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DERECHOS HUMANOS Y POLICÍA

La falta de seguridad ciudadana ha pasado a ser en los últimos tiempos uno de los
temas centrales de preocupación de los ciudadanos y, por tanto, una de las
cuestiones a resolver por los responsables políticos de este siglo. Kris Bonner
dice:

El interés de la población que hace referencia a la delincuencia


ha aumentado enormemente en los últimos años. (....). La
seguridad es una condición necesaria para el funcionamiento de
la sociedad y uno de los principales criterios para asegurar la
calidad de vida.

En efecto, la crisis de la seguridad y su correlativa necesidad de reforma han


conducido a que, en ocasiones, desde los ámbitos de gobierno se formulen
recetas simplistas para actuar sobre los síntomas y no sobre las causas,
conocidas en el ámbito anglosajón como la búsqueda de la bala color de plata,
que alude a la leyenda del hombre lobo, que, como la falta de seguridad, amenaza
a la sociedad. Sin embargo, la bestia inmortal, tiene un talón de Aquiles, se puede
acabar con ella con sólo un disparo con una bala de plata al corazón.

En algunos países, por ejemplo, se ha acudido a la equiparación entre inmigración


y delincuencia. Es evidente que los problemas de emigración no pueden ser
resueltos mediante la criminalización o el rechazo a la diversidad. Es más, esta
banalización solamente ha conseguido aumentar la confusión y la preocupación
de los ciudadanos. Si reflexionamos, lo que tendremos que aducir es que detrás
de la inmigración lo que hay es el respeto a la diversidad: resulta evidente, que lo
que es diferente ha de ser tratado de manera diferente.

Por ello podemos precisar como muy acertadas las palabras de Albert Buitenhuis,
quien afirma:

La gente piensa, siente y actúa de manera diferente, y eso


significa que no todo el mundo tiene las mismas habilidades. De
hecho, siempre ha habido diferencias entre la gente: es un
fenómeno común. A lo sumo, nosotros podemos concluir que
nuestra sociedad está convirtiéndose progresivamente en
diversa. Esta realidad, no obstante, de ninguna manera es el
resultado de la corriente constante de inmigrantes. El hecho de
que la gente es diferente también tiene un efecto en las
organizaciones y, por lo tanto, la cuestión de si tendríamos que
trabajar o no con la diversidad dentro de las organizaciones es,
en consecuencia, irrelevante, porque lo hemos estado haciendo
durante siglos. (....).

Sin embargo nuestra cultura no apoya a la diversidad. No nos


gusta la gente que se desvía de los demás, no porque tengamos
mentalidades estrechas, si no porque este hecho comporta
problemas y las organizaciones encuentran difícil tratar con
problemas de esta naturaleza.

Y, de la misma manera que no podemos resolver el problema de la diversidad con


soluciones sencillas, por la propia naturaleza del problema, hemos de asumir que
por mucho que nos suponga problemas, el hecho de la seguridad, de acuerdo con
la concepción que defendemos, es un problema complejo, que afecta la sensación
de las personas, de influencia fundamentalmente urbana de clase transversal
(institucional, económica y social), que por lo tanto, exige un debate complejo con
la participación de los ciudadanos donde se deriven soluciones, también
complejas.

Por ello, las personas tenemos la necesidad de buscar seguridad en cuanto que
somos extremadamente vulnerables, es decir, muy susceptibles de ser heridos
física o moralmente. Esta realidad indiscutible y el hecho que siempre haya sido
así y que siempre lo será, explica por si misma el por que de la seguridad. Los
responsables de satisfacer esta necesidad objetiva de seguridad somos las
mismas personas y la comunidad en que estamos inmersos.
En este sentido, son las diferentes comunidades políticas quienes desarrollan,
legítima y consecuentemente, las políticas de seguridad.

Buscar seguridad no es más que reducir los niveles de vulnerabilidad de las


personas frente a las diferentes amenazas y peligros que se pueden identificar;
prever la evolución del futuro con el objetivo de evitar de aquello que
históricamente nos ha amenazado y puesto en peligro nuestra vida y/o libertad.

Las amenazas y peligros sobre las personas – las fuentes de inseguridad – son
diversas; a veces comunes a todo individuo o comunidad, a veces particulares
sobre determinados lugares o colectivos. Estos peligros pueden ser fenómenos
aislados geográficamente o rebasar las fronteras políticas establecidas y alcanzar
una dimensión internacional. También depende del contexto histórico en el que
nos encontremos.

Las amenazas a la seguridad son multidimensionales y afectan a diversas áreas


de la vida: la económica, la social, la medioambiental, la militar, la ética y derechos
humanos, etc. Además, muchas de estas amenazas son interdependientes y
tienen una dimensión transfronteriza. Las características de estas amenazas nos
hacen pensar que la búsqueda de seguridad debe ser un esfuerzo colectivo en el
que todas las personas y unidades políticas deben participar.

En este sentido, ya que la seguridad es un pre requisito básico para que las
personas puedan satisfacer sus necesidades básicas y desarrollar sus
potencialidades como seres humanos se ha constituido como un Derecho Humano
exigible; como tal obliga éticamente a las personas a ofrecer seguridad sobre los
demás. En cuanto al Derecho Humano es irremediablemente, también una
obligación humana.

La inseguridad ciudadana se ha convertido en uno de los grandes desafíos de las


sociedades contemporáneas. El impacto del fenómeno sobre la calidad de la vida
de los ciudadanos obliga a los gobiernos nacionales y locales y a los sectores
organizados de la sociedad, a diseñar esquemas alternativos a los existentes que,
siendo en su cometido de disminuir los niveles de inseguridad, no sacrifiquen el
avance de la Democracia y el respeto por los Derechos Humanos y las Garantías
Ciudadanas.

SEGURIDAD CIUDADANA

Antecedentes del concepto de seguridad

En absoluto es en balde la expresión de un concepto de seguridad, puesto que en


función del concepto de seguridad del que nos dotamos, determinaremos la
política de seguridad necesaria.

El concepto tradicional de seguridad es el que lo asociaba con la represión del


delito y el mantenimiento del orden, se trataba, pues, de un concepto de seguridad
situada en el entorno del control y de la criminalidad y eminentemente reactiva. A
este concepto se adscribe la definición que de la policía hace el Código de
Brumario del año IV:

La policía está instituida para mantener el orden público, la


libertad, la propiedad y la seguridad individual.

La evolución natural, en comparación con la medicina (asimilando el delito con una


enfermedad del cuerpo social), hizo que se sopesara la seguridad de la represión
a la prevención, intentando actuar, también, sobre las causas y no solamente
sobre los síntomas. A esta concepción preventiva y, por tanto, pro – activa, de la
seguridad, hace falta atribuir la incorporación de elementos nuevos a estas
políticas, de suerte que a las mismas ya no les son extrañas las políticas sociales,
de ocupación o, aun, urbanísticas y, de rebote, la incorporación, también, de
profesionales de diferentes disciplinas. En este sentido se expresaba la Grande
Encyclopédie de 1910:

No se conoce sociedad organizada sin que exista un poder de


policía que asegure a sus miembros la seguridad interior,
reprimiendo y previniendo delitos.

