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Gaspar, María del Pilar y Laiza Otañi (1999) El gramaticario. Diccionario de términos de gramática.

Buenos Aires:
Cántaro.

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PALABRA: El concepto de ‘palabra’ es uno de los más difíciles de abordar. Si bien el hablante medio da
cuenta, a nivel intuitivo, de que la palabra es una unidad existente en la realidad y una unidad nada trivial, en
el campo de la Lingüística su delimitación resulta algo controvertida. John Lyons pone de relieve algunos
aspectos de esta controversia de la siguiente manera: “En un sentido, canto, canta, cantamos, cantaría,
cantado y cantar cuentan como palabras diferentes. En otro, se consideran formas distintas de una misma
palabra, a saber ‘cantar’. En general, si nos preguntan cuántas palabras contiene un diccionario entendemos
el término ‘palabra’ en el segundo sentido. Por otro lado, si se nos pide que escribamos un artículo de dos
mil palabras sobre un cierto tema, aplicamos el primer sentido y contamos cada aparición concreta de canto,
canta, cantando, etc., como elementos aparte” [Lyons, 1984 #21]. La definición que ofrece la Real
Academia Española presenta otra faceta del problema; para la RAE, la palabra es un elemento que puede ser
individualizado “en virtud de uno de sus caracteres más relevantes: el de la separabilidad. Separabilidad
quiere decir posibilidad de aislarse unas de otras dentro del cuerpo del discurso mediante una pausa que no
aparece en la elocución normal y que recibe por eso el nombre de pausa virtual. No es pura casualidad que
estas pausas elocutivas se correspondan casi siempre en la escritura tradicional con los espacios que también
aíslan gráficamente lo que la idea más generalizada ha entendido siempre por palabras” [RAE, 1973 #267].
De este modo, la RAE liga el concepto de palabra a la escritura. Sin embargo, este criterio no resulta
operativo cuando nos enfrentamos con el análisis de la corriente continua de sonidos de una lengua.
Reinhold Werner menciona más de treinta obras que discuten una definición del concepto ‘palabra’
[Haensch, 1982 #303]. La pregunta sobre cómo definirla ha dado lugar a una gran cantidad de respuestas
totalmente distintas, sin que ninguna haya sido aceptada en forma unánime, ni siquiera mayoritaria.
Alcina Franch y Blecua rastrean en el siglo -IV los primeros intentos de definirla; así Aristóteles la concibe
“como la mínima unidad significativa, y diferencia el significado de estas unidades aisladas del de las
construcciones sintácticas” [Alcina Franch, 1994 #114].
A modo de ejemplo, presentamos algunas definiciones:
“todo segmento de una oración limitado por puntos sucesivos en los que es posible hacer una pausa”
[Hockett, 1971 #216]; “emisión mínima que puede decirse aisladamente y ser descripta como una sílaba o
una secuencia de sílabas con un solo acento primario ... una unidad melódica ... en relación fija con un
acento ... y una juntura terminal del tipo /#/” [Kovacci, 1986 #313]; “secuencia de sonidos formada por uno
o más morfemas y [que] puede ser aislada por conmutación” [Alcina Franch, 1994 #114]; “el resultado de la
actividad lingüística denominadora que permite clasificar lingüísticamente la realidad” [Kovacci, 1977
#312]; “forma léxica del nivel de la expresión o de la ortografía” [Matthews, 1980 #301]; “objeto
morfológico, forma de un conjunto de objetos que se define por medio de un conjunto de primitivos
morfológicos o morfemas y reglas de combinación (afijación, composición)” [Di Sciullo, 1987 #298];
“mínima forma libre, donde forma libre es una forma que puede aparecer sola como expresión en
contraposición con la forma ligada que es aquella que nunca aparece sola como una expresión completa en
alguna situación normal” [Bloomfield, 1926 #297]; “entrada de un diccionario” [Di Sciullo, 1987 #298];
“sintagma autónomo formado de monemas no separables” [Martinet, 1965 #242]; “Las palabras, sin recubrir
exactamente la definición de la unidad lingüística, por lo menos dan de ella una idea aproximada que tiene la
ventaja de ser concreta; las tomaremos, pues, como muestras equivalentes de los términos reales de un
sistema sincrónico, y los principios obtenidos a propósito de las palabras serán válidos para las entidades en
general” [Saussure, 1981 #275].
Por su parte, Matthews y Lyons, establecen una diferenciación entre ‘palabra’, ‘lexema’ y ‘forma léxica’:
1) Forma léxica, en Matthews, o palabra fonológica (u ortográfica), para Lyons, designa la unidad
fonológica (u ortográfica) conformada por sílabas y, en última instancia, letras y fonemas. Se trata entonces
de un concepto fundado en los planos de la fonología y la ortografía, esto es, en el plano exclusivo del
significante o expresión.
2) Lexema: designa la unidad abstracta que pertenece a la articulación gramatical. Así, según Matthews,
mueres y murió (dos palabras diferentes según el sentido anterior) son, sin embargo, formas distintas de la
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misma palabra: ‘morir’. A la palabra con este sentido la denomina, siguiendo a Lyons, lexema –unidad
fundamental del léxico de una lengua. “Así pues, diremos que muere, muerto, muriendo son formas del
lexema MORIR. En un diccionario, los encabezamientos deberían ser idealmente lexemas.” En términos de Di
Tullio, el lexema es una “entidad abstracta que se realiza mediante palabras: en sé, sabe, sabemos hay un
lexema y tres palabras”. Por tanto, se trata de una definición que se aborda desde el punto de vista del léxico
[Di Tullio, 1997 #178].
3) Palabra, en Matthews, o palabra gramatical, en Lyons, designa la palabra propiamente dicha. Por
ejemplo, la forma léxica ve es una forma de la palabra que Matthews denomina ‘presente’ de VER. Se trata
de un concepto que tiene en cuenta tanto al significado o contenido como al significante o expresión.
[Lyons, 1985 #23; Matthews, 1980 #301].
La imposibilidad o enorme dificultad de proponer una definición universal y no contradictoria del concepto
de ‘palabra’ ha llevado a Schippan (citado por Lewandowski) a considerar como conveniente definirla “cada
vez en un nivel y contemplarla en el punto de unión de diversos niveles, en el sentido de una teoría general.
La palabra resulta entonces:
- en el nivel léxico-semántico, el portador de significado más pequeño, relativamente independiente;
- en el nivel morfemático, una unidad morfemática aislable potencial que pertenece a un paradigma;
- en el nivel fonológico, una unidad aislable mediante pausas;
- en el nivel grafemático está aislada mediante vacíos en la imagen gráfica;
- en el nivel sintáctico está determinada por su función sintáctica.”
[Lewandowski, 1995 #121]
Dado que ningún criterio por separado puede proporcionar una definición universalmente válida de la
palabra, resulta entonces conveniente considerar diferentes criterios en relación con distintos niveles para
una lengua en particular. Para el español, teniendo en cuenta la consideración de más de un nivel en la
definición de la palabra, Kovacci y Di Tullio, ofrecen caracterizaciones a partir de su comportamiento en
diferentes niveles lingüísticos y en combinación con distintos criterios. Por su parte, Kovacci delimita dos
criterios: permutabilidad e intercalación, como relevantes en la caracterización de la palabra a partir de
dos puntos de vista; desde la perspectiva morfológica, las palabras no admiten la permutabilidad ni la
intercalación: sus partes no pueden permutarse, cambiar su posición: inhábil / *habilin, ni admiten la
intercalación de una unidad léxica: sinfín de problemas /*sinunfin de problemas. Sintácticamente, en
cambio, las palabras se caracterizan por admitir tanto la permutabilidad como la intercalación: las palabras
pueden cambiar su posición en una construcción sintáctica: María trabaja mucho. /Mucho trabaja María. (y
también, con cierta entonación, Mucho María trabaja.); además, aunque no siempre, entre dos palabras que
forman una construcción sintáctica es posible intercalar otra: casa grande / casa muy grande [Kovacci, 1990
#222]. Di Tullio agrega a la permutabilidad e intercalación, el criterio de aislabilidad: una palabra puede
constituir una oración, mientras que los formantes mofológicos, no libres, (morfema) no pueden [Di Tullio,
1997 #178].

