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Estimado corporativo,
les dirijo esta hoja electrónica en su buzón de quejas:
El pasado veintidós del mes en turno se suscitó una
polémica
entre una distinguida clienta y su servidor,
quien redacta esto por la noche
y por el día surte el más variado cóctel papelero;
siendo yo un humilde empleado al mostrador.
El altercado empezó cuando la clienta
me pidió dentro de la amplia gama
de plastilinas que maneja su marca,
el color carne.
En primera instancia le alcance una barra carmín,
que rebanada en finas capas
y marinada de gran forma
podría degustarse en el más suculentos de los tacos.
El gesto de repudió albergó la cara de la compradora,
insinuando mi ignorancia con una leve genuflexión de
ceja.
Color carne
pero de piel,
de gente,
de persona,
me indicó.
Momentos más tardes,
estupefacta me dedicó una letanía de madres y distancias
que recorrer,
cuando a su disposición puse las tonalidades de cafés
que su distinguida línea maneja.
Sobra explicar los detalles que me llevaron al desempleo.
Les ruego tomar cartas en el asunto.
No sé, empezar por eliminar la palabra carne del color
rosa claro,
sería de gran ayuda.
Tengo entendido que su rúbrica se comercializa en todo
la República de las Lágrimas,
siendo nosotros sus habitantes más obscuros que el
propio Batman.
Por el momento me despido,
pendiente de su respuesta
queda su amigo y servidor:
El negro Brannan.
TOC TOC
Abro la puerta,
soy yo,
me pregunto qué quiero,
si se me ofrece algo,
acaso
¿azúcar?
¿sal?
¿café?
Toc, toc.
Abro la puerta,
me predico las buenas del libro
me ofrezco salvación en sencillos dos pasos,
el paso uno es no cerrar la puerta.
Toc, toc.
Abro la puerta,
me vendo un amplio cardumen de enciclopedias
en cómodas letras.
Toc...
Abro la puerta
y me la azoto en la cara,
estoy harto de molestarme
justo cuando intento hacer este poema.
REGADERA