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CARLOS FELIPE MANUEL REMOLINA BOTÍA, identificado con la cédula de ciudadanía número
7.166.818, en mi condición de Jefe de la Oficina Jurídica de la Procuraduría General de la Nación,
en encargo, según Decreto No. 0091 del 25 de enero de 2024 y Acta de Posesión No. 0062 del
05 de febrero de 2024, y las funciones delegadas mediante Resolución No. 274 del 12 de
septiembre de 2001, por medio del presente escrito respetuosamente me dirijo a Usted
CONTESTANDO la acción de tutela interpuesta por el ciudadano ÁLVARO LEYVA DURÁN, a
través de apoderado judicial y en general, para ejercer el derecho de oposición y defensa que le
asiste a la PGN, en los siguientes términos; así:
C. ARGUMENTOS DE LA DEFENSA
Indica la parte accionante “La suspensión provisional, por la manera como ha sido diseñada y
como se ejerce en la práctica, se convierte en la “cuota inicial” de un fallo sancionatorio a un
ritmo acelerado. Porque si llegare a absolverse al disciplinado habrá quedado en evidencia un
actuar prematuro e injustificado de la administración, que al interior de una misma entidad, con
estructura jerarquizada, difícilmente puede ser aceptada” y “Por ejemplo, el anuncio del pliego
de cargos desde antes de que esta Defensa si quiera presentara sus alegatos, y la bendición
que de la suspensión provisional diera en público la señora Procuradora General de la Nación -
Dichos argumentos distan de la realidad jurídica, por cuanto la medida de suspensión provisional
no es, ni se asimila, a una figura de naturaleza sancionatoria, sino que, por el contrario, se
trata de un mecanismo de carácter preventivo expresamente regulado en cabeza del operador
disciplinario, para determinados casos en que se pretendan salvaguardar bienes jurídicos de
categoría superior derivados del ejercicio de la función pública.
Así las cosas, como se ha venido declarando uniformemente por parte de la H. Corte
Constitucional a través de reiterada jurisprudencia1, la suspensión provisional dentro del proceso
disciplinario no desconoce el derecho al debido proceso, por cuanto la misma es una medida
de prevención disciplinaria que no define la responsabilidad del servidor público. Por esta
razón, la misma no es anotada en la hoja de vida -como ocurre por ejemplo con la sanción de
amonestación- ni se registra como antecedente disciplinario, lo que sí procedería en caso de un
fallo sancionatorio.
Al respecto, me permito citar el auto interlocutorio de 8 de junio de 2022, a través del cual el
Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Primera, dentro de la acción
de tutela expedientes acumulados 2022-02623-00, 2022-02728-00, 2022-02618-00, 2022-
02770-00 y 2022-02754-00, accionantes Fredy Esteban Restrepo Taborda y otros (DANIEL
QUINTERO CALLE), frente a este, indicó:
1
Sentencias C-108 de 1995, C-406 de 1995, C-450 de 2003, C-086 de 2019 y C-015 de 2020, entre otras.
2
Ver, entre otras, providencias del Consejo de Estado de 22 de agosto de 2013 (número único de radicación 2011-
0019500, C.P. Alfonso Vargas Rincón), 3 de noviembre de 2016 (número único de radicación 2016-02477-01, C.P.
Roberto Augusto Serrato Valdés) y 1o. de marzo de 2018 (número único de radicación 2017-01706-01, C.P. María
Elizabeth García González).
(…)
(…)
En consecuencia, ante la existencia de los elementos de juicio para tales efectos (soporte de la
suspensión) se torna así de carácter sustancial y no meramente procedimental, máxime cuando
no estuvieron ocultos los motivos de las decisiones ni las mismas obedecen “a razones de orden
político” ni a simples “sospechas”, como lo esgrime el apoderado del actor, sino que
corresponden a medios probatorios tenidos en cuenta dentro de una actuación adelantada por
la PGN, que fundamentaron tanto la apertura de la investigación como la medida de suspensión
cuestionada.
3
Ver, entre otras, sentencias C-406 de 1995, M.P. Fabio Morón Díaz y C-280 de 1996, M.P. Alejandro Martínez
Caballero.