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SEMÁNTICA
SEMÁNTICA: En principio, es posible afirmar que la Semántica es aquella parte de la Lingüística que se
ocupa del estudio del significado, aunque existen serios problemas con respecto a qué se entiende por
‘significado’. (…)

SIGNIFICADO CONNOTATIVO: Se lo define clásicamente como el significado adicional, secundario,


periférico, que suele oponerse al significado dentotativo (referencial, conceptual, básico). Por ejemplo, la
palabra ‘edulcorante´ denota (se refiere a / tiene el significado básico de) “líquido, polvo o gragea que
reemplaza al azúcar y no engorda”; y connota “cuidado del cuerpo, belleza”. En términos generales, las
palabras pueden connotar estados de ánimo, creencias, ideologías, emociones, evaluaciones.
El término ‘connotación’ fue introducido por Bloomfield en los años ’30, pero tiene su origen en la Lógica y
en la Filosofía. Dentro de estas disciplinas, la connotación era entendida como la posibilidad de una palabra
para designar algunos de sus atributos o del/los objeto/s que designa. Dentro de la Lingüística, sin embargo,
es muy diferente el significado de este término, ya que indica una serie de componentes que funcionan como
un “plus” de sentido.
Algunos autores consideran el significado connotativo como periférico y secundario, y no digno de ser
estudiado; en tanto que otros sí lo conciben como un fenómeno lingüístico. Entre estos últimos, algunos
ubican su estudio en el campo de la Semántica y otros en el de la Pragmática. P. e., para Fernández
González, Hervás y Báez “las connotaciones no expresan una relación entre el significante y el significado,
sino entre el significante y el hablante; entrarían en el campo de la pragmática” [Fernández González, 1977
#192].
En general se asume que el significado de una palabra está conformado tanto por el significado connotativo
como por el denotativo. Así, Cruse afirma que el significado de una palabra no es lo que ella refiere, sino lo
que ella denota y/o lo que ella connota y agrega: “La connotación de una palabra es la propiedad o conjunto
de propiedades cuya posesión es una condición necesaria y suficiente para que la palabra sea correctamente
aplicada” [Cruse, 1990 #319]. Por su parte, Kerbrat-Orecchioni señala que los contenidos de connotación
“tienen en común la propiedad de ser indiferentes a la estricta identificación de un referente”, es decir, que
no se relacionan directamente con los objetos del mundo extralingüístico, sino que constituyen un sentido
sugerido, “flotante, tímido” [Kerbrat-Orecchioni, 1983 #219].

SIGNIFICADO DENOTATIVO: Parte del significado (de una palabra o expresión) que, por oposición con el
significado connotativo, se considera núcleo conceptual, cognoscitivo. Para Leech, el significado denotativo
es “el más importante porque posee una organización sutil y compleja, comparable a -y relacionable con- la
de los niveles sintáctico y fonológico del lenguaje” [Leech, 1974 #231]. Así p. e. se dice que la palabra libro
denota (indica, denomina) “un conjunto de hojas de papel, por lo general impresas, que están cosidas y
encuadernadas y conforman un volumen” y puede connotar “sabiduría, conocimiento, placer; o bien
aburrimiento”. (…)

CAMPO ASOCIATIVO: Si bien se lo suele confundir con el campo semántico o con el campo léxico, un
campo asociativo no es una estructura lingüística, sino solo una configuración o red de asociaciones (libres)
de una palabra con otros términos. Los campos asociativos son propios de cada individuo y no coinciden,
por tanto, con los campos léxicos lingüísticos. Se trata de conjuntos de unidades léxicas (palabras y
expresiones) relacionadas por medio de asociaciones basadas en similitudes de distinto orden: de
significado, sonora, gráfica, colocación, estilística. Según Charles Bally, “un campo asociativo es un halo
que rodea al signo y cuyas franjas exteriores se confunden con su ambiente... La palabra buey hace pensar:
1) en vaca, toro, ternero, cuernos, rumiar, mugir, etc.; 2) en labranza, arado, yugo, etcétera; 3) puede evocar
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ideas de fuerza, de resistencia, de trabajo paciente, pero también de lentitud, de pesadez, de pasividad, etc.”
(citado por [Fernández González, 1977 #192, p. 148].
El concepto de ‘campo asociativo’ se inspiró en las relaciones asociativas de Saussure: “un término dado es
como el centro de una constelación, el punto en que convergen otros términos coordinados, cuya suma es
indefinida” [Saussure, 1981 #275, p. 212]. A su vez, los elementos coordinados se organizan en diferentes
paradigmas según la relación que establecen con el término que está en el centro. Así, el campo asociativo
de una palabra puede estar formado por paradigmas basados en la asociación por significado, en la
asociación por colocación, en la asociación por la forma sonora, etc. En un campo asociativo, una palabra
también puede estar rodeada por metáforas, refranes, comparaciones y locuciones.
“... cuando escucho o pienso o leo una palabra (por ejemplo, chancho), enseguida me acuerdo de muchas
otras que tienen que ver con ella: por ejemplo, puedo acordarme de rancho, pancho, charco, porque suenan
parecido a chancho; y también puedo acordarme de vaca, caballo, oveja, porque son animales que suelen
convivir con el chancho; o puedo acordarme de cerdo, lechón, porcino, que son otros nombres del chancho;
incluso puedo acordarme de puerco, cochino, que también son nombres del chancho y que además se usan
para significar “sucio”; o pueden venirme a la mente algunos chanchos célebres, como Porky o Petunia; o
los productos que se sacan del pobre chancho: el jamón, el tocino, la chuleta...” [Alvarado, 1994 #326, p.
32].

