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LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1978: CONTEXTO HISTÓRICO,

ESTRUCTURA Y CARACTERES1.

I. INTRODUCCIÓN.
A) Marco histórico.
Para comprender bien la Constitución española de 1978 y, por lo tanto, el
sistema constitucional vigente en España, tenemos que conocer antes tanto la fase
específica de la transición democrática (1975-1978) como el periodo, más lejano y
también más amplio, de la historia del constitucionalismo español (desde 1812 hasta
1978).
B) Clave interpretativa.
En consecuencia, debemos señalar la existencia de dos marcos históricos de
referencia, aunque, en realidad, el primero se incluye ya, por su propia naturaleza,
dentro del segundo. En efecto, se trata de un periodo más breve (apenas tres años) que
se encuentra incluido dentro de otro mucho más amplio, que es el que se refiere a toda
la historia política y constitucional española de los siglos XIX y XX (desde la
Constitución de Cádiz de 1812 hasta la Constitución actualmente vigente de 1978).

II. TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA ESPAÑOLA y PROCESO CONSTITUYENTE.


A) Transición.
a) Breve introducción.
La transición española a la democracia, entre 1975 y 1978, constituye el periodo
de la historia más reciente de España en el que nuestro país consigue pasar desde una
dictadura militar a una democracia constitucional plenamente consolidada y similar a la
de la mayoría de los países del entorno. Para entonces, la dictadura del General Franco,
que se había implantado tras la victoria del Ejército Nacional en la guerra civil de 1936-
1939, duraba ya casi cuarenta años (1939-1975) pero todo hacía pensar que se acercaba
a su fin, debido a una serie muy compleja de factores, entre los que cabe destacar los
siguientes:
- un mayor desarrollo económico, iniciado y mantenido de manera constante
durante la década de los años sesenta, con el correspondiente aumento del
nivel de vida de una gran mayoría de españoles,
- la presión político-diplomática de las principales democracias de EEUU y
Europa,
- la implantación progresiva de una clase media cada vez más consciente de la
necesidad de reconocer los derechos individuales y políticos,

1
Nota: el contenido de este documento se corresponde con la Primera Lección del Programa: “La
elaboración de la Constitución. Estructura y Caracteres”.

1
- la falta de empatía entre el Régimen y los sectores más aperturistas de la
Iglesia Católica, especialmente a partir de la celebración del Concilio
Vaticano II,
- las ideas proclives a la democracia que circulaban ya en el interior del
territorio español debido al intercambio cultural que habían propiciado el
turismo y los numerosos viajes de muchos españoles al extranjero,
especialmente entre los jóvenes
- la presión de los partidos políticos y sindicatos de la oposición democrática,
cuyos líderes, si no todos, sí una gran parte, se encontraban aún en el exilio,
- la fuerza creciente de dos movimientos independientes pero que en ocasiones
actuaron de forma conjunta: el movimiento obrero y el movimiento
estudiantil (este último se vio fortalecido por los acontecimientos del
llamado “Mayo del 68”),
- la aparición de ideas reformistas dentro de las propias filas de la clase
política franquista,
- el propio desgaste físico de Franco,
- etc.
En general, la denominación: “transición democrática” se debe a que el tránsito
entre dos sistemas políticos tan antagónicos como dictadura y democracia se llevó a
cabo de una forma pacífica y sobre la base del respeto a la legalidad vigente. No ocurrió
lo mismo en otros países que habían pasado ya por una experiencia similar, empezando
por el caso más cercano, el de Portugal, donde apenas unos pocos años antes, entre 1974
y 1976, había triunfado una revolución (conocida como la Revolución de los claveles).
Sin embargo, pese a tratarse de una verdadera revolución no hubo víctimas, ya que el
Golpe de Estado de 1974 logró imponerse sin prácticamente ninguna oposición efectiva
por parte de los defensores de la dictadura de Salazar (en la persona de su sucesor,
Marcelo Caetano, quien era Presidente del Consejo de Ministros desde 1968). Pero, en
cualquier caso, lo cierto es que nos encontramos antes dos modelos de cambio de
régimen muy diferentes entre sí.
La importancia y peculiaridad del fenómeno español hizo que éste fuese visto y
reconocido internacionalmente como un verdadero ejemplo a seguir, hasta el punto de
que mereció el título de “milagro español”. La experiencia no estuvo exenta de
polémica ya que los principales partidos de la izquierda democrática exigieron que el
cambio de régimen se hiciese mediante una ruptura democrática. De haberse seguido
este modelo, la ruptura tendría que haber incluido, entre otras medidas, la celebración de
un referéndum nacional sobre la forma de Jefatura de Estado. Pero, como decimos, no
se eligió este camino sino el de la reforma democrática o, si se prefiere, el de la ruptura
pactada, esto es: una reforma con resultado de ruptura. Así, por ejemplo, Alfonso
Guerra considera que lo que ocurrió en aquellos años decisivos de nuestra historia fue la
gestación progresiva de un modelo de cambio a medio camino entre la reforma y la
ruptura. Literalmente, quien fuera durante muchos años Vicepresidente del Gobierno
español con el Presidente Felipe González, afirma que terminó predominando “una
solución intermedia que consiste en una ruptura pactada”2, cuyo contenido habría sido el
siguiente:
2
Véase en MORODO, R., La transición política, Ed. Tecnos, Madrid, 1985.

