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Carla Fumagalli

(v. sujeto colonial) ya que estas tretas salen a la luz en interacciones


con cualquier sujeto dominante.
El texto que Josefina Ludmer analiza para proponer el término
es la Respuesta a sor Filotea (1691) de sor Juana Inés de la Cruz y lo que
lee allí son, a grandes rasgos, las respuestas de un sujeto inferior a
su superior. Así, las tretas del débil dan cuenta de ciertas herramien-
tas que la escritura femenina puede emplear frente a la hegemonía
discursiva del patriarcado, y de las que pueden valerse sujetos sub-
alternos en situaciones de desigualdad. En este sentido, las “tretas
del débil” se definen como un término crítico para la literatura lati-
noamericana porque proponen un código tanto contra la simbología
del mundo masculino, donde las mujeres no se encuentran, como
contra la de las culturas dominantes, donde las latinas y, por tanto, la
escritura femenina latinoamericana, tampoco aparece.
En la Respuesta..., entonces, Ludmer identifica cuatro tretas, o tác-
ticas, que la monja utiliza en su carta y a través de las que se vinculan
dos campos que la crítica argentina reconoce como enfrentados para
una mujer: saber y decir. Las tretas son: “decir que no se sabe, no sa-
ber decir, no decir que se sabe y saber sobre el no decir” (1984: 48). A
su vez, esta serie sirve de base a los dos movimientos fundamentales
que sostienen las tretas: “separación del campo del saber del campo
del decir y reorganización del campo del saber en función del no de-
cir” (48).
Aunque no lo cite expresamente, Ludmer parte del concepto de
“táctica” de Michel De Certeau, desarrollado en su libro de 1980, L’in-
vention du quotidien 1. Arts de faire. En él, De Certeau distingue el con-
cepto de “estrategia” del de “táctica”. Mientras la primera es capaz de
producir e imponer espacios, la segunda solo puede manipularlos y
desviarlos. Las estrategias se han iniciado gracias a la constitución
de campos propios, mientras que las tácticas son acciones calculado-
ras que determinan, precisamente, la ausencia de un lugar propio. La
táctica, dice De Certeau, no tiene más lugar que el del otro, obra poco
a poco y necesita utilizar las fallas de la coyuntura en vigilancia del
poder. “En suma, la táctica es un arte del débil” (43).
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