento.


Él podía refunfuñar y quejarse todo lo que quisiera, yo iba a aprovechar cada
momento que pudiera. Saqué el teléfono y empecé a tomar fotos. Con suerte,
podría imprimir algunas y tener un bonito collage para la pared de mi salón.

No sé cuánto tiempo llevaba sumida en mis pensamientos de nuevo, culpé a


la falta de sueño, cuando sopló una ráfaga de viento fresco que me hizo sentir
escalofríos. Mirando a mi alrededor, me di cuenta de que parecía estar un poco
más oscuro que antes. Aun así, el paisaje era precioso, así que tomé unas cuantas
fotos más. Decidida a ser una completa y total idiota, active la cámara frontal y
levanté el teléfono para tomarme una selfie. Cuando miré la foto, me quedé sin
aliento.

—¡Phoenix! Parece que hay una fuerte tormenta detrás de nosotros!—grité


en mi casco.

—Sí, lo sé—dijo con indiferencia. Resoplé y comencé a recostarme sobre él


cuando volvió a hablar—. No es que tenga muchas opciones ahora mismo. Puedo
conducir y esperar que la dejemos atrás o podemos parar y esperar a que pase.
Como no he visto ni un solo edificio en los últimos cincuenta kilómetros, pensé
que apreciarías que siguiera conduciendo.

El viento arreció y el cielo se oscureció, pero seguimos adelante. Me incliné


hacia delante y me apreté contra la espalda de Phoenix. No teníamos muchas
tormentas en la costa oeste y no me importaba mucho el puñado que teníamos.

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No estaba exactamente asustada, pero tenía un mal presentimiento sobre la


tormenta. Intenté ser positiva y recordarme que al menos no estaba lloviendo.

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Capítulo 24
Phoenix

Supe en el momento en que ella se dio cuenta de la tormenta que había detrás
de nosotros. Sentí que todo su cuerpo se tensaba. Después, me reventó el tímpano
gritándome al respecto. Noté un cambio en la atmósfera unos veinte minutos
antes que ella. No se lo dije porque no había razón para alertarla si resultaba no
ser nada. Una vez que me di cuenta de que iba a ser algo, sólo era cuestión de
que ella se diera cuenta.

Al principio, no me preocupaba en lo más mínimo. Había atravesado muchas


tormentas a lo largo de los años. No era lo que más me gustaba, pero el tiempo
era una perra caprichosa y a veces llovía sobre tu culo.

A medida que pasaban los kilómetros sin rastro de civilización, mi


preocupación aumentaba exponencialmente. El viento era cada vez más fuerte.
Miré por el retrovisor para comprobar el avance de la tormenta y no había duda
de lo que había detrás de nosotros. La definición de libro de texto de una nube
embudo estaba girando en la distancia.

—Annabelle, agarra el teléfono y mira si puedes encontrar algún lugar


cercano para que nos detengamos y nos refugiemos—le ordené.

Sentí que se movía detrás de mí. Seguí avanzando mientras esperaba que
encontrara algo. Su voz temblorosa llegó a través del altavoz:

—No veo nada, Phoenix. No hay nada por aquí. ¿Qué vamos a hacer?

Joder.

Joder.

Joder.

Exploré la zona en busca de cualquier cosa que pudiéramos usar como


refugio.

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—Annabelle, voy a seguir avanzando todo lo que pueda. Empieza a buscar


cualquier cosa que podamos usar como refugio, y me refiero a cualquier cosa. No
tenemos mucho tiempo para encontrar algo.

Habíamos hecho un kilómetro más o menos cuando el viento sacudió la


moto. Ella gritó, yo gruñí, y por la gracia de Dios nos mantuvimos en pie.

A la mierda con esto.

Teníamos que salir de la carretera y de la moto o íbamos a acabar muertos.

Estaba reduciendo la velocidad, preparándome para decirle que no


podíamos ir más lejos cuando lo vi. Justo delante, había un arroyo que parecía
fluir por debajo de la carretera. Aceleré, haciendo todo lo posible por llevarnos
hasta allí.

Cuando nos acercamos lo suficiente, saqué la moto de la carretera y nos metí


de lleno en la alcantarilla. Golpeé la pierna de Annabelle.

—Vamos, muñeca, tenemos que bajar de la moto.

La tomé de la mano y tiré de ella hasta el centro de la alcantarilla conmigo.


Dejé la moto justo dentro de la abertura por la que entramos, con la esperanza de
que nos protegiera de los escombros que salían despedidos y evitara que la
alcantarilla se convirtiera en un túnel de viento. Nos aferramos el uno al otro y
nos apretamos todo lo que pudimos contra el lateral de la alcantarilla.

—Tengo miedo, Nix—gimió. Nix. Era la única persona que me llamaba Nix
y me encantaba.

Le pasé la mano por el pelo, intentando consolarla lo mejor que pude.

—Lo sé, muñeca. Pronto se acabará. —Empezó a llorar y trató de acercarse


aún más a mí. Le di suaves besos en la frente y en las mejillas mientras le
susurraba palabras de consuelo, que no parecían ayudarla en lo más mínimo. Así
que probé mi siguiente táctica. Distraerla.

—¿Recuerdas cuando fuimos a la fiesta que organizó Badger cuando sus


padres estaban fuera de la ciudad?—le pregunté.

—¿Quién?

Me reí.

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—Lo siento. Aaron Marshall. Es mi vicepresidente y ahora responde a


Badger.

—¡Oh! ¿Cómo podría olvidar esa noche? ¡Fue horrible!

Me reí.

—No fue horrible. Fue jodidamente hilarante. Sigue siendo la cosa más
jodidamente divertida que he vivido. Me encanta contar esa historia. ¿Quieres
oír mi versión? —Ella asintió contra mi pecho.

El viento aullaba a través de la alcantarilla, la lluvia y el granizo caían del


cielo, acompañados por el crujido de los truenos y los relámpagos, mientras yo
volvía a contar uno de mis recuerdos favoritos con ella.

—Habíamos estado en casa de los padres de Badger durante unas horas y yo


había bebido demasiado para llevarnos a casa. En lugar de pasar la noche allí,
quisiste llevarnos a casa en mi camioneta. Nos detuvimos ante una señal de stop
y, justo antes de que pisaras el acelerador, una bola de pelos y dientes salió
volando hacia nosotros y se estrelló contra el parabrisas. Empezaste a gritar
mientras intentabas subir las ventanillas, cerrar la ventanilla trasera deslizante y
las puertas al mismo tiempo. Entonces, empezaste a gritarme porque no te
ayudaba y estábamos “bajo ataque”. Fue entonces cuando te diste cuenta de la
bola de pelo en la parte inferior del parabrisas. Gritando como una banshee, de
nuevo, activaste los limpiaparabrisas para echarla.

Tuve que hacer una pausa para controlar mi risa y poder continuar.

—Entraste el pánico y pusiste en marcha los limpiaparabrisas, pensando que


así se desprendería de la camioneta. Pero, no sabías que la cosa estaba atrapada.
Así que, cuando se encendieron los limpiaparabrisas, unas alas de murciélago
salieron disparadas de la bola de pelo, moviéndose delante de nosotros. Gritabas
y chillabas con cada pasada de los limpiaparabrisas. ¡Aah! ¡Aah! ¡Aah! Creí que
me iba a mear encima.

Ella resopló.

—Yo quería golpearte. Pensé que era uno de esos dinosaurios de la película.
Ya sabes, el pequeño que todo el mundo creía que era bonito hasta que se
acercaba a ellos mostrando los dientes. Fuera lo que fuera, sólo quería alejarlo de

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mí lo más rápido posible. ¿Cómo iba a saber que estaba atrapado en los
limpiaparabrisas?

Ella golpeó su mano contra mi pecho.

—¡No me ayudaste a sacarlo!

—Por supuesto que no lo haría. La maldita cosa todavía estaba viva. Además,
los murciélagos suelen ser muy precisos. El hecho de que se abalanzara sobre mi
camioneta significaba que algo andaba mal. Probablemente tenía rabia. Pero,
aunque no me deshiciera de él, te proporcioné una forma de sacarlo de los
limpiaparabrisas, ¿verdad?

Ella golpeó su mano contra mi pecho.

—¡Darme veinte dólares para pagar al drogadicto de la gasolinera para que


lo saque de los limpiaparabrisas con tus cables de arranque no cuenta, Phoenix
Black!

Las lágrimas corrían por mi cara de tanto reír. Esa historia nunca pasaba de
moda.

—Desde luego que cuenta. Se encargó del murciélago, nos fuimos a casa y
todo fue bien... excepto que después te negaste a conducir de noche durante
mucho tiempo. Espera un momento. ¿Te estás riendo?

Ella empujó su cara bajo mi brazo para ocultármela, pero pude sentir su
cuerpo temblando. La empujé hacia atrás para poder verla. Siempre era hermosa,
pero cuando se reía, no se parecía a nada que hubiera visto antes.

—Bien. Tú ganas. Es una historia divertida.

De repente sentí el impulso irrefrenable de besarla y no vi ninguna razón


para no hacerlo. Le tomé la nuca y atraje sus labios hacia los míos. El beso empezó
lento y suave, pero pronto se convirtió en algo hambriento y lleno de necesidad.

Un fuerte golpe nos separó. Con los ojos muy abiertos y jadeando, Annabelle
preguntó con cautela:

—¿Qué ha sido eso?

Mi mandíbula se apretó mientras miraba por encima de su hombro y


observaba el espacio donde supo estar mi moto.

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—Supongo que era mi moto.

Se giró para ver por sí misma.

—¡Joder! ¿Qué vamos a hacer?

—Cálmate, muñeca. Cuando sea seguro, iremos a buscar mi moto y veremos


si todavía se puede conducir. Si lo está, iremos al pueblo más cercano y
conseguiremos una habitación para pasar la noche. Revisaré la moto y, con
suerte, nos pondremos en camino por la mañana. Si no se puede conducir,
llamaremos a una grúa. De todos modos, conseguiremos una habitación para
pasar la noche y veré la posibilidad de alquilar una jaula y un remolque para
llevarla de vuelta a casa—expliqué.

Nos quedamos unos diez minutos más antes de aventurarnos a salir de la


alcantarilla para inspeccionar los daños. Encontramos el amasijo de metal que
solía ser mi moto a unos 100 metros de la alcantarilla.

—No creo que se pueda conducir—observó Annabelle. Si esa fuera mi


verdadera moto, mi bebé, me habría vuelto loco en ese momento, pero por suerte
no lo era. Tenía unas cuantas motos en la sede del club para que me las prestaran
cuando las necesitaba. Opté por agarrar una que me proporcionara un viaje más
cómodo a través del país, especialmente si la encontraba y la convencía para que
volviera conmigo.

Suspiré.

—Vamos a ver si conseguimos que una grúa venga a buscarnos.

Tras descubrir que ninguno de nuestros móviles tenía servicio, tomamos lo


que pudimos de la moto y empezamos a caminar. No tenía ni idea de lo lejos que
tendríamos que caminar antes de encontrar gente o cobertura para el móvil.

Hacía un calor infernal, no teníamos comida y muy poca agua. Yo estaba bien
para caminar un rato, pero me preocupaba que Annabelle no fuera capaz de
mantener el ritmo y seguir adelante. Como si fuera una señal, Annabelle dijo:

—Phoenix, necesito parar un minuto.

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Me di la vuelta, dispuesto a decirle que no podía empezar a quejarse tan


pronto en nuestra caminata, para encontrarla agachada, rebuscando en su
mochila.

—¡Ajá!—exclamó, sacando algo de la bolsa. Enseguida se quitó los vaqueros


y se puso unos diminutos pantalones cortos. Después se despojó de la mitad
superior hasta llegar a una camiseta de tirantes, lo metió todo en la bolsa y sonrió
con alegría—. Mucho mejor. Continúa. —Ella se veía muy sexy luciendo sus
botas de montar con ese atuendo. Sí, se lo volvería a poner para mí cuando
tuviera tiempo de mostrarle mi agradecimiento.

Continuamos durante varios kilómetros, comprobando de vez en cuando si


nuestros teléfonos tenían servicio. Finalmente, después de casi tres horas de
caminata, vimos una casa en la distancia. Con suerte, los ocupantes tendrían
algún medio de comunicación.

Cuando nos acercamos a la casa, vimos que sólo la mitad delantera estaba
intacta. La parte trasera estaba completamente destruida, al igual que un granero
y otra estructura que ya no era identificable. Le dije a Annabelle que se quedara
atrás mientras me acercaba. La casa podría derrumbarse en cualquier momento
y no quería que se acercara a ella.

—¡Hola!—llamé—. ¿Hay alguien ahí?

Silencio.

—¡Hola!—volví a llamar.

—¡Phoenix, mira!—gritó Annabelle, señalando algo—. Creo que eso es una


puerta de un refugio contra tormentas.

Me acerqué a donde ella señalaba y, efectivamente, había una puerta en el


suelo. Supuse que conducía a un refugio contra tormentas, pero después de
descubrir las numerosas habitaciones y túneles ocultos en la propiedad de la
granja, podría ser una puerta a cualquier cosa.

Annabelle se acercó al picaporte y yo la agarré inmediatamente de la muñeca.

—¡No lo hagas!—ladré con severidad—. Si hay alguien ahí dentro, es


probable que no espere compañía. Podrías abrir la puerta y encontrarte cara a
cara con la punta de una escopeta.

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Ella resopló, pero dio un paso atrás. Di tres golpes fuertes a la puerta y grité:

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

—¿Quién es?—respondió momentos después una voz muy joven.

—Me llamo Phoenix y estoy aquí con Annabelle. Nos hemos quedado tirados
debido a la tormenta y estamos buscando algún lugar donde podamos pedir
ayuda. Este es el primer lugar que encontramos.

Pasaron varios instantes antes de que la niña volviera a hablar.

—Um... se supone que no debemos abrir la puerta a menos que sea mamá,
papá o Judy.

Annabelle se llevó la mano a la boca y dio un paso adelante.

—¿Estás ahí sola, cariño?

—No, señora. Mi hermano también está aquí dentro. Judy nos metió aquí y
volvió a la casa. Puedes llamar a la puerta y pedir usar el teléfono. Y pregúntale
si podemos salir ahora. Por favor.

—¿Quién es Judy?—preguntó Annabelle.

—Nuestra niñera. Papá está en el trabajo y mamá tenía citas hoy.

Me pellizqué el puente de la nariz y suspiré. Las cosas no parecían


prometedoras en lo que respecta a Judy. Probablemente estaba en algún lugar de
la casa, que estaba a punto de derrumbarse.

—Tenemos que ir a buscarla, Phoenix. Podría estar herida—susurró


Annabelle.

—Podría estarlo, pero también podría estar muerta. Esa casa no es estable y
ninguno de nosotros va a entrar allí. —Abrió la boca para discutir, pero levanté
la mano para detenerla. Volviendo mi atención a la puerta, pregunté—. ¿Tienes
un teléfono o algo ahí para llamar a emergencias?

—Sí, señor. Hay una cosa de radio talkie que mi padre usó una vez durante
una tormenta. Pero no sé cómo funciona.

—¿Tu hermano sabe usarlo?

La niña soltó una risita.

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—No, sólo es un bebé.

Mis ojos se abrieron de par en par. Giré la cabeza para ver que los ojos de
Annabelle reflejaban los míos.

—No podéis quedaros ahí solos—susurró Annabelle. Yo lo sabía, pero la niña


tenía razón al no abrir la puerta a los extraños.

Annabelle se aclaró la garganta y se dirigió a la puerta en voz baja:

—Cariño, sé que tus padres te han dicho que no abras la puerta a los extraños
y tienen razón en eso, pero esta es una situación muy especial. ¿Te dijeron alguna
vez tus papás qué hacer si había una emergencia y ellos no estaban contigo?

La niña respondió inmediatamente:

—Sí, señora. Mamá me dijo que si alguna vez me perdía o necesitaba ayuda
y ella no estaba, buscara a una señora que se pareciera a una mamá y le pidiera
que me ayudara.

Annabelle sonrió.

—Tu mami es muy inteligente. Eso es exactamente lo que le dije a mi hijo que
hiciera. Así que, ya que soy una mami y necesitas ayuda, ¿quieres abrir la puerta
para que pueda ayudarte?

La niña se quedó en silencio, aparentemente pensando en la oferta de


Annabelle. Sorprendiéndonos a las dos, la niña volvió a decir:

—¿Cómo sé que eres una mamá?

Annabelle volvió a reírse.

—Bueno, supongo que no lo sabes, pero déjame ver si puedo demostrarlo. —


Respiró profundamente y cuadró los hombros—. Primero, tengo tres hijos. Se
llaman Ember, Coal y Nathan. Ember y Coal son gemelos. Ahora, voy a contarte
algunas cosas que sólo hacen las mamás. Cuando nuestro hijo está en problemas,
lo llamamos por su nombre completo. Contamos hasta tres, a veces hasta cinco,
cuando nuestro hijo está a punto de meterse en problemas. No dejamos que
arruine su cena con galletas y dulces. Le obligamos a limpiar su habitación
cuando no quiere hacerlo. Lo hacemos sentir mejor cuando está enfermo y lo
queremos más que a nada en el mundo. ¿Te parece bien?

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La puerta del refugio contra tormentas empezó a abrirse lentamente mientras


la niña se esforzaba por empujarla. Rápidamente agarré la manilla y la abrí hasta
el final. La niña asomó la cabeza y dijo:

—Si sabes todo eso, debes de ser realmente una mami. —Era una niña
preciosa, de unos cinco o seis años, con el pelo rubio y salvaje y grandes ojos
marrones.

Annabelle sonrió.

—Lo soy, cariño. Ahora, ¿puedes mostrarme dónde está esa cosa de radio
talkie? Apuesto a que Phoenix sabe cómo funciona.

Los ojos de la chica se dirigieron a mí, llenos de inquietud. Yo era un hombre


grande y no había forma de ocultarlo. Los hombres adultos encontraban mi
tamaño intimidante; probablemente era poco menos que un monstruo para una
niña asustada. Me puse en cuclillas con la esperanza de parecerle menos
intimidante.

—¿Por qué no vas a buscar a tu hermanito y lo traes aquí con Annabelle?


Entonces, bajaré a ver lo de la radio. Así no habrás roto ninguna de las reglas de
tus padres.

Ella lo pensó durante un minuto y luego asintió con la cabeza con decisión.

—Vuelvo enseguida. —Volvió con los brazos rodeando con fuerza la cintura
de un bebé que se retorcía. Parecía que lo estaba estrujando y él no estaba nada
contento.

Annabelle extendió la mano para ayudarla con el bebé.

—¿Tiene una bolsa de pañales ahí abajo o algo así?

—Sí, señora. Iré a buscarla—dijo mientras me miraba.

—Me quedaré aquí—prometí.

Volvió, luchando por subir la gran bolsa por las escaleras. Le tendí la mano
lentamente.

—Puedo llevar la bolsa por ti, querida.

Ella exhaló aliviada.

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—Gracias, señor.

Una vez que Annabelle tuvo a los niños acomodados en una manta, entré en
el refugio contra tormentas en busca de lo que supuse era una radio CB. La
encontré en un estante de la pared del fondo. Hacía mucho tiempo que no
utilizaba una radio CB, pero supuse que no podía ser demasiado difícil de usar.
Encendí la radio y empecé a buscar en los canales. No tardé en encontrar uno
lleno de voces que informaban de los daños del tornado. Escuché durante unos
minutos antes de hablar. Les conté mi situación y la de Annabelle, así como la
situación que descubrimos en la granja. La respuesta que recibí no fue en
absoluto la que esperaba.

Salí del refugio para tormentas y encontré a Annabelle tratando de calmar a


la niña que sollozaba.

—¿Qué ha pasado?—pregunté en voz baja.

Annabelle hizo una mueca.

—Ha visto la casa. —Miré hacia arriba y tuve una visión muy clara de la
mitad destruida de la casa. No sabía qué hacer. Yo era un extraño para la niña y
ella había parecido algo asustada de mí antes. Quería consolarla, pero no estaba
seguro de si debía hacerlo. Annabelle interrumpió mi batalla interna con su
pregunta—. ¿Tuviste suerte con la radio?

—Si te refieres a si conseguí que funcionara. Sí, la tuve. ¿Está la ayuda en


camino? A la larga.

—¿A la larga? ¿Qué significa eso exactamente?

Suspiré.

—Significa que la tormenta causó muchos daños en los alrededores. Los


equipos de emergencia están encargándose de todo, pero podrían tardar hasta
setenta y dos horas en llegar a nosotros. Como no hay nadie aquí con heridas, no
somos una prioridad.

—¿Y los niños?—preguntó.

—Se lo expliqué y me dijeron que debíamos quedarnos con los niños hasta
que llegaran sus padres o la ayuda.

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Phoenix Blackwings MC 03

Ella me miró con incredulidad en los ojos.

—Tienes que estar bromeando.

—Lo siento, muñeca—dije y me encogí de hombros—. Parece que nos


quedaremos aquí por un tiempo.

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Phoenix Blackwings MC 03

Capítulo 25
Annabelle

Intenté sacar lo mejor de una mala situación. ¿Qué otra cosa podía hacer? Ni
Phoenix ni yo habríamos abandonado a esos niños a su suerte. Sólo esperaba que
sus padres también lo vieran así. No estaba segura de cómo habría reaccionado
al encontrar a unos desconocidos acurrucados con Nathan cuando era más
pequeño.

A lo largo de la tarde, supe que la niña se llamaba Charlie y tenía cinco años
y medio. Su hermano pequeño se llamaba Austin y tenía seis meses.

Charlie lloró un buen rato cuando vio el estado de su casa, pero finalmente
se calmó cuando le aseguré que no los dejaríamos solos a ella y a Austin. Le costó
un poco, pero al final también se acostumbró a Phoenix.

Pasamos la tarde y hasta bien entrada la noche jugando afuera. Phoenix


incluso sacó algo de comida del refugio para tormentas e hizo un picnic para
nosotros. Me ocupé del bebé, que estaba sorprendentemente tranquilo y
contento, sobre todo teniendo en cuenta que lo cuidaban unos desconocidos.

Cuando el sol empezó a ponerse, entramos en el refugio contra tormentas


para pasar la noche. Era mucho más grande de lo que esperaba, del tamaño de
un contenedor de transporte. Tenía todo lo necesario para mantenernos cómodos
durante mucho más de tres días. Incluso había un pequeño baño.

—Annabelle—preguntó Charlie mientras tiraba de mi camiseta—¿me


arroparás después de lavarme los dientes?

Le sonreí.

—Por supuesto que sí. ¿Necesitas ayuda para lavarte los dientes?

Negó con la cabeza.

—No, señora, soy una niña grande.

Una vez que Charlie estuvo arropada y Austin acostado para pasar la noche,
eso esperaba, tomé asiento en el pequeño sofá junto a Phoenix.

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Phoenix Blackwings MC 03

—Estás muy callado.

—Sólo me pregunto cómo va a terminar esto. ¿No crees que sus padres ya
deberían haber llegado?—preguntó.

Sí, eso pensaba, si es que eran capaces.

—Puede que estén heridos o que las carreteras estén bloqueadas o que se
hayan quedado tirados como nosotros—sugerí.

Me miró de forma mordaz.

—¿Los dos? Es probable que no. Además, ¿no lucharías con uñas y dientes
para volver con tus hijos?

Asentí lentamente con la cabeza.

—Sí, lo haría, pero no sabemos qué pasó y no tenemos forma de saberlo. No


olvides que probablemente suponen que los niños están con su niñera. No sirve
de nada ponerse a especular.

Me puse de pie y extendí la mano.

—Vamos, intentemos dormir un poco.

***

Algo me sacó de mi sueño. Cuando me incorporé y me froté el sueño de los


ojos, Phoenix ya estaba en pie dirigiéndose hacia la puerta. Oí el ruido de la
puerta y una voz masculina frenética que gritaba:

—¡Charlie! ¡Es papá! Abre la puerta, cariño.

Suspiré aliviada. Al menos uno de los padres estaba vivo y sano. Había
tardado mucho en dormirme porque no podía dejar de preocuparme por los
padres de los niños.

Phoenix abrió lentamente la puerta. El hombre del otro lado pasó de estar
frenético a furioso en un nanosegundo.

—¿Quién mierda eres y dónde están mis hijos?

Phoenix levantó las manos y retrocedió unos pasos.

—Cálmate, hombre. Tus hijos están ahí y están bien.

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El hombre bajó las escaleras y pasó por delante de Phoenix y de mí. Estaba
visiblemente aliviado al ver a sus hijos dormidos, pero no menos furioso. Se dio
la vuelta.

—Otra vez, ¿quién mierda eres tú?

Phoenix permanecía tranquilo, o parecía estarlo por fuera. Sin embargo, lo


conocía, y a juzgar por su postura y el tic en su mandíbula, estaba listo para un
ataque.

—Me llamo Phoenix Black y ella es Annabelle Burnett—me señaló—. Nos


quedamos varados después de la tormenta y tu casa fue el primer hogar que
encontramos. Estábamos buscando una forma de pedir ayuda cuando
encontramos a los niños en el refugio contra la tormenta.

El hombre echaba humo.

—¿Así que te has invitado a ti mismo aquí, CON MIS HIJOS?

La suave voz de Charlie llenó la habitación:

—¿Papá? ¿Por qué le gritas a mis amigos?

—No son tus amigos, Charlie.

Charlie se acercó a su padre.

—Sí, lo son, papá. Nos ayudaron a Austin y a mí. Si no estuvieran aquí,


habríamos estado solos. No los dejé entrar de inmediato. Primero hablé con ellos
a través de la puerta. La señora Annabelle es una mami y mamá siempre me dijo
que acudiera a otra mami si necesitaba ayuda. Así que eso es lo que hice. —Se
cruzó de brazos y le dirigió una mirada desafiándolo a decir que sus acciones
eran incorrectas. Antes de que él pudiera hablar, ella continuó—. El señor
Phoenix incluso se quedó fuera y esperó a que sacara a Austin. Luego, fue a
buscar el radio talkie. Al principio me asusté de él, pero fue una tontería. Es un
hombre muy agradable, papá. Ha intentado pedir ayuda un montón de veces,
pero le siguen diciendo que llegarán cuando puedan, ya que nadie está herido.