2
“(…) un proceso pacífico que obvia el problema del vacío de poder, y que tiene
elementos de reforma, en el sentido de que no hay una quiebra de la legalidad vigente, y
de ruptura en el contenido del producto final”3.
Se trató, pues, como señala Rodríguez Díaz, de un caso específico dentro del
modelo general conocido como “transición vía transacción” 4. En este mismo sentido,
Redero San Román considera que este proceso de transformación combina dos
elementos: “reforma en el procedimiento y ruptura en los objetivos” 5. Brevemente
descrito, este autor define así este proceso:
“La desaparición de las instituciones del régimen se realizaba de forma muy
lenta, evitándose el vacío de poder y la toma de la dirección del cambio político por las
fuerzas de la oposición. Era un cambio desde arriba que se mostraba públicamente como
la expresión de un cierto talante negociador, y que suponía un reparto de poder entre
sectores franquistas y antifranquistas, en el que los primeros conseguían la mayor parte.
Esta vía implicaba ciertas contradicciones ya que el viejo y el nuevo régimen se
superponían en algunos momentos al no haberse dado el clásico proceso
constituyente”6.
Hubo, ciertamente, algunos protagonistas más destacados. Desde luego, el Rey,
D. Juan Carlos I, quien, habiendo heredado todo el poder del Estado directamente del
General Franco decidió romper con el pasado y liderar este proceso de cambio. Junto a
él deben mencionarse otras dos figuras: Torcuato Fernández Miranda, muñidor en la
sombra de los principales cambios jurídico-políticos y el Presidente Adolfo Suárez, un
hombre del Régimen, pero de talante moderado y reformista que sucedió a Arias
Navarro y que logró, en apenas dos años, junto con la ayuda de otros hombres y mujeres
del sistema y de los principales líderes de la oposición, llevar a buen puerto el barco de
la reforma democrática.
Este reconocimiento inicial del caso español y el prestigio que llegó a alcanzar
no sólo en España sino, también, en el extranjero, contrasta bastante con la situación
actual, en la que, como se sabe, existen grupos y sectores políticos e intelectuales que
exigen una revisión a fondo de este periodo de nuestra historia, argumentando para ello
que la transición se realizó bajo una serie de circunstancias que la orientaron en una
dirección de carácter claramente conservador. Entre esas circunstancias se destaca,
sobre todo, que el cambio se llevó a cabo desde el poder controlado por la clase política
franquista, así como que fue supervisado y encauzado por los políticos, pero bajo la
mirada siempre cautelosa y vigilante, del Ejército, mayoritariamente vinculado al
Régimen anterior. En pocas palabras, tomadas prestadas, en este caso, de Gerardo
Pisarello, se trató de un “proceso constituyente tutelado”7.

