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Juan Jesú s Amaya Cisneros

AETERNI PATRIS
Introducción
El Hijo Unigénito del Eterno Padre, que apareció sobre la tierra para traer
al humano linaje la salvació n y la luz de la divina sabiduría hizo
ciertamente un grande y admirable beneficio al mundo cuando, habiendo
de subir nuevamente a los cielos, mandó a los apó stoles que «fuesen a
enseñ ar a todas las gentes» (Mt 28,19), y dejó a la Iglesia por É l fundad
por comú n y suprema maestra de los pueblos. (EP 1)
A la Iglesia de Cristo por sus mandatos le fue confiada la verdad, la Iglesia
que en los apó stoles contempló el rostro de quien es “el camino la verdad
y la vida”, imaginemos la grandeza de convivir y estar frente
contemplando el rostro de Quien es la Verdad, a ese Logos encarnado,
contemplar a “La Respuesta” a todo lo que el hombre en sus facultades
busca. Y má s aú n recibir el mandato de pregonar su misterio tal cual se
manifestó y enseñ ar el rostro que mostró a todas las naciones.
La grandeza de la Iglesia es inmensa, ahora quienes son benditos porque
vienen en nombre del Señ or pueden dar respuesta a la interrogante que
Pilato en su humanidad preguntaba; “Quid est veritas”, hay una verdad, es
una persona, quien le da el sentido a todas las cosas.
Desarrollo
Nos encontramos con que suelen ser engañ adas las mentes de los fieles
cristianos y es corrompida la sinceridad de la fe en los hombres los
supremos pastores de la Iglesia siempre juzgaron ser también propio de
su misió n promover con todas sus fuerzas las ciencias que merecen tal
nombre, y a la vez proveer con singular vigilancia que las ciencias
humanas se enseñ asen en todas partes segú n la regla de la fe cató lica, y en
especial la filosofía, de la cual sin duda depende en gran parte la recta
enseñ anza de las demá s ciencias.
La iglesia cató lica desde sus orígenes se preocupó y se esmeró por dar
respuestas a las disciplinas humanas, y conducirlas hacía el bien, es decir,
nunca paganizar la ciencia, má s bien darle luces con la revelació n para
acercar al hombre que en sus facultades intelectuales busca el sentido de
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las cosas, a esto la Iglesia le abrió un panorama que lo llevaría a algo má s


elevado que lo sensible, la fe.
No en vano imprimió Dios en la mente humana la luz de la razó n, y dista
tanto de apagar o disminuir la añ adida luz de la fe la virtud de la
inteligencia, que antes bien la perfecciona, y aumentadas sus fuerzas, la
hace há bil para mayores empresas. (EP 2)
Y en verdad, nuestro benignísimo Dios, en lo que toca a las cosas divinas
no nos manifestó solamente aquellas verdades para cuyo conocimiento es
insuficiente la humana inteligencia, sino que manifestó también algunas,
no del todo inaccesibles a la razó n, para que sobreviniendo la autoridad
de Dios al punto y sin ninguna mezcla de error, se hiciesen a todos
manifiestas. (EP 3)
Un Dios que no dejo al hombre en sus facultades, que no lo arrojó a sus
criterios, sino que mostro su rostro, y le dio el don de la fe para que todos
los hombres se acercasen a É l. Le dio algo má s que la razó n.
Verdaderamente, si la razó n natural dio tan ó ptima semilla de doctrina
antes de ser fecundada con la virtud de Cristo, mucho má s abundante la
producirá ciertamente después que la gracia del Salvador restauró y
enriqueció las fuerzas naturales de la humana mente. ¿Y quién no ve que
con este modo de filosofar se abre un camino llano y practicable a la fe?
[…] (EP 3) Así las disciplinas humanas que se cimientan en las virtudes
cardinales (que no dejan de ser dadas por Dios) pueden tener un sentido
má s amplio, pueden trascender por encima de la razó n.
Así en primer lugar el grande y excelentísimo fruto que se recoge de la
razó n humana es el demostrar que hay un Dios: «pues por la grandeza de
la hermosura de la criatura se podrá a las claras venir en conocimiento
del Creador de ellas» (Sap 13,5). (EP 4)
De lo cual se sigue clarísimamente que la razó n humana granjea a la
palabra de Dios plenísima fe y autoridad. Igualmente, la razó n declara que
la doctrina evangélica brilló aun desde su origen por ciertos prodigios,
como argumentos ciertos de la verdad, y que por lo tanto todos los que
creen en el Evangelio no creen temerariamente, como si siguiesen doctas
fá bulas. (cf. 2 Pe 1, 16) sino que un obsequio del todo racional, sujetan su
inteligencia y su juicio a la divina autoridad. (EP 4)
Juan Jesú s Amaya Cisneros