Con la democratización de nuestras sociedades y la puesta en vigencia de las


Constituciones políticas, a las tareas policiales de represión y prevención del
delito, se les añadió y antepuso el de protección de los derechos y de las
libertades de los ciudadanos, utilizándose en muchos de ellas lo siguiente:

Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, bajo la dependencia del


Gobierno, tendrán como misión proteger el libre ejercicio de los
derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana.

Formulación moderna pero a la vez tradicional, puesto que sus antecedentes


evidentes se encuentran en el artículo 12 de la Declaración Universal de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano:

La garantía de los derechos del hombre y del ciudadano,


necesita de una fuerza pública: esta fuerza es, pues, instituida
en beneficio de todo el mundo, y no para la utilidad particular de
aquellos a quien ha estado confiada.

Elementos para una definición de seguridad

No obstante, más allá de las definiciones programáticas sobre la policía, lo que si


es cierto es que todas ellas traigan implícito un concepto de seguridad
contingente, que hace falta ser conceptualizado en función del tiempo y la
sociedad donde ha de operar.

Para adoptar un concepto de seguridad, hace falta examinar las declaraciones


internacionales en la materia en los últimos años. Del examen de las mismas
surgirán suficientes elementos para hacer una definición de seguridad válida y que
presente bastantes elementos de concurrencia por tener una pacífica aceptación.

La seguridad: un problema complejo

Pese a que son muchas las voces que se alzan en ese sentido, muchos
responsables en materia de seguridad siguen aplicando ópticas de corto plazo y
políticas reactivas. En el proyecto de manual del Congreso de los poderes locales
y regionales de Europa, organizado por el Consejo de Europa, en sus puntos 3,b)
y 3.c) indica lo siguiente:
Adoptar una aproximación más estratégica y holística,
sorteando la sectorización en materia de la lucha contra la
inseguridad urbana;

Comprender que la protección del medio urbano es un proceso


complejo que exige la contribución de un gran número de
actores trabajando en partenariado.

A su vez, el Manifiesto y las Resoluciones de los temas abordados por las


ciudades europeas sobre Prevención y Seguridad en la conferencia de Nápoles
los días 7, 8 y 9 de diciembre de 2000, afirma:

La inseguridad no puede reducirse únicamente a los problemas


de criminalidad. La inseguridad es una problemática compleja:
está atada a los problemas de sanidad, de medio ambiente, de
urbanismo, de formación; es el resultado de desigualdades
crecientes en el acceso a los recursos; pone en juego conflictos
de intereses, sobre todo con respecto a la división y al uso del
espacio y de los ritmos de la ciudad (tiempo libre por la noche,
deportes, prostitución). La inseguridad es un riesgo urbano al
que hace falta darle respuestas civiles.

Sin embargo, por otra parte, todos los especialistas en seguridad coinciden en
este aspecto. Francisco Carrer, por ejemplo, postula:

Se analice como se quiera, la inseguridad (que es hoy en día


como un fenómeno específico de las realidades urbanas de todo
el mundo) se caracteriza por la complejidad y la variedad de los
parámetros que contribuyen a constituirla (.....).

Darío Padovan, por su parte explica:

(...) una reflexión sociológica de la inseguridad social


desarrollada paralelamente a otras directrices de búsqueda más
amplias, y que intenta captar la complejidad (....)

Finalmente, quizás vale por todos lo que dice Amadeu Recasens:


(...) para el análisis de la seguridad, el concepto de complejidad
tiene que ser asumido en toda su integridad (...).

Por lo tanto, ante un problema complejo hace falta descartar soluciones simplistas,
del estilo de la tolerancia cero impulsada por el alcalde Guiliani para convertir a
Nueva York en una ciudad segura, solución reactiva exclusivamente de cariz
policial y penal, no social y proactiva.

Si bien es cierto que la inseguridad disminuyó en Nueva York, también lo es que


disminuyó en todos los Estados Unidos y que, por ejemplo, en San Diego, la
disminución operó con un sistema de policía comunitaria. Lo que sí aumentó en
Nueva York, fueron las denuncias por brutalidad policial en el marco de una
política que tuvo como consecuencia la estigmatización de la miseria.

El problema radica, por otro lado, en que el ciudadano común, razonando con los
elementos a su alcance, delante del incremento de la sensación de inseguridad,
inequívocamente pide, en primer lugar, más presos y más penas y, en segundo
lugar, más policías. Los responsables de las administraciones habrán de hacer
todo lo posible para no caer en esta simplificación y poder actuar sobre las causas
de la sensación térmica de seguridad.

Si, por el contrario, se opta por una solución del tipo de tolerancia cero o de mano
dura, se estará actuando, solamente, sobre dos vectores del sistema.

• En primer lugar sobre el sistema penal, pero, hemos de saber que se trata
de una actuación, en gran parte, estéril, puesto que el sistema penal, de
media, únicamente acaba sentenciando a prisión entre un 1 % y un 5 % de
los delitos cometidos.

• En segundo lugar, el reclamo de más policías, tampoco es una solución,


puesto que no hay una relación directa entre el número de policías y el nivel
de seguridad, sencillamente porque cuando se comete un delito es cuando
la policía no está presente. Es más, en determinados casos, la presencia
visible de más policía lo único que hace es aumentar la sensación de
inseguridad. Es decir, no hace falta poner a más gente haciendo lo mismo,
sino que lo que hace falta hacer es ver cual es el número de policías óptimo
por número de habitantes.

Es bueno recordar también que en el manifiesto y las resoluciones de los temas


abordados por las ciudades europeas sobre prevención y seguridad en la
conferencia de Nápoles los días 7, 8 y 9 de diciembre de 2000, se dice:

A menudo se ha recurrido a los servicios policiales, a la justicia


penal y al encarcelamiento masivo para reducir la delincuencia,
la violencia y la inseguridad. Es inaceptable el incremento
registrado en el número de personas encarceladas en Europa
desde hace veinte años (por ejemplo: un 43 % en Gran Bretaña y
un 39 % en Francia). Es fundamental respetar tanto los intereses
de las víctimas, como los de las víctimas, como de las
colectividades y los infractores.

Cariz transversal del problema de seguridad

Al hablar de las opciones en materia de seguridad, el Manifiesto y las


Resoluciones de los temas abordados por las ciudades europeas sobre
Prevención y Seguridad en la conferencia de Nápoles los días 7, 8 y 9 de
diciembre de 2000, afirman:

La seguridad colectiva e individual son fundamentales para la


vida humana. La criminalidad amenaza la calidad de vida de los
habitantes, traumatiza a las víctimas y pone en peligro la
voluntad cívica.