3
Ibíd.
4
RODRÍGUEZ DÍAZ, A., Transición política y consolidación constitucional de los partidos políticos,
Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1989, p. 54.
5
REDERO SAN ROMAN, M., Transición a la democracia y poder político en la España postfranquista
(1975-1978), Librería Cervantes, Salamanca, 1993, p. 54.
6
Ibíd.
7
Cfr., PISARELLO, G., Procesos constituyentes, Caminos para la ruptura democrática, Ed. Trotta,
Madrid, 2014, p. 137.

3
b) Duración del periodo.
La opinión mayoritaria circunscribe este periodo a la época que transcurre entre
los años 1975 y 1978. No obstante, existen posiciones que prefieren adelantarlo y
retrasarlo, con opiniones diversas en ambos casos.
Con respecto al momento inicial, hay quienes consideran que la década de los
años sesenta del siglo XX constituye un antecedente inmediato de la transición
democrática, razón por la cual se refieren a este tramo histórico como la época de la pre-
transición. Otros, en cambio, prefieren situar el inicio de la transición en noviembre de
1973, por ser el mes y el año en el que se produjo el asesinato por la ETA del entonces
Presidente del Gobierno, el Almirante Carrero Blanco, que era el político mejor situado
para convertirse en el sucesor del general Franco cuando éste muriese.
En cuanto al momento de cierre del periodo, más allá del año 1978, se barajan,
normalmente, dos fechas: octubre de 1982, año de la victoria abrumadora del PSOE en
las elecciones generales, con lo que esto suponía de elemento legitimador del sistema
constitucional establecido en la Constitución de 1978 (aquí hay que recordar que unos
años antes, en 1979, el PSOE había abandonado gran parte de su bagaje doctrinal de
carácter marxista revolucionario), y 1986, año de la entrada de España, junto con
Portugal, en las Comunidades Europeas (después llamada Unión Europea). Pero hay
todavía una tercera opinión, que baraja el argumento de que la transición sólo culmina
realmente con la consolidación (más o menos definitiva) del mapa autonómico en los
años noventa del siglo pasado.
En todo caso, el hecho decisivo de la transición fue la muerte de Franco,
ocurrida el 20 de noviembre de 1975. A partir de este momento se inicia el
desmantelamiento progresivo del aparato ideológico e institucional del Régimen
franquista, que, como ya hemos explicado, se hizo respetando, pero, al mismo tiempo,
reinterpretando, la legalidad del sistema político vigente.
c) Fechas más significativas.
En este contexto, debemos mencionar algunas fechas relevantes:
- 20 de noviembre de 1975: muerte del General Franco.
- 22 de noviembre de 1975: proclamación de D. Juan Carlos I como nuevo rey
de España.
- 2 de julio de 1976: dimisión (forzada) del Presidente del Gobierno Carlos Arias
Navarro.
- 3 de julio de 1976: nombramiento de Adolfo Suárez como nuevo Presidente del
Gobierno de España.
- 18 de noviembre de 1976: las Cortes franquistas aprueban la “Ley para la
Reforma Política” de Suárez.
- 15 de diciembre de 1976: Referéndum con el que se aprueba la “Ley para la
Reforma Política”.