CAMPO SEMÁNTICO: La noción de ‘campo semántico’ alude a una palabra o bien a un conjunto de unidades
léxicas (palabras y expresiones) que abarcan un campo o área de significado determinado y que mantienen
entre sí relaciones paradigmáticas y sintagmáticas. Así, ‘campo semántico’ resulta ser un término ambiguo,
ya que podrá significar:
a) el área de significado que abarca o cubre una unidad léxica determinada, p.e. el campo semántico de la
palabra lápiz o de la expresión ojo de buey;
b) el conjunto de unidades léxicas que se agrupan por compartir, al menos, algún rasgo semántico: lápiz,
lapicera, imprenta, mimeógrafo, crayón, impresora;
c) el conjunto de unidades léxicas que designan un concepto determinado, p.e. el campo semántico de los
‘materiales para fijar la escritura’.
Actualmente, el campo semántico es concebido como un método para estructurar el léxico o vocabulario de
una lengua, y según la perspectiva desde la cual se lo sistematiza, puede ser de dos tipos:
1) campo conceptual, como en c), en el que se parte de un concepto y a partir de él se determinan las
unidades léxicas entre las que se distribuye ese concepto o noción;
2) campo léxico, como en b), en el que se parte de las unidades léxicas de una lengua que se vinculan por
compartir algún rasgo de significado. Dado que la diferencia entre campo conceptual, léxico y semántico se
vincula sobre todo con cuestiones metodológicas, estos términos suelen utilizarse como equivalentes, sobre
todo, suele confundirse el campo semántico con el campo conceptual.
En ciertos usos, se lo considera también equivalente al campo asociativo, pero este último es, en cuanto a
las relaciones paradigmáticas, mucho más amplio que el campo semántico.
La estructuración del léxico en campos semánticos fue fuertemente impulsada por las nociones de ‘sistema’
y de ‘valor’ postulados por Ferdinand de Saussure: “... la lengua es un sistema en donde todos los términos
son solidarios y donde el valor de cada uno no resulta más que de la presencia simultánea de los otros...
Dentro de una misma lengua, todas las palabras que expresan ideas vecinas se limitan recíprocamente ... Ni
siquiera de la palabra que significa ‘sol’ se puede fijar inmediatamente el valor si no se considera lo que la
rodea; lenguas hay en las que es imposible decir sentarse al sol... Si las palabras estuvieran encargadas de
presentar conceptos dados de antemano, cada uno de ellos tendría, de lengua a lengua, correspondencias

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exactas para el sentido; pero no es así” [Saussure, 1981 #275, p.p. 195-8]. Así, en un campo semántico,
concebido como un subsistema lingüístico, cada uno de sus miembros está condicionado por los demás y su
valor surge de la posición que ocupa en la estructura. En consecuencia, la unidades léxicas no poseen
significado inherente estando aisladas, sino que adquieren su ‘valor’ gracias a sus relaciones paradigmáticas
y sintagmáticas con los otros elementos del campo. Como señala Cruse, esta interdependencia del
significado de las palabras tiene dos consecuencias: 1) es imposible para un chico aprender el significado de
una palabra fuera del conjunto estructurado, sin que al mismo tiempo domine los otros miembros del campo;
p.e., no puede decir qué significa perro en forma aislada, porque esta palabra se vincula en forma
determinante con otros términos del mismo campo, tales como animal, gato, perrito. 2) como ya lo anticipa
Saussure, no hay congruencia entre dos lenguas cualesquiera [Cruse, 1990 #319, p.p. 162 y 163].

RELACIONES ENTRE SIGNIFICADO Y SIGNIFICANTE


HOMONIMIA Y POLISEMIA: Según la definición tradicional, la homonimia es una relación entre dos palabras
que tienen la misma forma o significante, pero significados completamente distintos y, por ello, tales
palabras constituyen entradas diferentes en el diccionario. Incluso, en algunos diccionarios se les asigna
números o letras distintos. Cuando entre dos palabras existe una relación de homonimia, esas unidades son,
entre sí, homónimos.
Si en una lengua determinada no hay una coincidencia unívoca entre su ortografía o sistema gráfico y su
fonología o sistema fonológico, la homonimia se puede dar de dos formas diferentes: ‘homografía’ (callo y
callo; beta y beta) y ‘homofonía’ (coser y cocer, callado y cayado).
El fenómeno de ‘homonimia’ se relaciona con el de ‘polisemia’. Cuando una forma o significante tiene
diferentes significados, puede ser tratada como un caso de homonimia (un significante para cada
significado) o bien como un fenómeno de polisemia (un significante con distintos significados o
acepciones). En el caso de la homonimia, se trata de signos o unidades léxicas (palabras o expresiones)
distintas, mientras que en la polisemia se trata de un único signo lingüístico con más de una acepción.
P.e. estrecho, es una adjetivo polisémico cuyas acepciones son: 1) ‘angosto’ en carretera estrecha, 2) ‘apretado’ en zapato
estrecho, 3) ‘apocado, limitado’ en espíritu estrecho, 4) ‘rígido, severo’ en vigilancia estrecha, 5) ‘íntimo’ en amistad estrecha.
El efecto de sentido de los fenómenos de homonimia y de polisemia es el de la ambigüedad, de allí que suelan ser usados en la
construcción de chistes y juegos de palabras: La mujer de Einstein tenía un físico estupendo; Si el muro de Berlín no hablaba..
¿por qué cayó?.