El hombre parpadeó varias veces antes de agarrar a su hija en brazos. Se giró


para mirarnos.

—¿Eso es cierto?

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Phoenix Blackwings MC 03

Phoenix asintió.

—Sí. Intenté varias veces que alguien viniera aquí o tratara de ponerse en
contacto con alguno de sus padres. No tuve suerte con eso. Los socorristas nos
dijeron que nos quedáramos con los niños hasta que llegara la ayuda. Para
empezar, no los habríamos dejado solos, pero tal vez quiera hablar con los
funcionarios correspondientes sobre aconsejar a extraños al azar que cuiden de
los hijos de otra persona.

El hombre suspiró.

—Gracias por cuidar de ellos. Me disculpo por mi reacción inicial.

—No son necesarias las disculpas. Tenías todo el derecho a reaccionar así al
encontrar a unos extraños acurrucados con tus hijos. Tienes una niña muy
inteligente—dijo Phoenix y sonrió a Charlie.

El hombre sonrió.

—Lo sé. Oh, discúlpame, ha sido un largo día. —Le tendió la mano a
Phoenix—. Soy Curtis Smith.

Después de estrechar la mano de Phoenix, Curtis se volvió hacia mí e hizo lo


mismo.

—Diría que es un placer conocerte, pero dadas las circunstancias...

—Lo entiendo perfectamente—dije—. Si me permites, ¿está bien tu esposa?


Charlie dijo que estaba haciendo recados cuando el tornado golpeó.

Bajó a Charlie y le indicó que volviera a la cama.

—Está en el hospital. El edificio en el que estaba se derrumbó y quedó


atrapada entre los escombros. Pero se pondrá bien. Aparte de una leve
conmoción cerebral, sólo tiene golpes y magulladuras, pero está embarazada de
tres meses, así que querían tenerla toda la noche para controlar al bebé.

Me revolví las manos antes de preguntar:

—Charlie mencionó que la niñera, Judy, volvió a la casa después de llevarlos


al refugio. ¿Se sabe algo de ella?

Curtis hizo una mueca.

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—La encontraron a unos 400 metros de aquí. Está viva, pero inconsciente y
en estado crítico. En cuanto me enteré de que la habían traído sin rastro de los
niños, vine lo más rápido que pude.

—Lamento escuchar eso—dije en voz baja.

Tras una breve pausa, Curtis juntó sus manos con fuerza.

—Bueno, ¿hay algo que pueda hacer para ayudaros? Dijiste que te habías
quedado tirado después de la tormenta.

Phoenix lo puso al corriente de nuestra experiencia con el tornado.

—Sólo necesito encontrar un lugar para alquilar algo con lo que pueda
arrastrar mi moto de vuelta a casa.

—No vas a tener suerte por aquí, pero puedo llevarte a unos cuantos pueblos
para conseguir algo.

—Gracias, tío. Te lo agradecería mucho—respondió Phoenix.

—Podemos salir ahora si a Annabelle no le importa quedarse con los niños.

—Me encantaría—les dije. No estaba segura de la hora, pero supuse que los
niños dormirían un rato más.

Cuatro horas más tarde, Phoenix y Curtis regresaron, Phoenix conduciendo


una camioneta con caja alquilada. Curtis le ayudó a cargar la moto y nos
despedimos. Charlie estaba bastante disgustada por nuestra partida, pero le
prometí que la llamaría en uno o dos días para ver cómo estaba ella y su familia.
Nos ofrecimos a quedarnos y ayudar a Curtis, pero dijo que no habría nada que
hacer durante varios días. Con un último abrazo de despedida, Phoenix y yo
subimos a la camioneta y continuamos nuestro viaje de regreso a Croftridge.

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Capítulo 26
Phoenix

—¿Estás bien?—pregunté. Annabelle había estado callada desde que


dejamos a Curtis, Charlie y Austin.

—Sí, estoy bien—respondió rápidamente. Demasiado rápido, pensé.

—No me mientas, muñeca. Detendré esta camioneta si es necesario—le


advertí.

Ella puso los ojos en blanco.

—Estaba pensando en nuestros hijos—hizo una pausa—y en lo mucho que


me he perdido de sus vidas—ella terminó con un sollozo.

Saqué la camioneta de la autopista y la abracé. Frotando su espalda, la


tranquilicé.

—Sé que es duro, pero no puedes pensar en esa parte. Sé cómo te sientes,
muñeca, de verdad, pero tienes que olvidar esa parte. No podemos cambiar el
pasado, por mucho que lo deseemos.

Apretó los puños y los golpeó contra mi pecho.

—¡Lo odio! ¡Lo odio! Ojalá no estuviera muerto para poder matarlo yo
misma. Él me quitó tanto. De nosotros.

La abracé y la mecí de un lado a otro.

—No puede quitarnos nada más. Eso te lo puedo prometer.

Se apartó de mí y se secó los ojos.

—Lo siento. Esta última semana ha hecho estragos en mis emociones.

—Está bien, muñeca. Nunca me ocultes tus sentimientos. —Me incliné hacia
delante y besé sus labios. Tenía la intención de darle un beso casto, un abrazo
rápido y volver a la carretera. En cambio, Annabelle me acercó más, metió su
lengua en mi boca y se subió a mi regazo. Lo siguiente que recuerdo es que tenía
su mitad inferior desnuda y mis vaqueros abiertos.

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Phoenix Blackwings MC 03

—Te necesito, Phoenix—dijo. Entonces sujetó mi polla con una mano, se


levantó y se deslizó hacia abajo, sin dejar de mirarme a los ojos. Se montó sobre
mí en aquella camioneta en el costado de la carretera, utilizando mi cuerpo para
descargar sus frustraciones. Gimiendo y gruñendo, con sus caderas subiendo y
bajando, no paró hasta que ambos nos corrimos al mismo tiempo.

Me incliné hacia delante y presioné mi frente contra la suya.

—¿Te sientes mejor?

Ella se lamió los labios y susurró:

—Sí.

Sonreí.

—Bien. Si vuelves a sentirte mal, avísame, ¿vale? —Le guiñé un ojo.

***

Decidí parar en St. Louis para pasar la noche. Probablemente podría haber
vuelto a Croftridge sin parar, pero tener a Annabelle para mí sola una noche más
sonaba demasiado bien como para dejarlo pasar.

Una vez más, elegí uno de los hoteles más bonitos, aunque esta vez no había
podido planificar ninguna sorpresa con antelación. Una vez instalados en nuestra
habitación, Annabelle sugirió que pidiéramos el servicio de habitaciones en lugar
de salir a cenar. Me pareció un gran plan. Por mucho que no quisiera admitirlo,
estaba jodidamente agotado.

Después de la cena, Annabelle me informó de que iba a darse un baño.


Supuse que podría aprovechar el tiempo para llamar y ver cómo estaban Ember
y Coal, así como para ponerme en contacto con Badger. Estaba a punto de pulsar
el nombre de Ember cuando oí:

—¿Phoenix? ¿Puedes venir un momento?

Entré en el cuarto de baño y me encontré con una gran bañera en una esquina
del cuarto de baño con una sonriente Annabelle sumergida hasta el cuello en
burbujas. Cuando sus ojos se posaron en los míos, se puso de pie y dejó que las
burbujas se deslizaran por su glorioso cuerpo.

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Phoenix Blackwings MC 03

—¿Te apetece acompañarme, motero?—preguntó mientras me hacia señas


con el dedo.

Sonreí.

—Joder, sí—gruñí. Me despojé rápidamente de mi ropa y me acerqué a mi


diosa. Cuando llegué a la bañera, me metí, empujé su cuerpo enjabonado contra
el mío y devoré su boca.

Gimiendo contra sus labios, bajé las manos para acariciar sus deliciosas tetas.
Froté ligeramente mis pulgares sobre sus pezones mientras ella gemía y se
retorcía entre mis brazos.

Rompió el beso y, antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba


haciendo, ella se puso de rodillas y chupó la cabeza de mi polla en su boquita
caliente.

—Annabelle—siseé, apretando ambos puños en su pelo.

Ella rodeó con su puño la base de mi polla y continuó deslizando su boca


hacia arriba y abajo por mi pene a un ritmo lento.

—Joder, Annabelle, vas a tener que parar. Tu boca se siente demasiado bien.

Ella no se detuvo. Siguió y aumentó el ritmo. Cuando oí y sentí su gemido,


mis ojos se abrieron de golpe y miré hacia abajo para ver mi fantasía de unos días
antes hecha realidad ante mis ojos. Annabelle estaba de rodillas en la bañera,
ensañándose con mi polla mientras una de sus manos se movía constantemente
entre sus piernas. Y las malditas burbujas me tapaban la vista.

—Maldición no te atrevas a correrte—le gruñí. Ella parpadeó y sonrió, sin


interrumpir el ritmo.

—Joder, nena, me voy a correr—gemí e intenté apartar su cabeza de mí. Ella


se había tragado mi semilla muchas veces cuando éramos adolescentes, pero no
sabía cómo se sentía siendo adulta. Apretó sus labios a mi alrededor, chupó más
fuerte y eso fue todo. Estallé, disparando un chorro tras otro en su garganta.

Me lamió y me miró, sonriendo como el gato Cheshire. Con una velocidad


para la que no estaba preparada, la levanté, puse su culo en el borde de la bañera
y me arrodillé.

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—Mi turno—gruñí y metí mi cara entre sus piernas.

Con ella inmovilizada en la esquina, tuvo que poner las piernas sobre mis
hombros y usar una mano para apoyarse en la pared. La otra mano tenía un
puñado de mi pelo. La lamí, la mordí y la chupé mientras se retorcía contra mí.
Cuando empezó a suplicar, le metí dos dedos y los doblé hacia delante mientras
los metía y sacaba con fuerza hasta que se corrió en mi cara con mi nombre en los
labios.

Para cuando encontró su orgasmo, yo estaba duro como el puto acero de


nuevo. Me senté de nuevo en la bañera y la atraje hacia mi regazo, levantándola
lo suficiente como para colocarme en su entrada. Ambos gemimos cuando se
deslizó por mi polla, centímetro a centímetro.

—Phoenix—exhaló ella.

Le agarré el culo con ambas manos y gruñí:

—Jodidamente rebota, nena.

Y ella rebotó. El agua chapoteaba por todas partes y probablemente le estaba


dejando moratones en forma de dedos en las nalgas, pero me importaba una
mierda. Mi polla estaba recibiendo el paseo de su vida mientras mi cara estaba
enterrada entre el mejor par de tetas que jamás había visto.

—Oh, mierda. Joder, Phoenix. Me voy a correr otra vez.

—Déjame tenerlo, nena. Córrete encima de mí.

Ella rebotó dos veces más antes de que sintiera las paredes de su coño
contrayéndose con su orgasmo. Agarrando sus caderas, la moví hacia arriba y
hacia abajo media docena de veces más antes de seguirla por el precipicio.

Me besó suavemente y se acercó a mi cuello.

—¿Estás bien, muñeca?

—Mmm-jáá—respondió, sonando somnolienta y contenta.

—Vamos, cariño, vamos a limpiarnos y a dormir un poco. Mañana estaremos


en casa.

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Capítulo 27
Annabelle

Tenía los nervios a flor de piel. Cuanto más nos acercábamos a Croftridge,
más rápido me latía el corazón. Podía sentir las frías gotas de sudor que se
formaban en mi frente y en mi columna vertebral. Cuando llegamos a Croftridge,
era un desastre sudoroso e hiperventilado al que le faltaban unos pocos instantes
para sufrir un ataque de pánico.

—Cálmate, Annabelle. Todo va a salir bien, te lo prometo—me dijo Phoenix,


sobresaltándome y haciéndome saltar unos quince centímetros del asiento.

Era fácil para él decirlo. Ya se había encontrado con nuestros hijos perdidos
y lo había hecho sin una semana de anticipación. Masticando el último trozo de
la única uña que me quedaba, pregunté:

—¿Adónde vamos?

—Primero te llevaré a mi casa. Es la casa del abuelo y la abuela. Pensé que


querrías refrescarte y después resolveremos las cosas desde allí. Puedo hacer que
los chicos vengan a mi casa, podemos ir a casa de Ember, o podemos reunirnos
todos en la casa club, lo que prefieras.

No quería reunirme con ellos en la sede del club porque sabía que tendríamos
mucho público allí y, desde luego, no quería eso. Creí recordar que Phoenix había
dicho que Ember vivía en la propiedad de la granja y no tenía ningún interés en
volver a ese infierno, al menos no todavía. Eso sólo nos dejaba una opción.

—Supongo que lo mejor sería que vinieran a tu casa.

Él se acercó y me dio un suave apretón en la pierna.

—De acuerdo, muñeca, si eso es lo que quieres, eso es lo que haremos.

Se detuvo en la entrada de la vieja casa de estilo plantación que recordaba


muy bien. Tenía el mismo aspecto que la última vez que la vi. La casa era enorme
y gritaba dinero, pero también era cálida y acogedora.

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Phoenix Blackwings MC 03

Phoenix se acercó y abrió la puerta, extendiendo su mano para ayudarme a


salir de la camioneta. Me acarició las mejillas, me besó la punta de la nariz, y
entonces me tomó de la mano mientras me guiaba hacia la puerta principal.

Antes de que girara el pomo, la puerta principal se abrió de golpe y allí


estaban dos personas con caras que no había visto en trece años pero que reconocí
al instante, Ember y Coal. Nadie se movió. Nadie dijo una palabra, durante
mucho tiempo. Todos nos miramos fijamente.

Finalmente, Phoenix rompió el silencio. Se aclaró la garganta y dijo:

—Ember, Coal, esta es vuestra madre, Annabelle.

Mis ojos pasaron de Phoenix a mis hijos mayores. No tuve tiempo de


procesar nada más antes de que ambos se abalanzaran sobre mi cuerpo,
rodeando con sus brazos mis hombros y mi cintura.

—Mamá—gritaron los dos al mismo tiempo.

Fue entonces cuando la presa estalló. Me hundí en el suelo con los dos,
sollozando y jadeando.

—Lo siento mucho—dije entre gritos desgarrados—. ¡Lo siento mucho! No


lo sabía. Nunca habría...

—Está bien, mamá—dijo Ember.

Coal asintió.

—Sabemos lo que pasó. No es culpa de nadie más que de Octavius.

Busqué en el rostro de ambos.

—¿De verdad creéis eso?

—Sí—y—Por supuesto que sí—respondieron al unísono.

—¿Qué tal si entramos?—nos sugirió Phoenix.

Los chicos se pusieron en pie y Phoenix me ayudó a ponerme de pie. Todos


entramos en la casa para continuar nuestro reencuentro. Tomé asiento en el sofá
y Phoenix se acomodó a mi lado. Me pasó el brazo por el hombro y me dio un
apretón.

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—Así que, chicos, ¿queréis contarme por qué estabais en mi casa cuando
regresé?

Coal y Ember se rieron, pero fue Ember la que respondió:

—Porque no somos estúpidos, papá. No llevo mucho tiempo por aquí, pero
en el tiempo que llevo en el club, nadie se ha ido nunca solo, especialmente
durante el tiempo que dijiste que estarías fuera. Además, tu hijo forma parte del
club, y esos moteros son más chismosos que la mayoría de las mujeres.

—Ya veo. ¿Sabe Dash que estás aquí?

—No—dijo ella, abriendo la puerta—pero le enviaré un mensaje de texto


ahora para que sepa dónde estoy.

Me senté en silencio a observar sus interacciones. Los tres parecían muy


cómodos entre ellos, lo que debería haberme reconfortado, pero tuvo el efecto
contrario. Me sentí como una extraña, una desconocida. De repente, sentí que me
asfixiaba en esa habitación y necesitaba desesperadamente un momento para
serenarme. En silencio, me excusé para ir al baño.

Una vez tras la seguridad de la puerta cerrada, dejé salir por fin el aliento que
había quedado atrapado en mi pecho. Sabía que no tenía mucho tiempo para
recomponerme antes de tener que volver a salir y enfrentare a ellos, hablar con
ellos, pero no conseguía controlarme. Como si fuera una señal, llamaron a la
puerta.

Me preparé y abrí la puerta, esperando que Phoenix entrara conmigo en el


baño. En lugar de eso, me encontré con el suave rostro de Ember. Me sonrió y me
dijo:

—Tengo menos de dos minutos antes de que papá entre, así que iré al grano.
Coal y yo nos alegramos de que estés aquí. Queremos conocerte y que formes
parte de nuestras vidas. Esto tiene que ser increíblemente abrumador, así que
Coal y yo vamos a irnos pronto. He pensado que tal vez mañana tú y yo
podríamos pasar algo de tiempo juntas por la mañana y después tú y Coal
podrían pasar algo de tiempo juntos mañana por la tarde. Así no sentirás que
estás bajo el microscopio mientras tratas de serenarte.

La abracé.

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—Eres una joven muy inteligente.

Se echó hacia atrás y me miró a los ojos.

—Sé lo que se siente. Tuve a todo el club observando cuando papá y yo


estábamos tratando de desarrollar una relación y luego otra vez con Coal. Fue
estresante, por decir lo menos.

La abracé de nuevo y besé la parte superior de su cabeza.

—Gracias por eso. Tengo muchas ganas de conoceros a ti y a Coal y de formar


parte de vuestras vidas. Creo que me asusta creer que esto está sucediendo
realmente. Fue duro cuando perdí a Phoenix, pero casi me mató cuando te perdí
a ti. Si hubiera sabido lo de Coal entonces, probablemente me habría matado. No
puedo pasar por una pérdida como esa otra vez.

—Es real, lo prometo. —Me apretó más fuerte y suspiró—. Estoy tan contenta
de que te haya encontrado.

—Yo también, pequeña. Yo también.

Cuando Ember y yo volvimos del cuarto de baño, nos encontramos con


Phoenix en el pasillo. Ella tenía razón. Iba a irrumpir para resolver los problemas.
Los cuatro nos sentamos y hablamos despreocupadamente durante otros treinta
minutos más o menos antes de que los chicos se fueran. Hice planes para pasar
la mañana siguiente con Ember y la tarde con Coal. Por desgracia, hacerlo
significaba que tenía que volver a la granja y eso era algo que no quería hacer de
todo corazón.

Estuve bastante tranquila durante el resto de la tarde. Afortunadamente,


Phoenix no me presionó para que hablara. De todas las cosas que tenía que
procesar de la última semana de mi vida, la única cosa que pasaba por mi mente
era volver a la granja. Hace años, me prometí que si alguna vez me alejaba de ese
espantoso lugar no volvería jamás. En aquel momento, no tenía ni idea de que
un día tendría hijos adultos viviendo felizmente en la propiedad.

—¿Estás bien, muñeca? —El profundo estruendo de Phoenix me hizo


sobresaltar.

—Sí, sólo cansada. Creo que voy a tomar una ducha e irme a la cama—
respondí, esperando que creyera mi mentira. No lo hizo.

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—Sé que me estás mintiendo, muñeca. Lo que no sé es por qué...—se


interrumpió esperando que respondiera.

Resoplé.

—Mi mundo se ha trastocado por completo esta última semana. Hoy he


conocido a mis hijos, como mis hijos, por primera vez. Por no hablar de que
acabamos de cruzar medio país en moto, hemos sobrevivido a un tornado y
hemos recorrido el resto del camino en una camioneta. Creo que tengo derecho
a estar cansada.

Se acercó a mí.

—Sí, tienes derecho a estar cansada, pero nada de lo que acabas de decir tiene
que ver con lo que te preocupa. ¿Vas a decírmelo o tengo que obligarte?

—Vete a la mierda, Phoenix. No te atrevas a hablarme como si fuera una


niña—le grité.

Colocó sus manos en mis caderas y me mantuvo en el lugar.

—Entonces deja de actuar como tal y empieza a hablar.

Giré la cabeza hacia un lado y murmuré:

—No quiero ir a la granja.

Me envolvió con sus brazos.

—Oh, cariño, no me había dado cuenta de que tenías miedo de volver allí.

—No tengo miedo. Sólo que no quiero.

Se rio ligeramente.

—Tienes miedo y eso está bien. Escucha, Ember y Coal viven allí. ¿Crees que
dejaría que mis hijos vivieran en un lugar que no fuera seguro? —No esperó a
que contestara—. Algunos de los miembros del club trabajan para Ember y
algunos incluso viven allí. Kathleen y Jeff todavía viven allí. Además, muchas
cosas han cambiado. Algunas partes ni siquiera parecen las mismas.

Sabía que él intentaba ayudar, pero no había nada o casi nada que pudiera
decir que me hiciera sentir mejor sobre todo el asunto. O al menos eso pensé.

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—¿Qué tal si voy contigo? No para vigilarte a ti y a los muchachos, sino para
que sepas que estoy allí. Iremos en mi camioneta y puedes quedarte con las llaves
para irte cuando quieras—me ofreció.

Asentí en su pecho.

—Me parece bien.

Dio un paso atrás y me miró a los ojos.

—Muy bien, ahora que eso está resuelto, tienes que revisar tu teléfono antes
de meterte en la ducha. Ha estado sonando mucho. Está abajo, en tu bolso.
¿Quieres que te lo traiga?

Cuando volvió con mi bolsa, tomé el teléfono para ver las llamadas perdidas,
pero empezó a sonar en mi mano.

—Hola—contesté, encogiéndome interiormente al darme cuenta de quién


había llamado.

—¡Joder, chica, casi me has dado un ataque al corazón! Hace días que no sé
nada de ti. Token y yo nos estábamos preparando para ir a buscarte—ladró Wave
al teléfono.

—¡Lo siento mucho! Estoy bien, de verdad. El viaje no fue como esperaba,
pero llegamos a Croftridge hace unas horas—me apresuré a decir.

—Ya veo. Bueno, empieza a hablar, media pinta. Cuéntamelo todo.

Estuve al teléfono con Wave durante más de una hora. Era como el padre que
nunca tuve pero que siempre deseé. No tenía edad para ser mi padre, pero ese
era el papel que desempeñaba en mi vida. Cuando terminamos, estaba agotada.
Envié un mensaje rápido a Nathan y decidí saltarme la ducha. Minutos más
tarde, estaba profundamente dormida.

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Capítulo 28
Annabelle

Phoenix me tomó de la mano con firmeza mientras nos acercábamos a las


puertas de la granja. Él tenía razón, el lugar parecía diferente, pero eso no impidió
que mi mente me dijera que corriera tan lejos y tan rápido como pudiera de las
puertas del infierno.

—¿Qué pasa con los guardias en la puerta?—pregunté.

Hizo una mueca y se removió en el asiento.

—Tuvimos una situación hace un mes más o menos y el club decidió que
tener hombres en la puerta era la mejor manera de asegurar la propiedad.

Me puse rígida.

—¿Qué tipo de situación?

Suspiró, claramente sin querer decírmelo.

—El hijo de mi hermano del club fue secuestrado por la hermana de su


esposa separada. Kathleen lo estaba vigilando cuando se lo llevaron. Nunca
descubrimos cómo entró en la propiedad, así que puse medidas para asegurarme
de que nadie más no deseado pudiera entrar aquí.

Pasamos por el lugar donde estaba la casa de Octavius, el lugar donde yo


vivía, y me sorprendió no ver más que hierba. Las palabras salieron de mi boca
antes de que pudiera detenerlas.

—¿Dónde está la casa?

Phoenix se rio, pero era una risa llena de odio.

—Volé esa mierda en la primera oportunidad que tuve.

Sonreí.

—Bien. —Saber que la casa en la que me vi obligada a vivir con Octavius ya


no existía alivió parte de mi miedo a volver a la granja.

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Phoenix Blackwings MC 03

Nos detuvimos en una casa de la propiedad que no había estado allí durante
los años que pasé en la granja.

—Aquí es donde viven Ember y Dash. Sube tú y yo estaré ocupado en mi


despacho. Si me necesitas, llámame al móvil o Ember puede indicarte dónde está
el despacho. Nos vemos esta noche, muñeca. —Me dio un beso en la mejilla y se
alejó mientras yo luchaba contra el impulso de enroscar mis extremidades
alrededor de su pierna como una niña y rogarle que se quedara conmigo.

Tardé varios minutos en recomponerme lo suficiente como para salir de la


camioneta. Me acerqué con cautela a la casa, esperando que algún imprevisto
saltara y me agarrara. Levantando mi mano temblorosa, llamé ligeramente a la
puerta.

Estaba discutiendo conmigo misma si quedarme o volver al coche y salir


corriendo de allí cuando la puerta se abrió. Un joven muy guapo me sonrió y
abrió más la puerta.

—Tú debes ser Annabelle. Soy el prometido de Ember, Dash. Por favor, pasa.
Ember está terminando en la cocina. Enseguida sale.

Seguí al hombre joven hasta el salón y eché un vistazo a su alrededor. Tenían


una casa preciosa. No pude evitar notar que la decoración era extrañamente
similar a la de mi casa en California. De tal palo, tal astilla, pensé.

Ember entró por una puerta al otro lado de la habitación, limpiándose las
manos en un coqueto delantal con volantes. Antes de que pudiera comentarlo,
sonrió y dijo:

—Buenos días, mamá. ¿Quieres desayunar?

El corazón me dio un vuelco. Ella me llamó mamá. Lo había hecho ayer, pero
esta vez parecía diferente. Me aclaré la emoción de la garganta y respondí:

—Sí, el desayuno sería encantador.

Dash se unió a nosotros para desayunar, pero se fue poco después. Estaba
preparada para una mañana llena de tensión y silencios incómodos; sin embargo,
no hubo nada de eso. Ember me enseñó su granja de caballos y después su
proyecto de plantas orgánicas. Era realmente impresionante lo que había hecho
con un espacio que antes no servía más que para crear miseria.