Como atestigua Clemente Alejandrino, «es por sí misma perfecta la


doctrina del Salvador y de ninguno necesita, siendo virtud y sabiduría de
Dios. La filosofía griega, que se le une, no hace má s poderosa la verdad;
pero haciendo débiles los argumentos de los sofistas contra aquella, y
rechazando las engañ osas asechanzas contra la misma, fue llamada
oportunamente cerca y valla de la viñ a […](EP 4) Las enseñ anzas de los
griegos no dejan de ser esfuerzos por acercarse a la verdad, y no debemos
pensar que son esfuerzos vanos, sin embargo, Dios se revela como la
ú nica verdad, esa verdad que los griegos perseguían por caminos
distintos, imaginemos que sorpresa tan grande sería para Aristó teles
contemplar a Jesucristo.
La razó n natural no sobrepasa ni se atreve por si sola a aceptar las cosas
superiores a ella, ni a realizar algú n trato con ellas, antes bien debe
recibirlas con plena y humilde fe. Ante esto es justo que la filosofía se
esfuerce por superar su capacidad, por trabajar el intelecto para intentar
sobrepasar sus límites. Sin embargo, no puede sustraer la autoridad
divina.
Los Apologistas, quienes precedidos de la fe usaron también los
argumentos de la humana sabiduría con los que establecieron que debe
ser adorado un só lo Dios, excelentísimo en todo género de perfecciones,
que todas las cosas que han sido sacadas de la nada por su omnipotente
virtud, subsisten por su sabiduría y cada una se mueve y dirige a sus
propios fines. (Cf. EP 7 )
Enseguida los Doctores de la Edad Media, llamados escolá sticos,
acometieron una obra magna, saber: reunir diligentemente las fecundas y
abundantes mieses de doctrina, refundidas en las voluminosas obras de
los Santos Padres, y reunidas, colocarlas en un solo lugar para uso y
comodidad de los venideros. (EP 8)
Ahora bien: entre los Doctores escolá sticos brilla grandemente Santo
Tomá s de Aquino. Sus doctrinas, como miembros dispersos de un cuerpo,
reunió y congregó en uno Tomá s, dispuso con orden admirable, y de tal
modo las aumentó con nuevos principios, que con razó n y justicia es
tenido por singular apoyo de la Iglesia cató lica; de dó cil y penetrante
ingenio, de memoria fá cil y tenaz, de vida integérrima, amador
ú nicamente de la verdad, riquísimo en la ciencia divina y humana,
Juan Jesú s Amaya Cisneros

comparado al sol, animó al mundo con el calor de sus virtudes, y le


iluminó con esplendor. (EP 9)
No hay parte de la filosofía que no haya tratado aguda y a la vez
só lidamente: trató de las leyes del raciocinio, de Dios y de las substancias
incorpó reas, del hombre y de otras cosas sensibles, de los actos humanos
y de sus principios, de tal modo, que no se echan de menos en él, ni la
abundancia de cuestiones, ni la oportuna disposició n de las partes, ni la
firmeza de los principios o la robustez de los argumentos, ni la claridad y
propiedad del lenguaje, ni cierta facilidad de las cosas abstrusas.
Añ á dase a esto que el Doctor Angélico indagó las conclusiones filosó ficas
en las razones y principios de las cosas, los que se extienden muy
latamente, y encierran como en su seno las semillas de casi infinitas
verdades, que habían de abrirse con fruto abundantísimo por los
maestros posteriores.
Con excelente consejo no pocos cultivadores de las ciencias filosó ficas
intentaron en estos ú ltimos tiempos restaurar ú ltimamente la filosofía,
renovar la preclara doctrina de Tomá s de Aquino y devolverla su antiguo
esplendo.
Conclusión
Esta carta encíclica no deja de distinguir las disciplinas humanas que el
hombre en su ingenio y en sus esfuerzos se ha inquietado por alcanzar la
verdad. Ya lo comentaba antes “ningú n esfuerzo es nulo”, puesto que
todos los pensadores buscan la verdad, es por ello que me permito citar la
célebre frase de la filó sofa y mística Santa Edith Stein que nos dice “Quien
busca la verdad, busca consciente o inconscientemente a Dios”, al Dios
que se revela, al Dios que no nos abandona en la razó n humana, sino que
nos da el don de la fe para alcanzarlo, el Dios que nos ha mostrado su
rostro y que prevalece en vivo en la Iglesia, el Dios que nos da la
respuesta al sentido ultimo de las cosas.
La Iglesia cimentada en los Apó stoles permanece cercana a la verdad, ya
se nos decía, conocer, amar y servir a Dios, no solamente para vivir en una
existencia de razonamiento, sino que trasciende lo que es imposible para
el hombre por sí solo.
Juan Jesú s Amaya Cisneros

La grandeza está en superar lo sensible, lo que es comú n para llegar a las


cosas que no son perceptibles y son las má s vitales para la existencia. Y
poder así responder a la pregunta que la humanidad clama; ¿Quid es
Veritas?