La inseguridad, pues, afecta a la esencia misma de la dignidad humana y a la vida


en sociedad de suerte que, sin seguridad, no hay ejercicio posible e igualitario de
los derechos de las personas. También es un problema complejo, que no se
puede abordar simplemente, con el recurso tosco de penas más duras y más
policías en la calle. Entonces, la pregunta de que hace falta hacer, es la siguiente:
cuales son los elementos que hay que tener en cuenta en el abordaje a la
inseguridad.
Un buen punto de partida es la definición de seguridad contenida en la declaración
final del "Seminario de reflexión científica sobre el Delito y la Seguridad de los
habitantes", realizada en Costa Rica los días 9 al 13 de octubre de 1995. El punto
tercero de esta declaración afirma:

(...) Un concepto verdaderamente amplio y comprensivo de


seguridad de los habitantes tiene que comprender no solamente
la tranquilidad de no ser víctima de hechos delictivos sino,
también, la de vivir en un Estado constitucional de Derecho y la
de participar de los beneficios del desarrollo en materia de
salud, educación, vivienda, ocio y todos los ámbitos de
bienestar social. El concepto es el del desarrollo humano
sostenible, que tiene la equidad como principio.

Esta definición, pues, se aparta de la tradicional que vincula seguridad con la


ausencia de delito y la amplía a una forma concreta de Estado: el social o del
bienestar; puesto que, ¿qué otro tipo de Estado proporciona los bienes públicos
salud, educación, vivienda, ocio y todos los ámbitos del bienestar social?; ¿de que
tipo de Estado se puede predicar el desarrollo humano sostenible?. Lo miremos
por donde lo miremos, solamente hay una respuesta: Estado del bienestar.

En muy idéntico sentido se expresa el manifiesto y las resoluciones de los temas


abordados por las ciudades europeas sobre prevención y seguridad en la
conferencia de Nápoles los días 7, 8 y 9 de diciembre de 2000 en su punto 14.

La seguridad es un bien común esencial para el desarrollo


sostenible. Es a la vez signo y condición de inclusión social, del
acceso justo a otros bienes comunes como son la educación, la
justicia, la salud y la calidad del medio ambiente. Promover la
seguridad es desarrollar un bien común y no consiste, sobre
todo, en hacer de policía o en recurrir al sistema penal.

Analizando las dos definiciones, encontraremos que se hace una opción (muy
notable, si tenemos en cuenta que nos encontramos en plena época de
globalización, liberalización y desregulación) para relacionar seguridad ciudadana
y Estado del Bienestar.

Doctrinalmente, pues, lo que estamos diciendo es que la falta de seguridad en los


aspectos sociales, laborales o económicos, implica ineludiblemente una carencia
de inseguridad ciudadana o lo que es lo mismo: si predicamos la necesidad de la
existencia de seguridad ciudadana para el normal desarrollo de las personas en la
sociedad, tenemos que proveer a los ciudadanos de los bienes suficientes que los
doten de seguridad en todos los ámbitos de su vida.

En este mismo sentido, ante la retirada del Estado del bienestar, como que al
Estado no se le puede pedir hoy seguridad social, en su defecto, se le pide
penalización.

La declaración final del "Seminario de reflexión científica sobre el Delito y la


Seguridad de los Habitantes", realizada en Costa Rica los días 9 a 13 de octubre
de 1995 se expresa en el sentido siguiente en sus puntos séptimo y octavo:

Se considera necesario promover políticas más efectivas e


integrales delante del delito, y no continuar reaccionando
solamente por la vía de los sistemas de justicia penal. Se
imponen diagnósticos globales del problema y programas que
integren la acción de las diferentes agencias responsables en
cada caso.

Las políticas tendrán que comprender una amplia prevención


primaria, con acciones en todos los ámbitos del bienestar
social, y procurar que los beneficios del desarrollo lleguen a
todos los sectores de la población y promuevan la integración, y
la no exclusión, de los sectores pobres y marginales, al
considerar que a la problemática social la acompañan los
fenómenos de la corrupción, el paro, la subocupación (...),
violencia, así como pérdida y sustitución de valores.

La receta del Consejo de Europa sobre esta cuestión es la expresada en el


proyecto de manual del Congreso de los poderes locales y regionales de Europa,
organizado por el Consejo de Europa, los días 29 a 31 de mayo de 2001, en sus
puntos 6.a), 6.b), 6.c) y 6.d) recomienda lo siguiente:

(...), evitar las calles desiertas por la tarde, garantizar dentro de


la medida de lo posible en los centros de las ciudades una
combinación de funciones para evitar la agrupación de las
minorías, de las personas socialmente desfavorecidas y de los
delincuentes en un solo sitio;

Tomar las medidas para erradicar las actividades criminales


dentro de ciertos barrios de la ciudad y evitar la formación de
grupos desfavorecidos, en particular evitar que tengan el
sentimiento de que no tienen nada que perder;

Proveer de instrumentos legales para luchar contra la violencia


familiar, contra la cultura de la violencia, contra la
discriminación por motivos de raza, religión, origen social y
sexo, y hacer apología de la noción de ciudadanía.

Formular y aplicar los programas contra las toxicomanías y el


alcoholismo, en conjunción con los servicios sanitarios y
sociales; elaborar programas de información destinados a los
jóvenes y a las secuelas;

El sentimiento subjetivo de seguridad: el gran delito, el delito ordinario y los


comportamientos incívicos

En el manifiesto y las resoluciones de los temas abordados por las ciudades


europeas sobre prevención y seguridad en la conferencia de Nápoles los días 7, 8
y 9 de diciembre de 2000, también se postula lo siguiente:

La inseguridad no es simplemente el temor al robo o a la


agresión. Puede nacer también del peligro provocado por un
automóvil, por un entorno nocivo precario y, sobre todo, por el
temor a no disponer del espaldarazo de una ayuda o de un
servicio que aporte protección o reparación.

Debemos de entender que la superación de la vinculación cerrada entre seguridad


y delincuencia, pero por una vía diferente: la del concepto subjetivo de
inseguridad. La seguridad engloba, por lo tanto dos conceptos: de una parte, el
objetivo, que estaría representado por el incremento del delito y, por otro, el
subjetivo que vendría determinado por la sensación de incertidumbre, de riesgo o
de miedo que tiene el ciudadano por el desarrollo de lo que se denomina
delincuencia ordinaria y los actos incívicos, diversos y no agrupables bajo una sola
categoría pero que, no obstante, no entran dentro de la categoría de delitos.
Delincuencia ordinaria y actos incívicos , se producen en el ámbito más próximo al
ciudadano y, por lo tanto, afectan más directamente a su sensación térmica de
seguridad.

Sin lugar a dudas la seguridad ciudadana es un tema que concita la atención


actual. Casi todas las plataformas políticas han sentado sus bases de proyección
en función a este tema, pero esto no es un tema que se proyecta solo en este
tiempo, este tema tiene ya sus bases fundamentales desde los inicios de la
existencia del hombre sobre la tierra. Se consideraba la seguridad como una
condición inherente a la vida del ser humano, un privilegio como elemento
fundamental para su desarrollo físico y social.

Todos sabemos que desde los inicios de la aparición del hombre sobre la faz de la
tierra ya buscaba el grupo, la reunión, para poder preservarse de los elementos
naturales, de las fieras, aún en las cavernas, en los clanes ya buscaba la
seguridad como medio fundamental para su supervivencia. De esta manera ya se
fueron visualizando las primeras bases de los liderazgos, ya empezaba a nacer el
sentido del orden, de reconocimiento y de la convivencia integral. Empezábamos a
notar como humanos en ese tiempo que la seguridad era sinónimo de
organización, de responsabilidad, de solidaridad, que generalmente los grupos
humanos fuimos desarrollando.