4
- 9 de abril de 1977: Después de un proceso anterior que llevó a la legalización
de la mayoría de los partidos políticos, el día 9 de abril (Sábado de la Semana Santa de
aquel año) el Presidente Adolfo Suárez decide la legalización del PCE (Partido
Comunista Español).
- 15 de junio de 1977: primeras elecciones democráticas. Victoria de la UCD.
Resultados (en número de escaños):
UCD: 169; PSOE: 118; PCE: 20; AP: 16
d) Ley para la Reforma Política
La idea fundamental del cambio de régimen mediante el paso desde la ley a la
ley, esto es, desde la vieja ley franquista a la nueva legalidad democrática tuvo como
referencia muy destacada la denominada “Ley para la Reforma Política” (Ley 1/1977,
de 4 de enero). Es una ley muy breve, como, por otra parte, era lógico, ya que se trataba
de una ley que, en realidad, se limitaba a adelantar una especie de programa futuro de
acción con la finalidad de restaurar la democracia en España (la Ley sólo tiene cinco
artículos, tres disposiciones transitorias y disposición una final, en la que se dice que
ocupa el mayor rango jerárquico posible dentro del sistema jurídico franquista pues es
catalogada como Ley Fundamental). Sin necesidad de analizarla a fondo ni de explicar
todos sus detalles, señalamos, no obstante, sus ingredientes más importantes.
De entrada, el artículo 1 reconoce los siguientes supuestos o presupuestos de una
democracia moderna: la ley como expresión de la voluntad popular, la inviolabilidad de
los derechos fundamentales de la persona y la potestad legislativa de las Cortes. La
sanción de las leyes corresponde al Rey.
En el plano orgánico u organizativo, aunque también ideológico, la Ley
establece en su artículo 2 un Parlamento bicameral compuesto por el Congreso y el
Senado, disponiendo que el primero se elija por los españoles mayores de edad
mediante sufragio universal, directo y secreto, mientras que, con respecto al Senado, se
limita a señalar que “los senadores serán elegidos en representación de las Entidades
territoriales” (con lo que se está reconociendo, tácitamente, la futura realidad de las
Comunidades Autónomas), y que “el Rey podrá designar para cada legislatura
Senadores en número no superior a la quinta parte de los elegidos” (esta prerrogativa del
Rey desaparecerá con la aprobación de la Constitución de 1978).
Se contemplan, asimismo, otras disposiciones relativas a la Reforma
constitucional (artículo 4) y a la celebración de referéndums (artículo 5).
Más importante es la Disposición transitoria primera, ya que es en ella donde el
Gobierno se compromete a convocar unas elecciones generales a Cortes “para constituir
un Congreso de 350 Diputados y elegir 207 senadores …”, mediante criterios de
representación proporcional y tomando como circunscripción electoral la provincia,
fijándose, además, “un número mínimo inicial de Diputados para cada una de ellas”.
B) Proceso constituyente.
Como hemos visto, esas elecciones generales se celebraron el día 15 de junio de
1977, con los resultados señalados. Podemos, pues, decir que tras la constitución de las

5
nuevas Cortes democráticas se inicia en España el proceso constituyente que llevará
hasta la aprobación de la Constitución española de 1978. Dada la composición del
Parlamento constituyente (no de iure, pero sí de facto), resulta entendible que el
contenido de la Constitución pueda ser catalogado como un conjunto flexible de
principios de centro-izquierda, o, quizás, mejor, como el resultado del acuerdo entre las
dos fuerzas más importantes, una de centro y otra de izquierdas, con el apoyo, por
ambos lados, de otras dos, una claramente de derechas y otra de izquierda más radical.
De forma muy resumida recordamos sólo algunas fechas especialmente
representativas de este proceso:
- 1 de agosto de 1977: primera reunión de la Comisión Constitucional en la que
se nombra una Ponencia de siete miembros para que redacte el anteproyecto de
Constitución (composición de la Ponencia; UCD: Miguel Herrero Rodríguez de Miñón,
José Pedro Pérez-Llorca y Gabriel Cisneros Laborda; PSOE: Gregorio Peces-Barba;
PCE: Jordi Solé Tura; MC: Miguel Roca Junyet y, finalmente, AP: Manuel Fraga
Iribarne). Desde entonces, a este grupo de siete personas se les ha reconocido con el
título informal de padres de la Constitución, aunque, por supuesto, en la redacción final
del texto intervinieron otras muchas también muy importantes.
- 31 de octubre de 1978: las dos Cámaras aprueban el texto de la Constitución
que será sometido a referéndum para su aprobación.
- 6 de diciembre de 1978: referéndum de aprobación por parte del pueblo
español de la de la Constitución (votos afirmativos: 87´78 % de los votantes, lo que
representó el 58’97 % del censo electoral).
- 27 de diciembre de 1978: sanción del Rey.
- 29 de diciembre de 1978: publicación de la Constitución en el BOE.

