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Señores

TRIBUNAL SUPERIOR DEL DISTRITO JUDICIAL DE BOGOTÁ


Sala de Decisión Civil
Doctor JAIME CHAVARRO MAHECHA
Honorable Magistrado
ntssctsbta@cendoj.ramajudicial.gov.co
Bogotá, D.C.- Cundinamarca

REFERENCIA: ACCIÓN DE TUTELA


RADICACIÓN: 11001-2203-000-2024-00272-00
ACCIONANTE: ÁLVARO LEYVA DURÁN
ACCIONADA: PROCURADURÍA GENERAL DE LA NACIÓN

CARLOS FELIPE MANUEL REMOLINA BOTÍA, identificado con la cédula de ciudadanía número
7.166.818, en mi condición de Jefe de la Oficina Jurídica de la Procuraduría General de la Nación,
en encargo, según Decreto No. 0091 del 25 de enero de 2024 y Acta de Posesión No. 0062 del
05 de febrero de 2024, y las funciones delegadas mediante Resolución No. 274 del 12 de
septiembre de 2001, por medio del presente escrito respetuosamente me dirijo a Usted
CONTESTANDO la acción de tutela interpuesta por el ciudadano ÁLVARO LEYVA DURÁN, a
través de apoderado judicial y en general, para ejercer el derecho de oposición y defensa que le
asiste a la PGN, en los siguientes términos; así:

A. HECHOS, ARGUMENTOS Y PRETENSIONES DEL ACCIONANTE.

Afirma la parte accionante que se le ha vulnerado su derecho fundamental al debido proceso y


se ha desconocido el precedente de la Corte Constitucional en las actuaciones administrativas,
por cuanto la Sala Disciplinaria de Instrucción, a través de auto de 24 de enero de 2024, le impuso
al señor Ministro de Relaciones Exteriores doctor Álvaro Leyva Durán medida de suspensión
provisional por el término de tres (3) meses, decisión que fue confirmada por la señora
Procuradora General de la Nación, mediante auto del 7 de febrero de 2024, actos que en su
concepto no se adecúan a las exigencias legales ni a los estándares definidos por la
jurisprudencia.

B. INFORME SOBRE EL PROCESO DISCIPLINARIO ADELANTADO POR LA SALA


DISCIPLINARIA DE INSTRUCCIÓN

El Doctor Esiquio Manuel Sánchez Herrera, Procurador Delegado de la Sala Disciplinaria de


Instrucción, a través de oficio SDI No. 335 2024 de 13 de febrero de 2024, rindió informe ante el
H. Tribunal sobre el proceso disciplinario y la suspensión provisional del señor Álvaro Leyva
Durán, el cual se adjunta como soporte de esta contestación en veintidós (22) folios.

C. ARGUMENTOS DE LA DEFENSA

1. INEXISTENCIA DE VULNERACIÓN DE DERECHOS POR CUMPLIMIENTO Y EJERCICIO


LEGÍTIMO DEL DEBER CONSTITUCIONAL Y LEGAL POR PARTE DE LA PROCURADURÍA
GENERAL DE LA NACIÓN (NATURALEZA DE LA MEDIDA DE SUSPENSIÓN
PROVISIONAL).

Indica la parte accionante “La suspensión provisional, por la manera como ha sido diseñada y
como se ejerce en la práctica, se convierte en la “cuota inicial” de un fallo sancionatorio a un
ritmo acelerado. Porque si llegare a absolverse al disciplinado habrá quedado en evidencia un
actuar prematuro e injustificado de la administración, que al interior de una misma entidad, con
estructura jerarquizada, difícilmente puede ser aceptada” y “Por ejemplo, el anuncio del pliego
de cargos desde antes de que esta Defensa si quiera presentara sus alegatos, y la bendición
que de la suspensión provisional diera en público la señora Procuradora General de la Nación -

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antes de resolver el grado de consulta- demuestran que las decisiones ya estaban tomadas y
que el trámite procesal fue una mera ritualidad para protocolizar sanciones que ya habían sido
anticipadas.”

Dichos argumentos distan de la realidad jurídica, por cuanto la medida de suspensión provisional
no es, ni se asimila, a una figura de naturaleza sancionatoria, sino que, por el contrario, se
trata de un mecanismo de carácter preventivo expresamente regulado en cabeza del operador
disciplinario, para determinados casos en que se pretendan salvaguardar bienes jurídicos de
categoría superior derivados del ejercicio de la función pública.

En este sentido, la lógica planteada en el escrito de tutela, consistente en equiparar medida


provisional a un fallo sancionatorio o a la “cuota inicial” de uno, no se corresponde con la
naturaleza jurídica de esta medida y, por consiguiente, no pueden ser tenidas en cuenta por parte
del juez constitucional.

