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Introducción
A partir de esa edad el sujeto pasa de vivir en un universo que se sostiene en percepciones
efímeras y limitado a las coordenadas espaciales y temporales presentes, a elaborar
representaciones que le posibilitarán una progresiva visión del mundo un poco más estable
y objetivo. Todo lo que antes llevaba a cabo en el plano de la pura acción, en este momento
comienza a realizarse en el plano del pensamiento.
Para que la función simbólica sea posible requiere de los desarrollos de la permanencia
de los objetos y de la actividad imitativa que se llevan a cabo a lo largo del estadio
sensomotor.
Esta noción no es un fenómeno innato sino que es producto de una construcción que
progresa en seis etapas que son concomitantes al desarrollo intelectual de los dos primeros
años de vida (Piaget 1960, 1977):
En los dos primeros meses los bebés imitan, al inicio, de manera automática hasta que
comienzan a mostrar interés por reproducciones que seson casuales y exitosas. A partir de
segundo sub-estadio del sensomotor surgen las imitaciones directas, las que se van
complejizando hasta el cuarto sub-estadio, en este lapso de tiempo los niños reproducen
gestos cuando cuentan con la presencia de un objeto modelo, siempre y cuando esa
reproducción implique el uso de sectores visibles de sus cuerpo como sus brazos y manos;
posteriormente las reproducciones van a incluir las partes no visibles del organismo como
sus propios rostros, estas imitaciones establecen una analogía del propio cuerpo con el
cuerpo del otro, de manera semejante aunque no idéntica
A partir del sexto subestadio los comportamientos imitativos se modifican y pasan a tener
un carácter representativo. Las coordinaciones de los esquemas comienzan a separarse de
la percepción inmediata y de las experiencias prácticas y se tornan más mentales, este
mismo proceso se lleva a cabo en el campo de las imitaciones y éstas comienzan a ser
diferidas. Las imitaciones diferidas son conductas que se caracterizan por llevarse a cabo
sin el modelo presente y en un tiempo posterior. “Dicho de otra manera, la imitación se
independiza de la acción y el niño se hace capaz de imitar interiormente una serie de
modelos dados como imágenes por esquemas de actos: así, la imitación alcanza los
comienzos del nivel de la representación”. (Piaget 1959, p.85)
Piaget (1959) considera a la representación desde dos sentidos, un sentido amplio que hace
alusión al pensamiento mismo que se apoya, más allá de las percepciones y de los
movimientos propios del estadio sensomotor, en esquemas y conceptos mentales y, en un
sentido estricto, a la imagen mental que permite la evocación simbólica de una realidad
ausente.
Los progresos mentales que se producen por medio de la función simbólica se evidencian
en la complejización y el refinamiento de conductas y atributos tales como la imitación,
el lenguaje, el juego, el dibujo y la imagen mental
Tanto las imitaciones diferidas como las indirectas, al desprenderse del contexto presente
se asocian a significantes que se diferencian de las cosas e involucran la interiorización de
imágenes mentales que estimulan la actividad de reproducción.
La imagen mental: alrededor de los dos años progresan las imágenes mentales y la
memoria de evocación. Con respecto a las imágenes mentales Piaget (1964) postula que no
son una prolongación directa del sistema perceptivo sino que son producto de conductas
imitativas que fueron interiorizadas
Este tipo de juegos requiere de una estructura representativa porque implica la ejecución de
acciones en forma diferida y el empleo de símbolos que representen al objeto ausente, por
ejemplo “el como si”, hacer como si fuera un superhéroe cuya espada es una madera o
emplear un control remoto para representar un teléfono celular. Esta representación es
ficticia ya que el nexo entre el significante y el significado es subjetivo.
El lenguaje: en los inicios de la primera infancia surge el lenguaje a partir de formas
anticipatorias desarrolladas en el estadio sensomotor. El lenguaje tendrá importantes
efectos en el desarrollo mental: 1) la socialización de las acciones que permitirá un mayor
intercambio entre los sujetos, 2) el surgimiento del pensamiento a través de la
interiorización de las palabras y 3) la interiorización de las acciones que se reconstruirán en
imágenes mentales. Estas transformaciones inciden en su afectividad ya que ésta se torna
más estable y se desarrollan sentimientos como la simpatía, la antipatía, el respeto (Piaget
1964).
Piaget (1964) se plantea si con solo alcanzar un lenguaje más avanzado le permite al niño
entrar de lleno en el intercambio social, entendiendo el punto de vista de otros individuos.,
la respuesta que formula sobre ello es que los niños, debido al egocentrismo intelectual, se
encuentran aún a mitad de camino hacia una verdadera socialización y ejemplifica esto a
través de un tipo de habla propia de esta edad: el lenguaje egocéntrico.
Los niños inician los rudimentos de la actividad gráfica desde el estadio sensomotor, es a
finales de éste que pueden comenzar a garabatear pero este grafismo carece aún de
intención representativa, cuando se le interroga a un niño de dos años sobre qué representa
el dibujo que realizó, éste se limita a contestar que “nada” o decir simplemente que “es un
dibujo”. Cuando descubre alguna semejanza de su dibujo en relación con algún objeto le
da, posteriormente, un nombre, este hecho da cuenta de la transición que llevará a las
conductas gráficas simbólicas (Piaget 1960).
A partir de la adquisición de la función simbólica el dibujo implica un esfuerzo de
acomodación y posee status de significante ya que intenta, simbólicamente, reproducir la
realidad.
Conclusión
Bibliografía
Flavell J. (1988). La psicología evolutiva de Jean Piaget. Buenos Aires. Paidós. 4° reimpresión.
Griffa M. y Moreno J. (2005). Claves para una Psicología del Desarrollo. Buenos Aires. Lugar. Vol. I.
Piaget J. (1959). La formación del símbolo en el niño. México. Fondo de Cultura Económica. 1982
Piaget e Inhelder (1960). Psicología de la primera infancia. En: Katz, Busemann, Piaget e Inhelder:
Psicología de las edades. Madrid. Morata. 1977