Conforme crecen las ciudades, conforme crecen las necesidades de seguridad es


que se empiezan a formarse las organizaciones más complejas, con mejor
infraestructura, mayor exposición de acciones directas para mantener la
tranquilidad, el orden dentro de estas comunidades.
Es en este contexto, que se empiezan a formarse los primeros serenos con su
preocupación fundamental de alertar a las comunidades cuando se presentaba
algo que iba a interrumpir su sueño, su descanso o su trabajo normal y se
comenzaron a formar las guardias, las milicias, las organizaciones policiales y
desde ahí se identifica la acción policial por la acción represiva de la actitud
delincuencial.

Desde allí empezamos ya a comenzar a actuar previniendo la acción delincuencial


por que interrumpía el desarrollo normal de las actividades de las comunidades.
Es por eso que se empieza a perfilar las nuevas políticas que tienen en
consideración que los gobiernos deben enfrentar a la delincuencia como una
prioridad para alcanzar niveles de tranquilidad y allí la policía empieza a
especializarse, comienza a delinear nuevas estrategias para poder solventar esos
espacios de intranquilidad.

Empezamos a darnos cuenta de que con tranquilidad y sin delincuencia las


ciudades necesariamente tienden a ser más seguras y una ciudad más segura
aumenta rápidamente su desarrollo hacia el logro de sus objetivos más
especiales. Por eso podríamos entender que la seguridad ciudadana es una
situación de normalidad en la que la comunidad desarrolla sus actividades dentro
de un contexto de orden, paz y tranquilidad y en un marco de equilibrio social y
legal.

Este marco especial dentro del que se desarrollan las actividades comunitarias,
obviamente, permitirá y permite crecer y desarrollarse a las ciudades, que los
ciudadanos pueden invertir y obtener sus logros, que puedan planificar su trabajo,
puedan alcanzar metas. Este conjunto de acciones en un marco de tranquilidad
que podrá trascender en el desarrollo, requiere de la participación de la ciudadanía
en su conjunto.

La seguridad ciudadana entonces es el conjunto de medidas y previsiones que


adopta el Estado a través de sus instituciones dentro del marco de la ley y los
derechos humanos para que la comunidad pueda desarrollar sus actividades libres
de riesgo y amenazas.
Debemos entender que la seguridad es tarea de todos; pero para cumplir con
estos cometidos es necesario que se acepten los cambios, que se estimulen las
responsabilidades, romper marcos y buscar identificarnos con el tema de la
seguridad ciudadana. Tenemos que aceptar los cambios y que todos se integren a
la comunidad y a los trabajos sobre seguridad ciudadana.

Para ello debemos de construir cada uno con su acto, su vocación, su calidad de
persona, a no generar ambientes de intranquilidad. En este aspecto, cada día
nosotros somos concientes de que debemos respetar normas, respetar leyes y
también exigir se respeten nuestros derechos cumpliendo nuestras obligaciones.

Muchas veces las inseguridades las vamos generando nosotros mismos con
nuestras conductas y negligencias, por desatinos, falta de consideración y
aceptación mutua a la interrelación personal por algunas imponderaciones propias
de la personalidad del hombre. Por eso es que es imprescindible cambiar,
debemos de romper marcos para poder ingresar a este tema tan nuevo e
importante como lo es la seguridad ciudadana.

Debemos de comprender que la seguridad abarca todas las instancias en donde el


ser humano desarrolla sus iniciativas.

Por otro lado se habla de la seguridad, no como un problema delincuencial, de


delincuencia menor o de crimen organizado. Debemos de hablar de presentar
iniciativas, participar activamente. Es necesario recordar una palabra que desde
hace mucho tiempo no se encuentra en nuestro léxico, la solidaridad. Se ha
perdido su práctica, cada uno nos aislamos en nuestros propios problemas y
evitamos inmiscuirnos en lo que no "nos compete" y así evitando inmiscuirnos en
los problemas de los demás, estamos evitando inmiscuirnos directa y
participativamente a la solución del problema del Estado. No se hace, por que no
se quiere romper marcos, siempre estamos atados a tradiciones,
conservadurismos o a ideas trasnochadas. Debemos cambiar.

La seguridad crea todo lo necesario para que después todo, en la ciudadanía,


resulte productivo, para que las iniciativas puedan generarse y consolidarse y se
conviertan en productos tangibles, conservables. La seguridad no es acción de
uno solo, la seguridad es un acto mancomunado y tácito entre las instituciones
dentro de las cuales no escapa la Policía.

La seguridad y el desarrollo convocan la participación de todos, no solamente de


la Policía, es tarea de todos. Sabemos que todo individuo busca seguridad y un
Estado donde se privilegia la seguridad es un Estado que esta orientado a buscar
el crecimiento de sus comunidades. Un esfuerzo para crecer sin seguridad trae
consigo grandes pérdidas.

Para el problema de seguridad, la solución es la prevención antes que la


intervención desde nuestra condición de ciudadanos y miembros de una
comunidad o de un país. Debemos estar mucho más unidos a la sociedad,
solidariamente participativos para ver si el amigo, el vecino está incurriendo en
alguna falta o en alguna negligencia que puede producir una desgracia.

Orientar al cambio, sugerir cambios, que se tomen nuevas posiciones, así


dejamos de ser egoístas y somos solidarios y vamos construyendo un tejido
positivo de comunicación, de interrelación que haga que todos nosotros vivamos
en paz.

La conciencia de seguridad debemos tenerla todos. Una conciencia de seguridad


no solamente nos debe orientar a mirar a los delincuentes, la conciencia de
seguridad nos lleva a tomar actitudes definidas que no desentonen con el común
denominador de los ciudadanos respetuosos de los derechos de los demás y
también haciendo prevalecer lo propio.

Otro hecho fundamental a destacar es la familia, la familia también debe de tener


seguridad. También muchas veces la familia tiene inseguridad emocional,
observan indiferentes como sus hijos se orientan hacia acciones negativas como
la violencia, enfermedades mentales, delincuencia, drogadicción y por no decirlo
pandillaje, barras bravas, violación, etc.

Nosotros como pueblo y familia debemos hacer cada cierto tiempo una reflexión
en pareja y analizar de veras si nuestras acciones como padres de familia están
orientadas adecuadamente a educar a nuestros hijos, cómo debe de ser,
signándole los valores esenciales, acciones de responsabilidad, de fuerza de
voluntad, de persistencia para alcanzar sus objetivos, que vean en el padre o la
madre la imagen objetiva a seguir y a superar. Eso se está descuidando en todos
los niveles, alto, medio, bajo, porque egoístamente también nos centramos al
esfuerzo de sostener la economía del hogar y descuidamos un tanto lo más
importante, la familia, la crianza y desarrollo de nuestros hijos.

Debemos también de ver que nuestras familias se descomponen un tanto, por el


resultado del vacío de comunicación y de afecto e integración de padres a hijos y
de hijos a padres, que degenera en una falta de control. La consecuencia, mala
formación, malos hábitos, tal que ya no existe consideración a la autoridad de los
padres y ahí viene el ingreso de los problemas de violencia juvenil, los problemas
de violencia familiar.