III. BREVE REFERENCIA A LA HISTORIA DEL CONSTITUCIONALISMO


ESPAÑOL.
A) Introducción.
La historia del constitucionalismo español se extiende a lo largo de todo el siglo
XIX y buena parte del XX. Este amplio periodo de nuestra historia tiene dos puntos de
referencia: la primera Constitución (1812) y la Constitución vigente (1978). Se incluye
también el periodo de las llamadas Leyes Fundamentales del Régimen de Franco,
aunque estas Leyes (como el propio Régimen se encargó de dejar muy claro, incluso por
la denominación utilizada) no son Constituciones ni el sistema fue un modelo de Estado
Constitucional. Constituyen, pues, una anomalía desde el punto de vista constitucional,
pero no podemos desconocer su existencia, justamente porque el sistema político que
diseñaron ocupa una buena parte del siglo XX (cerca de cuarenta años).
En términos muy generales, podemos recordar brevemente algunas
características de nuestra historia constitucional. Para empezar, conviene hacer notar
que todas las Constituciones, menos dos, son monárquicas (las dos Constituciones

6
republicanas son el Proyecto de Constitución de 1873 y la Constitución de 1931), así
como que en la mayor parte de ellas se establece un Parlamento bicameral (también, en
este caso, hay dos excepciones: la Constitución de 1812 y la Constitución de 1931, en
las que se contempla la existencia de una Cámara: el Congreso de los Diputados). No
debe olvidarse que, en general, esta Cámara -llamada, no por casualidad, Cámara Alta-,
representaba, durante el siglo pasado, los intereses de la aristocracia, razón por la cual
las Constituciones más avanzadas tienden a eliminarla.
En cuanto al derecho al voto, la regla predominante es el sufragio restringido,
que sólo deja de serlo completamente con la Constitución de 1931. A partir de esta
fecha ya se puede hablar de sufragio universal. Antes, el sufragio estaba limitado por
razones de sexo (sólo los varones) y de capacidad económica (sólo las clases más
adineradas). En este contexto, la Constitución de 1869 representa un hito importante,
puesto que en ella se reconoce por primera vez el sufragio universal masculino (en
realidad, la expresión descansa sobre una contradicción, pero responde a las condiciones
de la mentalidad dominante). En todo caso, los dos grandes debates del siglo XX
giraron en torno a dos temas principales: el titular de la soberanía y el problema
religioso. Con respecto a ellos, cabe reseñar que se barajaron prácticamente todas las
fórmulas posibles, y, así, en efecto, sobre la cuestión de la soberanía hubo
Constituciones que reconocieron la soberanía nacional y otras una especie de soberanía
pactada o de soberanía compartida (entre el Rey y las Cortes), aparte del caso peculiar,
ya señalado, del Régimen de Franco, que fue una dictadura y que, por lo tanto, puede
considerarse como una forma particular de soberanía única del Jefe del Estado. Por lo
que respecta al tema de las relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado contamos
también con una amplia gama de sistemas: desde la confesionalidad absoluta del
Estado, como reconoce, en su artículo 12, la Constitución de 1812, de una manera
bastante clara y evidente:
“La Religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica,
apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas, y
prohíbe el ejercicio de cualquier otra”.
… hasta el modelo contrario del laicismo que impregnaba la letra y el espíritu de
la Constitución republicana de 1931. En este sentido, resulta muy significativo el
artículo 26 de esta Constitución:
“Todas las confesiones religiosas serán consideradas como Asociaciones
sometidas a una ley especial. El Estado, las regiones, las provincias y los municipios no
mantendrán, favorecerán ni auxiliarán económicamente a las Iglesias, Asociaciones e
Instituciones religiosas. Una ley especial regulará la total extinción, en un plazo máximo
de dos años, del presupuesto del Clero. Quedan disueltas aquellas Órdenes religiosas
que estatutariamente impongan, además de los tres votos canónicos, otro especial de
obediencia a autoridad distinta de la legítima del Estado. Sus bienes serán
nacionalizados y afectados a fines benéficos y docentes. Las demás Órdenes religiosas
se someterán a una ley especial votada por las Cortes constituyentes y ajustada a las
siguientes bases: 1ª. Disolución de las que, por sus actividades, constituyan un peligro
para la seguridad del Estado, 2ª. Inscripción de las que deban subsistir, en un Registro
especial dependiente del Ministerio de Justicia, 3ª. Incapacidad de adquirir y conservar,

