Está en la página 1de 3

Ignacio Apolo

UNA LEVE INQUIETUD


(IMPROMPTU 2)

Nota: este texto está copiado sin modificaciones del original


Improvisado en el taller de Sanchis Sinisterra;
Curso para Profesionales de Dramaturgia y Dirección de Teatro;
Casa de América, Madrid, 2001.

SERGIO: Bueno. Entonces, llegamos a la base. Es simple. Podemos acampar ahí, en el camping libre, un
bosque de cohiues maravilloso, al borde del Río Azul. Amo el cohiue a esa altura. Tiene unos troncos inmensos.
Pero ya lo vas a ver. Así que, temprano, levantamos campamento. Y cruzamos el río por una pasarela. ¿Viste
alguna vez una pasarela?
PAULA: No.
SERGIO: Ja, ya vas a ver. Se extienden dos cables de hierro de ribera a ribera, con palos cruzados, y un tercer
cable para agarrarse con la mano. Y vas cruzando el río a unos tres metros. Y te juro que ves la truchas nadando, y
el río azul es increíblemente hermoso. Si no estuviera el lago Tricolor arriba, solamente valdría la pena ir para
cruzar la pasarela una y otra vez.
PAULA: Claro.
SERGIO: Y en la otra orilla empieza la picada. Se llaman picadas a los senderos de montaña. La primera
parte es empinada, pero no te puedo explicar lo que son esos bosques. Te emocionan hasta las lágrimas, porque es
como si la montaña te fuera permitiendo de a poco ingresar en ella. Vos vas subiendo, en caracoles, en recodos,
entre el bosque, los pájaros, el agua, y la montaña te va mostrando secretos. Ah, es…
PAULA: Me imagino.
SERGIO: Llevamos chocolate, nueces, fruta seca. Se puede cargar agua cada tanto, en los arroyos. Y paramos
a descansar cada una hora, más o menos. Son cinco, yendo tranquilos, y disfrutando, hasta el bosque de lengas,
donde está el refugio. Pero eso… eso es mejor que lo veas.
PAULA: Bueno.
SERGIO: Igual te cuento, porque seguramente te va a alucinar. ¿No te encanta?
PAULA: Ahá.
SERGIO: Ya vas a ver, ya vas a ver. El refugio está al pie de una pared de roca, en donde termina el bosque
de… ¿Por qué te tocás el pelo así?
PAULA: ¿Así cómo?
SERGIO: Así, Paula. Te agarrás el pelo, te acariciás la punta del pelo y te lo mirás.
PAULA: No me di cuenta.
SERGIO: Sí. Siempre a la derecha, creo. Bueno. Termina el bosque de lenga, por la altura, y hay una pared
de roca por donde baja una cascada. Hermosa. Helada. ¿Te gustan las cascadas? Bueno, ya vas a ver lo que es esta.
¿Ves cómo se te va la mano al pelo? La derecha. No, ahora no te reprimas. Es decir, si tenés ganas de tocarte el
pelo, bueno, tocate el pelo. Esa cascada es genial. Después hay que subirla. Pero eso es después. Vamos a hacer
noche en el refugio. ¿Qué pasa, tenés las puntas florecidas?
PAULA: No.
SERGIO: Nada. Te gusta acariciarte el pelo. Está bueno, eso. Porque el pelo es como insensible, ¿no? Es
como tocar a otra persona. Digo, porque si uno se acaricia el mentón, o la oreja, uno siente que es uno con uno
mismo. Claro. El refugio, entonces, es todo de piedra y madera, y tiene una cocina de hierro forjado. Podemos
llevar chorizo, papa, lentejas, un poquito de carne, y hacer un guiso a la noche. ¡No sabés lo que es la noche en la
montaña! No, no te reprimas. ¿A ver?
PAULA: ¿A ver qué?
SERGIO: Es que te hace sonreír. Cuando te acariciás así. Te hace sonreír. Sos rara en eso. Pero me encanta.
Y te decía, chorizo…
PAULA: Sí, chorizo.
SERGIO: Y la noche. Hace un frío de cagarse; incluso en verano puede nevar. Porque estás… ¿Puedo tocar
yo?