De ahí que se busque soluciones integrales, que permitan cuidar primero la


familia, potenciarla. ¿Cómo? En base a capacitaciones, vinculaciones permanente
a profesionales que tiendan a buscar y, porque no decir, brindar el consejo y la
reflexión oportuna, la orientación técnica de los psicólogos, la consulta oportuna
para aliviar alguna situación , para desechar el estrés de los padres, para
alimentar la relación afectiva entre padres y puedan dar un verdadero afecto y
amor a sus hijos, para que en base a esa sólida función familiar como célula
fundamental de la sociedad se construya un nuevo Estado.

Los niños y los jóvenes de hoy ya tienen un marco referencial de comportamiento,


a ellos nos toca ayudarlos a reflexionar, orientarlos y en la medida que sea posible
estimular esfuerzos multisectoriales para presentarles respuestas concretas a sus
frustraciones, a sus inquietudes, buscar alternativas de superación. Una especial
atención a los niños porque ellos sí están presentándonos la esperanza de que
nuestro futuro mejore en un país mucho más integrado, de sólidas convicciones y
estructura de seguridad ciudadana.

La seguridad ciudadana también tiene que ver en el aspecto estructural de la


formación de los distritos, de las ciudades y los barrios, para que sea una zona
donde exista seguridad. Donde existe tranquilidad tiene más valor, tiene un valor
mucho más positivo y económicamente contundente que un lugar donde no hay
una buena seguridad ciudadana, donde no existe una norma adecuada de
desarrollo, donde no existe una convivencia pacífica. Una zona donde existen
conflictos, robos sociales, se desprecia y donde existe tranquilidad, donde existe
buena convivencia, eleva su precio, su justiprecio.

La seguridad ciudadana es un concepto que engloba a dos fenómenos: el


fenómeno de la criminalidad y el fenómeno de la inseguridad ciudadana. Sabemos
que la criminalidad produce un conjunto de hechos de naturaleza criminal y
traiciones al ordenamiento jurídico, infracciones de violencia familiar, de violencia
social, así como los hechos que sin estar comprendidos en la normativa penal
constituyen violaciones a las normas sociales de convivencia pacífica.

En cuanto al sentimiento de inseguridad ciudadana debemos de señalar que es el


producto de una sensación, de la percepción, que tiene el ciudadano promedio de
cual es el ambiente en el que vive.

¿Cuál es el ambiente de seguridad en su comunidad?. Si lo encuentra aparente a


sus expectativas pues no habrá inseguridad, si no lo encuentra, ese sentimiento
de inseguridad estará permanente latente en todos sus miembros, por eso es que
existe mucha preocupación de aquellas comunidades donde decimos que hay
violencia juvenil, pandillaje. Los vecinos se desplazan con cuidado temerosos de
dejar su casa o que fueran objeto de robos menores, temerosos des desplazarse
porque pueden ser objeto de asaltos o de agresiones y viven permanentemente en
un ambiente de inseguridad.

Existe una desproporción entre el sentimiento de inseguridad ciudadana y los


verdaderos índices de criminalidad, pero esta apreciación obedece a diversos
factores tales como la desconfianza en la actuación de la policía. Eso es cierto y
no lo podemos negar, pero también la presencia de elementos sociales que
acrecientan los temores. Entonces nosotros debemos estar interesados en
generar ambientes de mejor desarrollo y nivel de seguridad ciudadana.

En el tema de seguridad ciudadana, hay que agregarle algo importante. Se debe


de adoptar una actitud eminentemente preventiva ya no coercitiva, constructiva.
Por eso es necesario un trabajo integral, multisectorial, de apoyo a la prevención
para evitar la represión.

Se debe permanentemente coordinar con los gobiernos locales. Hoy surgen en la


actividad municipal los comités de seguridad ciudadana, formados, integrados por
el alcalde o gobierno local, la Policía y la comunidad organizada en juntas
vecinales.

Las instituciones representativas del Estado deben atender concertadamente la


problemática de seguridad ciudadana, en donde la voz, la palabra, la sugerencia
del alcalde, del vecino, del ciudadano, sean permanentemente escuchadas y sea
tomada en cuenta; pero es necesario para esto hacerles una respetuosa y previa
reflexión. Una posición de participación debe ser asumida con responsabilidad,
con profundo sentido de justicia y equidad, sin egoísmos y actitudes partidaristas
que antes de concertar van a generar una disgregación de ideas, una interrupción
de los propósitos de otros ciudadanos para converger en determinaciones
efectivas para el desarrollo de la comunidad.

Es igualmente necesario que se fortalezca los servicios policiales de seguridad


ciudadana bajo este contexto, dentro de los términos de procesos de
reestructuración de la Policía, surgen dos premisas fundamentales sobre las
cuales se sustenta: primero, la importancia de los ciudadanos dentro de la
seguridad ciudadana y, segundo, la presencia de una nueva modalidad de servicio
que es la Policía Comunitaria cuya actividad ya se esta desarrollando y genera
acercamientos positivos a la comunidad, buscando recuperar espacios de
confianza y credibilidad donde los ciudadanos deban sentirse adecuadamente
atendidos en todas las dependencias policiales hacia la cual tengan necesidad de
concurrir.

Conocemos que la seguridad ciudadana es una función básica de la Policía, pero


se requiere de una coordinación permanente, una cooperación permanente con
los gobiernos locales, la comunidad organizada y las instituciones públicas y
privadas.

Para poder trabajar debemos de cambiar de actitudes y proponer acciones de


policía comunitario como un trabajo esencial de acercamiento a la comunidad;
pero, participativamente, con la ciudadanía trataremos de afianzar esos niveles de
seguridad ciudadana a través de la población por el propio bien de la comunidad
capacitando a la Policía, orientado por sus acciones mixtas de patrullaje cívico
para tratar de mantener el orden, fortalecer nuestros medios, nuestra convivencia
y nuestras interrelaciones.

Debemos de enfatizar cinco aspectos fundamentales en el tema de seguridad


ciudadana. Primero, que la seguridad tiene que ver con el curso de la historia, que
quiere decir, que los problemas de seguridad se multiplican como las ciudades van
creciendo, se van complejizando.

El tema de seguridad ciudadana en una comunidad campesina es con toda


seguridad mucho menos compleja que el tema de seguridad ciudadana en otras
ciudades. Y si hacemos referencia respecto a otras ciudades, el tema es cada vez
más complejo. Eso quiere decir que a cómo van los años, crece la demografía de
las grandes ciudades, crecen también las tareas al interior de las ciudades. El
tema es amplio y nos va a convocar cada vez más, quiere decir que estamos ante
una situación que va a esperar mucho más el compromiso de instituciones como
la Policía, los municipios, las organizaciones sociales y también el ciudadano
común y corriente.