7
por sí o por persona interpuesta, más bienes que los que, previa justificación, se destinen
s su vivienda o al cumplimiento de directo de sus fines privativos, 4ª. Prohibición de
ejercer la industria, el comercio o la enseñanza, 5ª. Sumisión a todas las leyes tributarias
del país, 6ª. Obligación de rendir anualmente cuentas al Estado de la inversión de sus
bienes en relación con los fines de la Asociación. Los bienes de las Órdenes religiosas
podrán ser nacionalizados”.
En medio de estos dos extremos, el resto de las Constituciones se mueven entre
el reconocimiento formal del Estado confesional, la combinación de la confesionalidad
católica y una tolerancia religiosa más o menos amplia, y, finalmente, el reconocimiento
pleno de la libertad religiosa.
B) Rasgos del constitucionalismo español (Jorge de Esteban Alonso)8.
1. Rasgos internos.
1.1 Falta de originalidad de los textos constitucionales9.
En general, las Constituciones españolas no son originarias sino derivadas. La
mayoría de ellas recogen influencias foráneas, especialmente francesas. Por ejemplo, la
Constitución de 1812: influencia de la Constitución francesa de 1791 pero también de la
americana de 1787. Estatuto Real de 1834: influencia de la Carta francesa de 1830 y, en
general, de las ideas de Bentham. Constitución de 1837: de Francia y de la Constitución
belga de 1831. Constitución de 1876: imita el modelo parlamentario británico.
Constitución de 1931: de la Constitución mexicana de 1917 y de la Constitución
alemana de Weimar, de 1919. Por otra parte, las Constituciones que se van aprobando
mantienen una relación de relativa continuidad con respecto a las anteriores, aunque
también hay momentos de cambios bruscos, como, por ejemplo, en el caso de las dos
Repúblicas.
1.2. Excesivo valor ideológico de las Constituciones.
“Otro de los rasgos típicos de nuestro constitucionalismo es el que se refiere a la
estrecha vinculación de cada uno de nuestros textos fundamentales con ideologías
concretas. En efecto, a lo largo del siglo XIX español las Constituciones no van a ser
sino Constituciones de partidos”10.
Consecuencia:
“La consecuencia de tal circunstancia es fácil de deducir: al cambiar el Poder de
manos de un partido a otro, una de las primeras cuestiones que había que modificar era
el contenido ideológico que el partido anterior había conferido a la Constitución”11.
Dos reflexiones por nuestra cuenta:
a) La conocida expresión de la “ley del péndulo”, aplicada a la historia del
constitucionalismo español, se refiere a este fenómeno que consiste en el continuo
8
DE ESTEBAN ALONSO, J., Apuntes de Derecho Político II, Derecho Constitucional Español, 1,
Servicio publicaciones Facultad de Derecho, Universidad Complutense, Madrid,1989, pp. 20-33)
9
Cfr., Ibíd., pp. 2124.
10
Ibíd., p. 24.
11
Ibíd.