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Cuando dimos la vuelta a la parte trasera de la propiedad y volvimos a su


casa, me dijo:

—Sé que papá ya te ha contado cómo nos conocimos y todo lo que pasó
después, pero ¿qué pasó contigo? Te recuerdo de cuando era pequeña. Estabas
allí una mañana y te fuiste esa tarde. Intenté preguntar por ti, pero me dijeron
que nunca dijera tu nombre.

Sus palabras me hicieron llorar. Se acordaba de mí y preguntaba por mí. Eso


significaba que me echaba de menos. Inspiré profundamente antes de responder.

—El día que desaparecí fue el día en que finalmente escapé de Octavius. Si
hubiera sabido que eras mía, te habría llevado conmigo, pero en ese momento
creí que estabas en la guardería mientras tus padres trabajaban en la granja.
Incluso me dijeron que te llamabas Amber, no Ember.

—Sé que no me dejaste atrás intencionadamente. Por favor, créeme cuando


te digo que no albergo ni un solo pensamiento o sentimiento negativo hacia ti.
Nada de esto fue culpa de nadie, excepto de Octavius. Él destruyó nuestra
familia; nadie más tiene la culpa—dijo con vehemencia.

Pero ella no sabía que me había llevado a uno de mis hijos. Tenía que
decírselo y acabar con ello. Cuanto más tiempo se lo ocultara, más difícil sería
para ella aceptarlo.

—Tengo que decirte algo.

—Nivan es mi hermano, ¿no?—preguntó.

Mis ojos se abrieron de golpe. ¿Cómo sabía de él? ¿Qué sabía de él?

—Sí, lo es. Pero ahora se llama Nathan.

—¿Qué?—gritó—. ¿Está vivo?

Me sorprendió su reacción.

—Sí, está vivo. Ha estado conmigo en California todo el tiempo. ¿Phoenix no


te habló de él?

Ella negó lentamente con la cabeza.

—No, pero no he tenido la oportunidad de hablar con él desde que volvió.


Lo último que supe fue lo que nos contó la mano derecha de Octavius, Héctor.

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Octavius hizo un muy buen trabajo ocultando la verdad sobre Nivan. Yo creía
que estaba vivo y que vivía en la granja, pero luego Héctor dijo que Nivan había
muerto cuando tenía cinco años y que había documentación que lo demostraba,
aunque, que yo sepa, nunca se encontró. Nadie dijo lo contrario, así que asumí
que realmente estaba muerto.

—Ya veo. Bueno, cuando desaparecí hace años, me llevé a Nathan conmigo.
Un amigo me ayudó a fingir un accidente y luego algunas personas del hospital
nos ayudaron a escapar. Él acababa de cumplir cinco años en ese momento.

De repente, me sentí obligado a defender a Nathan.

—No se parece en nada a Octavius. Ni siquiera sabe de él. Cree que su padre
era un marine que murió mientras estaba desplegado. Es una buena persona. Es
la única razón por la que no me rendí hace años.

Sonrió.

—Me gustaría conocerlo.

—A mí también me gustaría eso, pero primero tengo que hablarle de ti. En


realidad, necesito contarle todo. Ni siquiera sabe que estoy aquí en Croftridge—
le expliqué.

—Lo entiendo. No tengo intención de perturbar su vida ni nada parecido.


Sólo quería que supieras que quiero conocerlo, cuando creas que es el momento
adecuado.

Pasamos el resto de la mañana hablando y conociéndonos. El tiempo pasó


más rápido de lo que esperaba. Sinceramente, no quería irme, pero también
quería pasar una tarde similar con mi hijo.

—¿Cuánto tiempo vas a estar en Croftridge?—preguntó.

—No estoy segura. Mi jefe me dijo que podía tomarme todo el tiempo que
necesitara pero no quiero abusar de esa oferta. Nathan regresará de su
campamento de entrenamiento dentro de unas semanas, así que definitivamente
tendré que estar en casa para entonces—respondí. Como no estaba segura de
cómo se desarrollarían las cosas, no había pensado mucho en cuánto tiempo me
quedaría.

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Su cara se descompuso.

—¿Volverás aquí?

—¿De visita o a vivir?

—Cualquiera de las dos cosas.

—Definitivamente volveré de visita, tan a menudo como pueda. En cuanto a


vivir aquí... me he construido una vida en California. No puedo simplemente
levantarme e irme. Pero puedes venir a visitarme cuando quieras y quedarte todo
el tiempo que quieras—le dije, tratando de levantarle el ánimo.

—Dash y yo hemos estado esperando a que papá te encontrara o descubriera


lo que te pasó para casarnos porque quería que estuvieras allí si estabas viva.
¿Crees que puedes estar aquí para la boda?

—Es imposible que me la pierda. ¿Cuándo crees que será?—pregunté.

—Nos gustaría que fuera más pronto que tarde. Creo que puedo reunir todo
en dos o tres semanas. ¿Podrías quedarte en Croftridge ese tiempo?—preguntó.

—Déjame consultar con mi jefe para ver si puedo tomarme ese tiempo libre.
Si no tiene ningún problema, me quedaré hasta la boda.

Me abrazó con fuerza.

—¡Gracias! Estoy deseando contárselo a Dash.

Ding-dong.

—Oh, ese debe ser Coal. Ahora vuelvo.

Volvió con su gemelo.

—Como Coal se queda en casa de los Martin o en la casa club, pensé que sería
más fácil para vosotros hablar y conocerse sin público, así que le ofrecí el uso de
mi casa. Dash estará fuera el resto del día y yo tengo que ir al granero para
terminar de pedir los suministros y programar la próxima semana.

Con eso, salió por la puerta dejándonos a Coal y a mí solos. Tomó asiento en
la silla pero permaneció en silencio.

Tras varios momentos de incómodo silencio, pregunté:

—¿Te acuerdas de mí?

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—Sí—respondió él.

—No sabía nada de ti—solté yo—. Sé que parece una locura, pero nunca me
permitieron ver mis ecografías y el médico nunca me habló de mi embarazo. Ni
siquiera se me ocurrió que pudiera estar embarazada de gemelos.

Asintió con la cabeza.

—Ya lo sé.

Esperé a que dijera algo más, pero no lo hizo. La tranquilidad que tenía con
Ember parecía haber salido por la puerta con ella.

—No tenemos que hacer esto hoy. No pareces muy interesado en estar aquí.
—No era el joven compasivo y comprensivo del día anterior.

Él parpadeó y se sentó más erguido.

—Lo siento. Me molestan las heridas y estoy esperando a que me haga efecto
la medicina. Creo que ayer me excedí. Me ayuda estar quieto y no hablar hasta
que se me pase el dolor.

—¡Oh! No deberías haber venido si te duele. Podríamos haber hecho esto


otro día o incluso hoy mismo. ¿Qué puedo hacer para ayudarte?—pregunté. Sin
saberlo, había abandonado mi asiento y estaba revoloteando a su lado, bueno,
como una madre.

Hizo una mueca.

—¿Me pasas una de esas almohadas?

Tomé rápidamente una almohada y se la entregué. La apoyó sobre su


abdomen y dijo: —Vamos a ver algo en la televisión durante un rato. Debería
estar bien en unos 30 minutos.

Vimos algún programa sobre coches durante la siguiente hora. Cuando


terminó, apagó la televisión con el mando a distancia y dijo:

—Lo siento. Ya me siento mucho mejor. ¿Qué te gustaría hacer el resto de la


tarde?

No tenía ni idea de cuáles eran mis opciones. Sólo quería pasar tiempo con
él, pero no quería que hiciera nada que le causara dolor, así que le dije

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precisamente eso. Optamos por quedarnos en casa de Ember y hablar, lo que me


dio la oportunidad de mimarlo y cuidarlo.

Pasamos la tarde hablando, como lo habíamos hecho Ember y yo. Le conté


sobre la huida de Octavius y después le hablé de Nathan. También estaba
interesado en conocer a su hermanastro, sobre todo cuando le hablé de la
incipiente carrera de MMA de Nathan.

Me habló de su vida cuando crecía en la granja con Kathleen y Jeff. Kathleen


era una mujer amable y genuina. Si tuviera que elegir a alguien más que a mí o a
Phoenix para criar a nuestros hijos, sería a ella. Ojalá Ember también hubiera sido
adoptada por ellos.

Coal me contó la historia del tiroteo desde su punto de vista y su versión fue
mucho más desgarradora que la que me contó Phoenix. Lloré sobre su hombro
mientras me abrazaba y me aseguraba repetidamente que estaba bien.

Entonces, dijo algo que había estado revoloteando en el fondo de mi mente


desde que Phoenix apareció en California.

—Mamá, creo que todo sucede por una razón. Quiero decir que recibir un
disparo fue una mierda, pero si no hubiera ocurrido, no sabría nada de mi familia
biológica, al menos no en este momento. Ember y yo hemos hablado mucho de
esto en las últimas semanas y ella siente lo mismo sobre los acontecimientos de
su vida.

—Sí, yo también me siento igual sobre ciertos aspectos de mi vida—dije, sin


querer referirme específicamente a Nathan.

Coal asintió con la cabeza como si entendiera lo que no estaba diciendo y


cambió de tema benditamente.

Antes de darme cuenta, Ember había vuelto a la casa con Dash y Phoenix. Al
parecer, ya había pasado la hora de la cena y se negaban a permanecer lejos por
más tiempo. Ember nos invitó a Phoenix y a mí a quedarnos a cenar, pero Phoenix
se negó educadamente por los dos. Y me alegré de que lo hiciera. El día había ido
mucho mejor de lo esperado y no quería tentar a la suerte. Phoenix se ofreció a
llevar a Coal de vuelta a la sede del club, pero optó por quedarse a cenar. Nos

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abrazamos y nos despedimos de nuestros hijos con un beso y nos dirigimos a la


camioneta.

Phoenix me abrió la puerta, pero no entré. En cambio, me giré hacia él y puse


mis manos en su pecho.

—Antes, cuando dijiste que habías volado la casa de Octavius, me hizo


pensar en otro edificio... el que nació Ember y Coal, y también Nathan.
¿Podríamos ir a ver si todavía está allí?

Phoenix se aclaró la garganta y asintió.

—Claro. ¿Recuerdas dónde estaba?

Oh, nunca olvidaría dónde estaba ese maldito edificio.

—Sí, lo recuerdo—respondí, tratando de mantener los nervios fuera de mi


voz y le di las indicaciones.

Se detuvo frente al edificio que guardaba tantos malos recuerdos para mí. Se
sentó en silencio a mi lado, agarrándome la mano, mientras los recuerdos que no
apreciaba inundaban mi mente.

—¿Ahora se utiliza para algo?—pregunté temblorosa.

—No, muñeca, está vacío.

—Juré que si alguna vez tenía la oportunidad, quemaría este maldito edificio
hasta los cimientos—le confesé.

—Si quieres incendiarlo, nena, con gusto te pasaré una lata de gasolina y
unos fósforos—dijo Phoenix, tirando de mí hacia sus brazos.

—Sé que no cambiará nada, pero realmente quiero hacerlo. Creo que lo
necesito.

—De acuerdo, hagámoslo—dijo, alcanzando su teléfono.

Minutos después, Dash llegó con una lata roja llena de gasolina y una caja de
cerillas de largo alcance. Sin mediar palabra, le entregó los objetos a Phoenix,
asintió con la cabeza y se alejó en su camioneta.

—Antes de que te enfades, quiero que sepas que he llamado a Dash porque
entiende de verdad lo mucho que Octavius le quitó a nuestra familia. Está

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enamorado de nuestra hija y ha sentido cada pizca de su dolor. Él fue quien


finalmente capturó a Octavius y lo trajo de vuelta a la casa club. Después, se dio
la vuelta y salvó mi vida. Si alguien fuera de nuestra familia lo entiende, es él—
me explicó Phoenix.

—No, probablemente se esté preguntando si debería casarse con una chica a


cuyos padres les gusta volar y quemar edificios—bromeé, tratando de aligerar el
momento.

Phoenix se rio.

—Oh, él sabía en lo que se metía cuando Ember tiró su culo sobre la


explanada el día que se presentó en la sede del club.

—¿Ella hizo qué?—jadeé.

—Te contaré toda la historia más tarde. Este edificio no se va a quemar solo.

—No sé lo que estoy haciendo, Phoenix.

—Sólo vierte la gasolina alrededor de los bordes del edificio. Puedes verter
un poco dentro si quieres. Es un edificio antiguo, así que cuando estés listo para
encenderlo, debería arder bastante rápido.

Seguí sus instrucciones y vertí la gasolina por todo el exterior del edificio,
pero no tenía ningún interés en entrar. Cuando la lata estuvo vacía, Phoenix me
entregó las cerillas.

—Enciéndela, suéltala y vuelve. ¿De acuerdo, cariño?

—Entendido. —Me llevó un minuto conseguir encender la cerilla con la


forma en que me temblaba la mano, pero finalmente lo hice. La lancé encendida
a la base de la estructura y retrocedí rápidamente. Cuando la llama entró en
contacto con la gasolina, el fuego cobró vida con un fuerte silbido.

Los brazos de Phoenix me rodearon la cintura y me apretaron contra su


pecho. Observamos en silencio cómo el lugar que guardaba tantos recuerdos
desgarradores para mí se quemaba hasta los cimientos.

Ni siquiera me di cuenta de que estaba llorando hasta que Phoenix me giró


por los hombros y me limpió suavemente las lágrimas de la cara.

—Vamos, muñeca. Vamos a casa.

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—Gracias—susurré.

—Nena, si quemar un edificio te hace feliz, prenderé fuego al mundo por ti.

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Capítulo 29
Phoenix

—Ember dijo que las cosas salieron bien esta mañana. ¿Cómo fueron las cosas
con Coal?

Annabelle sonrió con nostalgia.

—Estuvieron muy bien. El tiempo pasó más rápido de lo que esperaba. Los
dos son unos chicos estupendos, ¿verdad?

La atraje hacia mis brazos.

—Sí, muñeca, lo son. —Nos quedamos allí, abrazados durante un largo rato.
No tenía intención de moverme, pero ella hizo una pregunta que me heló la
sangre.

—¿Qué pasó con mis padres?

Jódeme. Suspiré con fuerza.

—Siéntate. —Ella me hizo una mueca, pero tomó asiento en el sofá. Me dejé
caer a su lado y me pasé la mano por la cara—. No sé qué les ha pasado.

—¿Qué quieres decir?

—Exactamente eso. No lo sé. No encuentro ningún registro de que hayan


trabajado en la granja, ni legal, ni ilegalmente. Al igual que tú, simplemente
desaparecieron. —Octavius llevaba un registro meticuloso de todo lo relacionado
con él o con la granja, especialmente de las personas que tenía trabajando para
él. Mis hermanos y yo habíamos revisado casi todos los papeles y archivos.
Todavía no habíamos encontrado nada sobre los Burnett y no creía que lo
hiciéramos en los archivos restantes.

—Obviamente, yo no desaparecí y ellos tampoco. No es que me importen


una mierda, sólo quería saber si seguían por esta zona para poder evitarlos
mientras esté aquí.

—Si están por aquí, no me he topado con ellos desde que he vuelto a
Croftridge. Cuando volví después de mi primer despliegue, no pude

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encontrarlos. Seré sincero y te diré que no pasé mucho tiempo buscándolos entre
que me enteré de tu desaparición y heredé la granja. Los he buscado durante el
último año, pero la mayor parte de mis esfuerzos se centraron en encontrarte a
ti, no a ellos—expliqué.

Ella se quedó callada, pero me di cuenta de que quería preguntarme algo.

—Sólo escúpelo, Annabelle.

—Dijiste que Aaron seguía por aquí, ¿verdad?

—Sí—respondí con cautela, preguntándome por qué preguntaba por mi


vicepresidente—. ¿Por qué?

—¿Podrías pedirle que revise mi antigua casa? Sólo para asegurarme de que
no están allí.

—No hay problema, muñeca. Lo llamaré ahora mismo. —Su pregunta por
Aaron tenía más sentido. No le gustaba que la gente supiera dónde vivía en ese
entonces y supongo que todavía no lo hacía. Aaron, Macy y yo éramos sus únicos
amigos que sabían dónde estaba su casa.

Badger estaba más que feliz de ir a la antigua casa de Annabelle y echar un


vistazo. Sabía que sus padres no valían nada y que nunca le habían gustado, pero
casi parecía tenerles miedo.

—Annabelle, ¿tienes miedo de tus padres?

—Por supuesto que no. Simplemente no quiero verlos. Seguro que puedes
entenderlo—respondió. Le habría creído si no lo hubiera dicho más rápido de lo
normal y una octava más alta.

—Inténtalo de nuevo—gruñí.

Ella suspiró.

—No es que me den miedo, es que no me fío de ellos. Son personas tóxicas,
siempre lo han sido. No los quiero en mi vida y, por supuesto, no los quiero cerca
de mis hijos.

—Lo entiendo. Ahora que te he encontrado, me centraré más en localizarlos.


Partiremos de ahí, ¿de acuerdo?—pregunté.

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—Gracias, Phoenix. Realmente aprecio todo lo que has hecho por mí y por
nuestros hijos—murmuró ella.

Ella no lo entendía. Yo la amaba. Nunca dejé de amarla. Ni por un segundo.


Sí, había habido otras mujeres a lo largo de los años, pero no eran más que un
medio para un fin. No había besado a otra mujer desde la primera vez que mis
labios se encontraron con los suyos en el instituto. Tal vez era hora de que le
dijera lo que sentía.

—No tienes que agradecerme, muñeca. Haría cualquier cosa por ti. Deberías
saberlo.

Se retorció las manos y mantuvo los ojos en el suelo.

—Annabelle, mírame—le ordené. Lentamente, levantó la cabeza y me miró


a los ojos—. Te amo. Nunca he dejado de hacerlo y nunca lo haré.

No sé qué tipo de reacción esperaba de ella, pero no fue la que obtuve. Se


lanzó del sofá y se estrelló contra mí. Me agarró la cara y me miró fijamente a los
ojos.

—Yo también te amo—confesó ella, y luego cerró su boca sobre la mía.

Le agarré el culo y me puse en pie, llevándola a mi habitación. Entré, cerré la


puerta de una patada y no interrumpí mi marcha hasta que la coloqué sobre la
cama.

Sin decir una palabra, mantuve mis ojos en los suyos mientras le quitaba la
ropa y después me quitaba la mía. Me arrastré sobre la cama, cubriendo su
cuerpo con el mío y capturé suavemente sus labios.

Ninguna palabra fue pronunciada entre los dos mientras me tomaba mi


tiempo y le hacía el amor lenta y dulcemente a la mujer que capturó mi corazón
cuando tenía diecisiete años. Cuando nuestros labios no estaban unidos, lo
estaban nuestros ojos. Nos abrazamos fuertemente mientras nuestros cuerpos se
movían en perfecta sincronización hasta que encontramos nuestra liberación.

***

Badger me devolvió la llamada esa misma noche.

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—Pasé por la casa en la que vivían sus padres y no había nadie. No parece
que nadie haya estado allí desde hace años. El lugar está completamente
deteriorado y debería ser destruido, si me preguntas.

—Gracias, hermano, te lo agradezco—respondí.

—¿Puedo preguntar por qué me has hecho ir hasta allí?—preguntó.

—Annabelle me preguntó si sabía dónde estaban sus padres. No tengo ni


idea de dónde están ni de si están vivos o muertos. Le dije que haría que alguien
pasara por la casa y me preguntó específicamente si tú lo harías. No creo que ella
quiera que nadie que no sepa ya qué pedazos de mierda eran, sepa nada de ellos.

—Tiene sentido—dijo—. ¿Por qué los está buscando?

—No los está buscando. Sólo quería saber si todavía estaban por la ciudad
para poder evitarlos—le expliqué.

—Entiendo. Bueno, me pasaré unas cuantas veces más durante la próxima


semana o así y me aseguraré de no ver nada sospechoso, pero dudo mucho que
alguien esté viviendo en ese lugar.

—Gracias, tío.

Bueno, joder. Una parte de mí esperaba que hubieran vuelto a esa vieja casa
de mierda y otra parte esperaba que se hubiesen ido hacía mucho tiempo, ya
fuera a algún lugar lejano o a algún lugar a dos metros bajo tierra.

—No encontró nada, ¿verdad?—preguntó Annabelle.

—Mujer—siseé—. No me espíes así. Deberías saber que no debes espiar mis


conversaciones. —Se quedó mirándome fijamente, esperando ansiosamente la
respuesta a su pregunta y sin intimidarse en lo más mínimo—. No, muñeca, no
encontró nada. Pero seguiremos buscando.

Durante los días siguientes, seguí intentando encontrar algo sobre el


paradero de los padres de Annabelle, cualquier cosa. Me estaba frustrando
porque todas las vías que tomaba me llevaban a un callejón sin salida.
Finalmente, no aguanté y llamé a Luke para que me ayudara.

Él nunca actuó como si le importara ayudarme de vez en cuando, pero odiaba


pedírselo. Sabía que era un hombre ocupado y con cosas mucho más importantes

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que hacer, pero mis esfuerzos habían fracasado. Aceptó de buen grado ayudar,
asegurándome que no había problema. Le di toda la información que tenía sobre
sus padres. Hablamos durante varios minutos y me dijo que se pondría en
contacto conmigo en unos días.

Después de eso, me dirigí a la sala común para asegurarme de que todo


estaba en orden para la fiesta de esta noche. Hacíamos fiestas a menudo, pero
ésta era la primera a la que asistiría Annabelle y quería que todo fuera perfecto.

Annabelle se presentó en la casa club unas horas más tarde con un aspecto
follable. Llevaba un top ajustado con tirantes que hacía las cosas más
maravillosas a sus tetas. Sus pantalones cortos, sin embargo, iban a ser mi muerte.
Eran demasiado cortos y se veía absolutamente comestible en ellos.

Los muchachos se dieron cuenta de inmediato y la sala estalló en vítores. Por


un breve momento, temí que saliera corriendo, pero no lo hizo. Ella sonrió y entró
como si fuera la dueña del lugar, caminando directamente hacia mí.

—Hola, muñeca—le dije cuando se acercó. La atraje para darle un beso muy
inapropiado, sus palabras, no las mías. Me importaba una mierda dónde
estuviéramos o quién estuviera mirando. Si quería besarla como si estuviera a
punto de follarla, lo iba a hacer.

—¡Papá! Tus hijos están aquí—me susurró Ember medio gritando.

Me reí.

—Te das cuenta de que tuvimos sexo para concebirte, ¿verdad?

Se encorvó como si fuera a vomitar y gimió.

—Oh, por favor, que alguien lo haga parar antes de que vomite por todas
partes.

Annabelle golpeó su mano juguetonamente contra mi pecho.

—Nix, compórtate.

—Sí, señora—respondí. Haría cualquier cosa por ella y ella lo sabía.

Puse mi cerveza sobre la barra y silbé con fuerza a través de mis dedos para
llamar la atención de todos.

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—Estoy seguro de que todos ya lo saben, pero en caso de que algunos se lo


haya perdido, ésta es mi Annabelle.

La sala volvió a estallar en vítores y los hermanos se alinearon


inmediatamente para saludarla y presentarse. Ella compartió un caluroso abrazo
con Badger y un lloroso abrazo con Patch mientras le agradecía su ayuda de hacía
tantos años. No me encantaba que la tocaran, pero conseguí mantener mis
tendencias posesivas bajo control.

La fiesta estaba en pleno apogeo y todo el mundo se lo estaba pasando en


grande. La música estaba a todo volumen. Annabelle y Ember bailaban en la
improvisada pista de baile con Reese, Harper y otras chicas. Yo jugaba al billar
con Badger, Dash y Duke en la sala común mientras veía a mi sexy Annabelle
mover el culo.

—Ganamos de nuevo—anunció Dash con orgullo.

—Sí, sería una historia diferente si tuviera un compañero que no estuviera


tan malditamente distraído—se burló Badger.

—Hola, Phoenix—ronroneó Crystal en mi oído, arrastrando su mano por mi


pecho—. Apuesto a que puedo mantener tu atención. ¿Quieres jugar conmigo y
ver?

Aparté su mano de mi pecho.

—No, gracias. Tengo una mujer.

Volvió a acercarse, pareciendo estar aún más encima de mí.

—Deshazte de ella—me susurró al oído mientras frotaba sus tetas falsas en


mi brazo. Estaba levantando las manos para apartarla cuando un chillido agudo
vino de Crystal mientras la alejaban.

—Mantén tus malditas y asquerosas manos de puta fuera de mi hombre—


gritó Annabelle en la cara de Crystal. Ella tenía un puñado de su pelo y estaba
sacudiendo la cabeza con cada palabra.

Crystal intentó sin éxito zafarse del agarre de mi mujer. Se enderezó como
pudo y exigió:

—¿Quién mierda eres, zorra?

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Annabelle esbozó una sonrisa maligna.

—La respuesta correcta era “lo haré”. —A continuación, Annabelle le dio dos
bofetadas mientras gritaba—. Es mío, no tuyo. No lo toques.

—Él no es tuyo. Tiene una dama—escupió Crystal. Annabelle jadeó y tiró a


Crystal al suelo, volviendo sus ojos furiosos hacia mí.

Mierda.

Mierda.

Mierda.

—¿Tú tienes una dama?—chilló Annabelle en un tono que hizo gemir a


Chop.

Bueno, jódeme. Quería decírselo en privado, para poder explicárselo, pero


esa opción se esfumó con el aliento de una puta.

—Eres tú—dije en voz baja.

Ella parpadeó, sorprendida por mis palabras.

—¿Perdón?

—Eres tú. Te reclamé el día que recibí mi parche. Supe entonces que nunca
querría a nadie más que a ti. Además, si alguna vez volvías a Croftridge, tendrías
la protección del club, aunque me pasara algo—le expliqué.

—¿Por qué no me lo dijiste?—preguntó, con un tono mucho más tranquilo.