El segundo aspecto, es que el tema es indudablemente muy complejo, porque


tiene que ver no solamente con la violencia que cotidianamente entendemos como
agresión física y psicológica, sino que el tema de seguridad ciudadana comprende
las garantías que da el Estado para el ejercicio de todos los derechos
fundamentales, como el derecho a la vida, el derecho a la identidad, a su
seguridad moral, física, al libre desarrollo, al bienestar, la salud, empleo,
educación; estamos hablando también de una igualdad ante la ley de todos los
ciudadanos comunes y corrientes; de libertad de conciencia, la libertad de
información, de opinión, de expresión.

Es decir, que el tema de seguridad ciudadana es amplio que va indiscutiblemente


mucho más allá de la sola tarea de la policía. Esta es la complejidad de lo que se
ha denominado como seguridad ciudadana una tarea de todos y si nosotros
complejizamos más el asunto, estamos hablando del ser humano de manera
integral, con necesidades, pero también con potencialidades de saber ser, hacer,
tener y poder. Aspectos que recorren el conjunto de necesidades humanas,
articuladas hoy a posibilidades de ejercicio pleno de la libertad para optar entre
alternativas y oportunidades que permitan el disfrute pleno de su desarrollo
personal y social.

Un tercer aspecto, es la seguridad ciudadana como un compromiso de todos,


sabiendo que dentro de todos hay quienes tienen papeles más importantes que
otros, como el educador, el policía que tienen un papel fundamental en este
conjunto de cosas que se señalan, pero también con responsabilidades más
delicadas y tal vez más grandes: la familia, los padres respecto a los hijos, los
padres como ciudadanos miembros de la sociedad.

Cuando hablamos de seguridad ciudadana estamos hablando de niños, jóvenes,


adultos, ancianos, mujeres, de absolutamente todos. Este es un aspecto que debe
de invitarnos a reflexionar en estos tiempos, sobretodo cuando la familia se
resquebraja y hay una crisis de valores a todo nivel. Es una gran responsabilidad
que tenemos hoy; algunos participando ya de manera directa en el tema de la
seguridad ciudadana, como los comités de autodefensa, las juntas vecinales, la
policía y muchos otros ciudadanos.

Un cuarto aspecto es el tema de la policía. ¿Qué es la Policía?. La policía está


ligada a los fines y deberes del Estado, la policía como policía nace con el Estado
y si uno ve la Constitución Política de los Estados, el fin supremo de ese Estado
es la persona humana. La situación de esa policía como institución es de múltiples
carencias, con recursos cada vez insuficientes y menos estimulados. Pero dentro
de esas limitaciones consideramos que se desarrollan esfuerzos de un mayor
acercamiento a la sociedad, entonces tenemos la Policía Comunitaria, este
modelo genera confianza y credibilidad que la Policía tiene que observar.

Un quinto aspecto, que debemos de reflexionar es respecto a la seguridad


ciudadana no solamente como la falta de garantías para el libre ejercicio de la
persona humana, sino también de reacciones distintas, generalmente negativas,
de consecuencias en cada una de las personas que sufrimos la inseguridad o sus
consecuencias: Dos componentes: uno, la falta de garantías y, la otra, la persona
que sufre esas consecuencias.

Seguridad Ciudadana comunitaria: Cuestiones terminológicas

Orden Público, seguridad ciudadana o seguridad de los habitantes

El concepto de orden público ha ido modificándose a lo largo del tiempo.


Originariamente, este es el concepto liberal que mana del artículo 9 que regula
esta cuestión en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de
1789 que dice:

Nadie puede ser inquietado por sus opiniones, incluso las


religiosas, siempre y cuando su manifestación no altere el orden
público establecido por la ley.

Este artículo, tiene que ser interpretado sistemáticamente y puesto en relación con
el 4 de la misma Declaración:

La libertad consiste en poder hacer todo lo que no sea perjudicial


al otro. Así, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre
no tienen otro límite que aquellos que aseguren a los otros
miembros de la sociedad el disfrute de estos mismos derechos;
estos límites sólo pueden estar determinados por la ley.

Por lo tanto si mudamos el concepto de orden público del ámbito estricto de la


libertad ideológica del artículo noveno a uno más genérico del artículo cuarto,
formularemos la siguiente definición de orden público:

El orden público se establece como garantía y límite de la libertad


y, como ésta, consiste en que nadie puede hacer nada que sea
perjudicial a los demás.

Desde esta perspectiva, que no hemos de perder nunca de vista, libertad y


seguridad son dos caras de la misma moneda: Sin seguridad no hay libertad (ya
que la falta de ésta, inquieta el libre ejercicio de los derechos y libertades del
ciudadano) y sin libertad no puede haber una autentica seguridad (ya que la
seguridad sin libertad comporta un régimen autoritario).

Con el tiempo, este concepto de orden público, evolucionará hacia el de seguridad


ciudadana (originado en la doctrina de la nouvelle prevención), mucho más amplio,
y que incorpora los valores del Estado social y democrático de Derecho.

Ahora bien, en general, no se ha producido un cambio de denominación, sino de


contenido del concepto. En efecto hoy por hoy la expresión de orden público sigue
utilizándose como garantía de la seguridad pública, lo que ha cambiado es el
contenido del concepto que paulatinamente ha ido pasando desde el forzar a los
ciudadanos a la obediencia de la norma, lo más primario, a la garantía de la
calidad de la vida de los mismos.

Resulta difícil definir claramente los conceptos de seguridad pública, seguridad


ciudadana y orden público. Por ello nos remitimos a una concepción que, de una
parte, se relaciona directamente con los orígenes del Estado de Derecho más
primigenios (tenemos que recordar que, en la época de la Revolución Francesa,
las personas se denominaban ciudadanos entre ellas por superar el término
súbditos y como equivalente de persona que tiene unos derechos inalienables,
reconocidos, ahora bien, por la ley) y también por su proyección de futuro (se
calcula que en el año 2020, el 70 % de la población mundial vivirá en las ciudades,
por lo tanto, la seguridad será, principal y fundamentalmente, ciudadana).

Por estas razones, el término seguridad ciudadana también lo preferimos al de


seguridad pública.

En si el término de seguridad ciudadana no tiene buenos antecedentes en los


países de Latinoamérica, puesto que empezó siendo utilizado por las Fuerzas
Armadas a finales de los años setenta como un renovado vocablo de similar
contenido a la doctrina de seguridad nacional impartida por los Estado Unidos de
América desde la conocida como Escuela de las Américas que tituló a centenares
de represores, en busca del enemigo interior de Argentina, Chile, Uruguay y de
tantos otros Estados. En estos países, el término preferido es el de seguridad de
los habitantes, que estiman omnicomprensivo y no exclusivo.

En todo caso, cuestión terminológica aparte, lo que es evidente es que el concepto


de orden público ha de rellenarse en función de la realidad en la que ha de operar.
Así podríamos distinguir entre el concepto liberal de orden público del siglo XIX y
el concepto social y democrático de orden público que se impone en las
democracias occidentales a partir de la finalización de la segunda guerra mundial,
al que también podemos denominar seguridad ciudadana.