8
cambio de Constituciones alternándose entre sí las de un signo ideológico (conservador
o progresista) y su contrario. De este modo, se pueden establecer dos secuencias muy
claras: conservadora (1834-1845-1876) y progresista (1812-1837-1869-1931).
b) El valor de la Constitución de 1978 como Constitución de consenso, en la que
no se impone ninguna ideología contra nadie, sino que se trata de incluir la mayor parte
de las ideologías y sensibilidades de la sociedad española.
2. Rasgos externos.
2.1. Falta de arraigo de las Constituciones y su exigencia taumatúrgica.
Las Constituciones no echan raíces ni son capaces de generar un sentimiento
constitucional entre la población.
Dos razones:
a) Las Constituciones “… no contaban con un apoyo sociológico fuerte por parte
de las clases medias y trabajadoras”12.
b) La facultad taumatúrgica atribuida al texto constitucional, lo que significaba
que la población pensaba que el simple hecho de tener una Constitución era motivo
suficiente para transformar y mejorar la vida de los ciudadanos. Como, por lo general,
esto no ocurría, la sensación generada era de malestar con respecto a la política y al
desarrollo constitucional de la Nación.
2.2. El proceso político transcurre fuera de la Constitución.
Aquí hay que señalar dos cosas: la primera es que, en líneas generales, la vida
política sigue cauces diferentes a los marcados por el texto constitucional y la segunda
es que, como consecuencia de ello, “la sucesión de Constituciones no se hace de
acuerdo con los procedimientos de reforma normal, sino que se lleva a cabo mediante
una auténtica ruptura del proceso de reforma constitucional” 13. Estos dos elementos o
aspectos de la historia constitucional española guardan una relación directa con dos
temas ya señalados: de un lado, la falta de arraigo de las Constituciones y, de otro, el
carácter marcadamente ideológico de las Constituciones y la Ley del péndulo.
C) Primer Grupo de trabajo:
Introduzca las 50 referencias históricas (principales hechos históricos, personajes
destacados y características básicas de cada texto constitucional) de la lista entre los
espacios reservados a cada Constitución.
IV. INFLUENCIAS EN LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 197814.
Nota: además de las influencias que el texto constitucional de 1978 asume de la
propia historia constitucional española y de los textos internacionales sobre Derechos
Humanos (como la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU, de
12
Ibíd., p. 28.
13
Ibíd., pp. 30-31.
14
Tomado del MANUAL de referencia de la asignatura: ALONSO de ANTONIO, J. A; ALONSO de
ANTONIO, A. L., Derecho Constitucional español, sexta edición, Editorial Universitas, Madrid, 2015
(en este caso se hace referencia a las páginas 90-100).

9
1948, y los Pactos internacionales de Derechos Civiles y Políticos y de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, ambos del año 1966, y del Convenio Europeo para
la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales, de 1950), los
constituyentes españoles tuvieron en cuenta las aportaciones de una serie de
Constituciones europeas, principalmente:
A) Alemania (Ley Fundamental de Bonn):
a) Sobre principios generales del régimen político: la idea del Estado social y
democrático de Derecho, el principio de supremacía constitucional y el reconocimiento
de ciertos valores morales, junto con el pilar básico de la dignidad de la persona.
b) Sobre eficacia y estabilidad gubernamental: origen parlamentario del
Gobierno (mediante la votación de investidura), la preeminencia del Presidente del
Gobierno y la figura de la moción de censura constructiva.
B) Portugal (Constitución de 1976):
En general, esta influencia se percibe en el carácter avanzado de los derechos
sociales y económicos plasmados en la Constitución portuguesa que, como se sabe, fue
el fruto de una verdadera Revolución: la Revolución de los claveles de 1974.
C) Italia (Constitución de 1947):
De una forma muy parecida al caso de Portugal, la Constitución italiana influye
en la concepción progresista de algunos principios e instituciones, como, por ejemplo, la
idea de la igualdad material que aparece en el artículo 9.2, siguiendo, casi al pie de la
letra, el mismo planteamiento del artículo 3 de la Constitución de la República italiana).
Por su importancia reproducimos el contenido del artículo 9.2 CE:
“2. Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la
libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y
efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la
participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social” 15.
Pero, además de esto, también debe destacarse la influencia italiana en la
regulación de algunos aspectos básicos del Derecho parlamentario, así como en la
concepción general del modelo español de distribución territorial del Poder: el Estado
Autonómico. Con las mismas palabras de los autores:
“El Estado autonómico español está inspirado en gran parte en el modelo del
Estado regional italiano que a su vez tiene su origen en la Constitución española de
1931”16.

15
El artículo 3 de la Constitución italiana establece lo siguiente: “Todos los ciudadanos tendrán la misma
dignidad social y serán iguales ante la ley, sin distinción de sexo, raza, lengua, religión, opiniones
políticas ni circunstancias personales y sociales. Constituye obligación de la República suprimir los
obstáculos de orden económico y social que, limitando de hecho la libertad y la igualdad de los
ciudadanos, impiden el pleno desarrollo de la persona humana y la participación efectiva de todos los
trabajadores en la organización política, económica y social del país”.
16
ALONSO de ANTONIO, J. A; ALONSO de ANTONIO, A. L., Derecho Constitucional español, op.
cit., p. 93.