Sobre el particular, resulta indispensable tener en cuenta lo manifestado por la Corte


Constitucional en las sentencias C-086 de 2019, C-015 de 2020 y T-433 de 2019, entre otras,
según las cuales la suspensión provisional “[…] busca garantizar la eficacia del proceso
disciplinario, en beneficio del interés general y el correcto desarrollo de la función pública”,
constituyéndose como “[…] un mecanismo temporal, no sancionatorio”, la cual bajo ninguna
consideración implica una decisión de fondo o definitiva sobre la responsabilidad del investigado,
ni la valoración sobre su culpabilidad. En este sentido, la mencionada jurisprudencia concluye
que la imposición de la medida de suspensión provisional “[…] no desconoce la buena fe del
implicado ni la presunción de inocencia y, por ende, no genera consecuencias definitivas”.

Así las cosas, como se ha venido declarando uniformemente por parte de la H. Corte
Constitucional a través de reiterada jurisprudencia1, la suspensión provisional dentro del proceso
disciplinario no desconoce el derecho al debido proceso, por cuanto la misma es una medida
de prevención disciplinaria que no define la responsabilidad del servidor público. Por esta
razón, la misma no es anotada en la hoja de vida -como ocurre por ejemplo con la sanción de
amonestación- ni se registra como antecedente disciplinario, lo que sí procedería en caso de un
fallo sancionatorio.

Al respecto, me permito citar el auto interlocutorio de 8 de junio de 2022, a través del cual el
Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Primera, dentro de la acción
de tutela expedientes acumulados 2022-02623-00, 2022-02728-00, 2022-02618-00, 2022-
02770-00 y 2022-02754-00, accionantes Fredy Esteban Restrepo Taborda y otros (DANIEL
QUINTERO CALLE), frente a este, indicó:

“Es importante señalar que, como lo ha precisado la jurisprudencia de esta


Corporación, la suspensión es una medida provisional de carácter preventivo que se
adopta dentro de la investigación disciplinaria cuando se evidencian serios elementos de
juicio que permitan establecer que la permanencia en el cargo, función o servicio público
posibiliten la interferencia del autor en el trámite de la investigación o que continúe
cometiendo o reiterando la falta2.

De igual manera, la Corte Constitucional, al examinar la constitucionalidad de la figura


de la suspensión provisional de los funcionarios públicos, ha sostenido que se trata
de una carga legítima con consecuencias rigurosas que conscientemente debe
soportar el funcionario implicado en unos hechos que constituyen en conjunto una posible

1
Sentencias C-108 de 1995, C-406 de 1995, C-450 de 2003, C-086 de 2019 y C-015 de 2020, entre otras.
2
Ver, entre otras, providencias del Consejo de Estado de 22 de agosto de 2013 (número único de radicación 2011-
0019500, C.P. Alfonso Vargas Rincón), 3 de noviembre de 2016 (número único de radicación 2016-02477-01, C.P.
Roberto Augusto Serrato Valdés) y 1o. de marzo de 2018 (número único de radicación 2017-01706-01, C.P. María
Elizabeth García González).

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falta o infracción disciplinaria al régimen correspondiente, precisando que es apenas
provisional y no es una sanción3” (Subrayado y negrilla fuera de texto).

(…)

Por su parte, la Corte Constitucional, con ocasión del estudio de constitucionalidad de la


medida de suspensión provisional en procesos disciplinarios, prevista en el artículo 157 de
la Ley 734 de 20224 y reproducida en el artículo 217 de la Ley 1952 de 201924, en la
sentencia C-086 de 2019, se pronunció sobre la compatibilidad entre la medida y el artículo
23 de la CADH, con las siguientes consideraciones que por ser relevantes para el caso en
estudio se traen a colación:

“[…] 3. Problema jurídico por resolver y metodología de la decisión A partir de los


antecedentes expuestos y sobre la base de la integración de la unidad normativa realizada,
corresponde a este tribunal establecer si la norma contenida en los artículos 157 de la Ley
734 de 2002 y 217 de la Ley 1952 de 2019, en tanto faculta al operador que adelanta el
proceso disciplinario para suspender provisionalmente al servidor público, incluso si es de
elección popular, es compatible con la norma superior prevista en el artículo 23 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos.

(…)

4.9.4. Por tanto, dado que la competencia para suspender provisionalmente a un


servidor público, incluso de elección popular, se funda en la competencia del operador
disciplinario para investigar y sancionar disciplinariamente a los servidores públicos,
conforme al antedicho precedente, debe concluirse que la norma demandada es
compatible con las normas previstas en el artículo 23 de la CADH y en el artículo 40 de
la Constitución […].” (Resaltado fuera del texto original). (…)”

En virtud de lo anterior, en el presente caso es inexistente la vulneración de derechos


fundamentales al accionante, por cuanto el operador disciplinario ha actuado en cumplimiento
del deber que le ha sido asignado constitucional y legalmente, consistente en ejercer vigilancia
superior sobre la conducta oficial de las personas que desempeñen funciones públicas, y
respecto del cual en virtud del artículo 217 de la Ley 1952 de 2019, puede ordenar
motivadamente la suspensión provisional de un servidor público.