Seguridad Comunitaria

Cuando hablamos de seguridad comunitaria, nos estamos refiriendo a un modelo


concreto de seguridad, lo que tiene en cuenta al ciudadano en la formulación y
verificación de las políticas de seguridad. Los orígenes del término seguridad
comunitaria los tenemos que encontrar en la idea de oposición entre el modelo
inglés de policía (o policía comunitaria) y el modelo francés o continental (o policía
del princeps). Para el primero, la actividad de la policía sería una consecuencia de
las demandas sociales, de forma que habría una clase de self – policing, de la
comunidad con un mínimo uso de la fuerza. Por el contrario, la policía continental,
estaría mucho más ligada al proceso de construcción de un Estado
contemporáneo y, por lo tanto, de defensa del mismo ante los procesos
involucionistas o revolucionarios que ha padecido.

DERECHOS HUMANOS

El tema de la seguridad pública es una de las preocupaciones permanentes de los


ciudadanos, en casi todas las encuestas este tema ocupa uno de los primeros
lugares; sin embargo a esta preocupación no le sigue un nutrido debate, alentado
por la sociedad misma, que lleve a mejores diagnósticos y al diseño de
innovadoras alternativas para asegurar lo que también es un derecho humano, la
seguridad ciudadana. Como lo indicará Roberto Cuellar M. en su intervención en
Antigua-Guatemala del 15 al 16 de noviembre de 2001:
La seguridad ciudadana es un tema que se mantiene en un primer
lugar de las agendas nacionales debido a que su antítesis, la
inseguridad ciudadana, es el reclamo más constante que las
personas les hacen a las autoridades nacionales o municipales.
Esa circunstancia ha generado las más diversas teorizaciones
sobre el tema, no siempre bien enfocadas hacia la determinación
de las causas y su erradicación, sino más bien hacia acciones más
de carácter reactivo que preventivo. Es así como por lo general, se
responde a concepciones muy seguristas que le dan énfasis al
tratamiento estatal y/o represivo del problema, lo cual se encuentra
reflejado claramente en las políticas policiales.

Diversos factores como la no distinción entre seguridad pública y seguridad


nacional, la ineficacia del sistema penal, así como la exacerbación que de este
tema hacen los medios de comunicación han convertido el tema de la seguridad
pública en problema aparentemente univoco, haciendo entonces creer que la
única alternativa es la visión policíaca y represiva, donde se criminaliza la pobreza
o se imponen medidas como la del "alcoholímetro" sin pedir que la autoridad
justifique que es una medida idónea y que efectivamente no existe otra posibilidad
para generar esta restricción a las garantías ciudadanas.

Muchas veces el cuestionamiento que las defensoras y defensores de derechos


humanos han hecho a las medidas que aumentan la discrecionalidad de las
policías o que sólo proponen mayores medidas represivas ha servido para acusar
de que "defienden delincuentes" y que no les preocupa los derechos de los
ciudadanos honestos. Por supuesto que interesa el tema de la seguridad pública
pero desde otras y mejores perspectivas.

Por ejemplo al abordar este tema, es necesario revisar y asegurarnos de cuál es el


concepto que mejor identifica el problema. El concepto de seguridad ciudadana,
debe entenderse "como la protección que debe brindar el Estado a las personas
respetando sus derechos y libertades fundamentales" y no así el de seguridad
pública. La razón es que el primero coloca a la persona y no al Estado como el
centro de la seguridad.
Igualmente en necesario distinguir con mucha precisión entre la función de
seguridad pública y la impartición de justicia penal.

Que actualmente vivamos una seria crisis de las instituciones que administran la
justicia, lo que no debe llevarnos a olvidar que la seguridad ciudadana es un
derecho de los ciudadanos cuya satisfacción corresponde al ámbito del poder
ejecutivo a través del servicio público de la policía y que se debe evitar buscar,
como actualmente se pugna, que las policías preventivas realicen tareas de
investigación de delitos, desvaneciendo la imprescindible distinción entre
seguridad pública y justicia penal.

En el análisis del problema de la seguridad ciudadana debiéramos llegar a


determinar el grado de erosión de los niveles de convivencia ciudadanos que
genera la inseguridad, para lo cual se necesita que se asegure la existencia de un
diagnostico de la realidad económica, socio cultural y criminológico, y no sólo este
último.

De forma que entonces el trabajo de seguridad sea planteado como un trabajo de


reconstitución del tejido social y en consecuencia la policía considerada como una
institución que contribuye a la reconstitución de la convivencia comunitaria. De tal
manera que las estrategias de seguridad ciudadana sean fundamentalmente
preventivas e integrales.

Por supuesto que estos puntos apenas esbozados son parte de un debate que se
desarrolla en muchas ciudades y países del mundo y de América Latina. La
seguridad ciudadana es uno de los temas más saltantes en las democracias y por
supuesto que también lo es para nuestro continente.

Con frecuencia, algunos miembros de las corporaciones de seguridad pública han


manifestado que la defensa y protección de los derechos humanos favorece a los
delincuentes y perjudica a las víctimas del delito. Esta afirmación es errónea, y no
tiene fundamento jurídico que la sostenga. El argumento ha causado una grave
confusión entre la población; de ahí la necesidad de exponer algunas razones que
la desmientan.

La creencia de que la defensa y protección de los derechos humanos beneficia


sólo a los delincuentes es falsa. Todos, sin distinción, gozamos de los derechos
consagrados en nuestras Constituciones, así como en los diversos instrumentos
internacionales en la materia. Los niños, las personas de la tercera edad, las que
viven con VIH/sida, los indígenas, la mujeres, las lesbianas y homosexuales, los
niños de y en la calle y los policías gozan de ellos, salvo en algunos casos en que
el derecho a la libertad personal puede ser legítimamente restringido. Sin
embargo, la privación de la libertad origina nuevos derechos.

Cualquier acusación o detención debe estar sustentada en los procedimientos que


la propia Constitución ha establecido. Además, debe prevalecer el derecho a la
información (motivo, delito y quién acusa), a la defensa, a ser oídos y juzgados en
un tiempo razonable, a no ser torturados, a la indemnización, a un trato digno por
parte de las autoridades, a recibir atención como víctima y, sobre todo, a la
justicia, la cual se relaciona con el deber del Estado de investigar y sancionar.
Ésta debe ser efectiva, pronta y expedita. Por su parte, de la autoridad competente
brindará la orientación adecuada.

Estas garantías, que nos han legado nuestros legisladores, tienen por objeto evitar
arbitrariedades de las autoridades por exceso o defecto en la aplicación de la ley.
Nos dan la seguridad (jurídica) de que las autoridades sólo podrán proceder en
nuestra contra si se ajustan a los supuestos y procedimientos establecidos en la
propia Constitución, y nos garantizan el derecho a la justicia en caso de ser
víctimas de un delito; con ello se evitan hechos tan penosos de justicia por mano
propia.

No debe escandalizarnos el que se insista a las autoridades que respeten esos


derechos, sino más bien cuando son violados. Por eso es aberrante pensar que
una política de seguridad ciudadana pueda consistir en tolerar, por ejemplo,
detenciones ilegales o arbitrarias o en desconocer los derechos del detenido o
procesado, o de la propia víctima. Al contrario, aquélla debe garantizar un
equilibrio entre los derechos del delincuente y los de la víctima, así como con los
de la sociedad en general, que espera que el delito sea investigado y sancionado
para evitar la impunidad.
La defensa de los derechos humanos se orienta al combate del delito

Muchas veces los servidores públicos, valiéndose de su cargo, se olvidan de que


su misión es proteger a los ciudadanos y los derechos humanos, y que las armas
les fueron confiadas para defender a la ciudadanía y no para atacarla.