LEON XIII. Aeterni patris


Juan Jesú s Amaya Cisneros

Noción de Filosofía cristiana


Existen dos caminos que conducen a la verdad, y si bien la razó n natural
no puede llegar hasta la verdad suprema y má s elevada, sí puede alcanzar
un grado en el que le es posible excluir ciertos errores y demostrar la
armonía entre la verdad probada por la razó n y la verdad de la fe […]
Casi todas las pá ginas de los escritos de Santo Tomas de Aquino testifican
que para él la verdad de la fe es la medida de toda verdad: las simples
palabras sed hace sunt contra fidem son para él una excelente refutació n
de la autoridad filosó fica, por muy alta que sea […]
La filosofía se específica ú nicamente en funció n del objeto; es só lo el
objeto al que ella se refiere por sí (de ninguna manera el sujeto en la que
reside), el que determina su naturaleza. La filosofía es una ciencia. La
palabra latina scientia significa saber (en el sentido de habitus y de acto) y
ciencia. El lenguaje teoló gico emplea también la palabra ciencia en el
sentido de saber (cuando se habla de la ciencia como don del Espíritu
Santo) […]
Las ciencias filosó ficas permanecen en el campo de la razó n humana y,
por el contrario, la teología “descansa en la revelació n divina”. La tarea de
la filosofía consiste en esclarecer los fundamentos de todas las ciencias
[…]
Santo Tomá s designa a la filosofía (o a la sabiduría en el sentido de un
grado anterior del don del espíritu sobrenatural) como un perfectum opus
rationis (un trabajo perfecto de la razó n) […]
La fe y la teología informan a la razó n natural sobre el primer ente; sin su
ayuda, la razó n sola no llegaría jamá s hasta allá ; de la misma manera, se
ha informado de la relació n de todo ente con el primer ente […]
Las verdades fundamentales de nuestra fe, es decir, la creació n, la caída, la
redenció n y la consumació n muestran al ente en una luz segú n la cual
parece imposible que la filosofía pura, es decir una filosofía adquirida por
la simple razó n natural, puede realizarse por sí misma, es decir, realizar
un perfectum opus rationis. Tiene necesidad de datos que provengan de la
teología sin llegar a ser teología […]
Juan Jesú s Amaya Cisneros

La consideració n de la verdad revelada podrá ademá s conducir al filó sofo


a descubrir nuevos horizontes que se le hubieran escapado si no la
hubiera conocido. El Rvdo. P.A.R. Motte, o.p., ha señ alado en su
conferencia en Juvisy la doctrina de la fe en Dios y en la creació n suscitó
en la filosofía la separació n entre esencia y existencia, que la doctrina de
la Santísima Trinidad y de la encarnació n ha conducido a la separació n
entre naturaleza y persona, y que la doctrina de la Sagrada Escritura
condujo a una elaboració n conceptual entre sustancia y accidente […]
Todo lo que proviene de una ó ptica de conjunto de las verdades de la fe y
del conocimiento, y la fe es una luz oscura. Nos da a entender algo que nos
sigue siendo incomprensible. Ya que el ultimo fondo de todo ente es
insondable, todo lo que se considera bajo este á ngulo cae bajo la luz
oscura de la fe y del misterio, y todo lo que es comprensible parece
reposar sobre un trasfondo incomprensible […]
La filosofía cristiana no solo es el nombre para designar la ideología de los
filó sofos cristianos ni só lo la designació n del conjunto de doctrinas de los
pensadores cristianos, sino que significa má s bien el ideal de una
perfectum opus rationis que habría logrado abrazar en una unidad el
conjunto de lo que nos ofrecen la razó n natural y la revelació n […]
Los esfuerzos que tienen hacia este fin se consideraron en las summas de
la Edad Media: estas grandes síntesis eran la forma exterior adecuada de
una investigació n que trataba de abrazar la totalidad. Sin embargo, la
realizació n de este ideal que quería englobar a todo en te en su unidad y
en su plenitud se aparta por principio de toda ciencia humana; ya la
realidad finita es una cosa abstracta e inagotable, con mucha mayor razó n
lo es el ser infinito de Dios […]
Dios se comunica al espíritu humano en la medida y en la medida y en la
forma que dicta su sabiduría. A É l corresponde ampliar la medida. A É l
corresponde presentar la revelació n bajo una forma propia al modo de
pensar humano: a saber, como conocimiento progresivo paso a paso, bajo
forma de conceptos y de juicios; o elevar al hombre al má s allá de su
modo de pensar natural hacia un modo de conocer completamente
diferente, hacía una participació n de la visió n divina que abraza todo con
una sola mirada […]
Juan Jesú s Amaya Cisneros

E. STEIN. Ser finito y ser eterno, Fondo de cultura econó mica, México 1996,
30-48

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