HOMOFONÍA: Tipo de homonimia que consiste en la correspondencia absoluta de sonidos entre dos palabras: rallado y rayado; o
bien cabo y cavo.
HOMOGRAFÍA: Tipo de homonimia que consiste en la identidad de escritura entre dos palabras: cabo y cabo (punta de una soga;
grado militar).

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RELACIONES DE SENTIDO ENTRE LAS PALABRAS


ANTONIMIA: Relación semántica entre dos o más palabras o expresiones que, en términos generales, tienen
significados opuestos (son antónimas).
Un problema complejo del concepto de antonimia es que -como señala Leech- “el término antónimo nos da
pie para creer que las palabras se contraponen respecto de una dimensión solamente, cuando la verdad es
que, de hecho, pueden contraponerse a otras palabras respecto de varias dimensiones a la vez” p.e.: en una
dimensión (sexo) niño se opone a niña, pero también, en otra dimensión (edad) niño se opone a hombre. Por
eso, este autor propone el término ‘incompatibilidad’ para reemplazar a ‘antonimia’, ya que dos palabras
serían incompatibles “si una contiene al menos un rasgo que se contrapone a un rasgo de la otra” [Leech,
1974 #231]; así, en nuestro ejemplo el rasgo contrapuesto entre niño y niña es +HOMBRE / -HOMBRE, y entre
niño y hombre +ADULTO /-ADULTO.
Distintos autores han propuesto clasificaciones posibles de las formas en que se relacionan los antónimos.
Desde un punto de vista estricto de las relaciones de significado, Cruse, incluye a la antonimia en un
fenómeno mayor al que llama ‘oposición’, dentro del que diferencia si los miembros de esa relación son
a) complementarios, pares en los que si se afirma uno, se niega el otro, p. e. muerto/vivo, verdadero/falso;
b) antónimos, que se diferencian de los complementarios en que la negación de un miembro no implica la
afirmación del otro y porque forman parte de distintos grados de una serie escalonada, p. e. mojado /
húmedo / seco;
c) reversivos o reversos, que hacen referencia a “procesos o cambios de estado que en principio son
reversibles” p. e. engordar / adelgazar, calentarse / enfriarse; y
d) conversos u opuestos relacionales, los que sirven para dar cuenta de relaciones entre cosas, relaciones
que se pueden establecer desde perspectivas diferentes p. e. Federico es más gordo que Gustavo y Gustavo
es más delgado que Federico.

SINONIMIA: Relación semántica entre dos o más palabras o expresiones que, en términos generales, tienen
una identidad de significado (son sinónimas). Todos los especialistas coinciden en señalar que, dada esta
definición, es difícil encontrar dentro de una lengua dos palabras sinónimas. Es por esto que autores como
Coseriu (1977), Lyons (1997) y Weinreich (1963), proponen una clasificación gradual de las relaciones de
sinonimia. P. e, Lyons [Lyons, 1997 #236] presenta tres categorías:
1) sinonimia absoluta (total y completa): la más extraña dentro del sistema de la lengua, indica una
correspondencia absoluta de significados. Según este autor, para que dos palabras sean absolutamente
sinónimas deben satisfacer tres condiciones: a) todos sus significados deben ser idénticos; b) deben
funcionar como sinónimas en todos los contextos, es decir, dados todos los enunciados en que puede ocurrir
una palabra, también debe poder ocurrir (sin modificar el significado) la otra; y c) deben ser equivalentes en
todas las dimensiones de significado, denotativo y connotativo (significado denotativo- significado
connotativo);
2) sinonimia parcial: no se cumple una o más de las tres condiciones de la sinonimia absoluta. P. e.
marchita y seca son sinónimas en la flor está marchita/seca, pero no en la ropa está marchita/seca;
3) cuasisinonimia: son cuasisinónimas las expresiones más o menos parecidas en significado, pero no
idénticas, ya que se pueden diferenciar por motivos dialectales: barrilete/papalote, de registro social:
policía/cana, de profesión del hablante: asesinato/siniestro, de edad muchacho/pibe/chabón, de afectividad
esbelto/delgado/flaco/consumido, de humor cabeza/azotea/marote, etc.

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HIPERONIMIA
La hiperonimia es la relación semántica que vincula a una determinada unidad léxica con otras de
significado más específico por las que puede ser sustituida. Por ejemplo, el significado de embutido es más
general que el de chorizo, salchichón, longaniza, sobrasada, butifarra, morcilla, etc. A estos términos más
específicos se los denomina hipónimos. Entre el hiperónimo y el hipónimo se da una relación jerárquica de
inclusión en la que el primero constituye el término superordinado o general y el segundo, el subordinado o
específico. Todo esto se ve más claramente con un ejemplo. En (1) y (2) se comprueba cómo el
hiperónimo embutido admite la sustitución por sus hipónimos en un contexto:
(1) Se quedó embriagado por el aroma a embutido
(2) Se quedó embriagado por el aroma a {chorizo / salchichón / longaniza / sobrasada / butifarra /
morcilla…}
La sustitución de arriba es posible porque la noción de ‘embutido’ va dentro de la idea de ‘longaniza’ o
‘salchichón’. Lo contrario, en cambio, no es cierto: el significado de embutido no incluye la idea de
‘longaniza’.
Los hiperónimos son de gran utilidad en lexicografía. Gran parte de las definiciones que encontramos en los
diccionarios están basadas en ellos. Para definir el término específico se recurre al general, indicando acto
seguido cuál es el elemento distintivo. Por ejemplo, el Diccionario de la lengua española define silla de la
siguiente manera:
(3) Asiento con respaldo, por lo general con cuatro patas, y en que solo cabe una persona.
Esta es, claramente, una definición hiperonímica. Para explicarnos lo que es una silla se recurre al
término asiento y a continuación se añade lo que tiene de particular este tipo concreto de asiento. Si la
definición está bien hecha, esos rasgos particulares nos permitirán distinguir la silla no solo de la idea
general de asiento, sino también de otros tipos de asiento como el sofá o el banco. Si el lector siente
curiosidad, puede comprobar cómo el diccionario citado recurre al mismo hiperónimo en la definición de
estos dos últimos.

