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La Edad Moderna y el Feudalismo Tardío.

Cómo vimos en el primer cuatrimestre, hay períodos históricos que se caracterizan por la
acumulación paulatina de cambios que transforman de raíz el funcionamiento de una
sociedad. Estos períodos son denominados por los/as historiadores como “Transiciones” y
en general están asociados a la crisis de una forma de organización social. En el primer
cuatrimestre vimos la crisis del Imperio Romano, su caída y los cambios que desembocaron
en el Feudalismo. En esta segunda parte, veremos como la crisis del feudalismo clásico
abrió paso a la “Edad Moderna” y al Feudalismo Tardío, cuya lenta descomposición
desembocó en el surgimiento del capitalismo agrario en el siglo XVIII.

Los quiebres temporales suelen tener una cuota de arbitrariedad, es imposible determinar
una fecha exacta para delimitar un proceso histórico como este, que abarca un tiempo y un
espacio muy amplio. Por eso se suele tomar algún evento icónico relacionado con las
características del período para marcar su inauguración. En este caso, podríamos decir que
la Edad Moderna “comienza” cuando Lutero, dando el puntapié a la reforma protestante,
publica sus “95 Tesis” (1517) y “termina” con la Revolución Francesa de 1789.

Entonces, si la modernidad y el feudalismo tardío constituyen un época de transición, lo que


vamos a problematizar durante su estudio es cómo, en qué medida, la acumulación de
cambios terminó por hacer surgir una nueva forma de organización social. Esto nos obliga a
indagar sobre cuáles son las características que definen al feudalismo, para luego poder
determinar si las sociedades que vamos a estudiar pueden llamarse de esta forma. Puesto
en formato de pregunta: ¿Que define a la organización social feudal? ¿Qué elementos
comparten todas las sociedades a las que le colocamos esta “etiqueta” conceptual?
¿Cuándo podemos decir que “termina” el Feudalismo?

Para aproximarnos a estos problemas, tenemos que volver sobre lo que hemos estudiado
para el período “clásico” del feudalismo, las dos estructuras sociales fundamentales de esta
forma de organización social: el señorío feudal y la comunidad campesina. Como vimos
anteriormente, la relación que existe entre ambas consiste en la extracción del excedente
agrícola garantizada por la privatización del poder político en manos del Señor. Desde la
perspectiva que trabajamos en clase, mientras podamos identificar estos tres elementos (las
dos estructuras sociales y su relación), es preciso hablar de una sociedad feudal. A
continuación, vamos a desarrollar los elementos de continuidad y de ruptura que presenta la
forma de organización social feudal en su etapa “Clásica” y “Tardía”. Esto nos permitirá
comprender la persistencia del feudalismo y la aparición de características de transición.
La Comunidad Campesina.

Cuando hablamos de “comunidad campesina” no solo nos referimos al conjunto de las


personas que labraban la tierra, sino a una forma específica de organización del trabajo y la
producción agrícola. El campesinado feudal se caracteriza por poseer los elementos
necesarios para desarrollar todo el ciclo productivo: el conocimiento, las herramientas, los
animales, las semillas y las tierras utilizadas. También son ellos mismos quienes organizan
la producción, cuya orientación general es la autosubsistencia, es decir, la reproducción de
la familia campesina. Estos rasgos son comunes al feudalismo “clásico” y “tardío”.

Sin embargo, la forma en que los campesinos accedían a la posesión de la tierra sufrió un
quiebre significativo entre ambos períodos. Mientras que en el período clásico la forma
general de acceder a una parcela o manso era la relación de servidumbre, en el período
tardío el mecanismo generalizado era la enfiteusis feudal. El primer elemento que las
diferencia es la condición jurídica del campesino que conlleva cada mecanismo de acceso a
la tierra. El siervo era una persona no-libre, mientras que el enfiteuta era un campesino
libre. Esto no significa que uno sufriera la dominación política señorial mientras que el otro
estaba exento de ella, sino que sus derechos personales eran diferentes. Mientras que el
siervo estaba adscripto a la tierra y no tenía libre movilidad, el enfiteuta era legalmente
capaz de mudarse de feudo. Además, el siervo no podía ejercer ningún tipo de propiedad ni
firmar contratos (lo que incluía el casamiento), mientras que el campesino libre tenía plena
capacidad jurídica para ejercer ambos derechos. Esto último constituye la diferencia clave
que posibilitó la generalización de la enfiteusis, ya que esta era una forma, muy peculiar, de
propiedad sobre la tierra.