En consecuencia, ante la existencia de los elementos de juicio para tales efectos (soporte de la
suspensión) se torna así de carácter sustancial y no meramente procedimental, máxime cuando
no estuvieron ocultos los motivos de las decisiones ni las mismas obedecen “a razones de orden
político” ni a simples “sospechas”, como lo esgrime el apoderado del actor, sino que
corresponden a medios probatorios tenidos en cuenta dentro de una actuación adelantada por
la PGN, que fundamentaron tanto la apertura de la investigación como la medida de suspensión
cuestionada.

2. INEXISTENCIA DE VULNERACIÓN DEL DEBIDO PROCESO

En el presente asunto y en el decurso del proceso disciplinario no se ha vulnerado el derecho


fundamental al debido proceso ni de manera general, ni de manera especial, como fue
ampliamente explicado en el informe presentado por el Doctor Esiquio Manuel Sánchez Herrera,
Procurador Delegado de la Sala Disciplinaria de Instrucción.

Ahora bien, antes de pronunciarnos puntualmente, es importante recordar lo que la Corte


Constitucional ha manifestado, frente a los aspectos que comprende el debido proceso:

3
Ver, entre otras, sentencias C-406 de 1995, M.P. Fabio Morón Díaz y C-280 de 1996, M.P. Alejandro Martínez
Caballero.
4
En esa ocasión la Corte procedió a integrar la unidad normativa de ambos artículos, para su examen constitucional.

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“a) El derecho a la jurisdicción, que a su vez implica los derechos al libre e igualitario acceso
ante los jueces y autoridades administrativas, a obtener decisiones motivadas, a impugnar
las decisiones ante autoridades de jerarquía superior, y al cumplimiento de lo decidido en el
fallo.

b) El derecho al juez natural, identificado este con el funcionario que tiene la capacidad o
aptitud legal para ejercer jurisdicción en determinado proceso o actuación de acuerdo con la
naturaleza de los hechos, la calidad de las personas y la división del trabajo establecida por
la Constitución y la ley.

c) El derecho a la defensa, entendido como el empleo de todos los medios legítimos y


adecuados para ser oído y obtener una decisión favorable. De este derecho hacen parte, el
derecho al tiempo y a los medios adecuados para la preparación de la defensa; los derechos
a la asistencia de un abogado cuando se requiera, a la igualdad ante la ley procesal, el
derecho a la buena fe y a la lealtad de todas las demás personas que intervienen en el
proceso.

d) El derecho a un proceso público, desarrollado dentro de un tiempo razonable, lo cual exige


que el proceso o la actuación no se vea sometido a dilaciones injustificadas o inexplicables.

e) El derecho a la independencia del juez, que solo tiene efectivo reconocimiento cuando los
servidores públicos a los cuales confía la Constitución la tarea de administrar justicia, ejercen
funciones separadas de aquellas atribuidas al ejecutivo y al legislativo.

f) El derecho a la independencia e imparcialidad del juez o funcionario, quienes siempre


deberán decidir con fundamento en los hechos, de acuerdo con los imperativos del orden
jurídico, sin designios anticipados ni prevenciones, presiones o influencias ilícitas.”5

Frente al debido proceso disciplinario la misma Corporación manifestó:

“A partir de lo anterior, la jurisprudencia constitucional ha señalado desde sus inicios el mínimo


de aspectos inherentes a la noción de debido proceso, cuya vigencia es indispensable en
todo tipo de actuación disciplinaria. Esos criterios, que se traducen en deberes de la autoridad
disciplinaria, son los siguientes:

“i) La comunicación formal de la apertura del proceso disciplinario a la persona a quien se


imputan las conductas pasibles de sanción;

ii) La formulación de los cargos imputados, que puede ser verbal o escrita, siempre y cuando
en ella consten de manera clara y precisa las conductas, las faltas disciplinarias a que esas
conductas dan lugar y la calificación provisional de las conductas como faltas disciplinarias;

iii) El traslado al imputado de todas y cada una de las pruebas que fundamentan los cargos
formulados;

iv) La indicación de un término durante el cual el acusado pueda formular sus descargos,
controvertir las pruebas en su contra y allegar las que considere necesarias para sustentar
sus descargos;

v) El pronunciamiento definitivo de las autoridades competentes mediante un acto motivado


y congruente;

vi) La imposición de una sanción proporcional a los hechos que la motivaron; y

vii) La posibilidad de que el encartado pueda controvertir, mediante los recursos pertinentes,
todas y cada una de las decisiones.”6