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MORFOLOGÍA
MORFOLOGÍA: Rama de la Lingüística, y específicamente, de la Gramática, que se ocupa de la estructura
interna de las palabras. Las tareas que se propone este campo de estudio son:
1) la construcción del inventario de los morfemas de una lengua y de sus posibles variaciones;
2) la descripción de las reglas que rigen la combinación de los morfemas (formación de palabras,
3) el estudio de las categorías morfológicas (en español, caso, género, número, persona, tiempo, modo y
aspecto),
4) la formulación de criterios para la clasificación de las palabras.
La gramática tradicional se organizaba en tres áreas: flexión, derivación y sintaxis. En el siglo XIX se
propone el término ‘morfología’, con el que se denomina el “estudio de las formas” (tal como
etimológicamente lo indica la palabra: morfo “forma”, logía “ciencia” ), para abarcar tanto a la
‘accidencia’ como a la ‘derivación’. Esta rama, así conformada, se opondría a la sintaxis, entendida como el
estudio de las combinaciones entre esas formas en el sintagma. Actualmente se considera que, en un sentido
restringido, la gramática comprende dos campos: la morfología y la sintaxis.

UNIDADES DE LA MORFOLOGÍA

MORFEMA: Unidad de análisis de la Morfología. En términos generales, los morfemas se definen como los
elementos mínimos de la lengua, que poseen un significado; por ej. palabrota está conformada por dos
morfemas o formantes morfológicos: /palabr-/ y /-ota/, el primero con el significado “palabra”, y el segundo,
“desagradable” o “grande”. Según Bloomfield “un morfema es una forma recurrente (con significado) que
no puede a su vez ser analizada en formas más pequeñas recurrentes” [Bloomfield, 1926 #297]. “El
morfema aparece como la unidad gramatical mínima o primitiva, base última de toda nuestra descripción de
la articulación primaria del lenguaje. Las palabras, las frases (oración), etc. son todas ellas unidades
mayores... formadas por morfemas en etapas sucesivas” [Matthews, 1980 #301].
En algunos casos, los morfemas no mantienen la misma forma fonológica en todas sus realizaciones en
palabras, sino que esta varía; p. e. en sabía, sé, supe alternan los formantes /sab-/, /sup-/ y /s-/ para el
significado “saber”. Por tanto el morfema saber tiene, en español, tres variantes o alomorfos. Generalmente
se considera (aunque no todos los lingüistas utilizan esta denominación) que los morfemas no son
realizaciones fonológicas, sino unidades abstractas que se realizan por medio de segmentos fonológicos
diferentes o incluso ninguno; a estas realizaciones se las llama morfos. En las mujeres, las manzanas, las
crisis podemos reconocer un mismo morfema “plural” o “más de uno” realizado, respectivamente, por
medio de tres morfos: /-es/, /-s/ y  (sin realización fonológica, ya que las crisis se opone a la crisis); como
dentro del sistema del español estos tres morfos son manifestaciones del mismo morfema, constituyen
alomorfos.

MORFEMA LIBRE: Los morfemas, unidades de análisis de la morfología, pueden ser libres o ligados (morfema
ligado). Son libres aquellos morfemas o formantes morfológicos que por sí solos pueden constituir una palabra; esto
significa que no necesitan combinarse con otros morfemas ya que tienen, en términos de Varela Ortega,
“independencia fonológica” [Varela Ortega, 1990 #311]. Los morfemas libres, por tanto, no pueden ser analizados en
unidades morfológicas (con significado) menores y, desde el punto de vista gramatical, constituyen una palabra.

MORFEMA LIGADO: Por oposición al morfema libre, es ligado todo morfema que, para constituir una palabra, debe
necesariamente combinarse con otro/s morfema/s o formante/s morfológico/s. Para Varela Ortega, serían morfemas

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ligados las raíces (cas-), los temas (filo-) y los afijos (in-, -dad), ya que sólo pueden formar una palabra si se combinan
con otro morfema: casa, filosofía, inquieto, maldad [Varela Ortega, 1990 #311].

PALABRA SIMPLE: “Forma libre con independencia fonológica” [Varela Ortega, 1990 #311]. En términos de
Bloomfield, una palabra simple es una “‘palabra morfema’ que consiste de un morfema simple (libre)” o morfema
libre, por oposición al morfema ligado [Bloomfield, 1965 #123]. Son palabras simples: cárcel, adoquín, mar, tren, sol.
Para Di Tullio, se trata de una “palabra que consta de un solo formante o morfema; carece, entonces, de estructura
interna”. Sin embargo, esta autora considera que gota es una palabra simple, ya que no tiene estructura interna, frente
a gotas, gotita, gotera, cuentagotas que sí la tienen y “por tanto no son palabras simples, sino complejas, las tres
primeras, y compuesta, la última” [Di Tullio, 1997 #178]. Varela Ortega, en cambio, no consideraría a gota como una
palabra simple ya que, para esta autora, estaría formada por una raíz, got- (común a got-as, got-ita, got-era y cuenta-
got-as) y un sufijo (-a).

CONCEPTOS PARA LA SEGMENTACIÓN MORFOLÓGICA


RAÍZ : En Morfología, es el elemento morfológico o morfema que no puede ser analizado en elementos
morfológicos más pequeños y que lleva el significado léxico o carga semántica de la palabra. Así, si de una
palabra se eliminan todos sus afijos, queda la raíz. Esta constituye la base para las familias léxicas o familias
de palabras. Saussure sostiene que es la parte en la que el significado común a todas las palabras de la
misma familia (palabras emparentadas) alcanza el mayor grado de abstracción [Saussure, 1981 #275]. Para
Varela Ortega, la raíz es “la primera base, el elemento nuclear del que parte la primera operación
morfológica” [Varela Ortega, 1990 #311]. Así, el elemento palabr- sería la raíz común a palabrerío,
palabrota, apalabrar, palabras, ya que es el formante que porta el significado léxico que permanece en las
cuatro palabras cuando se eliminan de ellas los afijos (-erío, -ota, a- y -ar, -s). Lo mismo sucede con tap-,
raíz común a destapar, tapar, tapa, tapón. Para Varela Ortega, las raíces siempre son morfemas ligados;
cuando una raíz funciona como una palabra (como sol, elemento común a soleado, soles, asolear, insolar,
solsticio, solana, solar, solazo), ya no se trata de una raíz, sino de una palabra simple o morfema libre. El
procedimiento que permite determinar si una forma es una raíz o una palabra simple es construir la familia
de palabras correspondiente y delimitar el elemento común a todas ellas; si ese elemento común funciona en
la lengua como una palabra, entonces se trata de una palabra simple (o “raíz libre”), caso contrario es una
raíz (o “raíz ligada”).