Para poder acercarnos al mecanismo de la enfiteusis, es necesario que tengamos


plenamente presente que las formas de propiedad están social e históricamente
determinadas, lo que significa que tienen formas específicas según el tiempo y la sociedad
en que se ejercen. Por eso, es fundamental que no busquemos emparentarla con la forma
de propiedad común de nuestros tiempos, la propiedad privada, plena e indivisible. La
enfiteusis era un mecanismo legal, establecido mediante un contrato, que dividía la
propiedad de la tierra, generando una situación que a nosotros nos resulta sumamente
extraña: una misma parcela de tierra tenía dos propietarios simultáneos. Con esta
advertencia en mente, pasemos brevemente a describir el mecanismo de la enfiteusis.

El contrato mencionado se establecía entre dos partes, una señorial y la otra campesina. El
señor, retenía la propiedad del dominio directo de una porción de tierra. El campesino por
su parte adquiría la propiedad sobre el dominio útil. La propiedad del dominio directo daba
derecho al cobro de las “cargas enfiteuticas”, que tenían tres formas: El censo en dinero, la
renta en especie y la carga de mutación. La renta en especie, en Francia denominada
“Champart”, era el mecanismo principal de extracción de excedente agrícola ligado a la
enfiteusis. Si bien variaba según cada región, lo normal era que implicase entre una octava
o novena parte de la cosecha anual. La tasa de mutación era una carga que no se cobraba
todos los años, ya que solo correspondía su pago cuando la propiedad del dominio útil
cambiaba de manos (ya sea por herencia o por la venta del mismo). Además de generar un
ingreso extra para el señor, le brindaba mucha estabilidad a la enfiteusis, ya que
desincentivaba al campesino a abandonar la tierra. Nótese que en ningún caso estas cargas
implicaban un tributo en trabajo, a diferencia de la servidumbre, cuya principal carga era la
corvea (la obligación de trabajar la reserva del Señor). Este aspecto será muy relevante
cuando analicemos cómo se explotaba la reserva señorial en el período “tardío”.

El censo en dinero era una carga fija en metálico (oro/plata) que merece una explicación
más detallada. En términos de extracción del excedente agrícola, fue un mecanismo de
poca relevancia, ya que la “revolución de los precios” del siglo XVI (un siglo de persistente
inflación) terminó reduciendolo a una carga simbólica. Estas pocas monedas, sin embargo,
siguieron siendo exigidas por los señores hasta la abolición de sus derechos feudales. La
importancia simbólica de las mismas puede apreciarse si tenemos en cuenta que el
mecanismo de enfiteusis generalizó la relación de vasallaje a toda la población campesina.
Recordemos que en el período “clásico” el vasallaje (la cesión de un feudo a cambio de el
juramento de fidelidad y dependencia) es la relación social que ordena internamente a la
aristocracia, los campesinos no participaban en ella. La cesión de una porción de tierra del
feudo mediante el mecanismo de enfiteusis era mucho más que compraventa o que un
alquiler convencional, ya que al igual que la cesión de un feudo, generaba un tipo de
relación de carácter personal que trascendía lo económico, un vínculo también de tipo
político, clientelar. Esas pocas monedas eran muy significativas porque equivalían al
juramento de fidelidad y dependencia, recordandole anualmente al campesino quien
mandaba en esas tierras.

La propiedad del dominio útil, por su parte, le daba al campesino el derecho de usufructuar
la tierra. El gran cambio respecto a la servidumbre consiste en que este usufructo se volvió
una propiedad, lo que le daba una estabilidad jurídica al enfiteuta mucho mayor que la que
gozaba el siervo. El contrato de enfiteusis era perpetuo, no era un alquiler ni una cesión
condicionada (como el manso servil). Para recuperar la propiedad del dominio útil el señor
debía comprarla, lo que solo era posible si el enfiteuta quería venderla. La propiedad del
dominio útil era heredable, por lo que ni siquiera la muerte del enfiteuta podía extinguir el
contrato establecido. La única situación en que un enfiteuta podía perder sus derechos era
si dejaba de cumplir con las cargas correspondientes, como mínimo por tres años. Pero
incluso en estos casos, para expulsar al enfiteuta, el señor debía iniciar un juicio en su
contra en un tribunal superior al suyo (recuerden que los señores manejaban la justicia local
en su feudo) lo cual era muy costoso, ya que debía cubrir los gastos del juicio. En definitiva,
la enfiteusis implicó una posesión de la tierra mucho más estable en manos de los
campesinos, eliminando cierta cuota de arbitrariedad señorial en el manejo de los mansos.
Esta cristalización de la posesión en una forma de derecho de propiedad generó a su vez
dos tendencias novedosas al interior de la comunidad campesina: hacia un aumento de la
diferenciación social interna y hacia la progresiva pulverización de la tenencia campesina.