1
Ignacio Apolo
PAULA: Sí.
SERGIO: Lo que es tener el pelo largo. Yo no puedo, claro. Se me cae mucho el pelo. ¡Qué lindo pelo tenés!
¿Te había dicho?
PAULA: No.
SERGIO: Ahora veo por qué te lo tocás así. (Sonríe) Estás a mucha altura, y a la noche hace frío, pero si
mirás el cielo, las estrellas, te juro, están más cerca. ¿Tocarse del lado izquierdo, digo, no es más…? Es diferente.
Bueno, las mañas… ¡Pero qué espantoso es ese ruido!
PAULA: ¿Cuál?
SERGIO: El de las cañerías de esa pared. Da a un baño, claro. Pero, ¿tanto va al baño esa gente? Escuchá. Es
inaguantable. Bueno. Te decía… Es que parece una alarma, primero es agudo. Después parece agua, y después
parece… bueno. Parece como si tragara, gllllluuuup… tragara mierda. No puedo quitarme la imagen de una
garganta ahí tragando.
PAULA: Sí, qué feo.
SERGIO: Sí. La noche, decía. Las estrellas tan cerca, tan brillantes. Te abrigás bien. Bueno, vos podés usar
un gorro, total el pelo lo dejás afuera. Para hacer eso, ¿ves que no lo podés evitar?
PAULA: Perdón.
SERGIO: No, me encanta. Te brillan los ojos. No tendría que haberte dicho nada, así lo disfrutaría sin que te
dieras cuenta. Ay, ese tragadero de mierda, lo odio. Voy a hablar con los vecinos. ¿Cuánta gente caga en su baño
por día? Sí, qué horrible. La cuestión es… Se puede prender un fueguito a la noche, y hacer café, o chocolate
caliente… El olorcito a leña, la taza de café entre los dedos… Te quitás los guantes. Podés tocarte el pelo todo lo
que quieras también. ¿Sabés? Yo creo que es como un autoerotismo eso que hacés. Y estos vecinos de mierda ya
me hartaron.
PAULA: ¿En serio?
SERGIO: Digo. Tocarse una zona insensible del propio cuerpo, con esos ojos que ponés. Creo que lo
interpreto. Pero para qué te lo digo, después lo vas a dejar de hacer. Tal vez funcione así, ¿no? Voy a los vecinos y
les digo: oigan, ustedes no hace otra cosa que cagar. ¿A vos no te molesta ese ruido?
PAULA: ¿No te podés caer de esa pasarela?
SERGIO: ¿Eh? Sí; no. Es decir, si te caés, bueno. Hay que ir con cuidado. Pasito a pasito. Nunca vi…
PAULA: ¿Qué cosa?
SERGIO: Que nunca vi a nadie caerse de la pasarela.
PAULA: Tampoco habías visto a nadie tocarse el pelo, parece.
SERGIO: Ja, bueno,. No…
PAULA: Y mucha gente se toca el pelo.
SERGIO: Claro.
PAULA: ¿Se habrá caído mucha gente?
SERGIO: No sé. Que yo sepa…
PAULA: Parece que no sabés mucho, corazón. No sabés qué hacen tus vecinos, tampoco. ¿Hablaste alguna
vez con ellos?
SERGIO: Sí. No. Los vi, me los crucé. Pero no los conozco.
PAULA: No hace falta conocerse mucho. La cuestión está en los gestos y las actitudes… digo, vos, por
ejemplo, ¿con qué mano te tocás?
SERGIO: ¿Me toco qué?
PAULA: A mí me tocaste el pelo con la derecha. Me imagino que también revolvés el guiso, o el chocolate
caliente, o el café que vas a hacer en la montaña con la derecha.
SERGIO: Vamos.
PAULA: ¿Adónde?
SERGIO: Que “vamos” a hacer en la montaña, digo. Vos también venís.
PAULA: Si no te gusta el ruido del agua en la pared, ¿cómo podés dormir con el ruido de una cascada entera,
toda la noche, en una enorme pared de piedra al lado del refugio?
SERGIO: No es lo mismo.
PAULA: Es agua también. Escuchá.
SERGIO: (Pausa) La verdad es que muy bien no duermo.
PAULA: Pero después de cinco horas en la picada… ¿Me puedo tocar el pelo?
SERGIO: ¿Cuándo?
PAULA: Ahora. Me dieron ganas. Lo voy a hacer con la izquierda, a ver qué pasa. ¿Cómo es una lenga?
SERGIO: Perdón. Es que no puedo hablar más si estos siguen con el baño.

