Ensayo sobre la contratransferencia

El siguiente ensayo guarda relación con el concepto de la contratransferencia

establecida con dos pacientes que han adquirido el reconocimiento de ser los más
complicados que he tenido a lo largo de mis prácticas. Mientras pensaba en qué
escribir a propósito de estos pacientes y los sentimientos que me provocan, pude notar
que en una u otra medida, se parecen mucho en cuanto a sus síntomas; ambos son
niños entre los 6-8 años con un diagnóstico de autismo y la mayor queja de sus
representantes es en cuanto a su conducta, pueden llegar a ser muy difíciles de
controlar ya que tienen la atención muy dispersa y fugaz, es decir, pueden llegarse a
interesar por una cosa muy específica como por ejemplo, un letrero y rápidamente
cambiar esta fijación por el color de un escritorio.

Debo de todas formas reconocer que a pesar de que tengan intereses

esporádicos, existe una suerte de patrón en sus fijaciones. Por ejemplo, Oscar se fija
mucho en señaléticas y cosas que tengan algo corto que leer, le gusta leer pero no le
interesan los cuentos y mi hipótesis es porque hay más texto de lo que le gustaría.
Escribir sobre Oscar me hace pensar que a pesar de que siempre que los veo a él y la
mamá llegar se me amarga el día, ya me siento más cómodo trabajando con él, debido
a que encontré un norte o algo que hacer con él. Antes de este norte, sentía mucha
frustración ante lo caótico que era trabajar con él y la vergüenza que me hacía pasar
ante mis compañeros, sabía algo de mi incompetencia debido a mi falta de experiencia
y conocimientos pero con él esto se intensificaba y lo ponía más en evidencia. Perdía
todo control de la sesión con él y la madre me resultaba más insoportable que Oscar a
pesar de que no me hacía ni decía nada, pero sentía una indiferencia total ante la
situación, como si nunca en la vida Oscar ha sido retado por la mamá, en fin, una
negligencia absoluta. Esto y conocer que mis otros compañeros en otras terapias
tenían el mismo problema con Oscar, sólo me desmotivaba aún más cuando él llegaba.
Hasta que por fin, algo de lo que intenté se agarró de él. Sin embargo, ni bien voy
saliendo y me arrastran de nuevo al hoyo.
 Me asignan un paciente viejo del centro que estuvo trabajando por varios años
con una psicóloga que fue despedida recientemente y si creía que Oscar era terrible,
pues no sabía nada en verdad. Se trata de un niño que a diferencia de Oscar, puede
comunicarse de mejor manera e incluso pone en cuestión las cosas. Dylan, su nombre,
grita cuando habla y con su tono de voz no me permite hablar, si yo intento hablar más
alto él lo hace también. Su situación familiar es un poco compleja, vive con los
abuelitos y la madre está en otro compromiso con más hijos, pero va cada dos
semanas al centro. Justo la primera vez que me toca con Dylan y estaba
experimentando esta falta de paciencia por el descontrol y el desastre que había
causado en mi oficina en menos de 2 minutos, estaba la mamá allí. Para esto debo
confesar que yo ya había perdido la paciencia y le estaba hablando muy fuerte a Dylan
para que se controlara y se quede callado y sentado solo un momento, ni siquiera
había podido presentarme, él hablaba de todo sin parar. También lo había jalado
fuertemente del brazo para sacarlo de la computadora por milésima vez y me había
sentido horrible cuando vi su pequeño gesto de dolor, lo agarré y lo senté para
contenerlo un rato y se asomó la madre para ver que pasaba, seguramente había
escuchado los gritos de Dylan y los míos, aparte de las cosas que había botado al
suelo. Cuando vi a la madre sentí mucho miedo y culpa por haber lastimado a Dylan sin
querer, él ya ni lo sentía y la madre estaba más de mi lado, intentando ayudarme pero
yo solo me sentía una escoria de la vida.

En fin, las sesiones con Dylan no han mejorado y no encuentro algo que lo fije
como a Oscar, pero con ambos he experimentado mucha impotencia, frustración e
incompetencia. Me estreso automáticamente cuando los veo llegar pero de cierta forma
espero que esto evolucione, para sentir que logré algo con ellos.