Comenzamos por la tendencia a la pulverización de la tenencia campesina, ya que era la


que afectaba al grupo mayoritario de los campesinos de la aldea, los campesinos
minifundistas. Los campesinos de este grupo poseían, como máximo, unas dos hectáreas
de tierra cada uno (2000 m2). Por lo tanto, era muy probable que se viesen obligados a
realizar otros trabajos para complementar su ingreso anual que, restando las cargas
enfiteuticas, difícilmente alcanzaba para la subsistencia familiar. ¿Cómo se llegó a esta
situación? ¿Cómo la mayoría del campesinado terminó siendo propietarios de parcelas tan
pequeñas? La respuesta está en el propio mecanismo de la enfiteusis. Cómo vimos recién,
esta propiedad era heredable, por lo que, generación tras generación, el campesinado fue
reduciendo el tamaño de sus parcelas cada vez que tenía que dividirlas entre sus
descendientes. Desde el Siglo XV hasta el Siglo XVII, Europa vivió un incremento
poblacional sostenido, por lo que la presión de la herencia sobre la tenencia de los
campesinos fue constante, hasta que acabó por pulverizarla en minifundios.

Pasemos ahora a la diferenciación social interna de la comunidad campesina. Vale aclarar


que el término “comunidad” no es sinónimo de “igualdad”, por lo que no debemos suponer
que en las aldeas campesinas del feudalismo “clásico” no existían diferencias en los grados
de riqueza. Sin embargo, la enfiteusis generó un grado aún mayor de diferenciación. Esto
se debía a que los campesinos tenían, gracias a ella, la posibilidad jurídica de acumular
contratos de enfiteusis y, fundamentalmente, a que obligó al Señor a cambiar la forma en
que explotaba su reserva. Además, como vimos en el punto anterior, para los campesinos
pobres significó la reducción del tamaño de sus tierras, lo que agrandó la brecha con los
más acomodados.
El elemento jurídico es bastante simple, en el feudalismo “clásico” un siervo no podía
acumular tierras muy por encima de su nivel de subsistencia porque no era libre ni podía
ejercer derechos de propiedad. Los mansos eran asignados arbitrariamente por el señor,
cuyo único interés consistía en que el campesino subsista y pueda brindarle su trabajo
mediante la corvea. La propiedad del dominio útil en cambio podía ser comprada y vendida,
por lo que los campesinos que lograron una mayor capacidad de movilización de recursos
(animales, semillas, trabajo) tuvieron la posibilidad de aumentar el tamaño de su
explotación. De esta forma, surgió un pequeño grupo de campesinos acomodados, 4 o 5
por aldea, que manejaban entre 20 y 50 hectáreas. La diferencia con los campesinos
minifundistas era enorme, manejaban mínimo 10 veces más cantidad de tierras.
El impacto de la generalización de la enfiteusis en la explotación de la reserva señorial es
muy complejo y será desarrollado más extensamente en el próximo apartado. Por lo pronto,
para dar cuenta de su relación con el aumento de la diferenciación social en la comunidad
campesina, deben saber que la reserva señorial durante la modernidad era administrada
por un campesino que establecía un contrato de alquiler con el Señor. Este campesino,
como se pueden imaginar, era aún más rico que los campesinos acomodados, manejando
entre 50 y 150 hectáreas cada uno. Ni siquiera había uno por aldea, ya que en general este
campesino manejaba las reservas de varias aldeas vecinas. A este grupo se lo llama “gallos
de aldea” y eran la máxima expresión de la diferenciación social dentro de la comunidad
campesina.

El Señorío Feudal.

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