4
En esa ocasión la Corte procedió a integrar la unidad normativa de ambos artículos, para su examen constitucional.
b) El derecho al juez natural, identificado este con el funcionario que tiene la capacidad o
aptitud legal para ejercer jurisdicción en determinado proceso o actuación de acuerdo con la
naturaleza de los hechos, la calidad de las personas y la división del trabajo establecida por
la Constitución y la ley.
e) El derecho a la independencia del juez, que solo tiene efectivo reconocimiento cuando los
servidores públicos a los cuales confía la Constitución la tarea de administrar justicia, ejercen
funciones separadas de aquellas atribuidas al ejecutivo y al legislativo.
ii) La formulación de los cargos imputados, que puede ser verbal o escrita, siempre y cuando
en ella consten de manera clara y precisa las conductas, las faltas disciplinarias a que esas
conductas dan lugar y la calificación provisional de las conductas como faltas disciplinarias;
iii) El traslado al imputado de todas y cada una de las pruebas que fundamentan los cargos
formulados;
iv) La indicación de un término durante el cual el acusado pueda formular sus descargos,
controvertir las pruebas en su contra y allegar las que considere necesarias para sustentar
sus descargos;
vii) La posibilidad de que el encartado pueda controvertir, mediante los recursos pertinentes,
todas y cada una de las decisiones.”6
5
Corte Constitucional. Sentencia C-980 de 2010. Expediente D-8104.
6
Corte Constitucional. Sentencia T 429 de 2014. Expediente T 4.284.389
Es así como, el Régimen Disciplinario está conformado por una serie de reglas sustanciales y
procedimentales encaminadas a asegurar el normal desarrollo de los trámites o actuaciones que
conducen a establecer o no la responsabilidad disciplinaria y la debida observancia a las mismas
constituyen en sí el debido proceso disciplinario.
Por consiguiente, este marco jurídico está dotado de herramientas que aseguran una
participación de los sujetos procesales en el desarrollo de la actuación disciplinaria, encaminadas
a garantizar sus derechos procesales, verbigracia el derecho de defensa y contradicción.
A través de estas herramientas los sujetos procesales pueden solicitar, aportar y controvertir
pruebas e intervenir en la práctica de estas, interponer los recursos de ley, así como presentar
nulidades y demás las solicitudes que consideren necesarias para garantizar la legalidad de la
actuación disciplinaria y el cumplimiento de los fines de esta, instrumentos que puede ser
promovidos por el sujeto disciplinable en curso del proceso.
Así las cosas, la suspensión provisional ordenada en contra del señor Canciller doctor Álvaro
Leyva Durán, en su condición de Ministro de Relaciones Exteriores, no vulnera su derecho al
debido proceso, pues la misma no se traduce en una situación de carácter definitiva, sino que
constituye una medida cautelar que busca la prevalencia de valores constitucionales superiores,
y adicionalmente cumple los requisitos del requisito del artículo 217 del CGD, conforme fue
expuesto en la decisión la ordena y en la que confirma.
Dicho de otro modo, la regla general impone como presupuesto de la acción de tutela, como
primera medida, que no exista otro mecanismo ordinario o extraordinario de defensa del derecho
presuntamente vulnerado o, en su defecto, y como excepción a la regla anterior, que aun cuando
exista un procedimiento ordinario este no sea idóneo o eficaz para evitar la consumación de un
perjuicio irremediable.
7
Ley 1952 de 2019, artículo 22
8
Sentencias C-108 de 1995, C-406 de 1995, C-450 de 2003, C-086 de 2019 y C-015 de 2020, entre otras.
En tal contexto, ha señalado la Corte Constitucional que se torna improcedente la acción de tutela
contra los actos de trámite cuando está en curso el proceso. Por ejemplo, en la Sentencia C-543
de 1992 proferida por causa y por ocasión de la demanda de inconstitucionalidad contra los
artículos 11, 12 y 40 del Decreto Ley 2591 de 1991, la H. Corte Constitucional con ponencia del
doctor José Gregorio Hernández Galindo, inextenso, consideró:
Pero, en cambio, no está dentro de las atribuciones del juez de tutela la de inmiscuirse
en el trámite de un proceso judicial en curso, adoptando decisiones paralelas a las que
cumple, en ejercicio de su función, quien lo conduce, ya que tal posibilidad está excluida
de plano en los conceptos de autonomía e independencia funcionales (artículos 228 y
230 de la Carta), a los cuales ya se ha hecho referencia.
De ningún modo es admisible, entonces, que quien resuelve sobre la tutela extienda
su poder de decisión hasta el extremo de resolver sobre la cuestión litigiosa que se
debate en un proceso, o en relación con el derecho que allí se controvierte.