—No estaba seguro de cómo te lo tomarías, especialmente con todo lo que


está pasando. Me imaginé que sabías lo que significaba ser una dama,
particularmente la dama del presidente, ya que has estado con los Knights.

Me giré para mirar a Crystal que seguía tirada en el suelo.

—Esta es mi dama, Annabelle. Ya conoces las reglas. —Arqueé una ceja y


esperé a que soltara más tonterías.

Ella me sorprendió e hizo lo que debía hacer.

—Mis disculpas, Annabelle. No sabía quién eras.

—Probablemente sea mejor que te vayas por la noche—le informé a Crystal.

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—Sí, claro. —Ella se puso de pie, le dijo algo a una de las otras putas del club
y se fue.

Annabelle me miró con dureza.

—Hablaremos de esto más tarde. Voy a bailar con las chicas. ¿Debo orinar en
tu pierna antes de irme?

Los hombres se rieron histéricamente. Hice todo lo posible por ignorarlos y


carraspeé para ocultar mi propia diversión.

—No creo que sea necesario.

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Capítulo 30
Annabelle

Después de la fiesta, Phoenix y yo discutimos el asunto de la dama. Sabía que


era el equivalente a un matrimonio en la mayoría de los clubes de moteros.
También sabía que una vez que una mujer era reclamada frente al club, no podía
hacer nada al respecto, a menos que su hombre dejara de reclamarla. No estaba
segura de si una vez que dejabas de ser reclamada, una podía ser reclamada. No
es que importe, Phoenix nunca haría eso. Me había reclamado, yo era su dama, y
no había nada que pudiera hacer al respecto, no es que quisiera hacerlo.

A la mañana siguiente, tuve que levantarme cuando todavía estaba oscuro,


lo cual era bastante difícil dada la fiesta de anoche. Tenía que tomar un vuelo
temprano a Los Ángeles. Sabía que la agenda de Nathan era apretada, pero dijo
que tendría algo de tiempo para mí durante el fin de semana. Después de que
Ember confesara que realmente quería que Nathan estuviera en su boda, tomé la
decisión de contarle la verdad sobre nuestro pasado. Esa era definitivamente una
conversación que tenía que ocurrir en persona.

Phoenix me llevó al aeropuerto y me acompañó hasta donde le permitieron


llegar. Me abrazó y me besó, adulándome.

—Te amo, cariño. Cuídate. Llámame cuando aterrices, ¿Ok?

Sonreí.

—Yo también te amo. Prometo llamar cuando aterrice. —Me reí—. Actúas
como si fuera a estar lejos durante semanas o meses. Volveré mañana por la
noche.

—Lo siento, muñeca. Es que no estoy preparado para perderte de vista otra
vez. La última vez que estuvimos en un aeropuerto despidiéndonos, no te vi en
veinte años—dijo con tristeza y me apretó aún más contra su pecho.

—Oh—respondí. No lo había pensado así—. Bueno, eso no ocurrirá esta vez.


Volveré mañana. Lo prometo—dije con decisión.

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El vuelo a Los Ángeles transcurrió sin incidentes, aunque conseguí recuperar


el sueño perdido. Cuando aterricé, me sorprendió gratamente ver a Wave y
Token esperándome en la terminal. Pensaba tomar un taxi hasta el hotel de
Nathan.

—¿Qué estáis haciendo aquí?

—También me alegro de verte, Tater Tot1—dijo Wave riendo.

Hice un gesto de desprecio con la mano.

—Oh, cállate. Sabes que me alegro de verte. Sólo me sorprendió.

—Tu hombre llamó y preguntó si podíamos recogerte en el aeropuerto.


Sonaba un poco preocupado y no teníamos nada en marcha, así que aquí
estamos. ¿Estás lista para ir?—preguntó Wave.

—Sí. Sólo voy a pasar la noche, así que tengo todo lo que necesito en mi
mochila—respondí.

Durante el trayecto al hotel, me enteré de que Phoenix no sólo había pedido


a Wave y a Token que me recogieran en el aeropuerto, sino que les había pedido
que se quedaran en el mismo hotel y me devolvieran al aeropuerto al día
siguiente. Básicamente, organizó una seguridad personal de veinticuatro horas
para mí. No estaba seguro de si debía estar enojada o halagada.

También decidí que Wave y Token debían saber lo que le iba a contar a
Nathan para que pudieran estar ahí para él si no se tomaba bien la noticia. Eran
figuras masculinas fuertes en su vida y puede que necesite hablar con alguien
cuando tenga tiempo de asimilarlo.

La historia fue corta y directa. No entré en detalles sobre mis sentimientos y


todas las demás tonterías que acompañaron al peor período de mi vida. Sólo les
conté los hechos del pasado.

—¿Viniste hasta aquí para contarle lo que acabas de decirnos?—preguntó


Token. Asentí con la cabeza—. Voy a hacerte una sugerencia. Quizás un poco

1
Tater Tots es la marca registrada de unas bolitas de papas de Ore Ida.

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menos de robot y un poco más de humano cuando le cuentes esa sórdida historia
que acabas de compartir.

Sentí que mis mejillas se calentaban.

—Lo siento, estaba tratando de mantener mis emociones fuera de esto.

—Lo entiendo, pero va a necesitar ver las emociones para entender.

Llegamos al hotel y nos registramos en nuestras habitaciones. No me


sorprendió en lo más mínimo saber que mi habitación, al igual que la de ellos, ya
estaba pagada y que estaban situadas una al lado de la otra. Negué con la cabeza.
Aquel hombre necesitaba aprender algunos límites, pero no podía culparlo.
Sinceramente, a mí tampoco me gustaba estar lejos de él. Si tener a Wave y a
Token cerca aliviaba sus preocupaciones, no tenía ningún problema con eso.

Después de acomodarme, tomé el teléfono para enviar un mensaje a Nathan


cuando empezó a sonar en mi mano. El nombre de Phoenix apareció en mi
pantalla. Mierda. Me olvidé de llamarlo.

—Hola, Nix. Lo siento, me olvidé de llamar cuando aterricé. Todo está bien.
Sólo me sorprendió ver a Wave y a Token esperándome—me apresuré a decir.

—Estaba preocupado, muñeca—dijo con voz ronca.

—Lo sé y lo siento mucho. Si me hubieras dicho que se iban a encontrar


conmigo allí, no me habría despistado y no me habría olvidado de llamarte—
repliqué.

Él se echó a reír.

—Eso no cambia el hecho de que te voy a enrojecer el culo cuando llegues a


casa por esto.

—Muy bien, cachondo, acabo de llegar y necesito hablar con Nathan. Te amo,
pero realmente no tengo tiempo para esto ahora.

—Estará bien, Annabelle. Él te quiere y lo entenderá. Sólo sé sincera con él.

Nos despedimos y envié un mensaje a Nathan para informarle de que había


llegado y de la habitación en la que me alojaba. Llamó a la puerta unos minutos
después.

—¡Mamá!—exclamó mientras me levantaba y me hacía girar.

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—¡Santo cielo, Nathan! Has crecido mucho en unas pocas semanas. ¿Cómo
es posible?

Él se rio.

—Es muy posible cuando te pasas todo el día cinco días a la semana haciendo
ejercicio y entrenando. Ahora, ¿quieres decirme qué haces realmente aquí? No es
propio de ti programar un viaje a última hora.

—Tienes razón. Tengo una razón para venir sin avisar. ¿Estás libre durante
toda la tarde? Esto probablemente va a llevar un tiempo.

—Estoy libre todo el día de hoy y mañana—me respondió.

La habitación en la que me alojaba tenía una pequeña zona para sentarse. Lo


guie hasta el sofá y le indiqué que se sentara mientras yo permanecía de pie. Sabía
que tendría que ir a paso ligero a medida que avanzara en la historia. No perdí
el tiempo yéndome por las ramas. Me lancé directamente a la historia,
empezando por Phoenix.

Se lo conté todo. Tardé varias horas en contar toda la historia. Hubo gritos,
llantos, largos períodos de silencio y, finalmente, perdón y aceptación.

—Entiendo por qué lo hiciste, de verdad. Mamá, por favor, no te angusties


tanto—me suplicó Nathan.

—No lloro porque esté angustiada, cariño. No tienes ni idea del alivio que
supone que todo haya salido a la luz. Odié mentirte. Pensaba en ello todos los
días, pero no tenía otra opción. Tenía que protegerte de ese cruel hijo de puta—
le expliqué.

—Mamá, me alegro de que me hayas mentido. No sé cómo lo habría


manejado si lo hubiera sabido cuando era más joven. Podría haber crecido con
una ira infundada contra ti o asustado y siempre mirando por encima del
hombro. En cambio, crecí feliz, sintiéndome siempre seguro y protegido—dijo él.

A pesar de quién era su padre biológico, mi hijo era un buen hombre. Estaba
increíblemente orgullosa de él y de la forma en que estaba manejando esta
información.

—¿Y qué te hizo decidirte a contármelo ahora?

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Me aclaré la garganta.

—Tu hermana. Eso suena raro, ¿no? De todos modos, tu hermana se va a


casar en dos semanas y quiere que estés allí. Esperó a celebrar la boda hasta que
me encontraran. Ahora que sabe de ti, dijo que la pospondría de nuevo para que
pudieras estar allí.

—¿En dos semanas? Todavía estaré en el campo de entrenamiento—me


explicó.

—Lo sé. ¿Crees que podrías volar el viernes por la noche o el sábado por la
mañana y volver el domingo? ¿Como hice yo este fin de semana?—pregunté,
esperando que su respuesta fuera favorable.

—No lo sé. Tenemos los fines de semana libres, pero los entrenadores no han
dicho nada respecto a salir de la zona. La mayoría de nosotros estamos
demasiado cansados para salir de la cama los fines de semana. Tendré que
preguntar.

—No quiero ser insistente, pero ¿puedes hacerlo ahora? Ember y Coal
quieren que hagamos una video llamada con ellos esta noche. Esperaba que
pudiéramos decirle a Ember algo sobre tu asistencia durante la llamada.

Nathan asintió y llamó a quien estaba a cargo y le explicó la situación. Le


dijeron que, normalmente, los miembros del equipo tenían que permanecer en la
ciudad durante el día y debían estar de vuelta en el hotel por la noche los fines
de semana. Como se trataba de una circunstancia especial, le concedió a Nathan
permiso para volar el viernes por la noche después del entrenamiento. Tenía que
estar de vuelta el domingo por la noche.

Una vez resuelto esto, hicimos una video llamada a Ember. Ella estaba en su
oficina en la granja, con Coal sentado a su lado.

—Hola, mamá. ¿Está él ahí?—preguntó ella emocionada.

—Sí, está. Voy a poner mi teléfono sobre la mesa para que puedas vernos a
los dos. Un momento. —Jugueteé con el teléfono hasta que Nathan y yo pudimos
vernos en la pantalla—. Bien, ¿podéis vernos?

Ember estaba rebotando en su silla.

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—¡Sí! ¡Hola! Soy tu hermana, Ember, y este es nuestro hermano, Coal.


Estamos encantados de conocerte.

Nathan se rio.

—Hola, soy Nathan. También estoy encantado de conoceros.

Todos nos quedamos en silencio por un momento, y entonces Coal habló:

—Ésta es una forma extraña de conocer a tus hermanos, ¿verdad?

Después de eso, la conversación fluyó. En un momento dado, Phoenix entró


y se unió a la conversación. No estaba seguro de cómo se tomaría Nathan su
presencia. No quería que se sintiera como un extraño en nuestra pequeña familia,
como me pasó a mí cuando conocí a Ember y a Coal. Deja que me preocupe por
nada.

—Así que, ¿Phoenix es el hombre con el que modelaste a mi falso padre?—


preguntó Nathan, mientras seguíamos hablando con Ember, Coal y Phoenix.

Mis mejillas estaban en llamas.

—Um, sí, es él—murmuré.

—¿Qué fue eso?—preguntó Phoenix.

Nathan no dudó en informarle.

—Cuando era más joven y pregunté por mi padre, mamá me dijo que era un
marine y que lo habían matado durante un despliegue. Decía que su corazón le
pertenecía a él y sólo a él, y que por eso nunca salía con nadie. Me contaba
muchas historias sobre mi “padre” y me preguntaba si esas historias eran
realmente sobre ti.

Las lágrimas caían por mi cara. Me tapé la boca con la mano para contener el
sollozo que quería escapar.

—Muñeca, ¿a qué vienen esas lágrimas?—me preguntó Phoenix.

Nathan se volvió hacia mí.

—Mamá, ¿qué pasa?

Negué con la cabeza. Las palabras estaban desesperadas por salir de mi boca,
pero no quería decirlas. Nathan me pasó el brazo por el hombro y me acercó.

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—¿Mamá?

—Quería que fuera él. Debería haber sido tu padre. Te quiero con todo mi
corazón, pero debería haber sido él—dije sollozando en la camisa de mi hijo.

Nathan me frotó suavemente la espalda, tratando de calmarme.

—Entonces, ¿quieres que lo llame papá?—me preguntó después de unos


minutos.

Miré a mi hijo como si estuviera loco y luego eché la cabeza hacia atrás y me
reí. Las risas de los tres en el teléfono llenaron la habitación. Mi dulce hijo,
siempre sabía cómo poner una sonrisa en mi cara.

Terminamos la llamada y le prometí a Phoenix que lo llamaría más tarde.


Cuando le dije a Nathan que Wave y Token estaban en la puerta de al lado, no
dudó en invitarlos a venir. Después de algunos abrazos y charlas, disfrutamos de
una agradable cena fuera. Había echado mucho de menos a Nathan, así como a
Wave y Token. Tomé nota de agradecer a Phoenix por su compañía.

A la mañana siguiente quedé con Nathan para desayunar temprano.


Después, vino con Wave y Token a dejarme en el aeropuerto. Después de otra
despedida llena de besos y abrazos, volví a volar.

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Capítulo 31
Annabelle

A la mañana siguiente, me di cuenta de que tenía que hacer algunas compras


importantes. Cuando acepté volver a casa con Phoenix, preparé mis maletas con
lo esencial necesario para dos semanas. Lo que no hice fue empacar algo
apropiado para llevar a la despedida de soltera de mi hija, la cena de ensayo y la
boda.

A Phoenix no le entusiasmaba dejarme ir sola, pero tenía demasiado trabajo


para ponerse al día con el club y la granja como para venir de compras conmigo.
Sin embargo, asignó a dos hombres jóvenes enormes para que me llevaran a
Cedar Valley y vigilaran todas las tiendas en las que entrara.

Después de asustar a la ancianita que trabajaba en la primera boutique en la


que entré, consideré la posibilidad de rendirme y decirles a los hombres que me
llevaran a casa. Antes de que pudiera encontrar las palabras, el prospecto Kellan
me tranquilizó:

—Estamos acostumbrados, Annabelle. Ve a las tiendas que quieras y no te


preocupes por nosotros.

Bien, de acuerdo entonces. La siguiente tienda fue mucho mejor. El personal


era más joven y parecía estar fascinado con los dos moteros que estaban en la
entrada. Además, la ropa era mucho más de mi estilo. Escogí unos cuantos
vestidos que me gustaban y me dirigí al probador.

Me gustó el primer vestido que me probé, así que salí de la habitación para
ver cómo se veía en el espejo de tres caras. Me giré para ver la parte trasera del
vestido y me quedé helada al oír una voz familiar.

—¿Annabelle? ¿Eres tú realmente?

Me giré de nuevo y me encontré cara a cara con Macy.

—Hola, Macy—dije tímidamente y la saludé con un pequeño e incómodo


saludo.

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—¡Annabelle!—gritó y me abrazó con fuerza—. ¿Qué demonios te ha


pasado? Todo el pueblo estuvo buscándote durante más de un año. Demonios,
creo que algunos nunca dejaron de hacerlo.

Hubo un fuerte revuelo en la tienda y segundos después el vestuario se llenó


con dos moteros dispuestos a atacar.

—Aléjate de Annabelle—le ordenó Edge, con un aspecto mucho más letal de


lo que jamás pensé que podría tener con su cara de niño.

Macy levantó las manos en el aire como si la estuvieran apuntando con una
pistola y se apartó de mí. Parecía aterrorizada.

—Muchachos, no pasa nada. Es una amiga del Instituto—les expliqué.


Cuando ninguno de ellos parecía que fuera a ceder, continué—. Solía ser la novia
de Aaron, quiero decir, de Badger.

Edge mantuvo su mirada en Macy mientras Kellan salía del camerino,


sacando el teléfono del chaleco. Momentos después regresó con el teléfono en la
mano.

—Phoenix dijo que estaba bien dejarla aquí con Annabelle—le dijo a Edge.

Edge asintió.

—Estaremos fuera si nos necesitas. —Con eso, volvieron a sus puestos


originales.

Macy estaba a varios metros de mí, todavía con las manos en alto.

—Lo siento, Macy. Um, han pasado muchas cosas y Phoenix sintió que
necesitaba tener mis propios guardaespaldas personales mientras estaba de
compras. No sabían quién eras—intenté explicarle. Cuando ella siguió
mirándome fijamente, le ofrecí—. ¿Quieres ir a algún sitio a hablar?

—Sí, me gustaría mucho—dijo con voz ronca.

Olvidando los vestidos, Macy y yo salimos de la tienda y nos dirigimos a la


cafetería de la esquina. Los hombres se sentaron en una mesa lo suficientemente
alejada como para darnos intimidad y al mismo tiempo estar lo suficientemente
cerca como para intervenir si surgían problemas.

En cuanto tomamos nuestras bebidas y nos sentamos, Macy empezó.

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—Entonces, ¿qué ha pasado? Se suponía que tenía que recogerte del trabajo
una tarde, pero cuando me presenté en la tienda, la abuela de Phoenix dijo que
ese día no habías aparecido y que no podían encontrarte...

—Es una larga historia. ¿Tienes tiempo para escucharla?—pregunté.

—He querido saber lo que te pasó desde el día que desapareciste. Aunque no
lo tuviera, sacaría tiempo para escucharla.

Así que le conté todo. Cada detalle desgarrador desde el día en que me
llevaron a la granja hasta el día en que Phoenix me encontró en California. Al
final, las dos habíamos derramado más que nuestra cuota de lágrimas y
habíamos consumido dos tazas extra grandes de café.

—Basta de hablar de mí. Háblame de tu vida. ¿Sigues viviendo en Cedar


Valley?—le pregunté, tratando de cambiar el tema a algo más ligero.

—Hace poco me mudé con mis padres—dijo, jugueteando con la servilleta


en la mesa—. Conocí a un hombre cuando estaba en la universidad. Era de una
familia rica y tenía un buen trabajo, así que dejé que me convenciera de dejar la
universidad. Me casé con él y nos mudamos a Texas. —Hizo una pausa y agarró
otra servilleta para desmenuzar—. Acabamos de divorciarnos. Así que aquí
estoy, con treinta y seis años, sin experiencia laboral y sin un centavo a mi
nombre, de ahí que esté viviendo con mis padres—dijo con un resoplido.

—Oh, Macy. Lo siento mucho. ¿Has tenido suerte para encontrar un


trabajo?—le pregunté.

Negó con la cabeza.

—No, todavía no. De hecho, estaba en esa tienda tratando de reunir el valor
para preguntar si estaban contratando. No sé cuántos rechazos más podré
soportar.

Me puse en pie.

—Vamos. Conozco un lugar que está contratando—dije, sonriendo con


orgullo.

—¿Lo conoces?—preguntó ella.

—Sí, lo conozco. Vamos—le ordené.

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Ella me siguió hasta el todoterreno en el que me llevaban y miró con recelo a


los hombres antes de subir al interior.

—¿A dónde, Annabelle?—preguntó Edge desde el asiento del conductor.

—Queremos ir a visitar a Ember.

Macy y yo continuamos poniéndonos al día durante los cuarenta y cinco


minutos que duró el viaje a la granja. La vida había hecho mella en ella. Ya no era
la misma chica vibrante y vivaz que era antes. Pero supongo que lo mismo podría
decirse de mí.

Prácticamente tuve que arrastrarla hasta el despacho de Ember. Llamé con


fuerza y esperé unos segundos antes de empujar la puerta y entrar. Todavía
estaba desarrollando una relación con Ember y no creía que entrar y encontrarme
con ella y su prometido follando en su escritorio fuera a hacernos ningún bien a
ninguna de las dos.

—¡Mamá! ¿Qué haces aquí? Pensé que papá había dicho que habías salido a
comprar vestidos—dijo Ember mientras cruzaba la habitación para abrazarme.

—Lo estaba, pero me encontré con una amiga del Instituto mientras estaba
fuera. —Tiré de Macy, que seguía en el pasillo, hacia el despacho de Ember—.
Ember, ésta es mi amiga, Macy. Macy, ésta es mi hija, Ember.

—Hola, Macy. Es un placer conocerte. Por favor, pasa y toma asiento—dijo


Ember y señaló el sofá de su despacho—. ¿Qué te trae por aquí, mamá?

Sonreí.

—Bueno, te oí mencionar que estabas buscando un asistente de oficina y


Macy mencionó que tenía problemas para encontrar un trabajo decente y aquí
estamos.

Macy se removió en su asiento y comenzó a explicar.

—Soy un ama de casa recién divorciada. Me mudé de nuevo a Cedar Valley


para vivir con mis padres mientras me recupero. No tengo ninguna habilidad
laboral, pero ayudé a organizar muchas funciones de caridad y manejé las
donaciones recibidas cuando estaba casada. Aprendo rápido y voy a...

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—Relájate—la interrumpió Ember—. Si bien los negocios y proyectos en


torno a la granja rinden beneficios, los inicié porque quería ayudar a las personas.
Parece que necesitas ayuda. Si quieres el trabajo, es tuyo. Ah, como estamos
situados en medio de la nada, proporcionamos a nuestros empleados una
habitación en la propiedad, algo así como una suite de hotel.

Macy se quedó boquiabierta y miró fijamente a Ember. Le di un codazo y le


susurré:

—Di algo.

Macy cerró la boca y asintió.

—Sí, quiero el trabajo.

—¿Y la habitación?—preguntó Ember con una ceja arqueada.

—¡Sí, por favor! Estaba considerando seriamente vivir en una caja de cartón
junto al puente del río Rojo sólo para alejarme de mi madre.

Ember se rio y se dirigió a su escritorio. Sacó una enorme carpeta y empezó


a hojear las páginas.

—Ah, aquí vamos. —Anotó algo en el libro y sacó una llave del cajón de su
escritorio. Se la tendió a Macy—. Ésta es la llave de tu habitación. Tómate los
próximos días para mudarte e instalarte. Ven aquí el lunes a las ocho de la
mañana. Haremos que te llenen los papeles y podrás empezar a trabajar. ¿Te
parece bien?

Macy se puso en pie y abrazó a Ember.

—Me parece estupendo. Muchas gracias.

Ember sonrió.

—No hay de qué. Edge o Kellan pueden enseñaros a ti y a mamá dónde está
la habitación. Yo lo haría, pero tengo que bajar al establo para ver cómo está
nuestra nueva empleada y asegurarme de que Duke no intenta asustarla como
ha hecho con las tres anteriores.

—Gracias, de nuevo—dijo Macy.

Abracé a mi hija, muy orgullosa de ella.

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—Gracias, cariño. ¿Vais a venir tú y Dash a cenar?

—Esta noche no. Dijo que tenía algo que hacer en el club, así que Reese y yo
hicimos planes para atiborrarnos de comida y darnos un atracón de la Anatomía
de Grey en Netflix.

—Ok, que os divirtáis, chicas.

Edge y Kellan nos llevaron al nuevo edificio de Macy. Todavía no me sentía


del todo cómoda en la propiedad de la granja, pero cada vez era más fácil.
Tomamos el ascensor hasta el tercer piso y encontramos su habitación al final del
pasillo. Macy abrió la puerta y se quedó boquiabierta.

—¡Annabelle, mira este lugar! Esto no es una habitación. Es un maldito


apartamento.

Aparté a Macy del camino y entré para ver mejor. Tenía razón. Estábamos en
lo que parecía ser un apartamento de dos dormitorios. Más bien un apartamento
amueblado de dos dormitorios. Recorrimos el lugar, admirando cada pequeña
cosa. Era mucho más bonito que todo lo que había visto en la granja cuando vivía
allí.

Cuando terminamos de admirar el lugar, los muchachos nos llevaron de


vuelta a Cedar Valley. Macy había dejado su coche estacionado allí y yo tenía que
terminar de comprar el vestido, aunque era lo último que quería hacer.

—Como agradecimiento por tu ayuda hoy, voy a ayudarte a terminar de


comprar. A menos que algo haya cambiado drásticamente, supongo que sigues
odiando comprar ropa—dijo Macy.

—Desde luego, tienes razón. No sé qué es, pero simplemente lo odio,


especialmente cuando es para un evento especial. Todo eso me estresa.

Ella se rio.

—Relájate y te arreglaré en menos de una hora.

No estaba bromeando. Menos de una hora después, me despedía de ella y


subía al todoterreno con tres vestidos, tres pares de zapatos y accesorios para
cada uno.

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Phoenix estaba en la sede del club y pidió a los hombres que me llevaran allí
en lugar de llevarme a su casa. Me reí para mis adentros de nuestra obsesiva
necesidad de vernos lo más a menudo posible. Pensaba pedirles que pasaran por
la sede del club para poder verlo antes de ir a la casa.

Él se puso de pie y rodeó su escritorio para saludarme con un beso cuando


entré en su despacho. Un beso largo, delicioso y del tipo que derriten las bragas.

—Hola, muñeca, ¿qué tal las compras?

—¿Eh?—pregunté tontamente, aún con el efecto de sus labios mágicos.

Se rio y arqueó una ceja.

—¿Fuiste de compras? ¿Has encontrado un vestido?

—Oh, sí, lo hice. Bueno, yo no lo hice tanto como lo hizo Macy, pero eso no
tiene nada que ver. Tengo tres vestidos y todo lo que necesito para acompañarlos.

Se apoyó en el borde de su escritorio.

—Háblame de Macy.

