Está en la página 1de 3

Sueños de una Noche

Desperté en mi cama y me encontraba en mi habitación. Mis muebles, mi escritorio,


mi cama, mis cosas. Estaba casi a oscuras, por lo que debía de ser madrugada, o muy
temprano aún. Los sucesos ya venían pareciendo extraños. En mi espíritu tenía un nudo
difícil de ignorar, que apretaba estoicamente mis intentos de calma y certeza. Al parecer,
esa noche había estado sumido en una caravana de malos sueños, donde gente
desconocida me indicaba caminos a seguir, con una atmósfera pesada e inquietante.
Finalmente, en mi habitación estaba. Había despertado, pero no recordaba lo
acontecido anteriormente. En ese lugar todo estaba bien, al menos eso no parecía un
sueño ni nada irreal como venía sucediendo. Había un gran detalle que llamó mi
atención apenas miré alrededor: allí estaba mi madre. Quizás había ido a dejarme algún
dulce o pertenencia mientras dormía. Ella me miró, pero no denotó ningún gesto. Quizá
pensó que yo seguía dormido, porque no notó mis ojos abiertos.
Observé mi reloj electrónico, situado en mi mesa de luz, y eran las 6,15 AM. Los
movimientos de mi mamá eran cautelosos. Imaginé que no deseaba despertar a nadie en
casa, dada la hora temprana.
La miré mejor y su rostro me pareció ajado y preocupado. Qué raro… todavía me
sentía un poco confundido por los sueños vívidos que había experimentado, y además
tenía sueño. Le pregunté desde la cama:
- “Mamá… ¿Te sucede algo? ¿Todo bien?”
Aquí es donde nuevamente todo se volvió extraño. Mis palabras salieron en especies
de… burbujas, ahogadas, sin emitir sonido alguno, y supe esto porque ella no me
contestó absolutamente nada. No me escuchaba.
¿Que estaba sucediendo? Me levanté rápidamente e intenté tocar sutilmente su brazo,
pero mis movimientos eran torpes e inconexos. No tenía mucho dominio de mi cuerpo.
Mi madre pareció no notar mi presencia, y se dirigió a la puerta. En ese momento caí en
cuenta que eso también era un sueño. Claro, a veces en los sueños nos sentimos torpes:
no podemos movernos a nuestro gusto, era normal dicha sensación de inconexión. Si,
era lógico que se trataba de otro sueño, de los tantos que venía teniendo esa… ¿noche?

En efecto, la noche estaba transcurriendo demasiado larga y extraña. Hacía rato ya


deseaba despertar. Estaba agitado y no me gustaba tan larga secuencia de sueños y
sensaciones. Parecía ir brincando de sueño en sueño, sin poder recordar demasiado el
anterior. La atmósfera de cada sueño era confusa, como si ocultara algo indebido que no
debía pasar desapercibido.

Mi madre parecía afligida y extraña, pero por suerte era solo un sueño. Otro más. Esa
horrible experiencia de intentar hablarla y soltar burbujas en lugar de palabras había
sido traumatizante. Era un sueño, y los sueños no suelen tener lógica. Al despertar ¡iba a
contarle que la soñé! ¡Sin dudas!
Al salir mi madre de mi habitación, decidí acostarme nuevamente en mi cama, con todo
el peso e incoherencia de mis movimientos, para observar si sucedía algo nuevo.
Realmente quería despertar. Tenía también la vista un tanto entumecida, porque la
oscuridad pareció más intensa de repente, como si una gigantesca nube pasara por
encima de mi habitación. Ya no era capaz de distinguir casi nada. Escuché unas tenues
voces, como gimiendo y… ¡Mi cama ahora parecía gigante! Empecé a pensar, tal como
uno hace ya acostado antes de caer en el sueño. Con la curiosa diferencia que yo no
esperaba para dormir, sino para despertar. Sentí mucho asombro de la manera en que la
mente juega con uno en los sueños. Incluso llegaba a molestarme, porque es como si
alguien me moviera a su antojo con hilos de marioneta y me quisiera hacer creer cosas
estúpidas.
Me desperté sobresaltado. ¡Por fin! Estaba en mi cama. El cuarto estaba muy oscuro.
Aún era de noche. Pero ya notaba que realmente había despertado y que todo era real
ahora. Sabía que lo anterior había sido otro mal sueño. Respiré profundo.
Ya no quería dormir, no importaba si aún no había llegado el alba. Me levanté de la
cama y salí de la habitación. ¡Mis movimientos eran ahora normales! ¡Que alivio notar
eso! Pero la oscuridad era absoluta, y noté con horror que ya no era mi casa. Comencé a
desesperarme, porque todo se sentía demasiado real esta vez, y sin embargo eso tenía
que ser parte de mi maratón de sueños confusos y macabros. Me noté perdido, era un
terreno desconocido y … ¡estaba pasando de nuevo! Me pesaba el cuerpo y me
descoordinaba al moverme.
Empecé a apurar el paso, pero perdía el equilibrio con gran facilidad. No podría correr,
o terminaría en el piso. Me sentía sumamente angustiado, al borde del llanto, como
sumergido en un nefasto laberinto de fantasía. Sinuosas sombras comenzaron a
alargarse a mi alrededor, parecía gente que iba y venía. Llegaron a mis oídos murmullos
y lamentos, como los que yo estaba también emitiendo. Esas sombras comenzaron a
tener caras de personas, y me hablaban a mi paso. Me rogaban, lloraban… ¡pedían mi
ayuda! ¿Pero cómo iba yo a ayudarlos? Si no tenía idea qué sucedía, ni quienes eran, ni
dónde estaba.
A mi costado logré divisar a una especie de mendigo, con harapos por ropas y dándome
la espalda. Inmediatamente de clavar en él mi mirada, su cabeza dio una vuelta grotesca
de 180° y, sonriendo, me espetó:
- “Mientras más rápido lo aceptes, mejor será. Relajate”.
Grité con todas mis fuerzas, pero no escuché ningún sonido articularse en mi boca. Mi
voz seguía ahogada, mi garganta burbujeaba. Mi angustia finalmente estalló e intenté
correr de horror tras el espectáculo de la cabeza del mendigo, pero caí invariablemente,
mientras esa cosa que me había hablado lanzaba una carcajada que retumbó en mi
confundida mente. Las sombras seguían proyectándose, llorando y rogando, igual que
yo ahora. Solo sé que me arrastré, corrí, lloré mil veces, recorrí escenarios oscuros,
otros claros, algunos conocidos y otros ajenos totalmente a mí, visibilicé gente conocida
y desconocida, seres espectrales, pero siempre sin poder comunicarme de ninguna
manera. Yo era también una de esas sombras con cara humana que iban errantes en
medio de lamentos y pedidos desesperados de ayuda. Normalmente medimos nuestra
existencia en tiempo, sea éste traducido en minutos, horas, días, semanas, meses, años…
eso pareció desaparecer por completo en mi situación, por lo cual no pude saber cuánto
tardé en percatarme de que estaba… muerto.

También podría gustarte