AFIJO: Morfema ligado que, por sí solo, nunca puede constituirse en una base. “A diferencia de los temas,
no pueden combinarse entre sí y producir palabras: in + dad  *indad ... Contrariamente también a los
temas, los afijos están especializados para una posición determinada” con respecto a la base [Varela Ortega,
1990 #311]. Por ejemplo, son afijos : in-, re-, -ción, -rá en las palabras incapaz, rever, intoxicación, leerá.
Para Bloomfield [Bloomfield, 1965 #123] y Varela Ortega, según la posición que ocupan en la estructura de
la palabra, los afijos se clasifican en: prefijos (in-, re-), sufijos (-ción, -rá) e infijos (según Varela Ortega, -it-
en azuquitar). Si se tiene en cuenta su papel en los procesos morfológicos, los afijos se clasifican en afijos
de derivación o derivativos o productivos (como el sufijo –ción y los prefijos in- y re-) y en afijos de flexión
o flexivos o improductivos (-rá y todos los afijos que indican categorías morfológicas –caso, número,
género, persona, tiempo, modo y aspecto-, afijos que, en español, siempre son sufijos). Para una lista
completa de los afijos en español y sus significados se puede consultar el Diccionario de uso del español de
María Moliner [Moliner, 1990 #122].

PREFIJO: Afijo (tipo de morfema ligado) que se antepone a la base en los procesos de formación de
palabras. Son prefijos las unidades resaltadas en reacomodar, desconsideración, intocable, obtener. Los
prefijos no modifican la clase de la palabra a la que pertenece la base a la que se unen; así, útil es un adjetivo
e inútil, palabra derivada de la anterior por prefijación de in-, también lo es. Los prefijos no seleccionan la
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Gaspar, María del Pilar y Laiza Otañi (1999) El gramaticario. Diccionario de términos de gramática. Buenos Aires:
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clase de palabra a la que se unen; es decir que un prefijo determinado se puede añadir a palabras de
diferentes clases; por ejemplo, el prefijo sub- puede unirse a sustantivos (subsuelo, subconsciente), verbos
(subdividir, subsumir), adjetivos (submarino, subyacente).

SUFIJO: Afijo (un tipo de morfema ligado) que se pospone a la base en los procesos morfológicos. Son
sufijos los formantes resaltados en pálida, canté, hábilmente, limonero. En general, cada sufijo se
especializa en un tipo de palabra determinada, es decir, que cada sufijo se une a una clase de palabra
específica. Así, el sufijo –ero siempre se une a sustantivos, –mente a adjetivos, -a (femenino) a adjetivos y
sustantivos, y –é (primera persona, singular, pretérito perfecto simple, indicativo) a verbos.
Según su papel en los procesos morfológicos, los sufijos pueden ser derivativos (o de derivación o léxicos o
productivos) y flexivos (o de flexión o gramaticales o improductivos).
Los sufijos derivativos modifican el significado de la base a la que se unen; participan en los procesos de
derivación dando lugar a la formación de palabras derivadas. A diferencia de los sufijos flexivos, los
derivativos:
- suelen cambiar la clase de palabra a la que pertenece la base a la que se unen: sal (sustantivo), salino
(adjetivo), salar (verbo);
- dan lugar a la formación de palabras que se corresponden con entradas diferentes en el diccionario;
por ello se los considera ‘productivos’, ya que permiten crear palabras nuevas.
Los sufijos de flexión o gramaticales son los que manifiestan las categorías morfológicas o inflexionales
(caso, género, número, persona, tiempo, modo y aspecto). Este tipo de sufijos forma, en términos de
Kovacci, “paradigmas flexionales”: gato, gata, gatos, gatas, etc.; leo, lees, lee, leemos, etc. [Kovacci, 1990
#222]. Tradicionalmente se los llamó ‘desinencias’ y también ‘accidentes gramaticales’. El término
‘desinencia’ es aún usado por algunos lingüistas como Alarcos Llorach. Así, en español, las desinencias son
los sufijos que indican o representan las categorías gramaticales o morfológicas de género y número en
sustantivos y adjetivos, de caso y persona en los pronombres y de tiempo, modo, aspecto, persona y número
en los verbos [Alarcos Llorach, 1994 #129]. A diferencia de los sufijos derivativos, los flexivos:
- agregan a la base significados gramaticales, y no léxicos, que son pertinentes para señalar las
relaciones sintácticas (fundamentalmente de concordancia) que contraen las palabras en el sintagma.
Así, los sufijos de número y persona del verbo están determinados por su concordancia con el núcleo
sustantivo del sujeto, mientras que los sufijos de género y número del adjetivo dependen de su
concordancia con el sustantivo;
- son improductivos porque no crean nuevas palabras; de hecho, las palabras que conforman un
paradigma flexional no constituyen entradas diferentes de un diccionario. Por otro lado, son
limitados en número y conforman, por tanto, una clase de sufijos cerrada;
- con respecto a su lugar en la estructura de la palabra, siempre son terminales, esto es, cuando se
manifiestan, cierran la palabra; por ello, Varela Ortega los califica de ‘periféricos’ porque completan
la palabra y, si los hay, siguen a los sufijos derivativos; así, de darse flexión y derivación en una
misma palabra, la flexión siempre cerrará la palabra, caso contrario, el resultado sería una palabra
anómala: *encoler-ba-iza, *libro-s-ería, en lugar de: encoler-iza-ba y libr-ería-s [Varela Ortega,
1990 #311].
- no cambian la categoría de la palabra a la que se unen: la adición del sufijo flexivo de femenino a un
sustantivo (gato, tío) no cambia la categoría gramatical de la base, esto es, gata y tía siguen siendo
sustantivos.

