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Guía: La vida del cristiano en la tierra es una peregrinación hacia la casa del
Padre. En esta peregrinación, el Señor nos llama a la continua conversión, y este
tiempo de la Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar
sobre el corazón de la vida cristiana: «la caridad». El Papa Benedicto XVI nos
motiva en este tiempo privilegiado invitándonos a «Fijarnos los unos en los otros
para estimularnos en la caridad y las buenas obras» (Hb 10,24). Él nos recuerda
que la Cuaresma nos ofrece un espacio para la oración y para que crezcamos en
el compartir. Eso queremos hacer en esta Hora Santa, orar juntos para que el
Señor aumente en nosotros la caridad. Atendiendo a su invitación a la conversión
en el «darse», nos ponemos ante la presencia de Jesús Eucaristía y le pedimos
que vivamos en esta cuaresma aceptando este llamado a compartir.
En estos momentos de oración vamos a fijar la mirada en el otro, ante todo en
Jesús, ya que estamos ante su presencia eucarística, pero, también desde aquí, y
sin dejar de mirarlo a Él, vamos mirar a los demás con sus necesidades, con sus
anhelos, con todo lo que sabemos que nos pide ejercer la caridad hacia los
demás.
Lector 1: Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra
mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Lector 2: pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra
ti, contra ti solo peque, cometí la maldad que aborreces.
Guía: en la sentencia tendrás razón, en el juicio brillara tu rectitud. Mira, que en la
culpa nací, pecador me concibió mi madre.
Todos: te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas
sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedare limpio; lávame: quedare más blanco
que la nieve.
Lector 1: hazme oír el gozo de la alegría, que se alegren los huesos
quebrantados. Aparta de mí pecador tu vista, borra en mi toda culpa.
Lector 2: ¡Oh Dios! Crea en mi un corazón puro, renuévame por dentro con
espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro no me quites tu santo espíritu.
Guía: devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso:
enseñare a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.
Lector 1: Líbrame de la sangre, ¡Oh Dios, Dios, salvador mío!, y cantará mi
lengua tu justicia, Señor, me abrirán los labios, y mi boca pronunciara tu alabanza.
Lector 2: los sacrificios no te satisface; si te ofrecieran un holocausto, no lo
querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y
humillado tú no lo desprecias.
Guía: Señor, por tu bondad, favoreces a Sion, Reconstruye las murallas de
Jerusalén: entonces aceptaras los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolaran novillos.
Hoy perdóname
Letra:
Lector 1: El Cristo que nos habla es el Cristo que se parte y se queda con
nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Es el mismo Jesús que nos enseña
a rechazar el mal cuando somos tentados por el egoísmo, a rechazar el mal con la
fuerza y la verdad de su Palabra. Así nos lo muestra en su combate en el desierto:
«Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la
boca de Dios» (Mt 4,4).
TU PALABRA ME DA VIDA,
CONFÍO EN TI, SEÑOR.
TU PALABRA ES ETERNA,
EN ELLA ESPERARÉ.
Lector 1: Mirar a Jesús conlleva convertir nuestro corazón a Dios que nos permita
no sólo “ver a Jesús” (Cf Jn 12, 21), sino profundizar en las riquezas del misterio
pascual de Cristo para que, renovados en la penitencia, podamos disfrutar de los
frutos de la redención, porque “nadie tiene amor más grande que el que da la vida
por sus amigos” (Cf. Jn 15,13).
SI YO NO TENGO AMOR,
YO NADA SOY SEÑOR.
SI YO NO TENGO AMOR,
YO NADA SOY SEÑOR.
1. El amor es comprensivo,
el amor es servicial,
el amor no tiene envidia,
el amor no busca el mal.
Gracias, Señor, por tu Palabra, que nos invita a ser caritativos como tú, ayúdanos
a que de nuestra boca salga siempre un mensaje edificante hacia quienes nos
escuchen.
Gracias, Señor, por el tiempo de Cuaresma, que nos invita a compartir lo que
somos, lo que sabemos hacer y lo que tenemos, con los demás.
Gracias, Señor, por haberte quedado en la Eucaristía, para invitarnos a ser pan
partido que alimente a los demás con tu amor.
Guía: Oremos ahora juntos con la oración que Jesús nos enseñó: Padrenuestro...