—No hay mucho que contar. Me la encontré en el probador. Hablamos


tomando un café. Se ha divorciado recientemente. Volvió a mudarse a Cedar
Valley y estaba viviendo con sus padres, pero Ember la contrató y se mudará a
una de las habitaciones de la granja esta noche.

—¿Qué?

—Uh, ella estaba teniendo dificultades para encontrar un trabajo y sabía que
Ember estaba buscando algo de ayuda. Parecía una situación en la que todos
salían ganando—expliqué, sin que me gustara la repentina tensión en la
habitación.

—Probablemente lo sea para Ember y Macy, pero no sé cómo se sentirá


Badger al respecto.

—¿Por qué iba a importar cómo se siente él al respecto?

—Badger y Macy no se separaron exactamente en términos amistosos. Ella lo


destrozó, Annabelle. Quiero decir, realmente lo destrozó. Sé que han pasado
años, pero no creo que se alegre de verla.

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—¿Qué pasó entre ellos?—le pregunté.

—No tengo ni idea. No quiso hablar de ello después de que sucediera y


nunca lo hizo.

—Phoenix, probablemente sólo estaba dolido por haber sido abandonado. Si


nunca dijo nada más sobre ella, probablemente lo haya superado hace mucho
tiempo.

—Sí, probablemente tengas razón. Tengo que terminar algunas cosas aquí.
¿Quieres quedarte y esperar por mí o ir a la casa?

—Te veré en la casa. Quiero colgar mis vestidos antes de que se arruguen. —
Me puse de puntillas para darle un beso antes de dejarlo en su despacho.

Mientras guardaba mis vestidos y accesorios nuevos, decidí que pasaría a ver
a Macy a la mañana siguiente. Puede que Phoenix no consiguiera que Badger
hablara, pero sabía que podría conseguir que Macy me contara lo sucedido.
Además, iban a tener que verse más pronto que tarde, dado que ya la había
invitado a la boda.

El sonido del teléfono interrumpió mis pensamientos.

—Hola—contesté distraída.

—Muñeca, ¿está todo bien?—preguntó Phoenix, sonando tenso.

—Todo está bien. ¿Está todo bien contigo? Acabo de salir de allí.

—Sí, lo sé. Necesito que vuelvas a la sede del club. Sólo te llamaba para
decirte que iba a enviar a Coal para que te trajera.

—Ok... sabes que podría haber ido andando.

—Sígueme la corriente, ¿Ok? Te veré en un rato. —Con eso, desconectó la


llamada, dejándome con una sensación de malestar.

Coal y yo nos dirigimos a la sede del club y, si mi hijo sabía por qué me
habían convocado, no lo dejó traslucir. Me condujo al despacho de Phoenix, me
dio un beso en la mejilla y desapareció por el pasillo.

Ansiosa por saber qué pasaba, empujé la puerta y me detuve en seco cuando
mis ojos se posaron en un rostro que nunca había visto, pero que reconocí al
instante porque era igual a su hermana.

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—Luke—susurré mientras se me llenaban los ojos de lágrimas.

—Hola, Annabelle—dijo con una suave sonrisa—. Es un placer conocerte


oficialmente. —Se levantó y me tendió la mano.

Le aparté la mano y lo abracé. El hombre nos salvó a mí y a mi hijo de una


existencia horrible; un apretón de manos ni siquiera estaba sobre la mesa.

—Nunca tuve la oportunidad de agradecerte todo lo que hiciste por mí y por


Nathan.

Me devolvió el abrazo, a pesar del gruñido bajo que provino de Phoenix.

—Estaba feliz de ayudar, pero ahora, desearía haber sabido más sobre tu
situación. Si lo hubiera sabido, podría haber...

—No lo hagas. Si he aprendido algo a través de toda esta experiencia, es que


el juego de 'qué hubiera pasado si' hace más mal que bien. Hiciste lo que pensaste
que era lo correcto en ese momento y siempre te estaré agradecida por tu ayuda—
le dije con sinceridad.

Phoenix me apartó de Luke y me abrazó contra su pecho como un maldito


cavernícola. Luke resopló y yo solté una risita. Incliné la cabeza hacia atrás para
mirar a Phoenix.

—¿Para esto me has llamado?

Hizo una mueca.

—No. Luke tiene una información que compartir. —Phoenix se sentó en la


silla detrás del escritorio y me colocó en su regazo.

—¿Qué información?

Luke se inclinó hacia delante en su silla y juntó las manos.

—Phoenix me pidió ayuda para localizar a tus padres. No he podido


encontrar nada sobre tu padre, pero puede que tenga algo sobre tu madre.
Ambos padres desaparecieron hace aproximadamente veinte años, lo que
coincide con el momento en que habrían empezado a saldar su deuda con
Octavius. Más tarde, ese mismo año, se encontró un cuerpo femenino muy
descompuesto en un campo en las afueras de Croftridge. Se hicieron esfuerzos,

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pero el cuerpo nunca fue identificado. Es posible que el cuerpo pertenezca a tu


madre. ¿Estarías dispuesta a proporcionar una muestra de ADN para su análisis?

—Eh, claro, creo. Quiero decir, ¿cómo funcionaría eso exactamente? A todos
los efectos, soy Taylor Davis, no Annabelle Burnett.

—Claro, pero tu ADN sigue siendo tu ADN. Puedo hacer el análisis de


manera secreta si lo prefieres. No quiero sonar insensible, pero esto sería
básicamente para tu conocimiento. El cuerpo hace tiempo que fue enterrado o
incinerado—explicó Luke.

—¿Cómo murió ella?—pregunté.

—Los resultados del médico forense no fueron concluyentes debido a la


avanzada descomposición. Te ahorraré los detalles, pero el informe sugiere que
pudo haber sido golpeada y haber muerto a causa de sus heridas o que pudo
haber sido por una sobredosis de drogas. Había drogas en su sistema, pero la
tecnología de la época no podía producir resultados precisos basados en la edad
y el estado de las muestras de tejido.

—De acuerdo, lo haré si puedes mantenerlo en secreto—decidí finalmente.

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Capítulo 32
Annabelle

Al día siguiente de la visita de Luke a la sede del club, Kathleen se presentó


en la casa de Phoenix para una visita sorpresa. Inmediatamente me atrajo a sus
brazos y ambas rompimos a llorar.

—Oh, mi dulce amiga, he pensado en ti a menudo durante estos años—dijo


ella.

—Lo mismo digo. No quiero ni saber cómo habría sido mi vida si no hubiera
sido por ti—le confesé.

Ella hizo un gesto de desdén con la mano.

—Todo lo hiciste tú, cariño. No hice nada más que llamar a mi hermano y
llevarte al hospital.

Sonreí ante su modestia.

—Tendremos que acordar que no estamos de acuerdo en eso.

Phoenix entró en la habitación para decirme que estaría en su oficina en la


sede del club durante la mayor parte del día.

—Antes de que te vayas—dijo Kathleen mientras se ponía de pie y susurraba


algo al oído de Phoenix.

Él sonrió y asintió antes de salir por la puerta principal. Kathleen se volvió


hacia mí.

—Espera.

Momentos después, Phoenix volvió a entrar en la casa llevando dos grandes


cajas. Las colocó en el suelo junto a los pies de Kathleen, me dio un beso en la
mejilla y se fue a la oficina.

Kathleen abrió la caja de arriba y dijo:

—Sé que no debería haberlo hecho, pero guardé las cosas que trajiste el día
que te fuiste. —Sacó una caja mucho más pequeña y me la entregó—. Nunca la

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abrí, así que si esto no es una sorpresa de bienvenida, la devolveré y no volveré


a mencionarla.

Sacudí la cabeza y luché contra las lágrimas.

—Es muy bienvenida. Gracias—susurré.

Ella extendió la mano y me la dio.

—Si quieres guardarla para más adelante, no herirá mis sentimientos.

Sollocé y asentí con la cabeza.

—Si no te importa, me gustaría revisarlo con Phoenix. Está lleno de recuerdos


y cosas del año que estuvimos juntos—le expliqué.

—Lo entiendo perfectamente. Hay muchas más cosas que podemos revisar
juntas, pero terminemos primero con esta caja.

No entendí lo que quería decir hasta que sacó con cuidado mi viejo árbol de
Navidad de la caja.

—Mi árbol—jadeé.

—Lo vi cuando desempaqué los juguetes para Coal. Obviamente, era especial
para ti y nunca me he atrevido a tirar los adornos navideños. Todos los años lo
colocamos en la habitación de Coal. Aunque ninguno de nosotros lo sabía
entonces, una parte de ti estaba con él cada Navidad.

Una vez más, me convertí en un desastre lloroso.

—No puedo decirte cuánto significa eso para mí.

—No tienes que hacerlo. Como madre, ya lo sé.

Me dio un poco de tiempo para recomponerme antes de declarar que era el


momento de abrir la segunda caja.

—Me gusta tomar fotos. Muchas fotos—dijo mientras sacaba varios álbumes
de la caja—. Cada uno de estos libros representa un año de la vida de Coal. Hace
unos 10 años, recibí un cupón para crear un álbum de fotos online de forma
gratuita. Después de hacer uno, me enganché. Volví a hacer uno por cada año de
su vida y seguí haciendo uno a medida que pasaban los años. Y como cada álbum
estaba guardado en mi historial de pedidos, fue muy fácil para mí entrar y pedir

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un juego para ti, lo que hice anoche. Pedí un juego para Phoenix después de
descubrir que era el padre biológico de Coal y su juego debería llegar esta
semana—me explicó mientras me entregaba el primer album.

Me sorprendió su consideración. En lugar de ponerse a la defensiva o sentirse


amenazada por nosotros, nos recibió a mí y a Phoenix con los brazos abiertos. Sin
saber qué decir, me concentré en las páginas que tenía delante y pasé las
siguientes horas viendo cómo mi hijo pasaba de ser un adorable bebé a un
apuesto joven.

—Ahora, no puedo prometer nada, pero hice algunas llamadas a algunas de


las mujeres que solían cuidar a los niños en la guardería de la granja. Muchas de
ellas vivían en la propiedad debido a las fechorías de sus maridos y aceptaron la
oferta de Ember de proporcionarles alojamiento y ayudarlas a recuperarse
después de que la granja fuera asaltada el año pasado. De todos modos, he
pedido a todas las que he podido contactar que busquen entre sus cosas y me
envíen las fotos que tengan de Ember para poder reunir unos cuantos álbumes
de ella para ti.

—Oh, Kathleen, me encantaría. Muchas, muchas gracias—chillé.

—De nada—dijo y se acomodó de nuevo en el sofá—. Ahora, cuéntame sobre


tu vida después de salir de Croftridge. Coal no me ha contado nada.

Me reí.

—Deja que traiga un café y te lo contaré todo—le dije. Y durante el resto del
día, hice precisamente eso.

Kathleen se quedó hasta que Phoenix volvió de la casa club. Hicimos planes
para juntarnos a comer la semana siguiente antes de que se fuera a casa con su
familia.

—¿Tuvisteis un día divertido?—preguntó Phoenix durante la cena.

—Sí, lo tuvimos. Ella me trajo algunas cosas que quiero mostrarte cuando
terminemos de comer.

Me miró divertido antes de asentir y contarme su día.

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Phoenix Blackwings MC 03

Después de la cena, se puso cómodo en el sofá mientras yo deslizaba la gran


caja frente a él antes de tomar asiento a su lado.

—Bien, cierra los ojos—le dije.

—¿Por qué?—preguntó.

Resoplé con impaciencia.

—Sólo hazlo.

Después de varias rondas de bromas de ida y vuelta, finalmente cedió y cerró


los ojos. Saqué mi árbol de la caja y lo coloqué sobre la mesa de café.

—Bien, ábrelos.

Lo hizo y sus ojos se abrieron de inmediato.

—¿Cómo consiguió Kathleen tu árbol?

—El día que me ayudó a escapar, me presenté en su casa con una caja de
cosas que eran especiales para mí. Le dije que no podía soportar dejarlas con
Octavius y le pregunté si podía cuidarlas por mí. Quise decir que las tirara, pero
en lugar de eso las escondió en su casa.

—¿Hay más que el árbol?—preguntó.

Asentí con la cabeza y saqué la caja más pequeña.

—Esta caja está llena de nuestros recuerdos, de nuestro año juntos. Todavía
no la he abierto. Quería esperar y hacerlo juntos—le expliqué.

Levantó el brazo y me miró expectante.

—Hazlo, mujer. Quiero ver qué hay en esa caja.

Solté una risita y me acurruqué junto a él, colocando la caja en mi regazo.


Respirando profundamente, retiré lentamente la tapa y me transporté
inmediatamente al pasado. La caja estaba llena de notas, talones de boletos, fotos,
tarjetas de felicitación, baratijas, incluso mi tiara de reina del baile estaba dentro.
Nos pasamos horas mirando cada objeto y reviviendo los recuerdos asociados a
cada uno de ellos.

—No puedo creer que hayas guardado todas estas cosas—admitió Phoenix.

—Técnicamente, no lo hice. Kathleen lo hizo—señalé.

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Phoenix Blackwings MC 03

—Bueno, me alegro de que lo hiciera.

—Sí, yo también—coincidí.

Phoenix levantó una de las últimas fotos que nos hicieron.

—Sólo fue un año, pero lo hicimos muy bien, ¿no es así, muñeca?

Sonreí con nostalgia.

—Seguro que sí.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Acabas de hacerlo.

Resopló ante mi inteligente comentario.

—¿Qué pasó con el collar y los pendientes de fénix que te regalé?

Sonreí.

—Me dijeron que solo podía llevar lo que llevaba encima cuando me fui, así
que me aseguré de ponérmelos ese día. Los tengo guardados en una caja fuerte
en mi casa de California. ¿Y tu dibujo? ¿Todavía lo tienes?

Se rio.

—¿No te has fijado en él?

—Obviamente no. ¿Dónde está?

—Está en el dormitorio—dijo entre risas—. Supongo que he estado haciendo


algo bien.

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Phoenix Blackwings MC 03

Capítulo 33
Annabelle

No tuve la oportunidad de ir a ver a Macy como había planeado porque


acabé pasando el resto de la semana ayudando a Ember con los planes de la boda,
lo que incluía ayudar a su amiga, Reese, a planear su despedida de soltera. Ember
tomó la sabia decisión de celebrar la despedida de soltera el fin de semana
anterior a la boda, pero eso no le dejó a Reese mucho tiempo para organizar todo.

Cuando llegó el sábado, la fiesta se había convertido en un evento de todo el


día. Primero nos reunimos en casa de Ember para tomar un desayuno. Las
siguientes horas las pasamos en el spa, donde nos hicieron desde
manicuras/pedicuras y masajes hasta baños de barro y depilaciones de todo el
cuerpo. Yo opté por una pedicura, un tratamiento facial y una exfoliación
corporal. Había planeado hacerme las uñas antes de la boda, pero no había
manera de mantenerlas intactas durante toda una semana.

Comimos tarde después del spa y volvimos a casa de Ember para


prepararnos para nuestra salida nocturna. Pensé que podría incomodar a Ember
que su madre la acompañara, pero me aseguró, varias veces, que quería que
asistiera. Con todas las chicas en la casa, se necesitaron varias horas para que
todas estuvieran listas para salir. Increíblemente, no tuvimos que esperar a nadie
cuando apareció nuestro transporte.

Reese organizó una SUV limusina para llevarnos a la despedida de soltera.


Como Croftridge era un pueblo muy pequeño, tuvimos que conducir hasta una
ciudad más grande cercana para encontrar algunos bares/clubes que fueran
adecuados para este tipo de fiesta.

Una vez en la limusina, se sirvieron bebidas y se repartieron. Reese informó


a todo el mundo de que tenía algunos accesorios especiales para Ember: un fajín
que la declaraba futura novia, una tiara con un pequeño velo y un collar de
caramelos. Casi se me sale la bebida por la nariz cuando me di cuenta de que el
collar estaba hecho de pequeños penes caramelo.

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Phoenix Blackwings MC 03

Una vez que Ember se hubo puesto sus nuevos accesorios, Reese le presentó
una lista de cosas que tenía que hacer antes de que terminara la noche.

—Ahora, sé lo que muchas de vosotras estáis pensando. Esos brutos que


decimos que son nuestros hombres se volverían locos si descubrieran que
estamos hablando o tocando a alguien del sexo opuesto. Así que, para mantener
la paz, esta lista no requiere nada de eso. —Sonrió con orgullo y le entregó la lista
a Ember, que enseguida gimió y se pasó la mano por la cara.

—Oh, casi lo olvido—exclamó Reese y metió la mano en su bolso. Levantó lo


que parecían dos tarjetas de crédito y chilló—. ¡He conseguido que Byte nos haga
identificaciones falsas!

—¿Qué has hecho?—preguntó Ember—. No quiero que se meta en


problemas.

Reese sonrió.

—No lo hará. Tu padre lo aprobó, pero sólo por esta noche. Tenemos que
devolverlas mañana.

Ember volvió sus ojos preocupados hacia mí.

—Estoy segura de que tu padre solo aceptó porque sabía que yo estaría
contigo. Disfruta de tu noche, pequeña.

—Dinos qué hay en la lista—intervino una de las otras chicas.

Ember levantó el papel y comenzó a leer.

—Es tu última aventura antes del anillo. La fiesta no se detendrá hasta que
hayáis completado todas las tareas. Para asegurar tu éxito, alterna los tragos y las
tareas a medida que avanzas en la lista. Tareas: Bailar sobre una barra o una mesa,
cantar una canción de karaoke, hacer sonar el caramelo silbato con forma de polla
cuando todos los caramelos con forma de pene hayan sido devorados (por
personas que no sean tú), arrojar una pajita con forma de pene en las bebidas de
cinco personas que no conozcas, recoger diez condones de desconocidos.
Chupitos: Blowjob, Cockteaser, Sex on the Beach, Screaming Orgasm, The Dash.

—Cómo se supone que voy a completar esta lista sin interactuar con
hombres? ¿Y qué demonios es “The Dash”? —chilló Ember.

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Phoenix Blackwings MC 03

—Relájate. Las mujeres pueden comer los caramelos del collar. De todos
modos, no creo que los hombres lo hagan. En cuanto a los condones, sólo tienes
que pedírselo a una mujer o hacer que una se lo pida a un hombre por ti—explicó
Reese.

—¿Y “The Dash”?

Reese se rio.

—Oh, es un chupito que encontré en internet. Está hecho con dos licores de
los que nunca he oído hablar. Supuestamente, sabe a crema de fresa. De todas
formas, tendrás que beberlo en el primer bar porque Duke conoce a uno de los
camareros de allí y ha accedido a hacer el chupito si le proporcionamos los
ingredientes.

Ember sonrió con picardía.

—Algún día, Reese Walker, te casarás y me cobraré esto.

Cuando llegamos a la primera parada, casi todos los miembros de nuestro


grupo se habían tomado al menos dos copas. Yo intentaba no abusar del alcohol
para que al menos una persona de nuestro grupo tuviera la cabeza despejada. Al
ser la madre de la novia y la mayor de las asistentes, me ofrecí silenciosamente
para el puesto.

En el primer club, bailamos un rato y las chicas se tomaron unas cuantas


copas más. Ember completó algunas tareas de su lista. La más divertida hasta el
momento fue ver cómo intentaba tomar un chupito que estaba lleno de nata
montada sin manos. Le costó varios intentos, pero finalmente consiguió bajarlo
todo sin ensuciarse demasiado. Después de una hora más o menos, salimos y nos
dirigimos a nuestro segundo destino.

Fue en la segunda parada cuando me fijé en él. Un hombre que había visto
en el primer club estaba ahora en el segundo. Intenté no darle demasiada
importancia, ya que probablemente era una mera coincidencia, pero había algo
que no me cuadraba. Decidí que me lo guardaría para mí por el momento y que
lo vigilaría. Me aseguré de recordar a las chicas que no dejaran sus bebidas sin
atender y que no aceptaran ninguna bebida de extraños.

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Phoenix Blackwings MC 03

Nos quedamos en el segundo club un poco más que en el primero. El hombre


estuvo al acecho en el fondo durante todo el tiempo. Cuando salimos para ir a
nuestra tercera parada, sugerí que tomáramos la limusina. A las chicas les pareció
una gran idea porque les dolían los pies de tanto bailar con tacones. No hice la
sugerencia para proporcionar misericordia a sus maltratados dedos. Quería tener
nuestro transporte cerca en caso de que tuviéramos que irnos rápidamente y
pensé que conducir haría más difícil que alguien nos siguiera. Sentí que estaba
siendo paranoica sin razón, pero no podía dejarlo pasar.

Teníamos una mesa reservada en el tercer club. Nada más sentarme,


escudriñé inmediatamente la zona. Cuando no vi al hombre de los clubes
anteriores por ninguna parte, respiré aliviada. El alcohol estaba haciendo mella
en algunas de las chicas, así que me alegré mucho de haber reservado una mesa.
Bailé con Ember y Reese entre la comprobación de las que estaban en la mesa.

Acababa de darme la vuelta para volver a la pista de baile cuando lo vi. El


mismo hombre y me estaba mirando fijamente. El pecho se me apretó de miedo
y me quedé paralizada durante un breve segundo antes de reaccionar. Necesitaba
sacar a las chicas de allí, pero no sabía cómo hacerlo sin causar alarma. Haciendo
lo posible por mantener la calma y no llamar la atención innecesariamente, me
dirigí al baño. Por supuesto, había una maldita cola. Esto es lo que pasa con las
mujeres borrachas, hablan mucho y orinan despacio.

Después de varios minutos de estar parada en casi el mismo lugar, saqué mi


teléfono y le envié un mensaje a Phoenix.

Annabelle: Creo que nos están siguiendo. ¿Qué debo hacer?

Phoenix: Te están siguiendo.

Annabelle: ¿Qué?

Phoenix: Shaker y Carbon te han estado siguiendo toda la noche.

Annabelle: ¡¡¡No estoy hablando de ellos!!!

Phoenix: ¿De que mierda hablas, muñeca?

Annabelle: No lo sé. Haz que vengan aquí, por favor.

Phoenix: Ok. Espera cariño.

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Phoenix Blackwings MC 03

Phoenix: No responden. Voy a salir. Quédate y mantén a las chicas juntas.

Annabelle: No quiero asustarlas.

Phoenix: Crees que un hombre te está siguiendo. Mis hombres están de guardia y no
responden a su presidente. Reúne a las chicas y quédate en el sitio. Estoy en camino.

Mierda. Esperaba estar exagerando. Prefería avergonzarme por ser


paranoica, que tener razón sobre que una de nosotras estaba en peligro.
Descubrir que Shaker y Carbon no respondían a sus teléfonos no alivió mi
preocupación en absoluto.

Como sólo estaba en la fila para poder llamar a Phoenix sin que nadie lo
supiera, me di la vuelta para ir a recoger a las chicas y me detuve en seco. Mis
ojos tenían que estar engañándome. No podía estar viendo al desconocido
acosador hablando con Crystal.

Sin perder tiempo y sin importarme una mierda llamar la atención, caminé
tan rápido como pude hacia la pista de baile. Agarré el brazo de Ember y tiré:

—Necesito que vengáis a la mesa conmigo. Todas. Ahora.

—Mamá, ¿qué pasa?—preguntó Ember, con los ojos muy abiertos.

—Te lo explicaré en un minuto. Ayúdame a reunirlas a todas y a volver a la


mesa. Permanezcan en grupos de tres o más—dije, agarrando a Sarah, la
empleada de Ember, por el brazo y arrastrándola conmigo.

Con todas de vuelta en nuestra mesa, me dejé caer en una silla y expliqué:

—Me he dado cuenta de que un tipo nos sigue. Ha estado en todos los sitios
en los que hemos estado esta noche y nos ha estado mirando. Así que le envié un
mensaje a Phoenix al respecto. Resulta que Shaker y Carbon nos han estado
siguiendo toda la noche, o se suponía que lo hacían, pero Phoenix no puede
localizarlos. Me dijo que las reuniera a todas y me quedara en el lugar. Ahora
está en camino.

Me enfrenté a Ember.

—Lo siento, cariño. Pensé que sólo estaba siendo paranoica. Llamé a tu padre
para que el pudiese calmarme, sin molestarlas. No quería arruinar vuestra fiesta.

—No arruinaste nada, mamá. Hiciste lo correcto—respondió Ember.

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Phoenix Blackwings MC 03

Reese estaba sentada en silencio, con la mirada perdida en el espacio, su


rostro inusualmente inexpresivo.

—Reese, cariño, ¿estás bien?—le pregunté.

—Te das cuenta de que Carbon es su hermano, ¿verdad?—me susurró


Ember.

—Oh, no estoy segura de saberlo—dije—. Oye, ¿has visto a Crystal antes?

—No. ¿Tú la viste?—me preguntó Ember.

—Me pareció que sí, pero puede que no fuera ella—mentí. Sabía que era ella.
Lo habría descartado como una verdadera coincidencia si no la hubiera visto
hablando con el acosador.

Unas manos se deslizaron sobre mis hombros desde atrás, haciéndome gritar
y saltar de la silla.

—¡Soy yo, cariño! Lo siento, no quería asustarte.

Phoenix. Él haría que todo fuera mejor. Se encargaría de todo y nos llevaría
a casa a salvo.

—Me alegro mucho de que estés aquí. ¿Encontraste a Shaker y a Carbon?

Negó con la cabeza.

—Todavía no. Dash y Duke los están buscando. ¿Dónde está ese hijo de puta
que te ha estado siguiendo?

Cuando levanté la vista, ya no estaba en el lugar en el que había estado


durante toda la noche. Mis ojos recorrieron salvajemente el club tratando de
localizarlo. Mi dedo salió disparado.

—Es él. El hombre que camina hacia la puerta trasera.