INFIJO: Afijo (tipo de morfema ligado) que en los procesos de formación de palabras, se introduce en la raíz
de la palabra. Según Matthews, los verbos latinos relinquo (abandono) y fingo (doy forma) están
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Gaspar, María del Pilar y Laiza Otañi (1999) El gramaticario. Diccionario de términos de gramática. Buenos Aires:
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constituidos por un infijo nasal /n/ que rompe la raíz y que es característico de los tiempos imperfectivos.
Frente a ellos, los tiempos perfectivos, carecen de tal infijo: figi, reliqui [Matthews, 1980 #301]. Si bien la
mayoría de los especialistas del español considera que nuestra lengua carece de infijos, Varela Ortega
sostiene que -it- en azuquitar sería un infijo, ya que se inserta en el interior de la raíz: azúcar (azúcar es una
raíz libre o morfema libre o morfema palabra, común a azucarado, azucarar, azucarera, ya que es el
formante que porta el significado léxico que permanece en las tres palabras cuando se eliminan de ellas los
sufijos: -ado, -ar, -era) [Varela Ortega, 1990 #311].

TEMA: En Morfología, este término tiene diferentes acepciones.


1) Se trata de un morfema ligado, “una semi-palabra, que no contiene afijos flexivos y, por tanto, no está
capacitada para actualizarse como palabra y poder insertarse en la estructura sintáctica, pero ... puede formar
palabras combinándose con algún afijo derivativo o por unión con otro tema o con una palabra” (Varela
Ortega). Serían temas: -logía, -filo-, bio-, -erte, -sípido. Para formar palabras, estos temas pueden
combinarse con:
- un afijo derivativo: inerte, insípido, biótico;
- una palabra: musicología, biorremediación;
- otro tema: biología, anglófilo.
A diferencia de la raíz, el tema no porta la carga semántica de la palabra ni puede recibir directamente afijos
flexivos (*logías, *angla); a diferencia de los afijos, el tema no tiene posición fija (p. e. filosofía, anglófilo).
2) Según Hockett, el tema es la base de una palabra de la que se han suprimido todos los afijos de flexión.
Así, en las palabras sorda, ensordecí, sordomudos, los temas son, respectivamente, sord-, ensordec- y
sordomud-, ya que son los elementos que permanecen una vez eliminados los afijos flexivos de género (-a ),
modo, aspecto, tiempo y persona (-í) y de género y número (-os). Dado que, desde este punto de vista, los
temas pueden tener diferente estructura morfológica, se clasifican en distintos tipos: temas simples (sord-,
formado por un único morfema o formante); temas complejos o derivados (ensordec- formado por una
raíz: sord-, y uno o más afijos derivativos: en- y –ec-); y temas compuestos (constituidos por unidades que
pueden ser raíces o palabras simples; sordomud- es un tema compuesto, formado por las raíces –o temas
para Hockett- sord- y mud-) [Hockett, 1971 #216] .
3) Raíz verbal más vocal temática: canta- sería el tema de cantaba, conformado por la raíz verbal cant- más
la vocal temática –a-.
4) Vocal o consonante temática, esto es, el elemento fónico que se ubica entre la raíz y los afijos flexivos (o
desinencias). La –a- en el ejemplo anterior.
5) Raíz.

BASE: En Morfología, es una unidad morfológica que tiene una estructura variable y sobre la cual se forman
las palabras. “La base es el elemento sobre el que se asienta la regla de formación de palabras” [Varela
Ortega, 1990 #311]. La base nunca puede ser un afijo, pero sí una palabra simple (sol), una raíz (cas- en
casa), un tema (bio-), una palabra compuesta (hombrerrana) o una palabra compleja (inútil). Así, si útil es la
base para constituir la palabra inútil, añadiendo el prefijo in-; a su vez, inútil es la base para formar el
adverbio derivado inútilmente por sufijación (por adición del sufijo derivado –mente).

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Gaspar, María del Pilar y Laiza Otañi (1999) El gramaticario. Diccionario de términos de gramática. Buenos Aires:
Cántaro.

PROCESOS MORFOLÓGICOS
FLEXIÓN: Proceso morfológico que consiste en la incorporación de morfemas flexivos, (o categorizadores,
en términos de Alcina Franch y Blecua, 1994) a una base, es decir, la incorporación de afijos (en español,
solo sufijos) que expresan las categorías morfológicas: género, número, tiempo, modo, persona, caso,
aspecto. La flexión no produce un cambio en la clase a la que pertenecen las palabras, lo que sí ocurre con la
derivación. Si a la raíz verbal /escrib-/ se le adjuntan p. e. los morfemas flexivos de presente, primera
persona, y modo indicativo, el resultado escribo es una palabra que corresponde a la clase de los verbos; en
cambio, si se le agrega el morfema derivativo que indica, p. e. “sujeto que realiza una acción” /-biente/, la
palabra resultante: escribiente, no es un verbo sino un sustantivo. (Para una distinción exhaustiva entre
flexión y derivación, ver derivación)
“Los afijos flexivos manifiestan las propiedades flexionales de las palabras” [Di Tullio, 1997 #178], por lo
tanto, la posibilidad o imposibilidad de aplicarle a una palabra determinados procesos flexivos permite
identificarla como perteneciente a una clase de palabras o paradigma: p.e. en español los adjetivos flexionan
en género y número, los verbos admiten afijos flexivos de tiempo/modo/aspecto y persona/ número, etc.
La flexión “es un cambio que tiene lugar en la forma de una palabra para expresar la relación que mantiene
con otras palabras en la oración” [Lyons, 1985 #23]. Es por esto que la flexión es una manifestación de la
concordancia.

