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DIOS MIO, DIOS MIO ¿POR QUÉ ME HAS DESAMPARADO?

Categoría: Pastoral
Escrito por: No proporciona
PentecostalesUnidos Venezuela
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En los relatos acerca de Jesús hay tres momentos que me conmueven profundamente son
esas oportunidades en que Jesús se quiebra de dolor y expone su lado más humano:

- el llanto frente a la tumba de Lázaro

- el sudor que le caía a la tierra en el Monte de los Olivos

- el grito angustioso en la cruz.

Interpretar que estos fueron “actos simbólicos” como a veces queremos hacer con el propósito
de mostrar a un Jesús siempre victorioso, sería una verdadera ofensa porque implicaría que
Jesús estaba actuando una farsa frente a su público.

La honestidad de Jesús es tan inobjetable que lo llevó a pagar graves consecuencias por
mantenerse fiel a sus principios y a su propósito.

Entendamos que su nacimiento, que los hombres festejamos con tanta alegría, para Jesús,
fue un tremendo acto de humildad.

El dolor de Jesús fue tan honesto como todos sus actos en la tierra y sus lágrimas fueron
consecuencia de su tristeza.

Lucas 19:41 y 42 nos revela a Jesús llorando por la ciudad de Jerusalén y por su ceguera
espiritual. En esta oportunidad sí se nos revela como un Dios triste por la ceguera de su
creación.

En la situación de Jesucristo crucificado intentemos develar el por qué de su dolor.

Lo cierto es que la historia de la humanidad nos muestra a muchos hombres que enfrentaron
la muerte con valor... Quizás el ejemplo más impactante sea el de los Samurai japoneses que
se suicidaban antes de permitir que su enemigo los venciera y de este modo lograban darle
un manto de dignidad a su derrota.

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La historia argentina nos ofrece el ejemplo del sargento Cabral que exclamó “muero contento,
hemos vencido al enemigo” mientras se sacrificaba para salvar al gral. San Martín.

Personalmente me cuesta mucho aceptar que un hombre tan cabal como Jesús, “el hombre”,
“el nuevo Adán” tenga un momento de debilidad en la antesala de su triunfo sobre el pecado.

La carta a los romanos 3: 23-25 da la clave para poner el dolor de Jesús en perspectiva.

Jesús cargó con nuestros pecados en la cruz.

Jesucristo clamó porque fue abandonado por Dios cuando se despojó de su santidad y
asumió sobre sí mismo todos los pecados de la humanidad.

En ese momento insoportable Jesús fue ladrón, mentiroso, infiel, asesino y Dios lo abandonó.

El relato de mateo 27 pone este momento en un contexto de oscuridad. (vs 25)

Jesús en la cruz mostró:

- Su templanza y su amor por los demás

- Dialogó con lo que eran condenados y le reveló a uno de ellos que sería salvo

- Veló por su madre y le encargó a Juan que se ocupara de ella (Lc. 23:39-55)

- Rogó al padre que perdone a sus verdugos que se burlaban.

No fue el miedo a la muerte lo que lo angustiaba sino su repulsión por el pecado que ahora
sostenía sobre sus espaldas.

Superado el momento de dolor, Jesús tomó el control de su propia vida y de su propia muerte
y exclamó “padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” y murió.

Aplicación:

Este relato tan breve y dramático nos inspira a acciones muy concretas:

- Algo que pensar: una oportunidad para entender el sentido de la cruz como la culminación
del plan de Dios para reconciliarnos con el.
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- Algo que sentir: una oportunidad para quebrarnos de arrepentimiento y aferrarnos a la


salvación que Jesús obtuvo con tanto dolor.

- Algo que hacer: comenzar o continuar una vida de amor al prójimo y ética, siguiendo la
voluntad de Dios y rechazando el pecado.

- Algo que creer: fortalecernos en la fe de que Jesús es el hijo de Dios y su sacrificio es


suficiente para ponernos en paz con Dios.

- Algo que decir: aprovechar cada oportunidad para animar a los que no creen a que se
aferren a la salvación que Jesús nos ofrece.

Salmo 22: 1-5

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