10
Finalmente, en el ámbito del Poder Judicial, se tuvo muy en cuenta la
Constitución italiana a la hora de establecer y regular dos órganos básicos del Estado
constitucional: el Consejo General del Poder Judicial, que se inspira en el Consejo
Supremo de la Magistratura italiano y el Tribunal Constitucional.
D) Monarquías nórdicas europeas.
Fundamentalmente, dos influencias:
a) La orientación general de la Corona
b) La institución del Defensor del Pueblo, que tiene como precedente el
“Ombudsman” de origen escandinavo, “constitucionalizado por primera vez en la
Constitución sueca de 1809 y adoptada tempranamente por Noruega y Finlandia”17.
E) Francia (Constitución de 1958):
Llamada, en principio, a ser una referencia importante, terminó siéndolo de
carácter menor:
“En los primeros momentos del proceso constituyente era previsible una
influencia francesa importante debido a la posición especialmente favorable de UCD,
partido gobernante. Así, la ponencia constitucional siguió el modelo de relaciones entre
la ley y el reglamento que establece la Constitución francesa de 1958, basado en la
‘reserva reglamentaria’, es decir, la limitación de las facultades legislativas del
Parlamento a un conjunto de materias enumerado expresamente, con lo que el resto
quedaba atribuido, con carácter general, a la competencia reglamentaria del Gobierno.
Sin embargo, ese modelo fue rechazado finalmente debido, en opinión de Santiago
Varela, a la actitud de los partidos de izquierda y a las críticas doctrinales como la
publicada por José Luis Carro en el diario El País”18.
Dos influencias concretas: la introducción en España de las leyes orgánicas y la
configuración de la legislación delegada19.

V. ESTRUCTURA Y CARACTERES.
A) Estructura.
La Constitución tiene once títulos, aunque sólo diez están numerados. El primero
es el Título Preliminar, que comprende los artículos 1 al 9, es decir, los principios y
declaraciones políticas fundamentales o básicas.
De forma sintética:

Preámbulo

17
Ibíd., p. 94.
18
Ibíd., p. 94.
19
Cfr., Ibíd.

11
Título Preliminar (1-9)

Título I: Derechos y deberes fundamentales (10-55)

Artículo 10:

Capítulo I: De los españoles y extranjeros (11-13)

Capítulo II: Derechos y Libertades (14-38)

Artículo 14:

Sección Primera: De los derechos fundamentales y de las libertades públicas (15-29)

Sección Segunda: De los derechos y deberes de los ciudadanos (30-38)

Capítulo III: De los principios rectores de la política social y económica (39- 52)

Capítulo IV: De las garantías de las libertades y derechos fundamentales (53-54)

Capítulo V: De la suspensión de los derechos y libertades (55)

Título II: La Corona (56-65)

Título III: De las Cortes Generales (66-96)

Capítulo I: De las Cámaras (66-80)

Capítulo II: De la elaboración de las leyes (81- 92)

Capítulo III: De los Tratados Internacionales (93-96)

Título IV: Del Gobierno y de la Administración (97-107)

Título V: De las relaciones entre el Gobierno y las Cortes Generales (108-116)

Título VI: Del Poder Judicial (117-127)

Título VII: Economía y Hacienda (128-136)

Título VIII: De la Organización Territorial del Estado (137-158)

Capítulo I: Principios generales (137-139)

Capítulo II: De la Administración Local (140- 142)

Capítulo III: De las Comunidades Autónomas (143-158)

Título IX: Del Tribunal Constitucional (159-165)

Título X: De la reforma constitucional (166-169)

Cuatro Disposiciones Adicionales; nueve Disposiciones transitorias; una Disposición derogatoria

B) Ejercicio.
Localice dentro de la estructura de la Constitución los siguientes artículos:
3, 16, 42, 65, 87, 132, 145 y 168.

C) Caracteres.

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