DERIVACIÓN: Mecanismo de tipo morfológico para la formación de palabras de una lengua por medio de la
incorporación de afijos a una base léxica. Como señala Varela Ortega, se distingue de la flexión porque:
a. la flexión no produce cambios en la clase gramatical a la que pertenece la palabra sobre la que se lleva a
cabo, en tanto que la incorporación de afijos derivativos sí cambia la clase de palabra, como ocurre en
cerrar (verbo), cerradura, cerrajero, cerrajería (sustantivos), cerrado (adjetivo);
b. la flexión es relevante para la sintaxis, específicamente para la concordancia y la rección; p. e. en
español el núcleo del sujeto de una oración concuerda en número y persona con el verbo, núcleo del
predicado: Las verduras llegaron en el camión pero no *Las verduras llegó en el camión. Los morfemas
derivativos, en cambio, no son relevantes para la sintaxis: Juan es un hombre capaz. y Juan es un
hombre incapaz.
c. la derivación permite crear nuevas palabras que se incorporan al sistema y lo reestructuran. En cambio la
flexión establece paradigmas cerrados y no produce modificaciones dentro del sistema;
d. a diferencia de lo que ocurre con la flexión, la semántica de la base es modificada en los procesos
derivativos; p.e., luna – lunático;
e. la flexión es periférica dentro de la estructura de una palabra, ya que, de producirse en una palabra los
procesos de flexión y de derivación, el orden en que estos se aplican es rígido: primero se incorporan los
afijos derivativos, y luego los flexivos: biblio-teca-s pero no *biblio-s-teca, destornilladores pero no *
destornilla-s-dor.
[Varela Ortega, 1990 #311]
Como afirman Hernanz y Brucart, “la morfología flexiva ocuparía una posicón intermedia entre la sintaxis y
la fonología. En cambio, los procesos de derivación y composición tienen un carácter esencialmente léxico:
se trata de procedimientos que dan como resultado el incremento del caudal de palabras de una lengua”
[Hernanz, 1987 #214]. Es por esto que las palabras derivadas figuran en el diccionario, en tanto que las
formas flexionadas se deben buscar en una de las entradas correspondiente a una de las formas del
paradigma. Así, mientras que cerrradura, cerrajero, cerrajería, cerrado/da son entradas distintas en el
diccionario, para conocer el significado de cierro, habíamos cerrado, cerrando debemos buscar en una
única entrada: cerrar.

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Gaspar, María del Pilar y Laiza Otañi (1999) El gramaticario. Diccionario de términos de gramática. Buenos Aires:
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COMPOSICIÓN: Uno de los dos mecanismos principales para la formación de palabras. La definición clásica
de la composición se limitaba a la yuxtaposición de dos o más formas que pueden aparecer libres en la
lengua, es decir, de dos palabras (hombrerrana, casaquinta, sacapuntas) para formar una única palabra. El
resultado de este proceso da lugar a una palabra compuesta. Actualmente, esta definición se considera
restringida por diferentes motivos.
Algunos autores, entre ellos Scalise, consideran que las formas que constituyen una palabra compuesta no
solo son palabras, sino que cuando los temas (en el sentido de Varela Ortega, 1990 y no de Hocket, 1971)
como filo, anglo, logía se ligan a una palabra, p. e. filosoviético, angloparlante, musicología, se produce
también un fenómeno de composición. Por su parte, Alvar Ezquerra, considera a estas formaciones como
productos de procesos de derivación, ya que los temas no pueden aparecer aislados, es decir, no pueden
conformar palabras por sí solos [Alvar Ezquerra, 1993 #190]. Bybee apoya esta última postura al sostener
que la composición se caracteriza sintácticamente porque cada uno de sus elementos puede existir
independiente como palabra. Esta autora añade como rasgo característico de la composición el hecho de que
su resultado es una palabra cuyo significado no es solo la suma de los significados de sus partes; aún más,
gradualmente los compuestos tienden a perder su transparencia semántica y fonológica, p.e. resulta difícil
identificar las palabras que componen a cascarrabias, menoscabar, artimaña [Bybee, 1985 #160].
Otra crítica a la postura tradicional radica en que la composición no se limita al fenómeno de yuxtaposición.
Así, Alvar Ezquerra, además de este fenómeno, al que considera como el más productivo, enumera otros,
entre ellos:
- La sinapsia: proceso de composición que da lugar a la formación de una unidad compuesta por elementos
relacionados sintácticamente; en español, esa unidad constituye un sintagma nominal compuesto por un
núcleo y un sintagma preposicional: estrella de mar, letra de cambio.
- La disyunción: consiste en una relación fija entre un sustantivo y un adjetivo o dos sustantivos, en la que
los dos compuestos no tienen habitualmente una relación de colocación: cuento chino, pez espada, oso
hormiguero.
- La contraposición: proceso de composición cuyo resultado es una unidad compuesta por dos sustantivos o
dos adjetivos entre los cuales existe una relación de coordinación: pollera-pantalón( = pollera y pantalón)
físicoquímico (= físico y químico).
Estos tres procesos se caracterizan en general por mantener la acentuación original de sus elementos y, al
igual que todo fenómeno de composición, el compuesto resultante tiene un significado propio que no se
deriva de la mera suma de sus partes.

FAMILIA DE PALABRAS: El término ‘familia’ alude, en el campo de la lingüística, a todo conjunto de


elementos que se encuentran genéricamente relacionados. Por tanto, una ‘familia de palabras’ se refiere a un
conjunto de palabras. 1) En Morfología, esas palabras se relacionan porque tienen una raíz común: biblia,
bibliografía, bibliógrafo, bibliomanía, bibliología, biblioteca, bibliotecario, bibliómano, blibliofilia,
bibliófilo constituyen, desde este punto de vista, una familia de palabras relacionadas por la raíz bibl

FORMACIÓN DE PALABRAS: Conjunto de procesos morfológicos por medio de los cuales, a partir de palabras
ya existentes, se forman o crean palabras nuevas en el sistema de una lengua. Tradicionalmente la formación
de palabras comprende la derivación y la composición.
La lengua, en tanto institución social y medio de comunicación, sufre permanentemente ligeras variaciones,
algunas de las cuales se encuentran ligadas a cuestiones léxicas. “Los cambios de las técnicas, ideas,
instrumentos, conllevan cambios en el conjunto del léxico de una lengua, con la desaparición de unas

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Gaspar, María del Pilar y Laiza Otañi (1999) El gramaticario. Diccionario de términos de gramática. Buenos Aires:
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palabras, la aparición de otras, o los cambios en la designación de algunas. Así, por ejemplo, el paso de una
sociedad rural a urbana, de agrícola a industrial, ... hace que desaparezcan de la competencia de los
hablantes ciertos grupos de voces, y se presenten otros nuevos” [Alvar Ezquerra, 1993 #190], pág. 9. La
aparición de nuevas palabras o los cambios en el significante de otras involucran procesos morfológicos que
se basan en la combinación de distintos tipos de morfemas (formantes) y palabras, de acuerdo con las reglas
o modelos propios de cada lengua. Según Varela Ortega, los primitivos o formantes o unidades básicas de la
Morfología que intervienen en la formación de palabras son: palabra simple, tema, afijo y raíz [Varela
Ortega, 1990 #311]. Cualquiera de ellos, excepto los afijos, puede constituirse en la base sobre la que se
asientan los procesos morfológicos; también pueden ser base las palabras compuestas y las complejas.

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