Corresponde a los órganos correspondientes velar por los derechos de las


víctimas del delito.

Esto no es cumplido plenamente. Un alto porcentaje de las quejas presentadas en


las comisiones de derechos humanos ha sido de víctimas que han quedado
desamparadas ante la impunidad, la inacción o ineficiencia del sistema de
administración de justicia. Muchas denuncias formuladas no han sido debidamente
investigadas; otras ni siquiera se han indagado. En las que se hacen
investigaciones hay serias deficiencias jurídicas que serán aprovechadas por el
acusado en su defensa o serán tan graves que el juez no pueda continuar con el
procedimiento. Y en las que se ha concedido orden de detención, éstas no se han
ejecutado.

La defensa y protección de los derechos humanos no son un obstáculo para


combatir el crimen

Las causas de la inseguridad que viven nuestros países son diversas: corrupción,
impunidad, violencia, desconfianza en las autoridades, entre muchas más.

Sin embargo, algunos se han empeñado en señalar que quienes se dedican a "la
protección y defensa de los derechos humanos" la han ocasionado y que, además,
¡no les permiten combatirla! Esto es falso. Para muchos servidores públicos este
argumento les sirve como pretexto para seguir ocultando su ineficiencia y, en
ocasiones, sus complicidades.

Todos sabemos que una de las causas más comunes de la inseguridad es la


corrupción. Debemos entender que ésta no sólo significa aceptar o pedir una
dádiva, sino dejar de hacer cuando se está obligado a ello.
El no arrestar a quien debió ser detenido genera impunidad; deja sin castigo
cuando debía haberlo. La impunidad se manifiesta cuando los ciudadanos no
denunciamos algún delito que, sabemos, se ha cometido, ya sea por miedo,
ignorancia, o desconfianza en las autoridades; cuando el policía no detiene por
ineficacia, incapacidad, complicidad o desconocimiento; cuando las autoridades no
hacen debidamente su trabajo, entre otros casos.

Esto genera violencia. Al no ver satisfecho ese derecho, dejamos en la víctima del
delito un deseo de "justicia" muchas veces traducida en venganza, que se cobrará
tal vez por su propia mano. Esta situación genera gran desconfianza en las
instituciones de administración de justicia. Menos ciudadanos acudirán a ellas a
denunciar, mientras que los delincuentes seguirán haciendo de las suyas a la
sombra de la impunidad.

El reto, tanto de las instituciones de seguridad pública como de la sociedad en


general, es romper el círculo vicioso que forman la corrupción, la impunidad, la
violencia y la desconfianza.

La defensa y la protección de los derechos humanos pugnan por una política de


seguridad ciudadana que actúe sobre las causas de la criminalidad y privilegie la
prevención e investigación del delito.

Se ha dicho de manera insistente que para combatir la delincuencia y elevar los


niveles de seguridad es necesario aumentar la sanción penal, el número de
policías y patrullas, y tolerar la violación a los derechos humanos, entre otras. Esta
creencia negativa deja de lado las verdaderas causas de la criminalidad y se
olvida de la necesaria modernización de las instituciones de administración de
justicia, mediante un esfuerzo global que garantice el acceso y trato igualitario a la
población; que se erradique la desconfianza mutua entre esas entidades y se
busque la complementariedad de ellas y la coordinación contra el crimen.

Una política de seguridad ciudadana seria debe atacar las causas de la


criminalidad y prever medidas en el ámbito social, de la infraestructura, la
educación y la participación de la sociedad, para prevenir o combatir todo factor
criminal y así dificultar las comisión de delitos.
Para hacer frente a este desafío hay que humanizar y hacer más eficaz la
respuesta del Estado, con la capacitación y profesionalización de los cuerpos
policiales. Para ello se requiere:

• Interés del Estado y la sociedad para que la formación del policía se oriente
hacia el respeto al orden legal y de los derechos humanos de los
ciudadanos.

• Dignificación de la actividad policial. El policía es un servidor público


encargado de la seguridad, pero sobre todo es una persona con una
actividad que merece alta valoración social y, por lo tanto, debe ser
correspondida con el respeto a sus derechos y la satisfacción de sus
necesidades elementales.

• Evaluación del trabajo policial no sólo por sus resultados, sino por los
medios empleados. Esta apreciación será permanente, y en ella no sólo
habrá de intervenir el Estado, sino también la sociedad, que debe
convertirse en un actor coadyuvante de las distintas etapas que implica una
estrategia de seguridad pública. Los mecanismos e instrumentos de la
actuación policial deben regularse según el criterio "mayor eficacia-menor
costo para las personas en el ejercicio de sus derechos". En este sentido,
su actuación debería estar sustentada en el criterio: "Prevención en la
medida de lo posible y represión en la medida de lo estrictamente
necesario".

• La participación de la sociedad en la evaluación de sus necesidades, así


como en los planes de seguridad pública.

• Adopción, por parte de los cuerpos policiales, de códigos de conducta o


ética.

• Mecanismos que resuelvan algunos problemas entre los ciudadanos de


forma no violenta, a través de la mediación o solución pacífica de los
conflictos.

La seguridad pública no sólo es un problema de los cuerpos policiales. La


colaboración de todos los actores sociales es urgente, especialmente cuando
vemos que las debilidades en este rubro son fuente de una violencia e impunidad
que afectan la vida, la integridad, la libertad y el derecho a la justicia de las
personas y, en general, el de todos a llevar una vida libre de temores y
sobresaltos.

Para que la lucha contra la delincuencia sea eficaz, las acciones deben ser
legítimas, esto es, respetar la Constitución y con ello los derechos humanos, no
sólo por el bien de la legalidad, sino por el de la sociedad, para que recupere ese
espacio tan natural que le ha sido arrebatado: la calle.

Esta claro que los Estados son entidades responsables por la seguridad de los
ciudadanos, pero la historia reciente ha demostrado que la producción de
seguridad puede tomar como horizonte ciertas claves excluyentes e incluso
siniestras, o puede reposar en políticas que con los ojos abiertos a una realidad
compleja e interconectada, respondan con una perspectiva de derechos humanos
a través de instituciones profesionales y competentes ante los patrones violentos y
de criminalidad que surcan a una sociedad.

Bajo el marco internacional de los derechos humanos la responsabilidad de los


Estados se expresa no sólo en el deber de respetar los derechos humanos
internacionalmente reconocidos, sino también en actuar con la debida diligencia
para prevenir, sancionar y erradicar aquellas prácticas lesivas contra las personas
por parte de agentes gubernamentales o particulares, cualquiera sea el ámbito en
el que ocurra.

Recorrido más de medio siglo desde que la comunidad internacional adoptara un


marco jurídico desde el cual se le exige a los Estados rendir cuentas sobre el
cumplimiento de sus obligaciones en materia de derechos humanos, se puede
observar una realidad bastante desajustada de la visión esperada.

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