De las razones anteriores concluye la Corte que no procede la acción de tutela contra
ninguna providencia judicial, con la única salvedad del perjuicio irremediable, desde
luego aplicada en este evento como mecanismo transitorio supeditado a la decisión
definitiva que adopte el juez competente…”.
Todo lo anterior para concluir que las actuaciones adoptadas dentro del proceso disciplinario en
curso actualmente se han y están adelantando con apego a los parámetros constitucionales y
legales vigentes, encontrándose aún en trámite y con diversas herramientas ordinarias para uso
de los sujetos procesales.
De suerte que, a ello sólo es factible acudir una vez se agoten tales instrumentos ideados por el
legislador para el amparo de los derechos fundamentales que se aducen vulnerados, lo cual no
ha ocurrido, pues se insiste en que el proceso disciplinario aún se encuentra en curso, salvo que
se aprecie una situación excepcional que amerite la intervención del juez para precaver un
perjuicio irremediable o poner fin a uno ya configurado pero que sigue irradiando sus efectos
negativos en el tiempo.
Al respecto, la Honorable Corte Constitucional, entre otras, en la Sentencia T-293 de 2011, M.P.
Luis Ernesto Vargas Silva, definió el perjuicio irremediable en los siguientes términos:
9
Ver Corte Constitucional Sentencia 499 de 2013
En este caso, vía tutela, lo que se observa es se pretenden ventilar inconformidades frente a las
decisiones del 24 de enero y 7 de febrero de 2024, mediante los cuales, entre otras cosas, se
ordenó la suspensión provisional del cargo por 3 meses al promotor y además, se confirmó dicha
decisión, para en su lugar, dejar sin efectos dichos actos administrativos. Aspectos que, sin la
acreditación de un perjuicio irremediable, escapan de la órbita del juez constitucional, por lo que
deberán ser ventiladas en el proceso disciplinario, y eventualmente, ante la jurisdicción de lo
contencioso administrativo, en acatamiento del artículo 138 del Código de Procedimiento
Administrativo.
De igual manera, ha expresado la Corte Constitucional, que el juez de tutela no está habilitado
para conceder el amparo transitorio, que por expresa disposición constitucional se condiciona a
la existencia de un perjuicio irremediable, si el perjuicio alegado no aparece acreditado en el
expediente, toda vez que éste no está en capacidad de estructurar, concebir, imaginar o
proyectar, por sí mismo el contexto fáctico en el que ha tenido ocurrencia el presunto daño
irreparable10.
Frente a este tema, la jurisprudencia ha indicado que las afirmaciones de las partes que
favorezcan sus intereses no tienen valor demostrativo, salvo que estén respaldadas por otro
medio probatorio, es decir, la parte accionante no queda exonerada, aunque sea en sede de
acción de tutela, de probar los hechos en los que sustenta el amparo constitucional requerido.
“[…] Por regla general, a la parte interesada le corresponde probar los hechos que alega a su
favor para la consecución de un derecho. Es este postulado un principio procesal conocido
como ‘onus prodandi, incumbit actori’ y que de manera expresa se encuentra previsto en el
artículo 177 del C.P.C. Correlativo a la carga del demandante, está asimismo el deber del
demandado de probar los hechos que sustentan su defensa, obligación que igualmente se
recoge en el aforismo ‘reus, in excipiendo, fit actor’. A fin de suplir estas cargas las partes
cuentan con diversos medios de prueba, los cuales de manera enunciativa, se encuentran
determinados en el artículo 175 C.P.C. Cuando se pretende el reconocimiento de perjuicios
morales, la parte demandante tiene así el deber mínimo de probar su existencia y esta
Corporación ha avalado los indicios como un medio de prueba para su configuración”.
«La acción de tutela no es el mecanismo indicado para ventilar este tipo de pretensiones,
pues, como es sabido, se caracteriza por ser un mecanismo residual y excepciona solamente
en el caso de que no exista otro medio adecuado de defensa judicial, puede el juez de tutela
10
Sobre el tema se pueden consultar, entre otras, las Sentencias SU-995 de 1999 (M.P. Carlos Gaviria Díaz), T-1155 de 2000 (M.P.
Alejandro Martínez Caballero) y T-290 de 2005 (M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra).