—¡Quédate aquí!—ordenó Phoenix y salió tras él. El hombre empujó la


puerta trasera y la atravesó. Phoenix le pisaba los talones y probablemente lo
habría alcanzado si Crystal no hubiera salido del baño y se hubiera interpuesto
directamente en el camino de Phoenix. Phoenix trató de apartarla del camino,
pero ella se agarró a su brazo, lo que hizo que la arrastrara con él. Finalmente
consiguió quitársela de encima y salió por la puerta trasera. Cuando volvió a
entrar momentos después, sabía que lo había perdido.

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Phoenix Blackwings MC 03

Pasó por delante de Crystal, ignorándola por completo, y volvió a donde


estábamos sentados.

—Vi lo que pasó—le dije, antes de que dijera nada—. También la vi hablando
con ese hombre antes, justo después de que te enviara ese mensaje.

Sin decir una sola palabra, Phoenix se dio la vuelta y camino con paso airado
hacia Crystal.

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Phoenix Blackwings MC 03

Capítulo 34
Phoenix

—¿Qué mierda estás haciendo aquí?—le pregunté a Crystal.

Ella me miró parpadeando con sus ojos excesivamente maquillados.

—Trabajo aquí.

—¿Trabajas aquí? ¿Desde cuándo?

Ella resopló.

—Desde que me metí con tu dama. Me imaginé que bastaría una sola palabra
de ella para que me echaran a la calle. Empecé a buscar un trabajo a tiempo
parcial al día siguiente.

—¿Quién era el hombre con el que hablabas?

—¿Podrías ser un poco más específico? Soy camarera en un bar. Hablo con
muchos hombres—dijo ella con mofa.

—Corta la mierda. El hombre al que estaba persiguiendo por la puerta


trasera. El hombre que intencionadamente me impediste perseguir. Camisa gris,
vaqueros azules, alrededor de 1,70 metros, ochenta y un kilos. Ese tipo—le ladré.
No tenía tiempo para sus tonterías.

—Lo juro, Phoenix, estaba saliendo del baño. No sabía que estabas
persiguiendo a alguien. Espera, ¿está todo bien? ¿Por qué lo estabas
persiguiendo?—preguntó.

—Asuntos del club—ladré—. ¿Cómo se llamaba el hombre?

—No tengo ni idea. —Se encogió de hombros—. El hombre que describiste


pagó con dinero en efectivo toda la noche.

Por supuesto que lo hizo.

—Si lo vuelvo a ver, ¿quieres que te consiga su nombre?—se ofreció.

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Phoenix Blackwings MC 03

—Claro. Lo que sea. Escucha, tengo que volver—dije y di un paso alrededor


de ella. No estaba seguro de si me estaba mintiendo o no, pero en cualquier caso,
dudaba que me trajera un nombre.

Volví a la mesa para encontrar a Dash, Duke, Shaker y Carbon con las chicas.

—¿Dónde mierda habéis estado los dos?—gruñí.

—Siendo molestados por los gorilas y luego por la policía—escupió Carbon.

—Alguien le dijo al portero del primer club que nos había visto poner algo
en la bebida de una chica. El portero llamó a la policía y consiguió entretenernos
lo suficiente para que llegaran. —Shaker se encogió de hombros—. Lo siento,
Prez, no podíamos contestar al teléfono con las esposas puestas.

Me pellizqué el puente de la nariz. Sentía que me dolía la cabeza.

—Salgamos de aquí. Podemos discutir todo lo demás en la casa club.

***

Después de pensarlo durante los días siguientes, no pude convencerme de


una manera u otra sobre el hombre del club. Podría haber sido una coincidencia
o podría haber sido alguien siguiéndolas legítimamente. Y si las seguía, ¿a quién
seguía y por qué? Con tan poco, no podía hacer mucho más que decirles a las
chicas que estuvieran atentas y que viajaran en parejas.

También me frustraba la situación de los padres de Annabelle. ¿Cómo


podían desaparecer sin dejar rastro dos imbéciles como ellos? Había que ser muy
hábil para no ser encontrado. Era imposible que esos dos fueran capaces de algo
así.

Finalmente, Luke llamó con los resultados de la muestra de ADN de


Annabelle.

—Hola, Phoenix. Lo siento, ha tardado un poco más de lo que pensaba, pero


tenemos una coincidencia. El cuerpo pertenecía a Lisbeth Maynard Burnett.

—Sí, tenía el presentimiento de que así sería. Gracias por tomarte tantas
molestias por Annabelle. Sé que la tranquilizará saber qué fue de al menos uno
de ellos. ¿Ya encontraste algo sobre su padre?

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Phoenix Blackwings MC 03

—No, pero seguiré buscando. Sobre su madre... algo no me cuadra. Por lo


que me has contado, Octavius intentó utilizar a los padres de Annabelle como
moneda de cambio para que accediera a sus deseos, ¿correcto?

—Sí, eso es lo que él dijo y ella lo confirmó después. ¿Qué tiene eso que ver?

—No se ha podido determinar la hora exacta de la muerte, pero se estima


que fue tres meses antes del descubrimiento del cuerpo, lo que significa que
murió en agosto, el mismo mes en que Annabelle y su familia fueron llevados a
la granja. Octavius tenía que saber que ella no estaba trabajando en la granja.
Entonces, ¿cómo planeaba usarla como moneda de cambio si no estaba allí?

—Jódeme. ¿Crees que Octavius la mató?

—Honestamente no lo sé, Phoenix. Nunca encontramos registros de ninguno


de los dos trabajando para él y tú mismo dijiste que mantenía registros
meticulosos. Trato de no hacer conjeturas, pero hay algo que no cuadra.

—Sí, estoy de acuerdo contigo. Joder, no puedo decirle esto ahora. Nuestra
hija se casa mañana. Demonios, se suponía que íbamos a salir para la cena de
ensayo hace quince minutos.

—Ve a disfrutar de tu fin de semana con tu familia. Me guardaré los


resultados para mí y podrás decírselo cuando creas que es mejor.

—Gracias, Luke. Te lo agradezco.

Desconecté la llamada y me pregunté qué demonios estábamos a punto de


descubrir. Por desgracia, no tenía tiempo para pensar en ello. Tenía un fin de
semana lleno de festividades de la boda, empezando por la cena de ensayo.

—¡Annabelle! ¡Vamos! ¡Vamos a llegar tarde!

—Casi lista—respondió ella. Sí, era la cuarta o quinta vez que decía eso. Si no
salía por la puerta en cinco minutos, iba a dejar su culo en casa. Odiaba llegar
tarde.

Cuando oí sus tacones bajando las escaleras, levanté la vista y perdí la


capacidad de respirar. Llevaba un vestido rojo sin tirantes que abrazaba sus
curvas y se detenía apenas unos centímetros por encima de las rodillas. Tenía las
piernas desnudas, pero llevaba un par de zapatos de tacones muy sexy. Oh, sí,

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Phoenix Blackwings MC 03

estaría hasta las pelotas en ella más tarde, cuando no llevara nada más que esos
zapatos.

—Phoenix, ¿no vas a decir nada?—preguntó, claramente molesta.

—Lo siento, muñeca. Necesitaba un minuto. Me dejaste sin aliento cuando


bajaste las escaleras. Maldita sea, te queda bien—dije, dando rápidas zancadas
hacia ella. Puse mis manos en sus caderas y la atraje hacia mí—. Después te follaré
con esos zapatos. —Ella gimió y apretó sus caderas contra las mías—. Si no dejas
de hacer eso, también te estaré follando antes de que nos vayamos.

Ella jadeó.

—No, Phoenix. Me vas a estropear el pelo.

¿Esa era su única protesta?

—No voy a tocar tu puto pelo. Date la vuelta y pon las manos en la escalera—
gruñí.

—Phoenix, no tenemos tiempo para esto—protestó débilmente.

La hice darse la vuelta y presioné su espalda, obligándola a inclinarse hacia


delante y a poner las manos en la escalera. Empujando el dobladillo de su vestido
por encima de sus caderas, agarré el minúsculo trozo de tela que intentaba hacer
pasar por ropa interior y, de un rápido tirón, le arranqué las bragas del cuerpo,
dejando su húmedo coño ante mis hambrientos ojos.

—Sepáralas más para mí, cariño—le dije mientras liberaba mi polla de los
pantalones. Ella separó más las piernas y yo me adelanté, frotando la punta de
mi polla a través de su resbaladiza raja.

—Estás empapada, cariño. ¿Querías que te follara?

—Siempre quiero que me folles—gimió, tratando de empujarse hacia mi


polla.

Le di un azote en el culo.

—Chica mala. Tienes mi polla cuando te la doy.

—Por favor, dámela.

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Phoenix Blackwings MC 03

La agarré por las caderas y la follé, marcando un ritmo duro y rápido.


Extendiendo una mano, froté su clítoris para ayudarla a llegar al límite. Media
docena de estocadas más y sentí las paredes de su coño contrayéndose alrededor
de mi polla mientras arañaba las escaleras y gritaba mi nombre. Segundos más
tarde, estaba disparando mi semen dentro de ella.

Como resultado de nuestras atenciones, llegamos unos minutos tarde al


ensayo, lo que todo el mundo señaló porque yo nunca llego tarde. Annabelle
cambió al color de su vestido de pies a cabeza, delatando claramente el motivo
de nuestra tardanza. Una vez que todo el mundo se puso en marcha, pusimos
manos a la obra y terminamos el ensayo en menos de una hora.

La cena fue en un bonito restaurante italiano de la ciudad. El único


inconveniente fue que la abuela y el abuelo no estaban allí. La abuela llamó unas
horas antes de la cena alterada porque su vuelo se había retrasado. Según la
abuela, el pequeño aeropuerto se cerró básicamente porque el presidente tenía
que visitar su casa costera el mismo fin de semana de la boda de su nieta. La
abuela siguió despotricando hasta que el abuelo le quitó el teléfono y me explicó
que estarían en camino en cuanto se levantaran las restricciones del espacio
aéreo. Al menos no se iban a perder la boda.

Sorprendentemente, nos las arreglamos para tener una cena agradable y libre
de drama. Después, Annabelle se marchó con Ember y las mujeres, acompañada
por Coal, Edge y nuestro nuevo prospecto, Kellan, mientras el resto de los
hombres y yo volvíamos a la sede del club.

Era un viernes por la noche, así que los hermanos que no estaban en la boda
ya tenían la fiesta en marcha en la casa club. No pensaba quedarme mucho
tiempo. Annabelle iba a dejar a las chicas y luego iría al aeropuerto a recoger a
Nathan. Quería ir con ella, pero ella no quería agobiarlo de inmediato. No lo
entendí del todo. Sabía de mí y de sus hermanos, pero ella era su madre y sabía
lo que era mejor.

Me apoyé en la barra y me llevé la cerveza a los labios. Noté que Crystal me


miraba, mientras se retorcía en el regazo de otro hermano. No la reconocí, sólo
giré la cabeza y continué mi conversación con Badger. Cuando volví a mirar
varios minutos después, ella tenía sus ojos puestos en mí de nuevo.

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Phoenix Blackwings MC 03

—¿Está causando problemas otra vez?—preguntó Badger, asintiendo


ligeramente con la cabeza en dirección a Crystal.

—No, pero no sé por qué demonios sigue mirándome.

—Ella te quiere. Te lo está haciendo saber—dijo, como si yo fuera un idiota.

—Ya lo sé, imbécil. Ya le he dejado claro que no estoy interesado. Tiene que
dejarlo pasar o no voy a tener más remedio que echarla a patadas.

—Puede que no sea algo malo. Siempre ha sido una bocazas y no es tan buena
en la cama.

—Tendré que creer en tu palabra, hermano—me reí.

—¿No te la has follado?—me preguntó.

Negué con la cabeza.

—No. Dejé que me la chupara una vez cuando empezó a venir, pero eso es
todo. Me suplicó que me la follara, pero no lo hice.

Badger soltó una sonora carcajada.

—Bueno, eso explica muchas cosas. No es de extrañar que te esté mirando


fijamente. Quiere un paseo con Phoenix.

Lo empujé y me reí.

—Cierra la puta boca, idiota.

Durante un breve instante, consideré la posibilidad de contarle que Macy


había vuelto a la ciudad, pero las cosas iban bien por una vez y no quería
arruinarlas. Sacar el tema de Macy no haría más que arruinar su buen humor.
Sería mejor decírselo después de la boda.

Finalmente me harté de la mirada de Crystal y me fui a mi despacho.


Esperaba que Annabelle me llamara para decirme que había acomodado a
Nathan. Ella pensó que sería mejor que se quedara en mi casa en vez de en la
granja, pero no quería que yo estuviera allí cuando él llegara. Estaba siendo muy
rara con todo el asunto de Nathan. Sabía que tenían una historia jodida en este
pueblo, así que intentaba no presionarla por su forma de actuar.

Justo cuando empezaba a preocuparme, ella llamó.

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Phoenix Blackwings MC 03

—Hola, muñeca. Estaba empezando a preocuparme por ti. ¿Va todo bien?

Su voz temblorosa me llegó al oído.

—No, Phoenix, no va todo bien. Alguien me rajó las ruedas cuando entré a
buscar a Nathan.

—¿Dónde estás ahora?—ladré, agarrando las llaves y dirigiéndome a la


puerta.

—Estamos de nuevo dentro del aeropuerto, cerca de la oficina de seguridad.


Lo reporté, pero no tienen cámaras en ese lugar, así que dudo que puedan hacer
algo. ¿Puedes venir a recogernos?

—Ya estoy saliendo por la puerta. Llevo a Badger conmigo. Organizaremos


un remolque en el camino. Quédate dentro del aeropuerto hasta que llegue.

—Lo haré.

—¡Badger! Vienes conmigo. Vamos—grité, atravesando la sala común con


determinación.

Dash se levantó de su lugar en la barra.

—¿Qué pasa, Prez?

—Annabelle está en el aeropuerto y tiene las llantas pinchadas. Voy a


recogerla a ella y a Nathan—dije rápidamente, esperando que se perdiera la parte
en la que dije llantas en lugar de neumático.

—¿Vas a volver aquí esta noche?—preguntó él.

—Sólo para dejar a Badger, luego los llevaré a casa.

Me dio una palmada en la espalda.

—Muy bien, Prez, nos vemos por la mañana.

Badger y yo subimos a uno de los todoterrenos que guardábamos en la parte


de atrás.

—¿Qué está pasando realmente?—preguntó.

—Han rajado las ruedas de Annabelle en el aeropuerto mientras estaba


dentro recogiendo a Nathan. Llama y averigua dónde coño está Edge. Se supone
que la está siguiendo. Y necesito que consigas una grúa para el coche—dije

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Phoenix Blackwings MC 03

mientras salía a toda velocidad del estacionamiento entre una nube de polvo y
grava.

Justo cuando Badger sacó el teléfono, el mío empezó a sonar. Se lo pasé para
poder concentrarme en llegar a mi mujer lo antes posible.

Badger contestó y puso el teléfono en el altavoz.

—Prez, he perdido a Annabelle. Un puto coche se desvió y me sacó de la


carretera—gruñó Edge al teléfono.

—¿Estás bien, hermano?—preguntó Badger.

Edge tosió y se aclaró la garganta.

—Tumbé la moto. Creo que estoy bien. Llamé en cuanto encontré mi


teléfono.

—No te muevas. Tendré a alguien allí para recogerte a ti y a tu moto en breve.


¿Seguro que estás bien?

—Estoy seguro. Lo siento, Prez.

—No es tu culpa, hermano. Está en el aeropuerto y está bien, pero alguien le


pinchó las ruedas mientras estaba dentro. Vamos a buscarla ahora. Mantente
alerta hasta que te envíe otro hermano, ¿me oyes?—le ordené.

—Entendido, Prez.

Bueno, que me den. Hice buen tiempo para llegar al aeropuerto. Estacioné en
la acera, salté fuera y fui a buscar a mi mujer. Debía de estar pendiente de mí,
porque se reunió conmigo justo en la puerta, con Nathan a su lado. Había crecido
mucho desde la última vez que lo vi. Miré a Annabelle.

—¿Estáis bien?

—Sí, estamos bien. Sólo me molesta que alguien le haya hecho eso a tu coche.
Pagaré la grúa y las reparaciones—dijo ella.

—No harás tal cosa. He traído a Badger conmigo y ya ha arreglado que lo


remolquen hasta la sede del club esta noche. ¿Necesitas algo antes de que nos
vayamos? —Ella negó con la cabeza—. Muy bien, vamos a meterte en el coche y
a volver a casa.

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Phoenix Blackwings MC 03

No iba a decirle lo que pasó con Edge. Razón número uno, ella no sabía que
la estaba haciendo seguir. Razón número dos, no quería que se sintiera tan
inquieta como yo.

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Phoenix Blackwings MC 03

Capítulo 35
Phoenix

El día de la boda fue un torbellino de actividad. Ember quería celebrar la


ceremonia en el exterior, junto al pequeño lago de la propiedad del club. Para el
banquete, dispuso que se instalara una enorme carpa junto al lago. No hace falta
decir que las puertas se abrieron y cerraron desde el amanecer con una entrega
tras otra de las mierdas de la boda. Las chicas estaban en casa de Ember
ayudándola a prepararse y los hermanos ayudaban en la casa club a preparar
todo.

El abuelo y la abuela llegaron a media mañana. Me sorprendió que la abuela


no fuera a la granja a ayudar a las mujeres, pero me informó de que era necesario
que una mujer supervisara el montaje y la decoración y ella era esa mujer. El
abuelo por supuesto, se quedó atrás conmigo.

—¿Qué no me dices?—me preguntó. El hombre tenía una extraña manera de


leer a las personas.

Suspiré.

—No quiero darle importancia, ¿Ok? —Ante su asentimiento, le conté lo de


la despedida de soltera y lo de las ruedas de Annabelle rajadas—. Además de
eso, Luke ha estado ayudándome a buscar a sus padres. Mencionó un cuerpo no
identificado encontrado hace años como una posibilidad y Annabelle accedió a
dar una muestra de ADN para compararla. Me llamó ayer para decirme que
coincidía, pero aún no he compartido la noticia con Annabelle.

—¿Algo sobre su padre?

Negué con la cabeza.

—Todavía no hay nada. Todo esto me tiene en vilo. Desde que la encontré he
estado con los nervios a flor de piel, esperando que alguien o algo me la
arrebatara de nuevo, y creo que eso está nublando mi juicio.

—No parece que esté nublando tu juicio. No has sacado conclusiones


precipitadas ni has hecho acusaciones escandalosas. Estás siendo cauteloso y

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Phoenix Blackwings MC 03

esperando más información. Suena exactamente como lo que harías en cualquier


otro momento—dijo, dándome una palmadita en el hombro.

—Gracias, abuelo. Necesitaba escuchar eso.

Por suerte, el día avanzó sin incidentes. Cuando llegó el momento de la


ceremonia, esperé fuera de la carpa a que Ember saliera con sus damas de honor.
Fue la última en salir y se me cortó la respiración al verla. Llevaba el pelo rizado
y recogido en la parte superior de la cabeza en un elegante peinado, pero ahí
acababa la fantasía. Llevaba muy poco maquillaje y un sencillo vestido blanco.
Parecía que debería estar corriendo por un campo de flores silvestres.

—¿Papá?—me preguntó cuando yo seguía sin palabras.

Me aclaré la garganta.

—Estás preciosa, cariño—susurré.

Me señaló con el dedo.

—Ni una palabra más. Si me haces llorar, tendré los ojos rojos e hinchados
cuando camine hacia el altar y eso no va a pasar.

Me reí.

—Muy bien, pongamos en marcha este espectáculo.

Estábamos de pie al final del pasillo, esperando nuestra señal para entrar,
cuando ella susurró:

—Gracias, papá, por encontrar a mamá.

Acompañé a Ember por el pasillo y luché por mantener mis emociones bajo
control. Mi niña era una mujer hermosa y una persona increíble.

Cuando llegamos al altar, me giré para mirarla. Hablando en voz baja para
que sólo ella pudiera oírme, le dije:

—El día que apareciste en la sede del club fue uno de los mejores días de mi
vida. Sin tu fuerza y determinación, no te tendría a ti, a tu madre y a tu hermano
en mi vida. No hay palabras para expresar lo orgulloso que estoy de ti. Te amo,
pequeña.

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Phoenix Blackwings MC 03

Le besé la mejilla y volví los ojos hacia Dash. Lo suficientemente alto como
para que todos lo oyeran, hice mi obligada amenaza paternal.

—Hazle daño a mi bebé y te cortaré las pelotas antes de matarte. —Las risas
brotaron de los invitados mientras me daba la vuelta y tomaba asiento.

Una vez más, luché por controlar mis emociones cuando vi a Annabelle. Ella
había pasado la mayor parte del día ayudando a Ember y a las damas de honor
a prepararse, así que hacía varias horas que no la veía. Estaba impresionante con
su vestido color champán con detalles de encaje negro. Y sus zapatos. Ella me
estaba matando con los zapatos. Unos brillantes zapatos color nude con un tacón
de casi trece centímetros. Me senté a su lado, le besé la mejilla y le di un discreto
pellizco en la oreja antes de retirarme.

Envolviendo mi brazo alrededor de sus hombros, se apoyó en mí mientras


veíamos a nuestra hija casarse con el hombre que amaba delante de su familia y
amigos.

Cuando terminó la ceremonia y los invitados empezaron a dirigirse a la


recepción, la abuela se abalanzó sobre Annabelle y la abrazó con fuerza.

—¡Oh, Annabelle, mi dulce niña! Tenía miedo de no volver a verte.

—¡Señora Black!—chilló Annabelle y devolvió el feroz abrazo de la abuela.

—Oh, nada de eso. Llámame abuela, como hacías hace años. —La abuela
soltó a Annabelle y dio un paso atrás para estudiarla—. Sigues siendo tan
hermosa como siempre. —Agarró la muñeca de Annabelle y comenzó a alejarla—
. Ven conmigo, Phoenix y tú están en nuestra mesa. Tenemos que ponernos al
día.

—Espera un segundo, Dolores—dijo el abuelo y tiró de Annabelle para


abrazarla—. Me alegro de que estés de vuelta por aquí, cariño. ¿Es este tu hijo
menor?—preguntó, señalando a Nathan con la cabeza.

—Sí, señor. Este es mi hijo, Nathan Davis. Nathan, estos son los abuelos de
Phoenix, el señor y la señora Black.

El abuelo estrechó la mano de Nathan mientras mantenía un brazo alrededor


de Annabelle.

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Phoenix Blackwings MC 03

—Encantado de conocerte. Phoenix me ha dicho que acabas de firmar un


contrato con una liga de MMA en la costa oeste. Tu madre debe estar muy
orgullosa de ti.

—Eso espero, señor—respondió Nathan.

—Lo mismo digo, nada de esa mierda formal. Yo soy el abuelo y ella es la
abuela. Somos familia, después de todo—declaró, provocando una tímida
sonrisa de Nathan.

Nos dirigimos a la carpa que albergaba la recepción. No participé en la


planificación de la boda, aparte de entregar mi tarjeta de crédito, así que no
esperaba ver algo que rivalizara con el salón de baile de un maldito hotel en el
interior de una carpa de lona en medio de un campo junto a la sede de un club
de moteros.

Las mujeres lo habían hecho todo. No era de mi agrado, pero las sonrisas en
los rostros de Annabelle y Ember hicieron que valiera la pena.

Cuando terminó la recepción, todos estaban agotados o borrachos. Incluso la


abuela estaba muy borracha. Por suerte, nadie tuvo que conducir para llegar a
ninguna parte. Mi casa estaba en la propiedad. La abuela, el abuelo y Nathan se
quedaban conmigo y con Annabelle. Ember y Dash volvían a su casa, pero los
llevaba una limusina. Todos los demás se quedaban en la casa club.

Nathan tenía que salir al aeropuerto a las seis de la mañana del día siguiente.
Insistió en conducir él mismo para que su madre no tuviera que levantarse y
hacerlo. Como teníamos que llevar a Ember y a Dash esa misma tarde a tomar su
vuelo para su luna de miel, podríamos recoger el coche que condujo Nathan
entonces. Una vez resuelto esto, nos fuimos todos a la cama.

***

Mi teléfono me despertó a las ocho de la mañana del día siguiente. Tenía un


mal presentimiento. Nadie me llamaría a esas horas el día después de la boda de
mi hija, a no ser que algo fuera mal. Sin molestarme en mirar el teléfono, contesté:

—Phoenix.

—¡Prez! ¡Ve a la sede del club ahora mismo! ¡Él se ha marchado!—gritó Duke
por la línea.

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Phoenix Blackwings MC 03

Me levanté de golpe en la cama.

—¿Quién?

—¡Octavius!

—¡Joder! Ahora mismo voy. —Desconecté y me giré para despertar a


Annabelle. Por desgracia, ella ya estaba despierta y obviamente había escuchado
todo lo que Duke había dicho. Estaba de pie y temblando, blanca como un
fantasma.

—¡Creía que estaba muerto!—gritó ella.

—Lo está en los papeles. No puedo explicarlo ahora. Tengo que encontrarlo.
Necesito que lleves a la abuela y al abuelo a la casa club. ¿Puedes hacer eso por
mí?—pregunté, dando un paso hacia ella.

Ella dio un paso atrás. Joder, no tenía tiempo de tranquilizarla, aunque quería
hacerlo.

—Por favor, Annabelle—le supliqué, rogándole con la mirada que


comprendiera la urgencia de la situación.

—Está bien—resopló y salió de la habitación dando pisotones. Bien, la ira era


mejor que la tristeza o el miedo.

Me vestí rápidamente y corrí todo el camino hasta la sede del club.


Empujando las puertas delanteras, grité:

—¡Que alguien me diga qué coño está pasando!.

Badger se adelantó.

—Duke bajó a llevarle el desayuno. Se dio cuenta de que la puerta del sótano
no estaba cerrada, pero bajó de todos modos. Cuando bajó, la celda de Octavius
estaba abierta de par en par y no se le encontraba por ningún lado.

—Byte, ¿todavía tiene ese rastreador?—pregunté.

—Por lo que sé, Prez. Ya estoy en él—dijo, tecleando en su portátil—. ¡Lo


tengo! Parece que está en un almacén cerca del territorio de los Disciples of
Deaths.

