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Estilos parentales

El entorno familiar es el contexto en el que adquirimos los primeros hábitos y


conductas que nos acompañarán durante toda la vida. Las figuras parentales
tienen un rol muy importante en nuestro desarrollo, y su estilo educativo marcará
nuestro futuro.

Nos referimos a “estilos educativos” o “estilos parentales” cuando hablamos de


la forma de actuar que tienen nuestros padres (o figuras parentales) con
nosotros a lo largo de nuestra infancia.
Actualmente los estilos parentales se definen en relación a cuatro dimensiones: el
afecto, el grado de control, el grado de madurez y la comunicación. En función de
estas cuatro dimensiones, podemos establecer diferentes estilos parentales,
siempre teniendo en cuenta que pueden mezclarse y variar con el paso del tiempo
y el desarrollo del niño. Por otro lado, también influye el sexo del hijo, su posición
en el número de hermanos, etc. Y tampoco podemos obviar que las relaciones
padre-hijo no son unidireccionales, sino que los hijos también influyen sobre el
comportamiento de sus padres.

Veamos, pues, los tipos de conducta parental que encontramos hoy en día y las
consecuencias que tienen sobre los hijos, según se ha podido comprobar en los
estudios realizados.

Estilo democrático o asertivo:


Este estilo parental se define por la presencia de afecto manifiesto y de
sensibilidad ante las necesidades del niño (se responsabiliza de él), ofrecer
explicaciones, promover la comunicación, promocionar una conducta deseable,
establecer límites y disciplina, y proporcionar un hogar con democracia.
Las consecuencias sobre los hijos son:

 Adquisición de competencia social

 Capacidad de autocontrol

 Motivación y elevada capacidad de logro

 Iniciativa

 Alta autoestima, con un concepto de sí mismo realista

 Alegría y espontaneidad

 Responsabilidad
 Capacidad de socialización y de empatía

 Disminución en frecuencia e intensidad de los conflictos padre-hijo

Estilo autoritario:
Se caracteriza por la presencia de normas minuciosas y rígidas, con recurrencia al
castigo y pocas alabanzas, falta de responsabilidad paterna, falta de
comunicación, afirmaciones de poder, y un hogar caracterizado por un clima
autocrático (prevalece la decisión de los padres). Las consecuencias sobre los
hijos son:

 Baja autonomía y autoconfianza

 Escasa competencia social

 Tendencia a la agresividad y la impulsividad

 Menor alegría y espontaneidad

 Sentido moral poco desarrollado

Estilo indulgente o permisivo:


Se define por la indiferencia de los padres ante las actitudes y conductas de sus
hijos (tanto positivas como negativas), con excesiva permisividad, pasividad y
evitación de la autoridad. Las consecuencias sobre los hijos son:

 Baja competencia social

 Escaso autocontrol y control

 Baja motivación

 Dificultad para respetar las normas y las personas

 Baja autoestima, inseguridad

 Debilidad en la propia identidad

 Imagen negativa de sí mismos

 Falta de autorresponsabilidad

 Bajos logros académicos


Estilo negligente
Caracterizado por la falta de implicación afectiva de los padres en los asuntos de
sus hijos, falta de intervención educativa, ausencia, escasa motivación hacia los
hijos. Las consecuencias sobre los hijos son:

 Escasa competencia social

 Bajo control de impulsos y de la agresividad

 Escasa motivación y capacidad de esfuerzo

 Inmadurez

Por lo expuesto, el estilo democrático es el estilo parental que tiene mejores


consecuencias en el desarrollo de los niños. Son padres que aplican un control
racional (las normas son explicadas y tienen sentido) y que exigen a los niños la
madurez propia de su edad. Son padres que muestran una buena comunicación y
que son accesibles a las necesidades emocionales del niño.
¿Cómo lograr un estilo parental democrático o asertivo? A continuación, te
facilitamos algunas pautas para lograrlo:
 Ser consistente con las normas y reglas que se aplican en casa.

 Procurar no gritar ni utilizar insultos o palabras mal sonantes.

 Fomentar la comunicación bidireccional, escuchar atentamente.

 Explicar por qué algo está “mal” y asegurarse de que el niño entiende las

consecuencias que tienen sus actos.

 Demostrar afecto al niño, ser cariñoso y pasar tiempo de calidad con él

(jugando, paseando, etc.).

 Si se ha interpuesto un castigo, se debe cumplir hasta el final. Por ello, es

mejor poner castigos pequeños y a cumplir en un plazo corto de tiempo.

 En adolescentes, se puede negociar con ellos las conductas y sus

consecuencias o privilegios.

 Los padres deben ejercer como tal, no como amigos. Por ello, es importante

poner normas y límites, y supervisar que se cumplan.


 No usar etiquetas, ni calificarlo con adjetivos. No es lo mismo “hacer” algo

mal, que “ser malo”.

 No comparar al niño con otros niños o con sus hermanos.

 Enseñar al niño a pedir disculpas y pedírselas a él cuando sea el adulto el

que se haya equivocado.

 No sobreproteger: dejar que los niños exploren y se equivoquen. El mejor

aprendizaje proviene de la experiencia.

 Marcar algunas responsabilidades (tareas escolares y domésticas), acorde a

su edad.

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