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Adoración Adviento 2019 – Díaz

Canto inicial
(Exposición del santísimo)
Mi refugio – Verónica Sanfilippo

Lectura PAUSADA:
Te agradecemos Señor por hacerte presente de forma tan especial en este momento.
Queremos alabarte, bendecirte y darte gracias por este regalo que nos hacés.
Te pedimos que, como lo hiciste con tus apóstoles en Pentecostés, nos envíes tu Espíritu
Santo, ese Espíritu que renueva nuestras vidas, nos fortalece y nos guía hacia Vos.
Dios de Pentecostés – Pablo Martinez
Lectura para meditar:
Sabiendo que Jesús viene, que ya está cerca, tenemos que ir delante de la gente que nos
rodea, iluminándola con la antorcha de estos momentos de adoración con los que queremos
preparar la llegada del Salvador.
Todos debemos ser luz del mundo; nos lo dice Jesús, a quien esperamos que venga a iluminar
nuestras vidas. Por ahí se dice que si no podés ser estrella, seas por lo menos una pequeña y
sencilla vela encendida que alumbre el corazón: ¡Pero hay que ser luz!
El que ama a los demás y el que ama de verdad, puede preparar el camino del Señor
iluminando el corazón de quienes lo rodean, invitándolos a vivir en esperanza la alegre espera
del Señor.
Intentá acercarte a los tuyos en este Adviento, mostrales a Cristo que ya viene a salvarnos.
Ahora, en un momento de silencio traigamos ante la presencia del Señor a todos los nuestros y
a los más alejados de Dios.
Momento de silencio
Oración: Señor Jesús, que venís a salvarnos y nos llamás a preparar el camino de tu llegada:
¿Qué querés que vea con mis ojos? ¿Qué querés que hable con mi lengua? ¿Qué querés que
haga con mis manos? ¿Qué querés que piense con mi cabeza? ¿Qué querés que ame con mi
corazón? ¿En qué querés que ocupe mi tiempo, mi dinero y mis virtudes? ¿Cómo hago para
cumplir tus mandamientos? ¿Cómo comparto la vivencia de este Adviento con mis hermanos?
Señor Jesus que venís a salvarnos, te adoro como a mi Dios, te obedezco como a mi Señor, te
amo como a mi Padre, te doy gracias como a mi Bienhechor. Ven Pronto Señor, amén.
Recibe mi corazón – Vero Sanfilippo
Lectura para meditar:
Cristo viene a salvarnos y para ello quiere necesitar de brazos y pies, de bocas y lenguas, a fin
de poder llegar a todas las personas y que todos los conozcan y lo amen.
Cristo sabe que cuenta con nosotros; cuenta con nuestras voces para hacer llegar el Evangelio
a todos los hombres y así extender la Iglesia de Dios; cuenta con nuestros pies, para seguir a
nuestros hermanos más alejados, a fin de que para ellos también llegue Navidad y vuelvan al
buen camino; cuenta con nuestros ojos, para poder detectar los ambientes en los que se
necesita hacer espacio para dar cabida a la presencia del Señor; cuenta con nuestro corazón,
para encender el fuego de su amor en nuestro alrededor y recibirlo con fe ahora en Navidad y
cuando regrese lleno de gloria al final de los tiempos.
Sobre todo, Cristo quiere contar con nuestra entrega sin límites ni restricciones; una entrega
desprovista de egoísmos. Cristo quiere contar con que nosotros digamos siempre que SI a su
llamado, como lo hizo María. Él espera ese SI que en la fe renovamos ahora frente a Jesús
Sacramentado y que ya no se lo vamos a retirar; Cristo cuenta con ese SI que debemos darlo
cuando Él nos lo pida, aun cuando implique dolor y humillación. Cristo quiere contar con
nosotros, siempre que se nos pida un pequeño favor, un pequeño servicio de caridad, un
pequeño trabajo apostólico, por difícil que nos parezca. Solo así llegará Él a reinar en todos los
corazones.
Momento de silencio.
Oración dirigida:
Señor Jesús que ya venís a nuestro encuentro: Si dudo, aconsejame. Si caigo en el error,
desengañame. Si me pierdo, encontrame. Si me caigo, levantame. Si me desanimo, alentame.
El día que me muera, llevame con vos.
Oh, Señor Jesús: Cuando te llame, escuchame. Cuando te ofenda, perdoname. Cuando yo te
deje, buscame. Cuando yo te olvide, recordame. Cuando te pida, dame. Cuando te pueda
servir, animame.
Amén.
Canción: Alma de Cristo
Lectura para meditar:
El Dios del Evangelio no es el Dios frío de la razón. La causa primera de la filosofía. El primer
motor de la metafísica. El Dios inmutable e impasible. El Dios interesado o comerciante. El Dios
almacenero. El Dios policía. No, Dios no es nada de lo que acabamos de mencionar. Dios no es
así, Dios es “Alguien” que, en su Hijo Jesucristo, a quien anhelamos, viene a nuestro encuentro
en la debilidad de nuestra carne.
El Dios del Evangelio es el Dios cálido, padre, hermano y amigo de todos los hombres. Es Dios
providente que cuida de sus hijos. Es Dios que ama tanto a la humanidad, que viene a nuestro
encuentro para salvarnos y nos espera a cada uno de nosotros con los brazos abiertos para
perdonarnos o premiarnos. Es Dios Padre que nos da su Hijo en la Eucaristía y que quiere
repartir entre todos nosotros en rebanadas infinitas el pan de la felicidad. Es Dios Hijo que
muere para salvarnos. Es Dios Espíritu Santo que nos consuela y nos llena de amor. Este es el
Dios del Evangelio.
Oración dirigida
El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades. Aclamemos al
Señor todos los habitantes de la tierra, sirvamos al Señor con alegría y preparemos su llegada
en nuestros corazones. Entremos en su presencia con aclamaciones, sabiendo que el que se
acerca para salvarnos es nuestro Dios, que Él nos hizo y somos suyos, que somos su pueblo y
sus ovejas, que formamos su rebaño. Entremos por sus puertas dando gracias, por sus atrios
con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre. El Señor es bueno, su misericordia es
eterna, su fidelidad por todas las edades. Amén.
Canto: Obra de tus manos
Lectura para meditar:
No hay cosa que Cristo nos recomiende tanto en su Evangelio como la unión entre todos los
cristianos; es que el mundo necesita siempre del testimonio de unidad que nosotros los
cristianos debemos darle, a fin de llegar a conseguir que todos los hombres caigan en la cuenta
de que somos hermanos y, en consecuencia, nos tengamos como hermanos, nos respetemos
como hermanos y nos ayudemos como hermanos. El tiempo del Adviento es un tiempo
privilegiado para acrecentar esta unidad preparándonos a vivir la Navidad. Parte importante
de nuestra tarea misionera en el Adviento es trabajar por la unidad preparando así la llegada
del Señor que nos hace hermanos.

Cristo dice en el Evangelio que Él es la Luz. El que no lo sigue, camina en tinieblas, con todas las
angustias e incertidumbres que llevan consigo las tinieblas. El que no sigue a Cristo, no halla
explicación para muchas cosas de la vida. Se siente embargado por mil problemas sin solución.
Se le plantean centenares de interrogantes a los que nada ni nadie puede responder. En
cambio, cuando Cristo aparece en la vida, es como cuando se hace la luz, uno encuentra en Él
la paz, la seguridad, la orientación. ¡Ven Señor a iluminar nuestras vidas! ¡Ven Señor para que
yo pueda iluminar las vidas de los demás! Amén.

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