5
Corte Constitucional. Sentencia C-980 de 2010. Expediente D-8104.
6
Corte Constitucional. Sentencia T 429 de 2014. Expediente T 4.284.389

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Atendiendo dicho precepto encontramos que en la interpretación y aplicación del régimen
disciplinario prevalecerán los principios rectores contenidos en la Constitución Política y en el
Código General Disciplinario, así como en los tratados y convenios internacionales ratificados
por Colombia; y en lo no previsto en el CGD se aplicará lo dispuesto en los Códigos de
Procedimiento Administrativo y de lo Contencioso Administrativo, General del Proceso Penal y
de Procedimiento Penal en lo que no contravengan a la naturaleza del derecho disciplinario.7

Es así como, el Régimen Disciplinario está conformado por una serie de reglas sustanciales y
procedimentales encaminadas a asegurar el normal desarrollo de los trámites o actuaciones que
conducen a establecer o no la responsabilidad disciplinaria y la debida observancia a las mismas
constituyen en sí el debido proceso disciplinario.

Por consiguiente, este marco jurídico está dotado de herramientas que aseguran una
participación de los sujetos procesales en el desarrollo de la actuación disciplinaria, encaminadas
a garantizar sus derechos procesales, verbigracia el derecho de defensa y contradicción.

A través de estas herramientas los sujetos procesales pueden solicitar, aportar y controvertir
pruebas e intervenir en la práctica de estas, interponer los recursos de ley, así como presentar
nulidades y demás las solicitudes que consideren necesarias para garantizar la legalidad de la
actuación disciplinaria y el cumplimiento de los fines de esta, instrumentos que puede ser
promovidos por el sujeto disciplinable en curso del proceso.

Ahora bien, como ha venido declarando uniformemente la Corte Constitucional a través de


reiterada jurisprudencia8, la suspensión provisional dentro del proceso disciplinario no desconoce
el derecho al debido proceso, por cuanto la misma es una medida de prevención
disciplinaria que no define la responsabilidad del servidor público, por lo que tal y como fue
señalado en el informe del Procurador Delegado de la Sala Disciplinaria de Instrucción “(…) en
el curso del proceso disciplinario, sea en la etapa instructiva o de juicio, es posible desvirtuar el
hecho jurídicamente relevante que motiva la adopción de la medida, y, por contera no atenta
contra la presunción de inocencia”.

Así las cosas, la suspensión provisional ordenada en contra del señor Canciller doctor Álvaro
Leyva Durán, en su condición de Ministro de Relaciones Exteriores, no vulnera su derecho al
debido proceso, pues la misma no se traduce en una situación de carácter definitiva, sino que
constituye una medida cautelar que busca la prevalencia de valores constitucionales superiores,
y adicionalmente cumple los requisitos del requisito del artículo 217 del CGD, conforme fue
expuesto en la decisión la ordena y en la que confirma.

3. IMPROCEDENCIA DE LA ACCIÓN DE TUTELA PARA CONTROVERTIR ACTUACIONES


PROFERIDAS, O POR PROFERIR, EN EL MARCO DE PROCESOS EN CURSO.

De acuerdo con lo normado en el artículo 86 de la Constitución Política, procede la acción de


tutela para reclamar ante los jueces la protección inmediata de derechos constitucionales
fundamentales, cuando quiera que resulten vulnerados o amenazados por la acción o la omisión
de cualquier autoridad y siempre que el afectado no disponga de otro mecanismo de defensa,
salvo que se utilice como mecanismo transitorio para precaver un perjuicio irremediable.

Dicho de otro modo, la regla general impone como presupuesto de la acción de tutela, como
primera medida, que no exista otro mecanismo ordinario o extraordinario de defensa del derecho
presuntamente vulnerado o, en su defecto, y como excepción a la regla anterior, que aun cuando
exista un procedimiento ordinario este no sea idóneo o eficaz para evitar la consumación de un
perjuicio irremediable.

7
Ley 1952 de 2019, artículo 22
8
Sentencias C-108 de 1995, C-406 de 1995, C-450 de 2003, C-086 de 2019 y C-015 de 2020, entre otras.

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Bajo ese calco, sea lo primero resaltar que el régimen disciplinario es reglado y se encuentra
sometido a los principios de legalidad, igualdad, favorabilidad, debido proceso, presunción de
inocencia, defensa y contradicción, entre otros, garantizando esencialmente la prevalencia de la
dignidad humana.