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Phoenix Blackwings MC 03

Antes de que pudiera comentar, el abuelo, la abuela y Annabelle entraron


por la puerta principal.

—¿Qué pasa, Phoenix?— me preguntó el abuelo.

—No puedo explicarlo ahora. Necesito que te quedes aquí y cuides a la


abuela y a Annabelle por mí.

—Lo que necesites, muchacho—me respondió.

—¡Mudemos esto a la Iglesia, ahora!—ordené.

Una vez que estuvimos tras las puertas cerradas, compartí mis pensamientos.

—No creo que esto requiera mucha planificación, hermanos. Digo que
simplemente conduzcamos hasta allí y lo tomemos.

Los hombres empezaron a discutir si debíamos o no hacer eso cuando mi


teléfono sonó en mi bolsillo. Lo saqué para ver que tenía un mensaje de vídeo de
un número desconocido. Estaba bastante seguro de poder adivinar de quién era
el mensaje.

Abrí el teléfono y me quedé con la boca abierta al ver la imagen en la pantalla.


Al pulsar el botón de reproducción, vi con horror cómo Nathan, atado a una silla,
era golpeado repetidamente en la cara por el puño de alguien. Una voz que no
reconocí empezó a hablar:

—Si lo quieres de vuelta, tendrás que pagar. Quiero 250.000 dólares en


efectivo. Sin policías, sin hermanos, sin tonterías. Tienes cuatro horas para reunir
el dinero y estar listo. Te enviaré un mensaje de texto con las instrucciones para
la entrega.

Tiré el teléfono sobre la mesa y dejé caer la cabeza entre las manos. ¿Quién
mierda hablaba en el vídeo? ¿Cómo habían agarrado a Nathan? ¿Dónde estaba
Octavius? ¿Él era parte de esto o era algo separado? No podía pensar. Estaba
perdiendo la cabeza cuando más necesitaba mantener la calma.

Badger se puso de pie y golpeó las manos una vez.

—Bien, hermanos, esto cambia el juego. No creo que sea una coincidencia
que Nathan, que es el hijo biológico de Octavius, fuera secuestrado el mismo día
que Octavius escapó. Me pareció que el fondo del video era el de un almacén.

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Supongo que ahí es donde está Nathan. Lo que no sé es quién es la otra persona
en ese video...

Badger se interrumpió cuando escuchamos una conmoción al otro lado de la


puerta. Duke abrió la puerta de un tirón para ver qué pasaba. Annabelle tenía a
Crystal en el suelo y la estaba golpeando con una ferocidad de la que no sabía
que era capaz.

—Ya te lo he dicho, asquerosa basurero de semen, él es mi hombre. MÍO—


gritó mientras daba un golpe tras otro en la cara de Crystal.

Saqué a Annabelle de encima de Crystal. Ella luchó como un demonio para


alejarse de mí y volver a tomar a Crystal, pero sus luchas fueron inútiles.

—Lárgate de aquí y no vuelvas, Crystal—ladré. Ella se puso rápidamente en


pie, me lanzó una mirada cruel y salió a toda prisa por la puerta principal—.
Prospecto Kellan, síguela e informa de dónde va.

Miré a Annabelle.

—Puedes explicármelo más tarde. Tenemos que volver a la Iglesia.

En algún momento del episodio con Annabelle y Crystal, mi mente se había


despejado y volvía a estar en pleno modo presidente.

—Detengan sus pensamientos por un momento. Voy a llamar a Copper para


ver si puede enviar a uno o dos hombres a explorar el almacén y los alrededores.
Está más cerca y puede llevar a alguien allí mucho más rápido que nosotros.

—Podrías llamar a Boar. Está más cerca que Copper—sugirió Carbon.

—Bien pensado, hombre. Llamaré a los dos.

Copper y Boar accedieron de inmediato a ayudar como pudieran. El tiempo


pasaba lentamente mientras esperábamos tener noticias de alguien para poder
decidir nuestro siguiente movimiento. Quería tener un plan en marcha antes de
que Annabelle descubriera que Nathan había perdido el avión.

—Phoenix—ladré en mi teléfono.

—Prez, soy Kellan. He seguido a la chica como dijiste. Está en la casa club de
los Disciples of Death.

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Phoenix Blackwings MC 03

—¿Me estás tomando el pelo? Muy bien, vigílala, pero no dejes que nadie te
vea. Síguela si se va e infórmame.

—Lo haré, Prez.

Me enfrenté a los hermanos en la habitación.

—Crystal está en la casa club de los Disciples of Death.

Sonaron gritos de ira e incredulidad. Pasamos los siguientes treinta minutos


discutiendo posibles escenarios y planes de acción.

Mi teléfono sonó de nuevo, el nombre de Kellan apareció en la pantalla.

—Prez, ha salido de la casa club y ahora estamos en un almacén en medio de


la nada. —Bajó la voz—. He visto algunos otros moteros por aquí. No muchos,
pero están merodeando como yo.

—Espera un segundo, Kellan—dije al teléfono—. Oye, Badger, ¿a quién envió


Copper al almacén?

Badger se rio.

—¿A quiénes crees? A Judge y a Batta.

—Kellan, los moteros que viste, ¿son hijos de puta grandes? Uno se parece a
Duke y el otro a un malvado Mr. Clean—pregunté.

—Sí. Sí, eso es exactamente lo que parecen.

—Son Judge y Batta, el sargento de armas y el enforcer de nuestra sede de


Devil Springs. Les haremos saber que tú también estás allí. Quédate atrás y sigue
sus órdenes como lo harías con las mías, ¿entendido?

—Sí, Prez.

—Muy bien, hermanos, Crystal acaba de aparecer en el almacén donde está


Octavius y probablemente también Nathan. Yo no estoy seguro de cómo juegan
los Disciples of Death en esto, pero las otras piezas están empezando a encajar—
dije.

Alguien llamó a la puerta de la Iglesia y enseguida empezó a golpearla. Duke


volvió a abrir la puerta de un tirón. Annabelle entró en la habitación llorando y
empujando su teléfono en mi cara.

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Phoenix Blackwings MC 03

—¿Qué pasa, muñeca?—pregunté, aunque ya lo sabía, o creía saberlo.

—¡Mira esto! ¡Mira!—gritó, agitando su teléfono hacia mí.

Lo tomé y pulsé play en el vídeo que había visto en su pantalla. Era el mismo
que me habían enviado antes.

—Lo sé, cariño, a mí también me lo enviaron. En eso estamos trabajando aquí.


Esperaba que pudiéramos recuperarlo antes de que te enteraras.

Ella resopló y dio un pisotón.

—Ya sé todo eso. ¿No reconoces esa voz? —Sacudí la cabeza—. ¡Es mi
maldito padre!

Una vez que lo dijo, sí reconocí su voz. Puto infierno.

—¿Cómo mierda se ha metido en esto?—pregunté, más para mí que para


nadie.

Annabelle se agarró a mi brazo y empezó a sacudirme.

—¡No importa! Sólo ve a recuperar a mi hijo.

—Está bien, cariño. —Tiré de ella hacia mí y la abracé un momento. Yo


necesitaba el consuelo tanto como ella en ese momento. Le di un beso en la
cabeza—. Ve a esperar ahí fuera con la abuela y el abuelo mientras preparamos
nuestro plan, ¿Ok? —Sorprendentemente, no discutió y salió rápidamente de la
habitación.

—No estoy seguro de cómo el padre de Annabelle juega en esto, pero estoy
dispuesto a apostar que está en ese almacén con Octavius, Crystal, y Nathan.
¿Alguien se opone a entrar y sacarlos?—pregunté.

Sin ninguna objeción por parte de los oficiales, dejamos la Iglesia y nos
preparamos para salir. Me puse en contacto con Boar y Copper para informarles
de que íbamos a rescatar a Nathan. Copper dijo que haría que Judge y Batta
vigilaran el lugar y que me llamaría si había alguna actividad. Boar ya tenía a dos
tipos vigilando el almacén, pero dijo que él y algunos de sus hombres saldrían en
apoyo si era necesario. En quince minutos, estábamos en camino.

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Capítulo 36
Phoenix

Entré en un estacionamiento situado a un kilómetro y medio del almacén.


Algunos de los miembros de Boar ya estaban allí esperándonos. Boar salió de una
jaula y se acercó a mi moto.

—Acabo de hablar con Copper. Nadie ha entrado ni salido del almacén desde
que llegó Crystal. No puedo asegurarlo, pero no parece que haya nadie ahí
dentro excepto ellos cuatro.

—Gracias, hombre. Te agradezco que nos ayudes así—le dije a Boar. Me


sorprendió que realmente viniera con sus hombres. Todavía se estaba
recuperando de haber recibido un disparo durante el mismo incidente que hirió
a Carbon. Su recuperación fue más lenta que la de Carbon debido al lugar donde
le dispararon y a su edad. Boar asintió en reconocimiento de mi gratitud.
Probablemente le debamos un pulmón por esto, pero me parecía bien.

—Así es como vamos a hacer esto. Subiremos un poco más y nos


detendremos a ochocientos metros del almacén. Dejaremos las motos y nos
acercaremos a pie. Una vez allí, nos dividiremos en grupos y rodearemos el
almacén. Carbon y Shaker, una vez que entremos, ustedes dos sacan a Nathan lo
más rápido posible. El resto dispare para matar a cualquiera que esté allí, excepto
a Octavius. Yo seré quien envíe a ese hijo de puta al infierno—gruñí.

Dicho esto, montamos hasta el punto de los ochocientos metros que Byte nos
trazó y caminamos el resto del camino. Funcionamos como una máquina bien
engrasada. La mitad del grupo fue en una dirección mientras que la otra mitad
fue en la dirección opuesta para rodear el edificio. Badger y yo avanzamos por el
lateral del almacén hasta que encontramos una puerta estúpidamente
entreabierta. Hice contacto visual con él y asentí. Manteniendo el puño a mi lado,
marqué uno, dos, tres con los dedos. A la de tres, abrí la puerta con facilidad y
entré.

La puerta daba paso a una gran sala con paredes y suelos de hormigón. En
el centro, Nathan estaba atado a una silla, con la cabeza apoyada en el pecho. A

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un lado, Octavius y otro hombre, que supuse que era el padre de Annabelle, ya
que no podía verle la cara, estaban discutiendo acaloradamente. A sus pies, el
cuerpo sin vida de Crystal yacía en un charco de su propia sangre. Badger y yo
levantamos simultáneamente nuestras armas, apuntamos y disparamos.

Octavius y el otro hombre cayeron al suelo. El padre de Annabelle ni siquiera


se inmutó gracias a la bala que Badger le incrustó en el cráneo. Octavius, en
cambio, se revolcaba en el suelo, se agarraba la pierna y chillaba como una bestia.
Fui directamente por Octavius y le até rápidamente las manos a la espalda.

Carbon y Shaker se apresuraron a desatar a Nathan, que empezaba a


recuperarse. Mientras lo llevaban a la furgoneta, oí a Carbon murmurar:

—Bueno, eso fue anticlímax. —Negué con la cabeza. A veces me preguntaba


por la cordura de ese tipo.

Boar entró por la puerta y miró la habitación antes de posar sus ojos en el
padre de Annabelle.

—¿Qué demonios tiene que ver Gnaw con esto?

—¿Quién es Gnaw?—pregunté distraído. Todavía estaba pendiente de


Octavius, contemplando la posibilidad de meterle una mordaza en la boca.
Estaba tan agradecido de que hubiéramos logrado nuestro objetivo sin
incidentes, que no me había molestado en captar ningún detalle de nuestro
entorno.

Boar señaló al hombre en el suelo.

—Ese cabrón de ahí con el chaleco de los Disciples of Death puesto. Era un
vicioso hijo de puta.

—¡Jódeme! Es el padre de Annabelle. Joder, esto se pone cada vez mejor.


Encima de todo, ahora tengo que lidiar con otro club. —Me pellizqué el puente
de la nariz y negué con la cabeza—. Voy a asegurar este pedazo de mierda y ver
cómo está Nathan. Luego, podemos empezar con la limpieza.

El resto de los muchachos me siguieron fuera mientras llevaba a Octavius


por sus manos atadas a una jaula. Supongo que nadie quería esperar en un
almacén mal ventilado con dos cadáveres en medio de un verano abrasador. Metí
a Octavius en la parte trasera de un todoterreno y les dije a Judge y Batta que

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Phoenix Blackwings MC 03

hicieran guardia. Entonces, al abrir la puerta de la furgoneta donde estaban Patch


y Nathan, sonó un fuerte estruendo detrás de mí y sentí que el suelo temblaba,
seguido de un intenso calor a mi espalda.

Me giré para ver el almacén en llamas y a varios de mis muchachos, así como
a los de Boar, en el suelo. ¡Joder! Boar también estaba tirado de espaldas. Sabía
que eso era demasiado fácil. Volví corriendo a ver cómo estaban los hombres y
me sentí aliviado al comprobar que nadie estaba gravemente herido. Parecían ser
sólo algunos golpes y moretones.

Extendí una mano a Boar y le ayudé a ponerse en pie. Hizo un gesto de dolor
y se frotó el pecho.

—Que alguien vea si Patch puede echar un vistazo rápido a Boar—grité a


nadie en particular.

Hizo un gesto de desprecio con las manos.

—No hace falta. Estoy bien. Sólo me he sacudido un poco el pecho—dijo,


mientras seguía frotándose el pecho.

—¿Estás seguro, tío?

—Sí. No hay nada que un poco de whisky y descanso no pueda arreglar.

—Muy bien, hermanos, salgamos de aquí. Ese fuego va a llamar la atención,


pero al menos no tenemos que preocuparnos por las pruebas. Carbon, tú y Shaker
echen algo de combustible a las llamas. No estaría de más que ardiera más y más
rápido—les ordené.

Shaker asintió y miró a Carbon.

—¿Te ha parecido suficiente clímax?

Carbon se rio.

—No, pero tendrá que servir.

—Bueno, seguro que lo fue para mí. Vamos a movernos—les ladré.

Volvimos a nuestras motos y nos fuimos a casa. Estaba realmente agradecido


por haber rescatado a Nathan, capturado a Octavius y haberme ocupado del
padre de Annabelle con facilidad. Era raro que cualquiera de nuestras misiones

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de esa naturaleza se llevara a cabo sin que al menos algunas personas resultaran
heridas.

Cuando atravesé las puertas de la sede del club, Annabelle estaba de pie
frente a las puertas delanteras esperándonos. En cuanto vio mi moto, corrió hacia
mí y me agarró del chaleco justo cuando me detuve.

—¿Dónde está?—me preguntó.

—Relájate, muñeca. Está en la furgoneta con Patch. Está un poco golpeado,


pero está bien—le dije.

—Necesito verlo—dijo ella, con lágrimas en la cara. Las puertas de la


furgoneta se abrieron y Nathan salió—. ¡Nathan!—gritó ella y echó a correr.
Nathan apenas tuvo tiempo de prepararse para el impacto. Gruñó cuando ella se
lanzó a sus brazos.

—Está bien, mamá. Estoy bien—dijo él, tratando de tranquilizarla.

—¡Allá vamos!—gritó Patch desde detrás de Nathan. Nathan levantó la vista


a tiempo para ver a Ember que se dirigía hacia él. Él levantó un brazo y la rodeó
cuando llegó a su lado.

—Vamos, señoras, llevémoslo dentro—dije yo.

Coal estaba junto a la puerta y la mantuvo abierta para que Nathan entrara.

—¿Estás bien, hermano?—preguntó.

—Podría estar mejor, pero podría estar peor—respondió Nathan con


sinceridad.

—Me alegro de que te hayan recuperado—dijo Coal en voz baja.

Nathan le dio una palmada en el hombro.

—A mi también.

Cuando Patch llevó a Nathan a su consulta improvisada para terminar de


examinarlo, Annabelle se volvió hacia mí. La preocupación había desaparecido
de sus ojos y había sido sustituida por una furia pura y dura.

—Tú—gruñó, sí gruñó, y me clavó el dedo en el pecho—. ¡Maldición, me


mentiste! Sabías de lo que era capaz y aun así mentiste sobre su muerte, eso no

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sólo me puso a mí, sino a mis hijos, en peligro. ¡Pusiste la vida de mis hijos en
peligro y casi me quitan a uno de ellos! ¿Cómo pudiste hacer eso, Phoenix?
¿Pensaste que estaba bien porque no era tuyo?

—¡Todos, fuera! ¡Ahora mismo, maldita sea!—bramé. Si íbamos a discutirlo


en la sala común, lo íbamos a hacer sin que todo el maldito club nos viera, por no
hablar de nuestros hijos y mis abuelos que nos miraban boquiabiertos.

—¿Por qué quieres que todos se vayan, Phoenix? ¿Para que me puedas soltar
más mierdas a puerta cerrada? Todos sabían que Octavius seguía vivo mientras
tú me ponías en ridículo. Así que, deja que se queden y vean el espectáculo. No
tengo nada que ocultar.

Mierda. Nunca, y quiero decir nunca, la había visto tan enfadada. Y yo estaba
aterrorizado. Sí, le mentí, pero no fue por las razones que ella pensaba.
Necesitaba hablar, pero estaba demasiado asustado para decir algo. Si la perdía
de nuevo... Maldición, ni siquiera me atrevía a completar el pensamiento.

—Maldición, di algo, grandísimo hijo de puta—gritó ella.

—Mamá—dijo Coal en voz baja. Estaba de pie a un lado con la abuela y el


abuelo, pero no dejé de notar cómo se colocaba frente a Ember, aunque Dash la
acunaba contra su pecho. Cuando mis ojos se posaron en ella, oí sus sollozos con
claridad. Joder, esto también iba a hacer mella en ella.

—No—dijo Annabelle—. Va a explicarse y tiene cinco segundos para


empezar a hacerlo antes de que me aleje de él.

Me estremecí visiblemente por el dolor que me desgarró el pecho al escuchar


sus palabras. Aspiré una enorme bocanada de aire e hice lo único que podía. Le
dije la verdad.

—Fingimos su muerte el año pasado. No iba a dejar que guardara sus


secretos y pasara el resto de sus días viviendo cómodamente en una celda. No,
lo iba a retener aquí hasta que me contara lo que te pasó o hasta que encontrara
algo que me llevara a ti, lo que ocurriera primero. Cuando finalmente encontré
los papeles y me dirigí a California, supe que, si te encontraba, no volverías aquí
a menos que estuviera muerto. ¿Pero qué iba a hacer? No podía matarlo antes de
encontrarte.

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Phoenix Blackwings MC 03

—¡Deberías haber hecho que uno de tus hombres lo hiciera antes de que
regresáramos!

—¡Mierda, no! Si alguien acaba con él, seré yo.

Ella se quedó con las manos cerradas en puños, mirándome fijamente


mientras exhalaba una y otra vez. Entonces, me dio un susto de muerte.

—Quiero verlo.

No. Ella no pidió realmente verlo, ¿verdad?

—Annabelle, no creo...

—No me importa lo que crees. ¡Quiero verlo, maldición!—rugió ella—. Él


arruinó mi vida tanto como la tuya. Tengo todo el derecho a verlo y a decirle lo
que pienso. Me lo debes, Phoenix Alexander Black.

Si no estuviera tan ocupado sintiéndome inseguro e impotente, podría


haberme excitado su feroz determinación. Tragué con fuerza y asentí.

—De acuerdo. Te llevaré a verlo.

—Sólo tú. Nadie más—añadió ella.

Ignorando las caras de asombro y estupefacción de la sala común, la conduje


en silencio a la celda del sótano donde Carbon había asegurado a la pequeña
comadreja.

—Ah, ¿mi cruel hermano mayor ha vuelto para torturarme tan pronto?
Esperaba que le llevara más tiempo resolver las cosas y limpiar el desastre que
hizo en el almacén. Qué trabajo tan sucio el de deshacerse de los cuerpos—se
burló.

—No soy tu puto hermano—gruñí.

—Nuestro ADN dice lo contrario—bromeó.

Antes de que pudiera decir nada más, Annabelle me empujó a un lado y se


adelantó.

—Oh, hermano querido, me has traído una sorpresa. Qué atento eres al
devolverme mis objetos perdidos.

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Gruñí en voz baja. Si Annabelle tenía algo que quería decirle, tenía que
hacerlo y hacerlo pronto, porque iba a romperle el cuello con mis propias manos
si seguía intentando provocarme.

—Nunca fui tuya—escupió Annabelle, enfrentándose al hombre que tanto le


había quitado. Se irguió tanto como pudo, con las manos fuertemente unidas a la
espalda.

Octavius se rio.

—Oh, todavía no lo sabes, ¿verdad? Bueno, te habrías enterado por Nivan en


algún momento, así que me adelantaré y te lo diré yo mismo. Sí, eras de mi
propiedad. ¿No te pareció extraño que acogiera a una joven de dieciocho años
para mantenerla mientras sus padres saldaban una deuda? Eras una adulta legal.
No tenía que hacer nada por ti. No, tus padres no me debían dinero y nunca
trabajaron en la granja. Conocí a tu padre cuando empecé a proveer de armas a
su club. Siempre estaba buscando maneras de hacer más dinero. Fue él quien
tuvo la idea de prestar dinero a los que no podían devolverlo y hacer que
trabajaran para saldar su deuda en la granja. Le pagaba trimestralmente por la
idea, una especie de canon, si se quiere. A los pocos meses, me pidió que le
adelantara el pago trimestral. Se había metido en algún tipo de problema.
Cuando me negué, te ofreció en venta. Así que, sí, Annabelle, eres de mi
propiedad.

Tenía los ojos puestos en Octavius mientras escupía su mierda a Annabelle.


Debería haber estado observándola. Si lo hubiera hecho, habría visto su mano
moverse, pero no lo hice. Antes de que pudiera reaccionar, Annabelle tenía una
pistola en la mano y procedió a vaciar el cargador contra Octavius sin dudarlo,
sin fallar un solo disparo.

Habíamos insonorizado la celda en la que solíamos tener a Octavius no


mucho después de que se convirtiera en nuestro prisionero residente, pero
Carbon lo puso en una de las celdas normales hasta que pudiéramos cambiar las
cerraduras de su antigua celda y no había forma de que los hombres no oyeran
los disparos desde arriba. Casi inmediatamente, oí el sonido de unos pies
calzados con botas corriendo por el pasillo. La puerta del sótano se abrió de golpe

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Phoenix Blackwings MC 03

y Duke gritó mientras bajaba prácticamente de un salto las escaleras con Carbon
y el resto del club pisándole los talones:

—¡Prez! ¿Estás bien?

Annabelle se giró para ver una pared de cuero con pistolas desenfundadas y
apuntando en nuestra dirección. Chilló y el arma que tenía en la mano cayó al
suelo.

—Bajen las armas, hermanos. Estamos bien. Necesito que un par de vosotros
limpiéis…

Me interrumpió el grito frenético de mi hija.

—¡Mamá! ¡Papá! ¡Suéltame antes de que te tire al suelo!

—¡Ember! ¡Detente! ¡Sabes que no puedes bajar ahí!—le gritó Coal.

—¡Una mierda no puedo!

—Quedaos ahí arriba. Los dos estamos bien y subiremos en un minuto—


grité—. Hermanos, dadnos un minuto, ¿Ok?

Duke echó un vistazo al sótano, sin poder evitar inspeccionar la zona en


busca de amenazas. Cuando sus ojos se posaron en el cadáver de Octavius y en
el arma que había en el suelo, asintió con la cabeza e indicó a los demás que
volvieran a subir. Estaba orgulloso de él. Como mi sargento de armas, su trabajo
era protegerme a toda costa, incluso si eso significaba ir en contra de mis órdenes.

Cuando oí la puerta cerrarse, me volví hacia Annabelle, que había estado


sorprendentemente callada desde que hizo el primer disparo.

—¿Estás bien, muñeca?

Ella se aclaró la garganta y cambió su peso de un pie a otro.

—Eh, sí, estoy bien. Entonces, supongo que estamos a mano ahora.

—¿Perdón?

—Sabes, me mentiste sobre que estaba vivo y yo te mentí sobre que quería
decirle mi parte—admitió tímidamente. Cuando me quedé mirándola,
completamente confundido, aclaró—. No tenía nada que decirle a ese hijo de
puta. Sólo quería dispararle.

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La miré fijamente durante dos segundos, asimilando lo que acababa de decir,


antes de echar la cabeza hacia atrás y reír. La atraje contra mi pecho y la envolví
en un abrazo.

—Mujer, te amo, maldición.

—Sí, yo también te amo, imbécil. Pero vamos a dejar una cosa clara ahora
mismo. Entiendo por qué lo hiciste, pero si vuelves a mentirme, me importa un
carajo lo que sea, te pegaré los huevos a la pierna mientras duermes.

No tenía ninguna duda de que lo haría.

—Hay algo más que necesito decirte. No te lo estaba ocultando


intencionadamente, simplemente no había encontrado un buen momento para
decírtelo.

—¿Qué es?—preguntó.

—Luke llamó con los resultados de la muestra de ADN que proporcionaste.


Era compatible—dije en voz baja, sin saber cómo se tomaría la noticia.

Se quedó en silencio un momento y luego preguntó:

—¿Algo más?

Me aclaré la garganta.

—Tu padre también está muerto. Badger lo mató cuando fuimos a buscar a
Nathan.

—¿Estás seguro de que está muerto?

Asentí con la cabeza.

—Absolutamente. Badger le disparó en la cabeza. Estaba muerto antes de


que su cuerpo cayera al suelo.

Exhaló y su cuerpo se relajó visiblemente.

—Recuérdame que le dé las gracias.

Me reí y le pasé el brazo por el hombro.

—Lo haré. Vamos a ver a nuestros hijos y dejemos que los hombres limpien
este lugar.

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Capítulo 37
Phoenix

Después de asegurarle a Ember, Coal y Nathan que estábamos bien, así como
a la abuela y al abuelo, llamé a los oficiales y a Nathan a la iglesia. Había algunos
cabos sueltos que debíamos atar antes de poder dejar atrás todo este lío.