“En primer lugar, el perjuicio debe ser inminente o próximo a suceder. Este exige un
considerable grado de certeza y suficientes elementos fácticos que así lo demuestren,
tomando en cuenta, además, la causa del daño. En segundo lugar, el perjuicio ha de ser
grave, es decir, que suponga un detrimento sobre un bien altamente significativo para la
persona (moral o material), pero que sea susceptible de determinación jurídica. En tercer
lugar, deben requerirse medidas urgentes para superar el daño, entendidas éstas desde una
doble perspectiva: como una respuesta adecuada frente a la inminencia del perjuicio, y como
respuesta que armonice con las particularidades del caso. Por último, las medidas de
protección deben ser impostergables, esto es, que respondan a criterios de oportunidad y
eficiencia a fin de evitar la consumación de un daño antijurídico irreparable”
Así mismo, es preciso insistir en que la suspensión en el ejercicio del cargo no configura per se
un perjuicio irremediable, porque de lo contrario se despojaría de sus atribuciones al juez
ordinario ante una decisión, que prima facie es consecuencia de la conducta del servidor público
y, por lo tanto, constituye una afectación legítima de sus derechos 11.
Lo anterior, de conformidad con lo previsto por el numeral 6° del art. 277 de la Constitución
Política, que dispone que el Procurador General de la Nación, tiene a su cargo por sí, o por
intermedio de sus delegados y agentes, la función de ejercer vigilancia superior de la conducta
oficial de quienes desempeñen funciones públicas, de ahí, que es diáfano concluir que todas las
personas que ejerzan una función pública están sujetas a la atención y control del Estado en el
desempeño de su cargo, y en ese sentido, están supeditadas a que los entes de control en el
ejercicio de sus funciones activen los mecanismos que estén a su alcance para esclarecer
aquellas conductas que puedan ser catalogadas como infractoras de la ley disciplinaria.
En este orden de ideas, la investigación disciplinaria adelantada en contra del doctor ÁLVARO
LEYVA DURÁN, en su condición de Ministro de Relaciones Exteriores, se dio porque la
Procuraduría General de la Nación contaba con los elementos suficientes para iniciar el trámite
en ejercicio de las facultades constitucionales y legales, es decir, la entidad actúa en
cumplimiento de un deber legal, lo cual de ninguna forma supone un desconocimiento de sus
derechos.
En este sentido, la suspensión en el ejercicio del cargo proferida en contra del accionante ha de
encontrarse en el marco normal de lo que cualquier persona que desempeñe funciones públicas
está sujeta a sobrellevar, cuando se ordene indagar sobre una posible transgresión a la ley
disciplinaria. Por el contrario, de considerarse que todas las investigaciones a servidores públicos
y sus eventuales suspensiones, llevan intrínsecamente un desarrollo de la institución del daño y
del perjuicio irremediable, desvirtuaría los alcances de la función disciplinaria en cabeza de la
PGN.
11
Corte Constitucional, Sentencia SU-712 de 2013.
Sin perjuicio de todo lo antedicho y reiterando que la suspensión provisional que ataca el
accionante se profirió en el marco del ordenamiento jurídico disciplinario, que se respetaron las
garantías del debido proceso y que la medida respetó el principio de proporcionalidad y
razonabilidad, sea del caso señalar que la posterior conducta del señor Ministro de Relaciones
Exteriores de suyo prueba la necesidad de la suspensión provisional.
Así las cosas, dado que la medida de suspensión provisional tuvo como fundamento los
comportamientos desplegados por el investigado antes de la medida de suspensión y que
quedaron ampliamente expresadas en el auto que se cuestiona, y que permitieron colegir que
existían elementos serios de juicio para considerar que su permanencia en el cargo implicaba el
riesgo de reiteración de la falta disciplinaria; necesariamente debemos concluir que las conductas
posteriores adoptadas después de conocer la suspensión, no sólo corroboran la necesidad y
pertinencia de la medida cautelar, sino que prima facie dan cuenta que la misma debe
mantenerse incólume en los términos que dispuso la Sala Disciplinaria.
D. PETICIÓN
E. OTROS
“3. Conceder a la convocada y vinculados el término de un (1) día para que, si a bien lo
tienen, ejerzan su derecho de defensa. Por conducto de la accionada, remítanse las
respectivas comunicaciones a los terceros con interés y alléguense a este trámite de forma
oportuna.
________________________
Sin otro particular por el momento, me suscribo atentamente del señor Magistrado y del H.
Tribunal.