En tal contexto, ha señalado la Corte Constitucional que se torna improcedente la acción de tutela
contra los actos de trámite cuando está en curso el proceso. Por ejemplo, en la Sentencia C-543
de 1992 proferida por causa y por ocasión de la demanda de inconstitucionalidad contra los
artículos 11, 12 y 40 del Decreto Ley 2591 de 1991, la H. Corte Constitucional con ponencia del
doctor José Gregorio Hernández Galindo, inextenso, consideró:

“… Ahora bien, de conformidad con el concepto constitucional de autoridades públicas,


no cabe duda de que los jueces tienen esa calidad en cuanto les corresponde la función
de administrar justicia y sus resoluciones son obligatorias para los particulares y
también para el Estado. En esa condición no están excluidos de la acción de tutela
respecto de actos u omisiones que vulneren o amenacen derechos fundamentales, lo
cual no significa que proceda dicha acción contra sus providencias. Así, por ejemplo,
nada obsta para que por la vía de la tutela se ordene al juez que ha incurrido en dilación
injustificada en la adopción de decisiones a su cargo que proceda a resolver o que
observe con diligencia los términos judiciales, ni riñe con los preceptos constitucionales
la utilización de esta figura ante actuaciones de hecho imputables al funcionario por
medio de las cuales se desconozcan o amenacen los derechos fundamentales, ni
tampoco cuando la decisión pueda causar un perjuicio irremediable, para lo cual sí está
constitucionalmente autorizada la tutela pero como mecanismo transitorio cuyo efecto,
por expreso mandato de la Carta es puramente temporal y queda supeditado a lo que
se resuelva de fondo por el juez ordinario competente (artículos 86 de la Constitución
Política y 8º del Decreto 2591 de 1991). En hipótesis como estas no puede hablarse de
atentado alguno contra la seguridad jurídica de los asociados, sino que se trata de
hacer realidad los fines que persigue la justicia.

Pero, en cambio, no está dentro de las atribuciones del juez de tutela la de inmiscuirse
en el trámite de un proceso judicial en curso, adoptando decisiones paralelas a las que
cumple, en ejercicio de su función, quien lo conduce, ya que tal posibilidad está excluida
de plano en los conceptos de autonomía e independencia funcionales (artículos 228 y
230 de la Carta), a los cuales ya se ha hecho referencia.

De ningún modo es admisible, entonces, que quien resuelve sobre la tutela extienda
su poder de decisión hasta el extremo de resolver sobre la cuestión litigiosa que se
debate en un proceso, o en relación con el derecho que allí se controvierte.

No puede, por tanto, proferir resoluciones o mandatos que interfieran u obstaculicen


diligencias judiciales ya ordenadas por el juez de conocimiento, ni modificar
providencias por él dictadas, no solamente por cuanto ello representaría una invasión
en la órbita autónoma del juzgador y en la independencia y desconcentración que
caracterizan a la administración de justicia (artículo 228 C.N.), sino porque, al cambiar
inopinadamente las reglas predeterminadas por la ley en cuanto a las formas propias
de cada juicio (artículo 29 C.N.), quebrantaría abierta y gravemente los principios
constitucionales del debido proceso. Lo anterior sin tener en cuenta la ostensible falta
de competencia que podría acarrear la nulidad de los actos y diligencias producidos
como consecuencia de la decisión con los consiguientes perjuicios para las partes, la
indebida prolongación de los procesos y la congestión que, de extenderse, ocasionaría
esta práctica en los despachos judiciales.

De las razones anteriores concluye la Corte que no procede la acción de tutela contra
ninguna providencia judicial, con la única salvedad del perjuicio irremediable, desde
luego aplicada en este evento como mecanismo transitorio supeditado a la decisión
definitiva que adopte el juez competente…”.

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De lo anterior se concluye que la tutela que nos ocupa se torna improcedente por cuanto se
advierte que el proceso disciplinario se encuentra en curso9, por lo que el sujeto procesal aun
cuenta con todas las herramientas jurídicas para continuar ejerciendo su derecho de defensa y
contradicción dentro del mismo, en particular, promover nulidades, interponer recursos o
intervenir en el trámite en procura de defender sus derechos, a la vez que puede cuestionar dicho
acto posteriormente por vía contencioso administrativa de forma conjunta con el acto que ponga
fin a la actuación administrativa, no siendo la tutela el medio para controvertir hechos que forman
parte del debate propio del proceso disciplinario, el cual conforme fue indicado en documento
adjunto, está programado para iniciar el próximo 15 de febrero de 2024.

En suma, la jurisprudencia constitucional ha acogido la improcedencia general de la acción de


tutela contra los actos proferidos o por proferir dentro de los procesos en curso, atendiendo el
requisito de subsidiariedad previsto en el ordenamiento superior, en la medida en que tienen por
objeto impulsar las actuaciones, lo cual tendrá reflejo en la decisión definitiva posterior.