—¿Cómo te atraparon?—le pregunté a Nathan.

—Estaba conduciendo hacia el aeropuerto esta mañana y una camioneta salió


de la nada. Estaba encima de mi parachoques y no quería dar la vuelta. Reduje
un poco la velocidad, pensando que me pasaría, pero en su lugar me embistió, lo
que me hizo salir de la carretera y caer en una zanja. Lo siguiente que recuerdo
es que un hombre estaba en la ventanilla clavándome una aguja en el cuello.
Cuando me desperté, estaba atado a una silla en ese almacén—explicó Nathan.

—¿Dijeron por qué te llevaron?—preguntó Badger.

—Sí, dijeron que era por dinero. Por lo que entendí, Octavius solía
suministrar armas al club al que pertenecía Gnaw. Desde que se cerraron las
operaciones en la granja hace más de un año, el club de Gnaw ha estado
perdiendo dinero, o no ha ganado tanto. De todos modos, dijo que quería una
compensación por parte del dinero perdido. Le dijo a Octavius que iba a llevarse
a mamá, pero cada vez que su hombre se acercaba a ella, uno de los Blackwings
se interponía.

—¿Dijo quién era ese tipo?—pregunté, tratando de contener la rabia que


vibraba en mi cuerpo.

—Dijo que el tipo era un prospecto de los Disciples of Death. Creo que dijo
que se llamaba Kevin.

—¿Qué hay de Crystal, la chica que estaba en el almacén? ¿Mencionaron


cómo se involucró en esto o qué estaba haciendo allí?—pregunté.

—Sí, es la hermana de Kevin. Estaba en su club quejándose a Kevin de que


mamá te había robado. Gnaw escuchó su conversación. Así es como supo que
mamá había vuelto a la ciudad. Gnaw le encargó a Kevin que la secuestrara y

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Phoenix Blackwings MC 03

Kevin consiguió que Crystal lo ayudara. Ella es la que le habló a Gnaw de mí y


es la que tomó tus llaves durante el banquete de bodas para dejar salir a
Octavius—explicó él.

—¿Sabes quién le disparó y por qué?—preguntó Badger.

—Apareció en el almacén armando un escándalo porque me llevaron a mí en


lugar de a mamá. Le gritaba a Gnaw que le había prometido quitar a mamá de
en medio para que pudiera tener a Phoenix. Dijo que si ellos estaban faltando a
su palabra, ella iba a faltar a la suya e iba a contárselo todo a los Blackwings.
Gnaw le disparó en la cabeza antes de que pudiera decir algo más.

Me aclaré la garganta y traté de encontrar las palabras adecuadas.

—Nathan, ¿va a ser un problema que te guardes los acontecimientos de hoy


para ti?—pregunté con cuidado. Esperaba que entendiera lo que quería decir
después de haber crecido entre los Knights of Neptune.

No se le escapó nada.

—No, si consigues que tu médico me escriba una excusa por mis lesiones y
las drogas que hay en mi organismo para que no pierda mi contrato de MMA—
respondió.

Sonreí y asentí.

—No hay problema. Haré que Patch se encargue de eso.

—Entonces puedo mantener la boca cerrada—dijo él con una sonrisa.

—¿Sabes lo que pasó abajo?—pregunté, bajando la voz.

—No, ni idea—dijo con las comisuras de la boca curvadas en una sonrisa


traviesa.

Me reí y negué con la cabeza.

—Ve a ver a tu madre mientras terminamos aquí. Asegúrate de que esté bien
conmigo—dije, aunque era más bien una súplica.

Asintió con la cabeza y se puso en pie.

—Lo haré.

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Cuando se fue, discutimos inmediatamente cómo manejar a Kevin. Él había


seguido a mi mujer, había intentado secuestrarla, había ayudado a secuestrar a
su hijo y había contribuido a la huida de Octavius. Sus crímenes no podían
quedar impunes. Tampoco iba a dejar que otro club me hiciera quedar como una
perra por dejar pasar esto.

Saqué el teléfono y realicé una llamada al mismísimo presidente de los


Disciples of Death. Si él sabía lo que uno de sus miembros y un prospecto estaban
haciendo o si plantó a esa puta en mi club, le esperaba un mundo de dolor, pero
iba a darle el beneficio de la duda. Si no lo sabía, apostaba a que probablemente
él mismo se encargaría de Kevin.

—Scream—respondió, sonando molesto por tener que contestar el teléfono.

—Phoenix Black.

—¿Sí?—preguntó. Su tono era significativamente diferente.

—Descubrí que uno de tus miembros y un prospecto tuyo estaban


conspirando para secuestrar a mi dama y secuestraron a su hijo esta mañana.
Acabo de volver de ocuparme de eso, de hecho.

—¿De qué coño estás hablando? ¿Qué miembro y qué prospecto?—ladró él.

—El miembro era Gnaw. El prospecto es Kevin—dije con calma.

—¡Maldito estúpido hijo de puta! Espera, has dicho era. ¿Lo mataste?

—A Gnaw, sí. A Kevin, no. Él no estaba allí. Pero su hermana sí. No estoy
seguro de si ser una puta en mi club fue una coincidencia o intencional. No
importa ahora, supongo, ya que recibió una bala en el cerebro hoy temprano. Lo
que quiero saber es si tú sabías algo de esto.

—Joder, no, no lo sabía.

—Eh, ok, si tú lo dices entonces todo está bien—dije con la voz cargada de
sarcasmo.

—Bien. Me encargaré de Kevin. Te enviaré una prueba. ¿Será suficiente?—


preguntó. Parecía que se estaba poniendo un poco nervioso, como debía ser.

—Posiblemente. Depende de cómo te ocupes de él y del tipo de pruebas que


aportes. Tiene veinticuatro horas—dije y corté la llamada.

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—Muy bien, hermanos, ya veremos lo que aporta. Buen trabajo el de hoy.


Vayan a disfrutar lo que queda del día. Creo que tengo que llevar a algunas
personas al aeropuerto.

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Capítulo 38
Annabelle

Nathan salió de la Iglesia y tomó asiento a mi lado en uno de los sofás.

—¿Cómo te fue?—le pregunté.

—Fue bien. Respondí a sus preguntas lo mejor que pude y prometí no contar
a nadie lo que había pasado. Eso fue todo—dijo.

Resoplé.

—Pues me lo vas a contar a mí. ¿Qué pasó?

—Fui al aeropuerto esta mañana y un tipo me sacó de la carretera. Luego, me


clavó una aguja en el cuello. Cuando me desperté, estaba atado a una silla en un
almacén con Octavius y otro hombre al que llamaba Gnaw. Apareció una chica.
Luego, aparecieron Phoenix y todos los demás. Eso es todo, mamá—explicó.

—Siento que hayas tenido que verlo. ¿Te dijo algo?—pregunté, esperando
que no dijera nada que pudiera traumatizar a Nathan.

—La verdad es que no. Sólo que era su hijo y que debería haber crecido bajo
su supervisión. Dijo un montón de cosas desagradables sobre ti. Fue entonces
cuando el otro hombre empezó a discutir con él. Habían intentado secuestrarte.
Uno quería sacar dinero y el otro quería matarte. Estaban tan enfrascados en la
discusión que ni siquiera oyeron entrar a Phoenix y su club.

—¿Sabes quién era el otro hombre, Gnaw?

Nathan negó con la cabeza.

—No, sólo que era miembro de otro club de moteros y que te estaba
buscando.

No estaba segura de si debía decírselo o no. No quería mentirle, pero qué


bien le haría saber que ese hombre era realmente su abuelo. Por otra parte, si se
enteraba más tarde, podría no ser tan comprensivo, sobre todo desde que se
enteró recientemente de todas las demás cosas que le oculté. Respirando
profundamente, dije:

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—Ese hombre era mi padre, tu abuelo.

Nathan se recostó en el sofá.

—Ah, eso tiene más sentido.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno, seguían discutiendo sobre qué hacer contigo una vez que te
tuvieran. Octavius seguía insistiendo en que él tenía que decidir qué hacer
contigo porque te había comprado al otro hombre hacía años.

—Sí, acabo de enterarme de eso—dije en voz baja—. Escucha, Nathan, mi


padre era un hombre malo. Lo supe desde el principio de mi vida. Al crecer,
nunca me gustaron mis padres, pero nunca pensé que mi propio padre me
vendería. Espero que no pienses mal de mí, pero me alegro de que esté muerto.

—Yo también me alegro, mamá. Cualquiera que te trate como él merece


morir.

—¿Phoenix te habló de Octavius?—pregunté vacilante.

—¿Te refieres al que le disparaste?—preguntó sin rodeos. Ante mi grito


ahogado, él continuó—. No, no me lo dijo, pero no fue difícil de averiguar. Los
dos bajaron al sótano y entonces oímos una cacofonía de disparos. La mayoría de
los hombres no vacían el cargador así, madre.

Le apreté el brazo mientras una lágrima resbalaba por mi mejilla.

—Maté a tu padre, Nathan. Y estoy enamorada de tu tío, que es el padre de


mis otros hijos. —Una comprensión repentina me hizo jadear—. ¡Tu media
hermana y hermano son también tus primos! Nuestra familia está muy jodida.

—Mamá, ¿está hablando en serio ahora mismo?—me preguntó Nathan con


incredulidad—. Primero, ese hombre no era mi padre. Biológicamente, sí, pero
no en ningún otro sentido que cuente. Sí, lo mataste, pero él iba a matarte y no
creo que hubiera dejado de atormentarnos hasta que estuviera muerto. En cuanto
a que Phoenix sea mi tío, no es que supieras que él y Octavius eran medio
hermanos cuando se creó todo este lío. Pero, si te incomoda, no tengo que
llamarlo tío. Haré lo que te haga feliz, mamá. Que sepas que no creo que nada de
esto sea culpa tuya, ni de Phoenix.

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Mi dulce, comprensivo, maduro y maravilloso chico.

—¿Cómo llegaste a ser tan inteligente?

Sonrió.

—Me criaron bien.

—Nathan, ¿qué le vas a decir a tu equipo y a tus entrenadores?—pregunté,


dándome cuenta de repente de que esta situación podría tener un efecto
devastador en la vida de Nathan.

—Ya hablé con Phoenix sobre eso. Va a hacer que Patch me escriba una
excusa para cubrir los golpes y moretones, así como lo que me inyectaron. Quiere
que me quede en Croftridge unos días para que coincida con la historia—me
explicó.

Eso me produjo un tremendo alivio. Mi pequeño había trabajado mucho para


entrar en el equipo y su sueño empezaba a hacerse realidad. No podría soportar
que los fantasmas de mi pasado se lo arruinaran.

Phoenix salió de la Iglesia y me miró a los ojos.

—Vamos a llevar a los muchachos al aeropuerto.

Tardé un momento en darme cuenta de que se refería a Ember y Dash.


Habían cancelado su vuelo antes cuando todos nos enteramos de que se habían
llevado a Nathan.

***

Tres días después, nos dirigíamos de nuevo al aeropuerto, esta vez para dejar
a Nathan. Patch habló con los entrenadores y les informó de su accidente de
coche y les dio una lista de medicamentos administrados en el hospital. Por
suerte, sus secuestradores le inyectaron un medicamento muy común que se
utiliza para sedar.

Una vez que estábamos de vuelta a Croftridge, Phoenix me preguntó:

—¿Cuándo piensas volver?

No había pensado en cuándo volvería. Intencionalmente. Era bastante feliz


viviendo el momento y no quería pensar en la realidad ni en el futuro. Eso era
principalmente porque no sabía qué hacer. Me hice un hogar en California. Un

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Phoenix Blackwings MC 03

hogar para mí y para mi hijo. Pero yo había anhelado a Phoenix durante más de
la mitad de mi vida. Y tenía otros dos hijos viviendo en Croftridge. Dos hijos
cuyas vidas me había perdido en la mayor parte.

—No estoy seguro. Probablemente debería llamar a Wave y ver cuándo me


espera de vuelta—me evadí de responder. Sorprendentemente, Phoenix lo dejó
pasar.

Cuando llegamos a su casa, Phoenix me guió por la parte de atrás en lugar


de entrar.

—Pensé que podríamos dar un paseo hasta el lago—explicó. Me agarró de la


mano y me arrastró con él.

Me fijé en una manta y una cesta en el suelo, cerca de uno de los bancos.

—¿Qué es esto? —pregunté, señalando la cesta y la manta.

Phoenix me dedicó una sonrisa de Cheshire.

—Un picnic. Siéntate.

Me senté y disfruté de un buen almuerzo de picnic con Phoenix. No estaba


segura de lo que era, pero sabía que estaba tramando algo. Estaba demasiado
interesado en lo que estaba comiendo y en cuánto había comido. Siguió sacando
cosas de una en una en lugar de poner todo a la vez.

—Phoenix, ¿cuál es tu problema? Estás actuando muy raro.

Ignoró mis preguntas y siguió con su extraño comportamiento. Cuando


terminamos, me levanté y me quité el polvo de los pantalones. Me di la vuelta y
alcancé la esquina de la manta para empezar a doblarla y el mundo entero se
detuvo.

Phoenix estaba arrodillado, con una cajita negra en la mano, mirándome con
mucho amor en los ojos.

—Muñeca, he estado esperando veinte años para hacerte esta pregunta.


¿Quieres casarte conmigo?

No podía moverme. No había deseado nada más cuando tenía dieciocho


años y, si era completamente sincera, todavía no quería nada más. ¿Finalmente

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Phoenix Blackwings MC 03

mis sueños se hacían realidad? ¿Estaba bien abrazar por fin lo que tenía delante
de mí sin preocuparme de que me lo arrebataran?

—Di algo, muñeca.

Rompí a llorar y me lancé sobre él, literalmente. Me atrapó con facilidad y


me abrazó con fuerza.

—Sí. Por supuesto que me casaré contigo.

Phoenix se puso en pie de un salto.

—Bien. Levántate. Vamos.

—¡Espera! ¿De qué estás hablando?—pregunté.

—Esta vez no voy a esperar. Has dicho que sí, así que vamos a ir al juzgado
a casarnos. Si quieres hacer lo de la boda más tarde, está bien, pero te vas a casar
conmigo hoy—me informó.

—No puedes hablar en serio—dije.

—Desde luego que sí. En este estado no hay período de espera. Vamos allí,
obtenemos nuestra licencia de matrimonio, la firmamos ante un notario y la
devolvemos.

—¡Espera! Tengo que hablar con Nathan sobre esto. ¡Y Wave! ¿Qué pasa con
mi trabajo?—pregunté. Había perdido la maldita cabeza. No podía casarme con
él y esperar que todo lo demás funcionara.

—Hablé con Nathan antes de que se fuera. Dijo que sólo quiere que seas feliz
y si eso es casándote conmigo, entonces está de acuerdo. —Me quedé
boquiabierta mirándolo—. En cuanto a Wave, también me ocupé de eso. Dijo que
podías trabajar a distancia desde aquí, igual que cuando empezaste a trabajar
para él. Aunque, tengo que decir, muñeca, que no tienes que trabajar. Si quieres,
está bien, pero no tienes que hacerlo. ¿Alguna otra protesta?

—Supongo que no—murmuré.

—Bien. Vamos—dijo, tomando mi mano y caminando a toda velocidad hacia


su moto.

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Phoenix Blackwings MC 03

Nos llevó a la ciudad y aparcó frente al único juzgado de Croftridge.


Entramos, rellenamos el papeleo necesario y así fue como finalmente me casé con
el amor de mi vida.

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Epílogo
Annabelle

Tres semanas después

Apoyé la frente en el brazo que tenía sobre la tapa del retrete después de
terminar otra ronda de arcadas en seco. Me limpié con la mano el sudor frío que
me cubría ligeramente la cara y traté de ponerme en pie.

—Está bien, muñeca, te tengo. —Phoenix me levantó con cuidado como a un


niño y me llevó de vuelta a la cama. Me limpió la cara sudorosa con una toallita
fresca y me dio un vaso de agua para que me enjuagara la boca.

—Lo lamento—grazné y empecé a llorar. No sé por qué, pero siempre se me


saltaban las lágrimas cuando estaba enferma.

—No hay nada que lamentar, muñeca—murmuró, apartándome el pelo


húmedo de la cara—. Esto ya lleva varios días y no mejoras. Con o sin virus, voy
a llamar a Patch para que te eche un vistazo. —Empecé a discutir, pero su mirada
me hizo cerrar la boca.

Patch apareció en nuestra habitación minutos después. Al parecer, estaba en


la sede del club y vino directamente a nuestra casa.

—Hola, Annabelle. Phoenix me ha dicho que has estado enferma durante


unos días. ¿Qué pasa?

—Es sólo un malestar estomacal. No sé por qué te ha molestado. Estoy segura


de que se me pasará pronto—dije.

—Creo que lo haría sentir mejor si me dejas revisarte. No me llevará más que
unos minutos—respondió.

Suspiré con exasperación.

—Bien.

—Dime qué síntomas has tenido.

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Phoenix Blackwings MC 03

—He estado vomitando todo lo que me meto en la boca y he tenido arcadas


en seco cuando no hay nada que vomitar. Me siento débil y muy cansada. He
tenido algunos mareos, pero no desmayos. También he tenido algo de dolor
abdominal y calambres—le expliqué.

Patch me miró pensativo.

—Ya veo. ¿Tienes fiebre? —Negué con la cabeza.

Me estudió un momento y se sentó en el borde de la cama.

—¿Cuándo fue tu última menstruación?

—¿Qué?—le pregunté, sorprendida por la pregunta—. Uh, no estoy segura.


Nunca fui muy regular después de tener a Nathan.

—¿Es posible que estés embarazada?—preguntó.

—No, en absoluto—insistí—. Me ligaron las trompas hace años.

Me clavó una mirada seria.

—Annabelle, la ligadura de trompas no es 100% efectiva contra el embarazo.

Parpadeé.

—Lo siento. ¿Qué acabas de decir?—grité.

—Estoy diciendo que hay una pequeña posibilidad de que estés embarazada.
Tus síntomas y la ausencia del período son los principales indicadores. Iré a
buscar una prueba a la sede del club y lo sabremos con seguridad en unos
minutos.

Me senté allí con total incredulidad. ¿Por qué demonios me hice una ligadura
de trompas si no era una forma eficaz de prevenir el embarazo? No recuerdo que
me hayan dicho esa mierda. Pensaba que si te ligabas las trompas, no tenías más
hijos. Fin de la historia.

Mi incredulidad pronto se convirtió en pánico. Era demasiado mayor para


tener otro hijo. Demasiado mayor. Phoenix y yo acabábamos de casarnos.
Estábamos empezando una vida juntos. Él sabía que me había ligado las trompas.
No estaba muy contento al principio, pero nunca lo volvió a mencionar.
Entonces, se me ocurrió otro pensamiento. ¿Y si Ember se quedaba embarazada
en su luna de miel? Tendríamos bebés al mismo tiempo. Nuestra familia ya

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Phoenix Blackwings MC 03

estaba lo suficientemente jodida como para añadir embarazos de madre e hija a


la mezcla.

Cuando Patch regresó, ya me había puesto nerviosa. Sacó una caja de su


chaleco y me la entregó.

—Aquí tienes. Ya sabes cómo funcionan, ¿verdad?

Puse los ojos en blanco.

—Sí, Patch. Se orina en un palo. No es complicado.

Entré en el baño, una vez más, y me quedé mirando la caja en mis manos. No
estaba embarazada. Tenía un virus estomacal y lo demostraría orinando en el
aterrador palito que tenía en la mano. Respiré hondo y pensé que era mejor
acabar de una vez. Si no lo hacía en ese momento, me torturaría con lo
desconocido hasta que me viera obligada a afrontar la situación.

Seguí las instrucciones de la caja y coloqué la barra en la encimera cuando


terminé. Después hui del baño como si hubiera encontrado un invasor alienígena
en el retrete. Me metí en la cama y me cubrí la cabeza con la almohada.

Patch se rio.

—Supongo que eso significa que yo tengo que ir a buscar los resultados.

—Tú eres el maldito médico—dije con sorna.

Dos minutos después, sentí que la cama se hundía por el peso de Patch.

—Annabelle, no estás enferma, cariño, estás embarazada.


Phoenix
¿Qué mierda le estaba llevando a Patch tanto tiempo? Annabelle juraba que
tenía un virus estomacal. Patch era un médico experto. Debería poder
confirmarlo en cuestión de minutos. ¿Y qué demonios necesitó conseguir de la
casa club? ¿No tenía un virus? ¿Era otra cosa? ¿Y si tenía cáncer y estaban
intentando averiguar cómo decírmelo?

A pesar de mi creciente pánico, aguanté un poco más. Cuando no pude


aguantar más, irrumpí en la habitación, estrellando la puerta contra la pared.

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Phoenix Blackwings MC 03

Patch estaba sentado en el borde de la cama y Annabelle estaba sentada llorando.


No, no llorando, estaba sollozando.

—¿Qué mierda está pasando aquí?

Annabelle levantó sus ojos enrojecidos hacia los míos y me lanzó algo. Sin
esperar que me lanzara un objeto, éste me golpeó en el pecho antes de que
pudiera agarrarlo. Conseguí atraparlo antes de que cayera al suelo, pero tardé
unos segundos en darme cuenta de lo que tenía en las manos. Luego, unos
segundos más para leer lo que estaba sosteniendo. Levanté la vista y me encontré
con sus ojos.

—¿Acabas de lanzarme un palo en el que has meado?

—¿El culo de una rana es impermeable?—dijo con mofa.

Ignoré su réplica listilla y le hice mi propia pregunta.

—¿Estás embarazada?

Ella resopló y se cruzó de brazos.

—Según ese maldito palo y este médico, sí. Al parecer, las ligaduras de
trompas no son del todo eficaces para evitar el embarazo.

—Tiene que hacerse una ecografía para confirmarlo y asegurarse de que no


se trata de un embarazo ectópico, que es el que está en las trompas y no en el
útero. Los embarazos ectópicos son más comunes después de una ligadura de
trompas y son potencialmente mortales. Te sugiero que te lo hagas cuanto
antes—añadió Patch.

Sonreí, más grande de lo que creo que había sonreído nunca. Me acerqué a
la cama y atraje a Annabelle hacia mis brazos. Me importaba una mierda cómo
olía su aliento. Estaba teniendo a mi bebé, otra vez, y no podía estar más feliz.
Acaricié sus labios con los míos y le hice saber lo feliz que estaba.

Patch se aclaró la garganta, recordándome que estaba en la habitación.

—Lo siento, tío—le dije. Redirigí mi atención a Annabelle—. Vamos a salir


para que puedas vestirte.

—¿Para qué?

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Phoenix Blackwings MC 03

—Te voy a llevar a hacerte la ecografía. Patch dijo que cuanto antes mejor y
no voy a correr ningún riesgo contigo, así que vamos, mujer—ordené.

—Phoenix, no puedo ir a hacerme una ecografía sin más. Tengo que pedir
una cita primero. Demonios, tengo que encontrar un ginecólogo primero—
protestó.

—Patch, puedes hacer una ecografía, ¿verdad?—le pregunté.

—Sí, puedo.

—¡Doctor o no, no vas a ver ni meter nada en mi coño!—gritó Annabelle.

Me giré y la miré como si hubiera perdido la cabeza.

—¿Qué estás diciendo?

Ella puso los ojos en blanco y resopló.

—Seguramente has visto en la televisión las ecografías en las que colocan la


varita mágica en el vientre de la mujer y es un momento maravilloso y
reconfortante. En el mundo real no es así. En el mundo real, tienen que meterme
la varita en la barriga y moverla mientras tengo los pies en los estribos para poder
ver bien lo que pasa ahí dentro. Y Patch no lo va a hacer, joder.

Miré fijamente a Patch y él levantó las manos en señal de rendición.

—Tengo una buena amiga que es ginecóloga. ¿Qué tal si la llamo y veo si
tiene tiempo para hacerte una ecografía de confirmación rápida?

Annabelle resopló.

—Supongo que podría estar de acuerdo con eso, siempre y cuando uno de
vosotros prometa darme algo para estas incesantes náuseas.

—Si no te receta algo, lo haré yo—prometió Patch.

Veinte minutos después, nos detuvimos frente a la consulta de la amiga de


Patch. Estaban cerrados para el almuerzo, pero ella estaba más que feliz de hacer
un favor a Patch. Nos condujo a una habitación y nos dejó unos minutos a solas
para que pudiera desnudarme y ponerme en posición. Phoenix se quedó
completamente quieto, observando todo lo que había en la habitación con ojos
muy abiertos, casi de pánico, mientras yo me quitaba la ropa y trataba de no
vomitar sobre él.

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Phoenix Blackwings MC 03

La doctora regresó unos minutos más tarde, repasó mi historial, me explicó


el procedimiento y empezó a trabajar, mientras Phoenix seguía en su estado de
casi shock. Hice un pequeño sonido de incomodidad cuando introdujo la varilla
y eso pareció sacarlo de su estado. En un instante estuvo a mi lado, tomándome
de la mano y preguntando qué pasaba.

Estaba bastante incómoda y a punto de volver a vomitar, así que le espeté:

—Déjame meter la varita en uno de tus agujeros para mirar dentro de tu


cuerpo y ver cómo te sientes.

Abrió la boca para decir algo cuando la habitación se llenó de un rápido


zumbido.

—Son los latidos de tu bebé—anunció la doctora. El sonido desapareció por


un momento cuando ella movió la varita, pero pronto volvió a llenar la
habitación—. Y ese es el latido de su otro bebé. Enhorabuena. Vas a tener
gemelos.

Las piernas de Phoenix cedieron y se desplomó en una silla que, por suerte,
estaba detrás de él, mientras yo procedía a vomitar en su regazo.

Y así fue como nos enteramos de que íbamos a tener gemelos por segunda
vez.

Fin

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Phoenix Blackwings MC 03

Traducción

Colmillo
Corrección

La 99
Edición

El Jefe
Diseño

Max

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236

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