2
Ignacio Apolo
PAULA: Es autoerótico mirarse el pelo, no tocárselo. Al menos con la izquierda.
SERGIO: La lenga es gris. Es un bosque gris…
PAULA: ¡Qué hermoso! ¿Y para ir al baño?
SERGIO: ¡Preguntale a estos hijos de puta de al lado! Tienen toda la experiencia.
PAULA: Yo creo que deberías dejarte el pelo largo. Hacer así con lo dedos te relaja. Estás tenso.
SERGIO: Sí, por eso quiero estas vacaciones YA.
PAULA: ¿Y las frutas secas…?
SERGIO: ¿Qué hay con las frutas?
PAULA: La otra noche soñé con mi ex-cama. Yo tenía otra cama cuando vivía sola. Una cama doble toda
para mí. Entonces yo me revolcaba de un lado al otro. Bueno. Lo loco del sueño es que yo soñaba que dormía,
digamos, o que dormitaba en mi ex-cama. Yo digo “ex” cama porque es eso, es una relación afectiva, toda una
relación, digo. Una de las más… Bueno. El sueño. Entonces yo disfrutaba locamente de soñar con mi ex cama. Era
verano, y estaba sólo la sábana, y yo sin corpiño, ni pijama, ni camiseta, sólo las braguitas, la piel retozando,
porque una vez que dejás libre un extremo de la cama, el extremo se refresca, y el otro, donde vos estás, se calienta
con tu cuerpo. Entonces soñaba que giraba y ah…, me refrescaba de un lado al otro, ah. Y así. Y de pronto me
desperté en el vacío, volando. Porque mi cama actual es más pequeña que mi “ex”. ¡Me di un golpe, querido!

(Sergio saca un taladro mecánico de un cajón, le pone la mecha, lo enchufa, y empieza a taladrar la pared del
vecino.
Sale agua del agujero, pero el “ruido” se apaga. Sergio suspira)

PAULA: En fin.
SERGIO: (tomándose la cara) No puedo más.
PAULA: Si ya no hace ruido. ¿Qué pasa, querido?
SERGIO: Tu “ex” cama, tu pelo, tu costado derecho, el calor y frío. Dios… Dejame. No me puedo
contener…
PAULA: No llores.
SERGIO: ¿Te caíste para la izquierda, verdad?
PAULA: Sí.
SERGIO: ¡¿Te das cuenta?!
PAULA: No.
SERGIO: El frío y el calor. Tu ex-cama. Ir de un lado al otro. Calentar un costado y pasar al otro. ¿De qué
lado dormía tu ex?
PAULA: Estaba hablando de mi ex “cama”.
SERGIO: ¡¡De qué lado dormía!!
PAULA: ¡¡No dormía en mi casa; no vivíamos juntos!!
SERGIO: ¡Cuando se quedaba dormido, idiota!
PAULA: ¡Idiota tu abuela, tarado! Se dormía encima mío.
SERGIO: ¡Mentira!
PAULA: Y luego se corría a la derecha.
SERGIO: ¿Ves?
PAULA: ¿Qué?
SERGIO: Soñás con él.
PAULA: No seas estúpido.
SERGIO: Lo tocás, te toca.
PAULA: ¿Y a vos qué te importa?
SERGIO: Llamalo y preguntale si se va de vacaciones…
PAULA: Ya lo llamé.
SERGIO: Qué bien. (Mira el reloj) ¿Ya te ibas? Tengo que llamar al fontanero.
PAULA: Adiós.
SERGIO: Adiós.

fin

También podría gustarte