Todo lo anterior para concluir que las actuaciones adoptadas dentro del proceso disciplinario en
curso actualmente se han y están adelantando con apego a los parámetros constitucionales y
legales vigentes, encontrándose aún en trámite y con diversas herramientas ordinarias para uso
de los sujetos procesales.

4. IMPROCEDENCIA DE LA ACCIÓN DE TUTELA COMO MECANISMO TRANSITORIO, AL


NO CONFIGURARSE UN PERJUICIO IRREMEDIABLE.

En consonancia con lo señalado en el numeral anterior, respecto de la procedencia de la acción


de tutela para controvertir actos administrativos, en atención a las reglas jurisprudenciales que
sobre la materia se han proferido, el asunto que nos ocupa es improcedente, puesto que esta
instancia constitucional no fue diseñada como un espacio sucedáneo de los mecanismos de
protección de raigambre ordinario.

De suerte que, a ello sólo es factible acudir una vez se agoten tales instrumentos ideados por el
legislador para el amparo de los derechos fundamentales que se aducen vulnerados, lo cual no
ha ocurrido, pues se insiste en que el proceso disciplinario aún se encuentra en curso, salvo que
se aprecie una situación excepcional que amerite la intervención del juez para precaver un
perjuicio irremediable o poner fin a uno ya configurado pero que sigue irradiando sus efectos
negativos en el tiempo.

Al respecto, la Honorable Corte Constitucional, entre otras, en la Sentencia T-293 de 2011, M.P.
Luis Ernesto Vargas Silva, definió el perjuicio irremediable en los siguientes términos:

«(…) Se ha dicho en variada jurisprudencia, que para poder determinar si existe o no un


perjuicio irremediable en un caso concreto, se deben tener en cuenta ciertos elementos, como
son: A). El perjuicio ha de ser inminente: que amenaza o está por suceder prontamente, esto
es, tiende a un resultado cierto derivado de una causa que está produciendo la inminencia;
B). Las medidas que se requieren para conjurar el perjuicio irremediable han de ser urgentes,
es decir, se debe precisar una medida o remedio de forma rápida que evite la configuración
de la lesión; C) se requiere que éste sea grave, lo que equivale a la gran intensidad del daño
o menoscabo material o moral en el haber jurídico de la persona; y D). La urgencia y la
gravedad determinan que la acción de tutela sea impostergable, ya que tiene que ser
adecuada para restablecer el orden social justo en toda su integridad. Si hay postergabilidad
de la acción, ésta corre el riesgo de ser ineficaz por inoportuna. (…)»

En el presente caso, no se divisa la existencia de un perjuicio irremediable, pues de la documental


allegada, sólo se acredita el trámite administrativo adelantado ante la Procuraduría General de
la Nación y las apreciaciones de la parte accionante respecto del mismo, pero no se tiene certeza

9
Ver Corte Constitucional Sentencia 499 de 2013

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de alguna circunstancia que permita concluir que el accionante se encuentra ante el riesgo de
sufrir un daño irreparable e inminente que menoscabe gravemente sus derechos fundamentales
y que requiera la adopción de medidas urgentes e impostergables para conjurarlo.

En este caso, vía tutela, lo que se observa es se pretenden ventilar inconformidades frente a las
decisiones del 24 de enero y 7 de febrero de 2024, mediante los cuales, entre otras cosas, se
ordenó la suspensión provisional del cargo por 3 meses al promotor y además, se confirmó dicha
decisión, para en su lugar, dejar sin efectos dichos actos administrativos. Aspectos que, sin la
acreditación de un perjuicio irremediable, escapan de la órbita del juez constitucional, por lo que
deberán ser ventiladas en el proceso disciplinario, y eventualmente, ante la jurisdicción de lo
contencioso administrativo, en acatamiento del artículo 138 del Código de Procedimiento
Administrativo.

De igual manera, ha expresado la Corte Constitucional, que el juez de tutela no está habilitado
para conceder el amparo transitorio, que por expresa disposición constitucional se condiciona a
la existencia de un perjuicio irremediable, si el perjuicio alegado no aparece acreditado en el
expediente, toda vez que éste no está en capacidad de estructurar, concebir, imaginar o
proyectar, por sí mismo el contexto fáctico en el que ha tenido ocurrencia el presunto daño
irreparable10.

Frente a este tema, la jurisprudencia ha indicado que las afirmaciones de las partes que
favorezcan sus intereses no tienen valor demostrativo, salvo que estén respaldadas por otro
medio probatorio, es decir, la parte accionante no queda exonerada, aunque sea en sede de
acción de tutela, de probar los hechos en los que sustenta el amparo constitucional requerido.

Sobre el particular, el Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección


Tercera, Subsección B, Consejero Ponente, Doctor Danilo Rojas Betancourth, en fallo de junio
treinta (30) de dos mil once (2011), dentro del proceso radicado número: 19001-23-31-000-1997-
04001-01(19836), dijo lo siguiente:

“[…] Por regla general, a la parte interesada le corresponde probar los hechos que alega a su
favor para la consecución de un derecho. Es este postulado un principio procesal conocido
como ‘onus prodandi, incumbit actori’ y que de manera expresa se encuentra previsto en el
artículo 177 del C.P.C. Correlativo a la carga del demandante, está asimismo el deber del
demandado de probar los hechos que sustentan su defensa, obligación que igualmente se
recoge en el aforismo ‘reus, in excipiendo, fit actor’. A fin de suplir estas cargas las partes
cuentan con diversos medios de prueba, los cuales de manera enunciativa, se encuentran
determinados en el artículo 175 C.P.C. Cuando se pretende el reconocimiento de perjuicios
morales, la parte demandante tiene así el deber mínimo de probar su existencia y esta
Corporación ha avalado los indicios como un medio de prueba para su configuración”.

En el caso que nos ocupa, el accionante no probó la existencia de un perjuicio irremediable, ni


de una amenaza concreta y fehaciente contra algún derecho fundamental que haga procedente
la acción de tutela de manera transitoria, debiendo ser rechazada por improcedente, más aún
cuando no existe aún una decisión definitiva dentro del expediente disciplinario adelantado en su
contra.

Al respecto, el Honorable Consejo de Estado en sentencia de 6 de noviembre de 2014, radicado


17001-23-33-000-2014-00295-01, Magistrada Ponente Dra. Susana Buitrago Valencia, indicó:

«La acción de tutela no es el mecanismo indicado para ventilar este tipo de pretensiones,
pues, como es sabido, se caracteriza por ser un mecanismo residual y excepciona solamente
en el caso de que no exista otro medio adecuado de defensa judicial, puede el juez de tutela

10
Sobre el tema se pueden consultar, entre otras, las Sentencias SU-995 de 1999 (M.P. Carlos Gaviria Díaz), T-1155 de 2000 (M.P.
Alejandro Martínez Caballero) y T-290 de 2005 (M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra).

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proveer sobre la posible violación de derechos fundamentales, a menos de que se ejerza
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable»

De igual manera la Corte Constitucional en Sentencia T-030 de 2015, esgrimió:

“En primer lugar, el perjuicio debe ser inminente o próximo a suceder. Este exige un
considerable grado de certeza y suficientes elementos fácticos que así lo demuestren,
tomando en cuenta, además, la causa del daño. En segundo lugar, el perjuicio ha de ser
grave, es decir, que suponga un detrimento sobre un bien altamente significativo para la
persona (moral o material), pero que sea susceptible de determinación jurídica. En tercer
lugar, deben requerirse medidas urgentes para superar el daño, entendidas éstas desde una
doble perspectiva: como una respuesta adecuada frente a la inminencia del perjuicio, y como
respuesta que armonice con las particularidades del caso. Por último, las medidas de
protección deben ser impostergables, esto es, que respondan a criterios de oportunidad y
eficiencia a fin de evitar la consumación de un daño antijurídico irreparable”

Así mismo, es preciso insistir en que la suspensión en el ejercicio del cargo no configura per se
un perjuicio irremediable, porque de lo contrario se despojaría de sus atribuciones al juez
ordinario ante una decisión, que prima facie es consecuencia de la conducta del servidor público
y, por lo tanto, constituye una afectación legítima de sus derechos 11.

Lo anterior, de conformidad con lo previsto por el numeral 6° del art. 277 de la Constitución
Política, que dispone que el Procurador General de la Nación, tiene a su cargo por sí, o por
intermedio de sus delegados y agentes, la función de ejercer vigilancia superior de la conducta
oficial de quienes desempeñen funciones públicas, de ahí, que es diáfano concluir que todas las
personas que ejerzan una función pública están sujetas a la atención y control del Estado en el
desempeño de su cargo, y en ese sentido, están supeditadas a que los entes de control en el
ejercicio de sus funciones activen los mecanismos que estén a su alcance para esclarecer
aquellas conductas que puedan ser catalogadas como infractoras de la ley disciplinaria.

En este orden de ideas, la investigación disciplinaria adelantada en contra del doctor ÁLVARO
LEYVA DURÁN, en su condición de Ministro de Relaciones Exteriores, se dio porque la
Procuraduría General de la Nación contaba con los elementos suficientes para iniciar el trámite
en ejercicio de las facultades constitucionales y legales, es decir, la entidad actúa en
cumplimiento de un deber legal, lo cual de ninguna forma supone un desconocimiento de sus
derechos.

En este sentido, la suspensión en el ejercicio del cargo proferida en contra del accionante ha de
encontrarse en el marco normal de lo que cualquier persona que desempeñe funciones públicas
está sujeta a sobrellevar, cuando se ordene indagar sobre una posible transgresión a la ley
disciplinaria. Por el contrario, de considerarse que todas las investigaciones a servidores públicos
y sus eventuales suspensiones, llevan intrínsecamente un desarrollo de la institución del daño y
del perjuicio irremediable, desvirtuaría los alcances de la función disciplinaria en cabeza de la
PGN.

De igual manera el accionante, no probó que se encuentre en un estado de extrema


vulnerabilidad ni de ninguna situación particular que amerite una especial protección para
requerir de la intervención de juez de tutela.

11
Corte Constitucional, Sentencia SU-712 de 2013.

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5. RESISTENCIA DEL DISCIPLINABLE ANTE LA DECISION, CONFIRMA LA NECESIDAD
DE LA SUSPENSIÓN PROVISIONAL.

Sin perjuicio de todo lo antedicho y reiterando que la suspensión provisional que ataca el
accionante se profirió en el marco del ordenamiento jurídico disciplinario, que se respetaron las
garantías del debido proceso y que la medida respetó el principio de proporcionalidad y
razonabilidad, sea del caso señalar que la posterior conducta del señor Ministro de Relaciones
Exteriores de suyo prueba la necesidad de la suspensión provisional.

En efecto, el 24 de enero de 2024 la Sala Disciplinaria de Instrucción notificó al doctor Álvaro


Leyva Duran y a su apoderado judicial de la providencia que formuló pliego de cargos y ordenó
la suspensión provisional del ejercicio del cargo por el término de tres (3) meses y, a pesar de
ello, en contravía de lo señalado en el artículo 217 del CGD que dispone que la suspensión
provisional es de inmediato cumplimiento, el funcionario disciplinado hizo caso omiso y en clara
renuencia, siguió ejerciendo la investidura de Ministro hasta el 7 de febrero de 2024, cuando se
resolvió el grado de consulta que, por disposición legal, no suspende la ejecución perentoria de
la medida. En este orden, durante el período de suspensión y sin separarse de su cargo, se
publicaron los pliegos de condiciones de la nueva licitación de pasaportes, proceso contractual
que precisamente se busca cautelar con la medida de suspensión provisional.

Así las cosas, dado que la medida de suspensión provisional tuvo como fundamento los
comportamientos desplegados por el investigado antes de la medida de suspensión y que
quedaron ampliamente expresadas en el auto que se cuestiona, y que permitieron colegir que
existían elementos serios de juicio para considerar que su permanencia en el cargo implicaba el
riesgo de reiteración de la falta disciplinaria; necesariamente debemos concluir que las conductas
posteriores adoptadas después de conocer la suspensión, no sólo corroboran la necesidad y
pertinencia de la medida cautelar, sino que prima facie dan cuenta que la misma debe
mantenerse incólume en los términos que dispuso la Sala Disciplinaria.

D. PETICIÓN

En virtud de las antedichas consideraciones expuestas, solicito respetuosamente desestimar la


acción de tutela que nos ocupa y, por tanto, negar sus pretensiones.

E. OTROS

El Despacho Judicial a través de auto de 12 de febrero de 2024, dispuso:

“3. Conceder a la convocada y vinculados el término de un (1) día para que, si a bien lo
tienen, ejerzan su derecho de defensa. Por conducto de la accionada, remítanse las
respectivas comunicaciones a los terceros con interés y alléguense a este trámite de forma
oportuna.

4. Por parte de la secretaria realícese el debido emplazamiento respecto de quienes puedan


tener interés en la acción de tutela, o pudieran verse afectados con la misma, publicándolo
en la página web de la Rama Judicial. Los citados dispondrán del mismo término previsto en
el numeral anterior para efectos de pronunciarse”. (Subrayado y negrilla fuera del texto)

Al respecto, si bien la investigación disciplinaria Rad. E-2023-241280 / IUC-D-2023-2962538 se


inició en contra de los servidores públicos Álvaro Leyva Durán y José Antonio Salazar Ramírez,
Ministro de Relaciones Exteriores y Secretario del Ministro de Relaciones Exteriores,
respectivamente, en cuanto a este último, a través de decisión de 24 de enero de 2024, se
dispuso la terminación de la actuación, por lo que el único sujeto procesal dentro del proceso
disciplinario es el accionante.

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F. NOTIFICACIONES

Así mismo, se informa que el correo correspondiente para notificaciones a la Procuraduría


General de la Nación es procesosjudiciales@procuraduria.gov.co

________________________

Sin otro particular por el momento, me suscribo atentamente del señor Magistrado y del H.
Tribunal.

CARLOS FELIPE MANUEL REMOLINA BOTÍA


C.C. 7.166.818
T.P de Abogado 113.852.

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